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Celebremos

Dean

Un tenso silencio se apoderó de la habitación mientras Vladimir esperaba mi respuesta a su inesperada pregunta. Yo estaba demasiado sorprendido e incluso algo atemorizado para articular palabra alguna. Definitivamente, debía mentir. No podía decirle que sí, que estaba profundamente enamorado de él, faltando así a su absurda cláusula que no fue impedimento para que mis sentimientos por él crecieran.

Mi cabeza latía con intensidad, y mis manos temblaban ligeramente a causa de la ansiedad. Mis ojos no se habían apartado de los suyos; temía que si desviaba la mirada, él interpretaría eso como una muestra de nerviosismo y, por ende, una confirmación a su pregunta. ¿Por qué me tuvo que preguntar eso ahora? ¿Acaso pensaba cancelar todos los planes de la boda si le decía la verdad? ¿Y si esta era su venganza? Sin duda, yo sería el hazmerreír de todo el mundo si cancelaba la boda a estas alturas. Nadie me tomaría en serio, y definitivamente todos creerían que yo era el problema en todas mis relaciones; los medios me comerían vivo.

Mi mente se quedó en blanco cuando, de repente, se comenzó a reír. No dije nada mientras su risa llenaba la habitación, interrumpiendo el incómodo silencio. Permanecí inmóvil, sin siquiera pestañear, observándolo detenidamente sin tener claro qué esperar de su reacción.

—Estoy jugando, relájate. Está claro que todavía me odias —soltó con algo de burla, permitiéndome respirar otra vez. Aunque solté una risa nerviosa, mis ojos se clavaron en el piso, intentando procesar sus palabras. ¿Realmente fue solo una broma? Levanté la mirada hacia él y me quedé helado al notar todo el sarcasmo escrito en su expresión; apenas podía contener una sonrisa burlesca.

En ese instante, la verdad relució ante mis ojos, y comprendí cuán equivocado había estado. Todos tenían razón, él está plenamente consciente de mis sentimientos. Entonces, ¿por qué fingía no saberlo? ¿Es porque sus socios ya me conocen, o se debe a la indecente propuesta que me hizo hace unas horas?

Me asaltó la sospecha de que tal vez estaba esperando a que cayera en sus brazos antes de echarme en cara que incumplí la cláusula. Esto es solo parte del juego de manipulación que quería tener conmigo.

—Qué bueno que lo sabes —respondí fríamente, siguiéndole la corriente. Le enseñaría que dos pueden jugar el mismo juego. Pretendería continuar haciéndome el indiferente y le seguiría la mentira hasta que esos doce millones de dólares estuviesen seguros en mi cuenta. Incluso si él decidía cambiar de opinión y me encaraba por mis sentimientos, negaría por completo que lo amo. Me mantuve sereno mientras él me sonrió levemente, consciente de que los dos jugaríamos a ser hipócritas, ignorando completamente lo que estaba sucediendo aquí.

—Me voy a dar un baño, ¿vienes? —rodé los ojos cuando hizo esa pregunta mientras caminaba hacia el baño y levantaba su mano que había comenzado a sangrar nuevamente. Una risa escapó de mis labios cuando asomó la cabeza por la puerta al darse cuenta de que no lo seguía.

—Dime cómo te hiciste eso y lo consideraré —respondí, dejándolo bastante sorprendido. Sabía que no me diría la verdad, por eso me arriesgué de tal forma.

—Estaba en un bar con unos amigos. Un tipo intentó sobrepasarse con la esposa de uno de ellos, discutimos un poco, las cosas se calentaron, me tiró una botella y hubo una pequeña pelea... —explicó con calma, avanzando hacia mí con una mirada que se volvía más sombría con cada paso. Contuve el aliento, mi corazón latía acelerado. Para mi sorpresa, sus ojos mostraban honestidad. Maldición. —Ahora, Hadriel... vamos a bañarnos... —susurró, llegando a mí con los ojos encendidos en deseo y enterrando una mano entre mis rizos.

—Dije que lo consideraría, no que aceptaría... —murmuré sintiendo el calor recorrer mi cuerpo. Vladimir arqueó una ceja y justo cuando se disponía a besarme, me alejé ágilmente y corrí hacia la puerta. —Dylan me está esperando, así que ese baño será en otro momento —añadí con una sonrisa divertida, pero él lucía completamente serio e incluso algo molesto. Le sonreí aún más y salí de la habitación. Me recosté de la puerta en cuanto la cerré y me llevé una mano al pecho, mientras nos imaginaba en aquel baño, desnudos. ¿Cuánto más podré resistirme a la tentación? Pero, sobre todo, ¿cuánta paciencia le quedaba a Vladimir?

Me encaminé hacia la sala de cine, pero me extrañó no ver a nadie en ella cuando llegué. ¿Ya se fueron a dormir? Un poco intrigado, bajé al primer piso al escuchar algunas voces. Me alivió notar que Yakov ya no estaba en el comedor, pero sí me sorprendió volver a escuchar las voces de mis amigos en la cocina. Al adentrarme en ella, los encontré a todos alrededor de una de las encimeras. Me relamí los labios al ver que estaban comiendo s'mores. Me reí cuando vi la cara de placer de Alina mientras comía. No me asombraba del todo lo bien que parecieron llevarse los rusos con mis amigos. Sus risas y voces habían cambiado por completo el ambiente en esta casa, convirtiéndolo en uno más cálido y acogedor.

—¿Quieres un poco? —me preguntó Viktor con una sonrisa, extendiéndome una galleta con chocolate y malvaviscos derretidos. Asentí sin dudarlo y me la llevé a la boca.

—Esto es tan hermoso, parece el escenario de una película de navidad —todos dirigimos nuestras miradas hacia Harry cuando dijo aquello, observando cómo la nieve caía en el exterior. Dylan frunció el ceño y se abrazó a sí mismo cuando el castaño corrió una de las puertas y salió, para luego dejarse caer en la nieve y crear un ángel con sus brazos y piernas. Sonreí un poco al ver que Cameron y Alina también se animaron a salir. 

—Siguen borrachos, ¿verdad? —les pregunté a Dylan y a Viktor al observar cómo comenzaron una guerra de bolas de nieve ahí afuera, totalmente ajenos a la baja temperatura. Ambos asintieron sin dejar de mirarlos.

—Parece que no terminas de adaptarte al frío, Dylan —mencionó Viktor, observando a mi mejor amigo, quien estaba visiblemente temblando. A pesar de llevar un grueso abrigo, sus labios se veían azules. Aunque el clima en Londres era frío en esta época del año, no podía compararse con el infierno invernal que había aquí.

—Han sido demasiados años en Miami —respondió Dylan, acercándose al horno que aún emanaba algo de calor. La mirada de Viktor se suavizó un poco. Creo que finalmente empieza a entender que su opinión sobre su hermanastro sí ha sido equivocada.

—Subiré un poco la calefacción —dijo el ruso mientras se acercaba a una pequeña pantalla en la pared, Dylan lo miró agradecido cuando en cuestión de segundos, un cálido soplo de aire pareció llenar la cocina.

Los tres estuvimos conversando y comiendo por unos minutos hasta que los demás regresaron a la casa, calados hasta los huesos debido al frío. Cuando salimos de la cocina, vimos a Leo en una esquina, quieto como una estatua. Capté de reojo la exclamación ahogada de Harry mientras los demás continuaban caminando y charlando. El rostro del castaño se encendió, mostrando un sonrojo que alcanzaba sus orejas, mientras sus ojos reflejaban incredulidad. Desvié la mirada hacia Leo, pero este ni siquiera le regresó la atención a Harry; su mirada estaba fija en mí. Era evidente que aún me estaba siguiendo.

—Un momento... —susurré, girando rápidamente la cabeza hacia Harry mientras recordaba aquella noche en la que nos contó que tuvo sexo con un ruso, curiosamente, con un guardaespaldas de Valentin. Dylan y Cameron parecieron llegar a la misma conclusión, ya que miraron a Harry con sorpresa al ver su expresión delatadora.

—Tengo mucho sueño, buenas noches a todos —dijo el castaño con prisa, antes de salir despavorido hacia las escaleras. Traté de disimular mi sorpresa cuando la mirada de Leo finalmente siguió a Harry, aunque sin revelar ninguna expresión en su rostro. La rápida y extraña despedida de Harry dejó un silencio momentáneo en la habitación, seguido por un intercambio de miradas entre Dylan, Cameron y yo.

—Yo también me voy a dormir, nos vemos mañana —se despidió Alina con una pequeña sonrisa. Luego de que Viktor la imitara, los observamos marcharse.

—Creo que deberíamos subir un momento —sugirió Dylan con cautela, asentimos. Cuando comenzamos a subir las escaleras, noté que Leo nos seguía de lejos, y ahí fue cuando comprendí que no solo me estaba siguiendo por mi estado de ánimo depresivo de hace unas horas, sino que probablemente también lo hacía para cuidarme de Yakov. Era evidente que Yakov ya estaba perdiendo la paciencia; su comportamiento de hace un rato y el hecho de que me drogara indicaban que no estaba planeando nada bueno. Además, no debe estar nada contento con mi decisión de prohibirle la entrada a la boda.

Cuando subimos al tercer piso, Leo se quedó en la entrada al pasillo que conducía hacia las habitaciones donde estaban quedándose mis amigos. Agradecí internamente que no intentara quedarse justo afuera de la puerta o dentro de la habitación, dándonos algo de privacidad. Dylan y Cameron lo miraron de reojo antes de entrar en la habitación, los seguí. Al entrar, encontramos a Harry sentado en la cama, comiéndose las uñas con nerviosismo.

—No te imagino cogiéndote a ese hombre, así que... —soltó Cameron en cuanto cerramos la puerta. Dylan y yo no pudimos evitar reírnos al ver la mirada de sospecha del rubio. Debe estar pensando lo mismo que yo; que Harry fue quien estuvo debajo, si realmente sucedió algo entre Leo y él. Harry soltó un largo suspiro y escondió su rostro en una almohada para luego soltar un enorme grito.

—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó Harry con horror al descubrirse el rostro. Nos sentamos en la cama junto a él. —Tuvimos sexo casi todas las noches durante unas tres semanas seguidas hasta que simplemente desapareció. Pensé que Valentin lo había despedido o había renunciado, pero nunca imaginé que estaría aquí con Vladimir —nos explicó el castaño con algo de vergüenza, mientras se pasaba una mano por el cabello. Era muy extraño ver a Harry comportarse así, tan inseguro y vulnerable.

—Todavía no respondes la duda principal, ¿quién se cogió a quién? —insistió Cameron con curiosidad. Contuve una risa cuando Harry lo fulminó con la mirada, interrumpiendo la tensión en la habitación.

—Lo que es obvio no se pregunta, Cameron —respondió Dylan, mirándolo mal hasta que notó la mirada de fastidio de Harry sobre él. Finalmente, Harry comenzó a reírse, relajándose al instante.

—Él me quitó la virginidad —en cuanto el castaño confesó eso tras dejar de reírse, los tres nos quedamos boquiabiertos observándolo en completo silencio. —Fue hace años, probablemente ni se acuerda de mí —agregó ahora con diversión, aunque había duda en sus ojos. —Lo bueno es que después de mañana ya no tendré que verlo —dijo con una sonrisa, pero noté una mueca de desconcierto que hizo Dylan.

—Parece ser el guardaespaldas personal de Dean, así que quizás lo verás en todo el fin de semana —murmuró el castaño con cautela, Harry se encogió de hombros en respuesta, aparentemente sin preocupación. Por su parte, Cameron estaba mirando su celular con el ceño fruncido, sumido en sus pensamientos. Dylan tenía razón, es muy probable que Leo nos siga a París a pesar de que Yakov no estaba invitado y, por tanto, no tendría que cuidarme de él.

—Si eso te incomoda, puedo decirle a Vladimir que...

—No, no te preocupes. Si para él no significó nada como para desaparecer sin dar una explicación, entonces a mí también me dará igual el verlo o no —me interrumpió rápidamente el castaño. Aunque había sonado determinado, todos sabíamos que Leo no saldrá de su cabeza en todo el fin de semana. Cameron resopló.

—Como no... —murmuró el rubio con misterio antes de levantarse de la cama. —Me voy, buenas noches —dijo ahora caminando hacia la puerta a la vez que se llevaba el celular a la oreja. —Dominik... —lo escuchamos saludar a su esposo con una pequeña sonrisa mientras se marchaba.

—¿Mr. Hetero va a asistir a la boda? —devolví mi atención a Harry cuando me preguntó eso con un poco de recelo.

—Por supuesto, Harry —le respondí, frunciendo un poco el ceño. Él no pareció muy feliz con mi respuesta. Pero, ¿cómo podría casarme y no invitar a Daniel? Eso era imposible. Aunque a Harry le incomodara su presencia o la de su esposa, debía aceptar ya los hechos. Me gustaba pensar que yo era la persona que más lo comprendía, aunque nuestros casos eran distintos; los dos fuimos incapaces de superar del todo el pasado.

—Quédense aquí esta noche —respondió acostándose en la cama. Dylan, luciendo algo cansado, bostezó y se quitó los zapatos para luego acostarse a su lado. Me tiré sobre el suave colchón.

—No sé si pueda quedarme —murmuré con desanimo, los dos me observaron con interrogación. ¿Cómo podría explicarles que si no dormía con cierto mafioso ruso entonces él vendría a buscarme?

—¿Estás durmiendo con Vladimir? —preguntó Dylan, comprendiendo al instante. Asentí levemente, dejándolos literalmente con la boca abierta.

—¿Y todavía no han tenido sexo? —me interrogó Harry con incredulidad.

—No. Solo dormimos. Casi siempre se va a la cama tan tarde y se levanta tan temprano, que ni siquiera lo veo —contesté con calma, aclarando cualquier malentendido que puedan tener. Sentí mis mejillas calentarse un poco más ante la atención intensificada de mis amigos.

—Dean, si caes en la tentación y aprovechas al tremendo hombre que tienes por prometido, créeme que nadie en este mundo te va a juzgar —fue imposible no reírme un poco cuando Harry dijo eso seriamente. Dylan asintió a regañadientes, pero después comenzó a negar.

—Solo tienes que preguntarte si valdrá la pena considerando toda la terapia que tendrás que recibir después —respondió el castaño con duda. Recosté mi cabeza de una de las almohadas, dejando que sus palabras resonaran en mi mente.

Si solo tuviera que lidiar con la terapia, quizás podría considerarlo, pero con Vladimir, las cosas definitivamente serían peores que eso. Sé que me destruiría en un segundo en cuanto obtuviese lo que quería de mí.

