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Frío

Dean

Frío. Tenía tanto frío que apenas podía evitar que mis dientes castañearan. Miré disimuladamente al hombre a mi lado, se veía muy relajado mientras tarareaba la animada canción de fondo que había puesto y que no reconocía. ¿Cómo podía estar tan tranquilo mientras yo sentía que estaba dentro de un congelador?

Mis uñas ya habían adquirido una tonalidad entre azul y morado, tampoco podía ocultar más el leve temblor en mi cuerpo. Sin importarme lo que pensara o dijera, extendí una mano y subí la temperatura, podía sentir su mirada sobre mí pero no me digné en observarlo.

—Debiste decirme que tenías frío —soltó él tomándome desprevenido. Puse los ojos en blanco y sin poder evitarlo lo miré mal, pero para sorpresa mía, se veía algo sorprendido. ¿De verdad no hizo esto a propósito?

Él subió aun más la temperatura, aparté la vista en silencio cuando le dio un rápido vistazo a mis temblorosos labios. Cuando giré mi cabeza hacia la ventana, el cristal se bajó poco después y sentí un gran alivio en cuanto el cálido viento del exterior me abrazó. Quién diría que Vladimir Sokolov podía llegar a tener una pizca de consideración...

No le di las gracias. Me estaba tomando muy en serio lo de ignorarlo. Además, ¿qué clase de persona baja tanto la temperatura en primer lugar?

—¿De verdad no piensas hablarme? —preguntó sonando ligeramente indignado, por el reflejo en el cristal pude notar que alternaba la vista entre el frente y yo. Fingí desinterés y me mantuve mirando los edificios que pasábamos. —Bien, nos quedamos en silencio entonces —dijo a la vez que quitaba la música, subía los cristales nuevamente y un silencio sepulcral pasaba a inundar el pequeño espacio. Negué. ¿Acaso es un niño? Ahora mismo parecía uno haciendo berrinche.

En otra ocasión me hubiese reído si no me encontrara tan desanimado por lo que me hizo. "Te doy tres horas más para que intentes convencerlo". Aunque esa haya sido la razón de Abigail para todo esto, yo sabía que no tenía caso hablar con Vladimir, sería solo una pérdida de tiempo y de paciencia.

Revisé mi celular al escuchar una notificación. Era un mensaje de Robert. Sentí mi estómago revolverse por los nervios cuando lo abrí.

"Lo siento mucho, Dean. No pude hacer nada, pero esta noche llamaré a Vladimir o a su padre".

—Detente.

Mi voz fue apenas un susurro pero gracias al inmenso silencio que había, el desgraciado pudo escucharlo y unos segundos después se detuvo a un costado de la carretera. Iba a vomitar.

Sentía que todo el desayuno había regresado a mi garganta y estaba a punto de salir por donde entró horas antes. Vladimir me estaba mirando con el ceño fruncido probablemente sospechando lo que se avecinaba, lo observé con frialdad.

—Si vas a vomitar, hazlo afuera —dijo haciendo una pequeña mueca de asco, arqueé las cejas.

—¿Y perderme la oportunidad de tirártelo todo encima? Sí, claro... —murmuré sádicamente borrando de inmediato la pequeña sonrisa burlona que se había formado en sus labios.

Él resopló y dejándome sorprendido recostó mi asiento mientras me quitaba el cinturón de seguridad. Mi rostro se calentó un poco cuando estuvo tan cerca de mí y su perfume invadió mi nariz. Me alejé lo más que pude de él pegándome de la puerta como si fuese el único lugar seguro. No oculté mi molestia por su incómoda cercanía, él me respondió con una sonrisita divertida.

—Recuéstate un poco, te hará sentir mejor —afirmó mientras ponía el auto en marcha haciendo que regresaran mis náuseas.

No tuve más opción que recostarme cuando el movimiento del vehículo me mareó aun más. Me abracé a mí mismo y cerré los ojos cuando se llenaron de lágrimas. Ahora no, por favor. Supliqué en mi mente para que las ganas de llorar se alejaran. Este era el peor lugar para mostrarme vulnerable.

Pero como mi cuerpo hacía lo que quisiera, las lágrimas comenzaron a salir a pesar de que apreté con fuerza mis párpados. Me acosté de lado dándole la espalda a Vladimir y me mordí el labio inferior con rabia. No quería llorar, no aquí y sobre todo, no con él presente.

Me mantuve en la misma posición durante unos cinco minutos hasta que pude abrir los ojos y secar con disimulo mis mejillas. Me maldije cuando inconscientemente sorbí por la nariz.

Mi mente se quedó en blanco cuando Vladimir posó una mano sobre mi brazo, tragué duro al sentir esa suave y cálida mano en contacto con mi piel. Ya debe saber que estoy llorando, lo que me asombra es que le importe...

—Cuidado con ensuciar el asiento.

Quité violentamente su mano cuando dijo eso con diversión. Él tenía la vista clavada al frente mientras contenía una risa.

—No sé cómo te aguantas a ti mismo —dije secamente observando ahora lo húmedo que lucía el asiento negro debido a mis lágrimas, lo limpié con una mano y me senté.

Llorar había amortiguado un poco mis náuseas. Bajo la atenta mirada de Vladimir enderecé el asiento y como si nada hubiese pasado abroché mi cinturón y mantuve la vista al frente.

—¿Estás bien?

Ignoré la pregunta curiosa y miré hacia la pantalla del vehículo. Según el mapa, todavía nos quedaban dos horas y algo más de tortura. Vi mis ojos hinchados en el reflejo. No puedo permitir que los demás me vean llegar con Vladimir y mucho menos después de haber llorado. Saqué mi celular y revisé el grupo que tenía con los demás desde el instituto.

Cameron🍤: Nos detendremos en Shark's para comer e ir al baño.

Busqué en Google aquel lugar y vi que estábamos a unos veinte minutos de allá.

—No te detengas con los demás —le dije a Vladimir mientras lo miraba. Él arqueó una ceja y me observó de reojo de intriga, pero pronto sonrió pícaramente.

—¿A dónde quieres ir? —su pregunta con un matiz ligeramente coqueto me hizo mirarlo mal.

—No nos detendremos, ve directamente a la playa —contesté secamente a lo que él comenzó a negar rotundamente. Lo último que quería era alargar más este viaje.

—Bebí demasiada agua hace un rato, ¿y si tengo que ir al baño? —lo miré exasperado cuando preguntó eso con burla. —De hecho, me acaban de dar ganas —agregó maliciosamente, entrecerré los ojos. Es obvio que se acaba de inventar eso.

—¿No te puedes aguantar? —pregunté con fastidio, él pareció pensárselo pero luego negó. —Bueno, no veo ningún baño por aquí, a menos que lo quieras hacer en uno de esos árboles —dije con una sonrisa alegrándome de ver que ya habíamos salido de la ciudad y a nuestro alrededor no había nada más que vegetación.

—No te preocupes por eso, he escuchado de un lugar cerca —cuando murmuró eso misteriosamente tragué duro. No dije nada cuando minutos después tomó otra calle distinta a la que marcaba el mapa. Pensé seriamente en enviarle mi ubicación a Dylan para que al menos encontraran mi cuerpo. —Otra vez crees que te voy a matar —soltó con una risita, lo miré confundido. ¿Otra vez?

Al fijarme mejor en mi alrededor sentí que esta calle era familiar. Parecíamos estar subiendo una montaña...

—Oh... —susurré cuando finalmente comprendí dónde estábamos.

Hace años, cuando terminé lo que sea que tenía con Robert, Vladimir me había traído a observar la ciudad en la cima de una montaña. No recordaba aquello precisamente por la vista, sino más bien por las dulces palabras de apoyo que el ruso me había dicho cuando sentía que mi mundo se derrumbaba.

Lo miré pero él mantuvo su vista al frente. ¿Él también recuerda las cosas que me dijo ese día?

Aparté la mirada cuando me sentí nervioso. Ya me quedó claro que solo compartimos odio el uno por el otro y los malos recuerdos. No pensaré en nada más.

—Pero ahí no hay na... —me callé cuando llegamos a la cima y un elegante restaurante se presentó ante nosotros. Mi boca casi pegaba al piso al ver lo distinto que estaba todo.

El restaurante era de tres pisos, tenía paredes de cristal y una gran terraza en el segundo nivel. Ya no había tierra, todo el terreno estaba cubierto en asfalto, incluso tenía un estacionamiento en el frente, el cual estaba casi lleno por completo. Miré el nombre, "La Bottega". De reojo noté que Vladimir lucía algo tenso.

—Deben tener un baño, te puedes quedar aquí adentro —dijo fríamente mientras se quitaba el cinturón, con el ceño fruncido lo volví a ignorar y salí del auto.

—Ya que estamos aquí, me compraré algo de beber —dije mientras estiraba mis brazos, Vladimir salió con unos lentes de sol negros y sin siquiera esperarme comenzó a caminar hacia la entrada, lo seguí sin pasar por alto que todos los que estaban sentados en la terraza nos miraron.

—Pensé que querías ir directo a la playa —lo escuché decir mientras entraba en el lugar.

—Tengo que aprovechar que todavía tengo dinero para comprarme un café —respondí sarcásticamente mientras caminaba hacia el bar, no sin antes ver la sonrisa burlona en su rostro.

—Hola, ¿qué puedo servirte? —me preguntó la chica pelinegra que estaba tras la barra. Observé de soslayo cómo Vladimir iba al que parecía ser el baño mientras un mesero se acercaba con prisa a él y le comenzaba a hablar con euforia. Probablemente nunca había visto a un tipo de dos metros.

—Un capuccino de... caramelo —dije ahora mientras miraba el menú en la pared del fondo. —Para llevar, por favor —añadí, la chica de ojos negros me sonrió y comenzó a prepararlo.

Miré alrededor todavía impresionado con este lugar. El techo era alto y el ambiente era demasiado agradable. La buena vibra parecía contagiar a todo el que entraba, y no fui la excepción. Los meseros se veían genuinamente encantados de trabajar aquí y la gente parecía disfrutar mucho lo que estaban comiendo.

—¿Cuándo construyeron este lugar? —no pude evitar preguntarle eso a la chica.

