O1
—¡A un lado, fenómeno!
Rosé pega las manos a los casilleros a modo de abrir todo el espacio necesario entre sus acompañantes nada amigables y el estrecho pasillo donde, todos los días, maldice tener su maldita taquilla asignada. 61 es su número de casillero y por alguna razón que todavía, después de casi un año, no entiende, no ha cambiado de locker.
Pero la pregunta importante, la de todos los días es: ¿Qué demonios hacen los asignados a la 00 y 04 ahí, simplemente pasando por pasar?
La mas baja del grupo es quien la empuja por el cuello, sujetando a Rosé contra el metal de las taquillas pintadas de rojo. Su mejilla derecha está directamente pegada, al igual que las palmas de sus manos, tiene los ojos cerrados en solemne resignación y la pregunta silenciosa en su mente aquejando día a día:
¿Por qué?
Nunca se metió con nadie, mucho menos con alguna pareja o cita del trío de bravucones que la acosan sin tregua. Rosé de verdad no entiende por qué la odian tanto, particularmente la única chica, y líder del grupo.
Nunca fue mal educada, jamás fue grosera, siempre supo mantenerse al margen, y sin embargo, ahí estaba, Jennie Kim pateando con saña la parte trasera de sus rodillas hasta hacerla doblar en el suelo.
—Discúlpate, imbécil. —sisea Mark contra su oído, firme y con saña, sujetando su nuca hasta el grado de hacerle daño.
Chaeyoung abre apenas los ojos, mirando al suelo porque tuvo que aprender a la mala que nunca debe mirarlos a los ojos. Su voz es apenas un quejido ronco, suave, pero debe saber al menos:
—¿De... De qué me disculpo?
La risa de Jennie es su respuesta. A su espalda, a escasos tres pasos observando todo con las manos metidas en la cazadora de cuero, —la cual no era parte del uniforme—. Kim se ríe de la pregunta, como si fuese la más divertido del universo. Avanza con calma, sus botas resuenan en el piso encerado de los pasillos, y la cadena en su labio ondea a cada uno de sus movimientos. Cuando está detrás de la chica, la toma del cabello tan fuerte, que a Rosé se le abren los labios a punto de quejarse.
—Gracias a tu estúpido proyecto, Lee me reprobó —Chaeyoung traga saliva al sentir casi en la punta de su nariz la respiración intimidante de Kim, escucha su voz, en un siseo cruel cargado de burla—, me debes una puta disculpa, así que empieza de una vez.
—Lo... Lo siento...
Un puñetazo en el costado izquierdo la hacen doblar de dolor, pero el agarre de Kim en su cabello es más fuerte y la regresa a su posición anterior, con apenas el aire suficiente en sus pulmones para seguir respirando. Le queman las costillas, le duelen las rodillas, y el sentimiento de impotencia es tan fuerte que le nubla los ojos cerrados.
—¡Más fuerte, rarita! —Jennie tiene un pie, de esas botas con casquillo, entre la columna y cadera de la menor, presionando con fuerza hacia adentro.
—Lo siento... Unnie... —Rosé aprieta los labios, llevando su atención a otra cosa que no sean las lágrimas en sus ojos amenazando con salir y sólo causarle más problemas—. Lo siento, lo siento, lo siento...
Kim rueda los ojos, libera el agarre y empuja sin mucha fuerza con el pie hasta que Rosé termina en el suelo, apenas sujeta por sus manos antes de golpear de lleno el encerado de los pasillos, las lágrimas mojando sus mejillas, goteando sobre el mosaico azul del suelo.
—Patética —Kim sisea, sus manos dentro de la cazadora de piel—, vas a hacerme uno igual, rarita, y lo quiero listo el viernes ¿Te queda claro?
Rosé asiente, desde el suelo.
—Sí, Unnie.
—¿Cuánto tiempo piensas seguir tolerando esto?
Rosé da un respingo al sentir el alcohol sobre su labio roto, apenas un toque suave de algodón húmedo que le escuece y arde, más incluso que el golpe mismo.
—¡Au!
