
CAPÍTULO QUINTO - FINAL
El transcurso de los días parecía interminable. Su mirada estaba posada constantemente en su reloj de pulsera, al igual que en el calendario. El tiempo corría a cuentagotas mientras su desesperación aumentaba. James Swinton estaba cada vez más obsesionado con su deseo de capturar a Rusalka, de hecho, había gastado los ahorros de su vida para construir un enorme tanque de cristal en el cual exhibiría a la sirena. También ansiaba poseer el tesoro del espíritu del lago, la codicia lo consumía y el deseo de poder se hacía más intenso. La obsesión se convirtió en un frenesí, en rabia contenida porque parecía que el destino deseaba bloquear sus planes.
-No comprendo tu comportamiento, James – Murmuró Björn, su socio - ¿Para qué quieres ese tanque? ¡Es inútil para nosotros! – Bufó - ¡Esos sólo son cuentos de hadas para niños! Gastaste todo nuestro dinero en esto y ahora... ¡los enanos amenazan con largarse del circo!
-¿Y a mí qué? – Murmuró James encogiéndose de hombros - ¡Que se larguen! Ya no son necesarios aquí, no ahora que voy a capturar a la sirena del Tyri y...
-¡Sirena! ¿Cuál sirena? – Gritó Björn bastante desesperado - ¡Despierta, James! Esa obsesión va a acarrearte graves consecuencias...
-¡Seré rico! – Gritó – Muy rico y poderoso.... con el anillo voy a gobernarlos a todos – Murmuró.
Björn retrocedió espantado al observar el rostro de su amigo. Este tenía una expresión de oligofrénico, la mirada vidriosa, los labios resecos que balbuceaban frases ininteligibles. Algo grave pasaba con James, pero Björn no tenía idea de cómo ayudarlo.
-¡Deberías ir con el psiquiatra! – Murmuró su colega alejándose de él - ¡Estás demente!
James no lo escuchó, no tenía caso discutir con alguien que no lo comprendía. Él sabía lo que había visto y, en dado caso de que Björn creyera en sus palabras, se vería obligado a compartir sus riquezas y ¡él no compartiría nada con nadie! Era mejor trabajar por su cuenta.
Un rato después, James recibió la visita de un par de pillos, a los cuales les pagó lo que le quedaba de dinero, habló un buen rato con ellos, dándoles indicaciones precisas a cerca de lo que tenían que hacer.
-¿Entonces quiere que lo capturemos? – Preguntó uno de los tipos.
-¡Exactamente! – Murmuró – Distráiganlo y que no aparezca por la Riviera del lago esa noche.
-Pero lo que acaba de pagar es poco... - Comentó el segundo sujeto, aunque fue interrumpido.
-Después los llenaré de riquezas – Murmuró James- Sólo quiero que cumplan con lo que les pedí en la próxima Luna llena.
Los hombres se miraron unos a otros, encogiéndose de hombros mientras pensaban que Swinton estaba completamente chiflado. Pero igual les había pagado y ellos cumplirían con su trabajo. No sería tan difícil atrapar a Dragos, quién era más manso que un cordero recién nacido. Los hombres se despidieron de James y se alejaron velozmente.
Los días transcurrieron muy a prisa para Dragos, quién diariamente se internaba en el bosque para poder encontrarse con Rusalka. La sirena lo esperaba en la orilla del Lago, recibiéndolo con un beso y una caricia. Dragos le hablaba de su día a día y de cuánto la había extrañado y juntos soñaban despiertos, haciendo planes que quizá jamás llegarían a cumplir.
-Me encantaría estar contigo para siempre – Murmuró Dragos con aire de melancolía – Pero por desgracia, es un sueño que jamás llegaré a cumplir.
Rusalka bajó la mirada y apretó las manos de Dragos, ¡eran tan ciertas sus palabras! Él jamás podría acompañarla a las profundidades, ni conocería las maravillas ocultas bajo las aguas del fiordo. ¡Eso era imposible para Dragos que tan sólo era un humano! Y respecto a ella, tampoco podría estar por siempre junto a él, sus salidas hacia la superficie estaban limitadas por el influjo de la luna.
-¡Sólo nos queda disfrutar de estos breves momentos! – Murmuró la rubia besando con cariño los labios de su amado.
Dragos asintió y la besó repetidas veces. Ella tenía razón, no debía preocuparse por cosas que no sucederían, debía disfrutar de sus breves encuentros y tratar de ser feliz junto a Rusalka, lo demás, poco podía importarle. Se despidió de su amada y se alejó del bosque. El hombre estaba realmente feliz, pues la siguiente luna llena brillaría en el cielo dentro de unos pocos días.
¡Por fin se llegó la tan ansiada Luna Llena! Dragos se arregló especialmente para esa ocasión y salió de su casa para dirigirse a orillas del Lago y esperar la llegada de Rusalka. Dejó escapar un largo suspiro y apresuró el paso, estaba ansioso por encontrarse de nuevo con su amada, que no se percató que alguien lo seguía muy de cerca. Dragos estaba a pocos metros de llegar a la Riviera, cuando unos fuertes brazos lo sujetaron y una bolsa oscura cubrió su cabeza.
-¿A dónde te diriges, Dragos? – preguntó uno de los hombres y lo apretó con fuerza para que no pudiera soltarse.
