Especial #6
ADVERTENCIA: ESPECIAL LARGO, MUY LARGO, POR LO QUE SERÁ LA ÚNICA ACTUALIZACIÓN DE LA SEMANA, QUE LO DISFRUTEN Y NOS LEEMOS LA PRÓXIMA SEMANA. LES AMO.
Especial: Las Vegas
San Luca, Italia.
07 de enero, 2005
Cerró su maleta confirmando que ya estaba todo listo para partir, se reincorporó al momento que sentía como alguien la tomaba desde atrás dándole un agradable abrazo. Pasó sus manos sobre sus caderas y sin muchos pretextos ella dejó sus manos sobre las de él con tranquilidad.
—¿Puedes creer que nos iremos a la vegas? —susurró Adolfo innecesariamente cerca.
—Me parece que estás bastante entusiasmado —respondió Rubí sin dar indicio de alejarse.
—Claro que lo estoy —comentó inclinándose para ver su rostro. —Por fin podré salir de este lugar, aunque sea por unas semanas. ¿No crees que es genial, esposa falsamente amada?
—Creo que es un apelativo demasiado largo —rió. —¿Por qué no solo esposa falsa y ya? —se giró sobre el mismo abrazo para poder pasar sus manos por los hombres de Adolfo hasta enlazar sus dedos tras su nuca.
—Porque ya te lo he dicho, estamos casados por las leyes de la Ndrangheta, por las leyes católicas y... por las leyes italianas no estoy seguro, pero estoy completamente seguro de que nuestro matrimonio es legal. Así que lo único falso es nuestro amor.
—Woh, que explicación más larga —comentó riendo, pero sin pasar por alto la cercanía que se hacía cada vez más mínima.
—Aunque si quieres, puedo acotarlo a... esposa amada, simplemente —susurró Adolfo inclinándose para acercar sus labios a un milímetro de los de Rubí.
—¿Ya no sería falsamente amada? —respondió Rubí dejando que la sensación de intimidad se acrecentara.
—Solo si lo deseas... —murmuró a punto de sellar el espacio.
—¡Disculpen! Oh, lo siento —la intromisión de Idara a la habitación provocó que ambos se alejaran de inmediato, casi tropezando con sus propios pies. —Puedo volver en otro momento —susurró Idara con una sonrisa culposa.
—Tranquila, ¿Qué ocurre? —preguntó Rubí yendo hacia ella.
—El señor Piero quiere que vayas con él antes de que llegue el auto, creo que te dará información importante.
—Bien, ¿te ocupas de llevar las cosas por mí, Adolfo, por favor? —indicó a su esposo que estaba mirando a cualquier lado menos a ella.
—Claro, no te preocupes.
Sonrió, consciente de que con el viaje no solo quitaría esa mirada en él sino que además habría muchas cosas que solo dejaría que sucedieran. El viaje sería su tiempo fuera, no importaba lo que tendría que dejar sin vigilar, sabía que muchas cosas se podrían escapar en esas semanas, pero no importaba porque por una vez en mucho tiempo quería realmente pasarlo bien y disfrutar aunque fuera un poco de paz.
Caminó escaleras abajo para dar vuelta en el pasillo y llegar hasta Piero que se encontraba tranquilamente mirando hacia la ventana de su oficina. El hombre con toda su actitud de relajo se giró para darle atención a Rubí, ofreciéndole una suave sonrisa.
—¿Está todo listo para el viaje? —preguntó por cortesía caminando hacia su escritorio.
—Todo listo.
—Excelente. Llegó esto esta mañana, creo que es de los Santistas como regalo de la epifanía.
Le extendió un sobre amarillo lo suficientemente grande y pesado como para darse el tiempo de abrirlo con cuidado. Se apresuró a descubrir lo que contenía y le fue imposible no extender una sonrisa regocijante en su rostro al ver cada detalle de la información que le habían enviado.
—Está todo —susurró revisando cada uno de los documentos, más algunas fotos de evidencia. —Estoy impresionada.
—Tienen buenos contactos y solo es la mitad.
—¿La mitad?
—Se descubrió que tienen acuerdos incluso más grandes de lo que habíamos pensado, así que aún están revisando a fondo algunas cosas.
—Ya veo —susurró mientras comenzaba a clasificar la información entre la que podía destruirlos en un pestañeo y la que les podría doler un poco menos. —¿Podemos enviarla ahora ya?
—¿Ahora ya?
—Sí, estaría llegando mañana, por lo que es seguro que Gioto mandará a llamar a Dane a su casa, eso me dará dos días de prórroga para ajustar algunas cosas y...
—Rubí —la detuvo. —Te vas a las Vegas de Luna de Miel, ¿recuerdas?
—Ah, cierto, pero puedo...
