Capítulo 1. Berlín
POV Narrador.
Londres, Inglaterra, 7 de enero, 2019.
Mycroft abrió los ojos al escuchar la alarma perfectamente cronometrada, se levantó de la cama con un suspiro profundo, alistó su ropa que estaba pulcramente planchada, caminó un poco por la amplia habitación para luego entrar a la ducha que tenía cerámica de color blanco, se quitó su pijama y la dejo doblada sobre la tasa del baño.
Abrió la ducha, dejando que el agua corriera por su cuerpo, el olor de los diferentes jabones que usaba, llenaron el lugar, había una tina que usaba por las noches después de un día cansado de trabajo. Salió para ponerse una bata de baño de color azul.
Luego de haberse cambiado bajo a su comedor, por las pulidas escaleras de color caoba, que tenían pequeños detalles de madera más oscura. La mucama sirvió en silencio el desayuno frente a Mycroft justo antes de que el terminara de sentarse en la silla principal de la amplia mesa, con forma rectangular. Varias ventanas dejaban entrar la luz del sol a la habitación logrando que el gobierno británico con tranquilidad pudiera leer su periódico matutino justo después de terminar de comer y tomar su té.
Quince minutos después él ya estaba arriba de su automóvil, siendo llevado hacia su oficina. Las reuniones eran lo que más le quitaban tiempo, pero donde más poder sentía, sus palabras eran irrefutables, miraba a la gente caminar por las aceras, el verano era una época del año que le traía recuerdos de su niñez, un año después de que hubiesen enfrentado a Eurus, los viajes de Sherlock a Sherrinford eran constantes, respiró con tranquilidad, sentía que era una parte de su vida y la de sus hermanos que había recuperado el control.
-Pasaremos por Baker Street – Ordenó a su chofer que sin decir ni una sola palabra, giró por las calles de Londres para ir al destino número uno.
No paso mucho tiempo para que Iceman llegará enfrente de la casa de su hermano menor, rodó los ojos al ver como estaba la hebilla de la puerta, la arregló para dejarla recta y según él presentable. No tocó el timbre, simplemente rodó el pomo y pasó.
La Sra. Hudson venía bajando las escaleras con una sonrisa tranquila, que desapareció justo al verlo, él levantó una ceja y fingió una sonrisa cortés.
-Buenos días Mycroft – Dijo la casera con los ojos puestos en su paraguas – tu hermano está arriba.
-Gracias Sra. Hudson, creo que era algo obvio para mencionar – Quitó su sonrisa mientras miraba hacia abajo a la señora – ahora si me disculpa, subiré para ver a mi hermano.
-Ni siquiera sé cómo es que son hermanos – Dijo haciendo que Mycroft frunciera su ceño levemente, mientras ella desaparecía hasta su habitación.
Los pasos de Mycroft fueron tranquilos por las escaleras hasta llegar a la sala de estar, donde su hermano estaba sentado en su sofá, leyendo el periódico.
-Si te preguntas qué hago despierto tan temprano – Menciono Sherlock mientras alzaba sus ojos verdes por la luz, justo cuando Mycroft se sentó en el sofá de enfrente – Rosie vendrá a quedarse hoy.
-Lo sé, no sueles tener preparados los juegos de mesa sobre el estante para mis visitas matutinas hermanito – Sherlock lo observó, sonrió de lado.
-¿Quieres jugar operando? – El mayor de los Holmes levantó una ceja, rodó los ojos para luego fijar su vista en su hermano menor.
-Tráelo, no tengo mucho tiempo – Sherlock sonrió mientras se levantaba de un salto.
***
Luego de haber jugado un rato más con Sherlock, se puso en marcha hacia su oficina, revisó su reloj, iba a llegar con 10 minutos de anticipación. La puntualidad era sumamente importante en el trabajo de Mycroft. Camino por los pasillos del parlamento, la reunión era en una de las alas exteriores, que él conocía bien, la mayoría de las reuniones con extranjeros se daba en esa habitación que era cortesía de la sala de los comunes.
Fue el primero en entrar a la habitación, una mesa de forma ovalada con sillas ejecutivas los esperaban. Anthea apareció llamando la atención de Mycroft, le entrego su abrigo junto a su paraguas.
-La reunión comenzara en 10 minutos, señor – El pelirrojo asintió.
-¿Tienes listos los papeles? – Ella asintió.
-Solo hay uno que el cónsul no quiso firmar, señor – Mycroft frunció el ceño – pensé que lo mejor era dejarlo a su criterio.
-Cuál tratado es – Preguntó.
-Es el de Berlín – Mycroft cambió su rostro por completo, sus labios formaron una línea muy fina – no quiso ni tocarlo, me dijo que él no iba a meter manos por Alemania.
-¿Qué se cree? – Iceman tragó grueso – Ahora debo evitar una guerra fría, sin ceder una parte ¿Cuánto falta para la reunión?