-¡Suéltenme! – dijo Dragos tratando de conservar la calma – Tengo asuntos importantes que atender y ustedes solamente me están retrasando.
-¿Asuntos que implican sirenas? – preguntó la voz de James Swinton que se acercaba hacia él sonriendo con burla.
-Esos son disparates. – balbuceó Dragos un poco nervioso – Sólo tengo asuntos que atender.
-A mi no me engañas, tonto. – exclamó Swinton parándose frente a él y golpeándolo en el estómago con su puño derecho - ¿Dónde está el tesoro? – preguntó y lo apretó del cuello - ¡Habla maldito loco!
Dragos no podía ver y tampoco podía moverse, pero al reconocer la voz de su interlocutor, se dio cuenta de que se trataba de James Swinton. ¡Ese hombre conocía su secreto! Pero era imposible, ¡de alguna manera se había enterado! Sin embargo, Dragos no sabía nada a cerca de un tesoro o de las maravillas del fondo del fiordo. Él sólo tenía ojos y oídos para Rusalka y lo demás era algo sin importancia para él.
-No sé de lo que me hablas, James. – respondió Dragos intentando soltarse del fuerte agarre de los secuaces de Swinton – Necesito que me dejes ir, tengo una cita y no puedo faltar a ella.
-¡Mientes! – gritó Swinton y volvió a golpearlo con fuerza en el abdomen – Pero no importa, porque esta noche seré yo quien disfrute de los encantos de la sirena Rusalka. – rió con burla - ¡Llévenselo lejos! – exclamó y continuó con su risa burlona – Esa sirena será mía, fue pan comido. – gritó mientras veía como los hombres conducían a Dragos a través del bosque y se perdían de su vista.
James suspiró, se acomodó la ropa y sonrió complacido. Todo estaba saliendo a la perfección. Se había deshecho del estorbo y ahora sólo tendría que esperar la llegada de Rusalka, sabía que no faltaba mucho para que la luna llena brillara en el cielo.
Entretanto, Rusalka se apresuraba para salir a la superficie del Lago, largo había sido su día para esperar a que la Luna brillara en lo alto del cielo. Tomó una de las piedras preciosas del tesoro de su padre y la colocó en su corona.
-¡Deja esa piedra en su lugar! – Murmuraron sus hermanas – No vamos a permitir que le robes a nuestro padre. Podrás ser su favorita, pero él no tolera a los ladrones.
-¡No voy a robarla! – Se defendió Rusalka - ¡No soy una ladrona! – Suspiró y acomodó sus cabellos – sólo la tomaré prestada y la regresaré justo antes de que amanezca.
-¡No irás a ningún lado! – Gritó su hermana mayor y Rusalka retrocedió asustada.
-¿Qué no puedes sentirlo? – Preguntó otra de sus hermanas – Hay un aura maligna en el ambiente... ¡hoy va a morir alguien de una manera trágica!
-¡Ay, por favor! – Dijo Rusalka con desdén – Ustedes sólo sienten envidia de mí porque he encontrado la verdadera felicidad junto a Dragos.
-¡Eso jamás se hará realidad! – Murmuró su hermana, una sirena de cabellos grises y que tenía el don de ver el futuro – Tu amado morirá a causa de tu descuido, Rusalka.
-¡No te escucharé! – Gritó la rubia cubriéndose las orejas con ambas manos - ¡No voy a escucharte! – Gimió y apretó los ojos - ¡Mientes, mientes!
Rusalka lanzó la piedra al montón que estaba en el lecho del Lago y comenzó a nadar a toda velocidad. Sus hermanas eran muy crueles, la herían con esas palabras sólo para regocijarse con su sufrimiento e inventaban esas mentiras para retenerla junto a ellas. ¿Por qué en un principio la habían apoyado? ¿Por qué ahora todo era tan diferente? ¡Seguramente por celos! Ellas estaban celosas de que su amor fuera correspondido y de que ahora ella tuviera un motivo para ser feliz. Nadó y nadó velozmente hasta que vio el brillo de la luna llena sobre las aguas del lago. ¡Su amado la estaba esperando!
Dragos forcejeó con los secuaces de James, pero esos tipos eran fuertes y se notaba que no iban a ceder. El hombre estaba desesperado, ¿cómo podría deshacerse de esos hombres? él tenía que llegar a su cita con Rusalka y evitar que James Swinton le hiciera daño a su amada. El hombre había hablado de un tesoro y fue entonces que Dragos recordó la historia que había escuchado por boca de un par de pescadores cuando era pequeño.
"En el fondo de las aguas de fiordo Tyri, habitan nueve hermanas, hijas del Espíritu del lago. Todas ellas son poseedoras de una belleza sobrenatural, mitad mujer, mitad pez; su piel es de una blancura inmaculada y de una suavidad inimaginable. Sus cabellos tiene los colores del arcoíris y cada una de ellas posee un singular don. Las hijas del Lago juguetean y bailan bajo las aguas mansas del Tyri, pero también tienen un propósito; cuidar y custodiar el tesoro que cubre completamente la profundidad del lecho del lago.