—Hagámoslo cuando regreses, ¿de acuerdo? Intenta relajarte por allá. Además, sabes que hay cosas que no se hacen sin un precio —susurró moviendo otra carpeta a su lado.
—¿Qué es? —preguntó frunciendo el ceño.
—Los Santistas te seguirán ayudando, pero no avanzaran más hasta que cumplas con tu parte del trato.
—Bien —suspiró arrebatándole la carpeta de la mano para observar su contenido. Comenzó a hojear con cuidado sonriendo de lado cuando descubrió lo que debía hacer. —Entonces el viaje a las Vegas no es al azar —susurró.
—Lo siento, pero no podía simplemente enviarte a descansar.
—Dijiste que me relajara hace algunos segundos.
—Estoy seguro que esto te ayudará a relajarte también —sonrió. —¿Estás de acuerdo con todos los términos?
—Creo que puedo hacerlo mejor. ¿Está todo listo con lo usual?
—Tendrás lo demás cuando llegues al hotel. Ahí habrá alguien que pueda cumplir con cada uno de tus pedidos.
—Bien, entonces no necesitaré más.
—Intenta que Adolfo no se entere, eso arruinaría su diversión, él no está de acuerdo con estas cosas que incluyan muertes inocentes.
—Pero que considerado de tu parte —rió. —Adolfo ya no es un niño, Piero, es mejor que sepa a qué me dedico antes de continuar con el juego.
—Bueno, solo no lo asuste tanto como para que corra otra vez.
—Veré que puedo hacer.
El sonido de un auto por fuera los alertó de que era el momento de terminar la conversación, Rubí tomó la capeta del trabajo en Las Vegas, mientras que el sobre de información sobre los Vitelos la dejó con calma sobre la mesa.
—Una vez termine el trabajo envía esta información a Palermo. ¿De acuerdo? —indicó la pila con información lo suficientemente importante como para que les doliera, pero no tan relevante como para destruirlos.
—De acuerdo.
Salieron fuera de la oficina caminando hacia la entrada principal, se encontraron con Adolfo conversando con Idara y al chofer esperando por ellos. Rubí se acercó a su amiga mientras que Adolfo fue con su padre para dar las respectivas despedidas.
—Te extrañaré —susurró Rubí abrazando a Idara al momento en que comenzaba a hablar incluso más bajo. —Procura informarme de todo lo que ocurra aquí, además contáctate con Roger y dile que la información ya llegó. ¿De acuerdo?
—Bien —asintió Idara. —¿Algo más? —se separaron un tanto al tiempo que Rubí le extendió la carpeta.
—Esta es la información de lo que tengo que ir a hacer realmente a las Vegas, llama a Roger, antes era Rubén quien me ayudaba en esto, pero creo que él puede saber bien qué hacer.
—Al final Roger sabrá hacer todo ¿no? —balbuceó Idara observando la carpeta.
—No, llámalo para que te dé instrucción de lo que debes hacer, no quiero errores, Idara, es momento de que encuentres tu valor aquí, no te traje por piedad, te traje porque sé que puedes con esto.
La mirada de Idara por fin se encontró con la de Rubí y el desafío estaba más que palpable entre las dos cuando sin palabras ya sabían lo que debían hacer.
—No te defraudaré —sentenció pareciendo por primera vez segura.
—Eso espero, porque de otra forma tendré que acabar el trabajo que nunca comencé —sonrió de lado dándole escalofríos a Idara, pero que solo terminaron por reír.
Luego de dar las últimas despedidas necesarias, Adolfo y Rubí se subieron al auto yendo en dirección al aeropuerto para por fin partir a su Luna de Miel soñada, o quizás solo para Adolfo, considerando que para Rubí solo era un trabajo más.
*
Las Vegas, Estados Unidos
09 de enero, 2005
Encontrar el hotel no había sido un problema, tal como había dicho su padre ya estaba todo perfectamente organizado para que ellos pasaran por lo menos dos semanas en el lugar sin ningún inconveniente. El día que habían arribado a la ciudad un hombre los había estado esperando a la entrada del aeropuerto para llevarlos al hotel, habían intercambiado algunas palabras con Rubí, que Adolfo no había podido comprender, pero de todas formas no le molestaba teniendo en cuenta que estaba por primera vez en otro continente. Se sentía como un niño pequeño que iba por primera vez al ver el mar, estaba extasiado, emocionado y sin negarlo excitado ante una compañía tan grata como lo era Rubí. Tenía que aceptar de una vez que esa muchacha lo estaba atrapando cada vez más, con sus sonrisas y sus contradicciones tan comunes parecía no darse cuenta de cuanto lo atraía a cada segundo.
