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O3

Las agresiones se detuvieron, pero las preguntas no. Ocasionalmente, vio a Jennie entrar y salir de la escuela, a veces no la veía salir, otras veces la veia entrando demasiado temprano. Inconsistemente y presa de alguna variación del Síndrome de Estocolmo, Rosé se encontró a sí misma esperando que apareciera de la nada para empujarla contra los lockers, o besarla en algún cubículo, pero ninguna de esas cosas sucedió.

Es el último día del penúltimo de día de clases, cuando hay un indicio, convencida ya la rubia de que sería mejor no verse las caras de nuevo, ni para pelear o para follar —aunque eso sonara tan raro—. Pasando por el estacionamiento como nunca acostumbra
y con la necesidad apremiante de hacer tiempo antes de llegar a casa y encerrarse en un libro, pudo ver a Jimin en su motocicleta, con un bonito chico al que ubica como Yoongi, sentado -sorpresivamente- en su regazo, ambos riendo como si estuvieran solos en el mundo, compartiendo besos castos y con el menor rodeando su cuello con sus blanquecinos brazos.

Obligatoriamente debía pasar por ahí, así que decide ignorar olímpicamente su sorpresa al ver a Park Jimin, alías, galan moja-bragas, enrollándose públicamente con otro chico, avanza con rapidez, mirando a cualquier otro lado.

—Hey, tú —lo llama y Rosé siente que se le va el color del cuerpo—, Park, ven un momento.

Era correr o morir, de eso está seguro, pero no le responden las piernas, ni siquiera el primer impulso de salir corriendo supuestamente llevada por el miedo funciona en sus sistema. Las botas de Jimin se escuchan sobre el asfalto, cada vez más cerca su inminente destino.

Tendría un epitafio patético, una corta vida. No terminó de ver Citrus, tampoco Heartstopper ¿¡Quién se quedaría con sus mangas de One Piece?!

—Oye —la voltea una mano sobre su hombro y Chaeyoung de encoge esperando el golpe que nunca llega—, ahg, no voy a hacerte nada, idiota. —rueda los ojos, el sol brilla a su espalda, resaltando sus hombros—. Escucha, no sé que tiene Jennie últimamente, que le ha dado por sentirse la buena estudiante, y eres la última que habló con ella. ¿Sabes algo?

Rosé seguramente tiene los ojos brillantes de escuchar su nombre cuando niega con la cabeza

—No, ella se fue después de que... —miles de escenas en retrospectiva inundan sus pensamientos y el calor le sube hasta por las orejas—. Le di el proyecto, no sé nada más, ¿Está estudiando?

Jimin asiente, pensativo y mirando algún punto al frente.

—No hace nada más, incluso se queda en las noches en la biblioteca ¡Está completamente loca!

Rosé reprime una sonrisa y agradece sin voz el dato del paradero de la mayor.

—Yo, lamento no poder ayudar más...

—Está bien —sorpresivamente, Jimin le agradece, rascándole la nuca, luciendo repentinamente tímido—. Oye Park, te debo una disculpa.

—¿Eh?

—Una disculpa, por todo —se encoge de hombros—, ¿Ves a ese Príncipe? Es mi chico, y me ha enseñado un par de cosas sobre respeto, tolerancia y mierdas de iglesia, ya sabes —Jimin sonríe—. De verdad espero que me perdones algún día, eres una buena chica. Y mereces algo mucho mejor que nuestros tratos.

Chaeyoung asiente, realmente abrumada y sorprendida.

—Yo, si, no importa... —enfoca rápidamente al peliblanco sobre la moto, quien observa la escena desde lo lejos, sonriendo orgulloso de su novio—. Es muy guapo, cuídalo mucho.

—Claro —le sacude el cabello con diversión—. Ten una buena vida, Park Chaeyoung.

—Igualmente...

Todavía con la conversación de Jimin en la mente, Rosé avanza por los pasillos de regreso a la biblioteca, dispuesta a no irse de ahí hasta averiguar qué demonios había sido todo eso, toda su extraña relación con Jennie y el porqué de lo que hizo. Necesita respuestas, que le diga que la odia, que le pida que la olvide, que lo repita o ¡Lo que sea!