Las Sirenas pasan el tiempo entonando canciones que narran las maravillas que ellas son capaces de ver en su mundo bajo el agua, pero además, sus cantos también hablan del amor, la belleza de la naturaleza terrestre y de los amores imposibles y no correspondidos. El Padre de las sirenas las ama a todas, las cuida y las procura. Sin embargo, es la menor de las hermanas, una sirena curiosa, aún más hermosa y bondadosa que las otras sirenas, la hija predilecta del Espíritu del Lago. El señor de las profundidades del Tyri vela celosamente por la seguridad de su favorita, la ama aún más que todas sus riquezas y que la cuidad bajo el agua. Se dice que tal es su amor por ella que será capaz de entregar su tesoro y su reino a aquél que, en un golpe de suerte, logre capturar a la Sirena Rusalka y que presentándose con ella la noche del Solsticio de verano delante de las aguas del Tyri, realizará el tan codiciado intercambio. Además de la inmensa riqueza que poseerá el nuevo dueño de ese tesoro, hay otra cosa aún más significativa. Con el ORO del lago, se podría forjar un anillo que permitiría conquistar el mundo a quien lo posea, pero con una condición previa; quien quisiera capturar a Rusalka y tener ese tesoro, tendría que renunciar al amor para siempre."
Dragos fue presa del terror al recordar lo que aquella vez le habían contado los pescadores. Él había pasado por alto el mito de las sirenas y sólo se había guiado por su corazón y el amor que sentía por Rusalka. La ambición de James Swinton podría acabar con su amada y con todos los seres fantásticos que habitan en las profundidades del lago. Debía hacer algo y pronto, de lo contrario Swinton se saldría con la suya y usaría a Rusalka para llevar a cabo todos sus malévolos planes.
Trató en vano de soltarse, pero sus captores no iban a ceder fácilmente. Parecía que su misión no era hacerle daño, únicamente querían retenerlo. De cualquier manera, él debía escapar para poder prevenir a Rusalka y detener a Swinton.
Rusalka emergió de las profundidades del Tyri, transformándose en la hermosa mujer que era. Sus cabellos brillaban como nunca, recogidos en una coleta alta, adornados con piedrecillas y su habitual corona. La chica lucía una falda larga con estampados marinos y una blusa de cuello alto en color negro y de mangas largas. Se movía con gracia mientras emergía del agua, buscando con desesperación a su amado Dragos, quién esta vez no corrió a su encuentro, como las otras veces.
-¡Dragos! – Gritó la joven - ¡Dragos! ¿Dónde estás amor? – Gimió buscando por todos lados - ¡No me hagas esperar más! Quiero verte y tenerte entre mis brazos... ¡te extraño!
La chica sonrió al distinguir la silueta de un hombre que estaba oculto entre unos arbustos. Se echó a correr hasta ese sitio, deteniéndose en seco al darse cuenta que la figura de ese hombre no era la de su querido Dragos. Se trataba del horrible hombre que había visto en la feria. El hombre de sentimientos oscuros y mirada siniestra... ¡el hombre que tanto la atemorizaba!
Asustada, retrocedió unos centímetros, queriendo escapar de ese sujeto que la miraba con malicia y que no paraba de sonreír de una forma que helaba la sangre. Sin embargo no pudo moverse, ¡estaba petrificada! Pensando en todo lo que sus hermanas le habían dicho. Ellas quisieron advertirle y ella no las escuchó, atribuyó sus consejos a los celos y ahora, ¡Dragos corría peligro al igual que ella y todo su mundo!
-¡Vaya, vaya! – murmuró James acercándose a la joven – Pero si es Rusalka, la hija favorita del Espíritu del Lago. – exclamó y la tomó de las manos apretándola con fuerza – Yo sabía que la historia era verdad, no se trataba de simples cuentos. – dijo el hombre sin soltarla.
Rusalka temblaba de miedo, ese sujeto le estaba haciendo daño y por un instante se sintió indefensa. Estaba sola a merced de ese tipo y mientras estuviera fuera del agua, sus poderes menguaban y prácticamente desaparecían.
-¿En dónde está Dragos? – preguntó la joven casi al borde del llanto - ¿Qué le has hecho? – exclamó y lanzó un fuerte sollozo.
-Él está bien, por ahora.- fue la respuesta de James Swinton – Si cooperas y te portas bien conmigo, tu querido Dragos estará a salvo. – murmuró – Pero si intentas escapar o hacerme daño, ¡daré la orden de que lo maten! – gruñó y comenzó a reír – Así que, ¡vámonos pequeña! – dijo Swinton mientras ataba las manos de la chica y la jalaba en pos de él.
Rusalka gimió, ¡esas cuerdas la dañaban! Caminó detrás del tipo, tropezando y dando traspiés. Sus bellos ojos azules habían perdido su brillo y gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas pálidas. La sirena estaba preocupada por Dragos, temía lo peor, pues su hermana le había hablado de la muerte de su amor. ¡No, muerto no! Ella no lo permitiría, prefería entregar su propia vida antes de que Dragos terminara lastimado.
-¿Qué es lo que quiere? – Preguntó Rusalka con voz apenas audible.