Se dijo a si mismo que si habían decidido ese viaje no lo desperdiciaría, de todas formas ya estaban casados y no necesitaría de muchos inconvenientes para cumplir su cometido, o por lo menos eso esperaba. Cuando por fin habían llegado al cuarto, incluso quiso besar a su padre por haber reservado una suite matrimonial con una cama de tamaño King, un mini bar y todo lo perfectamente posible con el tamaño de un departamento para cualquier persona bien acomodada en la ciudad. Realmente estaba todo planeado para que las cosas resultaran bien y se dijo a si mismo nuevamente, que no sería un idiota que lo desperdiciaría.
Cuando por fin dieron con la primera noche en el lugar se dijo que tenían que pasar por lo menos en primera instancia conociendo, tenía que encontrar la forma de ser sutil con Rubí y que las cosas se dieran de forma natural entre ellos, pero por algún motivo se sentía tan cohibido y a vez extasiado que no sabía cómo actuar realmente, se sentía como un niño inexperto que jamás había estado con una mujer, lo que le parecía inaudito, pero a la vez desafiante.
Para su sorpresa cuando estuvo listo y dispuesto para dar el primer paso se encontró con su soñada esposa en medio de la habitación con una ropa ajustada a su cuerpo, pantalones negros y una chaqueta a juego, que lo invitaba a solo deshacerse de todo esto y encerrarla en la habitación hasta nuevo aviso, se tuvo que tragar las ganas de tomarla entre sus brazos cuando Rubí le extendió una copa de licor que tomó titubeante.
—Hoy es la primera noche, creo que debemos ir a apostar un poco, ¿no crees? Estamos en las vegas.
—Odio los juegos de casino —se quejó. —Esas mierdas son una estafa —se sentó en uno de los grades sillones intentando concentrarse en la conversación y no en sus deseos.
—Entonces... ¿Qué te parece peleas clandestinas? —eso lo animó de inmediato, hacía cerca de cinco meses que no luchaba contra alguien y debía aceptar que lo extrañaba bastante.
—¿Hay aquí?
—Claro, las hay en todos lados, Idara me envió algunas direcciones a las que podemos ir a probar un poco, ¿te parece? —ofreció risueña provocándole una extraña sensación en su pecho.
—Vamos ahora ya —pidió entusiasmado.
Rubí asintió tomando todo el contenido de su copa para luego dejarla en la mesa y así tomar su gorra. Su pelo, que una vez había estado corto, se colaba por los lados evidenciando su melena que ella no se preocupaba por cuidar, pero incluso así, la forma en que su pelo definía su rostro atrapó un tanto a Adolfo confundiéndolo por unos segundos.
—¿Te quedarás ahí? Muévete, Lobo, que hoy nos vamos a divertir.
Rubí caminó hacia la salida y como un perrito la siguió sin reclamar.
*
Había tres cosas que tenía que buscar en ese lugar y aunque claramente Adolfo no estaba ni enterado de sus razones él parecía estarla ayudando bastante bien. Lo primero era un hombre que luchaba todas las noches en uno de los centros de peleas clandestinas, le hacían llamar el Perro Loco y su historia dictaba que era el mayor ganador de todos. El hombre no solo estaba siendo la mejor apuesta, sino que además tenía un largo expediente que lo hacía hacer partícipe de otras cosas ilícitas que muchos envidiaban. Él sería su primera víctima de la semana, ya que de esa forma tendrían que aparecer los peces grandes. Detrás del Perro Loco tenía que estar un tal Omar, un hombre que manejaba por lo menos la mitad de las luchas clandestinas en Las Vegas y que tenía como asociado a uno de los más grandes líderes hoteleros de la zona, ese último tenía que ser el final del juego, pero sabía que llegar hasta ahí no sería algo fácil y mucho menos con la ayuda al mínimo en una ciudad en que el peligro siempre estaría tras de su espalda.
Llegaron a la primera zona de peleas y en ella no había ningún hombre que se hicieran llamar Perro Loco, de todas formas Adolfo luchó y ganó tres veces, dejándole a Rubí solo de espectadora para que pudiera recoger las ganancias. El lugar siguiente tuvieron suerte al escuchar que el Perro Loco estaba a unas calles más abajo en uno de los centros más lúgubres, pero con mucho más dinero bajo la mesa, de todas formas se quedaron a luchar en dos peleas en donde Rubí se llevó el triunfo de ambas, habían tenido suerte de que los hombres que los vieron luchar ninguno se opuso al hecho de que fuera una mujer, por lo menos hasta ahí tenían ventaja, al parecer en el país no era raro encontrarse con muchachas como ella. Pero al final de la calle cuando encontraron su cometido, le fue imposible a Rubí no tomar las riendas del asunto.
—Pero también quiero pelear —reclamó Adolfo cuando Rubí le entregó el dinero para apostar.
—Cariño, es mi turno, tú acabaste con tres en la primera y yo solo llevo dos, igualemos el marcador, ¿de acuerdo?
