Capítulo 8: Dar una mano.
La sala de estar era tamaño normal, los sillones acolchonados estaban algo desgastados pero no dejaban de ser funcionales y las tazas de porcelana seguían siendo tan delicadas como el primer día.
Lástima que estaban en manos de Beomgyu, ese chico a veces era un desastre.
—Entonces la mamá vino a querer retarme y la terminé venciendo cuando le tiré arena, fue legendario —comentó sorbiendo un poco de la taza de té. Había estado contando la anécdota del parque y del por qué tuvieron que salir corriendo de allí para no acabar lesionados.
Jeon había ido a su casa luego de aquello mientras que el pelirrojo decidió alojarse donde su amigo por unas horas antes de regresar a la suya.
—En fin, las madres están locas y la mía no es excepción, ella también se portaba así cuando yo era pequeño.
Jimin soltó una carcajada y dejó un plato con galletas en el medio de la mesa ratona que decoraba aquel espacio relajante.
—¿Puedo hacer una pregunta para saciar mi lado chismoso? —Tomó asiento al lado de su amigo, quien alzó las cejas unas repetidas veces.
—Hace mucho tiempo no sacas ese lado a la luz, preguntame.
—Minho me comentó que los dejaste solos en la fiesta hace unos días pero que te vieron salir con alguien —Esta vez fue el rubio quien tomó un pequeño trago haciendo ruido con sus labios.
El rostro de su compañero se encendió y comenzó a reír de forma nerviosa, por lo cual Jimin se puso feliz. Desde hace rato que no podían tener esta clase de charlas y le daba mucha ilusión.
—No voy a mentir, no recuerdo mucho de lo que pasó, solo sé que se llama Yeonjun, me dejó una nota con su número en la mesa de noche —Tomó su celular y rebuscó entre sus contactos para poner la foto del joven delante de los ojos de su compañero, quien efectivamente mostró una señal de aprobación.
—Es lindo, ¿volvieron a verse?
—No, pero estuvimos hablando mucho por llamada, me pone vergonzoso, así que estoy bien con eso. —Sonrió acomodándose sobre el acolchonado sillón mientras mordía una galleta
—Minho y Hobi nos tienen mucha paciencia, ¿no lo crees?
—Sí, me dio algo de pena por ellos pero supieron resolverlo —dijo guardando el móvil en su bolsillo —. ¿Y esas cajas? —Desvió la atención hacia los cartones apilados en un rincón, a un lado del televisor.
—Voy a hacer una limpieza y vender lo que no necesito para poder comprar los medicamentos de mi mamá.
Beomgyu le observó sorprendido y sonrió antes de ponerse de pie y correr hasta la habitación del más bajo. Estuvo unos cuantos segundos en ella antes de salir con su caja de lápices de colores.
—Te doy mis ahorros por estos.
—Pero esos los uso —mintió, por más que no quisiera a su padre, guardaba un cierto valor sentimental.
—Mentira, hace mucho tiempo no dibujas ni pintas —Se cruzó de brazos observándolo de manera obvia.
—Porque no me traen buenos recuerdos los dibujos —Con tranquilidad se levantó para llevar su taza hacia el lavabo de la cocina.
—Jimin —llamó ganándose la atención de su compañero —, ¿Cómo supiste que tu papá estaba muerto?
Dejó de ejercer movimiento en su tarea y se apoyó sobre la encimera de cuarzo blanco y frío. El más alto tomó asiento a su lado mientras dejaba los lápices sobre el sofá.
Aquella pregunta fue un regreso hacia el pasado ya que jimin decidió abrir el baúl de su memoria, el cual se prometió jamás desenterrar, pero, seamos francos, no siempre se puede mantener todo en silencio. Quizás esto es lo que necesitaba y qué mejor que hablarlo con un amigo.
—No lo supimos con certeza, mi mamá dijo que lo conocía y que si él no volvía era porque algo malo había pasado —dijo apretando un trapo en sus manos, estaba intentando concentrarse en otra cosa y todo parecía una buena excusa.
—¿Y entonces? —respondió Beomgyu —, ¿No buscaste algún indicio de vida?
—No —dijo negando con su cabeza al mismo tiempo—, y no quiero saberlo. Me dolería aún más saber que está con vida y que jamás volvió, que jamás le importamos lo suficiente.
—También me gustaría tener ese sentimiento, es decir, yo sé que mi papá tiene una nueva familia y es duro —El pelirrojo sonrió para poder aligerar el ambiente, ni siquiera sabía por qué lo hacía delante de Jimin, ahí no tenía por qué fingir.
Hubo un silencio que perduró unos cuantos segundos hasta que el rubio le observó y le sonrió en respuesta pero, a diferencia de su compañero, la suya era honesta.
—Puedes quedarte con los lápices.
Aquella tarde, entre abrazos y carcajadas, había comenzado la búsqueda, ambos recorrieron algunas de las habitaciones recolectando cosas superficiales que eran de utilidad pero no para el rubio. La ayuda de Beom había sido inmensa porque era un poco costoso desprenderse de algo, Jimin sobrepensaba mucho las cosas, pero el estar de a dos lo hacía más divertido.
