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Capítulo 1: Rutinas



Existen canciones que alimentan el alma en diversas ocasiones, por más ínfimas que sean, son aquellas que al cerrar los ojos te hacen sentir en tu mejor órbita y en tu mejor versión pero la cualidad más increíble es que un simple cambio puede marcar la diferencia, tornándose la más desagradable, gris y triste.

Y así fue para Jimin, su canción favorita proveniente del despertador era, tal vez, una de las cosas más odiosas en la vida del joven adolescente de diecinueve años que debía levantarse para ir a ocupar un puesto de trabajo que no le gustaba ni un poco. ¡Bienvenido a la vida adulta!

Aquella mañana solamente tuvo el simple ánimo de abrir las cortinas, tomar un sorbo de agua, comerse una manzana y darse una ducha para quitar todo el sudor que la cama le había generado. No, no se había olvidado de su madre y de corroborar que haya tomado sus pastillas de cada mañana. Habían muy pocas y eso le ponía muy nervioso, eran muy caras pero aún así debía hacer lo posible por conseguirlas.

Pudo salir de su casa al mismo tiempo que algunos de sus vecinos también le igualaban e incluso saludaban. A decir verdad hay momentos en la vida donde parece que todo está escrito porque luce tan rutinario y ordinario que se asemeja a una clara especie de actuación donde cada uno sabe cuál es su lugar, su movimiento y las palabras que tiene que utilizar.

La ciudad de Crown era demasiado grande pero al mismo tiempo muy pequeña. Qué hacía falta aclarar de ella, era hermosa y todos lo sabían, aún más cuando en aquella altura del año —en mes de marzo— abrigaba el ambiente con un calor brutal, digno de admirar. No por quienes lo padecían, claro está.

Dentro de ella se subdividen otros pequeños pueblos muy preciosos, llenos de fauna, oportunidades de trabajo e incluso cada uno con una costumbre completamente diferente como Rush, Zero y Chain. Todo aquel que pisara Corea del Sur y decidiera viajar a la ciudad, sabía que en aquellos lares la situación iba a serles muy favorecedoras, así como también conocían las brechas que habían entre los dos pueblos más grandes: Yellow Woods y Youth.

¿Qué les diferenciaba?

Yellow Woods era un lugar rural, las casas contaban con una edificación de madera a tonos claros, siempre amuebladas con lo necesario; la gente subsistía mediante el campo, si es que rechazaba la decisión de ir a la ciudad que quedaba en otro pueblo a unas dos horas o más, y todos se ayudaban con todos porque allí no había nadie que no conociera a su vecino.

Ese lugar destacaba por el simple hecho de que solían habitar mellizos en cada casa por medio y tenían la tradición de que el mayor de ellos debía casarse con el hijo único de la casa derecha que le antecede.

(Mini explicación)

Youth era un espacio ubicado en las altas colinas, a dos horas de la zona rural, donde la historia era algo diferente. Para empezar, cada quien hacía su vida, es decir, no solían tener interacción con los vecinos y las casas eran demasiado valiosas pero lo que solía ser un punto a favor era el crecimiento futuro, las universidades, los empleos —contando desde simples locales de bajo nivel hasta grandes empresas— y la buena fortuna.

De todas maneras, el cálido clima se había alojado en esos cinco lugares a la vez, sin excepción, y los habitantes que residían allí no la estaban pasando del todo bien cuando de andar por las calles se trataba o en lo que respecta sudar sin ningún filtro. Los aires acondicionados y los ventiladores generaban demasiada energía así como también un buen aumento en las boletas de la luz al final de cada mes.

La costumbre de Jimin era despertar temprano por la mañana, dos horas antes de su entrada al trabajo, por el hecho de que ese era su tiempo de viaje para llegar hasta allí. Las pendientes no eran su fuerte para ir con su bicicleta, por eso tomaba el transporte público que le dejaba a unas tres cuadras. La panadería no estaba muy lejos del centro del pueblo Youth pero tenía una competencia a unos pocos metros donde solía recurrir la gente con mucha más frecuencia.

Ese sería un dato que al rubio podría importarle muy poco pero por mala suerte tenía un frasco en su habitación, para nada lleno, del cual se sostenía para solventar las deudas del hogar que compartía con su madre, aquellas que su padre le había dejado y por último, la cirugía de su progenitora, que hasta ese entonces quien se estaba encargando de ello era Chris, su novio.

