01
¡ ADVERTENCIA !
El siguiente material contiene temas sensibles, tales como: Abuso o maltrato físico y psicológico, lenguaje vulgar, escenas explícitas (smut), problemas de ira en algunos personajes, G!P (Girl with penis / Tzuyu) y Tzuyu es mayor que Sana.
Está prohibido cualquier tipo de disputas que generen odio hacia los idols/personajes involucrados en esta obra, por favor, no denuncies. ¡Todo es ficción!
Tzuyu es mayor que Sana.
─ ¡A un lado, fenómeno!
Sana pega las manos a los casilleros a modo de abrir todo el espacio necesario entre sus acompañantes nada amigables y el estrecho pasillo donde, todos los días, maldice tener su maldita taquilla asignada. 04 es su número de casillero y por alguna razón que todavía, después de casi un año, no entiende, no ha cambiado de locker.
Pero la pregunta importante, la de todos los días es ¿qué demonios hacen las asignadas a la 18 y 19 ahí, simplemente pasando por pasar?
La más alta del grupo es quien la empuja por el cuello, sujetando a Sana contra el metal de las taquillas pintadas de rojo. Su mejilla derecha está directamente pegada al igual que las palmas de sus manos, tiene los ojos cerrados en solemne resignación y la pregunta silenciosa en su mente aquejando día a día.
"¿Por qué?"
Nunca se metió con nadie, mucho menos con alguna novia o cita del trío de bravuconas que la acosan sin tregua. Sana de verdad no entiende por qué la odian tanto, particularmente una de ellas, la líder del grupo.
Nunca fue mal educada, jamás fue grosera, siempre supo mantenerse al margen y sin embargo ahí estaba, Chou Tzuyu pateando con saña la parte trasera de sus rodillas hasta hacerlo doblar en el suelo.
─ Discúlpate, imbécil.─ sisea Seulgi contra su oído, firme y con saña, sujetando firmemente su nuca hasta el grado de hacerle daño.
Sana abre apenas los ojos, mirando al suelo porque tuvo que aprender a la mala que nunca debe mirarlos a los ojos. Su voz es apenas un quejido ronco, suave, pero debe saber al menos.─ ¿De... De qué me disculpo?
La risa de Tzuyu es su respuesta. A su espalda, a escasos tres pasos observando todo con las manos metidas en la cazadora de cuero, Chou se ríe de la pregunta, como si fuese lo más divertido del universo. Avanza con calma, sus botas resuenan en el piso encerado de los pasillos y la cadena en su labio ondea a cada uno de sus movimientos. Cuando está detrás de la chica de rodillas en el suelo, la toma del cabello tan fuerte, que a Sana se le abren los labios a punto de quejarse.
─ Gracias a tu estúpido proyecto, Jang me reprobó. ─ Sana traga saliva al sentir casi en la punta de su nariz la respiración intimidante de Chou, escucha su voz, en un siseo cruel cargado de burla.─ Me debes una puta disculpa, así que empieza de una vez.
─ Lo... Lo siento...
Un puñetazo en el costado izquierdo la hacen doblar de dolor, pero el agarre de Chou en su cabello es más fuerte y lo regresa a su posición anterior, con apenas el aire suficiente en sus pulmones para seguir respirando. Le queman las costillas, le duelen las rodillas y el sentimiento de impotencia es tan fuerte que le nubla los ojos cerrados.
─ ¡Más fuerte, gusano! ─ Tzuyu tiene un pie, de esas botas con casquillo, entre la columna y cadera de la menor, presionando con fuerza hacia adentro.
─ Lo siento... Unnie...─ Sana aprieta los labios, llevando su atención a otra cosa que no sean las lágrimas en sus ojos amenazando con salir y sólo causarle más problemas.─ Lo siento, lo siento, lo siento...
Chou rueda los ojos, libera el agarre y empuja sin mucha fuerza con el pie hasta que Sana termina en el suelo, apenas sujeta por sus manos antes de golpear de lleno el encerado de los pasillos, las lágrimas mojando sus mejillas, goteando sobre el mosaico azul del suelo.
─ Patética.─ Chou sisea, sus manos dentro de la cazadora de piel.─ Vas a hacerme uno igual, Minatozaki, y lo quiero listo el viernes ¿Te queda claro?
