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🦋ℂ𝕒𝕡𝕚́𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕦𝕟𝕠ᕗ

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🦋ℂ𝕒𝕡𝕚́𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕦𝕟𝕠ᕗ

La muerte, ¿Quién en su sano juicio desea la muerte?. Nadie. Nadie quiere morir de la noche a la mañana a no ser que su vida esté marcada, que sus manos estén llenas de sangre, que sus ojos hayan perdido su verdadero brillo, que guarde un enorme secreto, que odie la simple existencia de una persona de la cual depende en cierta parte. Así me siento yo;atrapada. Atrapada en los brazos de él, en los ojos de ella

Mi vida volvió a su normalidad después de muchos años, los recuerdos ya no me atormentan tanto, mi brillo vuelve a ser el mismo y mi mente sincroniza lo que estoy viviendo actualmente de forma surreal...

Camino por las ruidosas calles de Erea, el país más arraigado a creencias antiguas. Los reyes, reinas, príncipes, carruajes antigüos como trajes incómodos de la época se ven en todo el lugar. Varias familias se han actualizado; han instalado cámaras de seguridad, activado celulares, comprado autos y confeccionado conjuntos adecuados al siglo XXI. Mi Types of jumpsuit Tee color negro enterizo junto a mis Estiletos del mismo color no pasan desapercibidos. Uno que otro chico me chifla mientras las mujeres más ancianas me miran mal, desaprobando mi vestuario. No me interesa, solo camino segura de mi misma hasta ver a lo lejos a mi amiga y recientemente nueva compañera de trabajo.

El futuro Rey, Esteban Seymor, ha requerido mudarse hasta el centro de la ciudad, dejando atrás a su familia en su esplendorosa, y de seguro carísima, casa de verano. No sé como, pero mi amiga, Eva, ha encontrado trabajo para nosotras en el castillo de Erea.

Al llegar junto a ella una sonrisa se forma en sus labios. Está emocionada, se nota en su cara.

—¡Ruby!. Ay Dios, al fin llegas—. Se queja moviendo las manos.

—Lo siento, mi madre me necesitaba.

—Está bien, está bien. Tú solo ándate y busca algún coche para que nos lleve hasta el palacio donde trabajaremos.

—¿No envió el futuro Rey uno?.— pregunto algo ofendida. Se supone que el interesado en todo esto es él, porque de mi parte solo tengo un gran vacío en lo que antes estaba la emoción de mi trabajo.

—No, según me dijeron está ocupado.

—Pues bien, me marcho entonces—. Emprendo mi caminata decidida a regresar a mi acojedora cobija en mi casa, pero las palabras de Eva me detienen.

—¿Quieres volver a encerrarte, Ruby? ¿A esperar por un milagro para curar a tu madre? ¿A que él aparezca y te devuleva lo que es tuyo?—reclama enojada, y sé que tiene razón, pero me niego a aceptarlo—.Sigue afuera, sigue libre. Él con su vida de mafioso de mierda y tu con la tuya volviendo a ser la misma Ruby, que brillaba cual diamante haciendo alucion a su nombre.

Las palabras queman cuando tu mente quiere desaparecer la verdad. Lo estaba logrando, estaba superando mis miedos, volviendo a reir, a respirar en paz. Así que no debo volver a retroceder un paso, ella no se lo merece;mi principal pilar para volver a iniciar mi vida, entre eso estaba continuar con mi trabajo.

Suspiro antes de voltearme a mirar sus ojos azulados y sonreir de forma forzada. Convenciendome que todo está bien.

—Vamos—. Toma mi mano y me arrastra con ella hasta un caruaje el cual detiene y le da la dirección del famoso castillo.

—¿Cómo crees que será la casa? ¿Estará ya el futuro Rey? ¿Será tan bondadoso como su padre?. ¡Ah! Estoy emocionada—chilla a mi lado conteniendo una posible exploción de alegría.

El Rey Dirck es un gran hombre, luego de lo que me sucedió en el pasado aceptó que tomara un año alejada de todo y me concentrada en mi, en sanar mi mente y mi cuerpo. Pero, su hijo, Esteban, es un incierto. No me interesa su precencia, trabajo para él mas no con él.

—Ru, trabajaremos juntas.¿Te das cuenta?— vuleve a entusiasmarce mientras yo mentalmente me hago una idea de como será todo esto.

