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Capítulo 5: Sujeto desconocido

Una burbuja.

Eso era donde se encontraban Jimin y Jungkook en ese momento. Ambos habían decidido salir y caminar hacia el parque pero simplemente se dejaron caer contra un paredón blanco, ninguno emitió palabra ni se alejaron el uno del otro. El joven rubio se sintió suave, fue como si de repente su cuerpo quisiera estar encajando con la mano del morocho que seguía sobre su cintura.

Alzó la mirada para poder observarlo y solo pudo notar como cerraba los ojos ante la brisa cálida de la noche.

Usualmente no se recomienda tomar aire luego de una borrachera porque puede empeorar la situación pero ambos estaban ocupados pensando en mucho y nada a la vez. Además, no estaban tan mal después de todo.

—¿Por qué tan decidido en tirar tu vida por la borda?

Jeon no abrió los ojos pero esbozó una suave sonrisa al recordar lo ocurrido dentro del club hacía un rato.
Era curioso -o quizás no tanto- porque en cualquier ocasión hubiese tenido la iniciativa de generar un clima de tensión, sensualidad o directamente ahorrarse el palabrerío pero con él era diferente.

Y no, no hablamos de un presunto cliché barato, con él siempre había sido de esa forma.

Jimin se encogió de hombros y soltó una pequeña risa que erizó los vellos de su acompañante nocturno.

—¿Eso parece?

—Cualquier persona cuerda hubiese creído que tu accionar fue peligroso —expuso.

Y era realmente cierto. Todos sabemos que las bebidas las tienen que preparar frente a nuestras propias narices y que tenemos que estar lo suficientemente despiertos como para poder detectar si hay algo dentro de ella.

Todos queremos salir y celebrar de una manera grata y regresar a nuestras casas con un recuerdo si es que no queremos embriagarnos por nuestra propia voluntad. Pero por sobretodo tenemos ganas de sentirnos seguros con nosotros mismos y nuestro entorno.

Por esa razón lo que había hecho Jimin no había estado bien pero no estaba con la noción exacta para admitirlo.

—¿Estuviste lo suficientemente cuerdo para notarlo?

—Quizás tengo la tolerancia al alcohol que  te falta.

Fue un jaque. No iba a rechistar porque el más bajo no aguantaba demasiadas bebidas juntas pero aún así le gustaba salir y disfrutar con amigos. Lo sucedido había sido solamente por esa noche.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó recargando su cabeza hacia atrás.

—Me llamo Jungkook.

—Bueno, señor tolerante, yo me llamo Jimin.

Ambos sonrieron sin siquiera mirarse.

La regordeta mano del más bajo se posó sobre la pierna del morocho y suspiró.

Las calles estaban desiertas pero era lindo, parecía calmo, las personas estaban en sus respectivos hogares o sino pasándola bien en alguno de todos los bares que aquel barrio tenía para ofrecer.

—Quiero ir a bailar, ¿me acompañas?

No sabía si era por el alcohol que corría por sus venas en ese momento o por la sutil muestra de interés en su presencia pero algo dentro de Jungkook le suplicó no echar a perder ese momento.

Apoyó su mano, mucho más grande, sobre la ajena que seguía reposando en su pierna y se puso de pie, afianzando el agarre. No sabía dónde iban a ir pero en algún lugar dentro de ese amplio sector debían haber una discoteca donde poder pasar el rato.

Su solución fue "exile" un club moderno y de poca antigüedad donde aún no había podido asistir con sus amigos. Tampoco  tenía las ganas suficientes de salir todo el tiempo, usualmente prefería estar en su casa y hacer algo ahí.

Las luces titilantes los aturdieron apenas ingresaron, era gracioso porque si ya estaban algo mareados aquello los había terminado de golpear por completo.

Se hicieron un rincón en el costado de la pista y comenzaron a bailar, la música sonaba haciendo temblar el suelo bajo sus pies.