Ya se siente vacío, cuando dobla por un pasillo desierto de estudiantes y antes de bajar el primer escalón, alguien la sujeta de la parte trasera de su uniforme, ahorcandola momentáneamente.

Cuando abre los ojos y respira hondo de nuevo, una conocida cara se muestra frente a ella, pero definitivamente no es quien mantenía la ligera esperanza de que fuese. Mark la está matando con los ojos, cargados de odio y resentimiento nato en esas pupilas oscuras.

—Cavaste tu tumba —afianza el agarre de su cuello, impidiendo que respire—, ¿Qué pensabas, que podrías ir como una nenita mojada a decirle a la directora y salir limpia? ¡Por tu maldita culpa me quedaré aquí otro puto año! —Chaeyoung boquea, realmente desconcertada de lo que escucha y totalmente ignorante de todo—. ¡Basura!

Cuando sus rodillas impactan el suelo, lo primero que hace su cuerpo es respirar. Respirar tan hondo y tan doloroso que le quema la garganta y le aprisiona los pulmones. Totalmente confundida y todavía mareada del golpe, Rosé sacude la cabeza tratando de ordenar sus pensamientos, pero nada cuadra. ¿JiSoo? No, no sería capaz de cruzar esa línea. ¿Oppa? El no sabe nada, trabaja tanto el pobre. ¿Quién?

Se siente ser levantada del suelo por un brazo, pero tiene la mente en otro lado por lo que no termina de comprender del todo por qué ha caído de nuevo y de donde viene ese ruido a su espalda.

—¡¿Qué demonios pasa contigo, Kim?! —Mark se limpia la sangre de la boca, medio recostado en el suelo y con su peso sobre un codo.

—Aléjate —Jennie sacude sus nudillos manchados de sangre—, un puto paso y te tiro los dientes, te lo juro.

Carcajeando entre la incredulidad y totalmente anonadado, Mark escupe con dobles intenciones la sangre de su lengua.

—¿A que juegan todos, eh? Primero Jimin haciéndose el arrepentido y ahora tú, metida en la biblioteca como una nena y defendiendo a la rarita.

—Lo que haga de mi culo no te importa —Jennie truena los dientes—, vete a casa, Mark. Déjala tranquila.

—Ya... —se incorpora, sujetando su mandíbula floja—. Ya, ya... Claro... —se ríe, estruendoso y fuerte—. ¡Es que es una puta broma! Por supuesto, si se te veía a kilómetros lo machorra Kim —aplaude, lento y con fuerza. Jennie aprieta los puños, dispuesto a cumplir su amenaza—, bravo, bravo, bravo. ¡Qué romántica tu historia! La matona, enamorada del culo de una perdedora. Hilarante —Chaeyoung se sacude la ropa, incrédula y mirando alternadamente a los bravucones frente a ella—, ¿Qué te dio, Kim? ¿Te la a de chupar muy bueno, eh? ¿O es que la machorra te mete dedos?

—Suficiente —Jennie avanza los pasos que los separan, antes de lanzarse de costado, impactando contra Mark, a quien descoloca y tropieza, pero atina a acertar un puño en su costilla herida. Jennie tose, se sujeta y llevada por la rabia ciega, estampa con fuerza en la mandíbula de su ex amigo—. ¡Te importa una mierda lo que haga! —lo sujeta del cuello, impactando al mayor contra la pared—. ¡Es mi puto problema si me parte o no una chica, Mark, MÍO!

Rosé, llevada por la valentía instantánea y mirando como Jennie llora apenas, nublando sus ojos de rabia al estampar repetidas veces a quien fuese su amigo, avanza la distancia entre ellos y la toma del cuello de la chaqueta, alejándola de la pelea. Jennie no se resiste, bufando, presa de la rabia y con los nudillos deshechos, mirando fijamente a Mark en la pared.

