03
Mina acomoda la estresante corbata en su cuello, frustrada de la misma y lo único que quiere es quitársela y mandarla a volar.
Estaría más contenta con sus propios atuendos, pero según parecía, ese es más decente que toda su ropa junta.
— Esto es incómodo... —se queja en un murmullo, acabado por desabrochar un poco más el nudo en la corbata.
No se ve mal, y es genial porque ahora puede respirar normal. Esa cosa la estaba ahogando.
Mira de izquierda a derecha en el bonito vecindario donde vive Nayeon, que en sí es parecido al suyo y no se impresiona de sobremanera como si viviese en otra ciudad.
Las plantitas que están a la entrada son adorables a su parecer, se puede quedar mirándolas antes que entrar a su propia muerte, pero no es algo que deba de hacer. Una de las cosas que Nayeon le dijo que fuera, era ser puntual y Mina lo es cotidianamente. No sabe porque en ese instante desea retrasarse.
— Recuerda... crees en Dios, no haz tocado a Nayeon, postura derecha, la joyería en la cara es por herencia, detestas los videojuegos y esas cosas, lees muchísimos libros y quieres ser abogada. Genial, Mina. Eres genial.
Suelta un poco de aire para calmarse y por fin toca el timbre de la entrada.
Ding Ding Dong.
Oh mierda, es peor de lo que imaginó en la mañana.
Carraspea para comprobar su voz, lleva su mano hasta su boca y comprueba su aliento que tiene aroma a menta y acomoda su cabello por centésima vez.
Luego de unos segundos se siente como alguien se acerca a abrir y Mina tensa todo músculo en su cuerpo.
El rostro adorable de una chica con dos lunares en el rostro la colocan alerta y fuerza una sonrisa torpe para no prefer que es oficial de policía o realmente una abogada.
— Hol...
— Los testigos de Jehova no son bienvenidos en esta casa, ¿cuantas veces más tendré que repetirlo? Maldita sea.
— ¿Testigos de qué...?
Pero en el momento que se da cuenta que le cerrarán la puerta en la cara sin sutileza alguna ni preguntar por quien es realmente, lo evita colocando su mano dentro.
— ¡Espera!
— Que no queremos nada de ustedes, por favor. —la chica de dos lunares y mechas moradas abre más la puerta.
Mina acomoda el pequeño mechón de cabello sobre su frente.
— Yo no soy un testigo de... eso, no sé pronunciarlo perfectamente. —confiesa. — Soy Mina.
— ¿Mina? —la muchacha mira de pies a cabeza a la más alta.
Admira su inocente rostro que a su vez parecer ser frío y cortante, su perfecto traje bien acomodado, una tonalidad roja en sus labios delgados con un lunar un poco más arriba al igual que uno al costado de su nariz y una leve sonrisa que hace sus mejillas sonrosadas más adorables.
Es ahí donde sonríe ladinamente coqueta.
— ¿Sé te perdió algo? —murmura en un tono coqueto, provocativo, inclusive se muerde el labio inferior y Mina tira un poco del cuello de su camisa bastante nerviosa.
— No, no se me ha perdido nada. Yo... Amm... —rasca su nuca tímidamente. — Soy novia de Nayeon.
— ¿De la enana esa? —Mina asiente confundida. — Ah, tú eres la criminal.
— No soy criminal.
— Lo sé, solo bromeaba. —la de mechas moradas abre la puerta completamente y se hace a un lado para que Mina pueda pasar. — No tiene malos gustos mi hermana.
— ¿U-Uh?
— Nada. —niega sonriente. — Yo soy su hermana mayor, Jeongyeon. Mucho gusto.
Tras esa mano estirada, Mina siente que en sí no todo es tan terrible como Nayeon le hizo ver todo el día y estrecha su mano con la de Jeongyeon amablemente.
— Myoui Mina. —saluda.
— Bonito nombre. Entra, Nayeon debe de...