Jimin le regalaba sonrisas sumidas en una picardía que le pareció atrayente, por ello, el morocho como respuesta se encargó de pegar ambos cuerpos, sintiendo la adrenalina a flor de piel. Ninguno sabía qué era lo que estaba haciendo pero era algo jovial y no les disgustaba en lo absoluto.

Las manos de Jeon se deslizaron por la esbelta anatomía del más bajo y se aprisionaron en la curva de su cintura sin recibir alguna queja o señal de que debía alejarse. Los dedos del rubio viajaron por el torso de su compañero, sintiendo por sobre su remera lo trabajado que estaba y eso le generó una sensación particular en su cuerpo.

Se mantuvieron en la misma posición, logrando que sus orbes dilatados se encontraran de forma inmediata, negados a romper la conexión que estaban creando. Con el transcurso del tiempo ni las personas que los chocaban parecían ser lo suficientemente estorbantes para romper el espacio que ambos tenían.

Pero la música cambió. La lujuria pintó el iris color miel de un negro intenso, decorando los labios brillantes y pomposos con una nueva sonrisa que hizo enloquecer al pelinegro.

Jeon tuvo que morder su belfo inferior cuando Jimin dio un giro, generando un movimiento de caderas infernal contra su pelvis. No sabía cómo empezó ni cómo podía llegar a terminar aquello.

Sintió la espalda de su compañero pegada sobre su pecho, estaban fusionados de forma superficial y eso le hacía perder la razón, si es que no la había perdido antes. Jamás imaginó estar de esa forma, no con él, pero tal vez así funcionaba la casualidad de la que todos hablan, ¿no?

Los movimientos del más bajo parecían ser con una sola intención y la estaba encontrando, ni siquiera se había dado cuenta del fuerte agarre que el mayor había comenzado a ejercer sobre su cintura.

¿Les gustaba? Claro.

Ninguno de los dos pensaba en si estaba bien o mal, más que nada Jimin, porque parecía que de verdad había olvidado el motivo por el cual tuvo que asistir al bar esa noche. De todas formas, no tenía su anillo y Jungkook no iba a saberlo pero aún así, algo dentro del contrario le hizo saber que no iba a poder controlarse, no dentro de esa discoteca.

—Jimin, debemos parar —susurró a regañadientes mientras le daba la vuelta sin soltarlo un solo segundo.

—¿Y si no quiero? ¿Qué puede pasar? —Le desafió acercándose hacia su rostro, rozando ambas narices de forma sutil.

—Voy a terminar enloqueciendo.

Ninguno dijo nada pero la respuesta estaba más que dada.

Jimin terminó sellando la distancia, apoderándose de los labios contrarios como si siempre hubiesen sido suyos. Jungkook cerró sus ojos pero sintió como las manos más pequeñas trepaban de su abdomen hacia su cuello, clavando sus dedos allí con tal de acercarse aún más. 

Ese beso comenzaba a ser exigente pero ambos dejaron que cada uno mordisqueara, lamiera e hiciese lo que desee con el otro. Estaban en una especie de hipnosis de la cual no querían regresar porque aquel contacto era borroso pero parecía ir tomando claridad con el correr de los segundos. Era imposible que no sucediera porque la piel de ambos quemaba, el pelinegro pudo sentir la de Jimin cuando coló su mano por debajo de la remera blanca que llevaba puesta esa noche.

Ambos se separaron y el rubio agradeció que las luces de aquel lugar fuesen lo suficientemente oscuras para no dejar el rubor de sus mejillas tan expuesto. Su pecho subía y bajaba pero no, en ese momento no demostró una pizca de arrepentimiento.

Tampoco cuando Jungkook comenzó a besar su cuello.

Ni cuando volvieron a beber y ambos terminaron en el baño.

Mucho menos cuando la excitación le incitó a arrodillarse delante del morocho dispuesto a otorgarle placer con su boca.

No, él lo disfrazó porque conoció sus acciones, veía y sentía todo lo que hacía pero parecía que en ese lugar nadie iba a hacerle daño, nadie podía ser capaz de reprocharle su juventud, el estar viviendo como un chico de veintitrés años.

Pero no contó con hacerlo él mismo al día siguiente.

Recargó sus dos manos en el lavabo de su propia casa, alzó la vista hacia el espejo y miró su reflejo. Tenía sus ojos sumamente adormecidos, parecía tener jaqueca y sus labios estaban hinchados. Ladeó un poco la cabeza y se encontró con las marcas que Jungkook había dejado en su cuello y no tenía cómo taparlo para poder ir en paz hacia el trabajo. De todas formas, era lo que menos le importaba.

Salió de la habitación y sus orbes se situaron en el anillo que estaba sobre la cómoda de roble. ¿Qué carajo había hecho? No podía esquivar la realidad, no podía esconderse de sus responsabilidades, ya había aceptado y había pactado algo con una persona, no podía simplemente ir y lanzarse a otra en medio de la noche. Se trataba de algo tan simple como una responsabilidad afectiva y él no la había tenido.

¿Por qué algo que se sintió tan bien en ese mismo instante parecía ser un tormento interno?

La culpa comenzó a martillarle cada vez más su mente y era simple, solo debía decirle la verdad pero no sabía cómo hacerlo. 

Jimin jamás había estado en esa situación antes, él no pudo tener una adolescencia tan abierta con alcohol, salidas, fiestas y parejas porque había estado ocupado con su madre, y recién hacía cinco meses había salido el resultado de un documento -el que demostraba qué mellizo vecino había nacido primero- siendo que debía haber salido hacía ya cinco años.

"A tus dieciocho el mundo va a dar un giro espectacular, vas a conocer a tu persona y vas a ser feliz."

A los dieciocho no conoció a su persona y no fue feliz. Se preguntaba si actualmente lo era porque dentro de sí mismo seguía esperando ese giro.

Colocó la joya en su dedo de forma temblorosa y suspiró a punto de llorar porque Chris no tenía la culpa de sus confusiones. No sabía si al ser una despedida de soltero se contaba o consideraba como infidelidad pero si quería comenzar a forjar una relación o lo que fuere, debía haber comunicación pese a las consecuencias.

El trabajo había sido igual que siempre, él recargado en el mostrador, diez personas en cuatro horas y todos los empleados yendo de un lado hacia el otro solo para acomodar vidrieras que jamás se vaciaron ni se iban a vaciar. Seguía insistiendo ¿cuánto más iban a seguir acumulando en aquel lugar?

No iba a mentir, amaba los postres que allí habían y servían, muchas veces le había robado algunos cuantos a su mamá mientras la encontraba distraída pero la elegancia del nuevo local a unas pocas cuadras había hecho que la poca clientela sea aún más escasa.

Con todo el "gran" ánimo qué cargo durante esa mañana se retiró del local y tomó el valor para dirigirse hacia la casa de Chris. A decir verdad, no había pensado qué iba a decirle o cómo lo iba a hacer pero no quería planear, prefería que salga de forma espontánea y ya.

Tampoco importó cuántas ganas de llegar y decirle las cosas tuvo, porque el camino hacia su casa lo hizo aún más largo de lo que ya era. No había mucha sorpresa, por eso suspiró unas seis veces antes de tocar el timbre y ver a su ama de llaves salir con una sonrisa de punta a punta que no pudo corresponder.

Una parte suya creía que estaba llevando todo demasiado lejos, era algo que podía ser olvidado. Pero su consciencia lo mantuvo moviendo sus dedos uno encima del otro de forma rápida y con su pecho subiendo y bajando a un ritmo descomunal.

—¿Dónde está Chris? —preguntó cansado.

Quería omitir toda la introducción y llegar adelante de su novio, cara a cara, para poder sacar lo que tenía dentro, esté bien o mal, sea sano o no, ya no podía aguantar más. Es como si estuviese a punto de vomitar.