—Grandioso —escupe—. Por mi, que te metan un bate de béisbol entero. —se acomoda la chaqueta, corrida por un hombro—. Que no te vea de nuevo, Kim, ni a ti, ni a tu puta novia, o vas a usar silla de ruedas de por vida.

—Vete a la mierda.

Mark se va entre risas sarcásticas, perdiéndose en el pasillo rumbo a la salida. Cuando se dejan de escuchar sus pasos, Jennie se zafa con fuerza del agarra de Chaeyoung.

—Unnie... —no le responde—. Unnie, por favor... —le sacude el hombro—. ¿Eso que fue?

—Un misógino sintiéndose grande —murmura—. Lamento que tuvieras que ver eso.

—Oye, está bien... —la rodea, quedando de frente, pero no le sostiene la mirada—. Unnie, ¿Dónde estabas?

—Por ahí —renuente, Jennie le da la espalda de nuevo—, tratando de salvar el año o lo que sea.

Rosé suspira.

—¿Lo hiciste tú?

Jennie alza una ceja.

—¿Qué cosa?

—Decirle, a la directora.

—Seré una machorra, pero no traicionera —Jennie patea el suelo—. No sé quien lo hizo, si eso te preocupa, pero puedo averiguar si quieres.

—No... Está bien, no me importa realmente.

—Bien.

Un silencio incómodo se expande entre ellas. Rosé se lleva los dedos al golpe y sisea de dolor, alertando a la mayor, quien la mira con una ceja alzada.

—Necesitas hielo —afirma, sus manos en los bolsillos traseros—, andando.

—¿A dónde vamos?

—A la feria, tarada —ironiza, mirando al techo—. Vamos a bajarte eso, no creo que tu hermano esté contento de verte así.

Rosé reprime una sonrisa, ante el falso ‹‹a mi no es a quien me importa››.

—Está acostumbrado, cree que entreno Taekwondo.

—Pobre hombre —le empuja un hombro, invitándole a caminar—. No tengo todo el día Park. Avanza.

Viendo como camina al frente, Rosé reprime una risita.

—Si, Unnie.

No tenía demasiado pero sabía improvisar, después de haber aprendido a la mala a curarse las heridas y aliviar los golpes, Jennie tenía uno o dos trucos en el cajón bajo su cama. Una habitación realmente desprovista de cosas, nada además de un colchón destendido, ropa sucia en una canasta y un escritorio con libros y libretas que Rosé asegura antes estaba lleno de toda clase de cosas, como las latas de cerveza, colillas de cigarrillos, cajas y envolturas de condones y bolas de papel que asoman del cesto de basura.

La mayor se levanta del suelo, con una caja entre las manos que coloca a un lado de Chaeyoung en la cama. Sujetando la bolsa con hielo en el pómulo, la menor observa a su mayor abrir un spray que acerca al área afectada.

—Cierra los ojos —tosca al hablar, como siempre, Jennie le ordena con el spray en alto—, quita —y aparta de un manotazo sutil la bolsa, rociando el spray—, Es analgésico, te va a adormecer.

Rosé se deja hacer, sintiendo un algodón retirar el exceso del medicamento.

—Unnie...

Concentrada, Jennie responde:

—Hmm...

—¿Por qué?

Los movimientos cesan. El silencio reina en la habitación y cuando Rosé está a punto de arrepentirse, escucha como se aclara la garganta.

—No lo sé —comienza, en voz baja—. Recuerdo que estabas sola ahí, tonteando y yo no podía dejar de verte. Eras tan escuálida, tan sin gracia, y al principio creí que era lástima, pero después, simplemente no podía dejar de verte. De verte reír, comer, caminar, carajo incuso mear, fue un tormento —Rosé se ríe, con los ojos cerrados y contagiado por Jennie—, Mark me dijo que por qué el interés, que si me gustabas o qué, y recuerdo que me molesté tanto... —agria y mirando al suelo, Jennie suspira con fuerza—. Por eso comenzó todo, por sus putos comentarios. Cada vez que te hacía algo, me sentía más hundida en la mierda, más confundida, más me acordaba de tu perfume a fresas y tenía ganas de matarte por tenerme así, tan... Tan...

—¿Confundida?