—Bien —aceptó resignado. —Solo no dejes que te golpeen mucho, ¿de acuerdo?
—Soy la chica que te sacó la madre dos veces, Adolfo, no me va a pasar nada.
Aquello lo hizo sonreír y en medio de los gritos de todos los demás se adentraron hasta encontrar al siguiente oponente. El lugar no eran tan diferentes a los subterráneos en Italia, la reja era exactamente igual llegando hasta el cielo sin escapatoria y solo había una entrada controlada por el presentador. De inmediato Adolfo y Rubí se arrinconaron hasta la entrada anunciando su llegada y la apuesta, solo cuando los números pasaron de más de siete ceros el hombre aceptó la pelea y el anuncio comenzó a darse.
—¡Hoy tenemos una luchadora entre nosotros! Con no más de 58 kilos, un metro sesenta y ocho, y una boca deliciosamente roja, les presento a... ¡La Joya!
Los gritos no se hicieron esperar, gritos de groserías y ofrecimientos de llevarla a la cama fueron más que obvios entre tantas palabras que no lograba conectar, incluso le daría el crédito al presentaron por dar medidas de las que ni ella estaba enterada, pero de todas formas ignoró a todos al momento en que su oponente apareció.
—¡Desde este otro lados tenemos a uno de nuestros mayores campeones! Con más de 80 kilos, un metro ochenta y cuatro y unos puños de un demonio con ustedes... ¡El perro Loco!
La forma en que todo se agitó podría haberse asemejado a un temblor en la habitación, los gritos de alabanza y de admiración no se hicieron esperar, incluso logró escuchar algunos que parecían compadecerse de ella que se veía como un mondadientes al lado del hombre inmenso frente a frente.
—¡Que comience la cacería! —gritó el presentador tocando la campana que daba inicio a la pelea.
El mastodonte no esperó ni un segundo, dio pasos rápidos para atrapar a Rubí quien solo se alejó apegando su espalda contra la reja y comenzando a escalar para subir hasta la cima. Lo observo desde arriba calculando sus posibilidades, sabía que debería dar una buena batalla, pero por algún motivo le habían dicho que en ese lugar debía simplemente estrangularlo, no lo había entendido, pero suponía que era la única forma de abatirlo. El hombre comenzó a mover la reja intentando hacerla bajar como si fuera un gato asustado, solo porque tenía que seguir la pelea se dejó caer cayendo sobre sus hombros y comenzando a apretar como le habían pedido, con sus piernas y sus manos apresó su cuello y su mandíbula. Mientras que el hombre llevó sus manos intentando arañarla y botarla al suelo. Solo consiguió que se convirtiera en un forcejeo innecesario mientras él recorría la reja en un intento de sacarla de sus hombros.
—¡Dejen de jugar! —escuchó en algún punto de lugar, por lo que simplemente suspiró y en el momento en que se acercó a la reja nuevamente se tomó de los más alto para levantarse y apretar con sus piernas.
Lo sostuvo por lo menos un minuto completo mientras el hombre forcejeaba y entonces lo soltó dejándose caer al suelo, alejándose un poco, para que el Perro Loco se recuperara unos segundos.
—¡No estás luchando! —la indicó con un acento extraño.
—No, no lo estoy —confirmó mirando hacia los costados. —Busco a tu jefe y tengo la duda: ¿si te mato me buscará o debo sacarte información antes?
—Jamás podrás encontrarte con él —masculló reincorporándose por completo.
—Eso lo veremos.
Se apresuró hasta llegar a su lado y solo entonces comenzaron a pelear de verdad, el Perro Loco lanzó tres puños hacia el frente mientras que Rubí se aprovechó de su altura para golpearlo certeramente en el estómago haciéndolo retroceder, luego en un intento de rematar el golpe se alzó para darle una patada que el Perro Loco detuvo tomando su pie lo suficiente para empujarla. Pero a cambio Rubí se alzó levantándose con sus brazos y golpeándolo con la pierna derecha hasta hacerlo caer, el problema fue que el Perro Loco no la soltó por lo que ambos cayeron al piso. Rubí se apresuró a levantarse, pero el hombre la tomó nuevamente de los pies para atraparla de la espalda y comenzar a estrangular su cuello, en el segundo en que la respiración comenzó a acortarse pataleó hasta dejar chocar su talón en la entrepierna del sujeto, solo entonces el Perro Loco la soltó para botarla al piso. No había sangre aún en su cuerpo, pero al haber sentido la perdida de aire por unos segundos no pudo pensar en otra cosa que acabarlo de una puta vez.
