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Masrur

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Antes de leer esto debes tener en cuenta lo siguiente:

🥀) Masrur x Lectora.

🥀) Escenario situado en la infancia de Masrur donde era el gladiador de la señorita Maader, por tanto pertenece al manga de Sinbad no Bouken.

🥀) No tiene +18.

🥀) ¡Espero que les guste mucho!

🥀) No se olviden de revisar los libros de este perfil y el segundo SoyBalban

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"El narciso de un gladiador"
Primera parte.

Parecía que había estado su vida entera deambulando por el sitio, que las flores del jardín eran sus únicas amigas porque a su belleza deseaban compartir. Su rostro, en contra de la adversidad que supone la esclavitud, relucía en hermosura, paciencia y una frágil felicidad, dibujada por un chico de cabellos rojos.

La castaña con tan solo nueve años de edad se había convertido en el narciso más hermoso del sitio y había tomado partido de una libertad que se limitaba a la sombra de su único amigo en el lugar.

Después de un tiempo de aceptación, se volvió costumbre observarla recostada en una de las bancas que se encontraban debajo de la cúpula de un kiosco fabricado del más puro marfil que se podía encontrar por todo el sitio. Esperando, siempre con una sonrisa y un maravilloso brillo en la mirada. El sol del día hacía el favor a las decoraciones de oro, relucir rodeando los pilares que sostenían la edificación, haciendo de su escenario el único que podía aceptarla.

La castaña dio un pestañeo, el calor del lugar iba en aumento y a la hora ardiente del medio día al cielo alzó su mirada, y el firmamento esperó paciente a su encuentro mientras le reproducía con las nubes una corta película sobre su vida anterior al presente.

—Hermano... —murmuró extendiendo su brazo, como si pudiese alcanzar al dibujo de la familia que guardaba en sus memorias y de la que había sido arrancada—. Mami...

Los ojos se le humedecieron, el corazón le marcó la piel con las memorias de esos días que sonreía tomada de la mano de su madre. Entonces todo se volvía oscuro y los nubarrones alcanzaron a un narciso que fue separado de su familia por la fuerza en un secuestro sin sentido.

El sufrimiento tras ese hecho le abolló el pecho. Había llorado mucho, llamado a su madre e incluso recibido los peores castigos que se le podían ocurrir a la señorita Maader. Cada segundo de sus recuerdos le destruía el alma y despintaba su dulce expresión.

Por haber llamado a su madre era una niña mala. Por desear volver a casa también lo era.

Pero entonces lo conoció con ese rostro joven y orgulloso; su cuerpo cansado y lleno de sangre de terceros, todo de lo que ella se había culpado estaba errado. En los ojos carmines del joven de cabellos hechos de guirnaldas de fuego, encontró el reflejo de la verdad y está no era más que con la que había llegado.

No era una niña mala, no merecía ningún castigo por aferrarse a sus raíces y el orgullo que estas le traían.

Desde entonces cambió e hizo lo posible que adaptarse a ese estilo de vida sin perder de vista la esperanza de su sueño. Aprendió a no doblegarse ante la falsedad del amor materno de esa mujer y en su lugar, noche tras noche, a su madre pensaba, agregando una dulces palabras que describían a la perfección a su gladiador favorito; Masrur.

El tiempo la había hecho prisionera de sus pesares, por lo que dio un sutil brinco en la banca donde se recostó cuando sintió la llegada de la única presencia que la iba a buscar a esa hora del día.

—¡Ah! —gritó ella, colocándose de pie y sonrió dando la bienvenida—. ¡Masrur!

Su mueca en el extremo de la alegría relajó internamente al chico, quien llegó a ella con pasos cortos sin soltar la espada que casi le doblaba el tamaño. La castaña lo recibió con los brazos extendidos, pero la sangre que cubría su cuerpo entero la hizo retroceder expresando su desdén para el uso al que le daban a su amigo por el simple hecho de ser un Fanalis.

—He vuelto —dijo él taciturno, con sus dos hermosos ojos rojos bien abiertos. El brillo que estos habían tomado solo podía ser conjurado por la presencia de la castaña, de quien no supo en qué momento de su vida comenzó a apreciarla al punto de cuidarla y pasar el tiempo juntos.

Ella se cruzó de brazos, formando un mohín.

—Sí, ya me di cuenta —respondió con capricho y no tardó más de dos segundos en arrancarse una porción de tela de su vestido para después frotarla en las mejillas de Masrur en un intento de limpiarle la sangre—. Y otra vez lo has hecho. No me gusta que la señorita Maader te utilice para este tipo de cosas, si tan solo...

El silencio se alzó entre ambos. Masrur estaba al tanto que era un año menor que ella, pero no estaba seguro sobre quién cuidaba a quién; era suficiente con tenerla a su lado, pero no menos doloroso.

Un grupo de niños más pequeños que ellos, los cuales ya se había entregado a la vida de esclavitud, pasaron por su lado hablando de algún libro que solían turnarse para leer por las noches y Masrur levantó la mirada para estudiar el rostro de su compañera.

Esta tarde se había colocado un narciso por sobre la oreja, estaba tan hermosa que incluso el corazón tan ardiente de Masrur la reconoció.

Pero no tardó en llegar a una conclusión. Si ella seguía a su lado, se volvería igual que él pues no sabía leer ni escribir. Pensó que la castaña podía sacar más provecho si pasaba su tiempo al lado de los otros niños. La detuvo, y ella, confundida por el acto, mantuvo miradas.

—¿Qué? —preguntó ella en un gruñido—. ¿Qué pasó? Tenemos que ir a que te laves en la fuente, no puedes estar con la sangre seca por todas partes. No puedo creerlo, de pensar en todo lo que puedes ver en ese lugar....

La rabia era palpable en las palabras de la castaña. Y es que para ella Masrur era más que un hombre fuerte, era incluso más que un amigo; podía asegurar que el amor que le guardaba era de un color distinto, uno que sólo los adultos fieles a sus amores conocen.

Masrur negó. Podía ver más de una muerte, brazos tirados por la arena e incluso las entrañas de animales y hombres caer como una lluvia de balas, pero no condenarla a una vida semenjante en ignorancia y limitaciones.

—Puedo hacerlo, soy el único que puede hacerlo —respondió con firmeza, refiriéndose a la razón de la sangre de su cuerpo—. No me molesta si es parte de mi orgullo como Fanalis.

—¡Orgullo, es todo lo que dices! —reprochó ella con el rostro adolorido y molesto, interrumpiendo. Pero Masrur la calló y ella entendió por qué observaba tanto a ese grupo de niños.

—No tienes que estar conmigo —le dijo, y los niños parecían tan felices con ese libro que él no entendía—. Puedes aprender muchas cosas con ellos, no conmigo.

Ella tomó aire y suspiró. Entonces el narciso que se enredó en el alma de Masrur tomó la mejor de las decisiones.

—Espero que digas eso con la intención de que aprenda a leer para contarte un cuento antes de dormir —le dijo, molesta y con el tono tan seguro como filoso—. Porque si estás intentando decir que es mejor separarnos, tendré que negarme.

La expresión de Masrur no cambió y articuló los labios para expresarse, pero ella le ganó cuando le dio un sutil golpecito en la punta de la nariz.

—Sabes, Masrur, tomé una decisión —le dijo con un leve tono rosado invadiendo las mejillas—. Para que te quede bien claro, ni con un grupo tan numeroso de amigos o en libros voy a aprender lo mismo que hice contigo. Sí, eres callado y a veces difícil de entender, pero... —se tomó su tiempo, la escena por sí misma era graciosa pues la sangre le daba ese toque—. Eso es parte de ti y es lindo...

Lindo, esa palabra resonó en la cabeza y pecho del pequeño que todavía no alcanzaba a cambiar su expresión.

Ella era una mujer extraña, pensó, pues llamarlo lindo aún sabiendo todo a lo que estaba obligado a hacer... Era extraño y reconfortante. Se sintió bien saber lo que ella pensaba de él.

Mientras tanto, la castaña gruñó. No podía creer lo que estaba diciendo, pataleó unas pocas veces y lanzó unos golpes al aire. Estaba nerviosa, avergonzada y la expresión tan tierna de su amigo no ayudaba en nada.

—Lindo... —dijo él, ladeando la cabeza.

—¡Sí, lindo! —respondió ella mordiéndose los labios. No esperó a más y se apropió de los hombros de Masrur para terminar con el tema y llevarlo a lavarse—. Como sea, decidí que voy a pasar mi tiempo contigo. ¡Sí, quiero pasar el tiempo con Masrur! y si te molesta, tendrás que destrozarme como a tus enemigos en la arena.

Masrur negó muchas veces, jamás lo haría.

—¿Verdad? —dijo ella riendo, mientras lo empujaba en dirección a la fuente—. Entonces dejemos ese tema y vamos a que te laves. ¡Ah! Por cierto, es algo que no lo he dicho a nadie, pero ¿reconoces a ese niño nuevo? Sinbad, o algo así.

Masrur asintió, entonces ella bajó el volumen de su voz y se acercó lo suficiente al oído de Masrur como para por fin arrancarle un sutil sonrojo.

—Me inspira cierta confianza —murmuró ella—. Tal vez sea nuestra oportunidad...

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