Si había algo que Jimin odiaba era la compasión. Desde la partida de su padre y la recaída de su madre, todo el mundo parecía deberle algo de forma repentina, bien sabía que vivía en un lugar donde las voces corrían demasiado rápido pero no quitaba su repudio al tema y un buen derecho a la privacidad. Además, sostenía que si tenía un problema por algún u otro motivo, era su única responsabilidad salir de ello. No le gustaba arrastrar a nadie. Por esa misma razón no le gustaba que sus amigos lo tratasen como si tuviese dinero en su poder porque él no era rico por muchas cosas que su padre o su novio hayan logrado en sus vidas.

En aquel momento se encontraba recargado en el mostrador del local con su barbilla apoyada en su mano hecha puño, esperando que alguna mísera persona pudiese hacer sonar la jodida campana que colgaba tras la puerta, solamente había sucedido unas cinco veces con mucha furia.

Se escuchaba al personal murmurar cosas detrás de él mientras parecían hacer agujeros sobre la madera con sus suelas gastadas y poco presentables de lo mucho que caminaban.

«Qué tanto hacen» pensó sin mover siquiera un pelo, le parecía absurdo preparar grandes cantidades de pan, facturas y masas finas cuando ni un alma parecía soplar cerca de aquellos lares. Toneladas de harina malgastada, huevos, leche, chocolate y dulce que podían ser donados a un comedor donde todos pudieran comer y realmente aprovechar lo que se les ofrecía e incluso entregaba en bandeja.

Jimin suspiró pero en cuanto aquel sonido agudo resonó en su tímpano, se paró derecho y preparó su mejor sonrisa pero al final solamente se trataba de su buen amigo, Lee Know. Por eso mismo, volvió a retomar su posición inicial.

—¿Recibiste mi mensaje de hoy? —cuestionó el castaño acercándose al mostrador, dejando caer sobre el suelo la bolsa que traía entre sus manos pero al ver el rostro de su compañero se limitó a hacer una leve mueca. —¿Día difícil?

—Demasiado, lo único bueno es que tenemos aire —dijo haciendo un ademán con su cabeza hacia el aparato eléctrico envuelto en polvo.

La mirada de quien recién había ingresado se posó en la caja de propinas, donde solamente había un billete de veinte pesos. Una mueca se formó en sus labios cuando los tomó y sacudió frente a los ojos ajenos.

—No hagas eso —se quejó el más bajo tratando de alejarlo con su mano libre —, me haces sentir humillado.

—Minnie, ¿de verdad pensás seguir así? —interrogó con una ligera sonrisa mientras dejaba el dinero en su lugar y cruzaba al otro lado del mostrador, llegando a la par del joven rubio.

—No, pero es solo cuestión de tiempo, si mi mamá pudo entonces yo también puedo lograrlo... —comentó Jimin en la espera de un milagro imposible.

—Pero en este caso es tu mamá la que no tiene tiempo y eso lo sabes.

Aquellas palabras le habían dolido porque sabía que su amigo tenía razón y por más que en otra ocasión no hubiese dado el brazo a torcer, en ese momento solo decidió aceptar su derrota.

—Jimin, yo te entiendo pero realmente creo que deberías aceptar el trabajo que te ofrece Chris —retomó el castaño colocando ambas manos sobre los hombros del pequeño rubio delante de él —, es simplemente hasta que solventes tus deudas, ni más ni menos.

—No puedo, es el puesto de mamá —suspiró con frustración —, además no quiero parecer alguien que se aprovecha, yo no soy así —susurró el más bajo sintiendo vergüenza de la situación.

—Lo sé pero no lo sos, hacelo por vos y por ella que es la única familia que te queda, amigo —espetó el más alto mientras sus pulgares trazaba pequeños círculos sobre los hombros ajenos —. Tienes muchas deudas que pagar y acá no cobras bien, no podes vivir creyendo que con esa ínfima cantidad vas a poder juntar una gran fortuna.

»No es un chiste, las deudas sin saldar no desaparecen, se agravan y de esa manera vas a tener mucho más en el futuro esperándote si es que no embargan tu casa o todo el poco sueldo que vos conseguís en este lugar.

Por segunda vez en el día se había quedado sin palabras, por ello asintió y suspiró. Sabía perfectamente que no iba a poder concretar nada con los doscientos pesos que ganaba todos los días en ese local de muy bajo prestigio pero qué más podía hacer. Él era consciente de su realidad pero si llegaba a perder a su querida madre, aquel puesto y aquel local serían lo único que le quedaría de ella.

