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Sinbad

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🥀)Sinbad x Lectora.

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🥀) No tiene +18.

🥀) ¡Espero que les guste mucho!

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"Cuando sea grande"
Segunda parte.

Trémula en emociones. O mejor dicho, en un esfuerzo por ocultar la verdad de su naturaleza adolorida, la castaña caminó en soledad por un largo tiempo, sus heridas en horas comenzaron a pasarle cuentas, pero se mantuvo reacia a un arrepentimiento. Había crecido lo suficiente para dejar atrás la aldea Tison y encontrar un pequeño asentamiento donde sentirse cómoda.

Cada paso dolía. Estaba lejos de todo mundo, esta vez parecía que nadie podría ayudarla.  Su brazo derecho estaba totalmente atravesado y el chorro de sangre junto con el calor del desierto, la transportaron a su pasado. Los recuerdos de un niño de cabello violeta le cruzaron por la mente y supo que el ver su pasado no podía ser nada bueno.

Se desplomó con la mirada sobre los rayos de sol. Poco a poco fue perdiendo el sentido de su cuerpo, sus piernas y brazos estaban ausentes y lo que creyó un par de sombras sobre ella, las adjudicó a una simple alucinación. Era un sueño, nadie era tan tonto como para andar por ese desierto, pensó ante de perder la consciencia y escuchar una voz que le encendió el pecho.

—Te estoy diciendo Ja'far —escuchó esa voz llena de determinación y un tanto molesta—. La conozco. No es mala persona así que ayudame a moverla de aquí y atender su brazo. Antes vi que traías un par de remedio naturales.

Su consciencia se apagó y creyendo haber muerto, se dejó llevar por el cauce de un río llamado destino. Entonces abrió los ojos tan grande como pudo, observó a su derecha e izquierda, reconoció estar recostada sobre una mediocre cama de hojas.

Estaba en un oasis y ni siquiera supo cómo llegó a ese lugar. Se dio cuenta que el dolor de su brazo se había adormecido y en su lugar tenía un vendaje bien hecho, extrañada se levantó lo suficiente para encontrar un cuerpo sumergido dentro del agua que reflejaba una esperanza de una segunda oportunidad.

Lo reconoció como su salvador, pero ¿Cómo se había atrevido a ayudarla? Sus ropas sucias y llenas de sangre gritaban una sola verdad: era una bandida.

Tragó saliva en seco y después de estudiar la oportunidad de huir, la rechazó al recordar que había otra persona. Recordaba dos voces y de momento solo encontró al dueño de una, huir sería peligroso y más cuando la habían desarmado.

Observó nuevamente el panorama, tenía que volver al asentamiento pronto y entonces el ruido de otro chapuzón la hizo volver la mirada al estanque. Otra vez encontró esa espalda fornida y decorada por una cascada de hilos violetas bailando incluso bajo el agua; tan ágiles eran que cubrían perfectamente el sexo de aquel hombre.

Su salvador se dio vuelta y la sorpresa se dibujó en el rostro de ambos cuando sus miradas por fin se unieron. Él jamás podría olvidar ese rostro redondo y esas expresiones salvajes, mientras, la castaña recordaría perfectamente el oro de sus ojos y esos cabellos únicos.

Nunca creyó que después de tantos años el destino volvería a unirlos porque poca importancia podía darle el tiempo a una amistad de la infancia.

—Sinbad —llamó ella aunque más sonó como una cuestión.

El dueño del nombre alargó y ofreció una sonrisa que algo movió en ella. Se llevó la mano a su pecho y Sinbad se encaminó a la orilla para saludarla correctamente.

En ese momento la castaña se dio cuenta. Su amigo estaba totalmente desnudo, su pecho ejercitado presumía las gotas de agua resbalandose y su abdomen bien trabajado le hacía una tonta invitación.

Ya no era el mismo niño tonto y delgado que recordaba.

Y ella tampoco era lo que una vez fue. Sinbad encontró en su cuerpo el sueño de la bella juventud que todas las mujeres querían. Sus pechos eran firmes y sus muslos atrevidos; se había convertido en una mujer que fácilmente atrapaba miradas.

La castaña desvió la mirada y apuntó a Sinbad, perdiendo el momento para tomar la palabra el hombre se le acercó lo suficiente para deleitarse con la imagen de una mujer tímida y hermosa.

—Crei que no despertarías hoy —la voz de antaño era ahora un simple recuerdo tonto, porque la profundidad de la misma la hizo retroceder. Se preguntó por un momento si era el Sinbad que conocía pero ese brillo travieso en su faz lo confirmó;—. Y parece que te has metido en problemas.

Un segundo tras otro, la castaña se cruzó se brazos y formó un puchero lleno de orgullo. Asintió con fuerza y pronto se arrastró hasta la orilla, inclinándose de forma que su pecho quedó lo suficientemente expuesto para la mirada curiosa de Sinbad.

Le picó la frente, evocando a esos momentos donde gustaba de molestarlo.

—Eso no es problema tuyo —gruñó ella para después sonreír tal cual un demonio más tierno que peligroso—. No creí que alguien sería tan tonto como para vagar en estos rumbos.

El flujo del rukh en ausencia de su percepción se volvió a un color rosado con tintes rojos. Las emociones revolotearon y Sinbad, el amado por el destino, se echó a reír para atrapar el mentón de la chica entre sus dos manos enormes.