—Hazlo. Te verías bien hasta con una camisa de fuerza —soltó Harry con convicción, ganándose un almohadazo por parte de Dylan. Sonreí un poco ante su ocurrencia. Harry era como el diablillo en mi hombro que me incitaba a entregarme a Vladimir, mientras que Dylan era la voz de la conciencia, recordándome que era una mala idea. Los dos comenzaron a discutir hasta que escuchamos toques en la puerta. Me levanté y abrí, encontrándome con Leo parado allí.

—No puedes dormir aquí, Dean —me recordó el castaño con una expresión seria. Respiré hondo y miré la hora en mi teléfono, sorprendiéndome al descubrir que ya eran casi las dos de la mañana.

—Me iré en un momento —le respondí. Él asintió y se alejó sin siquiera mirar hacia la habitación. Lo observé hasta que regresó a su posición anterior. —Ya me tengo que ir —anuncié mientras me giraba hacia Harry y Dylan. Di un respingo cuando me encontré con Dylan justo detrás de mí. Él me sonrió y me abrazó con fuerza, gesto que le correspondí. Harry, por su parte, estaba con la mirada perdida en la pared, quizás afectado por la llegada de Leo. Me despedí de ellos y salí de la habitación, esperando que este fin de semana sea lo menos traumático posible para todos.

Noté que Leo me siguió hasta que llegué a la puerta de la habitación en el segundo piso. En cuanto la abrí, él me sonrió levemente y se retiró. Solté un suspiro y entré, encontrándome con Vladimir sentado en la cama, concentrado en su laptop. Sin decir nada, caminé hacia allá y me metí bajo las sábanas.

—Buenas noches —susurré mientras miraba hacia la pared. Al no escuchar una respuesta de su parte, cerré los ojos.

—¿Por qué nadie parece conocer tu segundo nombre?

Abrí los ojos ante la repentina pregunta. Me di la vuelta y lo observé. Había cerrado su computadora y ahora me miraba con curiosidad. ¿De verdad no lo sabe?

—Porque un niño de mi infancia me hizo creer que era demasiado feo para llevar el nombre de un ángel, así que fingí que no existía —respondí secamente. Él se sorprendió por unos segundos, pero luego frunció el ceño. En su mirada había algo de confusión. —El mismo niño criticó tanto mi cabello rizado que terminé acomplejado y alisándolo en toda mi adolescencia, también me cambié el color durante un tiempo y era castaño —añadí con frialdad.

Él dejó la laptop sobre la mesa y se acostó, girándose hacia mí. Sus ojos dorados lucían un poco vacíos cuando extendió una mano y la enterró en mi cabello. Su acción fue tan inesperada que me quedé quieto. Aunque dije que evitaría el contacto en privado, no pude evitar sucumbir ante la culposa satisfacción que sentía ahora mismo.

—Ese debió haber sido un niño muy estúpido —contestó con un poco de diversión. Asentí con cierta relajación por la forma en que me estaba acariciando el cabello. —Es curioso que solo recuerdes las cosas malas de mí —añadió con un ligero tono de amargura. Suspiré. ¿Acaso alguna vez llegó a decirme algo bueno cuando éramos niños?

—No me culpes, fuiste el primer niño en hacerme bullying —respondí, sosteniéndole la mirada. Él sonrió levemente sin alejar su mano, la cual sentía caliente entre mis rizos.

—Tu cabello es muy suave —afirmó de repente, dejándome algo extrañado. Él siguió acariciándome. —Y es hermoso, siempre lo he pensado. Al igual que tu nombre, Hadriel. No creo que haya nadie en el mundo que le haga más justicia que tú... —me quedé atónito cuando dijo aquello, de manera bastante tranquila, con un tono bajo que me estremeció de la cabeza a los pies. Aunque su mirada era un tanto fría, percibí la autenticidad de sus palabras. Todo mi cuerpo entró en calor automáticamente, y tuve un fuerte sentimiento de déja vú, como si no fuese la primera vez que escuchaba tal cosa salir de entre sus labios. Me sentí abrumado cuando una serie de recuerdos se arremolinaron en mi cabeza, disparando mis niveles de estrés y ansiedad. Me senté de golpe en la cama, alejándome de su mano.

—¿Por q-qué tienes que regresar a t-tu país? —le pregunté a Vladimir entre sollozos, agarrando con fuerza su camisa, como si mi mano pudiese impedir su partida y preguntándome por qué tenía que irse tan lejos después de todo lo que hemos pasado en este último mes. Busqué respuestas en su mirada, pero solo encontré un ceño fruncido y un suspiro antes de que limpiara mis lágrimas con delicadeza para luego acariciar mi cabello. El mismo cabello que, al principio, había criticado, pero que después confesó lo mucho que le gustaba.

—No puedo quedarme aquí. No tengo elección, debo regresar con mi padre —respondió con firmeza. Seguí llorando con más intensidad y lo abracé con fuerza, sintiéndome impotente.

—No quiero que te vayas —le confesé, sintiendo un dolor profundo en el corazón cuando él me abrazó de regreso. Recordé todo lo que habíamos vivido en las últimas semanas. Al principio, nos odiábamos casi a muerte, pero a medida que pasaba el tiempo, nos acercábamos cada vez más y más. Dylan se había marchado de vacaciones con su padre, dejándome solo con la presencia constante de Vladimir durante las reuniones de mi madre y Celine con su padre.

De aquel inicial desdén surgió una amistad sorprendentemente fuerte. En este punto, sentía que lo apreciaba más de lo que hubiese imaginado. Vladimir, a pesar de que era un niño frío, también podía llegar a ser cálido, gracioso y era demasiado interesante, parecía saber demasiadas cosas a pesar de su corta edad. Cuando hablaba con él, sentía que estaba hablando con un adulto. Sin embargo, el afecto que le tenía era diferente al que sentía hacia Dylan o incluso hacia mis propios padres...

Nadie más que él podía lograr que mi corazón se acelerara con tan solo una mirada. Cuando comencé a sentirme así, se lo atribuí a sus inusuales ojos que parecían ver mi mente, pero luego me di cuenta de que no sentía lo mismo cuando su padre, con quien compartía el mismo color, me miraba.

—Mientras esté con mi padre, no podemos ser amigos. Tú y yo no somos iguales, Hadriel, y sé que nunca lo seremos, pero te prometo que un día podré librarme de él y regresaré por ti... mírame, por favor —me pidió con urgencia. Al separarme de él, negué con la cabeza y mantuve mi mirada clavada en el suelo. No podía verlo, el dolor en mi pecho no me dejaba hacerlo. No quería que se fuera, tenía miedo de que vivir solo con su recuerdo fuera más doloroso que cualquier despedida.

—N-No vas a v-volver, lo s-sé —susurré con seguridad. Lo sentía en mi interior, algo me decía que esa era una promesa vacía.

—¿No confías en mí? —preguntó lentamente, y finalmente, reuniendo el valor necesario, levanté la mirada. Había tristeza en sus ojos; esto también era difícil para él. —Algún día vamos a estar juntos. Esta no será la última vez que nos veremos. Aunque sea en tus últimos segundos de vida, cuando ya estés viejo después de haber tenido una vida feliz y normal, yo te prometo que estaré ahí contigo, sin importar el tiempo que pase —me dijo con intensidad, y en ese momento, le creí. Agarró mis manos y las apretó suavemente. Me sentía conmovido. Tan conmovido que mis lágrimas se detuvieron y mi corazón experimentó un sentimiento tan abrumador que, por un segundo, sentí que no podía respirar.

Mi madre siempre me decía "te amo" como una expresión de lo mucho que me quería, y sé que las palabras de Vladimir fueron otra forma de decir lo mismo. Él me amaba, y mucho...

—Quiero que me hagas otra promesa... —le dije, y él me miró con atención. —Prométeme que siempre serás tú mismo, sin importar cómo sea tu familia o lo malvado que sea tu padre; quiero que seas feliz... —le pedí, mirándolo fijamente. El ruso frente a mí hizo una pequeña mueca, pero después asintió. Sabía que su padre no era una buena persona, y sé que ese ambiente en el que vivía era peligroso y podría convertirlo en alguien que realmente no era él. —Te estaré esperando, sin importar el tiempo que pase —añadí con confianza, logrando que su mirada se iluminara. Sorprendiéndome, juntó sus labios con los míos por apenas unos segundos. Me quedé impactado cuando se alejó, y todo mi rostro y mis orejas se sintieron calientes. Él me sonrió un poco. Me cubrí la boca con una mano, todavía procesando lo que acababa de pasar. ¿Me acaba de besar?

—Tenía que darte tu primer beso —dijo riéndose un poco y jugando con uno de mis rizos. Estaba sin habla. Siempre había creído que los chicos solo podían hacer eso con las chicas, pero si era así, ¿por qué no lo sentí como algo malo, sino como todo lo contrario?

—Vladimir —miré con prisa y miedo hacia la puerta cuando escuché que su padre llegaba. Él le dijo algo en ruso a Vladimir y después me miró con una expresión de sospecha.

—Adiós, Hadriel —susurró Vladimir, mirando fríamente a su padre antes de caminar hacia él. Lo último que vi fue su largo cabello negro mientras seguía a ese tenebroso hombre...

Dos semanas después, mi madre me pasó su teléfono diciendo que Vladimir quería hablar conmigo. Recuerdo que me llené de felicidad, casi llegando a las lágrimas. Pero, mi alegría se desvaneció al escuchar el corto y frío mensaje que el ruso me dio: "Olvida nuestra estúpida promesa". Después de eso, tuve una terrible depresión y traté desesperadamente de sacarlo de mi mente a como dé lugar. Cada día, me repetía frente al espejo que era demasiado feo para llamarme Hadriel y que mis rizos eran horribles. Me repetí eso tantas veces que mi mente realmente terminó creyéndolo. Le pedí a mis padres que no me llamaran Hadriel, al igual que a Dylan, y después de un tiempo, olvidé por completo la existencia de Vladimir Sokolov. Mi cabeza lo bloqueó por completo, probablemente como una reacción de autodefensa por todo el dolor que me provocaba pensar en él.

—¿Sigues aquí? —ignoré la pregunta del hombre a mi lado. Mi cabeza dolía mientras trataba de ordenar las ideas que se agolpaban en mi mente.

¿Qué tal si comencé a fijarme en Robert porque buscaba a alguien con un pensamiento más maduro, tal y como pensaba de Vladimir? "Vladimir siempre fue un niño frío, pero comenzó a cambiar cuando entró en la adolescencia", recordé las palabras de Ilya. ¿Por qué cambió? ¿Acaso quiso cumplir la segunda promesa que me hizo? Estaba convencido de que Vladimir realmente me quiso cuando éramos pequeños, entonces, ¿qué cambió cuando regresó aquí?

—¿Por qué rompiste tan rápido tu promesa? —murmuré sin comprenderlo. Su expresión sorprendida denotaba que definitivamente lo había agarrado con la guardia baja.

—Lo recordaste... —afirmó, todavía un poco incrédulo, asentí. Él pareció recuperarse de la sorpresa tras unos segundos, soltó un suspiro y miró al techo con los ojos llenos de oscuridad y soledad. —¿Recuerdas cuando te llamé? —preguntó con un tono frío; asentí cuando me echó una rápida mirada. —Ese día asesiné a alguien por primera vez, mi padre me obligó. Cuando lo hice, comprendí que nunca podría estar contigo y que jamás escaparía de todo esto... —su confesión tocó mi corazón; él me miró, y por un segundo, sus ojos reflejaron la misma tristeza que había mostrado de niño al dejarme.

—¿Por qué no me dijiste eso en aquel momento? Y-Yo... te odié, mis recuerdos sobre ti se bloquearon por completo, yo... pensé que ya no me querías... —respondí confundido y algo avergonzado, él sonrió levemente. Si él me hubiese contado lo que había pasado, quizás las cosas hubiesen sido diferentes...

—En ese entonces no era tan egoísta y te quería lo suficiente como para saber que lo mejor para ti sería olvidarte de mí y seguir con tu vida...

Su respuesta me pareció dulce, a pesar de que sólo había amargura en sus ojos mieles. El cosquilleo en mi estómago fue opacado por unas terribles náuseas al darme cuenta de algo.

—Entonces, ¿ahora me odias lo suficiente como para arrastrarme a este mundo? —pregunté, dejando que la tristeza se filtrara en mis palabras. Él se mantuvo observándome en completo silencio por unos segundos, luego sonrió y se dio la vuelta.

—Buenas noches. Mañana te irás temprano, así que ya deberías dormirte —contestó tranquilamente mientras apagaba las luces a su lado. Arrugué la nariz y me mordí el labio inferior con fuerza. ¿Esa es una confirmación? ¿Realmente me tiene un resentimiento tan profundo?

—¿Por qué te cierras tanto, Vladimir? —pregunté en un susurro, sin poder ver nada debido a la oscuridad. Suspiré al notar que no me iba a contestar aquello. —Y, ¿a qué te refieres con que me iré? ¿Tú no me vas a acompañar? —lo interrogué mientras me acomodaba en mi lado de la cama.

—Todavía tengo cosas que hacer aquí —contestó finalmente. Lo fulminé con la mirada a pesar de que no podía verme.

No respondí nada más y cerré los ojos, sintiendo mucho frío. Esta cama era enorme, fácilmente podrían dormir dos personas más en el espacio que había entre nosotros. Sonreí con un poco de malicia y me acerqué un poco más a él, quien estaba dándome la espalda. El calor que emanaba su cuerpo era impresionante.

—Tengo algo de frío, espero que no te moleste —susurré con inocencia mientras me acercaba más hacia su espalda, la cual pude tantear con una mano que aparté rápidamente. Lo oí reírse un poco, lo que me sorprendió; esperaba incomodarlo al recordar que Viktor me dijo que a él no le gustaba compartir su cama.

—Sabes perfectamente que eso jamás me molestaría, ¿qué intentas? —entré en calor en cuanto lo sentí darse la vuelta. Intenté retroceder, pero él me atrapó con la simple acción de pasar uno de sus enormes brazos sobre mi cintura, dejándome sin escape.

—Ya se me quitó el frío, suéltame... —le dije con un poco de ansiedad, pero él me ignoró y me atrajo hacia su pecho. Tragué con dificultad y vergüenza, sabiendo que debía estar sintiendo los frenéticos latidos de mi corazón. —Vladimir... —lo llamé al ver que guardaba silencio. Tras unos minutos, lo escuché roncar suavemente. Lo maldije e intenté liberarme de su brazo, pero no pude hacerlo.

Sin más remedio, me resigné a quedarme acostado entre sus brazos, esperando que se moviera lo suficiente como para dejarme libre. Cuando pasó una media hora, me rendí y me dejé llevar por el sueño...

. . .