Sana asiente, desde el suelo.─ Sí, Unnie.
─ ¿Cuánto tiempo piensas seguir tolerando esto?
Sana da un respingo al sentir el alcohol sobre su labio roto, apenas un toque suave de algodón húmedo que le escuece y arde, más incluso que el golpe mismo.─ ¡Au!
─ Lo siento...─ la menor deposita un suave beso en la frente de la castaña, sus labios gruesos sobre los mechones cafés de Sana.
─ Estoy bien, Dubu, de veras...─ le sujeta las manos, tan pequeñas en comparación sin dejar de ser fuertes y besaría sus nudillos, pero tiene el labio hinchado y herido.
─ No, Sana, no está bien lo que te hacen.─ Dahyun se inclina hasta quedar de frente, a la altura de su novia sentada en la cama.─ Tú no mereces nada de esto...
─ Ya, ya...─ la castaña la abraza, escondiendo su rostro malogrado en el pecho de la bajita, tan cálido y acogedor.─ Es su último año, Dubu, se irán y yo estaré bien, con mi maravillosa novia...─ le hace círculos en la espalda, sobre el suéter del uniforme de último grado de secundaria.─ Vas a entrar conmigo al instituto y seremos felices, sin Chous que molesten ¿Suena bien?
Dahyun asiente y suspira, acariciando el cabello ondulado oscuro de su novia bajo sus dedos pequeños.─ Ve al Taekwondo, Sana, hazlo de verdad y no sólo le mientas a tu hermana para justificar sus ataques.
─ No hay justificación para la violencia...
─ ¿Y entonces? ─ Dahyun se aleja, el entrecejo contraído y los ojos nublados al ver, como Sana tiene el pómulo golpeado y el labio roto.─ ¡Tampoco la de ellas!
─ Son más miserables que yo, Dahyun.─ Sana corta de tajo, apartando su rostro de las manos de la menor.─ Eso es lo único que tengo totalmente claro.
La colilla de su cigarrillo cae al suelo después de ser sacudida con el índice y pulgar de su mano derecha, impactando la ceniza contra el asfalto. Recargado en la puerta del copiloto, con la suela izquierda sobre el auto y las manos flojas en sus bolsillos, Tzuyu juega con la lengua a mover el cigarrillo entre sus labios, esperando por la llegada de quien ya debería haber llegado.
La campana de fin de clases sonó hace minutos y por las puertas de la preparatoria, salen los estudiantes de todos los cursos, uniformados pulcramente, ya sea con el traje o los pantalones deportivos de Educación Física. Algunas chicas, la mayoría, caminan con más coquetería de la usual al pasar por el lado del trío de chicas en la acera de enfrente. Se hacen rulos en el cabello, les sonríen y Tzuyu se entretiene mirando las piernas lechosas de las señoritas, sus labios rojos al sonreírle con dulzura disfrazada, se le salen las medias sonrisas al escuchar sus risas nerviosas y en un acto inconsciente, le guiña un ojo a la bonita chiquilla de coletas negras que está tan sonrojada como un pomelo.
─ Me tardo dos minutos y ya estás coqueteando con Shuhua.
Tzuyu se suelta a reír, se quita el cigarrillo de los labios y gira la vista hacia la recién llegada.─ Jihyo, no seas envidiosa.
La rubia le golpea un hombro sin mucha fuerza con su libro de Física.─ No tienes vergüenza.
─ Así te encanto.─ sus ojos buscan los ajenos, preciosas perlas oscuras finamente delineadas de largas pestañas. Jihyo tiene la nariz arrugada y la mira hacia arriba, con los labios torcidos.
─ Te odio...─ Jihyo se alza en puntitas, sus labios chocando contra los ajenos en un beso suave que Chou intensifica, mordiendo el labio inferior de ella.─ ¡Nooo!
─ Shhh, no hagas escándalo...─ entre risas, Tzuyu la sujeta de la cintura, sus manos rodeando la delgada fisionomía de su novia, quien se ríe contra sus labios, jugando a tirar del aro en su labio.─ Así que me odias, ¿hm?...
─ Qué asco.─ Seulgi, desde el asiento del piloto, lanza su goma de mascar a algún lado detrás del auto, con las gafas de sol puestas y la vista en el camino.─ ¿Van a subir o piensan seguir jugando a las novias?
