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CAPÍTULO CUARTO

"Las ondinas, náyades o sirenas son espíritus del agua que viven en inmensas ciudades construidas en las profundidades de los lagos o de los ríos y una de sus tantas funciones es guiar el curso del agua por su cauce natural.
La leyenda dice que en el fondo de las aguas de fiordo Tyri, habitan nueve hermanas, hijas del Espíritu del lago. Todas ellas son poseedoras de una belleza sobrenatural, mitad mujer, mitad pez; su piel es de una blancura inmaculada y de una suavidad inimaginable. Sus cabellos tienen los colores del arcoíris y cada una de ellas posee un singular don. Las hijas del Lago juguetean y bailan bajo las aguas mansas del Tyri, pero también tienen un propósito; cuidar y custodiar el tesoro que cubre completamente la profundidad del lecho del lago. Las Sirenas pasan el tiempo entonando canciones que narran las maravillas que ellas son capaces de ver en su mundo bajo el agua, pero además, sus cantos también hablan del amor, la belleza de la naturaleza terrestre y de los amores imposibles y no correspondidos.El Padre de las sirenas las ama a todas, las cuida y las procura. Sin embargo, es la menor de las hermanas, una sirena curiosa, aún más hermosa y bondadosa que las otras sirenas, la hija predilecta del Espíritu del Lago. El señor de las profundidades del Tyri vela celosamente por la seguridad de su favorita, la ama aún más que todas sus riquezas y que la cuidad bajo el agua.Se dice que tal es su amor por ella que será capaz de entregar su tesoro y su reino a aquél que, en un golpe de suerte, logre capturar a la Sirena Rusalka y que presentándose con ella la noche del Solsticio de verano delante de las aguas del Tyri, realizará el tan codiciado intercambio. Además de la inmensa riqueza que poseerá el nuevo dueño de ese tesoro, hay otra cosa aún más significativa. Con el ORO del lago, se podría forjar un anillo que permitiría conquistar el mundo a quien lo posea, pero con una condición previa; quien quisiera capturar a Rusalka y tener ese tesoro, tendría que renunciar al amor para siempre."

El hombre que leía ese libro de mitos y leyendas nórdicas, lanzó una sonora carcajada y lo arrojó con fuerza al piso, mientras se agarraba la barriga y reía sin parar.

-¡Esto...esto es una total idiotez! – Se carcajeaba el fulano señalando el volumen que aún estaba en el piso de esa oficina.

James Swinton observó el libro que hacía unos minutos él mismo estaba leyendo hasta que fue interrumpido por su socio, Björn Hummel, quién se limpiaba las lágrimas que a causa de la risa saltaban de su rostro. James se levantó de su asiento y tomó el libro, que estaba abierto exactamente en la página que Björn había leído en voz alta y lo cerró cuidadosamente, sacudiéndolo y colocarlo con delicadeza en un viejo librero de madera.

-¡No me vayas a decir que tú, querido James crees en ese puñado de embustes! – Exclamó Björn sirviéndose una enorme taza de humeante café – De ser cierto, nosotros que somos un par de pillos muy habilidosos ya hubiésemos encontrado a la tal Rusalka, capturándola para exhibirla en nuestro circo, ¿no es así, amigo? – Dijo bebiendo un buen sorbo de café - ¡Seríamos ricos! Gente importante y...

-No sé si eres más idiota tú por tejer ese hilo de fantasía en tu cabeza – Tartajeó James y se sentó en el desvencijado sillón que estaba cubierto por una piel de oveja – Si yo atrapara a la Rusalka, la intercambiaría con su padre para que el viejo Lago me entregara el tesoro y así fabricar el anillo del poder absoluto....

La estridente risa de Björn interrumpió a James, quién frunció el ceño, dedicándole una mirada fría como el hielo. Su colega hizo caso omiso y se dedicó a mirar la pantalla del televisor que transmitía un programa de dibujos animados. James recostó la cabeza en el respaldo del sillón y comenzó a meditar. No importaba cuanto se riera Björn respecto ese mito, ¡era verdad! La Rusalka realmente existía, así como las hijas del Lago y el tesoro que custodiaban con tanto celo.