—Hace tres años —respondió mientras le echaba caramelo al vaso, asentí levemente mientras veía al gigante ruso salir del baño. Todas las mujeres lo miraban embobadas sin siquiera disimular un poco. Lo ignoré y seguí viendo a la chica preparar mi café. —Señor Sokolov, bienvenido. ¿Va a querer lo de siempre? —giré mi cabeza y miré a Vladimir con las cejas arqueadas cuando ella dijo eso, él le sonrió.

—Claro, Diana. No tardes —respondió mientras se sentaba en uno de los banquillos, la chica asintió y comenzó a preparar algo.

—Creí que sólo habías escuchado de este lugar —dije vagamente recordando sus palabras, él se encogió de hombros, no podía ver su mirada debido a los lentes. Suspiré y me senté mientras le daba un sorbo a mi bebida. —Vaya... —dije impactado, Vladimir sonrió un poco. —Este es el mejor capuccino que he probado en la vida —murmuré muy sorprendido, la chica me sonrió dulcemente antes de poner delante de Vladimir una taza con café negro para luego desaparecer por la puerta del servicio.

No podía dejar de beber. El café era de la más alta calidad, tenía la cantidad perfecta de leche y de caramelo y un toque de vainilla exquisito.

Caí de la nube en la que estaba cuando la chica regresó y le pasó un pequeño maletín negro a Vladimir, ella ahora lucía un poco seria, el ruso lo tomó y se levantó sin terminarse el café. Yo me quedé sentado observando toda la situación.

—Cobra las dos cosas y guarda el cambio —dijo él dejando dinero sobre la barra, resoplé y negué mientras sacaba mi billetera.

—Pagaré mi propia cuenta —le dije a la chica mientras le pasaba mi tarjeta de crédito, ella miró a Vladimir con duda y no tomó la tarjeta hasta que el ruso asintió con una sonrisa burlona.

Dos minutos después firmé la factura y caminé hacia la puerta dejando a Vladimir detrás. Me subí en su vehículo mientras me terminaba todo el café. Lo observé caminar hacia acá portando el pequeño maletín. ¿Qué tendrá dentro?

—¿De quién es este lugar? —le pregunté teniendo un fuerte presentimiento de que ya sabía la respuesta. Vladimir encendió el auto luego de dejar el maletín en el asiento trasero. —¿Es tuyo? —indagué esta vez con curiosidad, él me miró y luego revisó su teléfono con despreocupación.

—Sí, es mío —contestó frunciendo el ceño, me sorprendí y sin poder evitarlo comencé a imaginar razones por las que podría haber hecho un restaurante tan lejos... Y justamente en este lugar. —Con la gran vista que hay, vi una buena oportunidad de inversión —soltó de repente sacándose los lentes, su mirada era algo fría. Asentí lentamente sintiéndome un poco decepcionado. —¿No le dijiste a nadie que no iríamos a Shark's? Dominik está preguntándome si estoy contigo... —murmuró mientras veía su celular nuevamente. Me quedé frío. Había olvidado avisarle a los demás.

—Dile que no —respondí rápidamente mientras leía todos los mensajes que me había enviado Dylan por el grupo y en privado, pero me alivió ver que Abigail me había cubierto.

Abi💕: Dean y yo nos detuvimos en otro lugar. No se preocupen 😋

—Sí, Dominik. Dean y yo estamos juntos, pero no se lo digas a nadie, es un asunto delicado... ya sabes, infidelidad antes de la boda... —miré a mi lado sintiendo como mi alma abandonaba mi cuerpo al oír aquello hasta que el desgraciado ruso comenzó a reírse un poco mientras me miraba, noté que su teléfono estaba apagado. Respiré y conté hasta diez para no perder la paciencia.

—Qué gracioso eres —dije sarcásticamente haciéndolo sonreír. Sin decir nada más puso música y emprendimos nuevamente el viaje.

Cerré los ojos al escuchar la suave melodía de piano y sin quererlo, la mala noche que tuve me comenzó a pasar factura...

. . .

Cuando abrí los ojos nuevamente me sorprendió ver que Vladimir no estaba a mi lado. Miré alrededor, estábamos en una estación de gas. Había dormido por casi una hora. Según el gps nos faltaban unos cuarenta minutos para llegar.

A través del espejo retrovisor vi el maletín en uno de los asientos traseros. Me picaba la curiosidad. ¿Qué tal si ahí adentro había algo lo suficientemente ilegal como para chantajearlo?

Di otra rápida mirada alrededor. Vladimir debía encontrarse en el interior de la tienda que estaba a unos pasos.

Sintiendo la adrenalina apoderarse de mi cuerpo, extendí un brazo y agarré el maletín, lo miré con más interés al sentir lo pesado que estaba. Pero me desanimé al ver que tenía un cerrojo con contraseña. Cuando levanté la mirada vi que Vladimir estaba saliendo de la tienda con una bolsa de papel en las manos. Me apresuré en poner el maletín en su lugar justo cuando el ruso abrió la puerta y se subió luciendo sorprendido al verme despierto.

—Te compré algo de comer, aunque no sé si comes estas cosas, como eres modelo y eso —dijo pasándome la bolsa, lo miré buscando alguna señal de burla o de malicia en él pero lucía serio. Pensé con sarcasmo que era muy considerado teniendo en cuenta que me dejó sin trabajo. Me reservé el comentario para mis adentros y finalmente miré lo que había en la bolsa...

Una bolsa de papas, unos chicles, una coca-cola zero, una cajita de leche deslactosada y más dulces...

Lo volví a mirar...

Él estaba pendiente de mi reacción, me inquietó un poco que no se estuviera riendo... Pero eso solo indicaba que había comprado esas cosas en serio. Solo pude imaginarme a ese enorme hombre decidiendo si comprar la cajita de leche normal o deslactosada, o coca-cola normal o zero...

—Gracias —dije mientras tomaba la cajita de leche, él frunció el ceño. No lucía muy conforme.

—¿Quieres algo más? —preguntó arqueando una ceja, suspiré y negué mientras introducía el pequeño sorbete en la caja.

—Así estoy bien —respondí antes de comenzar a tomarme la leche, él asintió y condujo fuera de la estación.

Me mantuve callado mientras miraba al frente. Estaba sumido en mis pensamientos pensando en si debería hablarle en este momento sobre su propuesta laboral o dejarlo para después.

El sonido de su teléfono me interrumpió, miré hacia la pantalla cuando apareció la notificación. "Nikolai" Era el hombre que lo llamaba, me fijé en la foto que salía, era un hombre rubio de ojos negros. Debían ser familia, él era casi idéntico a Valentin. Probablemente era uno de los hermanos mayores del pelinegro a mi lado.

Vladimir ignoró la llamada dejando que se reprodujera nuevamente la música. Rodé los ojos. No entiendo por qué no contestó, no es como que vaya a entender algo de lo que digan...

Me crucé de brazos y le lancé dagas con la mirada cuando con una mano comenzó a responder mensajes sin prestarle toda su atención al frente.

—Nos vamos a matar —dije seriamente mientras dejaba a un lado la cajita vacía, él me miró de reojo y se rio.

—¿Siempre eres tan negativo? —preguntó luciendo exasperado, me dio un tic en una ceja.

—No, solo desde que me arruinaste la vida —contesté fríamente, él soltó un suspiro y siguió enviando mensajes mientras me ignoraba y aceleraba un poco más la velocidad.

Miré si venían autos detrás de nosotros pero la calle estaba desierta, nuestra única compañía eran los árboles que había a unos tres metros de la carretera. Sin pensarlo dos veces agarré el volante y lo giré todo hacia la derecha haciendo que el vehículo saliera violentamente de la calle y se dirigiera hacia los árboles.

—¡¡¿Pero qué diablos?!! —gritó Vladimir a la vez que soltaba el celular y pisaba el freno a unos pocos pasos de los árboles. Ni siquiera me inmuté. —¿Ya perdiste la cabeza o qué? —preguntó mirándome como si fuera un lunático.

—Me dejaste sin nada más que perder —respondí tranquilamente, él se veía muy enojado pero ni siquiera titubeé. —¿Sentiste que ibas a perder la vida? Ahora sabes cómo me he sentido yo desde que te metiste en mis cosas —declaré con disgusto, él soltó un pesado suspiro y después de mirarme fijamente por unos segundos, sonrió.

—¿Querías que nos matáramos? Bueno, vamos a matarnos...

Me quedé en completo silencio cuando dijo eso a la vez que retrocedía, su mirada era algo psicótica. Sentí miedo. Solo tuve valor de mover el volante porque sabía que él frenaría a tiempo y porque los árboles no estaban tan cerca, pero sin duda esto está tomando un giro que no esperaba...

—¿Qué vas a hacer? —pregunté mirando atentamente cada uno de sus movimientos. Él me miró fríamente y siguió marchando en reversa. Lo observé pasar al lado contrario de la carretera, parecía estar preparándose para coger impulso. Traté de abrir la puerta pero estaba bloqueada, tampoco pude quitarle el seguro. La tétrica y vacía mirada de Vladimir me hizo temer por mi vida. —Vladimir... —lo llamé con advertencia. Algo me decía que él sí estaba lo suficientemente loco como para estrellarse contra los árboles.

—Hadriel —susurró gélidamente mi segundo nombre dejándome sorprendido, lancé un grito de terror cuando aceleró como loco en dirección a los árboles que teníamos en frente, miré con horror que venían autos a gran velocidad por ambos lados.

—¡Paraaaa! —grité con todas mis fuerzas al ver que no desaceleraba, él tenía una gran sonrisa en el rostro.

Cerré los ojos escuchando las fuertes bocinas de los demás y esperé el impacto mientras rezaba en mi cabeza. Cuando el vehículo frenó de golpe abrí los ojos al recibir un violento impulso hacia adelante, estábamos a pocos centímetros de los árboles y ningún auto nos había chocado. Miré al demente ruso a mi lado. Habría salido volando por el cristal si no hubiese tenido el cinturón puesto.

—No intentes probarme otra vez —cuando él dijo eso con seriedad me quité el cinturón y abrí la puerta al escuchar cómo se desbloqueaba. Me tiré en el césped mientras sentía el corazón en la boca, todo mi cuerpo palpitaba.

