Érase una vez en un lejano pueblo ubicado de Budapest se encontraba viviendo en una cabaña cerca del bosque una joven costurera de cabello y ojos oscuros cuyo nombre era Aurora. Esta doncella era de clase muy baja y le era casi imposible conseguir dinero.
Un día caminando por la plaza se encontró una moneda en el suelo y con pocas esperanzas la arrojó en una fuente deseando poder tener un mejor pasaje económico. Por la noche, en su habitación, un ruido extraño interrumpió su sueño por lo que se sentó en la cama y preguntó temerosa al aire ‘¿Quién anda ahí?’ pero al no obtener respuesta preguntó nuevamente con una voz un poco más firme ‘¿Quién anda ahí?’ De repente un pequeño hombrecito se hizo presente delante de la joven por medio de una cortina de humo blanco y brillos resplandecientes.
– ¡¿Quién eres tú?! – preguntó espantada ante la repentina aparición de este mágico ser.
–No tema señorita, he venido a concederle su deseo, le daré el don de convertir sus hilos en oro a cambio de que usted me entregue a su primogénito al año de su nacimiento– explicó con calma aquel misterioso duendecillo.
Ante la propuesta ella duda por unos momentos pero al contemplar su situación económica decide finalmente aceptar el trato.
Con el tiempo Aurora fue obteniendo más ganancias ya que la gente se interesaba más en sus nuevas y finas confecciones, inclusive uno de sus clientes más frecuentes terminó convirtiéndose en su esposo y fruto de su amor concibieron a un hermoso bebé.
Una noche estaba alimentando a su hijo con calma mientras su marido estaba dormido profundamente pero ese tierno momento se vio interrumpido abruptamente gracias a la inesperada aparición del olvidado duende.
–Es hora de entregarme lo prometido– exigió molesto su parte del trato.
–Agradezco su ayuda pero por favor váyase y déjenos en paz– dijo temerosa mientras protegía a su retoño con sus brazos.
– En una semana vendré por mí primogénito y no intentes escapar porque yo siempre sabré donde estás–  amenazó ante la negativa de la mujer para luego esfumarse en una nube de brillos y humo.
Con el correr de la semana la pareja se dispuso a buscar una solución a su problema hasta dar con una bruja quien les contó que el trato solo se podría deshacer averiguando el nombre del malvado duende y les reveló cual era este. Al llegar nuevamente el lunes, el hombrecillo se presentó nuevamente ante la joven reclamando lo que le pertenece.
– ¡Anulo el trato Rumpelstinski! –  clamó con convicción para luego soltar una pequeña risa de victoria.
Rumpel estaba atónito ‘¿cómo era eso posible?’ se preguntaba a sí mismo, furioso por la situación se marchó haciendo berrinches pero lo que ella no sabía es que él volvería.
Pasado un tiempo el duendecillo hizo acto de presencia una vez más en el cuarto de la pareja casada, se acercó a la cuna tomando al bebé en brazos, caminó hacia un gran armario, abrió la puerta y el bebe se despertó comenzando a llorar, esto despertó rápidamente a los padres quienes espantados vieron aquella escena. Rumpelstinski los miro cínicamente por última vez, y antes de que pudieran hacer algo, se metió dentro del ropero para desaparecer y no regresar.
En otra tierra encantada estaba el duende recostando al bebé prometido en su nueva cuna, una vez hecho esto salió de la habitación pero antes de cerrar la puerta soltó una ligera risa y con una sonrisa dibujada susurró –El que ríe último, ríe mejor–.

Y este es el origen de la malévola frase,
Lo que nadie esperaba es que en el tiempo durase.

FIN