—No me emociona volver a trabajar, te lo dije muchas veces. ¿Por qué te empeñastes en conseguir esto?.

—Lo necesitas, necesitas salir, olvidarte de él y de lo que vivistes. Ahora, déjate de lloriqueo y dime si estoy bien.

Analizo su atuendo; al parecer prefirió vestir a la vieja escuela y lleva uno de esos incómodos vestidos con aros, telas de gaza y múltiples capas. No puedo negar que son hermosos, en especial este. Es uno color vino con flores en blanco y un escote recatado pero que sin lugar a duda se ajusta perfectamente a sus pechos. Las pecas se notan aún más ante la luz del día y su cabello rubio lacio con el juego de pestañas largas y ojos azules hipnotisarían a cualquiera.

—¿Me pasas el números del Dios que te creó? Estás hermosísima—. La elogio finalmente, haciéndola soltar una sonora carcajada.

—Me gusta la Ruby llena de chistes malos.

—Y a mi la Eva callada y serena.

—Esa no existe.

—Lástima—. Me encojo de hombros observando la gran mansión que se cierne sobre nosotros.

La emoción de Eva no se hace esperar y yo por mi parte no dudo en parpadear ante el inmenso palacio que captan mis ojos.

Desde afuera se ve un hermoso jardín lleno de una amplia gama de colores proveniente de las flores sembrados en ellos, una fuente en forma de ángel deja caer una hermosa agua cristalina y las paredes de piedras antiguas complementan el lugar. Uno que otro adorno con pequeños toques de oro adornan toda la ambientación del palacio. Bajamos del caruaje mientras vemos a unas veinte personas subir y bajar cajas de un lugar a otro. Entre ellos se encuentran mayormente hombres altos y de tez morena, una que otra jóven con delantales y al final muy serca de la puerta una anciana con esos famosos vestidos anchos y con millones de capaz.

—Eva, este lugar es impresionante—comento ante la emoción del gran castillo.

—¿A que sí? ¿No soy la mejor, Ruby?.

—Claro que si, cachetitos— Le agradezco tomando sus grandes cachetes entre mis manos y masajeandolos haciendo que se enoje. Empuja mis manos de sus cachetes y sonrío al ver el rubor en estos—.¿Cómo es posible que hayas conseguido semejante trabajo?. Sabes que mi profesión no se requiere con tanta urgencia en el palacio o en ningún lugar.

—Felicítame amiga, soy la mejor, lo dije—.Se encoje de hombros.

—Es en serio, Eva.

—Bien, bien. Pues digamos que un amigo me debía un favor y me lo cumplió. Se llama Máximo, es uno de los guardias reales que reclutó el principe y comentó que necesitaba de una chica dispuesta a entregar, firmar, registrar, recibir y todo eso que haces con las cartas enviadas para negocios. No tengo idea de cómo o por qué, pero a Esteban le interesa una chica como tú.

—Señorita, no se tome tan a la ligera llamar al príncipe Seymor por su nombre—regaña un guardia detrás de Eva. Las dos nos giramos hasta el hombre bastante joven que porta un uniforme rojo con pequeños detalles dorados y lleno de medallas.

—Lo lamento, señor. No era mi intención faltarle el respeto al príncipe Seymor—se disculpa Eva.

—Tranquila. Veo entonces que son nuevas en este mundo, así como también nuevas empeladas, podrían desirme sus nombres por favor.

—Eva Hear y Ruby Hasay—. Nos presenta amablemente mi amiga, ella tiene mejor manejo para hablar con personas debido a su puesto.

—Bien, empleos.

—Resepcionista y el nuevo puesto exsijido por el futuro rey Seymor.

—Ah si, tu debes ser la chica que atenderá los correos y mensajes importantes. Sabes,como cartera—habla refiriéndose a mi.

—No lo llamaría asi—. Me quejo ante las facilidad con la que se refiere a mi trabajo, casi ofendiendome.

—Secretaria, ¿entonces?.

—No tengo nada que ver con los asuntos administrativos o del reino del futuro Rey, solo me interesan las cartas que resive. Las administro, veo las importantes, le informo de ellas y creo sus sellos, además de ponerlos— Hago una pausa pensando en toda esta escena—.Esto es ridículo, ni siquiera un simple guardia sabe que existe un puesto como el mío, paso desapercibida para la sociedad. Y a decir verdad, ¿Acaso no puede el Rey Seymor estampar  un sello en un correo?.Esto es inútil, me voy—. Intento retirarme pero la voz y mano de ese guardia me interumpe la huida.