Unos fuertes golpes en la puerta resonaron, obligándome a abrir los ojos. ¿Quién estaba tocando de esa forma? Me pregunté con irritación hasta que noté al hombre a mi lado que también parecía estar despertando. Sorprendentemente, me encontraba abrazándolo, con su brazo todavía descansando posesivamente sobre mí. Le lancé una mirada molesta cuando se "estiró" y en el proceso terminó posando una mano abierta en mi trasero, quité su mano con fastidio, haciéndolo reírse un poco.

—¿Qué hora es? —preguntó antes de bostezar. Tomé mi celular, sintiendo el cuerpo algo cansado, como si hubiese dormido por una semana... —Diez horas... dormimos por diez horas —dije con incredulidad, al comprobar que era casi medio día.

—¿Qué? —dijo Vladimir al levantarse de la cama y revisar su celular, también sorprendido. —Tenía años sin dormir tan bien —soltó de repente con una sonrisita. No refuté aquello al darme cuenta de que yo tampoco había dormido así en mucho tiempo.

Él fue hacia la puerta y la abrió cuando alguien siguió tocando de manera insistente; alcancé a ver a Alina, luciendo algo enfurecida.

—Dean, tenemos que irnos pronto —me dijo rápidamente antes de comenzar a hablar en ruso con Vladimir, quien seguía pendiente de su celular.

En cuanto entré al baño, me eché agua fría en el rostro al sentirme todavía algo somnoliento. ¿Por qué había dormido tanto? Anoche nos quedamos despiertos hasta tarde, pero debo admitir que encontré una extraña satisfacción y tranquilidad al estar abrazado a él, lo cual debió contribuir a ese profundo sueño.

Unos minutos después, me vestí rápidamente con una camisa blanca y unos pantalones negros. Saqué una de mis maletas, en la cual comencé a echar ropa hasta que una duda apareció en mi mente e hizo que me detuviera, como casi siempre que estaba empacando y recordaba cosas a última hora. Había olvidado por completo un gran problema...

Salí apresuradamente de la habitación en cuanto escuché la puerta cerrarse. Vladimir estaba concentrado en su teléfono y solo me miró de arriba abajo durante unos segundos.

—¿Qué haremos después de la boda? No podemos ir a la isla de los Ferretti... —le pregunté con confusión. Él guardó su celular y me observó con resignación.

—Lo haremos. Solo estaremos allá por dos o tres días, después nos inventaremos algo para regresar —respondió con un tono que no daba espacio para réplicas. Resoplé y regresé al closet. Sé que esa "luna de miel" será un caos total.

—¿Cuándo me vas a pagar? —le pregunté desde donde estaba mientras miraba mi ropa de invierno, la cual sin duda no podría usar en una calurosa isla.

—En unos días hablaremos sobre eso —contestó él, recostándose del umbral del closet mientras me observaba. Lo ignoré y me enfoqué en la ropa. —Si necesitas algo más, podemos comprarlo en Italia o en París, como desees —soltó al ver que tenía un debate conmigo mismo. Suspiré y tomé la caja donde se encontraba el traje blanco que él me había regalado. Cuando lo puse con cuidado en la maleta, me quedé observando el anillo en mi mano y sentí mi estómago revolverse por los nervios.

—¿De verdad haremos esto? —susurré, sintiendo las extremidades frías.

—Espero que no te estés arrepintiendo —lo miré cuando dijo eso con un tono ligeramente divertido. Había una pequeña sonrisa burlona en su rostro, lo que me hizo relajarme.

—Ya no hay vuelta atrás —murmuré lo que era obvio mientras cerraba la maleta. Él me echó una última mirada y se retiró, dejándome a solas. Me puse un abrigo y salí del closet, alcanzando a verlo lavándose el rostro en el baño. Salí de la habitación con mi maleta y me encontré con los demás en la sala de estar. —Buenos días —los saludé con una sonrisa que ellos me devolvieron. Noté que también tenían sus maletas, incluso Viktor, quien estaba concentrado en una conversación con Cameron.

—Si estás listo, ya nos podemos ir —dijo Alina, sobando mis brazos. Asentí con un poco de duda y, de reojo, miré hacia la puerta de la habitación. ¿Cuándo se irá Vladimir? Olvidé preguntarle eso. —Ya nos vamos, Leo —le avisó la rusa al castaño, que había subido las escaleras. Noté que Harry lo miró con desdén, pero Leo ni siquiera se molestó en observarlo.

—No has desayunado nada todavía —puntualizó Dylan, mirándome con el ceño fruncido. Me encogí de hombros.

—Comeré cuando lleguemos —contesté, sabiendo que solo sería un vuelo de unas tres horas.

—Bueno, en marcha. Este será el mejor fin de semana de sus vidas —dijo Alina con una enorme sonrisa emocionada, que definitivamente nos contagió a todos ya que le sonreímos de inmediato. Excepto Viktor, su expresión era oscura y seria, e incluso noté algo de culpabilidad en sus ojos cuando me miró por un segundo. Respiré hondo y me concentré en las cosas positivas. Estaba feliz porque vería a mis padres después de casi un año.

Todos bajamos al primer piso y salimos de la casa; Leo se encargó de subir nuestras maletas en una camioneta negra. Miré hacia la puerta cuando Vladimir salió, y sentí un pequeño cosquilleo en la barriga cuando me sonrió un poco y se acercó a mí mientras los demás se subían al vehículo.

—¿Te ibas a ir sin despedirte? —preguntó, arqueando una ceja. Sonreí contra mi voluntad al ver su falsa indignación.

—Nos veremos... ¿qué? ¿esta noche? —indagué con sarcasmo para saber cuándo partiría. Él se pasó una mano por el cabello y negó, fruncí el ceño.

—Me iré mañana temprano, así que nos veremos ya en el altar —contestó con calma. Mis labios se secaron, así que los relamí con un poco de nervios. Él extendió una mano y acarició una de mis mejillas. Lo alejé disimuladamente mientras miraba hacia atrás; los demás ya se habían subido y no podía ver sus expresiones debido al tintado en los cristales.

—Espero que no me vayas a dejar plantado —bromeé, mirándolo seriamente. Él soltó una pequeña risa, aunque su mirada era algo misteriosa.

—Jamás te haría eso —contestó con un poco de malicia, lo miré mal, haciéndolo reír otra vez. —Ya tienes que irte —dijo ahora mirando su reloj, asentí. —Pero primero deberíamos practicar un poco... —lo observé con horror cuando se inclinó claramente con intenciones de besarme, pero puse las manos en su pecho, deteniéndolo. Él me miró con exasperación.

—Te dije que no puedes besarme cuando quieras. Además, todos nos deben estar mirando ahora mismo —le recordé secamente en voz baja. Él resopló y me agarró por la cintura, pegándome a su cuerpo descaradamente, lo miré estupefacto.

—Y mañana nos verá el resto del mundo... —dijo antes de juntar nuestros labios en un cálido beso, el cual le seguí por unos segundos de debilidad y excitación. Él tenía razón, pero a diferencia del resto del mundo, mis amigos sabían que todo esto era una mentira. Saber que me estaban mirando me hizo alejarme. Él me observó con una expresión divertida. —Ten un buen viaje, Hadriel —se despidió antes de que me quejara y, tras una mirada algo intensa, regresó a la casa.

Negué lentamente y caminé hacia el vehículo con la cara bañada en vergüenza. Cuando Leo me abrió la puerta, me encontré con las miradas sorprendidas de todos, excepto de Alina, quien me estaba sonriendo. Creo que ella no sabe la verdad. Y Viktor, quien tenía una pequeña mueca de desconcierto.

—Un bloque de hielo, eh... —susurró Dylan cuando me senté a su lado. Me aclaré la garganta y me quedé viendo mi celular, ignorándolo por completo. Noté de reojo cómo Harry le taladraba la cabeza a Leo, quien ahora conducía.

Tras unos diez minutos de viaje, el auto se detuvo en un hangar privado. Al salir, quedé boquiabierto al ver el jet negro que estaba a pocos pasos en una pequeña pista. Vimos a los guardaespaldas que llegaron en otro auto tomar nuestras maletas y llevárselas. Seguimos a Alina y a Leo hasta el jet, donde había dos azafatas y el que parecía ser el piloto, esperándonos con amables sonrisas.

—Señor Mackay, es un placer conocerlo —me saludó el hombre castaño claro. Estreché su mano con una pequeña sonrisa, sin dejar de notar que todos los guardaespaldas e incluso las azafatas me miraban solo a mí a pesar de que también saludaron a los demás.

Luego de que la tripulación se presentara, todos subimos al jet. Quedé sorprendido al ver los lujosos asientos tapizados en cuero negro; incluso había un minibar y una televisión a un costado. Me senté en un asiento que tenía una pequeña mesa delante; Dylan se sentó frente a mí.

Me quedé extrañado cuando noté que la mesa tenía una pequeña pantalla táctil. Por curiosidad, toqué el ícono de un pequeño menú y traté de disimular mi asombro cuando, efectivamente, un menú se desplegó en la pantalla. Miré a Dylan y él se rio un poco.

—Así mismo nos quedamos todos cuando lo vimos ayer —me susurró con diversión. Reí y seleccioné un café con leche.

Luego de que Leo y otro guardaespaldas entraran, la azafata cerró la puerta del jet. Leo se sentó cerca de mí, con esa expresión seria que parecía traer todo el tiempo mientras sus ojos marrones observaban todo su alrededor, excepto a Harry. Este último, por lo que noté al mirar hacia atrás, estaba muy concentrado en hablar con Cameron y Viktor. El delgado ruso levantó la mirada en ese momento y me sonrió levemente; le correspondí. Tras despegar, una de las azafatas me trajo el café al cual le eché cuatro bolsitas de azúcar y toda la leche caliente en el pequeño contenedor de cristal.

Fue un vuelo corto, y en cuanto vi la ciudad bajo nosotros, mis nervios salieron a relucir y la realidad me golpeó. De verdad me voy a casar mañana... y con Vladimir, el protagonista de mis sueños y pesadillas.

Cuando el jet aterrizó y comenzamos a bajar por la pequeña escalera, me sentí algo abochornado al ver a los encargados de este hangar esperándonos abajo con sonrisas. Saludé a cada uno y me sentí un poco ansioso al notar a todos los guardaespaldas que también estaban aquí, hablando disimuladamente a través de auriculares y mirando alrededor con expresiones serias. Conté a unos doce y me acerqué a Alina, quien lucía bastante tranquila.

—¿Por qué hay tantos guardaespaldas? ¿Está pasando algo malo? —le pregunté en voz baja. Ella me miró auténticamente sorprendida y negó a la vez que me agarraba suavemente del brazo.

—Es por precaución, puedes relajarte —me respondió ella con calma mientras caminábamos hacia las camionetas. Asentí y suspiré. No debería estar sorprendido, Vladimir tenía muchos enemigos. Miré a los guardaespaldas con el ceño fruncido cuando condujeron a mis amigos y a Viktor hacia un vehículo diferente al que me llevaban a mí.

—Quiero ir con ellos —le dije a Alina, pero ella negó rotundamente con la cabeza. Arqueé una ceja cuando sus ojos azules me observaron fijamente.

—Será solo un viaje de veinte minutos, no te preocupes —contestó la pelinegra señalándome el interior de una camioneta gris cuando Leo abrió la puerta. Me subí en silencio, siendo seguido por ellos. No dije nada cuando comenzaron a hablar en ruso con los otros dos guardaespaldas que se subieron delante. Sentí mi estrés aumentar al recordar que no había traído las pastillas conmigo.

Me impacienté un poco cuando noté que todos los demás se marcharon mientras que esta camioneta no se movía. Tras unos minutos comenzó a avanzar. Cuando salimos de las instalaciones, miré a todos los fotógrafos y fanáticos que estaban persiguiendo a los vehículos donde iban mis amigos. Abrí los ojos con horror al ver cómo se acercaban peligrosamente a los vehículos en movimiento mientras golpeaban los cristales tintados, parecía no importarles el hecho de que podían ser atropellados por accidente. Alina los miró con molestia cuando vimos que incluso los perseguían en autos. Me abroché el cinturón cuando aceleraron notablemente la velocidad al pasar junto a los fanáticos y fotógrafos parados en la calle, dejándolos atrás.

Noté que las camionetas donde iban los demás se separaron de nosotros; esta fue la única que tomó una dirección distinta. Negué lentamente al ver más allá cómo los paparazzis las seguían. Comprendí por qué me subieron en una distinta. Los estaban usando como señuelos...

—Sé que esto no te agrada, pero tú eres la prioridad aquí. Esa gente mataría por una foto tuya, no tienes ni idea de cuánto valen ahora mismo... —dijo Alina rompiendo el silencio y mirándome con un poco de frustración. Aparté la mirada de ella y me quedé observando hacia el exterior. Lo sabía. Todos los medios parecían estar hablando sobre la boda; era como si no hubiese nada más importante que eso pasando ahora mismo en el mundo. Lo curioso era que los millones de desconocidos pendientes de mi vida amorosa, parecían estar más emocionados por lo que pasaría mañana que yo mismo. La mayoría lo veía como un cuento de hadas traído a la realidad, en los que el "amor" triunfaba sobre todas las cosas. Si tan solo supieran...

Había pasado unos pocos años en París, trabajando exclusivamente para marcas francesas, lo que me había creado una gran fama en este lugar, pero sin duda, ninguna de las anteriores veces en las que había venido, había logrado hacer tanto revuelo.

Mientras avanzábamos por una estrecha calle adoquinada, las sombras de los altos edificios se cerraban sobre nosotros, creando una especie de túnel que terminaba en una imponente puerta dorada. El destello del sol reflejándose en el metal dorado me cegó por un momento, pero alcancé a ver cómo se abría la puerta. Una vez dentro, quedé maravillado cuando la puerta nos condujo directamente a la plaza interna de un gigantesco y elegante hotel. La pieza central de la plaza era una impresionante fuente de agua que creaba una atmósfera sofisticada y relajante. Unas flores de colores vibrantes rodeaban la fuente, agregándole más vida al lugar. Este lugar era inmenso. Pensé aquello al ver los inmensos jardines que se extendían más allá por todo el perímetro. Las paredes del hotel eran blancas, con grandes ventanas enmarcadas con delicadeza y amplias puertas dobles hechas en cristal.

—Aquí nos hospedaremos todos, incluida tu familia y amigos —me informó Alina cuando nos bajamos del vehículo. Noté que la plaza estaba extrañamente solitaria para ser un hotel de tal magnitud. Solo pude divisar a unos cuatro guardaespaldas. —Vamos —dijo la rusa mientras se dirigía hacia una de las puertas, la seguí con curiosidad.

Cuando llegamos al vestíbulo del hotel, una oleada de alivio me invadió al ver a mis amigos riendo y charlando entre ellos. Todos se relajaron al verme.

