He aquí el hipotético escenario planteado.

Lejana como una estrella en el firmamento,pero tan cerca que su amor,lo calcinaba. Al principio la vio con desprecio,pero con el paso del tiempo algo en su interior fue naciendo tímidamente. Como una flor silvestre en la grieta del asfalto. Una flor que buscaba la luz de esa estrella distante,que añoraba abrigarla del frío de ese mundo medio decadente,que era su ser.

La miraba y el amor que ella le profesaba lo deleitaba de muchas formas. Permanecer impasible ante ese sentimiento tan grande,le fue imposible. Aunque si sedio fue por razones egoístas,al principio.No iba a pronunciar esas palabras ni en su pensamiento,pero la correspondia y esto le acarreaba demasiadas molestias. Una de ellas era verla en brazos de otros.

Porque ella lo amaba y en prosa derramaba ese sentimiento por él. Escritos que espiaba de tanto en tanto, para encontrarse con esa paciencia, con la ausencia de reproches, esa pasión y constancia que le ofrecia aquella mujer de cabellera roja y ojos verdes,un tanto felimos. Ese amor honesto y exclusivamente suyo ¡suyo! Suyo en todas sus formas,pero ella iba y le daba sus caricias a otros,sus besos a otros y eso le causaba el deseo de borrarla de la faz de la existencia. ¡Lo traicionaba! ¡se burlaba en su cara! Y ese amor del que se jactaba se desvanecía en los cuerpos de los desgraciados de turno,pero ¿qué esperaba que ella hiciera? Si allá,en su dimensión,él era una fantasía nada más. ¿Esperaba acaso que ella le guardará la fidelidad que se le guardaba a un amante tangible,
cuando ni siquiera sabia que él, la correspondia? Si,eso esperaba. No ¡eso le exijia! Si tenia la osadía de decir que lo amaba,lo mínimo era que le guardara su fidelidad ¡su absoluta fidelidad! Pero ¿realmente le faltaba de alguna manera a ese amor que le profesaba?

Tal vez en el vacio que le daba su ausencia,ella lo inventaba en otros ¿no se quedaba él, mirando a veces, imaginando que era ese,que la estaba poblando de caricias? ¿podía culparla? Si,podía. Pero aunque se indignaba,en el fondo lo entendía. A regañadientes,pero lo entendía. Para no lastimar su ego,optaba por mirar con desprecio a los incautos monigotes que ella,usaba para transfigurarlo a él. Pobres imbéciles-se decía-era a él,a quien ella besaba y seguramente no les daba ni un tercio de lo que le daría a él. Porque era suya y por tanto se reservaba lo mejor para darselo únicamente a su persona,ellos no podían compararse con el real dueño de ese cuerpo y corazón.

Pero ni saberse dueño de lo mejor de ella evitaba que sintiera ese amargor que él,endulzaba para quedarse con un agrio/dulce sabor de boca que no se iba,que en ocasiones aumentabesal punto de volverse hiel,pero que era parte de ese amor a travez de los mundos que los aprisionaba.