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Capítulo 8- Segundo show

¿Debería ser madura? Sí, sin embargo, no sé cómo hacerlo, como seguir. ¿Debería sentir pena? ¿Debería hacer como que nunca sucedió? El punto más difícil de un día a día, es cuando alguien que entra en tu vida, te ve en el momento de mayor debilidad. Cuando estás tan desorientado producto del dolor.

Así me siento. Heme aquí, arreglándome frente al espejo, las chicas caminan de un lado al otro corriendo en busca de arreglarse.

El show va a comenzar, pero no sé cómo mirarlo a los ojos sin sentirme expuesta.

Arreglo el escapulario que llevo en mi cabeza, y que cubre mis hombros acompañados por una cruz de madera. Creo que ya pueden imaginar de que será el día de hoy... Al parecer muchas personas tienen algo con las monjas y padres. Sin embargo, mi ropa termina de ser completamente igual a las de esta religión, ya que. Abajo llevo una licra negra y una camisa negra que está abierta atrás cubierta por lazos que se unen. En conjunto con unos tacones de aguja.

Creo que si mi madre pudiera verme, me lanzaría una chancleta. No tengo duda.

Una pequeña sonrisa asoma en mi rostro que se amenaza con debilitarse. Abandono los camerinos adentrándome en el club, que poco a poco se va llenando de hombres y mujeres. Llegó hasta la oficina de Séfora, quien parece todo menos contenta.

—¿Qué ocurre? —susurro sentándome frente a su escritorio.

Su rostro es un libro abierto.

—El maldito de Makris.

—El socio —lo recuerdo porque no he podido olvidar ese apellido.

—Sí, lo que quiere hacer no está mal, me parece una excelente idea —pronuncia recostándose contra el respaldo, mirándome directamente—, pero es un trámite legal que llevar, equipos, buscar y buscar y rezar para encontrarse con una empresa que no nos quiera desplumar.

—¿A qué te refieres?

—A sus oídos llego lo sucedido contigo, el baño, el señor ebrio y quiere que cambiemos el personal de seguridad por uno más "eficaz" —pronuncia entre comillas.

Asiento.

—No puede hacerlo.

—Sí, sí que puede y lo hará.

—Pero —pienso en ellos y en la confianza que las chicas les tienen—, solo son 3 no pueden exigirles tanto, ya que la prioridad es protegerlas a ellas. El error fue mío, no de ellos —siento que el aire va abandonando mi cuerpo—. No puedes dejarlos sin trabajo —más que una, estoy disgustada.

—Cariño, también eres una de esas chicas que deben proteger, viéndolo desde la perspectiva que ellos me dan, tienen la razón —se sincera.

Asiento y sé que tiene razón, pero me niego a ver como despiden a dos personas que hacen su trabajo de la mejor manera. Que tienen hijos, que mantener, que sustentar.

—Pero —me siento impotente y sé que dentro de pronto tendré que subir al escenario.

"piensa con la cabeza fría"

—Podemos hacerle una propuesta —ofrezco.

Séfora me mira atenta.

—Haga un campamento por así decirlo, donde los llevarán y evaluarán su rendimiento y si es óptimo entonces se quedan. Sin embargo, asignarán uno que otro guardia adicional.

Ella asiente, sé que no la convencí. Pero tengo que intentarlo.

Me levanto despidiéndome de ella. Mi cuerpo entero me pide que busque un lugar alejado de todos mientras descanso. Sin embargo, no todo lo que pedimos suele ocurrir.

—Blueberry —escucho canturrear a alguien a mis espaldas.

Busco el dueño de esa voz. Hasta que me encuentro con el chico que es amigo de Egan. Asiento, ¿está hablando conmigo? No, creo que no.

—¿Disculpa? ¿A quién busca? —pregunto en un susurro.

—A nadie, pero es un placer volverte a ver. Blueberry —canturrea nuevamente con una sonrisa.

—¿Por qué me llamas de esa forma? —falta poco para el show y nosotros aquí.

—Si me preguntas, yo no te puse ese apodo, fue Egan, cada que se refiere a ti, te dice de esa forma —asegura.