—¿Te trajeron por otro lado? La calle completa está llena de gente y paparazzis —dijo Dylan, visiblemente sudado y exaltado cuando se acercó a mí. Agradecí no poder ver ni escuchar lo que ocurría afuera, aquello solo empeoraría un poco mis nervios.

—Es una locura —murmuró Cameron con algo de preocupación.

—Pronto cerraremos la calle —dijo Alina mientras escribía en su teléfono. Dejé caer mis hombros. ¿Tan seria era la situación como para hacer algo así?

—¿Dónde están Roger y los demás? —le pregunté a la rusa al no ver señales de ellos. La pelinegra levantó la mirada de su celular y me sonrió.

—Roger e Ilya deben estar afuera con los organizadores, y tu familia y amigos están de camino hacia acá —dijo ella mientras les entregaba las tarjetas de las habitaciones a todos, excepto a mí. —Estas son las llaves de sus habitaciones —explicó levantando una de las tarjetas. —Vamos, Dean, pediremos tu desayuno allá arriba, ya que el restaurante del hotel estará cerrado durante todo el fin de semana —anunció, guiándonos hacia el amplio ascensor. Miré alrededor mientras la seguíamos. No había nadie más aparte de los hombres de seguridad y personal del hotel, lo que significaba que probablemente cerraron todo el hotel.

—¿La boda será aquí? —le pregunté cuando entramos en el ascensor. Todos los de seguridad, incluido Leo, se quedaron fuera. Lo que confirmaba que el hotel sí estaba vacío, de otra forma, nos hubiese seguido hasta la habitación.

—Sí, más tarde te mostraré el jardín donde será la ceremonia y el salón para la recepción —asentí cuando Alina dijo eso mientras observábamos las luces del panel del ascensor cambiar, indicando cada piso que dejábamos atrás. —Sus habitaciones están en el penúltimo piso, chicos —dijo señalando el tablero. —Excepto la tuya, Dean —añadió mientras marcaba un código en el pequeño teclado, llevando el ascensor hacia el piso número trece, el último.

Cuando las puertas se abrieron, todos soltamos exclamaciones de asombro al ver los numerosos y enormes arreglos de rosas que adornaban toda la sala de estar. Incluso Alina parecía impactada y desubicada. Cada rincón del lugar estaba repleto de rosas rojas, incluso el balcón, el cual estaba abierto, dejando pasar los rayos del sol.

Una sonrisa involuntaria creció en mi rostro mientras me adentraba en la sala. Me rasqué la nuca con nerviosismo cuando vi todas las cajas y bolsas de regalos dispuestas sobre una de las mesas. A simple vista noté casi quince paquetes, todos de las marcas más lujosas y exclusivas del mundo.

—No sabía que traerían los regalos aquí —mencioné con curiosidad mientras me acercaba a la mesa. Alina frunció el ceño.

—Los regalos de los invitados fueron enviados a Rusia, todos estos deben ser de parte de Vladimir —afirmó ella con seguridad, mientras mi rostro no podía calentarse aún más. Mis amigos soltaron un "uhh" bastante pícaro que me hizo rodar los ojos. Tomé una tarjeta negra que estaba sobre uno de los arreglos florales.

"Para mi ángel en la tierra".

Fue imposible no sonreír como idiota hasta que mis mejillas comenzaron a doler al leer la corta pero significativa dedicatoria de Vladimir.

—¿Qué dice? —pegué la tarjeta de mi pecho con recelo cuando mis amigos se acercaron con curiosidad. Todos me miraron indignados cuando no los dejé verla.

—Nada que sea para ustedes —respondí todavía con una enorme sonrisa. Ellos me miraron mal hasta que escuchamos cómo se abrían las puertas del ascensor. Para nuestra sorpresa, dos chicos vestidos de chefs salieron, cada uno empuñando un carrito plateado lleno de platillos.

—Buenos días, les traemos la selección del almuerzo para el señor Mackay —dijo uno de ellos con una sonrisa.

—Gracias, adelante —respondí mientras mis ojos iban directamente a los postres expuestos en uno de los carritos; todo lo demás estaba cubierto. Asumí que Alina lo había pedido, pero su expresión de sorpresa indicaba lo contrario. Los chicos pasaron para colocar todo cuidadosamente en una mesa.

—Creo que me acaba de dar hambre otra vez —murmuró Dylan boquiabierto cuando los chicos se retiraron, Harry asintió.

—Si quieren pueden comer, todo esto es demasiado —contesté mientras me sentaba y contemplaba la variedad de cosas que trajeron. La mesa estaba llena de frutas frescas ya peladas y cortadas, distintas carnes, tostadas, tartaletas saladas, croissants y algunas cosas que no reconocí. Además, había demasiados postres. Mis amigos no perdieron tiempo y se sentaron a la mesa.

—Los planes cambiaron. Después de comer, todos tienen una cita en el spa del hotel. Alguien vendrá a buscarlos... —levanté la mirada de mi plato al igual que todos, y Alina soltó una pequeña risita cuando vio nuestras caras. —En la noche tendrás una cena con tus amigos y familiares, Dean. Este debe ser un día de relajación para ti —afirmó ella con felicidad, alternando su mirada entre el celular y la mía.

—¿Ilya no necesita mi ayuda? —le pregunté, ignorando el cuchicheo de mis amigos. Alina negó lentamente.

—Todo está en manos de profesionales, tu único deber ahora mismo es disfrutar el fin de semana —respondió ella acercándose para tomar un macaron de la mesa. Sus palabras resonaron con una tranquilidad que me dio confianza —Dicho todo esto, yo sí tengo que irme. Te avisaremos en cuanto tus padres lleguen al hotel —dijo la ojiazul mientras se retiraba. Le sonreí levemente cuando los demás se despidieron de ella mientras entraba al ascensor.

—Por Vladimir —nos reímos cuando Harry hizo un brindis levantando una copa con jugo de naranjas.

—¿Qué es todo esto, Dean? —preguntó Dylan, mirando alrededor y luego a mí con interrogación. Todos dejaron de comer para observarme del mismo modo. Me encogí de hombros y me llevé a la boca un trozo de carne antes de responder.

—Esto es Vladimir queriendo comprarme, nada más ni menos —respondí con tranquilidad, dejándolos boquiabiertos. Sabía cuáles eran las intenciones de aquel ruso, pero, aun así, no podía evitar sentirme emocionado por esta inesperada sorpresa.

—¿Y lo está logrando? —preguntó Cameron con curiosidad. No pude disimular mi sonrisa, lo que provocó que todos se miraran entre ellos con inquietud. Nunca dejaría que estas cosas me compraran, pero rara vez me han hecho sorpresas de este tipo, así que la disfrutaría sin culpa.

—Bueno, mañana te vas a casar con él, ¿qué es lo peor que puede pasar aparte de ser la envidia de millones de mujeres... y hombres? —ignoré a Harry cuando soltó aquello. Me mantuve almorzando en silencio cuando ellos comenzaron a hablar de los pros y contras de Vladimir. Aunque Harry tenía algo de razón, lo peor no era la boda; lo que más me lastimaba era no ser correspondido por Vladimir. Así que, si ya lo que más temía había sucedido y mi salud mental pendía de un hilo, ¿qué más podría perder si sucumbía ante el deseo? Sabía que la destrucción era algo inevitable desde que volví a ver a ese hombre, y sinceramente, en algunas noches, el deseo era tan fuerte que solo deseaba arder, incluso si eso significaba caer en un infierno del que no podría volver a salir.

Después de comer, abrí todos los regalos con ayuda de los demás, quienes se emocionaron y se sorprendieron más que yo al ver todas las cosas que escondían las cajas y bolsas. Pero, algo no dejaba de rondar mi mente. ¿Habrá elegido Vladimir cada cosa o simplemente le ordenó a alguien que eligiera lo que quisiera? Considerar correr el riesgo con él no significaba que me dejaría cegar por estas cosas. Aunque sentía curiosidad por ver qué tan lejos podía llegar él con tal de tenerme, aunque fuera por una noche...

Aparté la mirada de las cajas cuando el intercomunicador en la pared comenzó a sonar.

—¿Hola? —pregunté mientras los demás se probaban las joyas y la ropa de las bolsas.

—¿Señor Mackay? ¿Están listos para el spa? —preguntó una chica amablemente, todos levantaron los pulgares, sonreí un poco.

Veinte minutos después, me encontraba recibiendo el mejor masaje de mi vida en una pequeña sala privada. La luz era escasa, y a pocos pasos de mí, una pequeña cascada artificial emanaba un sonido relajante, sumado a la suave música de piano de fondo.

Las siguientes horas fueron simplemente increíbles. Después del masaje y de mascarillas faciales, nos llevaron a un sauna, y luego a un enorme jacuzzi cubierto de espuma y pétalos de rosas. Sentía que estaba flotando en una nube por lo tranquilo y ligero que sentía mi cuerpo.

Harry brindó nuevamente por Vladimir, esta vez levantando una copa de champaña. Me reí cuando Cameron y Dylan también alzaron las suyas. Mientras me llevaba una fresa con chocolate blanco a la boca, pensé en lo extraño que resultaba todo esto. La sorpresa de las rosas y los regalos en el almuerzo lo comprendía, pero ya me había inquietado toda esta dedicada atención y relajación. ¿Será que esta es una petición de paz finalmente?

Salí del jacuzzi y tomé una de las batas de baño que colgaban de una pared. Me acerqué a una mesa de postres donde había dejado mi celular y me sentí nervioso al ver los mensajes que Alina me había dejado hace unos minutos.

—Saldré un momento para ver a mis padres —le informé a los demás, quienes asintieron y siguieron hablando. Caminé hacia la puerta que conducía a un pasillo en el spa.

—¿Necesita algo Sr. Mackay?

—Sí, mi ropa —le respondí a la chica rubia que se acercó de prisa a mí, ella asintió.

—Sígame, por favor —contestó mientras caminaba hacia una de las puertas. Después de abrirla, se hizo a un lado para permitirme pasar.

—Gracias —murmuré al ver que era una especie de closet en el que estaban nuestras ropas. Luego de que se retirara, me vestí con prisa. No podía distraerme; esto no era una señal de tregua. Vladimir obviamente quiere mantenerme ocupado, quizás para que no intente averiguar por qué razón adelantó la boda.

"¿Has visto o escuchado algo raro desde que llegaste aquí?". Le escribí a Roger mientras salía por la puerta. Cuando salí del spa, me dirigí al lobby del hotel. Al entrar, una sonrisa creció en mis labios al ver a mis padres hablando con Ilya, quien se había cortado todo el cabello a la altura del cuello.

El primero en verme fue mi padre, un hombre un poco más bajo que yo, de cabello castaño y ojos negros, que me sonreía de oreja a oreja. Él tiró del brazo de mi madre para que me viera, pero ella lo miró con el ceño fruncido hasta que observó hacia acá y su boca casi pega al piso. Mi madre también era mucho más baja que yo, su cabello era negro y rizado, contrario al liso de mi padre, y sus ojos eran color chocolate.

—Mi niño —dijo ella con felicidad cuando me abrazó. Le di un beso en el cabello tras corresponderle, luego abracé a mi padre y finalmente a Ilya.

—Los extrañé mucho, ¿cómo se sienten? ¿Cómo estuvo el vuelo? —les pregunté al alejarme para verlos, ellos todavía estaban sonriendo.

—Estamos de maravilla, ¿y tú? Queríamos ver a Vladimir, pero Ilya nos dijo que llegará mañana —mi madre miró hacia Ilya con un poco de tristeza, la cual asintió levemente.

—Así es, Vladimir les envía sus disculpas... —soltó la pelinegra con una expresión desolada, era tan convincente que hasta yo creí que decía la verdad. Aunque supongo que se habrá inventado eso para mitigar de alguna forma la ausencia de su desconsiderado hermano, quien no hará ni el más mínimo esfuerzo por asistir a la cena de compromiso.

La celebración de esta noche será solo un reflejo de lo que me espera de ahora en adelante. Soledad y más soledad. Eso es. Por un momento había olvidado en qué posición me encontraba. Mientras Vladimir siga humillándome de esta forma, no habrá ninguna paz.

—No te preocupes, querida, sabemos que es un hombre muy ocupado —contestó mi madre con un tono dulce y calmado, mientras Ilya le sonreía levemente.

—Lo es. Síganme, los acompañaré a su habitación, deben estar muy cansados por el viaje —añadió la pelinegra con compasión. Agradecí internamente su amabilidad, aunque la sombra de la ausencia de Vladimir todavía pesaba en el aire.

—Yo los llevaré —dije rápidamente, deseando pasar más tiempo con ellos a pesar de que ambos lucían un poco agotados. Mis padres me sonrieron, e Ilya asintió.

—Está bien, nos veremos esta noche —respondió la rusa con calma mientras me pasaba la tarjeta de la habitación antes de que nos dirigiéramos al ascensor.

—Quiero saberlo todo, ¿cómo fue la propuesta de Vladimir? —me pasé una mano por el cabello cuando mi madre preguntó eso con mucha emoción. Sé que ella lloraría si supiera lo fría e indiferente que fue la "propuesta" y que había un contrato de por medio.

—¿Por qué se van a casar tan rápido? —preguntó mi padre con extrañeza, ganándose un codazo por parte de mi madre.

—Bueno...

—Porque se aman demasiado. Tú y yo nos casamos a los siete meses de habernos conocido —intervino mi madre, interrumpiéndome y mirando mal a mi padre, quien arqueó una ceja.

—Esos eran otros tiempos —respondió él, cruzándose de brazos y mirándome otra vez con interrogación, esperando una respuesta. Mis manos comenzaron a sudar.

—Básicamente...

—Es por amor, ¿qué clase de pregunta es esa? —insistió mi madre con fastidio cuando entramos al ascensor. Mi padre soltó un suspiro de rendición, reconociendo que no ganaría esa discusión.

—Sí, cariño. Tienes razón —contestó finalmente. Ella sonrió y abrazó uno de sus brazos. También sonreí un poco, agradeciendo más que nunca que mi madre fuese una romántica, librándome, por ahora, del escrutinio de mi desconfiado padre.

—¿Y bien? ¿Cómo fue la propuesta? —mi sonrisa se borró al escuchar nuevamente la pregunta de mi madre. Este será un largo día...

Roger

Estornudé nuevamente y tuve que salir de la enorme habitación fría en las que se encontraban los miles de arreglos florales para mañana. Nunca había presenciado de cerca una organización para un evento de tal magnitud. Los Sokolov no habían escatimado en ningún gasto; esta sería la boda del año.