Cuando era un niño, su abuelo le contaba historias sobre esos seres fantásticos, asegurándole que todo era cierto y una vez cuando salía a pescar junto al anciano, al levantar las redes encontraron una extraña piedra dentro de una enorme trucha del fiordo. Se trataba de un diamante de color rojo, demasiado raro y de un asombroso valor. Una piedra preciosa difícil de encontrar en un lugar como aquél, dado que la única mina de diamantes rojos se encuentra en Australia. Su abuelo, al ser un valuador de joyas, calculó el valor de la misma en una exorbitante cantidad.

A partir de ese momento, la codicia se despertó en James y día con día iba al lago para echar las redes, con la esperanza de encontrar más piedras como esa. Conforme pasaba el tiempo y el niño crecía, la avaricia comenzó a corromper su corazón. James estaba verdaderamente obsesionado con esas historias, hasta que esa búsqueda incansable casi le cuesta la vida.

Derrotado y casi sin esperanzas, decidió vender todo lo que tenía y se asoció a Björn para convertirse en el dueño de la feria local. No obstante, su corazón no encontró sosiego, y a veces salía a explorar por el bosque, con la esperanza de encontrar el tesoro o a la Rusalka, la hija favorita del Espíritu del Lago.

-¡Voy a darme una vuelta por la feria! – Murmuró James poniéndose el abrigo – ¡Me está hartando tu estúpido programa!

Por respuesta, Björn dejó escapar un sonoro ronquido, acurrucándose en su silla. James lanzó una maldición y se echó a andar por el parque de atracciones sin encontrar nada interesante que lo distrajera. Caminó entre la multitud hasta que distinguió la imagen de Dragos, acompañado por una hermosa y elegante mujer, demasiado elegante para un día de feria.

La chica caminaba de espaldas y reía con una risa que no era humana y cuando caminaba, parecía que no tocaba el piso. Además, sus facciones no eran como las de las otras mujeres, había algo extraño en la mujer, algo que daba a entender que ella no era de este mundo terreno. James entrecerró los ojos y los interceptó a propósito, saludando con fría cortesía y sin quitarle los ojos de encima a esa joven. La miró detenidamente y ella a su vez también lo observó, dibujándose de inmediato una mueca de terror en su hermoso rostro. ¿Quién era esa mujer? Se preguntó James mientras los miraba alejarse y subir a la camioneta de Dragos.

James caminó de regreso a su oficina, reflexionando, trazando planes y generando ideas. Dragos era un hombre solitario, con poca o nula actividad social. Muy raro para ser un hombre en plena flor de su juventud. Los lugareños murmuraban, lo mismo que los hombres que trabajaban para él en el aserradero. Dragos Balan merodeaba constantemente por la Riviera del lago, solía pasar largas horas sentado en la orilla, contemplando la superficie. También decían que el rumano cantaba extrañas canciones y que a veces sonreía sin motivo alguno. ¡Ese tipo estaba loco! Se dijo Swinton.

¿Y si realmente no estaba loco? Continuó James con su meditación. Las sirenas eran seres seductores, analizó el hombre. Dragos pudo haber caído bajo el embrujo de alguna de las hijas del espíritu del lago, ¡por eso se comportaba de esa forma tan inusual! Recordó las palabras de su abuelo, él solía decirle que las sirenas seducían a los hombres solo por el simple hecho de jugar, los hacían caer en su embrujo de amor, para después llevarlos a las profundidades del lago.

Recordó también que el anciano le contaba la historia de Olaf. Un pescador que comenzó a tener un comportamiento extraño, muy parecido al de Dragos. El pescador descuidó su vida y su familia, pues estaba enamorado de una náyade. La gente lo creyó loco, pero nunca más lo volvieron a ver por los alrededores. ¡Seguro que una sirena se lo había llevado!