-¿Cómo te lo digo, niña? – Respondió James – Creo que primero necesito ganar fama y fortuna – Rió James con ganas – Por eso te mantendré dentro de un tanque, como el fenómeno que eres – Volvió a reír – ¡Llamaré la atención de todo el mundo cuando se enteren que he atrapado a una sirena! – Gritó con júbilo – Y cuando me hayas hecho ganar lo suficiente, en la Noche de San Juan, te entregaré a tu padre a cambio de los tesoros que guarda celosamente en las profundidades del lago.
-¡Pero eso no va a ser posible! – Gimió Rusalka, dispuesta a sacarlo de su error, pero recibió una fuerte bofetada de parte de James.
-¡A callar, fenómeno de circo! – Gritó James lleno de furia – De nada valen tus súplicas y tus llantos – Dijo con molestia – Yo ya he trazado mis planes y ni tu ni nadie m van a detener... seré rico y poderoso, pero lo más importante, ¡dominaré al mundo!
Rusalka lo miró con espanto. Nunca nadie la había tratado con tanta dureza, aunque a decir verdad, el hecho de que James la maltratara no le pesaba tanto, le pesaba saber que moriría sin poder ver de nuevo el rostro de su amado Dragos, el no poder estar entre sus brazos por última vez. También le dolía saber que no volvería a ver a su padre y sus hermanas y que, por culpa suya, el Espíritu del Lago se debilitaría y perdería su poder, causando la muerte de su gente y de la magia que surgía del fiordo. Si James Swinton se apoderaba del tesoro, ¡ya nada volvería a ser como antes! Y el Fiordo se secaría, los animales comenzarían a morir al igual que las plantas y muy pronto, esa vasta región de bosques se convertiría en un sitio desolado y triste.
La chica guardó silencio, aguantando el llanto que brotaba de sus bellos ojos y siguió a James hasta llegar a la feria. El sitio estaba cerrado, ya que al parecer no había función ese día. Entraron por una puerta lateral y caminaron por varios metros hasta llegar a una carpa. Rusalka observó el sitio, era muy grande y, en lugar de un escenario, se encontraba un gran tanque lleno de agua.
-¡Ese será tu nuevo hogar ahora, Rusalka! – Murmuró el hombre señalando el tanque - ¡Quítate la ropa y entra en él! ¡Quiero que tomes tu forma original! ¡Quiero que vuelvas a ser una sirena! – Ordenó James Swinton.
Rusalka negó con la cabeza, pero aún así hizo lo que James le pedía, se despojó de sus ropas y entró en el tanque. Sin embargo, no hubo ninguna transformación, ¡no funcionaba de esa manera! Tenía que entrar en las aguas del Lago, en el sitio donde residía el poder de su padre, el lugar donde había nacido y donde se encontraba la fuerza del Espíritu del Lago. Así que solamente se mantuvo flotando sobre las aguas del tanque.
-¡Te dije que te convirtieras en una maldita sirena! – Gritó James golpeando con fuerza el tanque.
-No es así como funciona – Murmuró Rusalka – Especialmente en esta noche de Luna llena – Gimió – Necesito el agua del Lago.
James Switon comenzó a golpear de nuevo el estanque, invadido por un ataque de rabia. ¡Él había llenado ese tanque con agua del Lago! Pero estaba seguro que esa sirena era una tramposa y se estaba comportando así para que la dejara escapar.
-Si quieres que vuelva a tomar mi forma de sirena, debes llevarme al Tyri – exclamó Rusalka – Tienes que hacerlo o de lo contrario... - dijo la sirena pero fue interrumpida por James.
-¡Estás mintiendo! – gritó Swinton – Estoy harto de tus caprichos. – murmuró – Voy a salir un instante y para cuando regrese, te quiero ver convertida en sirena. De lo contrario, tu amor Dragos morirá. – dijo James y salió de ahí.
Rusalka quedó muy triste ya que no podía hacer lo que ese hombre le pedía. Necesitaba estar en el lago, necesitaba estar ahí cuanto antes.
Los secuaces de Swinton llevaron a Dragos hasta su casa. Él se mostró un poco extrañado ante el proceder de esos sujetos que sólo murmuraban palabras como que Dragos estaba loco y que era un hombre inofensivo. Pensó que quizá lo llevarían a otro sitio, pero no fue así. Lo encerraron en su habitación, no sin antes quitarle el saco que cubría su cabeza.
-Quédate ahí, Dragos. – exclamó uno de los hombres – Estás loco y no eres nada peligroso. – continuó – De hecho no quiero hacerte daño, me agradas. – murmuró – Pero teníamos un trabajo que hacer y ¡dinero es dinero! – dijo el sujeto y cerró la puerta con llave.
Dragos escuchó como los tipos bajaban la escalera y se sentaban en la sala encendiendo el televisor. ¡Era la oportunidad perfecta de escapar! Necesitaba encontrar a Rusalka y ponerla a salvo, antes de que James Swinton intentara hacerle daño. Se acercó a la ventana y la abrió lentamente para no hacer ruido. El sonido del televisor estaba demasiado alto, lo que le ayudaba a desplazarse con mayor rapidez, pues los ruidos que producía se confundían con los que salían del televisor.