Mientras el hombre se retorcía y se acomodaba para volver a luchar, Rubí corrió hasta saltar sobre él nuevamente, esta vez golpeando con sus rodillas el centro de su espalda para hacerlo caer, mientras que en el mismo proceso giró su cabeza hasta hacerla crujir y no siendo suficiente llevó su boca mordiendo el pedazo de carne hasta desgarrarlo completamente, solo entonces cuando vio la sangre y la carne desprenderse hundió sus dedos en la zona hasta romper por completo el hueso cerciorándose que ya no habría vida en él. Cuando por fin llegó al suelo el cuerpo inerte del Perro Loco solo comenzó desangrarse y así Rubí descubrió que un extraño silencio se había forjado en el lugar.
Observó a sus costados y encontró los ojos sorprendidos de Adolfo quien parecía más preocupado por el hombre en el suelo, que por los daños que él pudo haberle provocado a ella. Suspiró y solo cuando el presentador levantó la reja dando el anunció del ganador los gritos comenzaron a escucharse nuevamente alabando a una nueva triunfadora de la reja.
*
Las Vegas, Estados Unidos.
09 de enero, 2005
—Maldición, estoy impresionado, eres una sádica —comentó entre risas haciendo reír a carcajadas a su compañera. —Estaba asustado de que te pudieran hacer algo, pero realmente eres un demonio, Rubí.
—No estoy segura si ese es un halago o una ofensa —susurró riendo.
—Es una halago, créeme, en las luchas ser un demonio es un halago.
—Bien, entonces gracias —aceptó asintiendo.
—Mira, una capilla, entremos.
—¿Por qué? —preguntó desconcertada, mientras Adolfo tiraba de su mano para adentrarse al lugar.
—Tienen a un Elvis Presley como maestro de ceremonia, tenemos que casarnos con uno así, vamos será divertido.
Y debía aceptar que lo fue, luego de pagar una suma considerable por un vestido que no dejaba nada a la imaginación y una ceremonia que tenía más alcohol que votos no hubo momentos en que dejaran de reír, incluso sabiendo que había varias personas que los habían seguido luego de que terminara su trabajo con Perro Loco, decidió que ese nuevo casamiento lo disfrutaría como lo estaba haciendo Adolfo, sin preocuparse por nada más que lo que tenía enfrente.
En algún momento sintió que le dolía el estómago de tanto reír, el maestro de ceremonias, un hombre vestido de Elvis Presley, como Adolfo había pedido, y una mujer que los había guiado vestida con un gran traje de corazón pomposo, fueron además sus testigos en la ceremonia que culminó con el primer beso de toda su vida. En algún punto sintieron que la champaña fue abierta por algunos otros que también estaban casándose, pero por alguna razón el beso duró más de lo pedido.
Cuando se separaron la respiración de ambos estaba entrecortada y definitivamente no podían quedarse a disfrutar más ahí. Con varios tragos de más y la adrenalina corriendo por sus venas, se apresuraron en una carrera hasta el hotel en donde subieron casi a golpes mientras chocaban cuando los besos llegaban. Rubí no se midió cuando tomó la nuca de Adolfo en el ascensor y apegó todo su cuerpo contra él restregándose en los puntos importantes, pero tampoco pasó por alto que al momento en que se cerraron las puertas del ascensor llegaron los hombres que los habían estado siguiendo.
Se preguntó si es que serían los hombres de quien buscaba o tal vez algún conocido de su pasado y buscaba venganza, o tal vez alguien que había estado tras su cuello gracias al valor que le había puesto Dane, tenía tantas alternativas, que simplemente prefirió ahogarlas con la boca de Adolfo que aceptaba sus caricias sin preguntas ni dudas.
Cuando llegaron a su habitación no hubo segundo en que pudiera detenerse, todo se volvió lujuria y pasión, el vestido que poco lograba tapar sus piernas o su senos fue arrancado de su cuerpo gracias a Adolfo mientras la alzaba hasta enredar sus piernas en sus caderas y golpearla contra una pared para arremeter contra su cuerpo. Aún no habían llegado al clímax, pero estaban más excitados de lo que alguna vez habían podido pensar.
Adolfo recorrió su cuerpo sobre la lencería con un reguero de besos mientras ella se dejaba hacer con gemidos de aprobación, solo en el segundo que sintió que podía llegar al orgasmo incluso sin penetración decidió que debía devolverle el favor y comenzar a llevarlo a la locura a él. Llegaron por fin a la habitación, entre choques con la pared y golpes con algunos objetos cuando se detenían a besarse y a saborear del otro. Finalmente cuando por fin tocaron el borde de la cama, Rubí empujó a Adolfo para hacerlo caer de espaldas y solo entonces se subió sobre él como gato ronroneando, fue su turno de quitarle la ropa y romperla en el proceso mientras se aseguraba de dejar los besos adecuados con algunas marcas de por medio, cuando llegó hasta su miembro no dudó en liberarlo, tomarlo con su mano y solo cuando él parecía ya perdido con sus caricias lo tomó con su boca saboreando desde la punta hasta el final y luego de regreso enviándolo a exclamar una sonta de gemidos y gruñidos de aprobación que lo retorcían en la cama.