Con ello, los días también comenzaron a correr, había pasado casi toda la semana encerrado llenando cajas y arreglando la mesa donde las iba a exponer, apenas y había asistido a su trabajo. Estas cosas llevaban más labor de lo que él creyó pero se sintió satisfecho al ver que había podido lograrlo.
Había un sol sutil cuando salió al exterior para colocar la mesa a unos cuantos metros de la puerta principal. El barrio no estaba muy concurrido pero con suerte terminaba vendiendo algo. Con sus pequeñas manos trasladó las cajas hacia afuera para comenzar a acomodar. Iba a ir una por una hasta venderlo todo.
¿Alguna vez sucedió lo que ustedes esperaban que suceda? Como si de un hecho milagroso se tratara porque fue exactamente lo que había pasado con Jimin.
Había estado esperando unos quince minutos como mucho porque pareció ser que todos estaban esperando por él. La gente empezó a hacerse presente y no, no iban a pasear por Yellow Woods, ese lugar no tenía mucho para ofrecer, iban a su venta. En unos cuantos minutos todo había desaparecido, por ello no tardó en buscar la segunda y tercer caja para repetir su proceso. Sus mejillas estaban rojas por el calor y por la felicidad que desbordaba su cuerpo. Estaba con los músculos agotados de arrastrarlo todo y cargar con tanto peso pero había valido la pena.
—Con que estuviste en tu casa todo este tiempo —Su voz hizo que los orbes miel brillaran mucho más.
—¿Qué haces aquí? —preguntó y tomó un lapicero al azar para poder ofrecerle —¿Te gustaría llevar uno?
«Jodidos nervios» pensó.
—Tu amigo, el chico de pelo rojizo, estuvo anunciando esto —comentó mientras dejaba el folleto sobre la mesa y tomaba el objeto para inspeccionarlo —. Me gusta, lo puedo tener en cuenta.
Tomó el papel que había sido colocado sobre el pequeño stand y lo observó con detenimiento. Aquel contaba con una foto de objetos al azar y un pequeño mail porque Beomgyu no sabía de la edición pero aquel gesto había sido inmenso.
¿En verdad él había logrado que todas esas personas fueran allí a comprar? No pudo evitar sentir una calidez instantánea, el simple hecho de que alguien haga eso por él le parecía increíble.
Jungkook se mantuvo de un lugar al otro, junto con su perrito, tomando algunas cosas en lo que Jimin terminaba de atender a dos personas interesadas en una cafetera.
—Llevo eso —El morocho dejó unos cuantos objetos sobre la mesa.
—¿Qué planeas hacer con un bloc de hojas tan viejo? —Rió contagiándole la risa al chico en frente suyo.
—Quizás quiero saciar mis deseos de escritor reprimido, señor chusma —alardeó alzando una ceja y acariciando las orejas de Merengada, era un trabajo muy complicado el mantener la seriedad.
—No puedo creer que estés llevándote cosas al azar —Jimin estaba riéndose a carcajadas porque el morocho había elegido elementos un poco cuestionables, aunque apreciaba su ayuda, hasta que observó el pequeño cachorro —. Por dios, es muy hermoso.
—Lo es, fue un regalo de cumpleaños y puedo decir que tal vez fue el mejor.
—No hay nada mejor que una compañía peluda —El más bajo río y colocó todo dentro de una bolsa transparente, la cual le tendió para poder recibir el dinero. Aún le parecía increíble todo lo que había logrado en un solo día.
—Jimin, antes de retirarme, Minho me pidió que te entregue esto —Extendió una tarjeta hacia el más bajo, quien la tomó un poco confundido.
—No sabía que hablabas con Minho y que raro que no haya venido él a entregármela.
—Estaba con muchos libros, supongo estudiaba, pero fue el intermediario, supongo que realmente fue Chris quien quería dártela.
Jimin comprendió de repente y suspiró.
—¿Una cena por la muerte de tu papá? —comentó con un deje de duda.
Jeon asintió y pasó una de sus manos por detrás de su cabeza, sintiéndose un poco incómodo.
—No siento necesario que hagan algo tan grande pero es un hábito que mis padres también tenían.
—¿Debería ir formal?
—Al parecer él estableció que sí -resopló un poco agobiado —, hasta tengo que armar un discurso, no me gustan, desconozco lo que voy a decir.
Jimin podía notar la tristeza y melancolía en los ojos de Jungkook, por más que no lo demostrara, le parecía increíble como era capaz de mantener su rostro sereno.
—Supongo que por ser el prometido tengo la obligación de hacerlo —dijo sonriendo y se acercó con un poco de lentitud y vergüenza para abrazar al contrario unos cortos segundos —. Vas a hacerlo muy bien.
—Gracias, eso espero.
—No olvides que es importante ser sincero con uno mismo antes de poder serlo con los demás.
Jungkook dejó solo tres palmadas sobre la espalda ajena antes de separarse y devolvió su sonrisa antes de marcharse. El mundo de ambos estaba dando vueltas apresuradas.
¿Cómo era posible sentirse preparado ante tantos acontecimientos y tantos cambios? Solo debían ponerse firmes y empezar a descontracturarse, debían empezar a ser ellos mismos y disfrutar el viaje.
Pero por más fácil que sea, nunca lo es en realidad ¿O si?
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