En un dos por tres, Dragos se encontraba en el jardín de su casa. Buscó las llaves de su auto en uno de los bolsillos de su pantalón y subió a su camioneta para alejarse de ahí a toda velocidad. El hombre llegó a la Riviera del Lago, pero ahí no había rastros de Rusalka y mucho menos de James Swinton. ¿Dónde podrían estar? Se preguntó el hombre cada vez más desesperado, ¿a dónde la habría llevado? Se detuvo a pensar durante unos instantes, apretándose la cabeza y cada vez más intranquilo. Después de un rato de pensarlo, decidió dirigirse a la feria, quizá ahí la pudo haber ocultado.
Dragos volvió a subir a su camioneta y condujo hasta el circo. El lugar se encontraba cerrado y a oscuras. Sólo la luz de la luna iluminaba el sendero, sin embargo, habían comenzado a formarse algunos nubarrones que amenazaban con cubrirla por completo. Estacionó la camioneta en la entrada y se escabulló dentro, mirando para todos lados y aguzando el oído por si podía escuchar a James o a Rusalka. Caminó por un par de metros, directo a la carpa mayor, sin embargo, el murmullo de una voz lo hizo guardar silencio.
"Ven a mis brazos, ven otra vez. Mi corazón se estremece al saber que la distancia es más corta que ayer, que es más grande la llama de nuestro amor... Necesito verte, necesito hablarte; quítame la angustia, quítame el dolor... Ya quiero abrazarte, ya quiero sentirte, necesito tanto el canto de tu amor... Caminar sin rumbo, mojarnos con la lluvia, pedirle a las estrellas el verte sonreír... Quiero seducirte, quiero desnudarte, hundirme en tus caricias, ahogarme de pasión... Ven a mis brazos otra vez, ayúdame a despertar, hazme sentir que esto es real."
Dragos reconoció en ese murmullo la voz de su amada Rusalka, ella cantaba una bella y triste canción. ¡Ella se encontraba a salvo! Y sin perder el tiempo, el hombre se echó a correr hacia la dirección que provenía el cantar.
El hombre entró en la carpa y se sorprendió al ver a Rusalka nadando en un enorme tanque. Dragos se aproximó hacia la chica, quién al verlo, se agitó y nado hasta el cristal, apoyando su mano en este. Dragos suspiró y también apoyó su mano sobre la de la chica, quién lo miraba desesperada y con una tristeza infinita.
-¿Te han hecho daño? - Preguntó el hombre.
Ella negó con la cabeza, no tenía heridas físicas, solo estaba angustiada y tenía miedo al estar atrapada en ese tanque.
Dragos se apartó y buscó una forma de liberarla, caminando alrededor del tanque, sin embargo, no pudo encontrar nada, el tanque estaba sellado y no tenía la llave del candado. Seguramente, James la llevaba consigo.
Rusalka nadaba alrededor, siguiendo los movimientos de Dragos, tratando de ayudarlo a liberarla.
-¡Está muy bien sellado! - Gritó Dragos mirando a Rusalka - Pero no voy a detenerme, buscaré algo para romperlo y así puedas salir.
-¡Déjalo así, Dragos! - Exclamó Rusalka - No quiero que te lastimes por culpa mía, o peor aún, que ese sujeto aparezca y pueda hacerte daño - Gimió la chica.
-No voy a darme por vencido - Exclamó el muchacho - James me tiene sin cuidado - Bufó -Tengo que ser rápido y liberarte antes de que amanezca, corres demasiado peligro aquí dentro.
Rusalka volvió a nadar alrededor del tanque, con su mano tocaba el grueso cristal, buscando alguna fractura en este, un punto frágil para que Dragos pudiera golpear y romper la pared del tanque.
Por su parte, Dragos miraba alrededor de la carpa, en busca de un trozo de madera o metal para aporrear una de las paredes del tanque. Estaba desesperado, el tiempo corría de prisa y era necesario liberar a Rusalka y llevarla al Lago. No le importaba nada más que eso, no pensaba en su propia seguridad, no le interesaba James Swinton ni lo que pudiera hacerle, ni siquiera le interesaba perder su vida en el intento, ¡Rusalka estaba por encima de todo lo demás! Incluso de su propia vida.
-¡Dragos! - Gritó la sirena - Aquí, en este punto - Murmuró colocando su mano - Hay una pequeñísima fractura, casi imperceptible, pero...
Dragos asintió y sonrió al encontrar una barra metálica que al parecer era parte del soporte del escenario. Se acercó hacia el punto que Rusalka señalaba y le indicó que se apartara, ella le obedeció, nadando hacia la pared contraria del tanque. Dragos comenzó con su tarea, sujetó la barra con ambas manos, abrió un poco las piernas para apoyarse con fuerza en el piso e hizo un par de ademanes, abanicando y midiendo la distancia. Rusalka lo miró y asintió ante esa señal, Dragos golpeó con fuerza el cristal del tanque, logrando que esa pequeña fractura se ampliara.
La sirena sonrió y Dragos también, si continuaba golpeando con esa misma fuerza, era posible que pudiera romper esa pared del tanque, además, la presión de esa enorme cantidad de agua ayudaría bastante con su cometido. Dragos continuó golpeando con fuerza el tanque, provocando que la fisura del cristal creciera y se extendiera, crujiendo sonoramente.
-¡Un poco más! – Lo alentaba Rusalka- ¡Sólo un poco más!