—No se tome tan a la lijera el trabajo del Rey, señorita Hasay. Debe gobernar todo un reino, cumplir con los requisitos de ser un monarca y además resolver los problemas de gobernantes anteriores. Sería una falta de respeto si habla así del príncipe Seymor.

—No lo conozco, así que no tengo porque deberle respeto—. Me defiendo un tanto enojada. Pensé que esto sería un día tranquilo, que nada pasaría de más, pero este guardia me impidió eso.

—Ruby, por favor, deja el tema de lado—Me pide Eva, sabiendo como es mi carácter—.Y tú—Apunta al guardia—, llevanos hasta nuestros puestos o dónde sea que debemos ir.

El guardia suspira mientras nos adentramos por la parte trasera en el gran castillo. No me sorprende lo inmenso del lugar ni la cantidad de belleza que abunda, sino la elegancia con la que está siendo decorada. No exajera en oro, solo tiene al igual que el frente pequeños detalles.

Llegamos hasta la cocina donde el guardia nos informa que debemos esperar a los restantes empleados. Todo el lugar está ajetreado de personas de aquí para allá.

—¿Que pasa? ¿Por que hay tanta gente?—pregunto de un momento a otro. Todo este ruido y caos me inquieta.

—Estan organizando toda la casa. Ya sabes;colocando muebles, trayendo la ropa del futuro Rey, recibiendo los nuevos empleados, volviendo el lugar habitable, lo normal—. Eva se encoge de hombros paseando la mirada por toda la cocina.

El estómago me ruge ya que el desespero de esta mañana no me dió momento para comer nada, así que decido, y atenta a todos mis pasos, acercarme a una de las jóvenes y pedirle aunque sea una manzana.

—Señorita, ¿Podría hacerle una pregunta?—llamo a una de las empeladas, es baja y de cabellos rojos.

—Claro, ¿que desea?.

—Es que esta mañana con el apuro no he podido desayunar nada. Si me haría el favor de al menos acercarme una manzana se lo agradecería demaciado.

—Lo siento señorita...

—Hasay, Ruby Hasay—. Estiro mi mano hacia ella la cual aprieta en un saludo cálido.

—Bien Señorita Hasay, por mi no hay problema, es solo que el príncipe Seymor es alérgico a algunas cosas que estamos eliminando de la despensa y si usted se pone a inmiscuir en ellas podría mezclar todo. Lo siento.

—Entiendo, pero si me permite solo tomaré una simple manzana de la nevera, se lo prometo—. Intento combenserla haciendo mis mejores ojos de ángeles.

—Bien—Se rinde—. Al otro lado de la cocina hay dos grandes neveras, solo tome una de las manzanas y por favor deje todo como está.

Sonrío ante la peliroja y camino hasta el otro lado de la cocina rodeando una inmensa isla. Frente a esta se encuentra una sala, aunque no se bien para que será. La estructura de este lugar es bien rara.

Llego hasta la nevera tomando una de las manzanas para luego ir a los estantes pelando la fruta y buscando lo que necesito;Sal. Mi madre me enseñó a añadir esta sustancia a casi todas las frutas. En el proceso vierto sin querer uno de los condimentos sobre la tarta de uvas de la mesa pero hago caso omiso de esta, ya que reposa sin ser siquiera reparada por nadie y yo no soy la excepción. Regreso al otro lado de la cocina cuando acabo la manzana y los ojos de Eva se ven perdidos en la nada.
Chasqueo mis dedos delante de su rostro trayendola a la realidad.

—Eva, hey.

—¡Ruby!¿Donde andabas?.

—Donde andabas tú, yo simplemente fuí a comer una fruta. La que parece perdida es otra.

—¡Ah, si!—Se rasca un poco la cabeza, nerviosa—, es que acabo de ver pasar a Máximo, te comenté de él ¿No?.

—Si—Recuerdo que me dijo que le debía un favor y el fue quién nos ayudó a conseguir este trabajo—.¿Que pasó?.

—Es solo que...—Se lo piensa un momento para luego suspirar—. Nada, locuras mías.

—Venga, Eva. Cuéntame que te pasa.

—Es que estoy...