Tenía la respiración irregular y estaba sudando, podía sentir cada uno de mis nervios de punta. Miré al cielo y luego a los autos que pasaban rápidamente por la calle. Enterré mis manos en la tierra y la apreté con fuerza entre mis dedos.

Las nubes se movieron y los rayos del sol me dieron directamente en los ojos cegándome un poco, puse mi antebrazo sobre mi frente para poder ver a Vladimir cuando se paró a mi lado apoyándose del auto.

—Estás loco —murmuró con seriedad.

—No tanto como tú —respondí de igual forma a la vez que me sentaba en el suelo, alcancé a ver un atisbo de sonrisa en su rostro.

—¿Necesitan ayuda? —miré hacia la calle cuando un auto se detuvo y un hombre nos habló, se veía preocupado.

Miré a Vladimir, él ni siquiera se había girado a observar al hombre, sus ojos estaban fijos en mí.

—No, gracias. Estamos bien —le respondí al tipo, el cual me miró un poco inseguro pero luego subió el cristal y se marchó.

Observé con duda la mano frente a mí pero luego la tomé e ignorando la corriente que sentí en el cuerpo me levanté y me alejé un poco.

—La próxima vez que hagas algo así puede que el auto no tenga frenos tan buenos...

—¿Me estás amenazando? —lo interrumpí rápidamente sin poderlo creer, su mirada inexpresiva me inquietó un poco pero aun así mantuve la frente en alto. —No me amenaces, si me quieres matar aquí me tienes —lo incité acercándome tanto que mi rostro estaba casi pegado a su pecho. Él tenía una ceja arqueada mientras miraba hacia abajo. Había algo que no supe identificar ardiendo en sus ojos.

No me sentía molesto o furioso. Estaba triste y decepcionado después de haberlo escuchado decir eso.

—Acabar con mi vida profesional es una cosa, pero, ¿amenazarme? Acabas de cruzar un límite, Vladimir —le dije con decepción, él mantuvo su expresión serena. —Puedes irte, voy a pedir un uber —agregué mientras me alejaba de él.

—Dean... —ignoré su llamado y saqué mi celular. Mi corazón dolía, se sentía oprimido al igual que mi garganta.

Creí que Vladimir tenía un límite para sus locuras, porque a pesar de todo lo que había pasado sentía que mi vida en sí, no estaría en peligro con él. Pero que dijera eso cambia todo...

No puedo trabajar con alguien que amenace mi integridad física.

—Sabes perfectamente que no quise decir eso. Pero adelante, convéncete a ti mismo de lo que sea que quieras creer. Eso no cambiará el hecho de que entre tú y yo...

Me di la vuelta cuando dijo eso, él se calló de repente. No hacía falta que terminara de hablar. Sabía lo que estaba pensando. La pasión en sus ojos mezclada con odio lo decía todo. Entre nosotros había una tensión sexual y una atracción muy fuerte. Nunca antes había sentido algo igual.

—Entre tú y yo no hay absolutamente nada, así que vete —dije haciendo el mayor esfuerzo de mi vida por lucir creíble. Él me miró por unos segundos.

—No sé qué uber crees que llegará a este lugar, ya súbete —respondió con molestia mientras daba la vuelta para montarse en el vehículo, no me moví.

—Lar-ga-te —dije cada sílaba con los brazos cruzados cuando bajó el cristal para verme, sus labios se juntaron en una línea recta. Sabía que estaba molesto, pero no me importaba. Lo que había dicho si sonó como una amenaza para mí.

—Bien, como quieras —dijo finalmente con frialdad antes de subir el cristal y marcharse.

No perdí el tiempo y abrí la aplicación de uber... Solo para encontrarme con un mensaje no tan sorprendente. "Disculpa, no tenemos cobertura en tu ubicación actual". Obviamente, me encontraba en mitad de la nada, no era solo palabrerío de Vladimir...

Mi única opción parecía ser pedir un aventón y esperar no ser secuestrado en el proceso. No podía llamar a los demás porque no quería explicar cómo terminé en esta situación y también porque probablemente ya deberían estar llegando a la playa.

Levanté mi pulgar al ver un auto azul acercándose. Cuando se detuvo a mi lado los cristales se bajaron dejando ver a unos cinco chicos que parecían estar demasiado borrachos, miré la hora. Ni siquiera eran las tres de la tarde.

—¿Te llevamos? ¿A d-dónde v-vas? —sonreí levemente pensando en cómo declinar su oferta amablemente.

—¿Para dónde van ustedes? —pregunté un poco acalorado. El sol ya comenzaba a sentirse insoportable.

—V-Vamos a s-surfear e-en B-Bourne...

—¿Bournemouth? —lo ayudé al ver que le costaba seguir hablando, ellos sonrieron bobamente mientras asentían. —Ay, qué lástima. Al lugar que voy está muy lejos de allá, pero gracias —dije fingiendo lástima. Tardé unos cinco minutos en decirles que no quería que me llevaran hasta que por fin se alejaron.

Comencé a caminar mientras esperaba que pasara otro auto a mi lado. Pensé en llamar a Jack, sabía que él podría venir a buscarme pero tardaría horas en llegar...

Miré atrás al escuchar una bocina, entrecerré los ojos para ver mejor la camioneta negra que se acercaba a mí. Cuando se detuvo me sentí algo aliviado al ver a algunos de los guardaespaldas de Vladimir al bajarse los cristales. Los reconocía porque fueron los mismos que nos siguieron cuando nos llevamos su auto.

—Esperen, ¿su jefe los mandó? —pregunté con molestia justo cuando uno de ellos se bajó y me abrió la puerta de atrás.

Arrugué la nariz y ladeé la cabeza cuando me comenzaron a hablar en ruso todos juntos.

—Claaaro... —dije sarcásticamente antes de subirme.

En cuanto me monté ellos se pusieron en marcha. Eran cuatro, a mi lado habían dos y al frente también. Todos estaban en silencio. Los observé, eran hombres altos y fuertes. Tragué duro al ver las enormes armas que tenían, contrarias a las sutiles pistolas que estaba acostumbrado a ver en otros guardaespaldas. Estos parecían listos para ir a la tercera guerra mundial.

Saqué mi celular cuando comenzó a sonar. Era Dylan. Contesté la llamada.

Dean, ¿dónde estás? Abigail me contó lo que hizo pero Vladimir llegó casi ahora mismo sin ti... —rodé los ojos al escuchar que ese idiota ya había llegado.

—Si te lo digo no me lo creerás. Vladimir es el peor hombre que he conocido en mi vida y tú más que nadie sabes con qué especímenes me he cruzado. ¡Me amenazó! ¡¿Puedes creerlo?! —dije rápidamente aun más indignado que antes, escuché a Dylan suspirar al otro lado.

Quiero saberlo todo cuando llegues. ¿Pero dónde estás? —preguntó mi mejor amigo con insistencia. Miré a mi alrededor, ya habíamos entrado en la ciudad.

—Estoy a unos 20 o 25 minutos de allá. Estoy con sus guardaespaldas —le expliqué mientras miraba de reojo a los hombres, ellos lucían en alerta y totalmente ajenos a lo que estaba diciendo. Ventajas de no hablar el mismo idioma.

Está bien, avísame si necesitas cualquier cosa.

Le cerré a Dylan justo cuando el rubio a mi lado me ofreció lo que parecían ser palitos de queso mientras que otro le dio un codazo y lo miró con una seriedad digna de un general del ejército o algo así. Me pasé la mano por el cabello antes de tomar uno de los palitos de queso. Cuando lo hice, todos menos el que conducía me miraron como si fuese algún tipo de fenómeno de circo. Solo se escuchaban mis dientes masticando el palito... Quise abrir la puerta y tirarme del auto en movimiento debido a la vergüenza que sentía. ¿Qué sucede con estos hombres?

—Les dije que lo tomaría, me deben 50 libras —dijo de pronto el hombre junto a mí, sin quererlo me comencé a asfixiar por la sorpresa de escucharlo hablar inglés. Todos me miraron y el que estaba de copiloto me pasó una botella de agua sellada que no dudé en tomar.

Me bebí casi toda la botella de golpe, todos estaban observándome.

—Entonces sí hablan inglés... —murmuré algo indignado, ellos se rieron.

—El jefe nos ordenó no hacerlo cuando te viéramos —respondió el que me pasó la botella, sentí mis mejillas algo calientes al recordar cómo hablé de Vladimir con Dylan.

—¿Ustedes venían detrás? No los vi... —dije ahora recordando no haberlos visto tras nosotros.

—A veces vamos más atrás o más adelante que el jefe —me explicó el rubio de los palitos de queso, asentí comprendiendo y tomando otro palito.

—Su jefe es horrible —susurré para mí mismo con fastidio mientras miraba por la ventana, noté por el reflejo que ellos lucían serios y algo pensativos.

—Realmente no es tan malo como se ve —arqueé una ceja cuando Palitos de Queso dijo eso, se notaba de lejos en sus ojos azules toda la admiración que sentía por Vladimir. No le di mucha importancia a que me hubiesen escuchado decir eso.

—Quizás con ustedes no, pero sí con otras personas —respondí sin retractarme, la expresión de todos parecía decir que no podían refutarme eso. Tenía razón.

Después de que dijera eso nos pasamos el resto del viaje en silencio. En cuanto divisé la casa blanca de dos pisos frente a la playa sentí alivio. Salí de inmediato en cuanto se estacionaron en la calle privada. Aquí solo habían tres casas, una de ellas era de Dylan y Will y las otras dos restantes de amigos de Will.

Disfruté el olor y el fuerte viento por unos segundos mientras respiraba hondo.

—Gracias por traerme —le dije a los rusos, ellos lucieron bastante sorprendidos. Palitos de Queso me sonrió un poco.