Mantendría vigilado a Dragos, ya que era muy posible que ese hombre mantuviera contacto con alguna de las náyades. De ser así, su sueño de atrapar a la hija favorita del Espíritu del lago se haría realidad... Aunque estaba consciente de que eso sería volar muy alto, pero no importaba que no fuera Rusalka. Como Björn se lo había dicho, teniendo a una sirena como atracción podrían volverse asquerosamente ricos.

* * *

Dragos está triste, su corazón no haya sosiego. Luego de conocer el secreto de Rusakla, miles de dudas asaltaron su cabeza. Primero llegó la incredulidad, pensó que todo se trataba de un sueño. Después, trató de buscar alguna respuesta lógica a esa situación, pero no pudo encontrarla. Su mente era una maraña de interrogantes y necesitaba dar respuestas a todas ellas.

Durante su jornada de trabajo, Dragos no pudo concentrarse y cometió varios errores. Deseaba que cayera la tarde para largarse al bosque y buscar a Rusalka. Le pediría... ¡no! Le exigiría todas las respuestas que ella le prometió. Pero parecía que el tiempo se hacía eterno y los minutos y las horas transcurrían más lento de lo normal. El hombre estaba desesperado y a cada momento susurraba el nombre de la sirena.

Cuando el ocaso llegó, Dragos salió de su casa y se dirigió a la Riviera del río. Se detuvo en la orilla y recogió algunas piedras para lanzarlas al agua y llamó a gritos a Rusalka. Ella tenía que aparecer en cualquier momento.

-¡Rusalka, Rusalka! - Gritaba el joven con insistencia, pero parecía que ella no lo escuchaba.

Estuvo llamándola por varios minutos pero Rusalka no apareció. Dragos se sintió triste y derrotado, ella tenía que haberlo escuchado. Cuando estaba a punto de regresar a su casa, escuchó un chapoteo detrás de él y la voz dulce y cantarina de su amada.

-Dragos, ¡mi amado! - Susurró la sirena -¡Estoy aquí, detrás de ti!

El hombre se dio la vuelta y la contempló. El torso de Rusalka era visible en la superficie. Su cabello largo y mojado cubría sus pechos desnudos, una corona de piedras extrañas y perlas del lago adornaban su cabeza. Ella lo miraba con ternura y extendía sus brazos como queriendo tocarlo.

Dragos se aproximó hasta la orilla, inclinándose para abrazarla y besarla con pasión. El simple hecho de verla lo hizo olvidarse de todo, incluso el tiempo se detuvo a su alrededor.

-¡Rusalka, vida mía! - Suspiró - ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué no regresaste a mí? ¡Te estuve llamando y sólo te alejaste más y más!

-¡Lo lamento tanto! - Suspiró Rusalka tomando el rostro de Dragos con sus delicadas manos -¡No podía regresar! No en ese momento.

-¿Por qué? - Insistió el hombre - Creo que me debes una explicación ahora que sé tú secreto - Exclamó - ¡Tú eres una sirena!

Rusalka soltó el rostro de Dragos y dejó escapar un profundo suspiro. Él tenía razón, ella debía decirle la verdad. Lo tomó de las manos y lo miró a los ojos.

-Si me quedaba, podía... morir - Suspiró - Sólo una vez al mes podemos tomar la forma de una mujer y caminar fuera del agua, mezclándonos con los habitantes del pueblo.

-¿Quiénes? - Preguntó Dragos - ¿Hay más como tú?

-Mis hermanas, somos nueve las hijas del Espíritu del Lago – respondió Rusalka – Aunque no entiendo porque mi padre me considera su favorita. Yo gozo de otros privilegios y puedo hacer cosas que mis hermanas tienen prohibido. – exclamó la sirena – Como salir del agua y transformarme en un gato, por ejemplo. – suspiró – Para ir a consolar a un niño que acababa de perder a su mamá.

-¿Tú eras...? – exclamó el hombre sin poder terminar la frase.