—¿Jimin? —canturreó desde la cocina, se había puesto de pie y fue acercándose cada vez más, saludando un tanto confundido —¿Qué te trae por aquí?

El aludido también se aproximó hacia Chris y comenzó a morder su labio.

—Tengo que decirte algo. —Su voz sonó algo quebrada y temblorosa debido a lo fuerte que golpeaban los latidos contra su pecho en ese momento.

—Bien, los segundos corren, quedan dos minutos antes de que vuelva a trabajar.

—¿Cómo? Pero trabajas en tu propia casa...

—Pero tengo que atravesar todo el pasillo, Jimin. —Bebió de su café y alzó sus cejas en busca de una respuesta.

Una presencia extra se pasó por detrás de su espalda pero ni siquiera se percató de eso, solamente se concentró en la lucha interna que tenía. Tal vez, después de todo, si hubiese sido bueno preparar un pequeño monólogo.

—Poco cortés hasta con los invitados, no puede ser —dijo en un susurro y una ligera risa.

—Las cosas de frente, por favor —respondió de mala gana.

Se oyó una voz y sí, la reconoció, pero tal vez era producto de su imaginación. Se mantuvo inerte, sosteniendo la punta de su suéter con sus dedos, no quiso mirar, no quiso escuchar más, era un buen momento para pestañar e irse.

—Que sos un maleducado —afirmó con una voz fría que despabiló por completo a Jimin —, vino mi prometido y no te interesa, no te importa ninguna otra presencia que no sea la tuya, como siempre. 

Aquel joven decidió dejar de hurgar entre las frutas e ignorar las palabras ajenas, haciendo una reverencia desinteresada desde lejos logrando que la mirada oscura de Chris se intensifique.

—Un gusto.

De a poco sus ojos se animaron a observarlo, aquel chico ni siquiera parecía inmutarse de algo, sus mejillas se pusieron rojas porque se sintió humillado ante todo. Al parecer, fue algo que no tuvo sentido en lo absoluto.

No quería ahondar demasiado porque las cosas iban a terminar haciendo que llore todo lo que no había podido descargar antes.

—En fin, ¿qué ibas a decirme? Restan veinte segundos.

—Nada, no era importante.

—¿Viniste en un día de semana para decirme algo que no es importante? —Jimin estuvo a punto de responder pero fue interrumpido nuevamente —Te amo pero sabes que trabajo y los segundos perdidos son plata que se va, por favor.

Sin más dejó un beso en la cabeza de su novio y se fue a grandes zancadas mientras seguía bebiendo sorbos de su café. El rubio volvió a mirar a Jungkook con más confianza pero no esperaba que él le esté mirando mientras comía su tan preciada manzana.

—¿Por qué no le dijiste? —cuestionó.

—No lo sé, ¿debería?

—No busques mi aprobación, Jimin.

—No lo hago.

—Si decidiste venir fue por algo, hacele caso a eso —dijo acercándose a paso lento pero no en demasía.

—¿Y qué hay de ti? ¿Por qué no le dijiste? —Reutilizó las palabras que el morocho había dicho previamente.

—Porque no me incumbe.

¿No era de su incumbencia? Los ojos de Jimin parecieron sorprendidos ante esa respuesta y quitó la mirada de encima del pelinegro para posarla en otro lugar. En ese mismo instante comenzó a replantearse todo por vez mil.

Tal vez a él no le había importado nada y por sus hormonas adolescentes creyó que esa chispa indescifrable había sido mutua.

¿Por qué esperaba que lo fuera? Ni siquiera estaba bien pensar eso.

Lo mejor sería sonreír, demostrar poco interés en el asunto y dejarlo como un suceso gracioso que contar en el futuro.

Y efectivamente el primer punto lo completó antes de darse la vuelta e irse. Los demás iban a ser un poco más complicados.

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