Ya perdí la cuenta de la cantidad de periodistas con los que he hablado desde ayer. Mi rostro estaba en todas las noticias al hablar en nombre de Dean. Apoyé completamente la idea de que él no hiciera nada más que relajarse en este día, sin conocer realmente el enorme revuelo que estaba provocando la boda en toda la ciudad y en algunos países del mundo. Todos estaban pendientes, y eso era algo que definitivamente lo abrumaría bastante.

—Ya regresaremos —dijo Viktor mirando su reloj con un poco de impaciencia. Hice una mueca, dejando entrever mi disgusto. No quería volver tan rápido al hotel; era demasiado doloroso cruzar miradas con Nikolai y tener que fingir indiferencia, cuando en realidad lo que más quería era regresar a sus brazos.

He estado evitándolo a toda costa. Hasta ahora, no hemos tenido que hacer nada juntos, lo que me hacía pensar que él también estaba evadiéndome.

Me sentía triste, pero lo había olvidado al distraerme con todas las cosas que me habían encomendado. Revisé la lista en mi celular y solté un suspiro al notar que ya todo estaba hecho.

Releí el mensaje de Dean unas tres veces, pero no me animé a responderle. No había tenido tiempo para investigar, así que desconocía por completo los planes de Vladimir, si es que aún estaba tramando algo.

Cuando llegamos de regreso al hotel, miré con duda la puerta abierta del vehículo cuando Viktor salió. Me desmonté y respiré con alivio al notar que ya habían cerrado completamente la calle, dejándola libre de todos los fanáticos y paparazzis.

Cuando entramos al hotel, me tensé al ver a Nikolai hablando con Ilya y Alina. Él me observó por apenas unos segundos antes de retirarse mientras se llevaba el celular a la oreja. A pesar del pequeño golpe en el corazón que sentí al ver eso, mantuve la compostura y me aproximé a las mujeres.

—¿Dónde está Dean? —pregunté de inmediato.

—Debe estar en su habitación —contestó Ilya mirándome con un deje de preocupación. Forcé una pequeña sonrisa y me dirigí hacia la habitación del pelinegro.

—¡Roger! —giré la cabeza al escuchar mi nombre y me detuve al identificar a Dominik Brown. A pesar de haber hablado con él en varias ocasiones por teléfono, solo nos habíamos visto un par de veces en persona.

—Hola, Dominik —lo saludé estrechando su mano cuando el alto castaño llegó frente a mí.

—¿Vas a ver a Dean? —preguntó, señalando hacia el ascensor. Asentí, y él ingresó, mirándome expectante desde adentro. Lo seguí.

—Al final no pudimos hacer nada... —reconocí mientras las puertas se cerraban. Introduje el código de la suite de Dean mientras lo escuchaba suspirar.

—En el contrato hay algunos vacíos que podríamos usar para romperlo... —soltó, dejándome perplejo. Él ni siquiera me miró, su vista estaba clavada en las puertas.

—Pero no lo quieres hacer... —afirmé al comprenderlo. Finalmente, volvió sus fríos ojos grises hacia mí.

—Vladimir no dudará en hacerlo público si intentamos cancelar todo. Solo imagina la humillación que será para Dean si sale a la luz que firmó un contrato para casarse —declaró con molestia. No dije nada. No podía negar que él tenía razón. Ya hemos visto que Vladimir no tiene límites. Estaba claro que, si no podía tener a Dean, entonces lo destruiría.

—Siempre supiste que no había nada que hacer una vez que Dean firmó, ¿verdad? —le pregunté en voz baja, y él asintió. —Entonces, ¿por qué...

—¿Te hubieses quedado tranquilo y callado todo este tiempo? —su pregunta me dejó en silencio. Los dos conocíamos la respuesta. No. Si hubiese sabido que no había ningún tipo de esperanza de romper el contrato, probablemente le hubiera contado a Dean sobre los cambios que hizo Vladimir. —Solo nos queda esperar para ver qué sucederá —masculló con fastidio. En sus ojos relucía todo el enojo que sentía hacia Vladimir.

—¿Nunca has considerado que tal vez Vladimir hizo todo esto porque está obsesionado con Dean? —pregunté de repente, sorprendiéndolo genuinamente. Había pensado en ello al conectar algunas piezas del pasado. Solo una persona obsesionada o enamorada estaría observando en silencio la vida de alguien más durante tanto tiempo.

—No solo lo he pensado, sé muy bien que es así. Pero, ¿cómo lo sabes tú? —preguntó él, mirándome con mucha curiosidad. Mis ojos se abrieron ampliamente al escucharlo confirmar mis sospechas.

—Solo era una suposición... —le hice un rápido resumen de mi teoría, y él soltó una pequeña risita cuando terminé de hablar.

—Eres muy bueno —reconoció justo cuando las puertas del ascensor se abrieron. Una felicidad momentánea me invadió. Que alguien como él me dijera algo así, significaba mucho. Había escuchado muchos rumores y había leído bastante sobre los Brown; sabía que Dominik era una fría eminencia en el mundo del derecho, siendo uno de los abogados más reconocidos del mundo junto a toda la firma de su familia. —Pero, lo que todavía no sabemos es si esto es solo una obsesión o es la retorcida forma de amar que tiene Vladimir —mencionó en voz baja, sin sorprenderse al ver todas las rosas y regalos. Hice una mueca. ¿Amar? Nunca había pensado en eso, pero quizás él sabía otras cosas que yo no... —Sé que en todo esto hay más que una obsesión o amor. Vladimir está usando a Dean para algo muy malo y todavía no he podido saber para qué... —asentí cuando murmuró eso, algo más en lo que seguíamos de acuerdo.

—¡Dominik! ¡Roger! —los dos miramos a la izquierda cuando Dean salió por una enorme puerta. Le sonreí cuando se acercó al castaño para abrazarlo, y él me sonrió de regreso. Su rostro se veía iluminado en felicidad, en comparación con cómo estaba hace unos días. —¿Abigail y Shelly están aquí? —le preguntó a Dominik con emoción. Cuando él asintió, la sonrisa del rizado se amplió aún más.

—Mi madre y Valentin vendrán mañana —afirmó el castaño, mirando ahora con desdén las rosas. Dean se quedó boquiabierto.

—¿En serio? No quisiera que el viaje empeorara su estado... —dijo rápidamente con preocupación, pero Dominik se encogió de hombros.

—Está mucho mejor y dijo que no se perdería esta boda por nada —le respondió mientras se acercaba a una caja de chocolates. Lo observamos comerse uno. Dean había vuelto a sonreír.

—Tienes que elegir el traje que usarás mañana, ¿ya viste las opciones? —le pregunté mientras Dominik seguía comiéndose los chocolates mientras inspeccionaba los arreglos y los regalos.

—¿Te acostaste con Vladimir? —Dean y yo giramos la cabeza rígidamente, mirando con indignación al hombre de ojos grises que se paseaba despreocupado por toda la sala después de preguntar eso con curiosidad. Él levantó ambas manos al notar cómo lo veíamos, y sus labios no tardaron en curvarse en una sonrisa divertida. —Estoy tratando de entender todo esto. Por sus caras, ya sé que Vladimir quiere hacerlo, pero tú no —soltó, haciendo que las mejillas de Dean se ruborizaran un poco. —Al menos no por ahora... —susurró el castaño antes de devolver su atención a los chocolates. Creo que solo yo alcancé a escuchar esto último. Estaba claro que Dean también quería estar con Vladimir, pero definitivamente eso le hará más daño que bien a su corazón enamorado.

—No pienso hacerlo —contestó Dean, tratando de sonar convincente, pero parece olvidar con quién está hablando; con un hombre cuya especialidad es sacarle la verdad a la gente. Solo bastó una mirada para que Dean mostrara nerviosismo y culpa en sus ojos. Dominik se apiadó de él y no le respondió; en cambio, se sentó en uno de los sillones y siguió comiéndose los chocolates con la mirada perdida.

—¿Y bien? ¿Qué traje vas a usar? —le pregunté al pelinegro, trayendo confusión a su expresión.

—¿No usaré el traje que me regaló? —me interrogó algo confuso, arqueé una ceja. ¿Quería usar ese?

—¿No has visto los otros? Ya deberían estar aquí —dije mientras caminaba hacia una puerta que llevaba a una segunda sala de estar, él me siguió.

Cuando abrí la puerta, vimos un rail con cinco trajes blancos en él. Dean se acercó en silencio e inspeccionó cada uno detenidamente.

—¿Él también usará uno blanco? —preguntó de repente, desviando la mirada hacia mí.

—Tengo entendido que será negro o gris —contesté, observando como la indignación se apoderaba de su expresión.

—¿Por qué tengo que ser yo la novia? Esto solo le dice al mundo que yo seré el que estará debajo de él en la luna de miel falsa —declaró mientras negaba rotundamente. Me pasé una mano por el cabello.

—Creo que todos lo pensarían aunque usaran el mismo color... —afirmé, mirándolo de arriba abajo. Me reí un poco cuando me fulminó con la mirada.

—Quiero usar uno negro o azul, no iré con ninguno de estos —declaró cruzándose de brazos. Respiré hondo.

—¿Estás consciente de que la boda será en menos de 20 horas? —le pregunté con algo de estrés. Él se encogió de hombros.

—Si fueron capaces de reservar todo este hotel en tan poco tiempo, no creo que conseguir un traje distinto sea un problema —afirmó con tranquilidad. Tenía un punto válido que no pude refutar.

—Hablaré con Ilya, te escribiré en cuanto tenga una respuesta —dije mientras caminaba hacia la puerta. Él me sonrió un poco y luego miró hacia los trajes con un poco de malicia. Puedo notar que también hace esto para molestar a Vladimir. Suspiré y, tras sonreírle levemente, me retiré.

—¿Ya acabó tu día de spa? ¿Tienes algo de tiempo para mí? —escuché que preguntó Dominik al teléfono con una sonrisa casi imperceptible. Me despedí de él con un pequeño ladeo de la cabeza; él me correspondió y siguió hablando.

Bajé al primer piso del hotel y salí a uno de los jardines traseros, donde la cena de compromiso tendría lugar. Contemplé la larga mesa que habían dispuesto en medio de un mar de flores, con aproximadamente unas veinte sillas colocadas a su alrededor. La mesa estaba cubierta con un mantel blanco sobre el cual había platos, copas, largas y elegantes velas y delicados arreglos de rosas blancas. Todo estaba iluminado por una capa de pequeñas hileras de luces que colgaban sobre la mesa y gran parte del jardín. Parecían pequeñas luciérnagas encendidas, estaba seguro de que a Dean le encantaría.

—¿Me extrañaste? —me di la vuelta al escuchar esa voz detrás de mí y sentir unas manos sobre mis hombros. Sonreí al ver a Conrad, un pelinegro de ojos verdes que llevaba meses sin ver. Lo miré mal.

—Oh, ¿recordaste para quién trabajas? —le pregunté con sarcasmo mientras me quitaba sus manos de encima. Él sonrió, logrando que se le marcaran unos hoyuelos en las mejillas.

—A diferencia de ti, Dean sí me quiere y por eso me deja tener vacaciones —contestó con calma. Rodé los ojos y seguí mi camino, ignorando a ese publicista de pacotilla.

—Debiste regresar en cuanto se rompió el compromiso con David —afirmé con un poco de molestia mientras él caminaba a mi lado.

—Manejaste todo muy bien. Dean es el modelo más popular del mundo ahora mismo; al fin destronó al fastidioso francés aquel, y eso que lleva meses sin pisar una pasarela o un estudio —soltó Conrad con mucho orgullo en la mirada. Si tan solo supiera lo cara que le está saliendo ese aumento de fama a Dean. Aunque Conrad era su publicista, él no entraba en la reducida lista de Vladimir sobre quién podía saber la verdad. —Por cierto, me lo he estado preguntando desde el interrogatorio y las seis revisiones que me hicieron para dejarme entrar a este hotel, ¿por qué hay tanta seguridad? Sé que la gente está vuelta loca y que tanto Dean como su prometido son muy influyentes, pero... aún así me parece demasiada seguridad —comentó el pelinegro con curiosidad mientras miraba alrededor. Palmeé suavemente su hombro. Todavía no ha visto nada. Este lugar parecerá aún más una fortaleza cuando Vladimir llegue. Es el precio por ser uno de los principales líderes de la mafia internacional, algo que Conrad parecía ignorar.

—Como dicen, es mejor prevenir que lamentar —me limité a contestar mientras veía con asombro los falsos árboles de naranjas que cargaban dos decoradores; los observamos colocarlos a pocos pasos de la mesa. Se veían muy auténticos.

Suspiré y seguí caminando mientras Conrad me contaba todo lo que vivió en Brasil mientras Dean y yo afrontábamos todo este proceso solos. Me detuve cuando su voz comenzó a irritarme y puse las manos en sus hombros, lo que logró sacarle una mirada estupefacta.

—No me interesa saber absolutamente nada sobre tus egoístas vacaciones, Conrad. Quizás a Dean no le haya importado, pero yo no te perdonaré esto fácilmente...

—Estás... ¿tocándome? —preguntó, ignorando por completo lo que le dije. Se veía perplejo. Rodé los ojos y alejé las manos de él cuando alcancé a ver por el rabillo del ojo cómo Nikolai salía al jardín.

—Solo déjame en paz. Ya no te necesitamos —respondí secamente mientras continuaba mi camino, ignorando la comezón que me dio en el cuello por los nervios. Fruncí el ceño cuando Conrad me agarró desprevenidamente por una mano y me giró hacia él; sus ojos todavía se veían sorprendidos.

—¿Qué pasó contigo? —ignoré su pregunta y su mirada sumamente curiosa, alejé mi mano con fastidio. —Tardaste más de lo usual en alejarte —reconoció, luciendo pensativo. Negué lentamente y seguí caminando. —Algo cambió... —hice una mueca. El tener a Nikolai con sus manos sobre mí tanto tiempo ha hecho que me fastidie un poco menos el contacto físico leve.

—Roger... —me detuve, con todos los pelos de mi cuerpo erizados al escuchar ese fuerte acento ruso. Conrad fue el primero en darse la vuelta, lo imité tras unos segundos al escuchar el tintineo de los zapatos de Nikolai sobre el asfalto al acercarse.

Le lancé una mirada altiva y expectante, manteniendo la firmeza aunque sus ojos negros se veían un tanto apagados y perdidos. Su mirada pasó desde mí hasta Conrad, al cual observó sin ningún tipo de expresión.

—Parece que no nos conocemos, soy Nikolai Sokolov —se presentó cortésmente, pero sin siquiera extenderle una mano a Conrad, quien estaba muy sorprendido y repentinamente nervioso. El desdén en la mirada de Nikolai dejaba claro que la cortesía no siempre iba acompañada de amabilidad...