Era un hombre ya, la castaña tenía que recordárselo cada tanto.

Con aquella acción, Sinbad los unió aún más, como si qusiera juntar sus labios en un sello único. Pero se contuvo y entonces la tomó por lo hombros sin perder de vista lo que había provocado en la castaña con ese color rosa en sus mejillas, la obligó a unirse bajo el agua.

Fue peligroso y divertido, porque en medio de un coro de risas como antaño, la fémina llegó a la superficie con el nivel del agua a sus caderas y se abrazó al cuello de Sinbad, uniendo sus cuerpos en un acto de aparente amistad.

—Ya sabes, siempre fui tu tonto —respondió Sinbad y ella todavía no podía creer que tal gravedad tenía en su voz. La tomó por sorpresa y atrapó por su cintura—. Pero parece que se te olvida que ya no somos unos niños.

Al término de tal oración su voz había sonado un poco avergonzada, lo suficiente como para que la castaña entendiera la razón y al contrario, presionó su cuerpo todavía más.

—Lo noté y no veo lo malo en ello —respondió con un tono atrevido—. Has crecido muy bien, Sinbad.

El mencionado por fin sintió la venganza al instante en que sus mejillas se colorearon. Había vuelto la mirada a los sueños donde la niña se convertía en la mujer que deseaba tomar y unir su vida hasta la muerte.

La abrazó con necesidad, como si por todos estos años lo único que hacía por la noche era observar las estrellas y pensar en esa promesa.

—¿Recuerdas lo que te dije hace tiempo? —preguntó.

De pronto ese Sinbad lleno de confianza y un completo galán, desapareció para darle paso a uno inseguro, temeroso a perderla nuevamente. Hacía tanto que no sabía nada sobre las personas de Tison, que encontrarla le pareció un regalo del destino.

En repuesta la castaña enmudeció y su semblante se oscureció. Lo recordaba muy bien porque se aseguró de guardarlo en su corazón.

—Sobre ser mía y viajar juntos —murmuró el peli violeta, tomando el espacio suficiente para encontrar una expresión de negación en ella—. ¿Podría serlo? ¿Podrías viajar conmigo?

Ahora mismo lo que Sinbad quería era presentarle a todo mundo, que conociera a Ja'far, a Hinahoho y Pipirika, seguro serían buenas amigas. No podía esperar a ver su expresión después de contarle sobre su compañía de comercio, pero la castaña negó con una corta sonrisa.

Acarició su mejilla y juntó sus frentes.

—Sinbad, mentiría si te dijera que lo he olvidado —respondió ella con el hilo de su voz abriéndose paso en el alma del joven—. Cada día pienso en ello. Qué feliz sería a tu lado, amando al hombre con el que crecí y sufrí llorando pesares, pero no puedo hacerlo. Ya no es posible.

No podía entenderlo. Ella estaba herida, sus ropas no estaban en buen estado y sobre todo, al fin se habían encontrado encendiendo sus sentimientos
¿Qué era lo que la hacía negarse?

—Pero podemos hacer mucho, por ejemplo...

Ella le colocó un dedo sobre los labios. Después, con ternura y lentitud unió sus labios en el único y último beso que tendrían hasta el fin del mundo. Los labios de Sinbad no tenían mucha experiencia, pero su sabor a canela y miel la hicieron lamentar todavía más su decisión.

—Mucho —continuó ella cuando tomó suficiente espacio—. Pero ya tengo mucho que hacer sola. Poco después que te fuiste de la aldea, lo hice también y aunque nunca pude reunir el valor suficiente para entrar a un calabozo, lo hice para llegar a un asentamiento donde solo hay niños y personas viejas ¿Lo entiendes Sinbad? Ellos dependen de mi.

Por eso se había vuelto una ladrona. Sinbad tragó saliva en seco, encontró un motivo más para seguir con su deseo de cambiar el mundo, pero perdía fuerzas al saber que ella no estaría a su lado entonces.

—¿Estás segura? —cuestionó Sinbad cuando la figura de Ja'far apareció tras un par de plantas.

—Ah, ya está despierta —murmuró el albino limpiándose el sudor de la frente—. Tengo un poco de fruta, podemos comer y luego...

—Estoy muy segura, Sinbad —interrumpió ella al pecoso, obligándolo a morderse los labios. Estaba segura que si se quedara con ellos, no se llevaría bien con ese pequeño.

Su mirada viajó de Ja'far a Sinbad nuevamente y le regaló un beso en la mejilla.

—Ya eres increíble por sí solo. El amor podrá llegarte y aunque me duela, no podré ser yo —musitó ella—. Aunque siento morir, estoy feliz de ser tu primer amor. ¿Ves? ¡El primer amor del gran Sinbad! No hay nada mejor.

Vista la situación de tal manera, con el corazón roto ambos jóvenes se unieron a Ja'far para compartir su última comida, tiempo donde la castaña les relató sus pocas aventuras dentro del asentamiento y cuando salía a "cazar". Antes de despedirse para siempre, Ja'far y Sinbad tuvieron el corazón para dejarle un poco más de frutas y telas para vestir.

Y el granizo de sus recuerdos les cayó cuando se despidieron y  dieron la espalda al destino que bien pudieron compartir juntos. Un amor donde la negación fue la mejor respuesta, pues Sinbad no habría podido mantener tantos sentimientos en los peores momentos.

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