-¡Sí! – respondió Rusalka – Yo era tu querida Sunshine. – murmuró la náyade deslizando las puntas de sus dedos sobre los labios de Dragos – Desde que llegaste a estas tierras supe que eras especial y te amé desde el primer momento en que te vi. ¡Mucho antes que tú me amaras!

-¿En verdad me amas? – Preguntó Dragos con emoción mientras la sirena asentía y sonreía – Y yo te amo a ti, mi dulce Rusalka – Suspiró el hombre sujetando a Rusalka por la cintura y besándola repetidas veces en las mejillas - ¡Te amo más que a mi propia vida!

Rusalka sonrió emocionada y lo envolvió entre sus brazos, besándolo con pasión y amor en los labios.

-¡Debes irte ahora, Dragos! – Exclamó la sirena – Vuelve mañana a la hora del ocaso, yo te estaré esperando – Dijo sin dejar de mirarlo a los ojos – Sólo prométeme una cosa, amado mío.

-¡Lo que tú quieras!

-Jamás, nunca, ¡bajo ningún motivo debes revelar mi secreto!

-Yo sería incapaz de ello, mi amor – Dijo con emoción – Te lo prometo.

Dragos la abrazó, besándola por última vez. La náyade le dedicó la mejor de sus sonrisas y regresó al fondo del lago, ella confiaba completamente en él y sabía que jamás faltaría a su palabra. Dragos la miró alejarse y su corazón latió lleno de gozo, se dio la media vuelta y regresó a casa.

Durante los siguientes días del mes, Dragos no faltó nunca a su cita con Rusalka a orillas del lago. Ambos pasaban horas hablando sobre tantas cosas. Él la interrogaba a cerca de su vida en el fondo del Lago, de sus hermanas y su padre. Rusalka le hablaba de las maravillas que se podían ver en lo profundo del fiordo, imágenes admirables, pero incapaces de apreciarse por el ojo humano.

Dragos a su vez, le hablaba a Rusalka de su niñez y de lo feliz que era cuando tenía a Sunshine en sus brazos. También le contó sobre lo difícil que fue para él el quedarse solo, pero que el bellísimo canto que el viento le susurraba era lo que traía el consuelo a su alma solitaria y triste.

-Pero ahora sé que jamás estuve solo – Sonrió Dragos besando las manos de la sirena - ¡Eras tú! Siempre tú quién me hacía compañía y cantaba eras hermosas canciones para consolarme.

-Me dolía no poder hacer más por ti, Dragos – Susurró la náyade recostando su cabeza en el hombro de Dragos – Aunque ahora me siento mejor, porque sé que lo poco que hice por ti ayudó a hacer tu pena más llevadera.

-¡Gracias, bonita! – Sonrió el hombre y la besó con pasión.

Dragos estaba muy enamorado y no le importaba nada más a su alrededor. Cumplía su trabajo de manera mecánica, desesperado por que cayera la tarde y poder reunirse junto a su amada. Tampoco le importaban las habladurías y los chismes de la gente que, burlándose de él lo tachaban de loco, chiflado o idiota, por estar todos los días en el bosque y por soñar despierto.

Pero había alguien que no creía lo mismo que el resto de la gente de Buskerud y ese era James Swinton, quién no apartaba su mirada de Dragos. Él tenía ciertas sospechas respecto a su comportamiento enajenado. James estaba cien por ciento seguro de que Dragos estaba enamorado de una de las sirenas del Tyrifjorden y que muy pronto desaparecería del pueblo y nadie más lo volvería a ver.

-¡Y eso no lo voy a permitir! – Bramaba James sentado en su desvencijado sillón con el libro de mitos abierto en la página que hablaba de Rusalka - ¡Tengo que capturar a esa sirena! De esta manera, seré el hombre más poderoso del mundo.

La idea de atrapar a una de las hijas del Espíritu del lago se había convertido en su más grande obsesión. Durante años, había trazado planes y más planes, pero todos ellos habían fracasado. Pero ahora, gracias a Dragos, James podría llevar a cabo su plan al pie de la letra y así capturar por fin a Rusalka o a cualquiera de sus hermanas.