— ¡Oh mierda, llegaste!.
— ... estar por aquí. —completa Jeongyeon.
Mina no logra recapacitar cuando Nayeon llega a su lado, la jala del brazo hasta el sofá de la sala y hace que se siente allí. De lo fuerte que es todo, suelta un quejido.
— ¿Perdón por llegar?. —dice dudosa.
— Mi mamá está en la cocina.
— Genial.
— ¡No, no es genial!. —mustia entre dientes. — Es que no quiero que te haga sentir mal, es solo eso.
— Oww, tranquila, no me hará sentir mal, he practicado todo y sé que esta noche será genial.
— ¿¡DÓNDE CARAJOS ESTÁ ESA MOCOSA VAGABUNDA QUE SE ATREVIÓ A TOCAR A MI PEQUEÑA?! ¡DA LA CARA, TROZO DE ESCORIA!.
Mina abre sus ojos grandemente.
Se retracta completamente. Esa noche será un reto horrendo de vivir.
い. ઇઉ
En la mesa todo es incómodo, menos para Jihyo. Ésta mira amenazante a Mina e ignora el hecho de que su comida se enfriará por prestarle atención hasta el más mínimo movimiento que haga la novia de su hija.
Nayeon sabe que Mina está bastante incómoda porque no deja de mover sus dedos entre sí y su madre no ayuda en calmar los nervios en la pelinegra.
— Deja de mirarla así. —advierte entre dientes la castaña oscura.
Jihyo la ignora completamente.
— Entonces... ¿Mina, verdad?.
La pelinegra levanta un poco su barbilla. — Sí, Mina...
— ¿Qué se significa tu nombre? Para saber más de tu... personalidad.
Mina frunce sus cejas. Que ridiculez.
Es estúpido pensar que los nombres tienen significados para saber de la personalidad, completamente idiota.
Entonces lanza a la mierda el plan inicial y mira fijamente a la mayor.
— Es estúpido pensar que los nombres tienen un significado en específico y eso define tu personalidad. —opina con fuerza.
Nayeon mira con advertencia a Mina.
Jeongyeon solo se ríe de la situación.
— ¿Disculpa?.
— Que el hecho de que mi nombre tenga un significado no va a definir mi personalidad. La personalidad es un constructo de características psicológicas que no tiene nada que ver con mi nombre, entonces es estúpido que crea que mi personalidad se va a basar en el significado de mi nombre. —explica firmemente. — Además no lo sé.
— Bien dicho, Mina. —anima Jeongyeon en su dirección.
Jihyo la mira indignada por apoyar los pensamientos de esa chiquilla, pero su hija mayor no hace caso en lo absoluto.
— Bueno, Mina... no es importante eso en éste momento. —carraspea. — Hablemos de tus intenciones.
— ¿Mis intenciones?
— Mierda.
Jeongyeon solo se ríe, nuevamente, por lo bajo.
— Tus intenciones hacia mi hija. —argumenta. — ¿Hace cuánto están juntas?.
— Ehh... —Mina hace memoria, incluso comienza a contar con sus dedos y es un gesto que se vuelve adorable para Nayeon, e incluso para Jeongyeon.
Para Jihyo es solo sospechoso.
— Cuatro meses con veintitrés días.
— ¿Cuatro meses con veintitrés días corrompiendo a mi bebé?
— Yo no he corrompido a nadie. —se defiende. — Además que aprecio mucho a mi bebé.
Jihyo enfurece un poco más ante esas palabras. La única que disfruta todo es Jeongyeon y se ríe de todo como si fuese una telenovela.
— ¿A qué la haz sometido sin que ella quiera?
— A nada. —responde segura. — Realmente Nayeon hace todo lo que quiere bajo su propio consentimiento y jamás la obligaría a nada
— No te creo.
— Puede preguntarle a su hija. —apunta a Nayeon con su mirada.