—¡Señorita Hasay, señorita Hear, acompañenos!—bosifera el mismo guardia de hace unos minutos hasta nosotras. Eva suspira sumida en su problema y yo pozo mi mano en la parte baja de su espalda dándole ánimo.

Nos acercamos hasta la mesa que se encuentra ya fuera de la cocina. Al parecer es donde el príncipe realiza sus reuniones urgentes, solo pasando un gran arco de madera y llegamos al lugar, el cual si seguimos a su izquierda encontramos el salón que vi anteriormente y a la derecha otra pequeña sala que da diercto a la puerta principal. En verdad es rara la estructura del castillo.

Eva y yo tomamos lugar en la mesa de aproximadamente treinta(30) acientos que solo es llenado por menos de veinte (20) personas. Entre ellos uno que otros guardias y muchas mucamas jóvenes. Así como una vieja con aire de estricta.

—¿Ahora me puedes contar lo que sucede con Máximos?—le susurro a Eva llegando a la mesa.

—N-no creo que sea buena idea. Digo,y-yo...—. Una lágrima se le escapa y entonces me preocupo.

—¿Que te hizo ese idiota Eva? ¿¡Si te hizo algo malo te juro que lo mato?!—. Subo un poco el tono de voz atrayendo la atención de casi todos los presentes.

—Señoritas, por favor no me hagan volver a regañarlas. El príncipe Seymor estará presenté dentro de unos segúndo. Limitanse a levantarse, hacer una reverencia y asentir ante todo lo que se les diga—ordena el mismo guardia de la otra vez. El Don moleston que siempre me quiere joder la vida.

—Cual marioneta—semi murmuro pero haciendo que él escuche y me mire casi comiéndome con los ojos.

De pronto los presentes a mi lado se levantan de la mesa haciendo yo lo mismo y entonces de una inmensa puerta de fino marmol y escudo tallado en oro entra la imponente figura del príncipe Esteban Seymor.

Todos hacemos una reverencia la cual solo dejo que dure unos segundos antes de posar mi mirada en el joven de metro setenta y dos aproximadamente, cabellos negros brillantes y ojos grises. Una lijera barba le da ese toque elegante juntos a su traje completamente negro y capa de igual color pero con bordados dorados. Para toda Erea, el dorado representa el dinero, poder y respeto. Y él tiene el de todo el reino a sus pies.

Nos sentamos nuevamente en las sillas mientras se adentra y se sienta en la cabeza de la mesa. Su aura es de grandeza, y no solo por el puesto, sino por todo su porte. No puedo negar que atrae con tan solo mirarlo, pero también te aleja ante esa mirada cargada de un “aborresco cualquier persona excpeto a mi mismo o la realeza”.

Con él va también un señor bastante mayor el cual creo es su concejero.

—Buenos días para todos—saluda el concejero pero en cambio el príncipe chasquea la lengua, aburrido.

—No vine aquí a normalizar negocios importantes, así que no esperen un Esteban amable. Simplemente me gusta que todo se haga bien, y quien mejor para resolver eso que yo—comienza con ínfulas de grandesa; ridículo y mediocre, pero también esperado—.Leran, los documentos.

El Don moleston aciente buscando los documentos y entregándoselos antes de repasar toda la mesa con la mirada y volver a su puesto, una sonrisa burlona se posa en mis labios al saber su apellido.

—Señorita Veila—.Llama Seymor.

—Veifha, príncipe. Me llamo Veisy Veifha.

—Muy original—Se burla el príncipe—. Pero en fin, según estos documentos tiene un amplio repertorio de cuidados en orfanatos para niños. Luego dejó el puesto y se dedicó a mucama en otro amplio repertorio de casas. ¿A que se debe?.

—Bueno, señor, el pago en esos olfanatos no era suficiente para manter a mi madre y a mi, así que tuve que dejarlo.

—¿Después de pasar por casi toda la ciudad? ¿Acaso pretendía hacer una recolección o eran metas a cumplir?.

—No señor, era simple necesidad—. La chica posa su mirada en el príncipe el cual inmediatamente aparta la vista.

—Principe Seymor para ti, señorita Veifha. Y no me mire más a los ojos.
La chica tímidamente lleva su vista hasta la mesa, ruborizada.

—No es apta para el puesto, Leran. Llevatela—. Hace un ademán con la mano despreocupado para que se lleve a la chica.

