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Jaque

Dean

El silencio y los libros han sido mi única compañía en las últimas horas. Me había refugiado en la biblioteca al sentir que la ansiedad comenzaba a tomar control de mi cuerpo. No solo por haber firmado el contrato sin haberlo consultado antes con Dominik o con Roger, tampoco por la frialdad de Vladimir la noche anterior. No, mi aislamiento se debía a otra razón. Me estaba escondiendo del resto del mundo. Esta mañana, en cuanto desperté vi el millón de notificaciones que había recibido. Las fotos, las noticias... el video, todo corrió como pólvora en las redes sociales. Alguien grabó y publicó el corto baile que tuvimos Vladimir y yo anoche... y la gente enloqueció.

Había ganado casi medio millón de seguidores nuevos en cuestión de horas y el video del baile era toda una sensación, incluso mi madre me había llamado chillando de la emoción exigiendo saber qué tenía con ese "espléndidamente atractivo hombre ruso", rodé los ojos al recordar cómo lo había descrito. Mis padres solo vieron a David una vez, y a pesar de que el pelirrojo les había agradado un poco, no se sorprendieron cuando todo terminó, más bien parecían haber estado esperando la noticia.

Mis amigos también estaban perdiendo la cabeza. No comprendían cómo había terminado bailando con el diablo, a excepción de Dylan, anoche tuve que llamarlo y contarle todo al sentir que la situación me superaba y comenzaba a asfixiarme. Solté un suspiro al recordar cómo sus palabras no me permitieron dormir en paz en toda la noche...

"Odio tener que decir esto, pero solo el amor podría provocar un dolor tan intenso como el que sientes al ver las cosas que hace o dice Vladimir...". Las lágrimas habían bajado sin permiso por mis mejillas después de escucharlo, porque sabía que aquello guardaba cierto grado de verdad. A pesar de que le dije a Vladimir que nunca me enamoraría de un asesino, sabía que dentro de mí existía más que odio y atracción sexual hacia él. De otra forma, ¿por qué me dolerían tanto sus frías palabras, su seca actitud y su vida amorosa con otras personas?

Mi cuerpo anhelaba su proximidad, eso era innegable; Y tampoco soportaba la idea de estar lejos de él, lo había terminado de confirmar esta misma mañana cuando me enteré por medio de Viktor, que él se había marchado a Viena en un viaje de negocios y que no estaría aquí en los próximos dos días. Había sentido un ligero alivio momentáneo, pensé que lo último que quería era ver su rostro después de la incómoda conversación de anoche, pero mi corazón decía todo lo contrario, me sentía hundido en un abismo de inquietud, y sabía que se debía a que él no estaba cerca. Sentía que su ausencia llenaba toda esta casa con un vacío y un silencio opresivo. No podía evitar sentir punzadas de preocupación y quizás también algo de celos al imaginar las cosas que debe estar haciendo en aquel viaje con Ivanka, la cual parecía acompañarlo a todas partes como una sombra.

En serio, si estaban tan unidos y compenetrados, tanto en lo sexual como en lo laboral e ilegal, debieron casarse. Son tal para cual.

Probablemente estén quedándose en un hotel... ¿Dormirán en la misma habitación? ¿Se divertirán juntos? ¿Y si alguien los ve y los fotografía?

Abracé mis piernas ignorando todas esas preguntas y miré la pequeña montaña de libros y las dos tazas de café vacías a mi lado. Me sentía a salvo sentado en el piso de madera negra rodeado por estantes de libros que no me juzgarían ni me verían con demasiada curiosidad, y mucho menos cuestionarían a mi corazón o mis decisiones. Todas estas horas aquí fueron el respiro que necesitaba antes de poder continuar con toda esta locura a la que ahora llamaba vida.

Saqué mi celular tras soltar un doloroso suspiro. Con las manos un poco sudadas entré a Instagram y busqué el video de anoche, el cual había repetido unas quinientas veces al enterarme de que existía. Resoplé.

Desde la primera vez que lo vi comprendí por qué razón Vladimir había mencionado el amor. Sentí que mi sangre se helaba al verme observándolo algo ilusionado mientras bailábamos. Prácticamente fui un libro abierto para millones de personas y por supuesto, para aquel hombre que vio en primera fila cómo brillaban mis ojos. Pero, ¿realmente era amor como Dylan creía? De lo único que estaba seguro era de que, si todavía no lo era, estaba bastante encaminado a serlo, y por esa razón debía arrancar desde ahora cualquier tipo de sentimientos hacia él, porque Vladimir era un hombre que no titubearía en destrozarme el corazón, o al menos eso fue lo que dijo en pocas palabras con su inesperada cláusula final.

Entré a los comentarios y no me sorprendió ver a la mayoría de las personas diciendo que nos veíamos muy bien juntos, pero Roger tuvo razón, no faltaron los comentarios de algunos diciendo que le fui infiel a David o que el pelirrojo no se merecía todo esto. Si tan solo supieran la verdad...

Quité el video y finalmente decidí regresarle la llamada a Dominik, necesitaba distraer mi mente de mis abrumadores y depresivos sentimientos.

Dean... —me quedé callado al escucharlo contestar al segundo timbrazo. Me avergonzaba un poco haber ignorado las mil llamadas que me ha hecho desde ayer cuando solo me limité a contestar algunos de sus mensajes.

¿Qué tan malo es? —pregunté asustado, lo escuché suspirar. Vladimir me había dicho que le envió una copia de la última versión del contrato que firmé, pero aquello no era cierto, por lo que puse mi firma en algo que ni Roger ni Dominik habían revisado. Caí redondito en su trampa. Vladimir tejió una telaraña invisible con sus crueles palabras sobre el amor sabiendo que me alterarían lo suficiente como para firmar en un impulso.

No hay nada fuera de lugar, solo agregaron lo que ya habían acordado cambiar —en cuanto lo escuché dejé caer los hombros liberando toda la tensión en ellos. Si no había nada malo, ¿por qué Vladimir me mintió diciendo que Dominik ya lo había visto?

—¿En serio? —pregunté ahora con desconfianza, él guardó silencio por unos segundos.

Sí, no te preocupes por eso, estuve hablando con Roger hace unas horas, ya lo revisamos todo —la tranquila y confiada voz de Dominik me hizo sentir algo de paz. —Pero no debiste haberlo firmado, Vladimir no es de confiar —me estremecí al notar la frialdad en sus palabras.

—No es tan grave, no hay nada ilegal de por medio, él me prometió que...

Oh, ¿te prometió algo? —Dominik me interrumpió con un sarcástico tono de ternura, mantuve el silencio. —A mí me prometió hace muchos años que jamás se metería contigo y mira dónde estamos... las promesas no significan nada para él —sus amargas palabras me dejaron con un fuerte sentimiento de incertidumbre y desolación. Si Vladimir fue capaz de romper una promesa que le hizo a su mejor amigo, nada me aseguraba que fue real la que me hizo a mí.

—Pero revisaste el contrato... —susurré con algo de nerviosismo, Dominik suspiró.

Firmaste el contrato, pero realmente no sabes lo que implica estar con Vladimir. ¿Sabes cuál es el problema no solo de casarte con él, sino también de simplemente asociarte y aparecer en público a su lado? —fruncí el ceño mientras escuchaba su pregunta retórica. —El problema es que te acabas de poner en el radar de todos sus enemigos, necesitarás protección por el resto de tu vida, la cual espero que sea larga aunque tú mismo te hayas tomado un gran trago de veneno al caer en el juego de Vladimir. Cualquier persona que se asocie tanto con él, tarde o temprano terminará siendo daño colateral. Y puede ser que en el acuerdo que tienen no haya nada ilegal de por medio, pero el simple hecho de ser su esposo te enlazará de una forma u otra a su estilo de vida... debiste escucharme cuando tuviste la opción.

Mis ojos se abrieron de par en par, y sentí cómo mi corazón latía con fuerza, como si estuviera intentando escapar de mi pecho. Las palabras de Dominik resonaron en mis oídos como un eco inquietante. Cada una de sus afirmaciones se clavó en mi mente, como agujas afiladas.

A pesar del impacto abrumador de sus palabras, yo sabía que al firmar había cruzado una línea invisible, un punto de no retorno, y ahora estaba atrapado en el mundo de sombras y amenazas de Vladimir, pero él fue quien me forzó a ello.

—Yo... creo que sí entiendo en qué me he metido, pero sabes que no tenía otra opción. Y no me digas que todos estaban haciendo lo posible por ayudarme cuando sabes muy bien que nada hubiese funcionado —respondí manteniendo una falsa fachada de serenidad. Yo sí comprendo lo que implica estar con Vladimir, pero él me había dejado en jaque con todas las cosas que hizo.

No, no creo que lo entiendas, pero estoy seguro de que pronto lo descubrirás —la ansiedad creció dentro de mí al oírlo decir eso con un tono afilado y seco. —Dean... Vladimir no pensó en nadie más que en sí mismo al volverse una figura pública en cuanto se convirtió en la cabeza de los Sokolov, él expuso a sus hermanos al no ocultar su identidad tal y como su padre lo había hecho. Créeme que yo no podría dormir tranquilo si la gente supiera cómo luce Valentin, dónde se encuentra y que secretamente se casó con mi madre. Mis hijos y Dahlia necesitan guardaespaldas dentro del instituto o incluso si van a tener una puta cita o encuentro con sus amigos, todo por el simple hecho de ser sobrinos, y en el caso de Dahlia, hermanastra de tu futuro esposo. Siempre necesitarán protección por si alguien descubre la relación que tienen con él y decide usar eso en su contra. Pero te repito, muy pronto descubrirás la verdadera magnitud de todo esto. Ya no hay vuelta atrás. Y aunque esto te vaya a sonar contradictorio, jamás te alejes demasiado de Vladimir, porque si las cosas se ponen feas, él será el único que te podrá salvar.

Tuve que bajar el celular al sentir mi cuerpo enfriarse. Dominik sonaba completamente furioso, lo cual de por sí era bastante alarmante. Quizás él tenga razón y yo soy quien no termina de comprender lo grave de la decisión que Vladimir prácticamente me obligó a tomar...

—Te hablaré más tarde, Dominik —le dije rápidamente antes de colgar escapando de sus frías palabras.

No tenía caso hacerme dudar de la decisión que tomé ya que no podía hacer nada al respecto. Vladimir ha estado ganando todas las batallas gracias al inmenso poder que poseía, pero yo encontraría la forma de revertir nuestras posiciones a como dé lugar.