Swinton decidió seguir a Dragos todas las tardes, pero por alguna extraña razón, el rumano desaparecía de su vista. Por más que lo buscaba, ¡no podía encontrarlo! Eso era algo que lo frustraba y lo hacía caer en la desesperación. Su circo y su feria ya no eran redituables como hacía años, James tenía muchos gastos y deudas que cubrir y las ganancias no eran suficientes. ¡Estaba en bancarrota! Necesitaba de algo que levantara su negocio y lo regresara a esos días de gloria. Además de que la avaricia se había apoderado de él y sólo pensaba en las riquezas y el poder. ¡Si tan sólo pudiera conseguir ese anillo! Sus problemas desaparecerían para siempre y lograría tener el control total del mundo.

* * *

Rusalka se preparaba para salir a la superficie, ¡era noche de luna llena! La cual brillaba hermosa en el cielo e inspiraba al amor y la pasión. La rubia estaba ansiosa por encontrarse con su amado y amarse de nuevo hasta el amanecer, incluso se había esmerado en su arreglo personal y lucía hermosa y radiante.

Sus hermanas la observaban con el ceño fruncido, ¡no comprendían la obsesión de Rusalka por ese mortal! Era un tipo sin gracia y que no valía la pena, ni siquiera podía vivir en el fondo del lago y tampoco poseía una belleza grandiosa, ¡era un mortal sin chiste!

La mayor de las hermanas tomó a Rusalka de la mano antes de que esta partiera rumbo a la superficie. La pequeña sirena se sorprendió ante el gesto y giró la cabeza, mirando con curiosidad a su hermana.

-No deberías salir esta noche – exclamó la mayor de las sirenas - ¿Acaso no has prestado atención a la dirección del viento? ¿No has visto las estrellas en el cielo? ¿Tampoco has sentido el nerviosismo de los peces y todos los seres que habitan en el lago y en el bosque? – murmuró y Rusalka negó con la cabeza – El amor por ese mortal te ciega y es por eso que no puedes sentir ese mal presagio. ¡Huele a muerte! – dijo su hermana mayor – Es mejor que no salgas esta noche y te quedes en casa junto a nosotras y junto a nuestro padre. – exclamó - ¡Olvídate de ese mortal! Él no va a traer nada bueno para nuestro mundo, puedo sentirlo.

-¡No es verdad! – Dijo Rusalka desdeñosa – Sólo lo dices porque estás celosa... ¡sientes envidia de mí!

-¡Ese humano va a ser tu perdición! – Murmuró su hermana - ¡Y la perdición de este reino! – Suspiró dándole la espalda - ¡Pero vete! Ve con él, despósalo si quieres y únete a él. Ya verás cómo su vida se irá marchitando lentamente hasta que muera, enfermo y viejo, mientras tú permanecerás joven y lozana por la eternidad.

Rusalka no la escuchó, cruzó los brazos y nadó velozmente hacia la superficie. No tenía caso escucharla, no iba a escuchas las palabras de una ninfa celosa de su buena suerte. ¿Ellas que podían saber de esa situación si no conocían el amor? Sus hermanas nunca la habían comprendido, siempre la tachaban de atrevida, curiosa y un poco revoltosa e irresponsable, ya que prefería juguetear por ahí que custodiar el tesoro de su padre.

La sirena no podía esperar más, no perdería el tiempo en los asuntos de sus hermanas. ¡Qué ellas se las arreglaran como pudieran! Pero ella no postergaría su cita. Dragos la esperaba, podía sentirlo. Y ella no quería llegar tarde.

Rusalka salió del lago y caminó lentamente por la orilla. Dragos ya la esperaba ahí y ella corrió a sus brazos abiertos. Dragos la levantó unos centímetros del piso, sujetándola con fuerza, mientras sus labios presionaban los de la ninfa en un beso lleno de pasión y entrega. Se besaron con desesperación durante varios minutos, hasta que el aire no fue suficiente, separándose y dedicándose una enorme sonrisa de complicidad.