─ No seas celosa, Seulgi.─ desde el Harley, la pelinegra se ríe, con las manos en el volante, ligeramente encorvada al frente.─ Que Joohyun te dejara no es culpa de Tzuyu.
Seulgi rechina los dientes, mirando por el espejo retrovisor a la menor, con una sonrisa socarrona en los labios.─ Para tu información, yo la dejé a ella.
─ Claro Seulgi.─ Jihyo se mofa, subiendo sobre las piernas de su novia en el asiento del copiloto del descapotable de Jeongyeon.─ A mí me dijo otra cosa...
─ Pues es mentira.─ enciende el auto, sus ojos fijos al frente al mover la palanca y rápidamente, el rugido de la Harley de Jeongyeon acompaña la sinfonía de motores encendidos.
La mayor arranca antes, ondeando su chaqueta abierta en su torso a contra viento, incapaz de verla Seulgi sonreír como una desgraciada, cubierta por el casco. Quizás no era momento de que supiera que se acostó con su ex novia en medio de una borrachera, siempre y cuando Jihyo no dijera nada.
─ ¿A donde quiere ir mi reina? ─ Tzuyu juega con sus dedos bajo la falda de Jihyo, rozando el elástico de sus medias blancas.
─ No soy tu puto taxi, Chou. ─ Seulgi toma la curva aledaña al campus hacia la carretera, rumbo a su destino inicial y que por supuesto no cambiará por la novia de su amiga.─ Dijiste que iríamos a comer hamburguesas y te jodes.
─ Yo estoy bien en cualquier lado, Seulgi. ─ Jihyo le sonríe a la castaña, sus dedos crispados en sus rodillas porque Tzuyu le está besando la nuca y subiendo las manos. ─ Hamburguesas suena bien.
─ Por eso me cae bien, Chou, ella se adapta, no como tú.
─ Conduce, Seulgi.
Una pequeña mancha de Catsup adorna sus labios gruesos, a Sana le nace una sonrisa al verla manchada, como una pequeña niña y se inclina sobre la mesa, pasando la toalla de papel sobre la piel nívea de la menor.
Dahyun la mira con los ojos bien abiertos, tomado totalmente desprevenido. Sus mejillas se colorean de un dulce rosado, cuando Sana limpia con cuidado, mirándola con devoción. ─ ¿Q-qué tengo?
─ Catsup.─ la mayor sonríe, dejando la toalla sucia en la mesa.─ Pero ya está.─ le regala un toquesito en la nariz, sacando una suave risa sincera de la menor.
─ Qué vergüenza, no sé comer...
─ Nah, me parece muy lindo.
Los pequeños dedos de su novia se cierran alrededor de los suyos sobre la mesa, solamente mirándose con cariño, como si no hubiese nadie más en ese restaurante de comida rápida en ese momento. La campanita de la puerta hace su característico ruido al ser abierta y los ojos de Dahyun viajan en automático a la entrada, viendo con asco a las recién llegadas.
─ Sana, vámonos...─ susurra la rubia, la estridente carcajada del que identifica como Chou le zumba los oídos y revuelve el estómago, haciéndola cerrar los ojos.
Sana acaricia con su pulgar los nudillos de su novia.─ Tranquila, no pueden hacerme nada aquí, además es nuestro aniversario, no van a arruinarlo.
─ Jihyo quiere ventana, así que quítate.
─ Demonios Jeongyeon, eres un dolor en los ovarios. Si tuviera los senos más grandes seguramente me dejarías la maldita ventana.
Dahyun se hace chiquita en su asiento, escuchando las voces de las matonas a su alrededor, solamente a mesas de distancia y le enferma, le hierve la sangre que sea ese trío de desgraciadas quienes tanto daño hacen a su novia, quien jamás se ha metido con ellas.
─ Hey, mírame, estaré bien.─ Sana le sonríe a medias, sus ojos llenos de tristeza.─ No van a hacerte nada, lo juro.
Del otro lado del restaurante, los ojos afilados perfilados de un marrón sutil se clavan como cuchillas en la espalda de una chica con uniforme de secundaria, frente a la idiota de Minatozaki Sana.