Me quedé una media hora acostado viendo el alto techo de la biblioteca y tratando de sacar de mi mente lo que Dominik dijo. Subí la cremallera de mi abrigo al sentir algo de frío y me reincorporé nuevamente. Hice un gran esfuerzo para volver a enfrascarme en el libro que había estado leyendo. Cementerio de animales, de Stephen King. Amaba los libros de terror y aún más las películas, nunca me habían asustado. Siempre supe que los verdaderos monstruos se encontraban fuera de las pantallas y de las páginas, de hecho, me encontraba en la casa de uno en este momento...

—No te puedes esconder aquí por siempre.

Casi me da un paro cardíaco por la sorpresa de escuchar a Vladimir hablar de repente. Piensa en el diablo y lo verás llegar. Miré hacia la derecha, él estaba a pocos pasos mirándome con seriedad. ¿Qué está haciendo aquí? Noté que llevaba una caja redonda color verde en las manos. Para ser un hombre tan grande, tenía una fastidiosa habilidad para entrar a los lugares sin hacer el más mínimo sonido, habilidad que supongo aprendió en la academia.

—Creí que estabas en Viena —murmuré con frialdad saliendo de mi asombro e ignorando el martilleo de mi corazón, él se encogió de hombros.

—Regresé hoy mismo porque habrá una tormenta de nieve —respondió señalando la ventana, seguí su dedo y me asombró ver la fuerte ventisca en el exterior. Estaba cayendo bastante nieve acompañada de un violento viento por lo que noté desde aquí.

Oculté mi sorpresa al verlo sentarse en el piso a una distancia prudente de mí. El piso de madera estaba reluciente, pero aún así no parecía el lugar adecuado para ese costoso y bien elaborado traje que llevaba puesto. Lo observé desaflojarse la corbata un poco, mis labios se secaron y sentí la espalda algo rígida por la tensión de estar cerca de él. Su mirada parecía algo cansada y la expresión de su rostro denotaba lo agotado y fatigado que debía sentirse, me imagino que tuvo un viaje bastante extenuante y pesado.

—Te traje algo —me quedé pasmado por unos segundos mirando con inseguridad la pequeña caja que me pasó, él se veía serio. Solté un gran suspiro y la tomé al ver que no tenía intenciones de retirarla. No me sorprendería si esconde algún truco detrás de todo esto.

—¿Qué es? —pregunté mientras le quitaba con cuidado el sello dorado que tenía en uno de los costados. Abrí la boca con sorpresa al darme cuenta de que eran bombones de chocolate. —¿Están envenenados? —lo interrogué mientras sentía mi boca hacerse agua, él soltó un resoplido, lo miré descubriendo su penetrante mirada sobre mí. Después de lo de anoche, ¿por qué me trajo esto?

Dándole un voto de confianza, me llevé uno de los chocolates a la boca y casi pude escuchar pajaritos cantando a mi alrededor por lo delicioso que estaba. Vladimir me sonrió un poco.

—Gracias —murmuré sin todavía comprender el porqué de su inesperado regalo. Ya había firmado el contrato, obtuvo lo que quería, así que, ¿a qué se debe el gesto? Él me ignoró y tomó un libro del estante frente a nosotros.

—Te dejé otra caja en la habitación —lo miré atónito cuando soltó aquello casualmente. ¿Más chocolates?

—¿Quieres hacerme subir de peso? —le pregunté con burla mientras me comía otro chocolate tratando de ocultar un poco lo apenado que me sentía al caer en cuenta de que había pensado en mí en su corto y estresante viaje. Él me miró con mucha atención por un segundo.

—No te verías menos perfecto —cuando dijo aquello con una mirada tan seria, por accidente me tragué un gran trozo de chocolate sin siquiera masticarlo, lo sentí bajar lentamente lastimando un poco mi garganta. Aparté la vista al sentir el rostro ardiendo, de reojo lo vi sonreír un poco antes de abrir el libro que tenía en las manos. ¿Por qué tenía que salir con ese tipo de comentarios de la nada? Para luego estar creyendo que lo miro con ojitos de amor o algo así...

Exhalé. Sé lo que intenta. Solo quiere jugar con mi mente, así que rápidamente olvidé lo que había dicho.

Me fijé en el libro que él observaba. No supe de qué se trataba porque el título estaba en ruso. La portada marrón se veía un poco desgastada, él pasó la vista por las páginas con una pequeña sonrisa triste. Por un segundo sentí que estaba viendo al antiguo Vladimir, aquel adolescente lleno de optimismo, felicidad y una pizca de melancolía...

—Llevaba años sin entrar aquí —confesó de repente cerrando el libro y mirando alrededor mientras lo dejaba a su lado, me comí otro chocolate. Lo envidiaba un poco, si yo tuviese una biblioteca de esta magnitud en mi casa, jamás saldría de ella.

—Es un lugar muy tranquilo —respondí regresando los ojos al libro en mis manos aun sabiendo que sería imposible concentrarme con él aquí. Pude sentir que me estaba observando. Coloqué la caja de bombones entre nosotros por si se le antojaba uno, y también para usarla de barrera...

—No quiero que las cosas sigan siendo tan incómodas entre nosotros. Saldré de tu vida en cuanto todo esto termine, pero mientras tanto, ¿podemos llegar a un acuerdo de paz? —contuve la respiración cuando dijo eso acercándose un poco más y quitándome el libro de las manos con cuidado, lo miré. Ahora mismo lucía bastante calmado en comparación con la mirada cargada de odio que me dedicó anoche, sentí un escalofrío al ver sus ojos vacíos. No estaba siendo honesto...

Vladimir Sokolov no me pediría la paz de forma sincera después de lo que dije. No solo lo había ofendido con mis palabras de anoche, yo lo había lastimado al decir que no me enamoraría de un asesino, y él no dejaría pasar eso...

—Nada me gustaría más —respondí con una pequeña sonrisa siguiéndole la corriente, él entrecerró los ojos por unos segundos y se rio al notar que no hablaba en serio.

—A los dos nos conviene que las cosas salgan bien —me recordó con escepticismo, asentí. Eso era cierto, pero no creo que pueda simplemente pactar la paz y dejarlo ir tan tranquilo después de todas las cosas malas que me ha hecho, además, era evidente que él se traía algo entre manos después de lo que pasó, tenía un fuerte presentimiento de ello.

—Me quedó una duda de tu absurda cláusula de anoche, ¿qué pasaría en caso de que seas tú el que se enamore de mí? —quise saber con curiosidad cambiando de tema y sabiendo que la paz no era una opción para ninguno de los dos. Él soltó una risa de burla que me fastidió un poco, la diversión relucía en sus ojos. ¿Tan graciosa le parecía la posibilidad?

—No creo que debas preocuparte por eso —su narcisista respuesta me ofendió un poco, pero lo disimulé.

—¿No crees que te puedas llegar a enamorar de mí? —pregunté en un susurro insinuante acercándome peligrosamente a él, lo que hizo que mi piel se erizara ligeramente y una oleada de calor recorriera todo mi cuerpo. Su rostro cambió drásticamente en un abrir y cerrar de ojos, la burla y la diversión desaparecieron por completo, y en su lugar, me miró con seriedad y una advertencia latente. Comprendí que estaba jugando con fuego al verlo apretar la mandíbula con fuerza.

—No, no lo creo —contuve una sonrisa al verlo decirme eso fríamente mientras se levantaba del piso.

—Tu pantalón dice lo contrario... —susurré maliciosamente tomando el libro y mirando de reojo el bulto que se le comenzó a marcar, Vladimir me miró con tentación y lentamente sentí que me desnudaba con la mirada, tragué duro al imaginarlo perdiendo los estribos finalmente y tomándome aquí mismo. Mis pensamientos son demasiado traicioneros, jamás me acostaría con ese imbécil.

—Que te quiera follar no significa que pueda llegar a enamorarme de ti.

Maldito hijo de...

Tuve que controlarme para no lanzarle el libro a la cara cuando soltó eso mirándome de arriba abajo con lujuria. Supe que definitivamente sentía algo más que deseo sexual por él cuando al oírlo admitir en voz alta que quería tener relaciones conmigo, en lugar de excitarme, me dolió.

—Es bueno saber que no siempre obtienes lo que quieres —dije fingiendo desinterés mientras veía el libro, al escuchar su risa levanté la mirada, me aparté el cabello del rostro con algo de molestia.

—Soy muy paciente —ahora fui yo quien se rio al escucharlo decir eso con tranquilidad. ¿De verdad cree que podrá llevarme a la cama después de haber sido un completo idiota conmigo? Y después de ver que tiene una mujer en cada esquina... podría construir una iglesia con toda esa fe.

—Deberías ponerte cómodo mientras esperas —respondí arqueando una ceja, él me miró con algo de desafío.

—Yo siempre obtengo lo que quiero —cerré el libro con fuerza cuando dijo eso con mucha convicción, me levanté y estiré un poco mi cuerpo. Vladimir necesitaba con urgencia un baño de humildad, y yo se lo daría de alguna forma u otra.

—¿Crees que vas a agregar mi nombre a tu larga lista? ¿Cuál pondrás? ¿Dean o Hadriel? —le pregunté con sarcasmo mientras sonreía y me acercaba más a él.

—¿Cómo prefieres que te llame cuando te esté cogiendo? —detuve mis pasos al oír su descarada pregunta, ahora fue él quien comenzó a acercarse a mí con una tenebrosa mirada, retrocedí un poco sacándole una sonrisa.

—No te acerques a mí —le ordené con el ceño fruncido, él se detuvo y se rio por lo bajo. ¿Cómo puede decir ese tipo de cosas con una expresión tan seria? Ese hombre no conoce la palabra vergüenza.

Ni yo tampoco... pensé eso al sentirme algo excitado esta vez. Vladimir miró hacia mi pantalón con una ceja arqueada y una sonrisa demasiado burlona, me cubrí disimuladamente con el libro. Mi cuerpo era demasiado débil.

—Leo te dará un recorrido por las oficinas, te está esperando abajo —casi suspiro de alivio cuando se apiadó de mí al cambiar de tema, tras lanzarme una intensa mirada caminó hacia la puerta. —Y otra cosa, Yakov llega esta madrugada así que pediré que muevan tus cosas a mi habitación... —todo rastro de excitación en mi cuerpo fue sustituido por terror en un segundo.

—¿Tengo que dormir contigo? —pregunté horrorizado siguiéndolo con prisa, él me miró con curiosidad.