La chica sujetó a Dragos del brazo y juntos se echaron a andar para dirigirse al pueblo. Estuvieron recorriendo la plaza, cenaron en un pintoresco restaurante y después recorrieron la feria. Él le sugirió entrar al circo de fenómenos, pero la chica se rehúso totalmente. Ese lugar no le agradaba del todo, sentía cómo un aura siniestra manaba desde su interior.

-¡Quiero ir a tu casa! – Sugirió Rusalka echándole los brazos al cuello – Quiero tenerte sólo para mí.

Dragos asintió y sonrió. Le ofreció su brazo y juntos regresaron al auto, sin percatarse de que James Swinton los seguía de cerca. James los había visto llegar al pueblo y esbozó una sonrisa llena de malicia, ¡esa era su oportunidad! El hombre no perdía detalle de cada uno de los movimientos de los amantes. La pareja se encontraba absorta en sí mismos, olvidándose de todo lo que ocurría alrededor suyo. James aprovechó de esa situación y optó por seguirlos de cerca, de todas maneras, no lo notarían.

* * *

Rusalka caminó con lentitud por la habitación mientras se desabotonaba el vestido. Dragos se encontraba recostado sobre la cama con el torso desnudo y contemplándome con ojos hambrientos de pasión mientras la prenda resbalaba por el cuerpo de la sirena y caía al piso. Sus ojos azules se posaron descaradamente sobre los senos de la joven, riendo de manera sexy y provocadora. La rubia le devolvió la sonrisa y subió a la cama, Dragos la recibió con un beso profundo y ardiente. Sus brazos la atraparon y ella cayó sobre él, riendo a carcajadas.

Sin dejar de besarse, rodaron sobre la cama. Dragos estaba sobre ella, llenándola de de caricias mientras que sus labios descendían por su cuello hasta sus senos, la lengua del hombre los recorrió a placer y sus labios besaban cada centímetro de la nívea piel, sus dientes mordían sus pezones. Rusalka gemía y reía embargada de placer al sentir las manos tibias de su amado recorrer su cintura hasta las caderas para llevarse consigo sus bragas, las cuales desaparecieron debajo de la cama.

Dragos continuó besándola, deslizando suavemente sus manos por todo su cuerpo, ella sólo atinaba a gemir y retorcerse debajo de él. Con un movimiento veloz, la chica invirtió la posición y quedó encima de él, de inmediato, sus caderas comenzaron a balancearse sobre su miembro erecto, rozándolo con delicadeza. Él gruñó, haciéndole cosquillas, logrando que la joven cayera sobre el colchón e instantáneamente Dragos se puso sobre ella, aplastándola, llenándola de besos y nuevas caricias. Las manos de la náyade le acariciaban el cabello y sus fuertes hombros. Ella volvió a besarlo y después lo hizo a un lado para incorporarse. Dragos murmuró una protesta, pero ella lo ignoró.

-¿A dónde crees que vas, traviesa? – Preguntó el chico esbozando una enorme sonrisa y acomodándose sobre las almohadas – Mejor ven acá y siéntate en mi cara – Exclamó Dragos sujetándola de la mano.

Rusalka se ruborizó intensamente y comenzó a reír, mordiéndose el labio inferior para hacer lo que él le pedía. Ella se puso de pie sobre la cama, aferrándose a la pared mientras Dragos la tomaba de las caderas para hacerla descender unos centímetros y comenzar a succionar su feminidad. Rusalka dejó escapar un grito de placer y apoyó las manos sobre la cabecera, aferrándose a ella para no caer. La punta de la lengua de Dragos recorrió su sexo, explorándolo. El roce de esa lengua húmeda y caliente sobre su intimidad la hizo temblar, arrancándole un largo y profundo gemido.