Cuando Adolfo se sintió al borde, le pidió a Rubí que se detuviera para tomarla nuevamente entre sus brazos y besarla hasta el cansancio. Se acomodaron en la cama y entrelazando sus cuerpos Adolfo se introdujo en Rubí sin segundos de tardanza, comenzaron con el choque de caderas en sintonía que no dejaba para descansos ni delicadezas, simplemente una lujuria que los llevó al borde, pero incluso con toda la intensidad Adolfo se dio el tiempo de cambiar de posición tomando una pierna de Rubí por sobre su hombro permitiéndole ir más profundo, luego de quizás varios minutos con la intensidad al tope, los gemidos de satisfacción y algunos gruñidos de aprobación se dejaron llevar tendidos en la cama con el clímax en sus cabezas y la completa certeza de que eso solo había sido el comienzo de algo verdaderamente intenso.
*
Las Vegas, Estados Unidos.
10 de enero, 2005
Se levantó con un dolor de cabeza que poco podía hacer por la claridad de los hechos de la noche anterior, se giró en la cama encontrando un cuerpo caliente y desnudo a su lado, y aunque quiso asustarse sabía perfectamente lo que aquello significaba. Y no mierda, porque sí que lo había disfrutado. Sonrió levantándose para ir al baño, si se apresuraba en cuanto al trabajo, quizás podría disfrutar un poco más de aquello, ya había escuchado la usual frase de lo que pasa en las vegas se queda en las vegas por lo que ni siquiera se asustó al notar que se le había pasado la mano y que seguramente su corazón se resentiría cuando notara que estaba engañando a Biago con alguien más. Pero daba igual, es decir, estaba casada y él también, no sabía siquiera porqué ese pensamiento llegaba a su cabeza.
Se bañó sintiendo los estragos de las luchas de la noche anterior y ni hablar del sexo que habían tenido que claramente no se detuvo después del primer orgasmo, estaba segura que jamás había disfrutado de tal forma aquella pasión, por lo que le daría varios puntos a favor al Lobo por haberla hecho llegar al cielo más de tres veces seguidas. Lástima que aunque hubiera deseado quedarse a disfrutar todo el día en la cama con él, tenía que ir a trabajar, tenía que terminar rápido y era seguro que no saliera nada bueno de aquello. Se vistió con lo más cómodo que encontró, se colocó la gorra de la sudadera y solo cuando se sintió satisfecha de la facilidad de esconder sus armas bajo de su cuerpo salió de la habitación caminando con seguridad hasta el ascensor.
No alcanzó a llegar a la salida cuando se percató que el casino estaba abierto, incluso a esas horas cuando deberían estar limpiando habían persona apostando, y otros haciendo guardia moviéndose de un lado a otro, el problema es que aquellos no eran los mismo que habían estado el día anterior sino que era el montón de hombres que la habían seguido desde la última pelea.
Suspiró. Incluso si pudiera alcanzar a salir no sabría a donde dirigirse y la búsqueda se alargaría más, sabía que no podía darse el lujo de demorarse toda la semana en su investigación y así matar con precisión, lamentablemente aquello tendría que ser más rápido, pero no así menos pensado. Se devolvió esta vez por las escaleras y corrió los pisos hasta llegar al sector de vigilancia, había tres guardias que la detuvieron por lo que no pudo quedarse a charlar, los golpeó justo antes de que pudieran dar aviso y los anestesió a cada uno con una inyección que llevaba entre sus ropas. Solo entonces cuando las cámaras quedaron libres a su disposición se sentó con calma a analizar los rostros de aquellos que la habían perseguido.
Tomó un celular de los hombres inconscientes en el suelo y marcó el número de Idara dando instrucción directas que ella seguramente comenzó a anotar para no perderse de nada, desde un tiempo hasta ahí la muchacha había dejado de ser temerosa y había estado incluso más concentrada y atenta de lo que había esperado, Piero la había dejado a cargo del Jefe General por lo que había tenido clases intensivas de cómo ser un apoyo y no un maldito estorbo, al parecer lo estaba haciendo bien cuando finalmente aceptó todo lo que Rubí le dictó y confirmó que tendría la información en unas horas.
Solo cuando terminó de enviar las imágenes de los guardias dejó la sala de vigilancia y volvió a su habitación, Adolfo aun dormía tranquilamente por lo que se despojó de su ropa y se quedó con su lencería hasta acurrucarse a su lado siendo abrazada de inmediato por su esposo quien incluso dormido ya había aprendido a acogerla al instante.