—¡Príncipe, por favor, escucheme. Necesito este trabajo, tengo buenas recomendaciones. Por favor.!—suplica ella,y en serio me aflige verla así. Pero perctándome del carácter del príncipe, mejor me mantengo en silencio.

El Don molestón la toma de los hombros obligandola a salir casi como súplica mientras esta despotrica en llanto. Todos los presentes se miran entre si ya que nadie se esperaba pasar por este “examen”.

—¡Eva Hear!—bosifera Seymor claramente enojado.

—Soy yo, príncipe Seymor—. Levanta finalmente la cabeza mi amiga y en su voz veo lo afligida que está.

—¿Acaso está usted llorando o algo por el estilo? Porque no admito débiles que se dejen llevar por sus emciones a mi alrededor.

—Para nada, príncipe. Que esté pasando por un mal día no quiere decir que afecte mi trabajo.

El principe lee rápidamente la información de Eva sin ningún signo de emoción en su rostro.

—Veo que trae buenas recomendaciones en sus documentos, dentro de ellas las del Rey de Aglourr. Creo que hará bien su trabajo,está usted aceptada señorita Hear.

—Gracias—. Es lo único que comenta mi amiga bajando nuevamente la mirada.

Me resulta inquietante el que con la simple recomendación de Aglourr ya tenga su trabajo, pero me alegro por ella así que olvido ese pequeño detalle.

—Felicidades—. Le susurro para animarla pero es inútil.

Seymor llama a otra chica la cual entrevista igual de crudo y sertero en lo que un par de tacones resuenan en la sala.

—¡Esteban mío!—bosifera la anciana que vi cuando bajé del carruaje hace unas horas. Las canas sobresalen del peinado que lleva y las arrugas son notorias.

—Abuela Aidé—saluda educado y sin un apice de emoción en su voz.

—¿A que se debe tan poca muetras de afecto, nieto?.

—Estoy trabajando abuela, si por favor me dejaras seguir, te prometo que mañana mismo te compenzo todo.

—De eso nada—Niega con la cabeza—. Catia, hacerca la tarta que le mandé a hacer a mi nieto favorito para su llegada—ordena la anciana.

La joven, la misma que me dejó tomar la manzana que ahora se que se llama Catia, busca la famosa tarta de uvas que vi en la cocina. No me detengo a reparar lo que sucede a mi alrededor, simplemente trato de levantarle el ánimo a una Eva callada y dolida, ¿Por qué? No lo sé.

—Eva, hey. Por favor, levanta el ánimo. ¡Tienes trabajo!—. Le levanto la cara tomando su mentón para que me mire a los ojos y sonríe apenada por no se que.

—Lo sé, Ru. Pero eso no compensa lo que siento ahora.

—¿Y que es eso que te afligue?.

—Maximo.

—¿Que con...—. No logro terminar ya que una gritería avismal llena el ambiente.

Siento las puertas abrirse dejando pasar a un Leran alarmado con el ambiente. Mis ojos captan porque el alboroto: el príncipe Seymor se encuentra completamente colorado y no de enojo. Todos los presentes miran atónicos la escena mientras la abuela y la empleada intentan bajar la hinchazón.

—¡Catia! ¡¿Que le pusistes al patel?!—le reclama Aidé.

—Nada señora Seymor, lo juro—intenta explicar Catia ante el inevitable enojo de Aidé. Y entonces recuerdo que de seguro soy yo la causante de semejante alergia del príncipe.

—Señora Aidé Seymor, señorita Catia, príncipe Seymor—Los llamo a todos que rápidamente se voltean a verme, mientras me levanto y hago una corta reverencia—.No tengo idea que sustancia fue, pero estoy segura que cuando vertí sin darme cuenta aquel pote en la tarta no era mi intención.

—¿Que dices, niña?—discrepa Aidé.

—Lo siento príncipe, no era mi intención, pero en un momento de la mañana Catia me dejó entrar a la cocina para buscar algunas manzanas. Ella me advirtió que usted era alérgico a muchas sustancias, solo que no presenté atención a aquel frasco con no se qué y mucho menos al pastel.

—¡¿Me estas diciendo que tu eres la causante de semejante alérgia?!—bosifera el príncipe claramente enojado.

Bajo mi cabeza apenada por lo que causé intentando disculparme—Lo siento.

—¡Eres una incompetente! ¡Sal ya mismo de mi vista! ¡Ni siquiera veré tu puesto, no serás aceptada y punto!.

La sangre me hierve ante sus palabras. Se que hice mal, pero eso no quiere decir que deba rebajarme a tal nivel de echarme del castillo como si no valiera nada. Así que dispuesta a no dejarme pisotear por más nadie en mi vida, y menos por él, levanto mi vista hasta posarla en sus hinchados pero igualmente electrificantes ojos grises.

—No—sentencio levantando un poco el tono de voz—. Que haya cometido aquel pequeño error no quiere decir que sea incompetente en mi trabajo.

—¿Te estás escuchando? La culpable de que este así eres tú—Se apunta la cara la cual a tomado un color sumamente rojo, con ojos hinchados y varias ronchas en su piel—.No te quiero ver más aquí. ¡Largo!.

—Ru, mejor retirate, por favor—me pide mi amiga, preocupada.

Pero no lo haré, no me iré después de que me trataran como basura. Camino decidida a su puesto. Se encuentra parado junto a su abuela y detrás una Catia sumamente avergonzada y un Leran en guardia.

—No soy basurra que se desecha príncipe Seymor—Le acuso sosteniendo la mirada—.Puede desirme lo que desee porque lo merezco, si fue mi error. Pero no permitiré que me humille a tal grado de botarme de su recidencia. Además, mi puesto no será ocupado tan fácilmente.

—¿Cuál es su puesto?—pregunta con la cabeza en alto y conteniendo el enojo.

—Como muchos decían por ahí, cartera—respondo haciendo alucion al nombre decignado por Leran—.Pero se perfectamente que mi puesto no solo trata de ello. Yo soy la encargada de mantener  al tanto de los negocios, fiestas, trabajos, incluso deudas que usted no tiene tiempo de leer. Pero si desea que me retire, lo haré.
Intento retirarme pero la voz de su abuela Aidé me interrumpe.

—¿Señorita...

—Ruby Hasay.

—Señorita Hasay, permítame una disculpa ante la escena que acaba de presenciar. Acompañeme, por favor—. Me pide amablemente y dudo, pero termino sediento.

—¿Que harás abuela?—pregunta el príncipe bajando un poco el tono de enojo.

—Intercambiare palabras con la chica. Solo eso.

—Abuela...—comienza con un tono de advertencia.

—No. Yo se lo que debo o no decir—Me sonríe antes de continuar con la caminata—.Vamos.

La abuela Aidé me lleva hasta el jardín trasero dónde nos espera una pequeña edificación con techos rústico y decoraciones hermosas; distintas flores muy coloridas, farolas igual de deslumbrantes y una pequeña mesa repleta de tazas y platos de plata. No me sorprendo ante tan majestuoso ambiente, son reyes, deben tener sus privilegios.

—Señorita Hasay, permítame disculparme ante el comportamiento de mi nieto. El reino está pasando por momentos muy difíciles—comenta una vez llegamos a la construcción y me sirve algo de té, el cual rechazo.

—La entiendo perfectamente señora Seymor y me disculpo ante lo causado.

—Tranquila. Además, no vinimos a eso—informa e inmediatamente mi ceño se frunce.

—¿Entonces a qué?.

Ella toma una de las tasas y lleva a sus labios el extraño té para luego posar su mirada fría, pero a la vez con esa preocupación tan presente en los abuelos.

—Pues verás, como te comenté al principio de la conversación el príncipe Esteban está pasando por malos momentos en su vida—informa—. No en su vida personal, sino en su puesto como monarca.

—Es un Rey,¿acaso no debe pasar por momentos desisorios e importante constantemente?—pregunto irónica ante su afirmación.

—Claro Señorita Hasay, y también veo que usted es una jóven de poca paciencia, desidida y con un carácter fuerte. Justo la chica que necesitamos.

—Todo ese carácter me lo ha forjado la vida, señora—confieso todavía recordando ese inolvidable año—.No obstante,¿A que se refiere con “chica que necesitamos”?.

—Antes de pasar a ese tema, me gustaría que firmara su contrato de trabajo—. La mayor de los Seymor hace una ademán con la mano haciendo que una de las sirvientas traiga consigo algunos documentos y una pluma.

—No firmaré un contrato sin saber a qué seré sometida—sentencio al ver como me ofrece los documentos.