—¿posees filtro? —me siento desconcertada.

—No. La verdad es que no, por eso compro agua embotellada —asegura, sin perder esa sonrisa.

No es coqueta, es... Amable y respondón.

—Ah, claro, estas de chistosito —es lo último que le digo antes de girarme con la intensión de marcharme.

—Espera —habla por lo bajo.

Me giro nuevamente al verlo hablarme de esa manera.

—¿Qué pasó? —pregunto siguiéndole el juego.

—No le digas que te dije, que él te llama así o se molestara conmigo —asegura aun susurrando.

—¿Qué es lo peor que puede ocurrir? —pregunto.

—Cambiaría la contraseña de la cuenta de HBO o peor, la de Disney, Amazon, prime y todas —asegura poniendo una cara de horror.

Qué logra sacarme una sonrisa, una que es sincera. Creo que es una de las pocas personas del sexo masculino que no me ha hecho sentir incómoda en una conversación.

—Está bien, pero a cambio... Me tienes que decir tu nombre.

Tiene intensión de responderme, pero se retracta y ente cierra sus ojos mirándome fijamente.

—No te estoy coqueteando —aclara. Levantando las manos. Debería sentirme ofendida.

—No lo pregunté porque me interesaras de esa manera, es que si me dices Blueberry tengo que llamarte de alguna manera y que mejor manera que decirte por tu nombre —le aseguro.

Toda está más que claro.

—Bastian —susurra extendiendo su mano en mi dirección.

—Evren —le respondo. Por eso me agrado la primera vez que lo vi, por esa amabilidad.

—Ya lo sé, pero está bien, un placer conocerla señorita —segura.

Reitero es difícil que un hombre no repase de cabeza a pies, tener una conversación donde solo miran tu rostro.

—Espera ¿Cómo lo sabes?

—Él me lo dijo, pero quería presentarme, porque yo si tengo modales —se encoge de hombros.

Asiento no muy convencida.

—Tienes un show que comenzar, ya deberías ir —sugiere.

Debería, pero hoy no quiero. Algo dentro de mí no se siente a gusto. Pero este es un trabajo con el que debo cumplir.

—Adiós, Blueberry —se despide de mí.

Asiento mientras me dirijo a los escenarios con la esperanza de que todas estén en posición, solo esperándome.

Parece que la suerte está de mi lado, ya que todas están en posición lista. Y lo único que puedo sentir es que... Definitivamente, mi madre me pegaría si me viera vestida de esta manera junto a ellas.

El telón se abre dándonos la bienvenida al público. Mientras se escucha de fondo unholy. Cierro mis ojos, concentrándome.

Los abro listo para impresionar. Mi compañera y yo nos posicionamos. Yo delante de ella, mientras ella baja, haciendo un XSplit, mis manos se dirigen a sus posaderas, doy una vuelta hasta quedar frente al público. Bajamos las chicas al mismo tiempo, mientras nuestras caderas chocan contra el suelo, dando un pequeño doble sentido.

Mummy don't know daddy's getting hot

At the body shop, doing something unholy.

Seguimos, mientras siento una mirada clavada en mi espalda. Pero esa mirada ya la he sentido antes, no es ningún cliente... Es él... Egan.

Giro mi rostro hasta que nuestras miradas se encuentran y lo compruebo. Mirándome de una manera que para nada es santa.

Terminado cuando se escucha el unholy

Posicionadas de rodillas con las manos listas para rezar. Y estoy segura de que a muchos del público le encantaría rezar en este momento. A uno en específico.

Ya que no se trata de la ropa (una pequeña parte), pero lo más importante es la actitud...

Bajo del escenario con una sonrisa plasmada en mi rostro. Pero tan rápido como llego así se va desvaneciendo. Un extraño hormigueo se apodera de mi brazo izquierdo, giro mi rostro y es algo inmediato. El asco, las ganas de vomitar vienen a mí.

Mis piernas amenazan con fallar, mi cuerpo entero me desobedece, mientras mi respiración sube una extraña obstrucción que parece querer asfixiarme. Llevo mis manos hasta mi cuello.