— No es necesario. —los puños de Jihyo se notan demasiado tensos sobre la mesa. — ¿Sabes mis condiciones para que puedas estar con mi hija?
— ¿Hay condiciones?
— Por supuesto. —sonríe como si ese fuese su triunfo.
Es quinta vez que Nayeon susurra "mierda" sobre la mesa.
— Ah... —Mina rasca su nuca. — Eso no lo sabía.
— Bueno, lo sabrás ahora. —y carraspea para darle más importancia al momento. — Ella tiene que ser virgen hasta el matrimonio.
De no ser porque tiene la boca vacía, Mina hubiese escupido hasta su hígado por tal condición.
Simplemente tose un poco, y eso pone en duda a Jihyo.
— ¿Virgen hasta el matrimonio?. —la mayor asiente. — Usted está corrompiendo a mi bebé.
— ¿Cómo que tú bebé?
— Esa es una idea muy ilógica. —la señala, ignorando lo anterior. — Una de las cosas más importantes en una relación es saber cómo ambas personas se sienten en el ámbito sexual, y si una de ellas no se siente bien o no le gusta estar en esa situación con tal persona, la relación no funciona a la perfección. Disculpe la palabra, pero el sexo tiene que ser agradable para ambas personas y en una relación tal hecho es importante considerarlo. ¿Qué sucede si a Nayeon no le gusta su intimidad conmigo, pero ya estamos casadas por ley? Sería una tortura, nuestro cuerpo exige relaciones porque así es una persona, a la mayoría le atrae eso. Y si Nayeon no funciona conmigo en la intimidad, ella buscará a otra persona para tener sexo con quien se sienta realmente bien ¡y eso sería infidelidad!
La mesa queda en silencio, y la misma Jihyo queda con las palabras en su garganta porque no tiene argumento para contradecir ello.
— ¿Eres atea, verdad?.
— Yo creo que...
Nayeon pega una patada en la pierna de Mina por lo bajo y ésta evita soltar un quejido.
— Yo creo en Dios. —mustia adolorida. — Pero tengo opiniones propias con respecto a ello.
— E indirectamente me estás diciendo que te acostaste con mi hija.
— Yo no lo diría así... —murmura, llevando disimuladamente su mano hasta la canilla de su pierna y masajea la misma por el dolor. — Tampoco la he tocado en ese sentido.
— Además me quieres mentir. No me caes bien.
— ¿Qué?. —la mueca de Mina es de real indignación.
— ¿Qué quieres estudiar?. —cambia rápidamente de tema, aunque ni siquiera hace eso. Solo ignora la indignación de la pelinegra.
— Política. —Dios, se siente tan idiota. — Digo, derecho.
— Vas a ser una amante de la política. No me agrada eso, pensé que serías más creativa.
Mina está a un pelo de golpear la mesa para detener las palabras de su suegra, pero se contiene para no cagarla más.
— ¿Con qué planeas mantener a mi bebé?.
— Oiga, no es su bebé. —reprocha con el ceño fruncido.
— Es mi hija, la parí. Obviamente es mi bebé.
— Pero también es mi be... —Mina muerde su labio inferior cuando la punta del pie de Nayeon, vuelve a chocar contra su pierna. — Es mi novia, no tiene dueña.
— Soy su madre, y aún no cumple la mayoría de edad. Está bajo mi cuidado, así que tengo derecho a llamarla mi bebé.
— Oh joder, que estupidez, Nayeon está grande para que la traten de bebé.
— Ay cállate. —dicen tanto Jihyo como Nayeon al mismo tiempo, mirando mal a la de mechas moradas.
— Bueno, como decía. ¿Con qué planeas mantenerla?.
— Yo... —Mina resopla frustrada. — Trabajo de mesera en la cafetería de mis padres y me ofrezco a pasear a los perritos de mis vecinos. Es una buen sueldo el que me dan.
