Sinbad
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Antes de leer esto debes tener en cuenta lo siguiente:
🥀) Sinbad x Lectora.
🥀) Escenario situado en la infancia de Sinbad, por tanto pertenece al manga de Sinbad no Bouken.
🥀) No tiene +18.
🥀) ¡Espero que les guste mucho!
🥀) No se olviden de revisar los libros de este perfil y el segundo SoyBalban
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"Cuando sea grande".
Primera parte.
Esa mañana el sol que arropó a la aldea Tison fue un poco más benevolente que el de otras ocasiones. Los jóvenes, niños de menos de diez años, emergieron de sus hogares para salir a jugar o, en su defecto, acompañar a sus madres adoloridas a conseguir algo qué llevarse a la boca para cuando llegue el medio día.
Los rastros de la guerra comenzaron a ser visibles entre la gente. No tardaron en palidecer como rosas negadas al rocío, y sus cuerpos perdieron el peso saludable con el que eran conocidos hacía tan sólo unos años atrás, pero este era un nuevo día, uno lejos de la guerra en donde los niños por ahora se preocupaban por jugar y encontrar los tesoros que habían escondido, intentando parecerse a piratas y barqueros.
En su inocencia todavía no había espacio para la cruenta realidad de los adultos, quienes también salieron de casa para vagar y luchar por un bien personal. Su lealtad a la nación que los vio crecer también lo estaba matando cada segundo. En sus ojos se encontraba la muerte cercana, la desilusión de un destino y el desafío por un respiro. Todo esto antes mencionado hacía un abismal contraste con el brillo y fulgor de las miradas de los pequeños.
Y había un par entre ellos que era bien conocido; el tan carismático Sinbad y una pequeña niña de cinco años de ojos grandes y mejillas gorditas, quien ni bien salió de casa, siguió sus pasos con total seguridad hasta la entrada de otra.
Su cabecita con sus cabellos castaños oscuros en desorden se asomó con la gracia de un pichón cuando recibe a su madre en su nido, y sus ojitos se encontraron con la figura de un hombre y una mujer, rodeandose en un abrazo bañando de un amor viejo y leal.
—¡Ah! —dijo la niña, animada y con una sonrisa al encontrarse con los padres de Sinbad—. ¿Sinbad puede salir a jugar hoy?
El mayor se echó a reír, rascándose la nuca e intentando ocultar aquella característica que la guerra le dejó como un asqueroso recuerdo. Sabía que la niña temía a ese aspecto y lo que menos quería era espantar a la unica amiga de su hijo.
—De verdad no perdonas un día —agregó Badr, recibiendo de su mujer un sutil golpe en el pecho. Volvió a reír y señaló fuera de casa—. ¡Justo acaba de ir al pozo por agua!
La niña llevó su mirada en dirección al pozo y luego a la pareja de mayores quienes le recibieron como otra hija.
—Si vas seguro lo encuentras —esta vez dijo la mujer, llevándose una mano a los labios denotando su belleza y delicadeza—. Pueden jugar un rato, pero por favor no se alejen mucho de la casa.
—¡No se preocupe por eso! —contestó la niña balanceándose en sus talones y afirmó cun su cabecita antes de echarse a correr con todas sus fuerza—. ¡Gracias papá y mamá de Sinbad!
A la sazón la jovencita salió corriendo, como si estuviera dejando detrás de su camino aquel día doloroso en que conoció a Sinbad y perdió a su padre por la culpa de la guerra. Desde entonces había encontrado en el niño de cabellos violetas un amigo al cual confiarle sus sueños, miedos y deseos; en tan poco tiempo él se convirtió en el mundo de la pequeña, que, sin darse cuenta fue atraída a él no sólo por un destino caprichoso, sino por las mismas riendas de su todavía blanco corazón.
—Esa pequeña... —gruñó Badr observando ya la ausencia de la niña—. No dice nuestros nombres, por más que se lo pedimos.
La castaña se echó a reír. Al parecer Badr sentía ser el padre de esa niña sin siquiera expresarlo con palabras.
—Déjala, ella así es muy tierna y linda —respondió la mujer entre risas, atrayendo su atención con un gesto que casi unía sus labios—. ¿Esos pequeños no te recuerdan a ciertos jovencitos?
—¡Oh! —dijo Badr riendo en complicidad y honor a los años en que recién se conocían sin saber en la historia de amor en que terminarían—. Así que no soy el único que piensa que esos dos bribones pueden terminar juntos. No, al parecer van a terminar juntos.
Ella formó una sonrisa, pensando en su pequeño hijo que a tan temprana edad había encontrado a la pequeña alma correcta con la que pasar su vida entera si sabía tomar las decisiones correctas.
—Pareciera que nacieron el uno para el otro —agregó la castaña, observando un sueño lejano donde Sinbad y la pequeña formaban una familia numerosa—. Serán grandes compañeros de aventura y cómplices de las mejores proezas, ¿no te lo parece?
Con tales emociones continúaron los mayores, compartiendo sus deseos de ver a esos niños convertirse en la historia misma de un mundo nuevo y pacifico, mientras que, por otro lado, la pequeña niña de cinco años arribó a donde Sinbad se encontraba llenando un balde de madera con agua.
—¡Sinbad! —gritó ella con toda la fuerza que sus pulmones le dieron y luego echó a reír. Traía consigo una ramita seca que antes levantó en su carrera y ahora se había convertido en su espada.
Lo asaltó por los hombros, y el pequeño de cabellos morados saltó tanto que por poco y tiraba el agua que había recolectado. Sinbad frunció el ceño y observó a la castaña de forma reprobatoria.
—¿Qué quieres? —le dijo, refunfuñando y ella no hizo más que observarlo curiosa—. Estoy ocupado, no molestes ahora.
Haciendo oídos sordos, la pequeña castaña le picó la barriga con la rama en mano y tomó una postura bastante mediocre de combate.
—¡Vamos a jugar, Sinbad! —propuso ella—. Ya le pedí permiso a tus papás y me dijeron que sí. ¡Hay que jugar a que yo era una pirata y tu un barquero que era asaltado por mi!
Habiendo escuchado el tema del juego, Sinbad negó. No le gustaba para nada la idea y dejando de lado el balde con agua, dio un paso adelante con tal ternura que nadie se lo podía tomar en serio.
—¡Yo no quiero jugar a eso! —dijo él, extendiendo su brazo en negación.
—¡¿Eh?! ¡Pero es divertido! —alegó ella, y al ver que su amigo no iba a dar su brazo a torcer, se llevó sus manos a la cadera—. ¿Y por qué no quieres jugar a eso?
—Porque por ahora es un juego— respondió Sinbad, acudiendo a lo que su joven corazón le dictaba—. Pero cuando sea grande no quiero que seas una pirata, quiero que seas mía y podamos viajar mucho.
Inmediatamente la pequeña niña respondió con una expresión hecha un poema. Estaba en esa edad donde no podía imaginar amar a un niño, le era asqueroso y malo, pero su corazón no pensaba igual y mucho menos a cuando se trataba de Sinbad. Su rostro se pintó de rojo y atacó al pequeño con la ramita.
—¡Sinbad tonto! —gritó la pequeña, avergonzada por las palabras de su amigo—. ¡No voy a ser tuya!
El joven amado por el rukh se echó a reír y en cuanto le fue posible, huyó del alcance de la castaña que a su lado crecería y conocería el dolor de un amor verdadero cuando éste se adentra en un lugar desconocido como lo es un calabozo.
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