—Lo siento... —la mayor deposita un suave beso en la frente de la más alta, sus labios gruesos sobre los mechones rubios de Rosé.
—Estoy bien, Unnie, de veras... —le sujeta las manos, tan pequeñas en comparación, pero sin dejar de ser fuertes, y besaría sus nudillos, pero tiene el labio hinchado y herido.
—No, Chae, no está bien lo que te hacen —JiSoo se inclina hasta quedar de frente, a la altura de su novia sentado en la cama—, tú no mereces nada de esto...
—Ya, ya... —la australiana la abraza, escondiendo su rostro malogrado en el pecho de la mas baja, tan cálido y acogedor—, es su último año, Unnie, se irán y yo estaré bien, con mi maravillosa novia... —le hace círculos en la espalda, sobre el suéter universitario de la castaña—. Voy a entrar a la universidad contigo, y seremos felices, sin Kims que molesten ¿Suena bien?
JiSoo asiente y suspira, acariciando el cabello ondulado rubio de su novia, bajo sus dedos largos.
—Ve a taekwondo, Rosé, hazlo de verdad y no sólo le mientas a tu hermano para justificar sus ataques.
—No hay justificación para la violencia...
—¿Y entonces? —JiSoo se aleja, el entrecejo contraído y los ojos nublados al ver, como Rosé tiene el pómulo golpeado y el labio roto—, ¡Tampoco la de ellos!
—Son más miserables que yo, Unnie —Rosé corta de tajo, apartando su rostro de las manos de la mayor—, eso es lo único que tengo totalmente claro.
La colilla de su cigarrillo cae al suelo después de ser sacudida con el índice y pulgar de su mano derecha, impactando la ceniza contra el asfalto. Recargada en la puerta del copiloto, con la suela izquierda sobre el auto y las manos flojas en sus bolsillos, Jennie juega con la lengua a mover el cigarrillo entre sus labios, esperando por la llegada de quien ya debería haber llegado.
La campana de fin de clases sonó hace minutos y por las puertas de la secundaria, salen los estudiantes de todos los cursos, uniformados pulcramente, ya sea con el traje o los pantalones deportivos de educación física. Algunas chicas, la mayoría, caminan con más coquetería de la usual al pasar por el lado de Mark y Jimin, mientras otras miran mal a Jennie, aunque el miedo también es prescindible en su andar. Mientras, Jennie se entretiene mirando las piernas y los traseros de algunos chicos, se le salen las medias sonrisas al ver como unos se sonrojan por sus atrevidas miradas, y, en un acto inconsciente, le guiña un ojo a un bonito chiquillo de pelo castaño que está tan sonrojado como un pomelo.
—Me tardo dos minutos y ya estás coqueteando con JungKook.
Jennie se suelta a reír, se quita el cigarrillo de los labios y gira la vista hacia el recién llegado.
—NamJoon, no seas envidioso.
El rubio rueda los ojos, antes de tomar el cigarrillo de Jennie sin permiso alguno, y darle una calada.
—No tienes vergüenza.
—Así te encanto. —sus ojos buscan los ajenos, preciosas perlas oscuras, con un notorio delineado. NamJoon tiene la nariz arrugada y la mira hacia abajo, con los labios torcidos.
—Te odio... —NamJoon pone los ojos en blanco, sus labios chocando contra los ajenos en un beso suave, que Jennie intensifica, mordiendo el labio inferior del chico—, ¡Epa! Controla las garras.
—Ay por favor, no hagas escándalo... —entre risas, las manos de Jennie rodean el cuello de su novio, quien refunfuña, mas no da objeción y solo comienza a jugar con el aro de su labio—. Así que me odias, ¿Hm...?
—Qué asco —Mark, desde el asiento del piloto, lanza su goma de mascar a algún lado detrás de su auto, con las gafas de sol puestas y la vista en el camino—, ¿Van a subir o piensan seguir jugando a las maricas?
—No seas celoso, Mark — desde su Harley, el pelinegro se ríe, con las manos en el volante, ligeramente encorvado al frente—, que Lisa te dejara no es culpa de Jennie.