El hombre dio un fuerte golpe que hizo que el cristal se rompiera en varios fragmentos. El agua corrió a torrentes y Rusalka pudo salir de su prisión de cristal. Dragos caminó hasta ella y la tomó en sus brazos para que no pisara el suelo húmedo y lleno de astillas de vidrio. Rusalka llevó sus manos al rostro del joven y lo acarició una y otra vez mientras lo besaba.
-¡Es hora de irnos! – murmuró Dragos aumentando la velocidad de su andar – Debemos salir de aquí y llegar al lago antes de que aparezca James Swinton. – dijo y salieron de la carpa.
Dragos caminó a toda la velocidad que le permitieron sus piernas y colocó a Rusalka dentro del auto. Cuando él estaba a punto de subir a su vehículo, escuchó los gritos de Swinton que se acercaba a ellos y apuntaba una pistola que llevaba en sus manos.
-¡Detente desgraciado! – exclamó Swinton - ¡No me la vas a quitar! Rusalka es mía, al igual que el tesoro que está en el fondo del fiordo.
James disparó, pero la bala sólo pasó rozando la cabeza de Dragos. Él no esperó más y subió a su auto para conducir a toda velocidad rumbo al bosque. Swinton ahogó una maldición y corrió hasta su auto para subir a este y seguir de cerca a Dragos y Rusalka. Volvió a disparar intentando dar a alguno de los neumáticos, pero su puntería era muy mala y fallaba.
-¡Maldita sea! – gruñó el hombre – Pero me la van a pagar, Dragos y esa maldita sirena. – gritó – Si creen que van a escapar de mi están muy equivocados.
Dragos se detuvo en la entrada del bosque. Su camioneta no podía entrar hasta el lago, tenían que recorrer el resto del camino a pie y aún faltaba mucho para llegar a la orilla. Rusalka bajó de la camioneta y tomó la mano que su amor le ofrecía para juntos echarse a correr hacia el lago.
James se detuvo y corrió en pos de los enamorados, disparando de cuando en cuando su arma. Continuaba sin tener suerte, sus disparos se incrustaban en los troncos de los árboles que se atravesaban en su camino o se perdían en el aire. Gritó de rabia al ver que Rusalka y Dragos alcanzaban la orilla del lago y apretó el paso, ¡esa sirena no podía escaparse!
Rusalka sintió como el agua del lago tocaba las plantas de sus pies y respiró aliviada. Regresaba a su hogar, ahora estaba a salvo. Abrazó con fuerza a Dragos y lo besó fugazmente en los labios. Él le sonrió y la soltó de la mano para que ella pudiera sumergirse en las aguas del Tyrifjorden.
Un disparo se escuchó a lo lejos y Dragos pegó un grito de dolor, cayendo de bruces en el agua del Tyri y tiñéndola de rojo escarlata, mientras un James Swinton reía triunfante. Rusalka giró el rostro al escuchar el disparo y el grito de Dragos, mirando con horror la escena que tenía delante de sus ojos. ¡Eso no podía estar sucediendo! Las palabras de su hermana no podían haberse hecho realidad. Durante un instante quedó petrificada, mientras las lágrimas resbalaban por sus pálidas mejillas. ¡Tenía que buscar la manera de ayudar a Dragos!
Rusalka se sumergió en las heladas aguas del lago y nadó cual saeta hacia la orilla donde flotaba el cuerpo sin vida de Dragos y lo tomó entre sus brazos, apretándolo contra su pecho y acariciando su bello rostro.
-¡Mi amor! – gimió la sirena – No me abandones – murmuró y comenzó a llorar con más fuerza.
La sirena levantó sus ojos, frente a ella se encontraba James que sonreía burlón y le apuntaba con el arma.
-Te dije que no intentaras nada, pequeña sirena. – exclamó Swinton – O tu amado Dragos sufriría las consecuencias. – gritó - ¿Y qué vas a hacer ahora? No puedes revivirlo, ¿o sí?
Los ojos de Rusalka se tiñeron de un rojo intenso, ¡estaba furiosa con ese hombre! James acababa de despertar su ira y pagaría las consecuencias. Abrazó con fuerza el cuerpo inerte de Dragos y se sumergió en el agua nadando rápidamente.
Swinton gruñó y sin pensarlo se lanzó al agua en pos de la sirena. La iba a atrapar, la iba a exhibir y sería dueño del tesoro. ¡Nada más le importaba! Él iba a ser dueño del mundo y quitaría todos los estorbos que se interpusieran en su camino.
Rusalka giró la cabeza, James la seguía de cerca nadando con desesperación. La náyade se detuvo y se dio la vuelta mientras murmuraba unas palabras en un idioma que no era humano. Las aguas del lago comenzaron a congelarse, a cristalizarse y endurecerse. James sintió el frío de las aguas del fiordo, intentó nadar, pero una fuerza lo aplastaba y hacía que su cuerpo se hiciera cada vez más pesado.
Swinton comenzó a desesperarse, el aire se agotaba en sus pulmones y tenía que salir a la superficie. Comenzó a nadar hacia arriba, pero su cuerpo se estrelló contra una pared invisible, como un cristal que lo mantenía prisionero. Dio la vuelta y trató de rodear, pero de nuevo, su cuerpo volvió a chocar contra esa pared inexistente. El hombre pataleó desesperado y abrió la boca, logrando que el agua entrara a sus pulmones. ¡Se estaba asfixiando! Desesperado, intentó buscar una salida sin éxito alguno. Boqueó y lo único que logró hacer fue tragar más y más agua. Moriría irremediablemente y también con él, morirían los secretos del Tyrifjorden.