— O sea que vives de tus padres.
— No, de cierta forma soy independiente.
— Pero esa cafetería es de tus padres, entonces te dan dinero de ellos. Además pasear perros es muy sencillo, no me jodas. —bufa sin creerlo.
Mina respira hondo y se tranquiliza, buscando paz en su interior para no saltar a debatir con una persona cuyo nombre depende de su relación con Nayeon. Es su suegra, debe de saber comportarse.
— ¿Por qué te pones joyería en la cara?.
— ¿Disculpe?.
— ¿Cuál es tu razón para colocarte aros en la cara si los aros van en las orejas? ¿Acaso eres vándala?.
— Creo que estás exagerando un poco... —murmura Nayeon.
— No, estoy tomándome todo perfectamente bien. —y vaya que es mentira.
— Solamente es una perforación. —contesta Mina. — Y en la nariz además, no es de mucha gravedad el asunto.
— Para mi si lo es, porque seguramente seas una delincuente en mi mesa comiendo mi comida, preparada por mi hija mayor y sales con mi hija menor. No hay que confiar en nadie.
— Creo que está exagerando un poco... —mustia Mina.
— ¡Yo no soy exagerada!. —exclama, y se delata solita sin que nadie diga algo más.
La pelinegra alza sus manos para fingir inocencia y Jihyo asiente.
— ¿Bebes?.
— No.
— ¿Fumas?.
— Realmente no.
— ¿Te drogas?.
— ¡No!
— Me dijeron que manejas motocicleta. ¿Es verdad?.
Entonces Mina queda atascada en tal pregunta, y mentir solo será alimentar más la inseguridad de Jihyo.
— Eso no lo niego.
— ¿Y traes a una princesa en una motocicleta, todo riesgoso?.
— A ella le gusta. —Jihyo voltea su mirada fuertemente a Nayeon, la cual evita hacer contacto visual.
— ¿Te gusta?.
— Es genial, no puedo negarlo. —se encoge de hombros.
— Yo le doy mi casco para que no le pase nada. —agrega la pelinegra. — Tampoco manejo como si fuese rápido y furioso, y mi motocicleta no es una de carrera. Es pequeña.
— No te creo.
— ¡De verdad lo digo!.
— Mamá, es un amor de persona. Arriesga su vida por la de Nayeon, ya déjate de hacerle tan difícil la entrada a la familia. —opina Jeongyeon, quien por primera vez no se ríe de la situación. — Y si no quieres que Nayeon esté con ella, yo estoy libremente disponible.
— ¡Hey!. —se queja la más bajita de todas.
— No, tampoco dejaría que te metieres con esta chiquilla. —la de mechas moradas hace un puchero.
Luego vuelve su atención hacia Mina, la cual espera todas las preguntas que pueda decirle Jihyo y responderlas sin fingir.
— Entonces... ¿te casarías con mi hija? ¿La amas tanto para casarte con ella?.
— ¿Casarnos?.
— Sí, matrimonio, no se haga pendeja. —la pelinegra piensa su respuesta.
Francamente no cree en el matrimonio.
— Yo... yo no creo en el matrimonio.
— ¿¡O SES QUE NO TE CASARÍAS CON ELLA?!.
— ¡Es que no creo en eso!.
— Nayeon, está niña no te convien...
— ¡Mamá, acompáñame a buscar el postre!. —pide Jeongyeon, levantándose de su silla para dirigirse al lado de su progenitora. — Y aprovechamos de hacer origami con el papel de estúpida que estás haciendo, mamá. Acompáñame. —toma su brazo.
Jihyo gira a mirarla indignada, pero Jeongyeon con todas sus fuerzas la saca de la silla y hace que camine hasta la cocina donde está el postre que la de dos lunares preparó hacía ya unas horas.
— ¡Las estoy vigilando!. —grita desde la cocina.
Dios, que estrés. Y aún quedan algunas horas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro