Al finalizar la noche, la familia Mollet se encontraba cenando como de costumbre. El padre en medio de la mesa agradecía a la vida por darle una maravillosa familia; una esposa digna y de linda figura, una hija hermosa con las mejores notas de la preparatoria y un recién nacido que tenía sus mismos rasgos. Ese mágico momento acabó cuando sonó el timbre al mismo tiempo del ruido de un trueno, haciendo llorar al bebe.

Richard Mollet, no podía imaginar quien era capaz de molestarlo en medio de la cena. Y si el responsable era uno de sus empleados, al día siguiente recibiría una carta pidiéndole amablemente su renuncia.

Abrió la puerta, lleno de furia, él era un hombre que no tenía paciencia, era fácil de enojarse por cualquier mínima cosa. Su cara cambió cuando no observó a nadie afuera, solo había una caja un poco deteriorada por la lluvia, y una nota que pronto se le correría las letras.

"Ruktu es ahora tu responsabilidad, no seas cobarde y cuídala hasta que todo se tranquilice. Si ella muere, tú lo pagarás"

Debajo de la nota había dos iniciales: A.R

Él sabía muy bien quien había dejado esa nota, no quiso abrir la caja, por su mente pasó la idea de llamar a la policía, pero no podía hacerlo. Su familia perfecta estaba a punto de desmoronarse. Se agachó para poder ver el contenido de la caja, pero se detuvo al ver que lo que había adentro se movía.

—Rich, cariño, ¿quién vino a buscarte? —gritó Sara saliendo del comedor para ir a ver a su marido.

—Nadie —respondió Richard, cerrando la puerta de golpe—. Ya sabes, esos niños malcriados que andan tocando timbres y salen corriendo.

—¡Malcriados! Sus padr...—el lloriqueo de un bebe la hizo dejar de hablar— ¿Fue nuestro nene?

—Yo creo que sí, ve a verlo —ordenó Richard tratando de no sonar nervioso.

—¡Margaret! ¿El nene está bien? —gritó viéndole a los ojos a su marido, ésta lo conocía muy bien, y sabía cuándo él estaba mintiendo.

—¡Está comiendo toda su papilla! —respondió la bella hija de cabellos castaños desde el comedor.

Sara acomodó su coleta, como símbolo de su enojo, y abrió la puerta de manera brusca. El horror se apoderó de ella, la caja se había deteriorado por completo, una horrenda criatura se encontraba empapada de lluvia, parecía que se encontraba muerta.

—¿Qué mierda es eso? —preguntó temblando, intentaba parecer enojada, pero en el fondo tenía miedo.

El hombre se acercó hacia la criatura para confirmar si estaba muerta, se alegró al darse cuenta que aun respiraba, la nota era muy específica: "Si ella moría, él también lo haría".

La cargó con mucho cuidado para meterla en su casa, en ese hogar por el cual había trabajado tantos años, y ahora podría deteriorarse como aquella caja en medio de la lluvia.

—Esto —dijo despacio, señalando a la criatura en sus brazos—, no puedo explicártelo, pero debemos cuidarla, o mi vida corre peligro.

—¡Es un monstruo! —dijo la mujer llevándose la mano a la boca al ver con más detenimiento los espantosos cuernos de la niña— No permitiré que viva con mis hijos, estás loco si crees que ocurrirá eso.

—Amor —dijo dulcemente, tocando con un dedo los labios de su esposa—. Técnicamente no vivirá con nosotros, la tendremos en el sótano hasta que todo esto se arregle.

—No sé...

—Te amo —susurró, y ella terminó aceptando la loca idea de su marido, siempre terminaba perdonándole, no era capaz de oponerse a él, y eso era algo de lo que se arrepentirá años después.