-6 minutos – Las largas piernas del Gobierno Británico se movieron fuera de la habitación con un poco de rapidez, camino aproximadamente 4 metros, sintiendo como su cuerpo hacía esfuerzo de más.
-Entró a la oficina sin tocar a la puerta – Se supone que ibas a firmar – Comentó observando al hombre de cabello cano, con ojos cafés y una piel blanca mientras revisaba unos libros – sabes que debemos ceder parte de esos beneficios para obtener uno más grande.
-Tengo órdenes del primer ministro, Mycroft – Él rostro de Mycroft se mantuvo quieto – me pidió que no firmara ese papel.
-¿Cuándo te lo pidió? – El hombre agachó la mirada – ese tratado ha estado hecho desde hace dos semanas, con la reunión que tuvimos todo se había aclarado, aún el lunes hablé con el primer ministro y me menciono a Berlín – Mycroft entrecerró sus ojos – ahora es jueves, lo que significa que en tres días nuestro primer ministro cambió drásticamente de opinión... Qué hiciste para qué cambiara de opinión, Carl – Carl tragó grueso.
-Le mostré la cantidad de ingresos que perderíamos debido a esa estúpida idea tuya – Renegó – Mycroft es una locura, ceder nuestras ganancias del puerto para que ellos tengan una mejora en su calidad de vida, por un estúpido tratado.
-Te recuerdo Carl, que en nuestra posición estamos más aventajadas, y nos conviene más la paz que tener un estúpido puerto – Entonces Iceman sonrió – se me olvidaba que eran tus ingresos, porque tienes acciones en ese puerto.
Los ojos cafés del cónsul temblaron levemente.
-Escúchame estulto – La voz de Mycroft se volvió gélida – ahora irás donde el primer ministro, cambiaras su parecer, y firmarás ese tratado... O me encargaré personalmente de que cada una de tus inversiones desaparezca – Los ojos del mayor de los Holmes se habían vuelto gélidos - ¿Entendido? Tienes hasta 10 minutos antes que termine la reunión.
Carl asintió.
Mycroft regresó a la habitación con el rostro serio, Anthea ya se había ido dejándolo solo para esperar a los diferentes intermediarios de las naciones invitadas. Se quedó parado observando las ventanas admirando su querido paisaje inglés.
Los funcionarios entraron con normalidad, sintiéndose en casa con la presencia del mayor de los Holmes. Su rostro era reconocido desde que era joven, en parte agradecía al tío Rudy por llevarlo con él a cada una de las reuniones del gobierno.
Después de saludarse como el protocolo lo demandaba, todos se sentaron, esperando que Holmes comenzará la reunión.
-Buenos días – Dijo iniciando la reunión – gracias por venir, ahora todos están sabedores a lo que han venido – Todos lo observaron, hasta que él se fijó que no había un representante de Alemania, frunció su ceño – Discúlpenme un momento – Susurró, mientras salía de la habitación.
-Anthea estaba caminando en su dirección – Señor, venía a informarle que el cónsul alemán no se presentará – El pelirrojo la observó – acaban de avisarme – Mycroft frunció sus labios.
-¿No es tu deber acaso confirmar la asistencia de todos? ¿Dos días antes? – Anthea lo observó.
-Tú relación con Carl está afectando mi trabajo – Ella abrió sus ojos de par en par – no hagas esa cara, en serio creíste que ibas a ocultármelo – La castaña tragó grueso – después hablaremos.
***
La reunión había corrido con normalidad, a pesar de la molestia que Mycroft sentía dentro de él. Carl había cometido dos estupideces en un solo día y la precisión se estaba yendo al carajo. Cuando todos se despidieron, el rostro del Gobierno Británico se puso serio.
Salió de la habitación con un rostro gélido, además de un paso firme, dirigiéndose hasta afuera del parlamento donde un auto lo esperaba.
No se tardaron mucho tiempo en dejar a Iceman en el edificio imponente para todos los demás, sin embargo, para Mycroft era como una segunda casa. Los pasos de Mycroft sonaban diferentes, todos se apartaron al verlo pasar, pidió el ascensor, las personas que iban dentro se salieron de él. Al llegar al piso subterráneo, camino por el pasillo de color gris, deteniéndose en una puerta a unos 6 metros de su oficina.
Entró sin tocar la puerta, encontrándose una Anthea completamente sumisa. Ordenando su escritorio.
-Estás despedida – Dijo con la voz profunda.
-Qué – Preguntó por inercia.
-Estoy seguro que Carl querrá darte empleo, además Heather – Él vio como movía sus labios para intentar hablar – Llévate tus cosas... No quiero nada en la oficina para dentro de una hora.
Dicho eso salió de la habitación y llegar a su oficina. Cerró la puerta con molestia, desabrochó su saco y se sentó en su silla de cuero.
-Ahora tendré que llamar a Alemania para evitar un mal entendido – Rodó los ojos – los seres humanos son tan ineptos – Sacó su agenda, un cuadernito color rojo de pasta dura, para luego anotar la llamada a la embajada – Ahora – dijo mirando a la pared y frunciendo su ceño – necesito una secretaria...