Mark rechina los dientes, mirando por el espejo retrovisor al mayor, con una sonrisa socarrona en los labios.
—Para tu información, yo la dejé a ella.
—Claro —NamJoon se mofa, subiendo sobre sus piernas a su novia, en el asiento del copiloto del descapotable de Mark—, a mi me dijeron otra cosa... —dice, dedicándole una mirada a Jennie.
—Pues es mentira. —enciende el auto, sus ojos fijos al frente al mover la palanca y rápidamente, el rugido de la Harley de Jimin acompaña la sinfonía de motores encendidos.
El mayor arranca antes, ondeando su chaqueta abierta en su torso a contra viento, incapaz de ver a sonreír como un desgraciado a Mark, cubierto por el casco. Quizás no era momento de que supiera que se acostó con su ex novia en medio de una borrachera, siempre y cuando Jennie no dijera nada.
—¿A donde quiere ir mi chica? —Kim juega con sus dedos por el pantalón de Jennie, rozando sus muslos como si nada.
—No soy tu puto taxi, Kim —Mark toma la curva aledaña al campus hacia la carretera, rumbo a su destino inicial, y que por supuesto, no cambiará por la novia de su amigo—, dijiste que iríamos a comer hamburguesas y te jodes.
—Yo estoy bien en cualquier lado, Mark —Jennie le sonríe al rubio, sus dedos crispados en sus rodillas porque NamJoon le está besando la nuca y subiendo las manos—, hamburguesas suena bien.
—Por eso me cae bien, Kim 2, ella se adapta, no como tú.
—Conduce, Mark.
Una pequeña mancha de catsup adorna sus labios, a JiSoo le nace una sonrisa al verla manchada, como una pequeña niña, y se inclina sobre la mesa, pasando la toalla de papel sobre la piel nívea de la menor.
Rosé la mira con los ojos bien abiertos, tomada totalmente desprevenida. Sus mejillas se colorean de un dulce rosado, cuando JiSoo limpia con cuidado, mirándola con devoción.
—¿Q-qué tengo?
—Catsup —la más baja sonríe, dejando la toalla sucia en la mesa—, pero ya está. —le regala un toquesito en la nariz, sacando una suave risa sincera de la menor.
—Qué vergüenza, no sé comer...
—Nah, me parece muy lindo.
Los largos dedos de su novia se cierran alrededor de los suyos sobre la mesa, solamente mirándose con cariño, como si no hubiese nadie más en ese restaurante de comida rápida en ese momento. La campanita de la puerta hace su característico ruido al ser abierta y los ojos de JiSoo viajan en automático a la entrada, viendo con asco a los recién llegados.
—Rosé, vámonos...—susurra la pelicastaña, la estridente carcajada del que identifica como Kim le zumba los oídos y revuelve el estómago, haciéndola cerrar los ojos.
Rosé acaricia con su pulgar los nudillos de su novia.
—Tranquila, no pueden hacerme nada aquí, además es nuestro aniversario, no van a arruinarlo.
—Jennie quiere ventana, así que quítate.
—Demonios Kim, eres un dolor en los huevos. Si tuviera senos seguramente me dejarías la maldita ventana.
JiSoo se remueve en su asiento, escuchando las voces de los matones a su alrededor, solamente a mesas de distancia, y le enferma, le hierve la sangre que sea ese trío de desgraciados quienes tanto daño hacen a su novia, quien jamás se ha metido con ellos.
—Hey, mírame, estaré bien —Rosé le sonríe a medias, sus ojos llenos de tristeza—, no van a hacernos nada, lo juro.
Del otro lado del restaurante, los ojos afilados y perfilados de un negro sutil, se clavan como cuchillas en la espalda de una chica con apariencia madura, frente a la idiota kilométrica de Park Chaeyoung.