En diversas ocasiones no podía controlar sus nervios debido a la acumulación de responsabilidades que tenía a sus cortos veintiún años. Por ese mismo motivo tuvo que pedirle plata a Chris varias veces, pero lamentablemente no llegaba ni a pagar la cuarta parte de lo que le correspondía.

—Tenes razón pero necesito pensarlo en frío. —dijo de mala gana mientras retiraba su delantal y limpiaba sus manos.

—Bien —Soltó a su compañero mientras se abrían paso hacia el otro lado de la tienda donde el castaño aprovechó para tomar la bolsa que había dejado sobre el suelo —. ¿Sigue en pie lo de la película?

El rubio asintió y fue hacia la parte de atrás para poder colocarse su cárdigan color verde y colgar su bolso por sobre su hombro. El rubio tenía una apariencia muy infantil cuando se lo proponía, tampoco parecía muy imponente en lo que respecta su contextura física, altura y también con su vestimenta porque siempre portaba caricaturas o usaba sus listones rojos. Eso podía lograr que la gente se lleve una errónea imagen de él porque en realidad era una persona de carácter fuerte, era muy malhumorado, trabajador y perseverante.

Las delgadas manos del mayor tiraron de Jimin hacia afuera del local apenas el reloj marcó las dos de la tarde sin siquiera dejarlo saludar a los empleados. Sin ganas de quejarse, se rindió y se dejó arrastrar, oyendo cada una de las palabras que Lee Know tenía para comentarle. Su amigo tenía una muy mala cualidad, según el rubio, y era que no dejaba de hablar ni un solo segundo.

Las regordetas manos del más bajo iban tanteando dentro de su bolso en busca de las monedas para poder viajar de regreso a casa y sí, tenía la confianza suficiente para hacerlo porque al menos esas tres cuadras desiertas hasta la estación iba acompañado.

Lee Know era su amigo desde la escuela secundaria, desde el primer día que este joven castaño había tenido interés en el rubio con mejor promedio y a Jimin ese tipo de actitud solía agobiarle en demasía pero solo al principio porque luego se dejó arrastrar, casi al igual que en aquel local, y decidió darle la oportunidad de formar una buena amistad con él. Luego de los estudios, el castaño se había mudado de la zona rural hacia Youth por un ascenso de su padre pero el contacto continuaba intacto y a pesar de que el rubio tenía tres amigos más en su vecindario, él era su mano derecha por más que jamás lo admita en voz alta.

—Traje el dinero justo para regresar a casa —dijo con una mueca mientras tomaba asiento en un asiento de plástico —. ¿Tú trajiste?

Cuando el joven por fin se decidió a dejar de hablar se percató del lugar donde se encontraban, negando con efusividad.

—No, en realidad primero quería pasar por la casa de Chris porque tengo algo importante que buscar —Rascó su nuca con una incomodidad latente y Jimin alzó una ceja un poco confundido.

—¿Qué es lo que te olvidaste en la casa de Chris? —cuestionó girándose hacia su amigo.

Lee Know mantuvo el beneficio de la duda durante un buen plazo de tiempo, lo suficiente para ponerle los pelos de punta a Jimin.

—Solo... —Rebuscó alguna excusa lo suficientemente buena y aclaró su garganta —. Olvidé mi bolsa con las llaves de mi papá la última vez que me invitaron a comer pizza.

El ceño del rubio se ablandó y suspiró sonriente. Claro que lo recordaba, había sido la semana anterior cuando Chris dijo que sería un buen cocinero para su diminuta pareja. Habían terminado pidiendo pizza y por alguna razón desconocida —tal vez no tanto— Jimin pidió la compañía de su amigo.

—Pues bien, vamos a buscar esa bolsa. —dijo poniéndose de pie, volviendo en la dirección que habían recorrido anteriormente.

—¿Tenemos que ir a pie? —se quejó el castaño llegando al lado del más bajo con un pequeño trote.

—Caminar es sano, me lo vas a agradecer. —Enredó su brazo derecho al izquierdo del chico a su lado y tiró de él, invitándolo a caminar.

Emprendieron su andar en silencio mientras comían como dos pajarillos el pedazo de brownie que Jimin había guardado en su bolso luego de recibir el mensaje de su amigo.

Era, tal vez, lo único bueno de trabajar en una panadería.


Paso a agradecerles a las personas que le quieren dar una oportunidad a esta historia, los aprecio mucho ✨

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