Mientras me acercaba a la casa a través de un camino hecho con piedras de colores que parecían brillar con la luz del sol, miré la fachada con admiración. Las paredes eran blancas y tenía grandes y elegantes ventanales. Abrí la puerta y al entrar lo primero que vi fue a Cameron, a David y a los hijos de Dylan jugando videojuegos en la espaciosa sala, ni siquiera se fijaron en mí. Miré toda la decoración con temática marina. Los muebles, al igual que las paredes, eran blancos con azul pastel. Los cuadros eran de estrellas marinas, del mar, de barcos, etc.

Caminé hacia la cocina al escuchar voces provenir de allí, Dahlia estaba sentada en la encimera observando a Will cortar naranjas. Los dos me miraron cuando me detuve en la puerta.

—¿Necesitan ayuda? —pregunté queriendo distraer mi mente del horrible viaje que tuve.

—Sí, ¿puedes cortar más naranjas? —asentí cuando Will dijo eso señalándome dos naranjas que estaban cerca de Dahlia.

Tomé un cuchillo y me senté en silencio en uno de los banquillos del desayunador, Will puso frente a mí una tabla de picar. Él me miró un poco preocupado, probablemente le inquietaba todo este asunto de Vladimir. Le sonreí con tranquilidad. Will y yo nos odiábamos a muerte en el pasado, hasta que un día los dos comprendimos que siempre tendríamos que vernos la cara porque ambos amábamos a Dylan. Así que, hace unos quince años firmamos un pacto de paz silencioso. Y, tenía mucho que agradecerle, otro director no me hubiese permitido tomar clases particulares en casa debido a mis traumas psicológicos del pasado.

Miré a través de la pared de cristales de la cocina, Harry y Klaus estaban en la terraza tomando el sol. Noté que más allá, Evie y Vladimir se encontraban caminando por la playa. Bajé la mirada a las naranjas cuando el pelinegro miró hacia acá.

Comencé a cortar las rodajas mientras mi mente volaba lejos maquinando qué iba a hacer con mi vida. Tenía gastos mensuales astronómicos, gastos que me había permitido sin ningún reparo debido a lo bien que ganaba, pero ahora todo mi futuro se veía oscuro e incierto. Tenía mucho dinero ahorrado pero sabía que no sería sostenible a largo plazo mantener en base a mis ahorros el estilo de vida acomodado que estaba acostumbrado a llevar.

Tenía un equipo de unas diez personas. Mi manager, mi publicista, mi entrenador, maquillistas, estilistas y seguridad privada en el lugar donde vivía. Sin contar las grandes sumas mensuales que todavía tenía que pagar por el lujoso pent-house que había adquirido hace apenas un año, me quedaban unas cuatro cuotas para saldar el total. También estaba el hecho de que desde hace unos años comencé a formar parte de una fundación que ayudaba a chicos con excelencia académica. Actualmente apadrinaba a cinco adolescentes, cada mes se me descontaban los gastos de sus estudios en uno de los mejores internados de este país. Ese gasto nunca había supuesto un problema para mi economía y definitivamente seguiría pagando aquello a como dé lugar, prefería limitarme en otras cosas antes que fallarle a ellos...

Siempre había sido muy organizado en mis finanzas, pero claro, no consideré que algo como esto podría pasar...

Pestañeé varias veces cuando sentí el cuchillo atravesar la piel de uno de mis dedos, aparté la mano rápidamente al ver el pequeño corte que me hice.

—Buscaré alcohol y venditas —dijo Dahlia preocupada mientras agarraba mi dedo.

—No te preocupes, solo tengo que echarme un poco de agua —le dije mientras me levantaba y ponía mi dedo ensangrentado bajo la llave, Dahlia me miró algo confundida. Will me pasó un poco de papel absorbente. Dahlia observaba toda la situación ahora con incredulidad.

Cerré la llave y envolví mi dedo en el papel. Observé con desinterés como el papel se manchaba un poco con sangre.

—¿Y... ya te vas a quedar con eso así? —miré a Dahlia cuando preguntó eso, asentí. Era un corte superficial, no tardaría en comenzar a cerrarse. No entendía su reacción hasta que suspiré al recordar de quién era hermana.

—Déjame adivinar, Dominik siempre te pone alcohol y venditas... —mencioné vagamente mientras verificaba que no hubiese ni una gota de sangre en las naranjas que corté, levanté la mirada hacia la castaña al no recibir una respuesta. Sus mejillas sonrojadas me decían que tenía razón. Me reí y recordé que cuando éramos pequeños, Dominik siempre tenía un kit de primeros auxilios a mano por si Dylan siquiera se rasguñaba jugando. Pero cuando su hermano mayor se iba por meses a la academia donde estudiaba, Dylan tuvo la oportunidad de jugar como un niño normal y entender que sangrar un poco no era la gran cosa.

Pero Dahlia ha tenido que estar siempre con Dominik...

No sabía si sentirme mal o bien por ella. Le sonreí un poco. La verdad es que a mí me hubiese gustado tener un hermano mayor, aunque quizás no uno extremadamente sobreprotector como Dominik.

—¿Y tienes novio, Dahlia? —quise saber con curiosidad, Will y yo nos reímos un poco al verla sonrojarse aun más.

—Nunca he tenido uno —susurró mientras tomaba las naranjas y las entraba en un jarrón de cristal. Me sorprendí un poco al igual que Will. Dahlia era demasiado hermosa, por dentro y por fuera, con solo hablarle y ver la bondad en sus ojos sabía que era un ángel.

—¿Y eso? —le preguntó Will mientras echaba hielo en el jarrón de las naranjas. Dahlia hizo una mueca y se recogió el cabello en una coleta alta.

—Nunca he sentido atracción hacia alguna persona —respondió mirando pensativa hacia la playa.

—Tal vez nunca te has dado la oportunidad de conocer bien a alguien —dije viendo cómo se movía el hielo luego de que Will echara distintas bebidas en el jarrón. Estaba preparando un aperol spritz. Dahlia se sentó a mi lado, sus ojos azules lucían perdidos, ausentes.

—No es eso. Tengo muchos amigos, pero no lo sé... es como si no sintiera... nada —confesó encogiéndose de hombros, me quedé pensativo. Dahlia tenía dieciocho años, ya en unos meses le tocaría entrar en la universidad, probablemente alguien allá la haga cambiar de opinión.

—Quizás te gustan las chicas —soltó Will despreocupado mientras servía varias copas. Dahlia hizo una mueca y negó.

—No, tampoco me atraen —se limitó a responder ella mientras tomaba una de las copas y le daba un trago. —Solo seremos yo, mis gallinas y mis galletas —murmuró haciendo que Will la mirara de reojo de una forma bastante graciosa, reprimí una sonrisa.

—Espera, ¿dijiste gallinas? —pregunté ahora creyendo haber escuchado mal, la castaña asintió con los ojos brillándole.

—Claro, mis gallinitas son las que me dan los huevos para las galletas —contestó sacando su celular y poco después mostrándome fotos de ella con algunas gallinas. Will la miraba como si estuviera loca mientras se aguantaba la risa. En cambio yo quedé fascinado por lo sencilla que realmente parecía ser la chica. Sonreí cuando vi fotos de ella tirada sobre paja y como con diez pollitos encima.

—¿Y dónde tienes esa granja? —pregunté sabiendo que Celine jamás la dejaría tener una granja en aquella mansión.

—Como a diez minutos de la casa. Niko me la regaló en mi cumpleaños 17 —su respuesta me dejó con una nueva pregunta.

—¿Niko? —pregunté, Dahlia sonrió con algo de ternura, parecía estar pensando en el tal Niko.

—Nikolai. Es uno de mis hermanastros —contestó tranquilamente, Will y yo arqueamos las cejas. Recordé que un hombre con ese nombre había llamado a Vladimir. No me había equivocado, ese era uno de sus hermanos. Pero definitivamente estaba asombrado, un mafioso regalándole una granja a su hermanastra...

Observamos a Will cargar una bandeja con las copas de aperol, tomé una y le di un sorbo mientras él se retiraba. Levanté un pulgar con aprobación sacándole una sonrisa antes de que se marchara. Nadie hacía mejores tragos que él.

—¿Y conoces a todos tus hermanastros? —le pregunté a Dahlia mientras me quitaba el papel del dedo que ya había dejado de sangrar, ella lo miró sorprendida.

—Sí, todos vienen en navidad y a veces cuando es el cumpleaños de Valentin —respondió viendo como Klaus y Harry se sacaban las camisetas para luego correr hacia la playa. Me quedé boquiabierto viendo que no solo eran los brazos, el hijo de Cameron y Dominik tenía tatuajes hasta en la espalda.

—Eso no suena muy de mafiosos —dije en voz alta lo que pensaba mientras regresaba mi atención a la chica a mi lado, Dahlia soltó una risita y tomó un sorbo.

—Quizás porque solo has visto a Vladimir. Los demás son completamente diferentes a él... o bueno, un poquito diferentes...  —declaró levantándose del banquillo, no pude disimular mi sorpresa. Ella sonrió. —No todos son así —añadió suavemente. Negué.

—O quizás no lo son delante de ti —respondí pensando que Dahlia debe ser la consentida de todos esos hombres. Hasta donde sabía, Vladimir solo tenía hermanos varones.

Ella se quedó pensando en aquello durante unos segundos, su expresión algo avergonzada delataba que en el fondo sabía que yo tenía razón. Que Vladimir sea el líder no significa que sus hermanos no sean parte de aquella vida.

—¡Vamos a bañarnos! ¡Hay que aprovechar el sol! —exclamó Aiden entrando en la cocina ya con su traje de baño puesto. Detrás de él vinieron Aaron, Cameron y David, este último se acercó a mí y pasó un brazo por mi cintura.

—¿No vas a bañarte? —preguntó en mi oído con curiosidad, negué.

—No, ni siquiera empaqué un traje de baño, prefiero disfrutar la vista —le dije al pelirrojo con calma, él frunció los labios y negó.

—Yo empaqué algunos por ti. Dylan dijo que estaríamos aquí hasta mañana... se te olvidó mencionar ese pequeño detalle así que tuve que pedirles que regresaran para buscar algo de ropa, por suerte estábamos cerca —susurró rápidamente sonando algo apenado, me rasqué la nuca mientras veía a los demás hablar. Ni siquiera yo sabía eso, creí que nos iríamos hoy mismo.