—Es un gran honor conocer finalmente a un Sokolov. Me declaro fan de ustedes y de cómo han sabido desarrollarse con tanto éxito en cada área en la que están. Soy el publicista de Dean, Conrad Philly —miré a Conrad desbordar felicidad y admiración mientras miraba a Nikolai, el cual se extrañó un poco pero después le sonrió levemente. Resoplé abiertamente. ¿Cómo podía declararse un fan de los Sokolov y no saber que son mafiosos? Conrad era un chiste andante.

—Siempre es un placer conocer a un entusiasta de los negocios —contestó Nikolai, mirándolo como si fuese un plebeyo, pero Conrad parecía totalmente feliz de ser considerado al menos eso por el rubio. Supongo que le dará un paro cardíaco cuando mañana vea a Vladimir.

—¿Qué quieres? —pregunté, interrumpiendo las miradas señor-sirviente que estaban teniendo. Nikolai desvió su penetrante mirada hacia mí, la cual era evidentemente fría y que por supuesto, le regresé con creces. Le había hablado en ruso, enviándole un claro mensaje de que no podía decir algo extraño frente a Conrad.

—Solo quería saber si estabas bien —declaró de repente, dejándome con la mente en blanco. Él me respondió en inglés, sacándole una mirada impactada a Conrad, quien parecía un libro abierto.

—Lo estoy. ¿Algo más? —respondí fríamente. Nikolai se quedó observándome, mientras Conrad se alejaba disimuladamente, mirándonos de reojo.

Fruncí el ceño a medida que una sonrisa iba apareciendo en los labios de Nikolai. ¿Qué le parece tan gracioso? La luz dorada del atardecer nos bañaba, haciendo que su cabello rubio casi pareciera de un brillante blanco. Maldije en mi cabeza. El mayor crimen de este hombre era ser tan desgraciadamente atractivo. Aunque la atmósfera era tensa, su sonrisa desafiante no se desvaneció.

—Si no hay nada más que hablar, me retiro. Tengo cosas que hacer —dije abruptamente, rompiendo la intensidad del momento. Él se limitó a asentir, todavía con esa sonrisa extraña en el rostro y con una mirada bastante cálida en comparación a la que tenía hace unos segundos. Me di la vuelta mientras pensaba en qué podría significar su cambio de actitud.

—Asistiré con alguien a la boda —me detuve al escucharlo decir eso en ruso. Sentí náuseas y un dolor misterioso en el estómago.

—¿Por qué me lo dices? ¿Se supone que me importe? —pregunté sin girarme a verlo, sintiendo la brisa del atardecer azotar mi rostro y observando cómo se agitaban las hojas de los árboles, emitiendo un leve susurro que intensificó la incomodidad del momento. ¿Por qué me sentía tan mal?

—Solo quería que lo supieras, pero tienes razón, no debe importarte. Ya los dos seguiremos adelante con otras personas —su respuesta tan relajada logró humedecer un poco mis ojos, cosa que me sorprendió. Agradecí que le estaba dando la espalda para que no viese algo tan patético. ¿Cómo es que había agarrado sentimientos tan profundos por él en tan poco tiempo?

—Me parece perfecto —contesté secamente antes de seguir caminando bajo la preocupada mirada de Conrad. No me giré en ningún momento para ver la expresión de Nikolai, no hacía falta. Si él ya estaba pasando página, yo haría lo mismo. En cuanto pueda, aclararé con Dean qué sucederá después de la boda. No quería regresar a Rusia, y tampoco debía hacerlo, no solo porque será incómodo ver a Nikolai sino también porque Vladimir tenía uno de sus fríos ojos sobre mí.

—No entendí nada de lo que dijeron, pero puedo ver que algo intenso está pasando aquí —comentó Conrad cuando me alcanzó. Suspiré.

—Lo único intenso aquí es mi odio por ti —respondí con tranquilidad mientras sacaba mi celular.

—Ouch —susurró el pelinegro dramáticamente. Abrí mucho los ojos al leer el mensaje que me había llegado.

"¿Puedo verlo esta noche? A solas". Dos teorías se formaron en mi cabeza de inmediato. Primero, o Pierre Leroy ya quería pisar tumba o quería que me mataran a mí. ¿Cómo rayos se le ocurre siquiera pensar que podía ver a Dean a solas una noche antes de la boda? Este hotel y las calles contiguas estaban repletas de guardaespaldas que no dejaban pasar a nadie que no estuviera en la lista de confianza de los Sokolov.

—¿Por qué te dejaron entrar al hotel? —le pregunté a Conrad con confusión, él arqueó una ceja y me miró ofendido.

—¿Olvidas quién soy? —preguntó altaneramente mientras caminábamos. Lo observé, todavía esperando una respuesta. Él suspiró. —Los guardias llamaron a alguien por teléfono cuando les dije quién era, no sé con quién hablaron, pero después me revisaron hasta la boca para dejarme pasar...

Probablemente hablaron con Ilya o Alina, quienes parecían llevar las riendas de toda la organización. Eso sería un problema. Ninguna de las dos, bajo ninguna circunstancia, dejarían que Dean se viera con un desconocido a solas, aunque estuviese en la lista de invitados de la boda.

Me dirigí de regreso al hotel mientras pensaba seriamente en que no existía posibilidad alguna de cumplir la petición de Pierre.

—Joder... —susurró Conrad con sorpresa cuando abrió una puerta blanca, dejando ver a Harry y a una mesera del hotel teniendo sexo en lo que parecía ser un cuarto de limpieza. Los dos nos miraron sonrojados e impactados. La expresión de sorpresa de Conrad se transformó en una sonrisa traviesa.

—¿No eres gay, Harry? —pregunté con confusión, ganándome una mirada fulminante por parte de todos.

—¿Harry? ¿No eres un Sokolov? —Conrad y yo nos miramos cuando la chica le preguntó eso a Harry con algo de confusión. El castaño soltó una risita nerviosa. La mujer rubia le dio una bofetada y se arregló la falda que traía mal puesta antes de salir y alejarse con rabia. ¿Cómo pudo pensar eso de alguien que tiene un acento inglés?

—¿Pueden irse? Ya ha sido demasiada humillación en menos de un minuto —dijo Harry ácidamente mientras se abrochaba el pantalón. Conrad cerró la puerta y me miró nuevamente; los dos nos aguantamos la risa a duras penas.

Observé como el sol terminaba por ocultarse y pensé en qué debería hacer con respecto a Pierre...

Dean

—Todo quedó perfecto, Ilya —reconocí en cuanto mis ojos recorrieron el mágico espacio que habían creado en mitad del jardín. Ella me dedicó una cálida sonrisa. Los repentinos destellos de las cámaras me cegaron por un segundo, pero cuando me acostumbré, me pasé los siguientes diez minutos saludando y tomándome fotos con mis amigos y familia. Pero, cuando me comenzó a costar forzar una sonrisa, supe que se debía a la ausencia de Vladimir. El hecho de estar rodeado de mis seres queridos parecía no ser suficiente para mi exigente corazón... —Klaus, no esperaba verte aquí —dije cuando el castaño de ojos verdes se me acercó con una sonrisa ladeada. Disimulé mi descontento.

—No vine por ti, tranquilo. Técnicamente Vladimir es mi tío, así que, ya sabes, la familia debe estar unida contra todo mal —soltó venenosamente con una mirada condescendiente. Arqueé una ceja, un poco sorprendido por su actitud. ¿Acaba de decir "contra todo mal"? —Me disculpo por haberte dicho que él no estaba interesado en ti. Obviamente, te las arreglaste para amarrarlo de alguna forma —añadió con un toque de burla, solté una pequeña risita.

—Olvida el pasado. Me alegra que estés aquí. Aunque con la falta de cariño y atención que evidentemente hay en tu vida, me sabe un poco mal que mañana debas presenciar todo el amor que Vladimir y yo sentimos el uno por el otro. Ya sabes, es como restregártelo en la cara... me sentiré culpable —solté con fingida inocencia y lástima. Su expresión fue todo un poema; la luz proveniente de los miles de bombillitos que colgaban sobre nosotros me permitió ver lo pálido que se puso. Evie, quien estaba cerca, abrió la boca con sorpresa. Obviamente, había escuchado lo que dije.

—Es lo que te mereces por idiota —dijo la rubia acercándose más y mirando con fastidio a su hermano, el cual resopló y se alejó tras lanzarme una fría mirada. —De verdad lo siento mucho, Dean. Klaus es el karma que está pagando la familia —se disculpó la adolescente con mucha vergüenza, le sonreí.

—No me molesta, no te preocupes —contesté a la vez que tomaba una copa de cóctel de frutas de la bandeja de un mesero. Ella se quedó observándome en silencio, como si buscara leer más allá de mis palabras.

—Vas a ser el novio más hermoso de todos, Vladimir es muy afortunado —susurró con un poco de timidez. Ese comentario me tomó por sorpresa. Creo que es la primera vez que alguien me dice que Vladimir será el afortunado en todo esto. La mayoría, excepto por algunos de mis fanáticos, me veían a mí como el suertudo que pudo "conquistar" al ruso.

—Gracias, Evie. Eres muy dulce —contesté con honestidad. Su rostro enrojeció hasta las orejas, y comenzó a jugar nerviosamente con su largo cabello. Sonreí ante su timidez, totalmente ajena a la personalidad de sus padres.

Todos nos sentamos en la mesa mientras una suave música de piano se escuchaba al fondo. Al mirar hacia abajo, noté una pequeña carta con el menú escrito. Una fría ráfaga de viento nos envolvió mientras todos hablaban y reían. Mis padres parecían llevarse de maravilla con los Sokolov.

Pasé la mirada por cada uno de los que estaban aquí presentes. Klaus observaba detenidamente uno de los arreglos florales, Evie y Dahlia estaban sumidas en una conversación con Cameron. Dominik compartía risas con Alina y Will, Ilya no dejaba de reírse con mis padres y Nikolai, mientras que Abigail miraba disimuladamente a la rusa. Harry estaba asesinando a Roger con la mirada, lo que me pareció algo bastante inusual, pero Roger ignoraba al castaño olímpicamente mientras hablaba con Conrad. Dylan estaba a mi lado leyendo el menú, Shelly miraba malhumorada a su esposa y Viktor... Viktor me miraba fijamente, aunque apartó la vista en cuanto lo descubrí.

Cuando los meseros trajeron las entradas, me concentré en cenar mientras mis pensamientos me llevaban a la helada mansión de los Sokolov. Qué ironía. Recordé que cuando estaba allá, pensaba en lo mucho que deseaba estar con mis amigos, y ahora que estoy aquí, no dejo de pensar en Vladimir.

Me sentí culpable cuando noté todo el interés y la admiración en los ojos de mis padres mientras conversaban con Nikolai y Viktor. No necesitaba acercarme para saber que hablaban de trabajo. Mis padres respetaban mucho a las personas empresarias, razón por la cual prácticamente me forzaron a estudiar una carrera asociada con los negocios. Comprendía la emoción que debían sentir al estar ahora conectados de alguna forma con los exitosos rusos, pero todo ese orgullo se iría a la basura si conocieran la vida clandestina que llevaban...

Dejé de pensar en eso y no pude evitar sonreír un poco al recordar la nota que me había dejado Vladimir, quien había comenzado otro peligroso juego, el de conquistarme. Si ya tenía mi corazón sin siquiera haber hecho ningún esfuerzo, ¿qué pasaría ahora que ha dejado sus intenciones de tenerme tan claras? Mentiría si dijese que no estaba un poco emocionado.

Luego de la cena, todos se quedaron tomando y socializando, así que hice un esfuerzo por disfrutar el resto de la noche.

—Te enviaré algunas opciones para tus votos de mañana —murmuró Ilya cuando se acercó repentinamente. Hice una mueca y asentí, recibiendo otro golpe de realidad. Esto no era real, esta boda no sería real. El afecto que Vladimir probablemente actuará mañana no será real. Me recordé a mí mismo la farsa que estábamos representando.

—Está bien, los revisaré antes de dormir. Ya me iré a la cama —contesté un poco distraído, ella asintió. En sus heterocromáticos ojos noté la misma culpabilidad que Viktor también había mostrado. ¿Se debía a que eran parte de esta mentira o había algo más? Decidido a no estresarme más por esta noche, comencé a despedirme de todos.

—No te duermas de una vez, hay algo que quiero hablar contigo —dijo Roger cuando me acerqué para despedirme. Asentí.

Tras la ronda de despedidas, regresé al interior del hotel con Leo siguiéndome hasta que entré al ascensor.

—Buenas noches —le dije con una pequeña sonrisa, él me correspondió antes de que las puertas se cerraran. En cuanto estuve a solas, dejé caer mis hombros con relajación.

Al salir del ascensor, me acerqué a las rosas; el clima era un poco frío, lo que ayudaba a que siguieran frescas. Tomé una y la olí mientras caminaba hacia la habitación. Me cambié la ropa por un fresco pijama. Cuando me acerqué al balcón, alcancé a ver más allá la Torre Eiffel encendida, y por un segundo, mi mente se transportó al pasado, recordando cómo caminaba con prisa por estas calles para llegar a tiempo a las sesiones de fotos o a reuniones...

Cuando escuché el sonido de las puertas del ascensor abriéndose, caminé hacia la sala de estar con prisa y nervios mientras mi corazón se aceleraba. Sin embargo, me calmé al ver que era Roger; el rubio me miró con duda y después soltó un pesado suspiro.

—¿Podemos salir un momento? —preguntó, dejándome confundido.

—¿Salir a dónde? Es casi la una de la mañana —respondí, aunque sabía que los demás seguían abajo festejando. Roger volvió a suspirar, lo que comenzó a preocuparme.

—No puedo decírtelo, es una sorpresa... —su respuesta me dejó aún más confuso, aunque no tanto como la notable incomodidad que veía en él.

—Está bien —dije finalmente, pensando que tal vez era otra sorpresa de parte de Vladimir. Me regañé mentalmente por sentir un atisbo de excitación. —Debo cambiarme de ropa... —mencioné, imaginando la posible sorpresa que preparó.

—Ven así —Roger interrumpió mis pensamientos. Le hice caso y lo seguí al ascensor mientras miraba mi celular.

Pasé los ojos por los impersonales y fríos votos que Ilya me había mandado y negué. Si leía eso, mis padres y todo el que me conociera de verdad sabría que yo no lo había escrito. Por lo tanto, tendré que redactar mis propios votos esta noche, y con lo enamorado que estaba de Vladimir, creo que sería pan comido. Aunque la idea de expresar mis sentimientos frente a todos me resultaba un poco vergonzosa...