—Se supone —fruncí el ceño cuando contestó eso con obviedad. Comencé a negar con frustración. Esa habitación había sido mi lugar seguro desde que llegué, allí podía encerrarme y olvidarme de todo esto por un momento, olvidarme de él especialmente. Enloqueceré si no tenía un lugar de privacidad. Además... compartir habitación con Vladimir no sería bueno para mi corazón... —Relájate, ni siquiera te darás cuenta de que también duermo ahí —su respuesta divertida no me causó gracia, lo miré de arriba abajo sacándole una risa. No me imagino cómo no podría darme cuenta de que un hombre de casi dos metros duerme a mi lado...

Él me miró significativamente antes de alejarse contestando una llamada, solté un suspiro mientras lo observaba bajar las escaleras mientras Viktor venía subiéndolas luciendo algo pensativo. Creí que su hermano mayor no vivía aquí y que solo tendríamos que verlo en la boda o en algún evento especial, pero esto lo cambia todo.

Le sonreí un poco a Viktor cuando me miró, él me regresó la sonrisa algo forzada y caminó hacia mí. No había pasado por alto que su actitud conmigo cambió desde que Vladimir dijo que no podíamos estar con alguien más, a no ser que se tratara de alguien que ya supiera todo.

—No bajaste a comer, ¿todavía te sientes mal? —me preguntó el pelinegro con algo de preocupación, negué mientras caminábamos de regreso a la biblioteca. Esta mañana me tomé a regañadientes dos de las pastillas que me dio el doctor y en cuestión de horas la fiebre se había ido, aunque todavía me dolía el cuerpo.

—Estoy mucho mejor —respondí tomando los libros del piso y poniéndolos en su lugar.

—¡¿Son chocolates de Viena?! —exclamó él levantando la caja de bombones y mirándolos con adoración, luego sus cejas se arquearon exageradamente cuando me miró. —¿Vladimir te los trajo? —preguntó impactado, asentí levemente sin comprender su gran euforia. Aunque debía admitir que eran de los mejores chocolates que había probado en la vida. Los ojos negros de Viktor se suavizaron un poco y se comió un chocolate antes de dejar la caja sobre una de las mesas de lectura.

—¿Tu hermano mayor vive aquí? —le pregunté mientras acomodaba los libros, él se quedó observando fijamente el libro que Vladimir había tomado antes y el cual todavía seguía en el piso.

—No. Él se encarga de la academia y viene algunas veces por unas cuantas semanas. Vladimir y él no se llevan muy bien así que es mejor que estén lo más lejos posible el uno del otro —me sorprendió que respondiera, él levantó el libro del piso y pasó las hojas rápidamente. En su rostro había una sonrisa nostálgica muy parecida a la que tuvo Vladimir al verlo. —Mi madre siempre nos leía este cuento por las noches —confesó con un poco de tristeza mientras ponía el libro en el estante con cuidado, quise preguntar por su madre al sentir curiosidad pero algo me decía que no era buena idea. —Supongo que Vladimir te lo dijo, pero Yakov llegará en unas horas —cambió de tema ágilmente tras recomponerse, asentí levemente.

—¿No crees que sería mejor si al menos supiera por qué es tan importante que él se crea la mentira? —le pregunté algo exasperado cerrando la caja de bombones con recelo al ver que tomaba uno detrás de otro, él hizo una mueca. —Ya firmé el contrato así que no hay vuelta atrás para mí, por lo que será mejor que comiencen a darme algunas respuestas... —agregué con molestia, Viktor se quedó por unos segundos procesando lo que dije y después me sonrió algo apenado, arqueé una ceja.

—Perdón, me perdí. Hablas muy rápido y a veces me cuesta entender tu acento británico... —murmuró el ruso rascándose la nuca, arrugué la nariz. No hablo tan rápido... —Pero bueno, escucha, Yakov odia a Vladimir. Él entiende que Vladimir le robó el puesto que se merecía —no me sorprendió escuchar eso, ya había imaginado por dónde iba el asunto, Viktor se veía algo molesto.

—¿Y no fue así? —pregunté en voz baja prestándole toda mi atención, Viktor resopló, una sombra de oscuridad cubrió sus ojos como si estuviese recordando algo desagradable.

—Si Yakov fuera nuestro líder, estaríamos acabados. Es un tipo demasiado irracional, violento y sanguinario. Los demás sabíamos que nunca llegaría a nada, es demasiado volátil. En cambio, Vladimir es simplemente perfecto. Él nació para esto... —no pude evitar hacer una mueca, Viktor lucía muy seguro mientras me miraba a los ojos.

—Pero Vladimir no quería ser parte de todo esto... —murmuré con un poco de dolor al recordar cómo me había dicho que no tenía opción hace ya 18 años. Él siempre supo que no podría escapar de esta vida.

—Lamentablemente, nada de esto es opcional —me quedé helado al escuchar de su boca lo mismo que estaba pensando. Viktor se veía lúgubre, como si él tampoco deseaba ser parte. —Pero como te seguía diciendo... Vladimir no solo tiene lo que Yakov siempre quiso, sino que también prácticamente lo desterró a la academia, básicamente esa es su única función en la familia, dirigir la academia, así que imagínate la humillación y la rabia que debe sentir ese cretino, pero en mi opinión, se merece todo eso y más. Él siempre ha intentado sabotear a Vladimir. Las negociaciones que se están manejando son hasta ahora las más grandes que se han hecho en la historia de esta familia, así que él desea más que nadie que no se cierren los tratos, y sabe a la perfección que uno de los puntos en contra que tiene Vladimir, aparte de que es el socio más joven comparado con los demás, es que no tiene ninguna atadura familiar propia aparte de nosotros, sus hermanos... los demás socios son unos viejos algo arcaicos... —Viktor dijo todo eso con un deje de resentimiento en la voz y en la mirada, se notaba a leguas que a él tampoco le agradaba su hermano mayor. Pero todo lo que dijo arrojó un poco de luz en toda la situación. Negué lentamente al sentir algo de molestia hacia el tal Yakov. Pero, ¿por qué me importa? Solo debo limitarme a interpretar mi papel y ya. No deberían afectarme las peleas internas de los Sokolov.

—Ya comprendo —murmuré agradecido con él por darme un poco de respuestas, él sonrió por unos segundos antes de lucir serio otra vez, lo miré con extrañeza al notar su radical cambio de actitud.

—Bien, vamos, Leo y yo los llevaremos a las oficinas para que las vean —dijo secamente caminando hacia la puerta, agarré uno de sus brazos deteniéndolo, él me miró sorprendido.

—¿Por qué cambias de humor de un segundo a otro? —le pregunté soltándolo y mirándolo con confusión, él se rascó la nuca luciendo muy incómodo.

—¿A qué te refieres? —me quedé mirándolo con una ceja arqueada al oír eso, él se veía un poco nervioso, pero después suspiró con rendición. —Me agradas, pero no quiero que llegues a agradarme demasiado, ¿entiendes? —dijo como si fuese algo obvio, negué con la cabeza.

—No, no lo entiendo —respondí sin tapujos esperando que se explicara mejor, él lanzó un dramático suspiro al aire.

—No quiero que Vladimir crea que me gustas o algo así si me encariño mucho contigo —soltó secamente cruzándose de brazos, me quedé algo perplejo. ¿De verdad este hombre es un mafioso? —Escuchaste lo que dijo cuando sacaste el tema de que no podían salir con otras personas —me quedé aún más impactado al ver que no me equivoqué, él cambió conmigo después de aquello.

—¿Y qué tiene que ver eso? Somos... amigos, o eso creo —dije sin comprender todavía por qué dejó que eso lo afectara, él me sonrió un poco pero después negó lentamente. —Además, él mismo dijo que los dos podíamos salir con personas que sepan la verdad... aunque no me malinterpretes, no tengo ese tipo de interés en ti —agregué algo incómodo aclarando ese punto importante, él me miró con fijeza y se comenzó a reír.

—Yo tampoco tengo ese interés en ti. Y aunque Vladimir dijo eso, todos entendimos lo contrario. Nadie aquí puede meterse contigo, en ningún sentido —entrecerré los ojos al escucharlo decir eso antes de hacer una pequeña mueca de desagrado. Lo sabía, Vladimir les había dado una orden entre líneas. —Aun si solo somos amigos... mi hermano es demasiado... —lo miré expectante cuando se calló, parecía estar buscando la palabra adecuada.

—Demasiado... —repetí al ver que seguía en silencio, él suspiró con cansancio. Sentí como mi ceja izquierda comenzaba a moverse en un tic nervioso, apreté las manos con fuerza. Ya sabía lo que Viktor quería decir. Claro que lo sabía.

—Demasiado posesivo —finalmente lo dijo.

Vladimir era posesivo. Lo había notado desde que pregunté si podíamos salir con alguien más, él me había mirado como si fuese una de sus pertenencias personales que nadie más podría tocar. En ese momento no quise aceptarlo porque sabía la rabia que me provocaría, pero, ¿quién diablos se cree que es?

—No me importa. Yo no soy propiedad de ese idiota —mascullé con fastidio, Viktor me miró un poco sorprendido pero después soltó una risita.

—Creo que ya sé por qué te eligió a ti —susurró todavía riéndose. —Me gustaría ser tu amigo, pero la palabra de Vladimir es ley aquí —agregó aquello luciendo algo triste, lo miré mal.

—Él nunca mencionó que no podíamos serlo —respondí con calma mientras salía de la biblioteca con él siguiéndome, pude verlo pensando en lo que dije, después de unos segundos me sonrió un poco.

—Quizás estoy sobrepensando las cosas —asentí cuando dijo aquello. Vladimir ya se había entrometido demasiado en mi vida, no permitiría que también controlara si puedo tener amigos o no. Cuando llegamos al primer piso vimos a Roger caminar rápidamente hacia nosotros desde el comedor.

—¿Nos vamos? —preguntó el rubio mirando hacia la puerta, me fijé en las pequeñas ojeras que tenía bajo los ojos. Me imagino que no pudo dormir nada después de confesarle que firmé sin siquiera avisarle.

—Vamos —dijo Viktor abriendo la puerta de la entrada, me acerqué a Roger.

—¿Estás bien? —le pregunté con culpabilidad, el fuerte olor a café que traía encima me golpeó en cuanto estuve cerca de él, noté como sus manos temblaban un poco mientras escribía en su teléfono a pesar de que su expresión era tranquila. ¿Cuántas tazas se habrá tomado?