—Disculpa, no lo sabía. Puedes ir con los demás, tengo que hablar con Dylan un momento —dije mientras mirábamos como salían de la cocina en dirección a la playa.

—Está bien, pero quiero que te bañes conmigo, por favor —sonreí un poco incómodo por su insistencia, él había alzado un poco la voz ya que Aiden subió la música a todo volumen.

David me dio un beso en la mejilla y se marchó con los demás, cuando solo quedamos Dahlia y yo los dos subimos al segundo piso.

—Me voy a cambiar —dijo ella sonriéndome y caminando hacia una de las habitaciones, asentí y me dirigí hacia Dominik y Dylan al ver que estaban hablando al final del pasillo junto a uno de los ventanales.

—Dean, estaba poniendo a Dominik al día para ver si hacía entrar en razón a su desconfigurado amigo.

Me recosté de la pared junto a ellos y miré a Dominik esperando que dijese algo, pero él soltó un suspiro y se mantuvo mirando por la ventana.

—Lamento que hayas tenido que pasar por esto —dijo finalmente mientras me miraba, se veía apenado por las acciones de Vladimir aunque no eran su culpa. —Hablaré con él —agregó apretando suavemente mi hombro antes de retirarse con el ceño fruncido. Crucé los dedos deseando que Dominik pudiese convencerlo.

—¿Y bien? ¿Cómo terminaste viniendo con los guardaespaldas? —preguntó Dylan con curiosidad...

. . .

—Creo que el peor ha sido Zack, nunca entendí qué le viste a ese tipo —Celine y yo nos reímos después de que ella hiciera una mueca de asco al decir eso.

—Sabía tocar bien el bajo... —dije tratando de defenderlo, la mujer frente a mí arqueó una ceja, me reí. Zack fue uno de mis peores ex novios, se bañaba como una vez a la semana y parecía una chimenea de tanto que fumaba. Solo duramos un mes.

—Hiciste muchas obras de caridad con esos hombres —afirmé con la cabeza cuando dijo aquello. No podía estar más de acuerdo. A veces recuerdo el pasado y solo me pregunto en qué rayos estaba pensando.

—Hasta llegar a David —murmuré mientras le daba un sorbo a mi taza de café. Este era el segundo del día. Celine hizo una pequeña mueca que no pasé por alto. —Ay, no. ¿Tú también lo vas a criticar? —pregunté exasperado, ella abrazó sus piernas después de acomodarse mejor en el sillón y me miró algo sorprendida. —Todos se han vuelto expertos en el amor últimamente —le expliqué sacándole una pequeña sonrisa, ella negó lentamente.

—No iba a hablarte de si lo amas o no, creo que la respuesta es muy obvia. Pero sí tengo que decirte que te cuides. David no me da buena espina —me quedé tieso al escucharla decir eso mientras miraba más allá como estaban todos bañándose y disfrutando de la playa. Estábamos en el balcón de su habitación. Me preocupé. Celine tenía un radar para chicos malos que no fallaba nunca. Si ella decía que había algo malo con David, yo tenía que averiguar qué era, pero sí o sí encontraría algo.

—¿Y qué piensas de Vladimir? Ya debes estar enterada de lo que me hizo sin ninguna explicación lógica —dije ignorando el leve sentimiento de decepción que sentía hacia David. Celine devolvió su mirada grisácea a mí y le dio un sorbo a su té.

—Sí, lo sé. Hablé con Valentin pero me dijo que él no podía meterse en las decisiones de su hijo, que el mando lo tenía Vladimir y bla, bla, bla, en resumen, no quiere involucrarse, ya sabes cómo es a veces... —me sentí decaído cuando ella dijo eso rodando los ojos y luciendo algo molesta. —Pero, sé que esto no será algo permanente. Vladimir y tú han sufrido mucho, los dos todavía tienen demonios que los atormentan y aunque no lo creas, estoy segura de que tienen más cosas en común de las que piensas... —solté una risa cuando ella dijo esto último, sus ojos grises me miraban con calidez.

—¿Qué podríamos tener en común ese hombre y yo? —le pregunté mientras dejaba la taza sobre la mesita y me levantaba del sillón. Al ver hacia los demás noté que Vladimir se encontraba bastante alejado del resto mientras hablaba por teléfono.

—Que los dos siempre han tenido un vacío en su interior que nadie ni nada puede llenar —miré rápidamente a Celine cuando murmuró eso con tristeza. A pesar de que casi siempre nos contábamos todo, yo nunca le había mencionado absolutamente nada sobre el profundo sentimiento de vacío en mi interior. Ella sonrió un poco al ver mi expresión impactada. —Pueden lastimarse todo lo que quieran, pero eso no cambiará la verdad de que están hechos el uno para el otro.

Comencé a negar en cuanto oí eso. Negué con mucha violencia. Prefería quedarme solo por siempre, antes que estar con un tipo como Vladimir.

—Me niego, creo que esta vez sí estás equivocada —dije con más seguridad que nunca, ella se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.

—Puede que esté equivocada... o puede ser que no lo esté, el tiempo lo dirá —respondió mientras giraba la cabeza hacia el interior de la habitación. Yo también miré hacia allá cuando escuchamos la puerta abrirse. Valentin y Shelly habían entrado en compañía de un señor rubio de baja estatura y ojos negros.

—Mas tarde seguimos hablando —le dije mientras tomaba su taza vacía, ella asintió y luciendo un poco nerviosa caminó hasta la cama. Saludé a Valentin con una leve inclinacion de cabeza que él me regresó, Shelly me sonrió un poco cuando salí de allí bajo la atenta mirada del ruso.

Tras dejar las tazas en la cocina me quedé mirando como todos se divertían. Sonreí levemente y subí las escaleras otra vez para ponerme un traje de baño.

Al entrar en la habitación que compartiría con David, vi dos bolsas deportivas sobre la cama. Una de ellas era mía, saqué los trajes de baño que mi novio había empacado para mí y terminé decidiéndome por un pantalón corto color verde oscuro que contrastaba con mi piel. Saqué también unos lentes de sol y después de dejar mi celular en la cama caminé hacia la puerta.

Me detuve y miré otra vez hacia la bolsa de David que seguía en la cama.

Solté un suspiro y cerré la puerta con seguro antes de acercarme a la bolsa. La vacié por completo y me tranquilizó no encontrar nada más que ropa, bloqueadores solares y mis antidepresivos. Sentí algo de ternura al ver que había traído mis pastillas, probablemente por si las necesitaba.

Saqué una toalla del armario y caminé fuera de allí después de dejar todo intacto. Al bajar al primer piso me encontré con Klaus en la cocina. El adolescente me miró de arriba abajo sin ningún tipo de discreción, arqueé una ceja y me miré disimuladamente en el reflejo del refrigerador. ¿Acaso tenía algo raro?

Mierda, ¿y si había engordado?

—¿Quieres una bebida? —la pregunta del castaño de ojos verdes me hizo volver a mirarlo, él estaba mostrándome una botella de cerveza.

—No, gracias, ya no tomaré más alcohol por hoy —dije felicitándome internamente por mi determinación. Klaus asintió con una sonrisita. Miré cómo tenía todo el piso lleno de agua, su cabello goteaba al igual que su tatuado cuerpo mojado. —Bueno, me voy —le dije señalando la playa, él asintió con una mirada algo extraña.

Comencé a dar saltos cuando mis pies tocaron la arena caliente, prácticamente corrí hacia donde estaban los demás. Sin detenerme a verlos metí los pies en el agua fría y solté un suspiro de alivio.

Miré alrededor, Evie se había bajado los lentes de sol mientras me miraba con una gran sonrisa, todos se rieron cuando el flash de su celular delató que me estaba fotografiando. Yo también me reí y deseché la idea de que había subido de peso. Mis ojos se dirigieron hacia la derecha, Vladimir todavía estaba muy lejos de espalda a nosotros. Ignorando mis nervios me acerqué a David y tiré la toalla y los lentes encima de la manta sobre la que él estaba. Su silbido coqueto me hizo reír un poco.

Caminé hacia el agua y entré en ella mientras sentía mi cuerpo relajarse al segundo. Sumergí todo mi cuerpo y nadé hacia donde estaban Harry, Dylan y Cameron. Me aparté el cabello del rostro y tras abrir mis brazos y piernas floté alrededor mientras miraba el cielo azul. No podía escuchar nada más que el agua, sentía como mis músculos se relajaban.

Lancé un grito cuando Dylan y Cameron me hundieron acabando con mi paz, los dos estaban riendo como locos. Les tiré agua en cuanto me pude alejar de ellos. Nadé un poco lejos mientras miraba el agua cristalina.

—¿Por qué no vienes aquí Dylan? —grité con malicia llamando su atención, él me miró receloso. Dylan no sabía nadar, por lo que no podía pasar más allá de lo que sus pies podían tocar.

Nadé alrededor mientras me esforzaba por abrir los ojos bajo el agua salada, quería ver si encontraba alguna estrella de mar pero solo había arena...

Me reuní nuevamente con los demás cuando hicieron un trencito humano. Puse mis manos en los hombros de Harry y todos nadamos alrededor mientras sonaba la macarena. Luego de aquello comenzaron a salir para comer, tragué duro y pensé en quedarme aquí al ver que Vladimir había regresado. Se encontraba hablando con Dahlia y Klaus a pesar de que miraba hacia acá. No podía saber si me miraba a mí ya que tenía los lentes puestos, pero definitivamente sí estaba observando en esta dirección...

Sin darle más importancia nadé hacia la casa y en cuanto pude me levanté y arrastré mis pies por el agua. No pude evitar rodar los ojos al ver que Vladimir tenía una sonrisa cuando se sacó los lentes y me siguió con la mirada durante todo el camino a la tierra firme. Hice caso omiso de mi rostro caliente y tomé la toalla que me pasó David. Comencé a secarme mientras miraba las gotas de agua recorrer mis abdominales.

—Vamos adentro —le dije a David mientras le extendía una mano para que se levantara. Él me atrajo hacia su cuerpo mientras caminábamos, no me alejé y menos aun sabiendo que aquel ruso no me quitaba el ojo de encima.