El ascensor se detuvo en el quinto piso. Miré a Roger con interrogación. El rubio salió sin siquiera dedicarme un vistazo y caminó con rigidez hacia el final del pasillo; lo seguí. Era sumamente raro que Roger anduviera con misterios, incluso cuando se trataba de una sorpresa.

—Estás de broma, ¿no? —le pregunté cuando abrió la puerta que daba a la escalera de emergencias. Él me miró con seriedad y, sin decir nada, salió. Me llevé una mano al puente de la nariz, tratando de entender la situación, y tras pensarlo unos segundos, también decidí seguirlo.

El hecho de estar bajando a escondidas por la escalera de emergencias me indicaba que la supuesta sorpresa no tenía nada que ver con Vladimir.

—¿Quieres que escape para que no me case? —le pregunté, fingiendo diversión para romper el silencio incómodo entre nosotros. Roger me miró de reojo.

—Tú no querrías escapar ni aunque tuvieses la opción de hacerlo —afirmó con convicción. Resoplé y seguí bajando las escaleras metálicas.

—¿Qué hacemos aquí afuera? —lo interrogué cuando llegamos abajo y caminó hacia uno de los jardines. Todo estaba sumido en silencio, y la oscuridad era casi total, exceptuando la iluminación que venía de uno que otro poste de luz. Arqueé una ceja al notar que por aquí no había guardaespaldas. —¿De qué se trata to...

Me callé y comprendí todo cuando vi a un alto castaño de ojos marrones levantarse de una de las bancas del jardín. Mi estómago se revolvió por los nervios de volver a verlo tras tantos años. Había cambiado mucho. Su cabello antes largo estaba ahora casi rapado por completo, una pequeña barba antes inexistente ahora cubría parte de su rostro. También se notaba más robusto y musculoso que cuando teníamos veinticinco, pero su mirada seguía brindándome la misma calidez de siempre. Nunca dejó de observarme así, ni siquiera cuando le contesté un frío "no puedo hacerlo, lo siento" cuando me pidió matrimonio.

—Pierre... —murmuré su nombre mientras lo veía acercarse a mí. Fruncí el ceño y miré a Roger con terror al caer realmente en la cuenta de lo que sucedía. —¿Quieres que Vladimir nos mate a los tres o qué? —le pregunté rápidamente en un susurro. Roger me sonrió de lado con amargura.

—Los guardaespaldas lo dejaron pasar sin mucho alboroto. Lo que significa que Vladimir sabe que está aquí y lo dejará hablar contigo. Bajar por la escalera fue solo parte de la sorpresa que Pierre quería darte... —respondió él también en un susurro justo cuando Pierre llegó a nuestro lado. Él me estaba sonriendo mientras observaba mi rostro con mucha atención. Pasé saliva y le sonreí como pude, ignorando las dudas en mi mente. ¿Qué quiere lograr Vladimir al permitir esto?

—Has cambiado demasiado —soltó Pierre, borrando su sonrisa. Roger se retiró, dejándonos a solas en el oscuro y solitario jardín. Me aclaré la garganta.

—Parece que no lo hice en un buen sentido —respondí, sin pasar por alto que ya no me miraba con la misma emoción de hace un rato. Una sonrisa algo triste se dibujó en su rostro.

—Te ves mejor que nunca, Dean... —su respuesta tan seria me decía que estaba siendo honesto. No supe cómo sentirme por su comentario, no sabía cómo sentirme en general con su presencia...

—¿A qué has venido, Pierre? —pregunté mientras caminaba con las piernas un poco temblorosas hacia la banca donde él había estado sentado. Él me siguió y se sentó a una distancia prudente. Mi corazón latía con fuerza, intentando anticipar las palabras que saldrían de su boca. ¿Qué estaba haciendo aquí?

—Sé que mañana estarás muy ocupado y no tendrás tiempo para hablar conmigo —respondió, mirando mi pijama. Clavé la vista en el rosal que teníamos a pocos pasos y suspiré. Justamente esto era lo que quería evitar cuando Roger lo invitó. Yo no creo que tengamos algo "pendiente" de lo que debamos hablar, creo que todo quedó muy claro en el pasado, pero parece que él no opina lo mismo.

—Hace unos años escuché que te casaste, ¿cómo está tu esposa? —dije rápidamente mientras desviaba la mirada hacia sus manos, pero no vi ningún anillo en ellas. Pierre se rascó la nuca y soltó una risita incómoda.

—Al final nunca pudimos entendernos bien, así que nos divorciamos hace cuatro años —sentí que su respuesta solo cargó el ambiente de más incomodidad.

—Lo siento mucho —me disculpé, arrepentido de no haber mirado primero sus manos antes de hacer tal pregunta. Él se rio suavemente y me miró con algo de amargura.

—Cómo me gustaría que no dijeras eso con tanta honestidad —volví a mirar hacia las rosas cuando escuché eso. Un extraño silencio se apoderó del ambiente. ¿Cómo puede decir eso después de tantos años?

—Ha pasado mucho tiempo, Pierre —susurré, sintiendo un desagradable frío, como si mi cuerpo estuviese cubierto en nieve.

—Y todavía sigo soñándote jurándome un amor que nunca llegaste a sentir, mientras tu mente pensaba en alguien más, aun teniéndome a tu merced —sus agrias palabras fueron como recibir un puñal en el estómago. No tuve valor para mirarlo. —Siempre fue él, ¿verdad? —preguntó con amargura. Aunque lo preguntó, la verdad parecía flotar en el aire, cruda y dolorosa.

—Siempre ha sido él —afirmé, alzando la cabeza y negándome a sentirme avergonzado por mis errores del pasado, por los que ya me había disculpado miles de veces.

Pierre me sonrió.

—El amor te sienta bien. Ya no pareces el mismo modelo frío que fingías ser —confesó con diversión, relajando el ambiente de inmediato. Golpeé suavemente su hombro y me reí también al recordar lo malo que fui con él al principio de nuestra relación.

—Tú solo has cambiado físicamente por lo que veo —respondí con seguridad. Él asintió y se levantó de la banca. Lo observé caminar hacia las rosas y tomar una que luego tendió hacia mí, con sus ojos marrones fijos en los míos. —Sí, no has cambiado nada —añadí, más convencido de eso mientras tomaba la rosa y le sonreía.

—Mañana no vendré a tu boda, no quiero incomodarte o a tu prometido, pero quiero que sepas que me siento feliz por ti —comentó mientras se sentaba nuevamente, esta vez un poco más cerca de mí.

—Gracias. Y si quieres puedes venir, a Vladimir le encantaría conocerte —admití, repitiendo las palabras de aquel ruso. Pierre se sorprendió bastante, pero después me miró un tanto preocupado.

—Ten mucho cuidado, Dean. Así como tu nueva familia tiene aliados poderosos, sus enemigos tampoco se quedan atrás... —me advirtió con cautela. No me sorprendió que Pierre estuviera al tanto de la verdad tras los Sokolov; como dueño de prestigiosas marcas de vinos en el mundo, una gran parte de su clientela eran personas relacionadas con el crimen organizado.

—Lo sé. No te preocupes por mí...

—Siempre me voy a preocupar por ti —me cortó rápidamente con el ceño fruncido, sonreí. —Siempre vas a contar conmigo, para lo que sea y cuando sea. Si en algún momento llegas a correr peligro, llámame y haré todo lo que esté en mis manos para protegerte —mi sonrisa se desvaneció al escucharlo decir eso; él me miraba de tal forma, como si supiera que sí necesitaría su ayuda en el futuro.

—Gracias, pero creo que ya hay demasiados guardaespaldas a mi alrededor —dije mientras me ponía de pie, dando por terminada la conversación, pero Pierre se levantó y me tomó de las manos. La advertencia relucía en sus ojos. ¿Acaso está enterado de algo que yo no sepa?

—Recuerda que, así como los guardaespaldas no dejan que nadie entre en tu círculo, también pueden evitar que tú salgas de él... —respondió con seriedad. Solté sus manos y me alejé un poco mientras lo miraba confuso. Si entendía correctamente sus palabras, está hablado sobre protegerme de Vladimir en algún momento.

—Quizás no sea tan buena idea que vengas mañana —contesté fríamente. Él ni siquiera se inmutó. Eso lo dije por su propio bien. Es un hombre inteligente, pero si llegaba a decir algo parecido delante de Vladimir o de alguno de sus lacayos que le contaban todo, eso sin duda lo pondría en la lista negra de aquel ruso, si es que no estaba ya.

—Nunca lo olvides, siempre estaré para ti... —susurró con determinación.

—Buenas noches, Pierre —me despedí de él y me alejé con prisa.

Regresé al hotel por una de las puertas del jardín, los guardaespaldas no se sorprendieron al verme, lo que confirmaba lo que había dicho Roger. Vladimir lo sabía.

No puedo evitar sentir nada más que preocupación por Pierre. Sé que todavía me guarda cariño, aunque sea como amigos, y sé que su preocupación es genuina, y por eso no podía siquiera considerar lo que dijo. No creo llegar a necesitar protección contra Vladimir, creo en su palabra de que nunca me haría daño, al menos no un daño físico o algo así, y en caso de que sí necesitara protección, no creo que pueda acudir a Pierre; eso sería condenarlo.

Al regresar a la suite, en la habitación sumida en la oscuridad tras apagar las luces, me deshice de las pantuflas y me acomodé en la espaciosa cama, cubriéndome con las sábanas frías. Abrí una nota nueva en mi celular y comencé a escribir los votos que diría mañana delante de todo el mundo...

Diez minutos después, luchaba por mantener los ojos abiertos hasta que mis párpados ganaron la batalla y terminaron por cerrarse.

Aunque mis ojos estaban cerrados, mi mente ansiosa seguía despierta. Solo pensaba en el día de mañana y en el encuentro con Pierre. Cambié de posición unas cinco veces, incapaz de dejar de dar vueltas en la cama, hasta que finalmente sentí que el sueño me envolvía...

—Los guardaespaldas son tus carceleros, nunca te dejarán escapar de Vladimir —dijo Pierre infundiéndome terror mientras me removía los hombros con fuerza. Comencé a quejarme con molestia.

—Él no me haría daño, estás mintiendo —respondí con molestia, sabiendo que solo estaba celoso. El francés resopló.

—Tú sabes que estoy diciendo la verdad...

Abrí los ojos levemente, despertando de aquella pesadilla, pero los volví a cerrar con mucho sueño. Hasta que sentí un pesado brazo posarse sobre mi cintura, miré a mi lado con dificultad y con el corazón acelerado.

—¿Vladimir? —pregunté al percibir el aroma de su perfume y la calidez de su mano, que se deslizó debajo de la chaqueta de mi pijama, acariciando mi espalda y erizando mi piel.

—Aquí estoy —respondió él con su profunda voz. Sentí su aliento cálido en mi frente cuando me atrajo más hacia su cuerpo, provocándome una sensación de seguridad, contraria al miedo que experimenté en mi pesadilla. Mis ojos se cerraron contra mi voluntad mientras lo abrazaba, y mi cuerpo se relajó gracias a su cercanía. Lo último de lo que fui consciente fue de sus labios depositando un beso en mi frente antes de caer por el sueño...

. . .

Al despertar, lo primero que hice fue mirar a mi lado, pero me sentí decepcionado al ver que estaba solo. ¿Habré soñado que Vladimir estaba aquí anoche? Tomé cada una de las almohadas y comencé a olerlas hasta que sonreí al notar su perfume impregnado en algunas de ellas. Me levanté de la cama y estiré mi cuerpo.

Hoy era el gran día.

Caminé por toda la suite buscando a Vladimir, pero pronto noté que no estaba aquí. Miré la hora, eran casi las diez de la mañana, y ya tenía una infinidad de mensajes de mis amigos. Me mordí el labio con un poco de nerviosismo y me acerqué a uno de los ventanales que daban a los jardines traseros. Mis nervios aumentaron al ver a todo el personal abajo, yendo de un lado a otro con arreglos florales y demás.

Pedí el desayuno a la habitación, haciendo un especial énfasis en que me trajeran una enorme porción de pastel de chocolate. Tenía ansiedad; necesitaba algo dulce y Dominik se acabó todos los chocolates que habían estado incluidos entre los regalos de Vladimir.

Me despojé de la ropa y me sumergí en el agua fría de la tina, reviviendo los momentos en el lago y disfrutando del completo silencio bajo el agua. Al salir tras un darme un baño, me sequé el cabello un poco y me puse otro pijama. Arrastré un sillón desde la sala de estar y me senté frente al ascensor, observando fijamente las puertas de metal mientras una de mis piernas se movía frenéticamente por los nervios. Necesitaba mis pastillas o algún calmante. Me levanté y comencé a caminar de un lado a otro. ¿Vladimir también estará nervioso? ¿Qué estará haciendo?

Me detuve cuando el ascensor se abrió y de él salieron Dylan, Abigail, Harry, Shelly, Cameron y Alina. Todos llevaban pijamas, incluso la rusa. Los miré con curiosidad al ver que traían envases plásticos en las manos.

—Te trajimos el desayuno. Aquí está tu pastel —dijo Dylan pasándome uno de los envases. Lo tomé con confusión. Ellos pasaron de mí y se dirigieron a la habitación mientras hablaban tranquilamente.

—¿Crees que debería usar la camisa amarillo pastel? Daniel casi siempre usa ese color, no quisiera que pensara que intento copiarle o algo así —le preguntó Harry a Abigail con duda.

—No creo que Daniel esté pendiente de lo que te vayas a poner, Harry —respondió la rubia con algo de lástima. Harry resopló y se sentó en la cama, al igual que los demás. Escuché como Shelly le explicaba el contexto de aquello a Alina.

—¿Por una chica? —preguntó la rusa en voz baja con impacto.

—¿Puedes creerlo? —soltó Harry con indignación.

—Cabe destacar que pasó hace mil años —aclaró Cameron, ganándose una mirada desdeñosa por parte del dolido castaño. Alina y los demás soltaron una pequeña risita. Harry nunca superaría a su primer amor.

—Sabíamos que estarías nervioso, así que te trajimos el desayuno a la cama —me susurró Dylan antes de que nos sentáramos junto a los demás. Le sonreí en agradecimiento cuando todos comenzaron a comer mientras reían.

—Lee esto —le dije mientras le pasaba mi celular, mostrándole mis votos. Él se llevó a la boca un trozo de manzana y tomó el teléfono con curiosidad. Miré con nerviosismo cómo iba cambiando su expresión a medida que leía. Se veía sorprendido... y triste.

—Esto es hermoso, Dean, pero, ¿estás seguro de decirle esas cosas? —preguntó con preocupación, me encogí de hombros y comí un poco del pastel.

—¿Qué más da? Él sabe lo que siento y aun así se hace el ignorante. Quisiera ver qué dirá después de esto... —contesté con un poco de malicia mientras tomaba la cereza sobre el pastel y me la comía bajo la mirada insegura de mi mejor amigo.