Tzuyu rechina los dientes, sus oídos martillados por el latir fuerte de su corazón, acallando cualquier sonido, cualquier conversación de las chicas frente a ella. Desenfocada su vista de Jeongyeon y sus codos sobre el respaldo del asiento, de Seulgi leyendo en voz alta el menú, sus dedos recorriendo en una lentitud atemorizate la espalda de su novia, como si de un tranquilizante se tratara y nada merma su ira, porque solamente ella sabe lo que hay en su mente y le hierve la rabia seca contra sí misma, contra Minatozaki, contra la enana de cabello rubio al que le sonríe.
─ Voy al baño.─ declara entre dientes, saliendo del taburete para dirigirse a los sanitarios, con más lentitud de la que debería.
Sus amigas no prestan atención, por fortuna, así que empuja las puertas blancas hasta quedar frente al lavabo. Abre el grifo, el agua fría le llena las manos y sin pensarlo dos veces, a pesar de la ligera línea inferior de maquillaje en sus ojos, acerca su rostro. El agua fría en contraste con su piel caliente le eriza cada poro, mechones de su cabello oscuro se mojan en el proceso pegándose a su frente y estampa los puños, una, dos, tres veces contra el mármol del lavabo.
Suspira, derrotada de una guerra interna que lleva años lidiando y se maldice, maldice a esa grandísima idiota por meterlo en esa desafortunada posición, por hacerle sentir de formas que le queman y duelen y llevan a la ira, a destrozarse los nudillos en peleas de bares que nada logran, en drenar en noches y tardes de sexo con cualquiera sus más bajos deseos, aferrada a las curvas de Sooyoung, de Jennie, de Shuhua, de Jihyo y no conseguir el orgasmo como debería porque maldita sea, no es lo mismo y jamás va a serlo.
Tzuyu se mira al espejo, sus ojos aguados, pupilas llenas de odio al reflejo, su cabello mojado contra su frente y los labios temblando de impotencia porque le duele y le pesa un mundo entero admitir que le gusta Minatozaki Sana.
Y que eso, son celos.
Las puertas del baño se abren dejando entrar a la última persona que quisiera ver en ese momento, con una de sus malditas sudaderas excesivamente largas y sus piernas largas, bajo una falda corta. Tzuyu rechina los dientes y aprieta los puños contra el lavabo, cuando la voz de su propietaria le zumba los oídos y le dispara el pulso.
La odia, la odia tanto...
─ Lo siento, Unnie, m-me me iré y-
─ No.─ Tzuyu habla con la cabeza gacha, decidida a no mirar a su interlocutora. ─ Ya me iba, de todos modos.
Sana, sin embargo, no se mueve de su sitio, a escasos dos pasos de la puerta.
─ ¿Eres estúpida, acaso? ─ la mira con auténtico desprecio, sus ojos fijos en cada una de las partes que la vuelven loca en tantos sentidos. En sus hombros, en su busto, en sus manos y se detiene en sus labios, donde la ira sube por todo su cuerpo. ─ Entra de una maldita vez.
Sana asiente, dos y tres veces antes de avanzar a pasos lentos hacia los cubículos. Le tiemblan las manos y Tzuyu observa, tan harta de su fragilidad y su patética aura de derrota, tan cansada de infundirle miedo cuan realmente, ya no sabe que quiere de ella. Aunque lo sepa, carajo si lo sabe y se escupe de sólo pensarlo.
Sana está a punto de abrir uno de los cubículos cuando la paciencia de Tzuyu llega a cero y avanza el tramo que los separa, para tomarla por la gorra de la sudadera y estamparla en la pared más cercana. El rebotar de su cuerpo es el único sonido hueco que se escucha, Sana cierra los ojos anticipando el golpe, con las rodilla flexionadas en la incómoda posición que lo mantiene su captora.
─ No tienes una idea de lo mucho que te odio.─ sisea contra su rostro, escasos centímetros de separación, Tzuyu la mira ligeramente hacia abajo, sujetando su cuello.