Su asqueroso rostro no ha cambiado absolutamente nada. Esas asquerosas pecas en su maldito rostro, mientras se lleva ese cigarrillo a sus labios, mientras entra al establecimiento. Una arcada me invade, cierro mis ojos girándome. Mientras el pasado amenaza en cada instante con derrumbar todo lo que he logrado.

Sus manos paseándose por mi cuerpo, cuando les pedí que no. Ellos siguieron. Niego con la cabeza, sintiendo mis pies fallar.

Mi cabeza da vueltas mientras el dolor me atraviesa. Mis manos se vuelven gelatinas. Sin saber cuándo o como. Siento una mano en mi hombro que casi me provoca un infarto. Abro mis ojos angustiados.

Sin embargo, quien está frente a mí es Bastian, no oculta la preocupación en su rostro.

—¿Qué...? Haces... Aquí? —susurro intentando disimular lo rota que me siento.

—No te voy a preguntar si estás bien o no, porque no lo estás —afirma.

Niego con mi cabeza, no quiero hacer un espectáculo y que él se percate de que yo estoy aquí... No puedo... No pienso volver a ese oscuro agujero.

—No importa, estoy bien —le aseguro intentando irme.

Pero me detiene y se coloca frente a mí. Algunos de los empleados ya se empeñan en observarme y esto no me gusta para nada.

—Por favor...

Pero mis palabras se quedan en el aire cuando Egan aparece frente a mí, intercalando miradas entre su amiga y yo, pidiendo explicaciones que no quiero dar, que no puedo.

—¿Qué está ocurriendo aquí? —pregunta en un tono audible para cualquiera.

Maldigo para los adentros. Mis manos comienzan a temblar, mientras mi cabeza da vueltas.

"Él te va a ver" niego al escucharla.

"le va a decir donde estás" asegura y vuelvo a negar.

—Nada está pasando —susurro intentando largarme.

Pero vuelven a impedirlo. Ocasionando que mi pulso se desplome.

—Por favor, déjame ir —me encuentro suplicándole mientras mi voz suena más débil de lo que creí.

Siento mi visión nublarse y la confusión plasmarse en su rostro.

—Dime que te ocurrió —pregunta.

Y niego. No sé cómo explicarlo sin parecer loca. Como explicar algo que yo no entiendo.

—No puedo —susurro negando con mi cabeza.

—Entonces tampoco puedo dejarte ir —se niega.

Siento una mano apoderarse de mi cuello, giro mi rostro en una súplica de que ya no siga presente, pero lo está. Y me observa intentando saber si soy o no quien busca. Esa presión en mi cuello incrementa y giro mi rostro sintiéndome peor que antes.

Intento caminar en dirección a la oficina de Séfora. Pero él vuelve a interponerse.

—Lárgate —intento que mi voz suene fuerte.

Pero él se niega a escucharme.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto sintiendo algo de valentía— ¿joderme? Pues te equivocas porque en ningún lugar de mi frente tengo escrito la palabra "puta" o "aventura de una noche" así que te pido que dejes de molestarme, seguirme y no te cruces en mi camino —mi voz sale más gélida de lo planeado.

Permanece quieto observándome, y es cuando aprovecho su desconcierto para irme a la oficina de Séfora.

La adrenalina del momento muere, regresando a ese frío estado en el que se encuentra mi estado. Llegó a la oficina con una fuerza sobre humana y caigo de rodillas temblando. Abrazo mis piernas, mientras me balanceo de adelante hacia atrás.

—Cariño, ¿qué ocurrió? —La preocupación de Séfora llega hasta mis oídos.

—Esta... Afuera... —susurro con mi voz débil.

—¿Quién? —pregunta.

—Uno de sus amigos —siento una arcada avanzar por mi garganta, pero sin llegar a salir.

Cierro mis ojos y eso es suficiente para ella, no pregunta más. No hace más preguntas. Solo se dedica a abrazarme, mientras siento un par de ojos clavados en mí. Pero no me importa, hoy no puedo, no quiero.

—Te... D-dije que i-ba a venir por mí —y un gemido de dolor atraviesa mi garganta.

—Eso no va a pasar —asegura.

Asiento, mientras me permito llorar.

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