—¿Hola? —todos se callaron y miraron hacia la puerta al escuchar la voz de Daniela en la sala de estar.

—Estamos aquí, puedes entrar —respondí en voz alta. La pelirroja se detuvo en la puerta de la habitación, detrás de ella estaban tres chicas sonriéndonos. Una de ellas cargaba con unos trajes cuidadosamente guardados en bolsas, y las otras dos cargaban pequeñas maletas.

—¿Daniela? —preguntó Cameron con una ceja arqueada, la pelirroja lo miró con sorpresa y, sin perder ni un segundo, corrió hacia él para abrazarlo con fuerza. Con lo celoso que era el rubio, nunca me dejaba de sorprender lo bien que se llevaba con la ex de su esposo.

—Katherine —la saludó Dylan con una expresión exasperada mientras la pequeña mujer se reía un poco y saludaba al resto.

—Ella es Charlotte, será tu modista, y ellas son Amelie y Jade, te maquillarán a ti y a tus amigos —me explicó Daniela presentando a las chicas, los demás no tardaron en dar murmullos de aprobación en cuanto vieron que estaban incluidos en el paquete. Me reí un poco. Las chicas comenzaron a desempacar todo. —Ven, primero debes medirte el traje que usarás por si tenemos que hacerle algún ajuste —añadió la pelirroja seriamente, asentí y la seguí a ella y a Charlotte hacia otra de las habitaciones mientras mis amigos hablaban con las chicas.

Cuando Charlotte, la rubia de baja estatura, sacó los trajes de las bolsas y los puso sobre un rail, me acerqué a ellos y negué lentamente. Vladimir es terrible. Pensé al ver los trajes. Los tonos eran azul marino, gris claro, gris oscuro y negro, y absolutamente todos tenían los casi imperceptibles patrones de rosas del traje blanco que me había regalado.

—¿Hicieron todo esto en unas pocas horas? —pregunté apenado, arrepintiéndome de haber pedido un traje nuevo. No creí que literalmente mandarían a confeccionar cuatro opciones.

—Sí. Todos están hechos con tus medidas —respondió la rubia con una sonrisa, pero no pude evitar notar las ojeras que traía bajo los ojos.

—¿Tú los hiciste? Quedaron realmente hermosos —afirmé con honestidad. Sus ojos marrones se iluminaron.

—Gracias, lo hice con ayuda de mi equipo —dijo con firmeza, sin dejar de sonreír. Asentí y miré nuevamente los trajes. No mentí. Todos eran increíbles y tenían acabados de primera calidad.

—No te sientas mal por ellos; con lo que les pagaron, hasta yo trabajaría toda la noche —comentó Daniela en voz baja. Suspiré. —Vamos, vamos, quítate la ropa —me apuró de repente con una sonrisa pícara, tomando asiento en uno de los sillones y esperando ver un espectáculo. Negué lentamente y empecé a desvestirme. Me probé cada uno de los trajes bajo la mirada atenta de la pelirroja, quien mantuvo una sonrisa de principio a fin.

—Me gusta más este —declaré al notar cómo el traje gris claro resaltaba mi cabello y mis ojos negros. Ellas asintieron con aprobación. El traje me ajustaba perfectamente, no era necesario hacerle ninguna modificación.

—El de Vladimir es de un tono gris un poco más oscuro, así que van a verse muy bien juntos —afirmó Daniela, dejándome sorprendido.

—Estaré cerca por si surge algún inconveniente —dijo Charlotte mientras me cambiaba nuevamente al pijama. Cuando los tres salimos de la habitación, ella se marchó y Daniela y yo regresamos con mis amigos.

—Comencemos —murmuró la pelirroja, tomándome de la mano y guiándome hacia un sillón frente al espejo...

. . .

Jugué con el anillo de compromiso en mi dedo mientras contemplaba mi reflejo. Ya estaba listo. Me había puesto una camisa blanca, y Daniela había colocado un pequeño tocado de flores doradas justo encima del bolsillo de mi chaqueta gris. El maquillaje que me hizo era bastante natural y sutil, exactamente como se lo había pedido. En cuanto al cabello, solo me había cortado un poco para darle más forma a mis rizos.

Los nervios me carcomían por dentro. ¿Qué tal si Vladimir mintió y sí planea dejarme plantado?

—Ya es hora —miré a mi mamá con terror, arrancándole una pequeña sonrisa compasiva. Lucía hermosa con un vestido rojo vino que complementaba a la perfección mi traje gris.

—No sé si pueda hacerlo —confesé con el estómago todo revuelto. Ella se rio suavemente y acarició mis brazos. Solo estábamos nosotros dos en la habitación, ya los demás habían bajado. Estaba más nervioso que nunca.

—Yo dije lo mismo cuando me iba a casar con tu padre. Lo que me tranquilizó fue pensar que me esperaba el amor de mi vida en el altar. Intenta olvidar que todos los demás están ahí e imagina que será solo un momento entre Vladimir y tú, solo uno de los muchos que compartirán por el resto de sus vidas...

Las palabras de mi madre hirieron mi corazón y llenaron mis ojos de lágrimas. Lo que dijo podría ser reconfortante si Vladimir me amara y no estuviera prácticamente obligándome a esto.

—Necesito un trago —dije, tomando una botella de champán de una hielera sobre la mesa. Mi madre abrazó uno de mis brazos y continuó acariciando mi espalda. Me di un largo trago y agarré su mano. Ya no hay vuelta atrás...

Casi se me cae la mandíbula al ver a Alina e Ilya esperándonos en la sala de estar. Las dos rusas lucían espectaculares con vestidos llamativos. Alina llevaba un vestido largo de color naranja, mientras que Ilya lucía uno azul cielo, ambos en armonía con sus maquillajes. Ambas me miraban de arriba abajo con mucha felicidad.

—Te ves increíble —comentó Alina, haciéndome sonreír. Luego de varios halagos entre nosotros, los cuatro entramos al ascensor.

—¿Ya llegó Vladimir? —pregunté, sintiendo un terremoto en mi estómago por los nervios.

—Sí, todos están esperándote; casi es tu entrada —contestó Ilya suavemente. Suspiré aliviado. Al menos no me dejó plantado...

Cuando descendimos al vestíbulo, un fotógrafo se acercó y comenzó a tomarnos fotos durante todo el camino hacia el jardín. Mis nervios iban aflorando cada vez más mientras avanzábamos por el césped hacia uno de los extremos del jardín. Según entendía, la ceremonia tendría lugar junto al río, que estaba en un nivel más bajo que el hotel. Nos acercamos a unas amplias escaleras, cubiertas de manera natural por flores que ocultaban la vista de los jardines inferiores. Apenas se vislumbraba el cielo y los rayos de sol que se filtraban por los espacios vacíos.

—Este camino solo lo utilizaron tú y las chicas de las flores y los anillos; los invitados entraron directamente desde la calle —me explicó Alina. Asentí mientras apretaba fuertemente la mano de mi madre, cuyos ojos estaban ya llenos de lágrimas. Sonreí un poco.

Al llegar al final de la escalera, recorrimos un poco alrededor de una amplia pared de rosas hasta llegar a donde estaba Anna, la pequeña niña llevaba un cofre con los anillos. Antón le dijo algo en ruso, y al parecer ella comprendió, ya que salió por el costado de la pared, recibiendo una instantánea ovación de ternura por parte de los invitados. Comencé a maldecir mientras mis manos sudaban. Cerré los ojos por unos segundos. Detrás de esta pared, más de cien personas esperaban verme y, probablemente, decenas de cámaras...

—Respira hondo —me aconsejó mi madre con tranquilidad. La imité, y mi corazón se aceleró al darme cuenta de la canción que estaban tocando. Era el instrumental de Young and Beautiful, la primera canción que bailé con Vladimir.

—Vamos —dije, armándome de valor. No debería estar tan nervioso; ya estaba acostumbrado a tener demasiados ojos puestos en mí.

Las rusas me sonrieron. Salí con mi madre de la mano y casi me quedé sin aliento ante la perfección que veían mis ojos. Había alrededor de doscientos invitados, todos de pie con sonrisas amables y miradas curiosas. Comencé a caminar por el césped cubierto de pétalos blancos con mi madre, mientras todas las cámaras nos seguían. A lo largo del camino había arcos de rosas blancas, y en el altar, enfoqué la vista en el arco más grande de flores. Pero, lo más impactante era la vista del hermoso río que se extendía ante nosotros, iluminado por la luz del sol, con la Torre Eiffel destacándose al fondo. Finalmente, mis ojos se posaron en quien había estado evitando ver, Vladimir.

Vladimir me sonreía suavemente, con una mirada que parecía estar evaluando cada centímetro de mi ser. Aparté la vista de él al sentir que mis mejillas ardían. Mi corazón estaba casi saltando de alegría y emoción. Cuando llegué a su lado, y mi madre le entregó mi mano con la cara bañada en lágrimas. Tuve que volver a mirarlo al sentir un escalofrío en todo el cuerpo cuando me tocó. Él me sonrió con un poco de diversión y se giró hacia el guardia civil junto al que había estado.

Mi mente se concentró todo el tiempo en ver al hombre castaño frente a nosotros. Trataba de no pensar en todos los que nos miraban, tal y como dijo mi madre, pero era difícil no hacerlo. Aunque la mano de Vladimir, que agarraba la mía con seguridad, me daba un poco de alivio.

Cuando llegó el momento de decir mis votos, dirigí la mirada hacia Vladimir; sus ojos dorados me observaban atentamente. A pesar de haberlos repetido tantas veces en mi cabeza que ya me los sabía de memoria, saqué una tarjeta de mi bolsillo. Los nervios podían traicionarme, así que prefería leerlos. Además, esa era una excusa para no encontrarme con esos ojos color miel...

—Vladimir, en este momento de felicidad que compartimos junto a nuestros familiares y amigos, quisiera hablarte desde el corazón, un corazón que ha sido tuyo durante casi toda mi vida... aunque tú no lo supieras —todos rieron un poco cuando dije esto último con un tono ligeramente sarcástico; Vladimir estaba sorprendido, pero también se rio levemente. Me relamí los labios y continué. —Ha sido un viaje largo hasta llegar aquí, junto a ti. A pesar de que la vida nos llevó por caminos diferentes durante un largo tiempo, nunca dejé de pensarte, y mi amor por ti resistió el paso de los años como si siempre hubieras estado a mi lado. Hoy, delante de todas estas personas especiales para nosotros, quiero prometerte mi amor eterno. Prometo amarte en los días soleados, en los nublados y en los nevados también. Prometo estar contigo en la salud y en la enfermedad, así como en la riqueza y en la pobreza. Prometo apoyarte en todos tus sueños, cumplidos y por cumplir. Seré tu compañero, tu amigo y tu confidente, porque tú me has enseñado que el amor verdadero no conoce límites ni distancias. Aunque el camino ha sido difícil, agradezco que nuestras vidas se hayan entrelazado nuevamente, y te agradezco por dejarme ser parte de ti, hoy y siempre... Te amo.

Levanté la mirada de la tarjeta, encontrándome con la expresión totalmente estupefacta de Vladimir. No aparté la vista, confirmándole que aquello había sido una obvia declaración de amor. Todos estaban conmovidos, lo supe al notar de reojo las enormes sonrisas y las lágrimas que se limpiaban varias personas. Ahora fui yo quien miró a Vladimir con diversión y malicia. ¿Qué va a decir? Me pregunté mientras todos esperábamos a que pronunciara sus votos...

. . .

—¡Déjame salir de aquí, maldito desgraciado! —grité, golpeando el pecho de Vladimir en un intento desesperado por liberarme y escapar del jet. Mis lagrimas caían sin cesar, y me costaba mucho respirar por el sollozo.

—Ya firmaste, Dean. Ahora eres mi esposo y vas a venir conmigo —me removí con rabia al escucharlo decir eso mientras me agarraba los brazos con firmeza.

—¡Me mentiste! ¡No quiero verte nunca más en la vida! ¡Te odio! —exclamé sin dejar de llorar. Él soltó una pequeña risa fría.

—Oh, ¿ahora me odias? —preguntó con sarcasmo mientras me soltaba un brazo. Aproveché para pegarle otra vez y tratar de correr, pero Leo estaba frente a la puerta, impidiéndome salir y mirándome con culpa. —Lamento tener que hacerte esto, pero no me dejas opción —grité cuando el desgraciado con el que me casé me agarró por detrás y me inyectó algo en el cuello.

—Esto nunca te lo voy a perdonar, Vladimir. Nunca... —susurré mientras mi cuerpo y mi voz perdían fuerza. Él me llevó a uno de los asientos; lo observé ponerme el cinturón antes de sentarse frente a mí. —Tus tratos ya estaban cerrados antes de pedirme matrimonio, ¿verdad? —le pregunté con la voz débil, casi cayendo en la inconsciencia. Cuando él asintió, no pude evitar llorar, sintiéndome destruido por dentro. —Me elegiste a mí y no a Ivanka porque una boda conmigo atraería mucho más la atención, ¿no? El patético Dean finalmente se casa poco después de romper otro compromiso... fui la pieza perfecta en tu juego —afirmé con amargura, queriendo gritar. Él se mantuvo en silencio y se sirvió un trago con tranquilidad. —¿Sabes lo que nos pasará a mí y a mi familia si alguien se entera de lo que hiciste? —pregunté con rabia. Quería llorar, quería gritar, quería matarlo. —Debería denunciarte y decir que solo me usaste —admití seriamente. Él soltó una pequeña risa sin gracia.

—Te recuerdo que firmaste un contrato aceptando un porcentaje de las ganancias. No importa cuánta ignorancia alegues, debiste revisar mejor lo que firmaste. Si yo caigo, tú vendrás conmigo como un buen esposo haría, Hadriel —su fría respuesta me provocó terror y miedo. ¿Había obviado algo en el contrato? Pero si así era, ¿por qué Dominik no me dijo nada?

—Felicidades. Nadie sospechará de ti; después de todo, estabas casándote bajo la mirada de todo el mundo, literalmente toda tu familia y tú tienen cientos de testigos, y ahora te vas de luna de miel a una isla privada, la coartada perfecta. Lograste lo que querías. Será tu crimen más grande y perfecto, y solo perdiste una cosa, a mí...

La sombría y triste mirada del que ahora era mi esposo no me provocó ningún tipo de empatía. No se lo merecía y tampoco me merecía a mí. Hoy, por un momento casi me convence, casi me hace creer que también estaba enamorado de mí, pero eso no volverá a suceder.

—Tú has vuelto a morir para mí —alcancé a decirle eso antes de caer en la inconsciencia.

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