Rusalka lo observaba, sus ojos se mantenían fijos en Swinton, miraba cómo moría lentamente, aprisionado entre esas cuatro paredes de agua, desesperado y sufriendo terriblemente por la falta de oxigeno. De pronto, James dejó de moverse y comenzó a hundirse en las profundas y negras aguas del Tyrifjorden.
Después de ver cómo James moría, la sirena dio la vuelta y continuó nadando hacia el fondo, hasta la ciudad de su padre, llevando consigo el cuerpo de su amado Dragos, consternada, lo depositó frente al trono de su padre y lo miró con ojos suplicantes.
El Espíritu del lago se acercó hasta Rusalka y nadó alrededor de ella, mirando de cuando en cuando el cadáver de Dragos. La sirena juntó sus manos a modo de súplica y abrió su boca para comenzar su discurso, sin embargo, su padre fue quién hablo.
-¿Acaso este es el mortal que te ha ocasionado tantas penurias, hija mía? – Preguntó su padre acariciando los cabellos de su hija y ella asintió - ¿También él fue la causa de tu alegría y de esa maravillosa sonrisa que inundó todo nuestro pueblo con su magnífica luz?
-¡Sí, padre! – Murmuró Rusalka apretando los labios – Dragos es el hombre que amo... ¡pero ahora! – Gimió - ¡Está muerto! – Exclamó apretando sus manos – Y sin él, ahora mi vida carece de sentido. Mi felicidad se ha ido junto con Dragos y no me queda más que esperar a la próxima Luna llena para abandonar el Lago y jamás volver a él, para dejar que los rayos del sol me consuman y mi cuerpo se evapore. ¡Esa es la única manera que conozco para reunirme con él!
-Comprendo tu tristeza y tu pena, Rusalka – Exclamó El espíritu del Lago – También conozco el amor que sientes por ese hombre y de todo lo que has hecho para compartir algunos minutos a su lado – Suspiró su padre – Pero te pregunto, ¿crees que vale la pena?
-¡Lo vale! – Gritó Rusalka arrojándose al cuerpo de Dragos para abrazarlo - ¡Por supuesto que lo vale! – Sollozó – Lo que daría yo para estar de nuevo a su lado, para perderme en esos bellos ojos azules, por tocarlo de nuevo y unirme a él – Suspiró.
-¿Serías capaz de entregar tu alma inmortal? – Preguntó el Espíritu del Lago – Si accedes a entregármela, serás como cualquiera de los humanos mortales y jamás volverás a regresar al fiordo. Perderás tu belleza eterna y tu perfección, sentirás dolor, penas, sufrimientos. Tu cuerpo se marchitará y padecerás enfermedades – Continuó su padre - ¿Crees que podrás soportarlo?
Rusalka guardó silencio y permaneció pensativa, meditando las palabras de su padre. Miró a su alrededor y su vista se posó en sus ocho hermanas mayores. Las sirenas la observaban sin perder detalle de lo sucedido.
-Él no lo vale, Rusalka – Exclamó su hermana mayor - ¡Es un hombre mortal! Recuerda que los seres humanos son banales, egoístas y avaros. Se corrompen fácilmente y en lo único que piensan es en el poder.
Rusalka bajó la mirada y contempló a Dragos, acariciando su rostro. ¡Ya había tomado su decisión! Y nada ni nadie lograrían que cambiara de opinión.
-Conozco los riesgos, padre - Respondió la joven sirena – También estoy de acuerdo contigo, hermana – Continuó Rusalka – Sin embargo, también conocí a Dragos, pude ver y tocar su corazón. ¡Sé que él no era como los demás! Estoy consciente que tenía defectos, pero estos eran apenas perceptibles ya que la virtud que guardaba en su corazón era inmensa – Sonrió – Y por ello, ¡estoy dispuesta a entregar mi alma inmortal a cambio de que él viva!
Las hermanas de Rusalka levantaron murmullos de admiración y se miraron las unas a las otras. No lo podían creer, ¡Rusalka acababa de renunciar a su vida inmortal! El Espíritu del Lago dejó escapar un hondo suspiro y también sonrió. Él ya conocía la decisión de su hija y haría su voluntad. Estaba seguro de que su hija favorita viviría feliz por siempre al lado del hombre que tanto amaba y aunque Rusalka ya no pudiera regresar al lago, ¡él la protegería! A ella y a toda su estirpe.
-¡Hijas mías! – Exclamó el padre Lago - ¡Despídanse de su hermana!
Las ocho sirenas nadaron alrededor de Rusalka y del cuerpo de Dragos, cada una de ella entonó una melodía que nació desde lo profundo de su corazón. Cada canción que se cantó se transformó en energía que se concentró en un pequeño pétalo de luz. Rusalka se unió a sus hermanas y también cantó su canción que hablaba del amor que sentía por Dragos, la luz del pétalo se hizo más intensa y el espíritu del Lago lo atrapó en una burbuja de agua, entregándola a su hija.