El cuerpo de Rusalka reaccionó de inmediato, sus caderas se balancearon suavemente sobre la boca de Dragos, cuyos labios succionaban, mientras que de la boca entreabierta de la chica no paraban de brotar sonoros gemidos. Sus manos anchas la sujetaron por el trasero para continuar paladeando su sexo, recorriéndolo completamente con la lengua. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por el indescriptible placer que se extendía por todo su ser, volviéndola loca. Las piernas de la joven se flexionaron un poco más y sus rodillas se apoyaron a medias sobre las almohadas, la lengua de él la penetró una vez, otra y otra más, al tiempo que sus manos ascendían por sus costillas hasta sus senos, apretándolos con fuerza. Rusalka se estremeció, jadeó y arqueó la espalda. El movimiento de su pelvis se aceleró y ella se recargó de nuevo sobre la pared, sucumbiendo ante el gozo que le proporcionaba experimentar el roce de la lengua de Dragos sobre su sexo.

Las manos de Dragos le apretaron el culo, el movimiento de la lengua del hombre se volvió más veloz, más violento y apasionado. Rusalka gritó y se mordió el labio mientras que su cuerpo se sacudía ante el delicioso orgasmo que él le había brindado. Dragos se lamió los labios y limpió las comisuras de su boca. Ella sólo rió y se sentó a horcajadas sobre él y comenzaba a besarlo con intensidad.

-Me gusta sentir tus labios allá abajo – Susurró Rusalka besando su cuello con suavidad.

Dragos rió y se estremeció mientras ella continuaba besando y lamiendo su cuello. Rusalka apoyó su mano izquierda sobre su vientre y sus caderas comenzaron un ir y venir sobre su pene erecto, mientras que su mano derecha sujetaba su pene con suavidad y lo acariciaba. Él sonrió mirándola a los ojos y de sus labios brotó un gemido gutural. Levantó los brazos para acunar los senos de la chica y masajearlos, al tiempo ella continuaba frotando su sexo contra el de él, empapándolo con sus fluidos, los cuales brotaban copiosamente.

Ambos estaban muy excitados, sus rostros enrojecidos y bañados en sudor los delataba, en sus ojos brillaba la lujuria y el deseo. Rusalka se mordió el labio y siguió con esa exquisita fricción y continuó masturbándolo. Dragos sonrió con malicia y le apretó las caderas, empujando su pelvis hacia arriba. Ella gimió, ya que ese roce entre sus sexos había vuelto a desatar la llama del deseo. Ambos jadearon y la joven se inclinó para devorar la boca del hombre con un beso salvaje y erótico.

-Quiero estar dentro de ti – Susurró Dragos en su oído – Quiero unirme a ti en cuerpo y alma.

Rusalka gimió y levantó sus caderas. Dragos sujetó su pene y con la punta, rozó el clítoris de la chica, haciéndola estremecer. Dragos gimió y levantó su mano derecha para apretarle los pechos. Lentamente, Rusalka comenzó a descender su miembro erguido que se hundía de a poco en su interior. Dragos la tomó por la cintura y con un empujón de su pelvis la penetró, gruñendo ante la unión. Las manos de Rusalka se apoyaron sobre las piernas del chico para comenzar con ese vaivén cadencioso, lento en un principio.

Dragos la acarició con delicadeza, tomándose su tiempo para recorrerle los muslos y la cintura. Mientras ella se balanceaba sobre él, su pulgar se frotó su clítoris y la joven gimió con fuerza. Él sólo río y continuó presionando su punto de placer. Las idas y venidas de Rusalka se volvieron más veloces, Dragos le apretaba los senos, haciéndola ir más aprisa y poco después, él comenzó a embestirla violentamente.

La cama se movía junto con los amantes y la cabecera golpeaba contra el muro. La alcoba estaba llena de los gemidos y chillidos de Rusalka, y de roncos jadeos de parte de Dragos. Las caderas femeninas rebotaban sobre la pelvis del hombre, al ritmo que él le marcaba, las manos masculinas estaban aferradas a sus costillas y ella se apoyaba sobre su pecho, enterrando las uñas sobre su piel.