Jennie rechina los dientes, sus oídos martillados por el latir fuerte de su corazón, acallando cualquier sonido, cualquier conversación de los chicos frente a ella. Desenfocada su vista de Jimin y sus codos sobre el respaldo del asiento, de Mark leyendo en voz alta el menú, sus dedos recorriendo en una lentitud atemorizante la espalda de su novio, como si de un tranquilizante se tratara, y nada merma su ira, porque solamente ella sabe lo que hay en su mente, y le hierve la rabia seca contra sí misma, contra Rosé, contra la jirafa de cabello de bonito que le sonríe.
—Voy al baño. —declara entre dientes, saliendo del taburete para dirigirse a los sanitarios, con más lentitud de la que debería.
Sus amigos no prestan atención, por fortuna, así que empuja las puertas blancas hasta quedar frente al lavabo. Abre el grifo, el agua fría le llena las manos y sin pensarlo dos veces, a pesar del ligero maquillaje que lleva, acerca su rostro. El agua fría en contraste con su piel caliente le eriza cada poro, mechones de su cabello morado se mojan en el proceso, pegándose a su frente. Y estampa los puños, una, dos, tres veces contra el mármol del lavabo.
Suspira, derrotada de una guerra interna que lleva años lidiando y se maldice; maldice a ese grandísimo idiota por meterla en esa desafortunada posición, por hacerla sentir de formas que le queman; duelen y la llevan a la ira. A destrozarse los nudillos en peleas de bares que nada logran, en drenar en noches y tardes de sexo con cualquiera sus más bajos deseos, aferrada a los hombros de JinYoung, de Chan, de Beomgyu, de NamJoon, y no conseguir el orgasmo como debería, porque, maldita sea, no es lo mismo y jamás va a serlo.
Jennie se mira al espejo, sus ojos aguados, pupilas llenas de odio al reflejo, su cabello mojado contra su frente y los labios temblando de impotencia porque le duele y le pesa un mundo entero admitir que le gusta Park Chaeyoung.
Y que eso, son celos.
Las puertas del baño se abren, dejando entrar a la última persona que quisiera ver en ese momento, con una de sus malditas sudaderas excesivamente largas y sus piernas lechosas, bajo una típica falda escolar. Jennie rechina los dientes y aprieta los puños contra el lavabo, cuando la voz de su propietaria le zumba los oídos y le dispara el pulso.
La odia, la odia tanto...
—Lo siento, Unnie, m-me me iré y-...
—No —Jennie habla con la cabeza gacha, decidida a no mirar a su interlocutor—, ya me iba, de todos modos.
Rosé, sin embargo, no se mueve de su sitio, a escasos dos pasos de la puerta.
—¿Eres idiota, acaso? —la mira con auténtico desprecio, sus ojos fijos en cada una de las partes que la vuelven loca en tantos sentidos. En sus hombros, en sus pechos, en sus manos y se detiene en sus labios, donde la ira sube por todo su cuerpo—, entra de una maldita vez, pedazo de alumbrado público.
Rosé asiente, dos y tres veces antes de avanzar a pasos lentos hacia los cubículos. Le tiemblan las manos y Jennie la observa, tan harto de su fragilidad y su patética aura de derrota. Tan cansada de infundirle miedo cuan realmente, ya no sabe que quiere de ella. Aunque lo sepa, carajo, si lo sabe y se escupe de sólo pensarlo.
Rosé está a punto de abrir uno de los cubículos cuando la paciencia de Jennie llega a cero y avanza el tramo que las separa, para tomarla por la gorra de la sudadera y estamparla en la pared más cercana. El rebotar de su cuerpo es el único sonido hueco que se escucha, Rosé cierra los ojos anticipando el golpe, con las rodilla flexionadas en la incomodo posición que la mantiene su captora.
—No tienes una idea de lo mucho que te odio. —sisea contra su rostro, escasos centímetros de separación, Jennie la mira ligeramente hacia arriba, sujetando su cuello.
—Jennie Unnie... —Rosé mira hacia el suelo, ya no sabe que esperar y si, sabia que la despreciaba, pero el odio es un sentimiento demasiado fuerte—. Lo siento si alguna vez, te hice algo, no fue mi intención las-...