***
Berlín, Alemania, enero 8, 2019.
-¡220 SENTADILLAS PRINCESAS! – Gritó un hombre alto con postura perfecta, no tenía cabello, y unos ojos gélidos miraban a todos los reclutas – Háganlo por su patria, malditas sabandijas.
Ellos bajaban y subían con naturalidad, todos los días era la misma rutina, no había ningún trato diferente, ni por el cargo, ni por la sangre... Todos eran uno, y uno eran todos. Unos hombres de traje abrieron las puertas del salón de entrenamiento, todos se detuvieron al mismo momento, nadie hizo ruido, todos firmes mirando hacia el frente.
-¿Estos son los reclutas? – Uno de los hombres preguntó, al sargento que vestía con una camisa negra y un pantalón militar.
-Sí, señor – Contestó, seguro.
-¿Hay agentes aquí? – Él volvió a asentir.
-Sí, señor – Los observo – de 20 personas, tengo 6 espías – El hombre que había preguntado primero los miró.
-Un paso al frente los que son espías – Los 6 en un solo paso, se adelantaron de la fila – Necesito solamente a las chicas, acompáñenme – Las dos chicas esperaron a que el hombre caminara para seguirlo. No se miraban, ni siquiera se hablaban.
El pasillo era de color blanco, algunas líneas negras daban la sensación de que el lugar era más angosto. Los pasos sonaban como una marcha, las dos chicas miraban al frente hasta que llegaron a una puerta que estaba ubicada al lado derecho del pasillo.
Al entrar se encontraron con una habitación bastante grande, una mesa estaba puesta de forma que al entrar fuera lo primero en verse. El color plomado de la habitación hacía que todo se volviera más lúgubre.
Tres chicas más estaban en la habitación, al terminar de formarse, los hombres comenzaron a hablar.
—Hay una misión — Las observaron a cada una de ellas — y necesitamos a lo mejor que tengamos, entre ustedes.
—La puerta se abrió de golpe, llevaban a una chica jalada de los brazos, su cabello rubio estaba empapado y tenía algunos moretes en el rostro —Aquí está la que faltaba, Señor — Los ojos verdes de la chica se alzaron levemente mirando a los hombres del escritorio.
—Cecania Shell ¿Verdad? — La tiraron al suelo.
—Sí, señor — Contestó mientras ella se levantaba.
—Cuál fue el castigo — Preguntó el hombre.
—Falle en la revisión de Rusia — Contestó — fue mi error, he aprendido la lección.
—Bien — Dijo severo — como sabrán, el estúpido plan del tratado con Inglaterra es una fachada para lo que queríamos hacer. Sin embargo, no podemos completarlo debido al asesinato de nuestro general Fischer, ayer una reunión se dio a la cual ya no tuvimos entrada... —Unos hombres entraron a la habitación, traían puestos haciendo que Cecania los mirara de reojo.
Los hombres del escritorio se fijaron en las chicas, la rubia vio como uno de ellos metía la mano en su chaqueta, inmediatamente corrió a él para golpearlo en el rostro, y sacar el arma que llevaba dentro de la chaqueta. Hasta ese momento las demás chicas, volvieron en sí para ayudar a la otra rubia.
—Cecania Shell — Dijo el hombre que estaba sentado en el medio de los otros dos — Quédese — Las otras chicas fruncieron el ceño — las demás pueden irse — Los hombres a los que habían golpeado, comenzaron a levantarse — Una prueba simple, pero que funciona para ver la atención difusa — Ella los observó con extrañeza.
—¿Señor? — Preguntó con la mirada en el hombre de cabello cano y ojos azules.
—Ayer ocurrió, como iba diciendo una desgracia — Ella se puso firme de nuevo — ¿Alguna vez a escuchado del gobierno británico?
—Sí, Señor — Los ojos del mayor se posaron en los verdes de la chica — Supe que dentro de Inglaterra, siempre desvarataban nuestras misiones, Señor — El hombre asintió.
—Justamente ¿Sabe por quién? — Ella negó.
—No, Señor.
—Hay un hombre — Susurró — que maneja todo lo que en Inglaterra pasa, tiene cada hilo sujetado a sus manos — Cecania pestañó — no hay parte que él no conozca, y tampoco se le escapa nada... Obviamente, para nosotros es una plaga — El hombre frunció sus labios — no ocultamos nuestro odio por él, ni él por nosotros, los procesos se limitan al simple formalismo político — Contó con el rostro serio — Hitler, nos mostró nuestro poderío alemán, y no voy a dudar, en que a nosotros como siguiente generación, nos corresponde seguir su trabajo.
Ella asintió.
—Su misión, es acabar, con este hombre — Cecania fijó sus ojos en él — Acabar con Mycroft Holmes...
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Bien, este es el primer capítulo, corto pero es para ambientarme yo, y a ustedes. Espero les guste, y me den su opinión ✨
Con cariño Lis Holmes, una nueva aventura
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