-Nada rápido hacia la superficie y lleva el pétalo de la vida contigo – Exclamó su padre – Cuando los primeros rayos del sol comiencen a brillar, colócalo en el pecho de Dragos, cerca de su corazón y canta, ¡canta con todas tus fuerzas! Que tu canto nazca de lo profundo de tu alma.
Rusalka asintió y se despidió de su padre, tomó el cadáver de Dragos y subió con él a la superficie. El amanecer se acercaba, ya comenzaba a clarear en el horizonte. Nadó con toda la velocidad que le permitió su cola de pez y emergió junto con Dragos, depositándolo en la orilla del río.
Los rayos del sol comenzaron a brillar con todo su esplendor sobre Rusalka y Dragos. Con su mano izquierda ella acariciaba el rostro del amor de su vida, mientras que con la derecha depositaba lentamente sobre el pecho del hombre el preciado pétalo de la vida. La sirena comenzó a cantar. Era una melodía muy dulce, pero a la vez triste y desgarradora, capaz de conmover al corazón más duro. La bella luz de la vida desapareció dentro del pecho de Dragos mientras Rusalka continuaba cantando y acariciando el rostro pálido de su amado.
Rusalka no quitaba su vista de Dragos, la luz del pétalo de la vida había desaparecido por completo dentro de él. La mujer siguió cantando y derramando abundantes lágrimas, en espera de que el milagro sucediera.
-Despierta Dragos, por favor despierta. – murmuró Rusalka llena de tristeza - ¡Te necesito! – susurró en el oído del hombre – Tienes que volver, debemos estar juntos. – gimió – Tal y como lo soñamos. – dijo la chica - ¡Te amo!
Cuando el sol brilló completamente sobre el firmamento, Dragos abrió los ojos lentamente y contempló a la hermosa mujer que lloraba. Rusalka miró como su cola de pez había desaparecido y los rayos del sol de ese nuevo día no surtían efecto en ella.
Dragos intentó moverse pero ella se lo impidió, pues lo abrazaba fuertemente a su pecho. Él sólo sonrió y levantó su mano para acariciar el rostro de su amada sirena.
-¡Yo también te amo, Rusalka! – murmuró Dragos y la mujer lo soltó lentamente para que pudiera incorporarse – No tengo idea de lo que sucedió, sólo recuerdo que me encontraba en el fondo del lago y un grupo de sirenas cantaba canciones maravillosas.
Rusalka temblaba de emoción, ¡el pétalo de la vida le había devuelto a su amado! Él estaba de pie frente a ella y la miraba con adoración. Ella se lanzó a sus brazos y lo besó repetidas veces en todo el rostro, mientras reía y lloraba llena de felicidad.
-¡Has regresado, vida mía! – gimió la chica – Volviste a mí y ahora sólo la muerte va a separarnos.
-¿Qué pasará contigo? – preguntó Dragos al darse cuenta que los rayos del sol no provocaban daño alguno en Rusalka - ¿No volverás al lago?
-He dado mi alma inmortal al espíritu del Lago para que te volviera a la vida – murmuró la mujer – Renuncié a todos mis privilegios para que regresaras a mi lado y pudiéramos cumplir el sueño de estar juntos para siempre. – exclamó Rusalka – Ahora sólo soy una mortal y jamás podré regresar a lo más profundo del Tyri.
-¿Hiciste todo eso por mí? – preguntó Dragos visiblemente emocionado y sorprendido ante la revelación de Rusalka - ¡No debiste hacerlo! Yo podría morir mil veces por ti si fuera necesario.
-Y yo entregaría mil veces mi alma con tal de salvar tu vida – murmuró la joven estrechando a Dragos entre sus brazos – No deseaba perderte, mi amor por ti es inmenso y ni la muerte iba a poder destruirlo.
-Te lo agradezco mucho, Rusalka. – respondió Dragos mirándola a los ojos – Lo sacrificaste todo por amor, ¡yo no lo merezco!
-Ya no digas más – exclamó la rubia y recostó su cabeza en el pecho de Dragos – Ahora comenzaremos una nueva vida juntos, amándonos hasta el fin de nuestros días. – dijo la mujer y levantó el rostro para unir sus labios a los de su amado.
Dragos la ciñó con fuerza a su cuerpo y la acarició lentamente, besándola con creciente pasión, mientras que su corazón rebosaba de amor. Al separarse, se tomaron de las manos y caminaron por el sendero del bosque, mirándose a cada instante y dedicándose una sonrisa. Sus corazones palpitaban al ritmo de la música del amor, la cual era traída por el suave viento que mecía las copas de los árboles. El deseo de estar juntos se había vuelto realidad y ahora vivirían en plenitud el verdadero amor...
F I N
* * *
Un final bastante complicado y no precisamente porque lo fuera, sino que siempre suelo complicarme con los finales. Aunque visualice mi final perfecto, en mi mente, las cosas se ven muy bien, pero a la hora de escribirlas, se vuelven un caos.
Deseo de corazón que hayan disfrutado de esta historia, la cual escribí con mucho cariño, porque me emocionó bastante la trama y el desarrollo de la misma.
Déjenme sus comentarios e impresiones respecto a este pequeño fic y les agradezco su total apoyo.
¡Hasta la próxima historia!
Maria Decapitated
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro