—Nunca pensé o espera encontrarte en un lugar así —esa voz me sobresalta, logrando que me giré.

Encontrándome con la persona que menos deseo ver.

—Con mi esposa —finaliza, haciendo énfasis en esa última palabra.

Mi cuerpo se eriza, los recuerdos vienen a mi mente como azote. Haciendo estragos en mi confianza, pero me paro firme.

—¿Esposa? —pregunto extrañada—, no cielito, era todo menos tu esposa —su rostro se contorsiona ante la mención del apodo— Era una mujer estúpida, que ilusionada, se casó con la persona que amaba, era una ilusa que se dejó meter el dedo y que se lo dieran a oler.

Se cruza de brazos. Pero aquí yo también estoy molesta.

—Todo lo que pasó, lo permitiste, ahora no me vengas con tus sermones de qué...

—Cállate, porque no es justo que yo tuviera que criar a los hijos de tu puta amante, de que no me tocaras, pero tuvieras la pelota para mostrarme videos de cómo te la cogías a ella —escupo las palabras con resentimiento.

Lejos de que entienda mi cometido, solo se echa a reír.

—Entonces por eso te fuiste. Porque no me acostaba contigo.

—No infeliz, me fui porque merezco más, porque me costó entender que estaba a tu lado, porque yo no me amaba —una sonrisa se extiende por mi rostro y una mueca por la de él.

—¿Y ahora sí? —pregunta irónicamente.

Observó a mi alrededor, las mujeres bailando, los hombres comparándolas por una noche, pero mi mirada se detiene sobre una persona en específico. Desde donde estoy juraría que el gris de sus ojos se ha oscurecido al ver con quien estoy, pero solo se acomoda en la silla, mostrándome una sonrisa de "estoy contigo".

—Irónico, pero si, ahora entendí que nunca me mereciste, solo estoy rectificando el error —es lo último que pronunció, pasando a su lado.

Pero me sujeta por la muñeca, con fuerza, impidiendo que me largue. Forcejeo, sin embargo, no soy tan fuerte como él. Su mirada cae sobre, con ira y celo. Que se aproxima.

—Deje a la señorita —esa voz me reconforta, erizándome, haciendo que mi corazón lata más rápido y no por miedo— y educadamente le pido que se retire de este lugar y no regrese.

Su altura puede intimidar, pero a mí me excita todo el dominio que desprende, la diferencia es que me tiene más en consideración que el hombre que se hacía llamar mi esposo.

—O si no que —le reta mi exesposo—, no puedes defender a todas las putas que se encuentren en este sitio...

No termina, porque el puño de ojos grises, viaja hasta el rostro de mi ex, logrando que me suelte. La sangre se hace presente, mostrando que se ha ganado su apodo con honor, dejando su nariz rota.

—Es de mala educación hablar así de las señoritas de este sitio y más de la que es mi novia —pronuncia acomodando su traje, ganando mi mirada de sorpresa y la suya de satisfacción al decir esas palabras.