Si él,ya no fuera un dios

Era extraño verlo sin esas ornamentas doradas en su oreja,en su cuello,en sus muñecas,en sus brazos.Verlo sin los atavíos de un dios. Ya no era un hakai-shin,otro tomo su lugar y yo no sabia que decirle o que hacer. No es que quisiera consolarlo,tampoco es que él lo necesitara. Había necesidad de algo diferente.

El viento creaba olas en los altos pastos de aquella planicie sin fin,donde la tierra y el cielo se fundían en el horizonte.Él y yo nos encontramos. Era el ocaso y el paisaje tenia esos colores de fuego vivo,que nos bañaba con una luz de miel,
mientras el silencio se endulzaba lentamente,salpicado de estrellas.

Al fin me atreví a tomar su mano y recorrer sus falanges,pasando por el dorso,hasta llegar a esa muñeca desnuda que acaricie con la punta de los dedos,como tocas el pomo de una puerta ante la duda de entrar o no. Subí por su antebrazo.El brazalete ya no estaba ahí.Llegue hasta su hombro ahora cubierto por una capa cualquiera,de color arena. Mis dedos pasaron por esa tela y se estrellaron en su cuello,ahora,descubierto.

Termine con la distancia entre los dos abrazandome a él,con la misma fuerza y con los mismos bríos de costumbre para estrellarme contra la misma atalaya,de siempre,que era su ser. Cada piedra seguia en su sitio, cada grieta,cada diminuta ventana por la que entraba y salia la luz;
estaba en su lugar. Lo único diferente es que habían ahora más salientes y hendiduras por las que treparse a esos ojos de faro. Habían más recovecos y más salas,más peldaños y más pasillos en su interior. Siempre estuvieron ahí,a oscuras,reservados.Ahora en cambio,yo podía entrar y conocer otros rincones de él.

Respire en la piel de su cuello,como lo hace él sobre mi cabello. Sus brazos me envuelven,los míos se cierran entorno a su figura y asi nos quedamos.Juntos,hablándonos sin hablar...Como siempre.