—Enamorada, una mierda de esas, no lo sé.

Chaeyoung traga saliva, mirando a Jennie luchar para no llorar.

—Lo siento, de verdad lo siento Rosé... —se talla los ojos con fuerza—. Trataba de convencerme a mi misma de que era odio, te hice... —un hipido—. Mierda, deberías odiarme, denunciarme por acoso, xenofobia, mandarme matar, Park, yo... Soy una basura, no sabes... Intento ser mejor, ser diferente. Comencé a estudiar mucho. De verdad, de verdad... —se inca, de rodillas y con la frente contra la de Rosé—. Perdóname, te lo suplico. Por todo, por ser una idiota, por ser una cobarde, por hacerte tanto daño y ese día, en tu casa... Perdón, perdón...

Llorando sin freno, Jennie se aferra a las manos que tratan de consolarla, temblando y con los dedos apretados. Rosé no sabe que hacer, que decir, que pensar siquiera, y atina a llevar sus dedos a los cabello de Jennie, acariciando con calma.

—Ya pasó, no, no me debes nada Unnie... Por favor no llores más, levántate...

—No me digas así —murmura con la voz rota—, soy de enero, del 1996. No me debes respeto.

Sin poder evitar reír por la información, Rosé suspira.

—Bueno, es una costumbre, tendrás que quitármela.

Jennie alza los ojos, deshechos en lágrimas a esos que la miran llenos de compasión.

—Lo siento...

—Ya déjalo —le tiende una mano—. Ven, es incómodo verte ahí.

Jennie asiente y toma la mano que le es ofrecida, poniéndose de pie.

—Bien, ¿Ya lo aceptaste?

—¿Ah?

—Tu sexualidad —Jennie traga saliva—. ¿Ya la tienes clara?

La mayor parece dudosa.

—¿Me puedo quedar en medio?

Rosé se encoge de hombros.

—Si estás segura, sí.

—No, la verdad no —ambas ríen—. No hay comparación, eres estupenda.

—¿Soy?

Jennie se encoge de hombros.

—Sí, tú. No es... No, definitivamente soy una machorra.

—Jennie —le riñe, con el ceño fruncido—. No seas despectiva.

—Ya, ya. —se rasca la nuca—, ¿Lesbi?

—Vas mejorando.

Le sonríe de lado, mirando al techo con dedos entre su cabello.

—¿Se supone que ahora somos...?

—Amigas —le asegura, mirando como sus hombros bajan en señal de tranquilidad—. Con el tiempo, quizás, pueda conquistarte.

—Oye, no —Jennie contrae el entre cejo—, Para tu carro, yo seré el hombre aquí.

Rosé sonríe, mirando al techo.

—Ninguna de las dos lo es. Somos mujeres, Jennie.

Después de un largo suspiro, asiente.

—Sí, no lo digas mucho, todavía no me acostumbro —se inclina, mirando con el rostro ladeado a la menor—, ¿Te puedo dar un beso? De amigas, claro.

Rosé sonríe y niega divertida.

—Bien —un suave beso es depositado en sus labios, con calma y cariño—. Amigas.

—Amigas. —le muerde el labio sin fuerza.

—¿Qué clase de amigas tienes tú, eh? —divertida y entre besos, Chaeyoung sonríe, mirando baja sus pestañas a Jennie.

—No tengo, todos mis amigos siempre fueron hombres... —se detiene un momento a pensar—. Aunque ahora tengo una... —vuele a insistir con los besos, cortos y con mordidas fugaces, que incrementan de ritmo y profundidad—. ¿Amigas con derechos?

Rosé le sujeta con cuidado la barbilla, alejando sus labios.

—Aprueba tus exámenes finales y después, veremos.

—Me tienes en tus manos. —suspira Jennie, mirando bajo sus pestañas los labios que la enloquecen.

Un beso rápido, que la deja buscando más hacia el frente, y una sonrisa coqueta surcando los labios de Chaeyoung cuando la aleja por el pecho.

—Y lo disfruto bastante.

dejen voto si quieren q les d premio un besote 😗.

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