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42._Alexander.

mi amor culposo.

En aquella tierra helada,al borde del mundo,encontré la paz. Era una vida difícil,pero curiosamente me sentía más cómoda con lo rudo que con lo fino y pese a las adversidades, prospere allí. Tenia una casa pequeña con un cuarto muy bien protegido del frío y era allí donde ardía la chimenea.Pero esa mañana estaba apagada por falta de leña. Estaba apunto de ir por algo de esta,cuando escuche que algo,muy pesado,cayó ante mi puerta y temiendo que fuera uno de esos sujetos que cazaban en la zona,tome un madero para defenderme. Las tablas crujieron cuando aquel individuo se levanto y la puerta casi voló,al ser empujada con una violencia,que sólo podía provenir de una bestia.

Lo que quedo ante mi era un hombre como no existe otro y como espero no exista otro jamas. Era alto y su piel parecía un pergamino,sus ojos eran como un puñado de ceniza,su cabello oscuro y sus ropas traían la misma capa de escarcha que se había adherido a su fea faz. Abrió la boca y estiro a mi su mano antes de caer al suelo inconsciente. Sentí miedo de él, pero un miedo difícil de definir,pues no era como el de estar ante una amenaza sino algo mucho más atemorizante,sin embargo,no pude abandonarlo a su suerte y me las arregle para llevarlo junto al fuego, una vez lo encendi.

Una mujer sola con un hombre de intensiones desconocidas en mitad de la nada,no era un buen escenario. Por precaución le amarre las manos,pero fue un esfuerzo inútil,pues apenas abrió los ojos rompió las cuerdas como si hubieran estado hechas de papel. Me quede quieta ante esa mole que lanzo un grito feroz y con paso pesado avanzo hacia mí. Sin la capa de escarcha aprecie mejor su deformidad y lo admito era...

-¡miedo!-exclamo con voz ronca-todo el que me mira lo hace con miedo y repugnancia...

Siguió hablando,mas no conmigo. Lo escuche decir que quería morir,que busco la muerte en los paramos helados,pero hasta esta lo miro con desprecio. Había en sus palabras la belleza del tormento,pero uno tan profundo que estremecía y tornaba su lengua sangrienta. ¿quien era? ¿qué males acechaban así su alma? Una parte de mi moría por conocer esas respuestas y robandome su atención le hice una simple pregunta,a la que desolado me respondio:

-no tengo un nombre...

-¿quieres contarme tus penas? Puedo escucharte-le dije.

Me miro desconcertado,pero cansado. Me cuestiono si quería oir la terrible historia de su existencia y reafirme. Entonces me hablo de su origen,de como un hombre obsesionado con descubrir el principio de la vida lo creo a partir de cadáveres. De como al contemplar su obra lo rechazo y abandono en el mundo que sólo le mostró hostilidad. Me compadeci de él,pero le temí también cuando me contó de sus crímenes,más a medida que avanzaba el relato,termine por compartir su sentir,mas no de abarcarlo y es como podría abarcar tal abismo ¿como seria sentir que cada particula de tu cuerpo es una abominación? ¿como seria ser tan indigno que ni siquiera te dieron un nombre? ¿como seria sentir que la vida es una carga? No pude imaginarlo.

Al final lo vi caer sobre sus rodillas lamentando toda su existencia y la caída de su creador. ¿Qué podía decirle para aliviarlo? Una palabra llego hasta mí y sin pensarlo la pronuncie mientras me arrodillaba frente a él.

-te perdono-le dije y me miro como un loco sorprendido.

Pensé que me reclamaria por mi osadía. Que me cuestionaria el quien era yo para decirle tal cosa y es que era cierto,pero sentí que lo que más necesitaba ese ser era ser perdonado, pero también...

-y te pido nos perdones...

Que paso en él cuando oyo esas palabras,no lo sé. Pero por un instante adquirio una sutil belleza que me llevo a acariciar su rostro. Mire sus ojos y lo vi,miro mis ojos y lo vio supongo porque ambos lloramos en ese momento. Él como el monstruo y yo como el mundo. Se abrazo a mi con rudeza torpe y peine sus cabellos con mis manos.

-Alexander es un buen nombre-le dije cuando despego su rostro de mí.

-Alexander Frankenstein-murmuro haciendo una mueca semejante a una sonrisa.

-si asi lo quieres-le dije y en sus ojos vi la gratitud y me amo.

Y en mis ojos,tal vez,algo de todo lo que el mundo le nego y lo ame.

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