—¡Cállate! —un nuevo impacto de su espalda contra la pared y la cabeza le regresa por inercia, todavía cabizbaja. Jennie la sujeta de la mandíbula, obligándola a verla de frente—. Eres patética, de nada sirve tu maldita figura cuando no eres más que una niña llorona —los ojos aguados de Rosé pasean por los afilados de Jennie, asustada—, ¿Esa quien es, rarita? ¿Tu novia? —se ríe, con la voz ronca y la sonrisa ruin—, oh, ya veo, juegan a las trotillas ¿Eh? Que lindo, Park. ¿Sabe la clase de perdedora que eres?
—JiSoo Unnie no tiene nada que ver... —se le rompe la voz, aprieta los puños y Jennie solamente parece más molesta con todo eso.
Y ahora sabía su nombre, más desgracia.
—Claro que tiene que ver, pequeña Rosie... —Jennie se acerca, demasiado, como una pantera acechando a su presa, ladea su rostro y roza apenas los labios de Rosé cuanto sonríe, llevada por el único instinto que domina su razón y su cuerpo—. No me gusta como suena su nombre en tus labios.
Rosé tiembla, pero no es miedo. Está totalmente desconcertada, su cuerpo flojo, sostenida por las manos de Jennie en el cuello de su sudadera y su mandíbula. Esos ojos marrón; oscuros, que siempre la vieron con asco, parecían penetrar en lo más profundo de su ser, sus labios rozando apenas efímeramente los suyos, calientes; suaves y llenos de veneno que siempre fue escupido a ella. Jennie, Jennie Kim, su bravucona, el terror de sus días... La estaba cazando y Rosé había caído completamente en las garras de la pantera.
—Unnie...
—Di mi nombre. —Jennie acaricia con su nariz el pómulo medio verdoso de la mas alta, todavía marcado de su último encuentro.
—Jennie Unnie... —Rosé cierra los ojos, sus sentidos en alerta máxima.
—En mi presencia —sus miradas chocan de nuevo, fuego contra fuego en una lucha silenciosa—, no volverás a decir su nombre, ¿Te quedó claro?
—Sí, Unnie...
—Y ni una maldita palabra de esto, rarita, o estás muerta —Jennie afianza el agarre de la mandíbula ajena, saltando un poquito los labios de Rosé al apretar sus mejillas. Húmedos, suaves, tibios contra los suyos, en un toque que le quitó la cordura, que la hizo cosquillas en cada centímetro y le revolvió el estómago—, estás advertida.
Cuando sus labios se unen, sin fuerza, con ansias, reclamando Jennie cada espacio de esos belfos, Rosé siente que le han robado los pulmones, se ahoga en un mar de sensaciones y pensamientos contradictorios, acallados por la sensación del frío metal del aro de Jennie sobre sus labios, su lengua reclamando el acceso que no duda en darle. Tiene los ojos cerrados, los dedos crispados en sus hombros y sus pechos juntos, sus respiraciones erráticas cuando Rosé abre los labios y se le escapa un gemido ahogado al sentir la lengua de Jennie recorrer magistralmente su boca.
Muerde, tira, reclama y gime bajo, le sujeta la ropa, le tira del cabello y demanda, tan fuerte como siempre ha sido. Rosé se deja hacer, totalmente llevada por la placentera sensación de tan desenfrenado encuentro, la adrenalina corriendo por sus venas y se permite bajar las manos, tocar los pechos de Jennie sobre su camisa. Cierra los ojos, se deja ir, sabe a óxido de su propia sangre salir después de ser mordida con ahínco y desespero, las manos de Jennie bajan de su cabello a la sudadera y el frío de sus dedos choca contra su piel tibia bajo la ropa.
Suspiran, se separan segundos que Rosé rompe al buscar de nuevo los labios ajenos y es recibida a media sonrisa victoriosa de la mayor, quien no repara en sacarle la sudadera de un tiro, separándose obligadamente. Rosé respira con dificultad, tiene los labios hinchados, brillantes, el cabello revuelto y Jennie... Jennie es un desastre en tantos sentidos juntos, que le revuelven el estomago en una nueva sensación, como todo lo que ese beso representaba.
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