*
Se reacomodó en la cama sintiendo las secuelas de la resaca, pero el sentimiento grato del dolor tras las peleas y, lo mejor, ese placer tras la espalda al sentir el calor de una mujer a su lado. Sintió de pronto unos besos en su cuello y luego en su torso que aunque quiso abrir sus ojos prefirió disfrutar un poco más de aquellas caricias.
—Oh, vamos, sé que estás despierto —susurró Rubí ronroneando su oído.
La tomó desde la cadera y la volteó hasta dejarla contra la cama, se levantó con los ojos bien abiertos para colocarse sobre ella y comenzar a besarla como era debido, sintió como su pecho se regocijó con el primer contacto y como es que el cuerpo de ella reaccionó acorde a sus caricias. No se hicieron esperar las manos recorriendo los sectores adecuados para alejar de una vez la lencería inútil. No fue como la noche anterior, en ese momento se dijo que lo disfrutaría y que tomaría cada extensión de su cuerpo con calma, besando, saboreando, chupando y lamiendo, dejando que ella gimiera provocando el mejor sonido que había escuchado en su vida. Disfrutó y degustó cada centímetro de su piel hasta que no pudo más con la espera y se adentró en su cuerpo moviéndose con calma y suavidad. Afirmó su frente contra la de ella observando sus expresiones, sus gemidos y como exhalaba cada vez que se adentraba más profundo, la besó en reiteradas veces y aunque quiso continuar largamente en esa sintonía tan íntima la tomó por sobre sus caderas cayendo él sobre la cama y dejándola a ella arriba controlando las embestidas. Habían pasado de un segundo a ser algo suave y tierno a la intensidad con la que estaban cómodos la noche anterior, lo que no tardó en llevarlos a los dos a sus respectivos orgasmo y disfrute.
—Dios —exclamó Rubí cayendo sobre el pecho de Adolfo quien respiraba con dificultad tras las sensaciones vividas. —Esto es alucinante.
—Completamente de acuerdo.
—¿No te duele la cabeza? La jaqueca me está matando —comentó riendo mientras se acomodaba a su lado.
—No lo suficiente como para no seguir disfrutando de ti —respondió moviéndose en la cama para observarla detenidamente.
La noche anterior cuando por fin Rubí había caído dormida se preguntó si todo aquello iba a ser real, si es que ella al día siguiente despertaría a su lado esperando para volver a hacerlo otra vez o simplemente se alejaría culpando al alcohol, debía decir que el despertar con ella besándolo había sido una grata sorpresa que lo hacía sentir un hombre verdaderamente confiado y feliz al notar que al parecer estaban en la misma página, tal vez no sería el amor de su vida ni la mujer con la que habría deseado casarse, pero no podía negar que tenerla en ese momento era más de lo que habría deseado alguna vez.
—Me pregunto —susurró Adolfo pasando sus manos por el estómago de Rubí. —Considerando que estaba bastante ebrio y no utilicé protección, ¿existe la posibilidad de que mi padre tenga un nieto? —preguntó siendo tímido, pero a la vez sintiéndose expectante ante la respuesta.
Cuando volvió a subir su mirada del estómago de Rubí a sus ojos no encontró lo que hubiera esperado, a cambio había una nota de tristeza en sus ojos y una verdadera melancolía que le llegó hasta enfriar el pecho por unos segundos.
—Lo siento.
—Oh, no, soy un idiota, estoy hablando tonterías —comentó subiendo su mano hasta su mejilla acariciando suavemente.
—No, no es eso. No es como si me molestara la pregunta. Solo que no es posible, Adolfo.
—¿A qué te refieres?
—No puedo tener hijos.
—¿Y eso? —preguntó frunciendo el ceño, al tiempo que Rubí se acomodaba contra su espalda y suspiraba al techo intentando desviar la mirada.
—En el pasado al parecer ocurrieron cosas que provocaron que resultara así. No hay un lugar aquí, donde pueda haber un bebé, no biológicamente —indicó dejando sus manos sobre su estómago con un toque de melancolía en su voz.
—¿Recuerdas ya?
—No completamente, pero sé que jamás resultará nuevamente.
—Yo... lo siento —balbuceó Adolfo. —No pensé que fuera... algo complicado.
—Todo es complicado, Adolfo. Siempre lo será —se giró a verlo dándole una sonrisa triste que él solo respondió acercándose para besarla.
—No importa, me gusta que compliques mi vida —susurró comenzando a besarla nuevamente.
Se reacomodaron en la cama y lo que siguió fue un cantidad de besos suaves que los llevó a ambos a la lujuria nuevamente, pero a comparación de todo lo anterior aquello lo hicieron lento, suave y sintiendo cada una de las extensión del otro, sin perderse ninguna exhalación.
*
Las Vegas, Estados Unidos.