-¡Vamos bebé! – Gruñó él alentándola – Cabalga más rápido.

La náyade jadeó y cerró los ojos, acelerando los movimientos. Dragos dejó escapar un ronco gemido y la abrazó a su cuerpo, buscando sus labios para besarla con pasión. Su lengua se abrió paso por su boca y ella lo recibió, enredando su lengua con la suya. Él sudaba, su cuerpo estaba cada vez más tenso, tratando de prolongar el acto sexual. Ambos sabían que pronto sucumbirían al éxtasis, pero también deseaban que se extendiera más allá de sus límites.

-Te amo – Gimió Rusalka sin dejar de moverse sobre él.

Dragos sonrió y asintió, apretándola aún más a su cuerpo y volviéndola a besar de manera desenfrenada. Ambos se amaban, se notaba a leguas y cada vez que hacían el amor, miles de hogueras danzaban a su alrededor. Rusalka apoyó sus palmas sobre las almohadas y él continuó penetrándola más violentamente, el vientre de la mujer se tensó y sus paredes vaginales se cerraron sobre su sexo. Volvieron a besarnos de manera brutal y desenfrenada hasta que todo estalló en pedazos y ambos tocaron la cima del cielo.

* * *

James comprobó la hora en su reloj. Faltaban un par de horas para que amaneciera y a pesar de que la noche había sido fría debido al crudo invierno, se las había arreglado para mantenerse despierto y alerta para cuando Dragos y esa mujer salieran de la casa. No tuvo que esperar por mucho tiempo, los amantes pronto hicieron su aparición en el umbral. Rusalka caminaba recostada en el hombro de Dragos y ambos estaban abrazados, cubiertos por una manta.

Los enamorados caminaron lentamente, internándose en el bosque. James los seguía de cerca, podía escuchar sus murmullos y sus risas. De vez en cuando, ambos se detenían para robarse un beso o prodigarse una caricia. ¡A James eso le asqueaba! Consideraba al amor como un sentimiento inútil y poco beneficioso, propio de gente débil de mente y sin máximas aspiraciones. A menudo decía que el amor era para los perdedores que se consolaban con ello, ya que la gente triunfadora encontraba placer en sus logros y éxitos... y por supuesto en las riquezas.

Los vio detenerse cerca de la orilla del Lago. La mujer echó los brazos al cuello de Dragos y lo besó con pasión. El hombre la sujetó con firmeza por la cintura, correspondiéndole con la misma intensidad. Al separarse, se miraron con amor.

-Te veré la próxima Luna llena – Murmuró Rusalka con su voz cantarina - ¡No faltes, mi amor!

-Te estaré esperando en este mismo lugar, mi dulce Rusalka – Exclamó Dragos y volvió a besarla.

Rusalka se apartó de Dragos y se echó a correr sobre las aguas del Tyrifjorden. Cuando llegó a la parte más honda, sus piernas se convirtieron en una cola de pez, hundiéndose en las heladas aguas.

Los ojos de James se abrieron desmesuradamente y brillaron con malicia. ¡No se equivocaba! Dragos mantenía un romance con una Sirena.... ¡Pero no cualquier sirena! Se trataba de la hija predilecta del gran Lago, Rusalka. La codicia del hombre aumentó considerablemente y en su mente comenzó a trazar un nuevo plan. Atraparía a Rusalka y esta vez no fallaría, porque inconscientemente, Dragos Balan lo ayudaría.

* * *

¡Oh, oh! Se acercan los problemas y obviamente el final de esta historia. James Swinton ha descubierto el secreto de Rusalka y se va a aprovechar de Dragos para secuestrarla. Será un momento muy difícil para ambos, pero espero triunfe el amor. ¿Qué les pareció el capítulo? y ¿Qué les ha parecido la historia en general? Dejen sus comentarios, impresiones y votos y gracias por su apoyo a esta historia.
Maria Decapitated

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