No me sorprendía que él no se hubiese bañado en la playa, pero aun así sentía una espinita de decepción. Mi cerebro lo odiaba, pero mi cuerpo se encendía con solo imaginar lo que había debajo de esa ropa...

Contuve el aliento cuando pasó a nuestro lado con la vista al frente. Me quedé mirando su ancha espalda hasta que lo perdimos de vista al ir hacia las duchas exteriores para quitarnos la arena y el agua salada. Cuando caminamos hacia el comedor llevé a David hasta uno de los asientos del medio sabiendo que Vladimir se sentaría en una de las cabeceras.

Y así mismo fue. Me sentí más tranquilo al estar unos cuantos asientos lejos de él.

Miré con muchas ganas toda la comida que había en la mesa, no le hice mucho caso al hombre vestido de chef que comenzó a explicarnos lo que había traído. En cuanto terminó de hablar nos comenzamos a servir. Eché en mi plato un poco de puré de papas bañado en salsa, un corte de carne que no supe identificar y unos espárragos. Me sentí feliz mientras comía y hablaba con los demás. Ese chapuzón en la playa me había hecho olvidar por un momento todas las desgracias.

Los únicos que no estaban aquí eran Valentin, Shelly y Celine, supuse que seguían arriba con el doctor del que Dylan me habló hace un rato. Una de las cosas que más deseaba en el mundo era que la madre de mi mejor amigo se recuperara, no solo porque era mi amiga, sino más bien porque sabía que Dylan no soportaría perderla.

. . .

—¡Y el ganador eeeees Vladimiiir Sokolooooov! —gritó Abigail mientras levantaba con ambas manos uno de los brazos del ruso, el cual le había ganado a Dylan en la batalla de shots.

Desde que Abigail llegó nos obligó a jugar esto. Que más bien ha sido un "Todos contra Vladimir". No sabía cuántos shots de tequila llevaba el ruso pero se veía tranquilo y sobrio, como si hubiese estado tomando agua. Miré a los demás, se veían un poco idos pero todavía podían mantenerse en pie. Me reí un poco e ignoré la mirada de Vladimir, tal y como he estado haciendo toda la tarde y noche.

—Solo queda un último oponente —mi risa se cortó en cuanto Abigail me miró con sus diabólicos ojos azules. —Dean, cariño, acércate más —negué cuando me pidió aquello.

—Te dije que no jugaría —le repetí con incomodidad. De vez en cuando sentía un poco de mareo, como si todavía quedaran restos de lo que me pasó anoche, o tal vez era solo por el viaje.

—Huele a cobarde por aquí —soltó Harry oliendo mi cuello, todos soltaron un "uhh" que me hizo rodar los ojos. Vladimir solo se limitaba a mirarme fijamente.

—Tú puedes, amor —me animó David también. Suspiré y asentí. Todos gritaron animándome mientras que Vladimir solo sonrió un poco aunque me miró con algo de duda.

—¿Estás seguro de esto? —me preguntó cuando estuve sentado frente a él, su voz sonó un poco ronca e íntima, arqueé una ceja. Vladimir ya ha tomado demasiado, quizás caiga con dos o tres shots más.

—Deberías preguntarte eso a ti mismo —contesté su pregunta agradeciéndole al cielo que hoy no tomé más que unos cuantos sorbos de la bebida que hizo Will. Todos gritaron nuevamente, estaban boquiabiertos y riéndose. Vladimir miró hacia abajo mientras se reía también.

—¡Pelea, pelea, pelea! —gritó Aiden siendo seguido por todos los demás. —¡Tú puedes, Dean! —exclamó masajeando mis hombros mientras Shelly servía diez shots de tequila, cinco para cada uno.

—¡Hagan sus apuestas! —dijo Dahlia con un cuadernito en las manos. Todos le susurraron al oído sus respuestas.

—¡V-Vamos, De.. D-Dean! —exclamó Dylan con las mejillas coloradas y arrastrando las palabras. Todos comenzaron a gritar mi nombre apoyándome, Vladimir lucía impasible.

Le quité el cuaderno a Dahlia cuando terminó de apuntar y los miré a todos con indignación al ver que absolutamente nadie había votado por mí, ni siquiera David.

—Traidores —dije mientras agarraba uno de los shots al igual que el ruso.

—Lo sentimos, Dean, pero las cosas como son —soltó Cameron luciendo algo mareado, negué y miré a Abigail.

—¡Primera ronda! —dijo la rubia haciendo que nos tomáramos el shot. Hice una mueca cuando lo probé y me removí como una lombriz al sentirlo quemar mi garganta. En cambio, Vladimir solo frunció el ceño un poco. —¡Segunda ronda! —exclamó Abigail de inmediato. Tomé otro shot y me lo tomé haciendo otra mueca, puse el vasito con fuerza en la mesita.

Vladimir tenía una sonrisa, ni siquiera me fijé en qué momento se lo había tomado.

Me sentía acalorado y mareado, sabía que si me tomaba otro iba a caer rendido delante de todos. De un momento a otro solo podía ver la sonrisa doble de Vladimir.

No supe más de mí cuando mi cuerpo se fue hacia atrás a la vez que escuchaba a todos llamarme con preocupación...

. . .

Cuando abrí los ojos noté que me encontraba en la cama, con el pijama puesto. Miré a mi lado pero no encontré a David. Me senté a la vez que presionaba el interruptor a mi lado encendiendo todas las luces. Me dolía un poco la cabeza. Lo último que recordaba fue haber entrado en el estúpido juego de Abigail aun sabiendo que yo no toleraba para nada el tequila.

Miré la hora en mi celular, eran las 9:16 de la noche. Tenía sueño pero sabía que no volvería a conciliarlo.

Me puse las pantuflas que estaban frente a la cama y salí de la habitación. Podía escuchar las voces de todos en el primer piso. Cuando bajé me sorprendió verlos bien vestidos. Miré de reojo a Vladimir, el cual estaba sentado en el sofá hablando con Shelly, su mirada hizo contacto con la mía por unos segundos hasta que la aparté al notar que Dylan venía hacia mí.

—¿Qué fue lo que pasó? —le pregunté cruzándome de brazos, él se rio un poco. Todos se veían muy lúcidos, como si no hubiesen estado tomando.

—Te desmayaste después de dos shots —me explicó entre risas, resoplé.

—Probablemente hay gente en el mundo que no aguanta ni uno —puntualicé con triunfo, él asintió con una expresión sarcástica.

—Ve a cambiarte, iremos a comer fuera —me ordenó ahora mirando hacia las escaleras por donde venían bajando Valentin y Celine.

—Me quedaré, todavía no me siento del todo bien  —dije rápidamente, él me observó con escrutinio pero después sonrió maliciosamente. No mentí, todavía me sentía un poco mal.

—Vladimir también se quedará así que piénsalo otra vez, ¿no nos quieres acompañar?

Lo pensé por unos segundos y asentí. Solo tendría que encerrarme en la habitación y no salir hasta que ellos regresaran o hasta mañana. No me sentía lo suficientemente bien como para ir a cenar y socializar.

Me acerqué a David, él estaba hablando con Harry. Le agradecí en silencio al castaño ya que parecía ser el único de mis amigos que no había prejuiciado a mi prometido, tanto él como los mas jóvenes.

—Discúlpame, Harry —le dijo el pelirrojo con mucha educación antes de acercarse a mí. Arqueé ligeramente una ceja al notar que con solo dos días aquí ya estaba tratando de imitar nuestro acento. —¿Te sientes mejor, amor? —preguntó tocando mi rostro suavemente, asentí. —Tuve que bañarte, todavía tenías algo de arena y sabía que no podrías dormir así —me explicó mientras miraba el pijama que me había puesto, unos pantalones anchos de satin y una camiseta gris de algodón.

—Gracias, no sé qué me pasó —le dije mientras caminábamos hacia las escaleras, él me miró de reojo.

—Te ves muy estresado últimamente, probablemente eso influyó —me sorprendí cuando dijo eso.

—Me quedaré descansando, no iré con ustedes —le dije mientras subíamos las escaleras, él se quedó pensativo pero luego asintió. Me quedé observándolo, ¿por qué le dará mala espina a Celine?

Cuando volví a mirar a Vladimir descubrí que nos estaba observando, lo miré mal haciendo que arqueara una ceja.

—Te acompañaré a la cama —dijo David haciendo que devolviera mi atención a él.

—No, no te preocupes —repliqué al ver que ya estaban comenzando a salir de la casa. David suspiró y me dio un beso que le correspondí sin ganas.

—¡Bye, Dean! ¡Te traeremos sopa! —exclamó Evie mientras agitaba una mano, le sonreí y le regresé el gesto de despedida.

David me dio otro beso y se apresuró en bajar los pocos escalones que habíamos subido. Cuando la puerta se cerró miré hacia Vladimir.

—Qué mal actúas —dijo con seriedad mientras miraba hacia la puerta por donde había salido David.

—Qué pendiente estás —contraataqué con burla mientras subía las escaleras, alcancé a escucharlo bufar.

—Buenas noches, Dean —dijo mientras miraba su celular. No le respondí y seguí subiendo.

Cuando llegué a la habitación me senté en la cama y la confusión se volvió a apoderar de mí al recordar que Vladimir conocía mi segundo nombre, cosa que pocas personas sabían.

Ignorando el cómo consiguió esa información y el hecho de que estábamos solos en esta casa, me acosté y me cubrí con las sábanas hasta la cabeza.

Estuve alrededor de media hora dando vueltas en la cama. Sabía que sería difícil volver a dormir y más ahora que tenía una duda que solo Vladimir podría aclarar.

Me acerqué al bolso de David y saqué mis antidepresivos, los cuales siempre me habían hecho dormir en las nubes. Bajé para buscar agua y casi me salto un escalón por la sorpresa de ver que Vladimir seguía en el mismo lugar de antes mientras escribía en su celular. Él levantó la vista por unos segundos pero luego volvió a clavarla en lo que estaba haciendo.

Pasé de él y fui a la cocina. Tomé un vaso de agua y saqué tres pastillas del frasco color naranja. Me las tomé mientras me distraía leyendo mi nombre en la etiqueta del envase.

Regresé a la habitación nuevamente sin siquiera mirar a Vladimir.

Cuando estuve bajo las sábanas otra vez, recordé con pesar que había dejado las pastillas en la encimera. Cerré los ojos cuando me dio flojera bajar a buscarlas aunque sabía que debía hacerlo, ya que si las dejaba ahí abajo Dylan las podría ver, y él no sabía que todavía debía tomarlos de vez en cuando.

Luché por mantener mis ojos abiertos cuando se me comenzaron a cerrar de un momento a otro, sentía que mis párpados pesaban una tonelada.

Supe que algo andaba mal cuando mi corazón comenzó a acelerarse de repente como nunca antes en mi vida y mi piel pasó rápidamente a estar tan fría como la de un muerto. Me levanté de la cama con nerviosismo enredándome con las sábanas y cayendo de cara al piso.

Tenía taquicardia, cosa que mis pastillas nunca antes me habían provocado, incluso cuando solía beberlas con alcohol en mis tiempos de locura y desesperación mental.

Me arrastré hacia la ahora borrosa puerta y tuve que hacer un gran esfuerzo por alcanzar el pomo y girarlo.

—¡V-Vla... V-Vladimir! —no tenía fuerzas para gritar. Sentía que la taquicardia estaba pasando a ser una especie de infarto o algo así. Tenía una opresión en la garganta, como si alguien me estuviese estrangulando.

Me arrastré hacia las escaleras y rodé por ellas, sentía que mi vida dependía de llegar al primer piso lo más pronto posible.

—¡Dean! —me alivió escuchar la voz de Vladimir cuando llegué abajo con el cuerpo adolorido. En mitad de la confusión lo vi agacharse a mi lado y lo sentí darme palmaditas en las mejillas mientras me miraba preocupado. —¿Qué diablos te metiste? —me preguntó con molestia mientras seguía remeneándome para que reaccionara pero no podía ni mover un dedo. Mi corazón estaba al límite.

De repente me abrió la boca y pude sentir sus dedos casi en mi garganta haciéndome tener arcadas, en cuanto los sacó vomité como loco mientras él me observaba. Estuve un buen rato vomitando hasta que ya no quedó nada más en mi estómago, me sorprendía no haber vomitado mis intestinos también.

Todavía seguía mareado pero mi corazón ya no se sentía a punto de romperse. No tenía fuerzas ni para reprochar cuando Vladimir me cargó en sus brazos. Quería decirle que se iba a ensuciar pero aquello no parecía importarle. Me llevó hacia la que supuse que era su habitación en el primer piso. Todo mi cuerpo estaba temblando del inmenso frío que sentía. Me pegué más de su cuerpo que ahora mismo me parecía la cosa más cálida del mundo. Él abrió la puerta del baño ágilmente sin soltarme y entró en la ducha, no podía ver su expresión ya que tenía mi rostro muy pegado de su pecho. Sentía que si me alejaba de su caliente cuerpo me moriría del frío. Lo abracé más fuerte cuando abrió la llave y del techo nos cayó agua tibia. Cerré los ojos y dejé que el agua fuera calmando poco a poco los espasmos que daba mi cuerpo.

No sabía por cuánto tiempo estuvimos así, pero solo abrí los ojos cuando sentí que no estaba a punto de morirme. Miré a Vladimir, él me estaba mirando fijamente, pude identificar algo de verdadera preocupación en sus ojos. Todavía seguía en sus brazos.

—P-Puedes b-bajarme —le dije después de unos minutos de mirarnos el uno al otro. No podía describir la seguridad y la confianza tan grande que sentía hacia él en este momento. Me sentía a salvo.

Vladimir me miró con duda pero me bajó con cuidado, tuve que agarrarme a uno de sus brazos cuando mis piernas se doblaron y casi caigo al piso, él me sostuvo por la cintura, pegué mi frente de su cuerpo y quise echarme a llorar por la impotencia de no poder siquiera controlar mis piernas.

—Dean, ¿qué fue lo que te metiste? Tienes que decirme para poder ayudarte —cuando él dijo eso no pude evitar mirarlo con confusión mientras seguía luchando contra mis párpados. ¿Por qué seguía preguntándolo así? "¿Qué fue lo que te metiste?", aquello sonaba como si hubiese hecho algo ilegal.

—Solo me tomé mis antidepresivos —dije mientras trataba de sacarme la camiseta sucia de vómito pero sus manos me lo impedían, él me miraba con incredulidad, fruncí el ceño. —Están en la cocina, puedes ir a verlos tú mismo —mascullé con indignación, él juntó los labios en una línea y me sacó la camiseta con una mano. Me avergonzó un poco que viera lo duros que se pusieron mis pezones cuando el agua me tocó. Cerré los ojos y dejé que el agua recorriera mi cuerpo.

Cuando dejé de sentir las gotas abrí los ojos y miré al ruso empapado, me sentí un poco culpable al ver que había entrado a la ducha todo vestido. Él ignoró mi mirada y me cargó en su hombro, me dejé llevar ya que no podía ni caminar por mi propio pie. Él me envolvió en una toalla y me dejó sobre la cama. No dije nada al verlo salir de la habitación sin siquiera mirarme.

Comencé a temblar nuevamente y el frío regresó. Me distraje cuando Vladimir volvió a la habitación de inmediato mientras me mostraba el frasco de pastillas.

—¿Son estas? —preguntó a la vez que vaciaba todo el contenido en una de las mesitas de noche.

—S-Sí —susurré mientras mi corazón volvía a acelerarse al verlo oler una de las pastillas.

—¿Cuántas te tomaste? —me preguntó ahora mientras leía la inscripción en el frasco.

—Tres, como siempre lo he hecho. No son tan fuertes —respondí todavía confundido, noté algo de molestia en él cuando le dije la cantidad.

Ahogué una exclamación cuando pulverizó las pastillas con el frasco vacío, poco después agarró un poco del polvo entre los dedos mientras lo olía. Lo miré con auténtica confusión. Él me miró con una seriedad que me puso los pelos de punta, luego soltó un largo y pesado suspiro.

—Esto es cocaína.

—¿C-Cómo d-dices? —pregunté estupefacto sin poder creer lo que acaba de salir de su boca. Su expresión seria seguía intacta. —E-Eso n-no es p-posible, m-mi psiquiatra m-me las dio, llevaba a-años con e-ellas y n-nunca había p-pasado e-esto —dije rápidamente trabándome con mis propias palabras, Vladimir me echó una última mirada antes de desaparecer otra vez por la puerta.

¡No te vayas! Quise gritar eso al sentir miedo de estar solo.

Me clavé las uñas en las palmas conteniendo mi temor mientras miraba todavía el polvo blanco. ¿Cómo era posible? He usado esas pastillas desde los 19 años y el peor efecto que tenían en mí era que me provocaban mucho sueño.

Vladimir entró en la habitación con un pequeño maletín en las manos, era parecido al que la chica del café le dio hoy. Solo que este era azul y no negro. Lo observé ponerle la clave al cerrojo tras colocarlo junto a mí, cuando se abrió miré lo que había dentro. Unas jeringas, unos frascos con una sustancia en ellos, unas tiras de papel blancas, algodón y alcohol.

—¿Q-Qué es e-eso? —le pregunté con temor al verlo vaciar en la jeringa uno de los pequeños frascos transparentes. Vladimir me miró inexpresivo y me limpió un hombro con el algodón y el alcohol.

—Te hará sentir mejor —respondió y antes de que dijera algo más introdujo la aguja en mi hombro y vació todo el contenido. —No te duermas —escuché su voz a lo lejos mientras mis ojos me pedían a gritos que hiciera todo lo contrario.

Las palmaditas de Vladimir en mi mejilla me hicieron reaccionar. Lo miré, él seguía frente a mí empapado de la cabeza a los pies.

—Estás equivocado, eso no puede ser lo que dijiste que era —dije sin siquiera poder llamar esa cosa por su nombre. Para mí, las drogas ilícitas eran innombrables, impensables, por lo que me está volviendo loco la idea de que todavía algo de eso está dentro de mi cuerpo contra mi voluntad. ¿Qué hubiese pasado si Vladimir no hubiera estado aquí? Habría muerto, esa es la verdad.

El ruso me miró fijamente antes de tomar una de las tiras de papel que había en su maletín y la acercó al polvo en la mesita de noche. Lo miré en silencio mientras parecía untar el polvo en la tira. Un minuto después el papel adquirió un color azul turquesa en la zona donde había puesto el polvo.

—Es cocaína, y una de muy mala calidad —dijo sintiéndola otra vez en sus dedos. Ni siquiera preguntaré por qué sabe tanto de eso.

—Esto no tiene sentido —murmuré más para mí, estaba demasiado confundido. Él se encogió de hombros mientras cerraba el maletín después de desechar la jeringa y el frasco.

—Antes de hoy, ¿cuándo fue la última vez que las tomaste? —me preguntó con curiosidad aunque por su mirada molesta era como si supiera la respuesta a todo esto. No creerá que quise consumir eso a propósito, ¿o sí?

—Hace como cuatro meses, no recuerdo bien —respondí haciendo un esfuerzo por recordarlo mientras agarraba con fuerza la toalla.

—¿Alguien más tenía acceso a ellas? —me interrogó con calma.

—Probablemente la chica que limpia mi casa y...

Me callé y me quedé mirando el piso. Por supuesto...

Aunque al principio me pareció tierno el gesto de que David trajera mis pastillas, si lo pensaba más a fondo, era un tanto extraño. No había necesitado las pastillas en meses y apenas le había hablado a mi prometido sobre ellas.

—¿Por qué pensaste que fue él quien me drogó anoche? —pregunté en un susurro con los ojos llenos de lágrimas, ni siquiera mencioné su nombre, pero la mirada nada sorprendida de Vladimir me decía que desde el principio sabía que esto era cosa de David.

La decepción que sentía en este momento era incomparable. Me sentía como el ciego tonto al que todos le dirían otra vez "Te lo dije".