—Y no esperaba menos de ti. Sin embargo, la información que le daré más adelante requiere de un compromiso mayor. No podemos correr tal riesgo.

Me inclino en la silla posando mis codos sobre la mesa atenta a cada palabra.

—Señora Seymor, soy una joven comprometida con la corona, o de lo contrario no estaría aquí. Pero eso no quiere decir que me entregaré ciegamente a un secreto de la familia real cual presa a su cazador.

Se lo piensa un momento.

—Bien—se rinde—. Verá señorita Hasay, su puesto es uno de los más importantes para la corona. Se nos está informando de uno que otro alzamiento contra nuestra monarquía y leyes, impulsado por asuntos internos que no serán revelados por ahora, y usted no solo será la encargada de manejar las cartas de invitaciones a fiesta, reuniones, negocios o finanzas, sino también toda esta información importante para el príncipe—explica como toda una experta en el tema y debo decir que los años si que hacen la práctica. Sus palabras solo vuelven más interesante esta conversación, no puedo negar que el dulce sabor de lo peligroso desea ser sasiado, pero justamente ahora y después de mi experiencia se que ese sabor no se degusta bien.

—Entiendo, pero aún me queda una duda—. Me vuelvo a sentar firme en el aciento, observando sus ojos negros inundados de pericia.

—Las que pueda responder para usted, será un placer siempre y cuando comprenda la gravedad de este asunto.

—¿Por qué mi puesto no tiene el nombre que lleva?. Más hayá de ese problema interno el cual todavía es un misterio para mi, el pueblo debe tener conocimiento de qué seré una simple “cartera” para el príncipe. Tanto misterio solo atraería a los curiosos—cuestiono tratando de unir toda la información dada.

—Al contrario, Señorita Hasay. Por ahora usted es una simple empleada más. Pero una vez sea contratada, el mundo y en especial el reino se olvidará de usted. Solo tendrá presente su persona los familiares más cercanos. Espero y se comprometa en ello—informa, acercando el contrato a mi—. Una vez firme, se irá junto al príncipe,su concejero, varios guardas y doncellas a la pequeña mansión en las afuera de la capital y serca de Imson, desde donde resivira la información de primera mano. Solo estará algunas semanas, luego volverá al palacio y seguirá con sus labores normales hasta que tengamos nueva información. Los viajes serán de imprevisto, así que le sujerimos tenga todo listo.

—¿Debo estar con el príncipe permanentemente?. Porque como vió, su nieto no tuvo una muy buena impresión de mi—pregunto dudando si aceptar sea la mejor opción.

—Lo he notado, y debo decir que mi nieto es igual o con más caracter que usted. Pero no se deje intimidar—. Me aconseja tratando de suavizar el ambiente, o mis pensamientos de cuantas cosas malas pasan por mi mente sobre el príncipe—. Con respecto a su pregunta, usted tendrá una oficina amplia donde también se encuentra la de Esteban. Pero tranquila, es un príncipe, casi nunca estará allí. Además, su labor es recibir las cartas de él, no ser su secretaria, ese puesto siquiera existe para Esteban.

Me lo pienso un poco varios minutos. Los asuntos internos de los reyes de seguro solo tienen que ver con riquezas, islas robadas, guerras de civiles o alguna disputa política. Eso es un punto a mi favor. El tener que simplemente manejar esas cartas no me asusta. Estoy segura el pago será bueno, y, soportar al príncipe un requisito extra. Los viajes son mi problema ya que mi madre necesita de mi. Pero como mismo ellos me exigieron, yo lo haré.

Además, vine  aquí a conseguir trabajo y eso haré.

Sonrío a la anciana frente a mi mientras tomo el bolígrafo. Leo por encima el contrato para después dejar grabada mi firma en la hoja.

—Exelente señorita Hasay, una gran elección.

Las dos nos paramos estrechando nuestras manos mientra nos adentramos nuevamente al palacio.

—A partir de mañana a las 6:30 AM usted queda bajo el mando de mi nieto. Todo lo que necesite, le incomode o preocupe, déjaselo saber.

Eso parece fácil. Pero, al volver a colocar mi vista en los electrificantes, y ahora enojados, ojos grises del príncipe el miedo me recorre todo el cuerpo.
Este período de tiempo será más difícil de lo que pensé. Solo espero y el famoso problema interno no sea otra piedra en mi camino.

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