—¿Por qué no lo estaría? —preguntó sonriéndome un poco, fruncí el ceño bajando nuevamente la vista a sus manos que seguían temblando.

—Creo que necesitas dormir un poco —susurré agarrando sus manos para detenerlas, él soltó un pesado suspiro y negó.

—Yo lo que necesito es matarte —tragué duro al escucharlo decir eso mirándome fijamente, solté sus manos lentamente y me alejé por mi propia seguridad.

Salí de la casa detrás de Viktor ignorando el aura asesina que rodeaba a Roger. Probablemente su mal humor se le pase después del recorrido...

—¿Me devuelves mi tarjeta de crédito? —le pedí acercándome con cautela a él recordando que prácticamente no tengo nada de ropa, cada día aquí se sentía como estar en algún programa de supervivencia al frío. Él me miró confundido. —Te quedaste con ella luego de que la usaras para pagar en aquel restaurante italiano —le recordé mientras sacaba mi billetera para confirmar que no la traía conmigo, pero me detuve al ver la palidez que adquirió el rostro del rubio, mi ceño comenzó a fruncirse.

—La dejé en otro de mis pantalones... en mi apartamento... —dijo rápidamente con mucho arrepentimiento, suspiré sin alterarme.

—Está bien, llamaré al banco para ver si tienen alguna oficina aquí donde puedan entregarme otra —respondí con calma aunque aquello no pareció aliviar la culpa que él parecía estar sintiendo, me reí un poco. Vimos como Leo se acercaba más allá en un jeep negro. Me estremecí ante el inmenso frío que estaba haciendo, casi no se veía nada por toda la nieve mezclada con el fuerte viento.

—Puedes usar mi tarjeta, ¿quieres comprar más abrigos? —me preguntó el rubio alzando la voz para que pudiese oírla por encima de la ventisca que nos envolvía, negué violentamente.

—Espérenme dos minutos, voy a llamar al banco —le dije cuando Leo nos abrió la puerta trasera luego de que Viktor se subiera delante, el rubio asintió. Corrí hacia la casa temblando del frío. Sí o sí debía comprar ropa pronto, y más si se avecinaba una tormenta de nieve como Vladimir había dicho.

En cuanto entré en la casa cerré la puerta y saqué mi celular con prisa, mis dedos temblaban y estaban completamente rojos por el frío. Como pude marqué el número del banco. En cuanto contestaron les expliqué rápidamente la situación en la que me encontraba.

¡Claro! Tenemos dos sucursales en San Petersburgo, de inmediato le enviaremos la dirección de ambas al correo, señor Mackay. Solo necesitamos notificarles que usted pasará a recoger una nueva tarjeta, por favor permítame unos minutos para realizar todo el proceso... —me alivió bastante escuchar esas palabras. ¿Cómo no noté antes que no la tenía? Rodé los ojos al recordar que Roger no dejó de insistir en pagar toda la comida del viaje.

—Está bien, gracias —le dije a la operadora mientras miraba alrededor. Solté un pequeño suspiro todavía impresionado por el gran diseño de esta mansión.

Señor Mackay... tenemos un problema... —me tensé cuando la chica dijo eso tras unos dos minutos. ¿Y ahora qué pasó? —Tal parece que su cuenta ha sido congelada...

—¡¿Qué?! —exclamé sin creérmelo. —Eso debe ser algún tipo de equivocación, revíselo otra vez —dije ahora algo enojado, la chica soltó un suspiro.

No es ninguna equivocación. Su cuenta ha sido congelada desde el primero de octubre, ese día debió haber recibido una notificación en el correo... —un fuerte dolor de cabeza me invadió al oír que fue el día que llegué a este país... antes de siquiera saber sobre la propuesta de Vladimir. Algo me dice que todo esto es obra suya...

—¿Por qué razón está congelada? —pregunté mientras comenzaba a caminar hacia la oficina de ese hombre.

No tengo los detalles, pero transferiré su caso para un departamento superior, ellos le darán toda la asisten... —colgué y entré en la oficina sin siquiera tocar.

Vladimir levantó la mirada de los papeles que había estado leyendo tras su escritorio mientras hablaba por teléfono, él enarcó una ceja.

—¿Tú hiciste que congelaran mi cuenta? ¿Es que no conoces límites? ¡Ya firmé el contrato! ¿Qué más quieres de mí? —le dije encolerizado sin importarme que estuviese hablando con alguien, él me asesinó con la mirada pero aún así me acerqué con molestia.

—Olvidé eso, tendrás tu cuenta libre en unos minutos —me dijo mientras apartaba un poco el teléfono, mi cuerpo tembló de la rabia al ver que sí era cosa suya.

—La necesito ahora, voy a salir —respondí cortante, él rodó los ojos y volvió a llevarse el teléfono a la oreja mientras hablaba en ruso.

Me planté delante de su escritorio con los brazos cruzados. No pensaba moverme de aquí hasta que resolviera esto. Él me miró por unos segundos y tras soltar un suspiro pesado sacó su billetera, arqueé una ceja al verlo poner sobre el escritorio una American Express negra que solo había logrado ver antes en películas. La tomé sin perder ni un solo segundo y con una enorme sonrisa caminé hacia la puerta haciendo caso omiso de la mirada de advertencia que me lanzó.

Mi sonrisa se mantuvo aun cuando salí de la casa y me subí en el auto. Roger me miró con interrogación cuando nos pusimos en marcha. Le mostré la tarjeta que había estado agarrando fuertemente contra mi pecho, él se quedó boquiabierto. Me mordí el labio inferior y la guardé con cuidado en mis bolsillos. ¡Día de compras! Pensé con malicia. Vladimir invita.

—¿Podemos hacer unas paradas después de ir a las oficinas? —le pregunté a Viktor todavía sonriendo, él miró hacia atrás y asintió con calma. Me sorprende un poco la confianza de Vladimir al darme su tarjeta así como si nada, pero sin duda le sacaría algo de provecho a esto.

Miré afuera con el ceño fruncido, parecía que el mundo estaba a punto de acabarse con toda la nieve que caía, pero los rusos lucían bastante tranquilos, como si todo esto fuese algo completamente normal.

Cuando nos acercamos a la puerta de la entrada, dos guardias vestidos de negro la abrieron, noté que llevaban pasamontañas, hice una mueca. Debía ser horrible trabajar afuera bajo estas condiciones.

—La gente no deja de hablar sobre ti —murmuró Roger revisando su celular con una pequeña sonrisa, suspiré observando todo el vapor que salía de mi boca. —Tampoco dejan de preguntar si Vladimir tiene redes sociales —agregó riéndose, alcancé a escuchar a Viktor y a Leo reírse también. Arrugué la nariz al notar que fui el único al que aquello no le causó gracia, más bien sentí bastante incomodidad.

—Probablemente se abra alguna después de todo esto —soltó Viktor con burla, fruncí el ceño mientras los escuchaba bromear sobre aquello.

Me preocupó sentir un ardor bastante conocido en el pecho. Me sentía celoso.

No me molestaba el hecho de compartir la atención con él, me fastidiaba la idea de saber que las mujeres se le ofrecerían en bandeja de plata si encontraban alguna forma de comunicarse con él por alguna red social.

—¿Estoy perdido? —le pregunté en un susurro a Roger sintiéndome con ganas de gritar por la frustración, que el rubio me mirara con compasión sin siquiera preguntar a qué me refería, confirmaba que él ya lo sabía y que definitivamente sí estaba perdido. No, no podía aceptarlo...

—¿Quieres regresar para que hablemos? —negué rápidamente cuando preguntó eso en voz baja. Lo que más necesitaba ahora mismo era distraerme y dejar de pensar en Vladimir por unas horas.

Me pasé todo el viaje recordando las cosas malas y todo el daño que ese hombre me había hecho hasta ahora. Quería usar todo eso como escudo para mis sentimientos. Las cosas malas superaban las buenas, entonces, ¿por qué seguía sintiéndome tan inquieto?

—Llegamos —Viktor interrumpió mi dilema, miré al frente. Habíamos llegado a un control de seguridad de una zona rodeada por una amplia cerca eléctrica. Estábamos al final de una calle literalmente desierta, ni siquiera habían árboles por aquí, a los lados solo se observaba la gruesa capa de nieve que cubría la tierra.

Viktor bajó el cristal de su lado y tras saludar a los tres guardias nos dejaron pasar sin siquiera revisarnos. Roger soltó un suspiro de alivio a mi lado.

A unos diez metros del control, había un alto edificio cuya fachada eran grandes cristales ahora un poco congelados. Miré con impresión que debía tener unos diez o doce pisos. Frente a este había un amplio parqueo con unos veinte carros en él. Más allá, al final de la calle, parecía haber una especie de fábrica bastante extensa, aunque desde esta distancia no podía leer el letrero que tenía, algo me decía que se trataba del laboratorio donde hacían los medicamentos de su farmacéutica.

En cuanto Leo se parqueó, todos menos él nos bajamos del auto. Viktor nos miró con una sonrisa y caminó hacia el edificio de cristal.

—Aquí están las oficinas principales, y eso que ven allá es el laboratorio —asentimos al verlo señalar la fábrica. Roger y yo prácticamente corrimos hacia la entrada del edificio huyendo del frío mientras Viktor venía caminando como si nada en medio de la nieve.

Cuando entramos sin siquiera esperarlo miramos lo elegante que era el vestíbulo, detrás de la chica que nos sonreía tras el counter, se podía leer en grande "Sokolov group". Había una suave música de ascensor y un ligero aroma a vainilla en el ambiente. Las paredes eran de una cálida combinación de tonos crema y melocotón, había un largo sofá beige contra una de las paredes en la zona de espera y frente a este, una delicada mesa de centro color rojo vino. Este lugar era la antítesis del palacio gótico de los Sokolov.

Viktor saludó en ruso a la recepcionista rubia y después de acercarse al counter tomó un pequeño cofre que descansaba sobre este.

—¿Quieren? —nos preguntó mostrándonos los dulces que contenía la pequeña cajita, tomé uno mientras Roger seguía inspeccionando disimuladamente nuestro alrededor, probablemente tratando de buscar algo fuera de lugar. —Vamos —dijo Viktor tras haber dejado el cofre de lado. Lo seguimos hasta el ascensor.

Me miré en el espejo detrás de nosotros mientras chupaba el caramelo con sabor a cereza. Me pasé una mano por el cabello al ver que tenía restos de nieve entre mis rizos, me sorprendió un poco notar que yo también tenía unas pequeñas ojeras. No debería asombrarme ya que no dormía muy bien por el estrés y porque mis pesadillas habían regresado después de muchos años...

Observé los botones del ascensor. Habían diez pisos. Cada botón tenía el nombre del departamento al lado escrito en inglés.

—Cada empresa que poseemos tiene su propio piso, excepto por los pisos nueve y diez, esas son las oficinas administrativas generales. Nos detendremos en cada uno para que lo vean todo, si tienen alguna pregunta no duden en hacerla —nos explicó Viktor rápidamente antes de que el ascensor se detuviera en el primer piso. No pasé por alto lo feliz que lucía el delgado ruso, parecía un apasionado guía turístico o algo así.

Cuando salimos miré con asombro el concepto abierto que tenía todo el lugar, no había cubículos, sino que largas mesas de cristal estaban repartidas alrededor, cada una tenía unas doce sillas giratorias grises donde varias personas estaban sentadas mientras trabajaban con laptops, admiré las plantas verdes artificiales que había sobre cada mesa y en algunas esquinas, por un segundo olvidé que estábamos en mitad de pura nieve y hielo.

—Esta es la planta donde se trabaja todo lo concerniente a bienes raíces... —dejé de escuchar a Viktor al notar que incluso tenían una especie de cafetería al costado donde estaban algunos empleados preparándose cafés y comiendo, todos lucían bastante relajados considerando que una tormenta estaba a punto de estallar en el exterior.

Los tres caminamos bajo la curiosa mirada de algunas personas, me fijé en que algunos me miraban con sorpresa mientras cuchicheaban. Algo me decía que era gracias a las noticias y al video sobre su jefe y yo.

—¿Y cuántas propiedades tienen? —regresé la atención a mi lado cuando Roger preguntó eso mientras miraba con interés unos planos que había sobre una de las mesas. Viktor hizo una mueca tratando de recordar.

—No lo sé, pero este es nuestro negocio más rentable después de la farmacéutica —respondió el pelinegro caminando de regreso al ascensor, Roger y yo lo miramos con las cejas arqueadas sacándole una pequeña risa nerviosa. No hubo necesidad de decirlo en voz alta, los tres sabíamos que su negocio más rentable no estaba dentro de estas paredes.

El resto del recorrido por cada piso me lo confirmó. Todo era demasiado organizado, perfecto... y legal. Nadie que viese todo este lugar y toda la gente que trabajaba aquí, creería que los Sokolov eran mafiosos. Habían creado un sistema sin ningún tipo de fuga a simple vista. Vladimir había tenido razón en creer que esta visita calmaría mis dudas, me sentía mucho más tranquilo y seguro, y mi confianza en su promesa había regresado contrario a lo que Dominik tal vez crea.

En cambio, Roger todavía lucía algo inseguro, perdí el número de todas las preguntas que le había hecho a Viktor en todo el camino, pero el ruso le contestaba con bastante calma y confianza.

Nos encontrábamos en la sala de reuniones en el último piso, miré a través de la pared de cristal cómo el clima parecía ir empeorando cada vez más. Entrecerré los ojos al ver a una chica en el estacionamiento corriendo hacia su auto, ella tenía el cabello azul eléctrico y por su vestimenta informal sabía que no trabajaba aquí, donde todos vestían con traje y corbata. Tuve una extraña corazonada al verla entrar en el auto para segundos después salir de él llevando ahora un grueso abrigo negro con dibujos de calaveras, arqueé una ceja al ver que dos guardias se le acercaron y comenzaron a discutir con ella. Di un respingo cuando Viktor se detuvo a mi lado de repente, lo miré, sus ojos negros observaban a la chica con tal frialdad que solo un Sokolov podría mostrar...

—Fin del recorrido. ¿A dónde querías ir? —preguntó con una sonrisa girándose hacia mí, me relamí los labios y volví a mirar al estacionamiento pero ya la chica no estaba, ni tampoco su auto.

Mentiría si dijera que no me resultaba un tanto perturbador el hecho de que Viktor podía cambiar de humor de forma tan rápida. Eso me hacía desconfiar de él.

—A unas tiendas, ¿pero crees que se pueda con este clima? —pregunté recomponiéndome, él miró hacia afuera y sonrió aún más.

—Claro —se limitó a responder antes de agarrarme del brazo y caminar hacia la puerta, ambos miramos a Roger al notar que no nos seguía. El rubio estaba completamente absorto observando unas tarjetas doradas que estaban frente a la única silla negra en una de las cabeceras de la enorme mesa hecha en roble. Supuse que ese era el asiento de Vladimir, ya que el resto de las sillas eran grises.

—¿Qué sucede? —le pregunté con confusión al notar que las tarjetas no decían nada, más bien parecían que eran para apuntar cosas.

—Estas tarjetas se me hacen conocidas —masculló él levantando una y sobando sus dedos sobre ella, Viktor lo miró con una ceja arqueada. —¿Puedo tomar una? —le preguntó al ruso sin dejar de tocarla.

—Por supuesto, ¿nos vamos? —luego de que tomara una de las tarjetas, los tres salimos de la sala y caminamos hacia el ascensor.

—Tienes que revisar la lista de invitados a la boda... —hice una mueca cuando Roger dijo aquello con fastidio mirando su celular. Sentía que no me habían dado tiempo siquiera de procesar todo lo que estaba sucediendo, la próxima semana llegaría en un pestañeo.

—¿Es necesario invitar a mi familia? —le pregunté en un susurro sabiendo que me sentiría un poco culpable al engañar a mis padres de una forma tan descarada, Roger asintió con pesar, suspiré. Aunque era un poco obvio, nadie se creería que me casé sin siquiera invitar a mis padres...

—Como hoy es domingo el laboratorio está cerrado, pero podemos venir cualquier otro día —cuando salimos, Viktor dijo aquello señalando las instalaciones que habíamos visto antes, Roger y yo no replicamos mientras caminábamos hacia el auto cuando Leo se acercó.

Me llevé las manos a la boca y exhalé un poco para calentar mis helados dedos. Me quedé mirando por la ventana mientras Viktor y Roger hablaban. Sentía que mi mente comenzaba a divagar más de lo usual, como si tratara de alejarme de alguna forma de lo que sucedía a mi alrededor.

—¿Quieres ir a una tienda en específico o prefieres que vayamos a un centro comercial? —me giré cuando Roger removió mi brazo tras la pregunta de Viktor, ambos esperaban la respuesta.

—Puede ser a un centro —contesté un poco desanimado antes de regresar la vista al exterior.

"Si te llegas a enamorar de mí...". ¿Por qué? ¿Cuál fue la estúpida necesidad que tuvo de decir eso? No es como que le fuese a confesar mis sentimientos en caso de que sí me enamorara de él.

Olvidé a Vladimir en cuanto todos nos bajamos del auto frente a un enorme centro comercial...

Seis horas después.

—Esta es la habitación del señor Sokolov, es la única en el segundo piso —miré con intriga la doble puerta negra frente a nosotros, una chica la abrió y los tres entramos. Las dos chicas del servicio que estaban conmigo dejaron todas las bolsas en el que parecía ser el closet. Sonreí un poco viendo todo lo que compré, se sentía bien gastar el dinero de Vladimir. Aquello no era nada para lo que ese hombre se merecía realmente.

Quedé algo impresionado viendo lo grande que era su habitación, prácticamente era el doble de espaciosa que donde había estado quedándome estos días.

Las paredes eran negras, en el centro se erguía una gran cama con sábanas negras y con una elegante y moderna cabecera en distintos tonos de grises. A ambos lados de la cama, se encontraban dos elegantes mesas de noche de un negro pulido, con detalles intrincados que evocaban una sensación de sofisticación. Los Sokolov debían ser góticos o algo así. Fruncí el ceño al ver la estructura en forma de alce que colgaba de la pared, justo encima de la cama. Los enormes cuernos que tenía aquello creaban una sombra inquietante en la habitación.

—Eso se tiene que ir —dije señalándolo y mirando alrededor, las dos chicas intercambiaron una mirada. No podría dormir pensando que eso me caería en la cabeza, ya tendría suficiente estrés compartiendo cama con Vladimir.

Una de las paredes era por completo un espejo enorme, rodé los ojos. Obviamente el ego de Vladimir no cabía en un espejo tamaño normal. Miré el balcón o más bien la terraza, ya que eso parecía por lo espacioso que era, metí las manos en los bolsillos de mi abrigo nuevo al ver que afuera el clima seguía enloquecido.

Miré la pequeña zona de estar, la cual tenía dos sillones grises y una mesa de centro negra, debajo de todo eso había una pequeña alfombra negra. Me parecía un poco irónico el hecho de que en mi apartamento, en mi habitación casi todo era blanco ya que era un color que me daba paz y tranquilidad, pero aquí... todo era lo opuesto, un elegante negro predominaba en cada esquina, y aunque no quisiera admitirlo, el color y la decoración de esta habitación le daban un aire un tanto cautivador y misterioso que incitaba más al pecado que a la paz y a la tranquilidad. Caminé hacia el closet con un poco de nervios sin echarle otro vistazo a la cama. ¿En serio tendría que dormir con él?

—Este es el espacio que el señor le asignó —miré hacia donde la pelirroja señalaba y me indignó ver el diminuto espacio que era dentro de este enorme closet.

—Oh, yo creo que no... —dije viendo todas las bolsas. Bajo la mirada de terror de las chicas, comencé a mover la ropa de Vladimir, juntándola bastante para hacer mi espacio más amplio. —Pónganlo todo ahí, y si se acaba el espacio me avisan, yo me encargaré de hacer más... —solté con despreocupación, ellas quedaron boquiabiertas y tras unos segundos comenzaron a sacar todo lo que había comprado.

Salí del closet con una pequeña sonrisa. Sabía que los pequeños cambios podían molestar bastante, así que no desaprovecharía cualquier oportunidad de fastidiar a Vladimir.

Caminé hacia la puerta al ver a Roger ahí parado con el rostro rojo hasta las orejas.

—¿Qué pasó? —le pregunté sorprendido, él se rascó la nuca y una placentera sonrisa se dibujó en sus labios. Me asusté al ver lo despeinado que lucía.

—Tengo un romance mafioso... —soltó en voz baja, lo miré confundido por unos segundos pero luego me comencé a reír. No puede ser posible...

—No me digas que Ilya cayó en tus brazos... —dije ahora bastante sorprendido, él se aclaró la garganta con incomodidad y desvió la mirada hacia la pared, arqueé una ceja. —Porque hablas de Ilya... ¿cierto? —dije con un poco de nervios, él soltó un suspiro y negó. Ahogué una exclamación.

—Es con Nikolai...

Me quedé hecho piedra al escuchar ese nombre. Roger me miró con burla y asintió. ¿Esto no era una broma?

—¿Nikolai? ¿El mismo que hace unas horas decías que no te agradaba? —pregunté confirmando que hablábamos de la misma persona, él se rio y asintió. —¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué pasó? —dije rápidamente sin entender cómo rayos había sucedido eso, él se encogió de hombros.

—A diferencia de ti, yo no lo pienso demasiado, al menos no cuando se trata de cosas así. Si algo me gusta o me excita, no pierdo la oportunidad —me quedé impactado al oírlo ser tan directo, él se veía muy tranquilo.

—Dijiste que no te agradaba... —le recordé con confusión, él soltó una risita.

—Oh, él hizo que me agradara... —me cubrí la boca con las manos cuando susurró eso con algo de picardía.

—¿Acaso ustedes...

—Bueno, aquí tienes tu itinerario de la semana, mañana vendrá el joyero para que elijas el anillo que quieres...

—Roger, no te atrevas a no contarme, dime qué paso —exigí saber mientras tomaba con desinterés los papeles que me estaba pasando, el rubio se rio un poco y comenzó a caminar en dirección a las escaleras. —¡Roger! ¡Quiero saberlo! —exclamé logrando que se detuviera y me mirara mal.

—Habla en voz baja, no quiero que nadie se entere... te lo contaré todo más tarde, tengo que verificar unas cosas con Vladimir en este momento —negué rápidamente mientras lo seguía cuando emprendió su caminata de huida. Yo le contaba casi todo, no puede dejarme con este suspenso. Necesitaba saber qué rayos había pasado entre ellos. Lo seguí cuando bajó las escaleras, él me miró con exasperación.

—¿Desde cuándo eres gay? —pregunté confundido ya que nunca lo había visto con otro hombre, él rodó los ojos y caminó hacia la oficina.

—No lo sabes todo de mí, Dean —murmuró mirándome mal de reojo, levanté ambas manos.

—Se nota —respondí con sarcasmo, él suspiró y abrió las puertas, miré hacia adentro y en cuanto Vladimir levantó la vista de su celular lo miré mal y desvié los ojos hacia Roger. —No te vas a librar de mí —dije finalmente bajo su pesada mirada azulada antes de darme media vuelta y alejarme de allí.

Mientras caminaba vi a Nikolai saliendo por la puerta principal. ¿Qué le habrá hecho ese hombre?

Roger

Seis horas antes.

Viktor y yo le sonreímos a Dean al verlo salir del probador con un elegante abrigo negro que combinaba con el gorro y los guantes que llevaba puesto, ya había perdido la cuenta de toda la ropa, perfumes, anillos, trajes y zapatos que había comprado en menos de dos horas. Su expresión de felicidad me indicaba que al menos por ahora no está pensando en nada más que gastar el dinero de Vladimir, lo cual todavía no sabía si era algo bueno o malo...

Vladimir Sokolov. Tenía emociones encontradas con respecto a él. La lógica me decía que todo esto era una locura y que ni siquiera deberíamos estar en este país, y mucho menos conviviendo con esa familia de mafiosos. Pero, había decidido hacerle caso al extraño presentimiento que experimenté cuando Dean me contó sobre el pasado que compartía con aquel hombre. Comprendí muchas cosas cuando me habló de él.

Siempre supe que Dean tenía un gran y oscuro secreto, todas las veces que lo encontré llorando sin razón aparente, los ataques de pánico, las pesadillas que lo perseguían, todas esas pastillas que debía tomar, el coqueteo descarado con delincuentes, el alcohol... sí, todo eso tenía un nombre que en ese entonces no conocía.

No comprendí la extraña corazonada que sentía hasta que lo vi con mis propios ojos. Era como si el tiempo se detuviera cuando esos dos estaban juntos. Se odiaban y había mucho resentimiento entre ellos, eso estaba más claro que el agua, pero... nunca había visto a dos personas mirarse con tanto odio, pero a la vez con tanto deseo reprimido, y la forma en que sus cuerpos parecían reaccionar ante la presencia del otro, era simplemente algo increíble de ver. Vladimir era todo un experto en ocultar lo que sentía, pero yo había dedicado años de mi vida a estudiar las relaciones interpersonales de la gente, las personalidades y las expresiones corporales, por lo que sentía que podía ver a través él algunas veces, claro, cuando no estaba siendo por completo un muro de hielo impenetrable. Vladimir deseaba a Dean con locura, pero todavía no había descubierto si eso solo se limitaba a lo sexual o si se extendía hacia algo más, como era el caso de Dean...

No importa cuánto se esfuerce en negarlo o ignorarlo, él tenía sentimientos muy fuertes por el ruso, no solo yo lo creía, sino también, casi todos los que habían visto el video de ellos bailando. Pero, tras todo lo que sucedió la noche anterior, comprendí que había cometido un grave error... subestimé a Vladimir.

Solté un suspiro al ver todavía una sonrisa en los labios de Dean mientras Viktor le ponía una bufanda roja alrededor del cuello. Vladimir sería el que desvanecería esa genuina sonrisa por siempre. Tardé en darme cuenta, y ya no se podía retroceder el tiempo...

El ruso sabía exactamente de cuáles cuerdas debía tirar para alterar emocionalmente a Dean y volverlo vulnerable ante él. Me sobé las sienes cuando el fuerte dolor de cabeza regresó.

Cuando Dean me dijo que había firmado la última versión del contrato, exigí ver la copia. En cuanto lo hice, noté un enorme cambio que el pelinegro no notó quizás por lo molesto que estaba. Los nombres de las empresas mencionadas habían cambiado, no eran las mismas del primer contrato que nos dieron, en la versión final solo se hacía mención de empresas fantasmas. Tuve que hacer un esfuerzo colosal en fingir que todo estaba bien, pero en cuanto fui a mi habitación llamé a Dominik, quien luego de darme un merecido sermón, coincidió conmigo en que sería mejor si Dean no sabía que ya Vladimir había hecho su jugada, y justo frente a sus narices.

Por su propio bien, era mejor no decirle nada hasta que Dominik encontrara algún vacío legal que pudiese romper el contrato. Si Dean se enteraba, no solo querría asesinar a Vladimir, sino que no estaría de acuerdo en seguir adelante con la boda, y eso sería lo peor que podría pasar en este momento, poner a un enojado Vladimir en su contra después de haber firmado aquello. Ese contrato era la única prueba que el ruso necesitaba para involucrarlo en cualquier tipo de negocio ilegal, básicamente lo había convertido en su cómplice en el crimen.

—Roger, Roger... —miré a mi lado saliendo de mi ensoñación cuando Viktor me habló, él y Dean me miraban algo preocupados, noté que cargaban con bolsas de compra. ¿Ya habían pagado?

—Vámonos —dije levantándome y caminando hacia la salida sin esperarlos, negué lentamente al ver a Leo fuera de la tienda con más bolsas en las manos. Dean no había tenido ningún reparo en comprar cualquier cosa que le gustara, incluso me pidió que eligiera lo que quisiera, hice una mueca al recordar toda la malicia que noté en su mirada.

Lo miré de reojo mientras venía riéndose con Viktor. Dean me había enamorado desde la primera vez que lo vi, obviamente no en un sentido romántico, pero recuerdo que me quedé sin habla al verlo en aquella sesión de fotos.

Su cabello negro ondulado casi rizado siempre se veía perfectamente imperfecto, cada hebra parecía tener vida propia, formando una maraña de espirales que enmarcaban y le daban un toque algo inocente a su atractivo rostro, sus labios eran sensuales y algo carnosos, a simple vista daban la impresión de ser suaves como el terciopelo, como si estuviesen hechos para ser tocados, su nariz algo respingada y delicada le daba una apariencia un poco etérea y frágil, pero sus ojos negros eran profundos y fuertes, parecían absorber la luz a su alrededor, eran como las puertas que dejaban entrever su apasionada y algo nostálgica alma. Su cuerpo tenía una musculatura equilibrada, con unos abdominales que, aunque no estuviesen extremadamente marcados o definidos, delataban la dedicación que ha puesto en su cuerpo durante años. Dean era un diamante en bruto cuando lo conocí, sabía que llegaría a ser una gran estrella algún día y que yo definitivamente debía ayudarlo a eso.

Había algo que me inquietaba de aquel extraño día en que lo conocí, y tenía la ligera sospecha de que pronto resolvería ese gran misterio que siempre tuve pendiente.

En cuanto nos subimos en el jeep, saqué mi teléfono y revisé los mensajes de mi secretaria, le había ordenado horas antes que buscara algo en los archivos viejos que guardaba en mi casa.

Cuando abrí las fotos que Sally me había mandado, dejé de escuchar a los demás, mi corazón latió tan fuerte que pareció inundar mis oídos con su propio latido. No podía creer lo que veía...

Lo sabía, lo presentía desde que estuvimos hace unas horas en la sala de reuniones de los Sokolov. Hace nueve años, Vladimir fue quien dejó u ordenó que dejaran una tarjeta dorada en el escritorio de mi vieja oficina, en dicha tarjeta solo había una dirección, una fecha y una hora. Allí fue que conocí a Dean.

—Roger, te estoy hablando —pestañeé varias veces algunos minutos después todavía algo estupefacto y miré al pelinegro, él tenía una ceja arqueada. ¿Qué había dicho? —En serio necesitas dormir —murmuró ahora bajándose del vehículo, lo imité al notar que habíamos llegado. Sí necesitaba descansar, me sentía en el aire y sin noción alguna del tiempo que transcurría. Pero me tomé unas siete tazas de café a lo largo de la noche. No quería dormir, quería soluciones, pero sabía que en mi estado actual no podía siquiera razonar bien.

—Esto es un infierno —mascullé horrorizado cuando salí del vehículo y no logré ver casi nada debido a la cortina blanca que formaba la nieve arremolinada, podía sentir los pequeños trozos de hielo lastimando mi rostro como diminutas dagas. ¿Cómo fue que llegamos aquí con vida?

—¡Toma mi mano! —alcancé a ver el guante negro en la mano de Dean y la tomé con fuerza, dejé que me guiara mientras protegía mis ojos de la nieve.

En cuanto entramos en la casa noté que Leo era quien había estado guiándolo, mientras que Viktor tenía una pequeña sonrisa divertida. Todos nos sacudimos la nieve de encima, el silencio y la calidez en la casa no tenían precio.

—¿Por qué tardaron tanto? —los cuatro miramos hacia las escaleras al escuchar el tenebroso y poderoso tono de Vladimir, él tenía una gélida y enojada mirada mientras nos observaba, sentí un escalofrío en mi nuca. Sus ojos dorados cargaban una frialdad que cortaba como cuchillas. Una de sus cejas se arqueó al ver todas las bolsas que cargaban Leo, Viktor y Dean, este último lo miraba sin siquiera inmutarse ante su frialdad.

—No vimos qué hora era —Viktor rompió el silencio cuando Vladimir llegó hasta nosotros.

—No sabía que ahora tenía un horario —masculló Dean con algo de burla pasando del enorme ruso que fácilmente le sacaba tres cabezas y comenzando a subir las escaleras cuando unas chicas del servicio se acercaron para tomar las bolsas.

—No me has regresado mi tarjeta, la cual al parecer no desaprovechaste —soltó Vladimir con sarcasmo, Viktor se quedó boquiabierto, me reí por lo bajo. Al parecer no sabía que todo ese dinero que se gastó Dean era de su hermano.

Vladimir soltó un pesado suspiro mientras veía a Dean alejarse con las mujeres siguiéndolo rápidamente, una de ellas se devolvió y le entregó la tarjeta al ruso, sus pupilas se habían dilatado, probablemente por la rabia que le provocaba Dean.

Me quedé observando al responsable de que Dean y yo nos conociéramos. En el pasado llegué a representar a algunos jugadores de basketball profesional que eran enormes, pero ninguno tan alto como ese ruso que se alzaba sobre los demás en cualquier lugar al que iba. Su constitución era robusta, y tenía una presencia tan fuerte que llenaba cada rincón. Su cabello era lacio y de un color negro azabache que caía en mechones bien peinados. Su rostro era escultural, no había otra palabra para describirlo por toda la simetría y perfección que tenían sus facciones, pero sus ojos... sus ojos mieles eran fríos y calculadores, parecían los de un depredador, llenos de astucia y determinación. En su mirada se veía que no vacilaría en usar su poder para conseguir cualquier cosa que quisiera. Era un mafioso que dirigía su imperio con inteligencia y crueldad. Es imposible no sentir impresión por ese extraño y atractivo ser.

—¿Podemos hablar? —le pregunté al ver que Viktor también se había retirado, Vladimir me sonrió de lado y asintió. Ya debe saber que me di cuenta del cambio que le hizo al contrato, pero no era de eso que quería hablarle. Seguiría el plan de Dominik y no tocaría ese tema en voz alta con nadie.

—Sígueme —ordenó comenzando a caminar, lo seguí en silencio.

Cuando entramos en la oficina Ilya me sonrió, ella estaba acostada en uno de los sofás, le regresé la sonrisa y tragué duro al ver su hermoso rostro otra vez. Esa mujer me había cautivado desde el primer segundo en que la vi, era tan endemoniadamente sensual. A mí no me importaba si era mafiosa o asesina, por esa mujer haría hasta lo impensable. Me aclaré la garganta y enfoqué mi atención en Vladimir para no delatar aún más lo mucho que me excitaba su hermana.

—Sabías que no podría dejarlo pasar en cuanto lo viera, ¿cierto? —me limité a decirle aquello refiriéndome a Dean a la vez que ponía sobre su escritorio la tarjeta que tomé horas antes, él miró el pequeño cuadrado dorado mientras se sentaba, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—No sé de qué estás hablando —respondió ahora mirándome fijamente, sonreí al ver que lo negaba mientras que sus ojos mostraban algo diferente, había reconocimiento. Él vio en Dean el potencial que yo también noté. Aunque algo me decía que Dean no estaría muy feliz al saber que Vladimir estuvo detrás de algo como esto. Sé lo que pensará. "¿En qué más ha intervenido?" y conociéndolo, comenzará a dudar de si es realmente tan bueno como siempre le han dicho...

Suspiré. Quizás por eso Vladimir lo niega, para evitar que Dean llene su cabeza con esas cosas...

Abrí mucho los ojos cuando sentí que comenzaba a unir las piezas de un complejo rompecabezas. ¿Qué tal si Vladimir me había guiado hacia él porque sabía que andaba en pasos peligrosos? Después de todo, el pelinegro menor había cambiado a los pocos meses de conocerme y de entender que podría llegar muy lejos si se lo proponía, y por supuesto, si dejaba de lado todo el alcohol y a los idiotas con los que solía estar. Enfocarse por completo en su carrera fue el impulso que necesitó para dejar esa terrible vida atrás.

Pero, ¿por qué Vladimir lo salvó de sí mismo aquella vez y le arrebató todo hace poco? Tenía muchas posibles explicaciones, pero Vladimir era todo un enigma.

—Gracias —dije con total honestidad, él arqueó una ceja y se quedó en silencio. A diferencia de lo que pueda sentir Dean, yo estaba agradecido por haberlo conocido. No solo era mi cliente, era uno de mis mejores amigos. Y en aquel entonces, el pelinegro sí necesitaba un pequeño empujón, un buen asesoramiento, o probablemente se hubiese quedado estancado en esos pequeños proyectos que no eran para él, y quizás también hubiese seguido en ese estado de constante depresión y autodestrucción en el que vivía.

—Toma, es el itinerario de las próximas dos semanas —el ruso cambió de tema mientras me pasaba unas hojas.

—Siéntate, Roger. Puedes decirnos si no estás de acuerdo con algo —dijo Ilya señalando el sofá frente a ella, seguí su sugerencia y me senté. Tenía que fingir que todo estaba bien hasta que Dominik encontrara la salida, o hasta que yo encontrara el contrato original y lo rompiera...

No, eso era absurdo. Probablemente ya Vladimir lo había mandado a guardar en la bóveda del banco.

—"Esta es la primera vez que te veo regresar antes de un viaje de trabajo tan importante... y por algo como una tormenta de nieve... já... pudiste haberte quedado en Viena unos días extra" —me quedé callado mirando los papeles cuando Ilya soltó aquello en ruso con mucho sarcasmo.

Incluso a Dean le había mentido al fingir que solo sabía lo básico del idioma. El ruso era solo otro de los siete idiomas que hablaba fluentemente. Sabía que mientras menos creyeran que sé, mayor beneficio podría sacarle a eso.

—"No era una reunión tan importante" —contestó Vladimir con calma, no levanté la mirada, Ilya se rio un poco.

—"¿O no querías dejar a tu prometido solo tanto tiempo?" —presté más atención al escucharla decir eso.

—"Yakov viene esta noche, fin de la conversación" —respondió el ruso con exasperación.

—"Claro... Yakov... sabes... veo cierta similitud entre Dean y los chicos con los que has salido antes... pelinegro con rizos, ojos negros, casi la misma altura... sin duda hay un patrón" —mantuve una expresión serena mientras me moría de la sorpresa por dentro. Ilya era una mujer muy maliciosa. Levanté un poco la vista de los papeles solo para encontrar a Vladimir mirándola con burla. —"Pero algo me dice que Dean no es otro clon más... yo creo que fue el molde o la inspiración para los demás, ¿o me equivoco? Aunque creo que se ofendería si viera a las copias baratas que tenías, esos no le hacían nada de justicia" —Mierda. Vladimir lucía tranquilo, pero había rabia en su mirada, mientras que Ilya lo observaba ahora con compasión. ¿Será cierto? Si lo es, eso podría significar que Dean significa algo más que una mentira para Vladimir.

—"Tú y tus infantiles teorías, ya va siendo hora de que crezcas" —se limitó a contestar el ruso mientras regresaba su atención a la computadora, Ilya suspiró y lució ahora algo decaída.

—"Siempre has sido como leer un libro para mí, Vladi. No pudiste tenerlo en el pasado... así que ahora quieres destruirlo, ¿es eso? Él no parece una mala persona, no creo que se merez...

—"Ilya" —rodé los ojos cuando escuché esa fastidiosa voz al abrirse la puerta.

—"Niko, ¿Yakov llegó contigo?" —le preguntó Ilya con algo de molestia.

—"No. Deberíamos dejar la mala costumbre de suponer que solo nosotros entendemos lo que decimos" —me contuve de rodar los ojos al oírlo decir eso, una clara indirecta hacia mí, cuando bajé los papeles tras unos dos minutos de completo silencio, descubrí que todos estaban observándome, ese irritante rubio me miraba con evidente desconfianza.

—Ya terminé de leerlo, se lo mostraré a Dean —dije levantándome con despreocupación, Ilya miró mal a Niko, probablemente por hacerla creer que entendí todo, Vladimir se mantuvo en silencio regresando su atención a lo que estaba haciendo.

—"Estamos planeando asesinarte a ti y a Dean en cuanto todo termine" —no me inmuté al oír al rubio de ojos negros decir aquello con sadismo, Ilya le dio un manotazo mientras que Vladimir soltó una pequeña risita. Fingí no entender nada y caminé hacia la puerta.

Ese idiota. Al menos pudo haber dicho algo más creíble. Vladimir jamás le pondría un dedo encima a Dean, al menos no de aquella forma...

Salí de la oficina un poco irritado. Nikolai era el ruso más fastidioso de todos. Me había desagradado desde la primera vez que abrió la boca. Era muy sexy, pero aquello lo opacaba su personalidad tan nefasta. Yo sabía tratar con gente difícil y molestosa, pero Nikolai me sacaba de mis cabales, con toda esa confianza altanera con la que andaba, con esos ojos negros penetrantes que escudriñaban a su alrededor con desdén, como si todos los demás fuesen inferiores a él o a su familia, lo único bueno que veía en él, era que su cabello rubio era algo oscuro, nada que ver con el mío, no quería compartir ninguna similitud con él.

—"¿Crees que me engañas con ese papel de que no entiendes nada?" —me detuve al escucharlo detrás de mí, rodé los ojos y me di la vuelta entrando en mi papel de confundido.

—¿Puedes hablar inglés? —le pregunté con una falsa sonrisa apenada, él arqueó una ceja y caminó hacia mí. Me quedé confundido cuando agarró una de mis manos con fuerza y comenzó a caminar de repente. —¡Suéltame! —exclamé con molestia tratando de alejar mi mano al sentirme incómodo, él me miró de reojo y siguió caminando hacia las escaleras. Tiré con fuerza de mi brazo pero no sirvió de mucho, Nikolai tenía un agarre más fuerte que el mío. Odiaba demasiado el contacto físico que no llevase una cama y alguna mujer hermosa de por medio, por lo que resultaba bastante molesto el tener esos cálidos dedos agarrándome.

—"Veamos si es verdad que no me entiendes" —tragué duro al escucharlo decir eso a la vez que subía las escaleras.

—Escúchame, no comprendo qué es lo que quieres, tal vez pueda ayudarte si me hablas en mi idioma —respondí con rabia negándome a rendirme fácilmente y admitir que sí lo comprendía, Nikolai soltó una pequeña carcajada y me miró de reojo con burla.

—"Eres duro" —ignoré sus palabras cuando abrió una puerta en el segundo piso y entró, miré con el ceño fruncido que se trataba de una pequeña sala de estar.

—¿Así es como los rusos tratan a sus invitados? —pregunté con sarcasmo cuando me soltó finalmente, él le puso seguro a la puerta y su tétrica mirada me siguió, fruncí el ceño. Esto es demasiado extraño...

—"Te voy a besar a menos que admitas que me entiendes" —no pude ocultar mi sorpresa esta vez al oír eso, él sonrió aún más. Sabía que el hombre frente a mí me deseaba, lo noté desde el primer segundo, pero no creí que se atrevería a hacer algo al respecto considerando que no he ocultado mi desagrado hacia él.

—Entendí que dijiste algo sobre besar, escucha, lamento decirte esto, pero no soy gay —le dije rápidamente sintiéndome algo nervioso, él resopló y se comenzó a acercar a mí, retrocedí lentamente sin creer que de verdad se atrevería a hacer algo así. Obviamente había tenido experiencias con hombres en el pasado, pero Nikolai no me llamaba mucho la atención a pesar de que era jodidamente sexy y atractivo, quizás sí me había fastidiado bastante el comentario que hizo sobre mi cabello cuando nos conocimos.

—"Deja de fingir" —contuve la respiración cuando sentí una mesa detrás de mí, me eché hacia atrás con temor cuando llegó frente a mí y me miró expectante, sentí el rostro arder al verme acorralado de esta forma. —"De verdad no te rindes, ¿eh?" —tragué con dificultad al sentir como pegó sus caderas de las mías, lo miré con rabia al sentir cómo comenzaba a excitarme.

—E-Eres un acosador sexual —mascullé con rabia golpeando su pecho para que se alejara pero él agarró mis brazos y sin mucho esfuerzo los llevó detrás de mi espalda para luego juntar su boca con la mía callando el grito de sorpresa que solté, él movió sus suaves labios con sensualidad, cuando traté de morder su labio inferior, él metió su lengua en mi boca apoderándose por completo de ella, no pude evitar excitarme aún más al notar la maestría con la que se movía, mi corazón quería escaparse de mi pecho, cerré los ojos y le seguí el beso cuando sentí que todo mi cuerpo se encendía en llamas, lo sentí sonreír un poco antes de que me siguiera besando con una pasión descomunal, podía sentir mi pantalón casi estallando. Nunca había estado tan excitado como en este momento. Nikolai liberó mis brazos solo para atraerme más hacia su duro cuerpo, en cuanto lo sentí desabrochar mi pantalón regresé a la realidad y me alejé de él de golpe.

—"Pero...".

Me acerqué nuevamente a él y junté nuestros labios callándolo en otro sensual beso mientras le quitaba la camisa, él me sacó el abrigo con agilidad y sin dejar de besarnos caminamos hacia el sofá de la esquina...

Actualidad.

Me causó un poco de gracia como Dean se estaba cubriendo la mitad del rostro con una almohada después de escucharme decirle lo que había ocurrido hoy.

—¿Y qué pasó después? —preguntó en un susurro apartando la almohada, noté que sus mejillas estaban un poco enrojecidas. Supongo que debió ser un shock para él escuchar las cosas que hice con un hombre, y no cualquier hombre.

—Nada, fue solo sexo —respondí con tranquilidad, él me golpeó con la almohada. No mentí, aquello había sido solo sexo, uno muy candente. Nikolai sabía lo que hacía...

—No me mientas, dijiste que tenías un romance —me reí cuando el pelinegro soltó aquello mirándome con acusación. Parece que su buena memoria es selectiva.

—Bueno, dijimos que no lastimaría a nadie si aquello se volvía a repetir... —añadí sacando mi celular, él se rio un poco todavía con incredulidad.

—¿Y seguro que estás bien con eso? —preguntó con preocupación, asentí mientras revisaba los comentarios en el video y en las noticias de anoche. Casi todo el mundo pensaba que Vladimir y Dean lucían perfectos juntos... excepto por ellos mismos. Hice una mueca al notar la ironía de todo esto.

"No pudiste tenerlo y por eso lo quieres destruir". Las palabras de Ilya resonaron nuevamente en mi cabeza. No me equivoqué. Vladimir sería la destrucción de Dean...

Podría preguntarle a Nikolai qué se traía entre manos su maquiavélico hermano, pero sabía que era muy pronto para que confiara en mí, y aun haciéndolo, no creo que llegue a traicionar a Vladimir.

—Yo no soy un romántico como tú, así que sí, estoy bien con eso —dije respondiendo su anterior pregunta, él resopló y se acostó boca abajo dejando que sus rizos se esparcieran por la almohada cuando enterró el rostro en esta.

—Algo me dice que eso puede terminar mal... —me encogí de hombros con despreocupación cuando soltó eso girando un poco la cabeza.

—Conozco una historia que terminará diez mil veces peor... —murmuré para mí mismo pero su molesta mirada me dijo que me escuchó.

Me cambié rápidamente de ropa mientras él volvía a esconder el rostro en la almohada. Lo miré con algo de lástima. Si está tan calmado es porque todavía no ha visto bien el itinerario que los Sokolov le habían preparado...

—Ya es muy tarde y no he dormido nada —dije viendo en mi celular que ya eran casi las 12:30, él levantó la cabeza con pesar, a leguas se notaba que estaba cayéndose del sueño.

—¿No quieres ver una película o hablar un poco más? —preguntó esperanzado, negué mientras bostezaba.

—Deja de alargar lo inevitable, ya el tal Yakov debe estar aquí —respondí sabiendo muy bien que solo quiere hacer esas cosas para evitar dormir en la misma habitación que Vladimir. Sus ojos negros me miraron con molestia mientras se levantaba de la cama dejando a la vista el caro pijama gris de seda que había comprado hoy, era un pantalón largo algo ancho y una camisa. Literalmente se había armado un closet de lujo en unas pocas horas. —Habías dicho que estabas "perdido", ¿quieres hablar de eso? —le pregunté rápidamente al recordar lo que dijo hace unas horas, él me miró estupefacto y negó.

—Estaba perdido pero ya me encontré —murmuró con una sonrisa falsa antes de salir con prisa de la habitación, suspiré viendo cómo cerraba rápidamente la puerta.

Sin duda todavía sigue perdido...

Dean

No podía dejar de imaginar a Roger y a Nikolai besándose o yendo más allá. Aquello me había dejado completamente perplejo ya que creí que Roger era heterosexual. Si la memoria no me fallaba, solo lo había visto salir y coquetear con mujeres todos estos años. Además, él prácticamente babeaba por Ilya cada vez que la veía, entonces, ¿cómo fue que terminó con Niko?

Sabía que Roger era el tipo de persona que no se andaba con rodeos cuando se trataba de estar con alguien que le gustaba, pero no pensé que esa incómoda tensión entre ellos escondía algo así.

Nikolai debía tener muchos talentos ocultos si había logrado que el rubio cayera en sus garras en mitad de toda esta tensa situación.

Le eché un vistazo al itinerario de esta semana y me detuve en seco al ver que tenían planeado que Vladimir y yo diéramos una pequeña entrevista narrando cómo nos conocimos. Aunque la misma saldría al público en una revista después de la boda, me parecía algo extremo que quisieran hacerla dentro de dos días. No me sentía listo para responder preguntas sobre nuestra supuesta historia de amor.

Saqué el celular con el ceño fruncido al escuchar el tono de mensaje que le había puesto a David hace unos meses, caminé hacia la habitación mientras leía lo que había recibido.

"Ya vi las noticias. De verdad no tienes ni un poco de vergüenza en la cara, sabía que estaba pasando algo entre ustedes. Estoy seguro de que a muchas personas les interesará saber lo que tu nuevo novio me hizo o a qué se dedica realmente. Y no te atrevas a decirle sobre este mensaje o correré a la prensa a contar cómo los encontré en una cama. Vas a tener que hacer lo que yo te diga o arruinaré tu vida. Ya no tengo nada que perder".

Apreté con fuerza el pomo de la puerta al leer semejante amenaza. Realmente ya no tenía nada que perder si se atrevió a mandarme aquello sabiendo dónde y con quién estoy. Aún así, sería terrible si hablaba con la prensa. Puede ser que algunos lo tomen por celoso y dolido, pero también puede darse el caso de que otros lo tomen en serio. Sea lo que sea, si David abría la boca, me obligaría a revelarle al mundo que es un violador, solo eso podría contrarrestar cualquier cosa que el pelirrojo saliera a decir.

Me dolió el estómago al imaginar tener que confesar algo tan fuerte y atroz. Mi madre quedaría completamente devastada.

Abrí la puerta de la habitación y en cuanto noté que estaba vacía caminé con prisa hacia las escaleras. Antes de darme cuenta mis pies me conducían hacia la oficina de Vladimir sin siquiera pensarlo mucho, sentía que necesitaba verlo y contarle todo lo más pronto posible.

Me quedé observando la puerta con duda cuando llegué a ella. ¿Realmente debería decírselo? Podría convencerlo de que no le haga nada a David hasta que encontremos alguna forma de llegar a un acuerdo, pero sabía que ese ruso no tardaría ni un segundo en mandarlo a matar. David es un completo imbécil. Suponía que lo que quería era dinero, la pregunta es, ¿qué tanto?

Entré en la oficina sintiéndome enfermo. Mis ojos se abrieron a más no poder al ver a un hombre castaño inhalando una línea de cocaína del escritorio de Vladimir, el cual estaba a pocos pasos recostado de la pared tomándose un trago, él me miró de inmediato con el ceño fruncido mientras que el desconocido también desvió la mirada hacia mí, él tenía los ojos negros y una enorme sonrisa maliciosa apareció en su rostro mientras se limpiaba la nariz y se levantaba. Ese era Yakov Sokolov...

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