Severus Snape sabía a ciencia cierta que la última acusación del Señor Oscuro contra Dumbledore era una completa tontería. Para bien o para mal, Potter era en efecto el hijo de James Potter y Lily, y de nadie más; de eso estaba absolutamente seguro.

Esta certeza no se tambaleó con la llegada de Potter al Gran Comedor; mucha gente podía entrar furiosa en una gran sala y llamar la atención. Y fue la celebridad preexistente de Potter la que generó el silencio generalizado sobre los estudiantes reunidos, no una ola de amenaza oscura, además, la conversación en las otras mesas se reanudó tan pronto como el chico pasó junto a ellas.

Fue una estupidez típica de Gryffindor que la mesa de esa casa permaneciera en silencio mientras Potter caminaba hasta el final de la mesa, donde estaban sus compañeros de año. Severus fue uno de los muchos que lo miraron fijamente cuando él, al no encontrar espacio para él entre sus compañeros, conjuró un asiento en la cabecera de la mesa. <<Mocoso arrogante >>

Y era, simplemente un ejemplo de similitud, pensó Severus firmemente, que los Gryffindor lo observaran, tensos y sin hablar, como solían hacerlo los mortífagos en la mesa del Señor Oscuro, de modo que sus palabras llegaran más lejos de lo que debían en el silencio.

—Habría pensado —murmuró Potter en voz baja y enérgica— que después de todos estos años, al menos mi Casa habría aprendido a ser leal.

Era solo una coincidencia, se dijo Severus, que el tono y la inflexión del muchacho fueran iguales a los del Señor Oscuro, suficientes para enviarle un escalofrío por la columna vertebral.

(A Lily no siempre le había gustado James Potter, pero se había casado con él. No habría cambiado de opinión y lo habría engañado... ¿verdad?)

***

Las expectativas de Harry sobre su trato se demostraron absolutamente correctas desde el momento en que entró al Gran Comedor para desayunar.

Había pasado la noche meditando en la Sala de los Menesteres y había tomado prestada una túnica de repuesto que la Sala había dejado a su lado para reemplazar su uniforme arrugado, cambiando el estilo de Slytherin por los colores de Gryffindor. La camisa y los pantalones sencillos debajo de la túnica eran negros, otra diferencia con lo que solía usar, pero Harry había notado con cierta satisfacción que le quedaban mejor que las prendas desechadas de Dudley. Le había sonreído al verse en el espejo, de paso, y había salido de la Sala por el resto del día de un humor forzado y alegre.

Entonces, toda la población del Gran Comedor se quedó en silencio en cuanto cruzó el umbral. << Por supuesto >> pensó Harry, poniendo los ojos en blanco y dirigiéndose a la mesa de Gryffindor.

Los murmullos lo siguieron, porque claro que lo hicieron. A Harry eso le importaba un carajo. Pero la forma en que sus compañeros de casa lo miraban con ansiedad y encogimiento cuando pasaba, y que era evidente que no se movían para dejarle espacio en la mesa, no era tan fácil de ignorar.

Harry recordó entonces su decisión de la noche anterior, de dejar que tuvieran miedo. Ahora decidió dejarse enfadar. Con un hechizo que recordaba vagamente haber aprendido en algún momento, convocó una silla de otro lugar del castillo (la que había ocupado, en la Sala de los Menesteres) a la cabecera de la mesa, junto a Ron, Hermione y Neville, que probablemente habían sido condenados al ostracismo dentro de su Casa por relacionarse con Harry. (Al menos esta vez no lo habían abandonado. )

Y todavía había silencio en la mesa de Gryffindor, como si los demás estuvieran esperando que él hablara.

Y así lo hizo Harry.

—Habría pensado —comenzó, mirando a los demás a lo largo de la mesa —que después de todos estos años, al menos mi Casa habría aprendido a ser leal.

Todos se movieron inquietos bajo su mirada, incluso sus amigos, aunque solo fuera por un momento. << Que tengan miedo >> se recordó Harry, y miró al resto un momento más, proyectando su presencia sobre el Gran Comedor como lo hacía Snape en su salón de clases.

Luego comenzó con su desayuno, cortando meticulosamente todo lo que había en su plato en trozos pequeños y fingió que el resto del alumnado no existía.

Ron le lanzó una mirada a Hermione mientras Harry estaba ocupado con su comida. — Todavía está enojado — le dijo en voz baja cuando captó su mirada.

Miró hacia un lado y vio lo que quería decir; Harry también estaba siendo elegante con sus cubiertos. Todo, incluso su postura, era de ese estilo excesivamente formal que solo usaba inconscientemente, cuando estaba pensando en algo.

—Hola, amigo —murmuró Ron, pasándole la jarra de jugo de calabaza —¿Cómo dormiste?

Harry hizo una pausa con la taza de té delicadamente colocada sobre sus labios. — Sabes — reflexionó, — no creo haberlo hecho.

Continuara ...

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