─ Tzuyu Unnie...─ Sana mira hacia el suelo, ya no sabe que esperar y si sabia que la despreciaba, pero el odio es un sentimiento demasiado fuerte.─ Lo siento si alguna vez, te hice algo, no fue mi intención las-
─ ¡Cállate! ─ un nuevo impacto de su espalda contra la pared y la cabeza le regresa por inercia, todavía cabizbajo. Tzuyu la sujeta de la mandíbula, obligándola a verla de frente.─ Eres patética, eres más que una enclenque, una mocosa llorona.─ los ojos aguados de Sana pasean por los afilados de Tzuyu, asustados.─ ¿Esa quien es, Minatozaki? ¿Tu novia?─ se ríe, con la voz ronca y la sonrisa ruin.─ Oh, ya veo, juegan a la casita ¿eh? Que lindo, Minatozaki. ¿Sabe la clase de perdedora que eres?
─ Dahyun no tiene nada que ver...─ se le rompe la voz, aprieta los puños y Tzuyu solamente parece más molesta con todo eso.
Y ahora sabía su nombre, más desgracia.
─ Claro que tiene que ver, pequeña Sana...─ Tzuyu se acerca, demasiado, como una pantera acechando a su presa, ladea su rostro y roza apenas los labios de Sana cuanto sonríe, llevada por el único instinto que domina su razón y su cuerpo.─ No me gusta como suena su nombre en tus labios.
Sana tiembla, pero no es miedo. Está totalmente desconcertada, su cuerpo flojo, sostenido por las manos de Tzuyu en el cuello de su sudadera y su mandíbula. Esos ojos marrón, oscuros, que siempre la vieron con asco, parecían penetrar en lo más profundo de su ser, sus labios rozando apenas efímeramente los suyos, calientes, suaves y llenos de veneno que siempre fue escupido a ella. Tzuyu, Chou Tzuyu, su bravucona, el terror de sus días... La estaba cazando y Sana había caído completamente en las garras de la pantera.
─ Unnie...
─ Di mi nombre.─ Tzuyu acaricia con su nariz el pómulo medio verdoso de la menor, todavía marcado de su último encuentro.
─ Tzuyu Unnie...─ Sana cierra los ojos, sus sentidos en alerta máxima.
─ En mi presencia, ─ sus miradas chocan de nuevo, fuego contra fuego en una lucha silenciosa.─ no volverás a decir su nombre, ¿Te quedó claro?
─ Sí, Unnie...
─ Y ni una maldita palabra de esto, Minatozaki, o estás muerta.─ Tzuyu afianza el agarre de la mandíbula ajena, saltando un poquito los labios de Sana al apretar sus mejillas. Húmedos, suaves, tibios contra los suyos en un toque que le quitó la cordura, que le hizo cosquillas en cada centímetro y le revolvió el estómago.─ Estás advertida.
Cuando sus labios se unen, sin fuerza, con ansias, reclamando Tzuyu cada espacio de esos belfos, Sana siente que le han robado los pulmones, se ahoga en un mar de sensaciones y pensamientos contradictorios, acallados por la sensación del frío metal del aro de Chou sobre sus labios, su lengua reclamando el acceso que no duda en darle. Tiene los ojos cerrados, los dedos crispados en sus hombros y sus pechos juntos, sus respiraciones erráticas cuando Sana abre los labios y se le escapa un gemido ahogado al sentir la lengua de Tzuyu recorrer magistralmente su boca.
Muerde, tira, reclama y gime bajo, le sujeta la ropa, le tira del cabello y demanda, tan fuerte como siempre ha sido. Sana se deja hacer, totalmente llevada por la placentera sensación de tan desenfrenado encuentro, la adrenalina corriendo por sus venas y se permite bajar las manos, tocar el pecho de Tzuyu sobre su blusa. Cierra los ojos, se deja ir, sabe a óxido de su propia sangre salir después de ser mordida con ahínco y desespero, las manos de Tzuyu bajan de su cabello a la sudadera y el frío de sus dedos choca contra su piel tibia bajo la ropa.
Suspiran, se separan segundos que Sana rompe al buscar de nuevo los labios ajenos y es recibido a media sonrisa victoriosa de la mayor, quien no repara en sacarle la sudadera de un tirón, separándose obligadamente. Sana respira con dificultad, tiene los labios hinchados, brillantes, el cabello revuelto y Tzuyu, Tzuyu es un desastre en tantos sentidos juntos que le revuelven el estómago en una nueva sensación, como todo lo que ese beso representaba.
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