—Uno de mis guardias lo vio dándose un pase antes de la fiesta... —sentí una punzada en el corazón cuando Vladimir confesó eso. No tenía ni idea de que David estaba drogado... Pensándolo bien, ni siquiera me fijé mucho en él. Con razón me puse tan mal hace un rato. Si sumaba lo de anoche, más todo el alcohol que tomé hoy y encima tres de esas pastillas... Me sorprendía seguir consciente.

Sentía humillación y vergüenza de que Vladimir supiera todo este tiempo la clase de persona que era David mientras que yo seguía defendiéndolo de todos los que lo criticaban.

—¿Por qué no me lo dijiste? —quise saber mientras temblaba un poco, todavía sentía mi cuerpo helado.

—No me meto en esas cosas, Dean. Además, ¿me hubieses creído? —no respondí aquello mientras lo veía ir hacia el baño. Tenía razón, no hubiera creído aquello para nada, ni siquiera le creí cuando dijo que David sabía algo de mi estado la noche anterior.

Miré en su dirección. Gracias a la puerta entreabierta del baño pude ver cómo se quitaba el polo para luego exprimirlo en el lavamanos, el frío se apaciguó un poco cuando me fijé en su exquisito cuerpo, todos los músculos de su torso y de su abdomen se veían bien trabajados. Me había equivocado, la ropa no dejaba ver ni una cuarta parte de lo que había debajo...

Con la boca seca aparté la vista rápidamente cuando él salió del baño con una toalla en los hombros.

—¿Y qué vas a hacer? —vi de reojo como regresaba al baño después de tomar algo de ropa.

—No tengo ni idea —respondí con total honestidad.

Si esta situación hubiese pasado con alguno de mis ex novios, habría terminado la relación al instante. Pero terminar con David podría ser algo sencillo al principio... Pero no sabía qué consecuencias podría traer para mi ahora casi inexistente carrera. La mayoría de la gente estaba a favor de él, así que probablemente acabar la relación hará que muchas revistas y periódicos sedientos de atención me culpen por todo.

—¿Sigues sin querer regresarme mi vida? —le pregunté con molestia al ruso, él salió del baño completamente vestido. Miré su camiseta blanca y agradecí estar cubierto con una toalla cuando mi cuerpo reaccionó al ver el pantalón gris de dormir que se había puesto, a pesar de que le quedaba holgado, se notaba lo bien dotado que estaba el gran hombre. A veces tenía recuerdos fugaces de la noche en la que vi su miembro por unos cinco segundos hace 18 años. Si así era antes, no me imagino cómo estará ahora...

Es un maldito. Esa sonrisita casi imperceptible que tenía delataba que se había puesto ese pantalón a propósito.

—Una cosa no tiene que ver con la otra —respondió mi pregunta mientras se recostaba de la pared frente a mí, me esforcé por mirarlo a la cara y arqueé una ceja. Casi muero en sus brazos y ni siquiera eso pareció ablandar su corazón de piedra. —Quédate ahí, limpiaré tu desastre antes de que lleguen los demás —dijo después de mirarme, traté de levantarme de la cama pero al instante me tuve que sentar. Todavía seguía demasiado débil. —Te vas a sentir peor antes de mejorar —me advirtió mirándome con atención, no dije nada cuando segundos después salió por la puerta.

Cerré los ojos finalmente sucumbiendo al peso en mis párpados y sentí como mi cuerpo se desplomaba sobre la cama. Y antes de siquiera pensarlo me había dejado llevar por el sueño y el cansancio...

. . .

Me levanté de golpe mientras sentía mi cuerpo temblar del frío, estaba bañado en sudor. Miré alrededor, todo estaba oscuro excepto por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Cuando miré a mi lado casi me da un infarto al ver a Vladimir durmiendo. Iba a levantarme pero estaba temblando frenéticamente. Recordé todo lo que pasó y busqué con la mirada algún reloj, pero ni siquiera tenía mi teléfono cerca.

—Vladimir, Vladimir... —lo llamé pero él parecía estar demasiado lejos, lo removí un poco hasta que finalmente sus ojos comenzaron a abrirse. —A-Algo m-me e-está p-pasando —dije asustado, él se reincorporó de inmediato, le mostré mis manos exageradamente temblorosas y frías, él las agarró y lanzó un suspiro. Las suyas estaban muy calientes lo cual se sintió como un alivio momentáneo. Por alguna razón sentí un gran cosquilleo en el estómago.

—Estás demasiado frío todavía aunque este lugar está como un horno —masculló tocando mi frente, cerré los ojos con satisfacción cuando su mano la cubrió toda. Fruncí el ceño y abrí los ojos al sentir frío también en las piernas.

—¿Por qué estoy en ropa interior? —le pregunté con fastidio al ver que solo tenía mis boxers puestos, sus ojos color miel me observaron un poco divertidos.

—Tenías el pantalón mojado, por eso te lo quité —explicó todavía con una mano en mi frente dándome calor, rodé los ojos e ignoré la vergüenza que me provocó saber que me ha visto casi desnudo.

—¿Y los demás? ¿Todavía no han llegado? —pregunté algo preocupado de que me encontraran aquí con él, y encima sin ropa.

—Llegaron hace como diez minutos.

—¡¿Qué?! —grité automáticamente al escuchar eso, él me miró mal por alzar la voz, pero después de eso lucía demasiado relajado para mi gusto. Si esto era una broma, no me hacía ni un poco de gracia.

—Les dije que estabas durmiendo —agregó agarrando nuevamente mis manos.

—¿Y qué le dijiste a David? —pregunté al imaginarme qué habrá pensado al no encontrarme en la cama. —No le habrás dicho lo que pasó, ¡¿o sí?! —dije entrando en pánico, él me miró con cara de póker y negó.

—¿Había que darle alguna explicación a ese tipo? —preguntó recostándose y atrayéndome hacia su cuerpo. Me quedé de piedra al tenerlo tan cerca.

—¡¿Qué crees que haces?! —vociferé mientras trataba de alejarme de él pero sus brazos no se movieron ni un centímetro, todo mi cuerpo había entrado en calor al instante.

—Tienes frío, ¿no? —dejé de moverme al escuchar eso, él se veía bastante serio. Podía sentir cómo el calor de su cuerpo me envolvía, su respiración tranquila me estaba comenzando a relajar.

—Tengo que ver a David antes de que comience a buscarme —susurré sabiendo que lo último que deseaba era alejarme de su cálido cuerpo.

—Cálmate. Llegó tan borracho que no podría diferenciar una almohada de ti —su respuesta me hizo rodar los ojos. Tenía mi mejilla pegada de su camiseta, me estremecí al sentirlo acomodarse un poco mejor sin soltarme.

—Me amenazaste, no quiero tener nada que ver conti...

—Sabes que no lo hice —me interrumpió con tranquilidad, mis mejillas y mis orejas se calentaron. Este ambiente era distinto, se sentía demasiado íntimo e iba más allá de la tensión sexual.

—Te sigo odiando —me pareció necesario recordarle eso mientras mis ojos se iban cerrando nuevamente.

—Y yo a ti, esto no significa nada —su respuesta me hizo reír un poco ya que no tardó ni un milisegundo en contestar.

—Exacto, no significa nada —repetí ya con los ojos cerrados, pude sentir como me cubría con las sábanas. —¿Por qué tienes ese maletín? —le pregunté sin aguantar la curiosidad aun sabiendo que probablemente no me gustará la respuesta. —¿Acaso tú...

—No, no consumo esas cosas —me interrumpió secamente, dejé salir el aire que no sabía que estaba conteniendo. ¿Por qué rayos me aliviaba escuchar eso?

Pero, quizás él no lo consuma pero definitivamente tiene algún tipo de negocio con eso...

Abrí los ojos de repente cuando escuchamos fuertes toques en la puerta, me alejé de él y miré hacia allá con temor.

—¡Vladimir, abre la puerta! —escuchamos a David gritar eso al otro lado, sonaba bastante borracho. Eso explica por qué tiene el valor de hablarle así al hombre a mi lado.

Cuando miré a Vladimir él parecía estar esperando una respuesta de mi parte. Suspiré, no quería ver a David, me sentía con ganas hasta de pegarle porque gracias a él me sentía tan mal y había llegado a esto. Sabía que debía hablarle sobre lo que sucedió, pero ahora mismo no tenía los ánimos ni la disposición para eso. Al parecer Vladimir entendió el mensaje ya que se levantó y abrió un poco la puerta.

—No quiere hablar contigo —alcancé a escuchar como le dijo aquello fríamente antes de cerrarle la puerta en la cara sin dejarlo responder. No me sentí mal. Se merecía eso y más.

Después de aquello solo escuchamos silencio del otro lado. Cuando Vladimir regresó a la cama me acosté un poco lejos de él dándole la espalda. Aunque sea un completo idiota, todavía seguía comprometido con David, y por más que me guste estar cerca de Vladimir, eso no era lo correc...

Dejé de pensar en eso en cuanto Vladimir me atrajo hacia su cuerpo nuevamente, me quedé escuchando los tranquilos latidos de su corazón mientras que el mío estaba bastante acelerado. Esta vez ni siquiera alcancé a cerrar los ojos porque escuchamos como introducían una llave y posteriormente abrían la puerta.

Me quedé impasible cuando entraron Will, Dylan, Dominik, Cameron, Shelly, Abigail, Harry y por supuesto, un molesto David. Todos lucían asueñados y hartos de la vida hasta que nos miraron mejor cuando David encendió las luces. Ni siquiera me aparté de Vladimir a pesar de las miradas incrédulas de todos, luego noté cómo sus ojos iban a la mesita que todavía tenía polvo blanco en ella. Lancé un suspiro sin alterarme ni un poco. Estaba demasiado cansado como para volverme loco por lo que podrían o no estar pensando de mí en este momento.

—Esto no es lo que parece —les aseguré mientras me sentaba en la cama alejándome del ruso, todos quedaron boquiabiertos al ver que no tenía nada arriba, supuse que se morirían si me levantaba y veían que estaba solo en boxers. Miré a David con seriedad, él tenía sus encolerizados ojos en Vladimir, el cual se veía sumamente tranquilo aunque era inquietante la forma en que miraba al pelirrojo...

Tuve un escalofriante deja vú.

Esa misma mirada era la que tenía aquella noche cada vez que iba a matar a alguien...

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