11 de enero, 2005
—Te demoraste —acusó al momento en que atendió la llamada de Idara.
—Lo siento, es que ocurrió un imprevisto...
—No me interesan tus problemas, Idara, esto es trabajo y te dije que no me fallaras.
—Oh, vamos, que no lo he hecho, solo dame unos segundos para demostrártelo.
—¿De qué hablas?
—Investigué las fotos de los hombres que me enviaste, y me demoré porque investigué a otros cuantos que estaban por detrás que noté en las fotos, pero que tú no señalaste.
—De acuerdo... —musitó acomodándose para sentarse frente a la ventana y ver las luces de la ciudad alzarse en todo el lugar. —¿Qué encontraste?
—Los hombres que te siguieron son peleadores clandestinos, están ahí porque escucharon sobre el precio sobre tu cabeza...
—¡¿Cómo logró traspasar la frontera?! —exhaló asombrada.
—El precio está sobre "La Joya" por lo que cada vez que ocupes ese seudónimo alguien aparecerá para obtener la recompensa, tenlo presente.
—Bien —bufó pasando por alto el error que había cometido. —Tendré más cuidado, ¿qué más?
—Investigué a los hombres que apoyaban al Perro Loco y encontré algunos datos interesantes del hombre al que debes matar, en unos cinco minutos llegará el servicio a la habitación, en la comida está toda la información que recaudé, además a quien más fácil encontré fue al dueño de los hoteles de la ciudad. Se está hospedando en el mismo lugar que tú, solo que en una suite al otro extremo del edificio. Todas las noches lleva a una prostituta diferente, Roger dijo que esa información te podía servir ya que a comparación de la muerte del Perro Loco esta tiene que ser vista como suicidio, no entiendo a lo que se refiere, pero él dijo que tú lo entenderías.
—Sí, claro que lo entiendo —musitó un tanto asombrada con la cantidad de cosas que había logrado Idara. —¿Algo más que informar?
—Enviaré la información de los Vitelos en una semana más. Piero dijo que los Santistas estarán de acuerdo si es que tú terminas el trabajo por allá. Roger dijo que la información que encontraron es la misma que él vio en el banco, pero no es más de la mitad, hay mucho más escondido.
—Piero dijo lo mismo, supongo que Dane no se conformó con algo pequeño.
—Lo mismo creen todos, la cuestión es saber a qué apuntó exactamente.
—Espero que lo logren averiguar, sin ese detalle nos podríamos llevar grandes sorpresas en el futuro y no estoy dispuesta a que ella gane terreno por un detalle tan estúpido.
—Intentaré averiguar por mis medios también.
—¿Cómo te está tratando Piero?
—Bien, ha sido muy amable conmigo y me han tenido bastante paciencia mientras me enseñan algunas cosas, además los soldados que pusiste a mi cuidado me han enseñado algunos golpes y a disparar, verás que cuando regreses podré seguirte como es debido y no ser un chiguagua temblando, promesa —comentó haciendo reír a Rubí, justo al tiempo que Adolfo apareció solo con una toalla en sus caderas.
—Homem esculpido pelos deuses(Hombre esculpido por los dioses) —suspiró al verlo, lamiendo sus labios descuidadamente. —Creo que tengo que irme —habló hacia Idara quien parecía divertida ante la desconcentración de Rubí.
—Amiga, creo que tienes que controlar un poco tu lujuria —comentó riendo. —Ah, antes de que me cortes, ¿ves que te dije que había investigado a otros hombres en las fotos?
—Sí.
—Pues esos hombres te están vigilando de parte del hombre de negocios que aún no logro descubrir, eran aliados del Perro Loco también, envíe algunas fotos destacando sus rostros para que veas a quienes abordar y a quienes evitar. No vuelvas a presentarte en las peleas clandestinas, de otra forma te atacaran. ¿Entendido?
—Completamente —susurró al tiempo que Adolfo se acercaba a ella con una sonrisa coqueta y se inclinaba hasta tocar su rostro y tomar sus labios contra los de él, saboreando y chupando con cuidado. —Debo irme —cortó la llamada dejando el celular a un lado, para tomar a Adolfo con mayor libertad.
Se reincorporó de su lugar siendo recibida en los brazos de su esposo quien sin problemas la levantó hasta obligarla a enredar sus piernas en sus caderas y así estrellar su espalda contra el ventanal que estaba mucho más cerca.
—Cielos —exclamó cuando su piel se estremeció ante el contacto frio del vidrio, estaba solo con una playera larga que Adolfo ya se había encargado de quitar.
—¿Estabas informándote de las cosas por allá? —preguntó besando su cuello, dejando un camino de lamidas y succiones que seguramente dejarían marca muy pronto.
—Algo así —logró gemir cuando él llegó hasta el nacimiento de sus senos y apretaba con una mano su pezón derecho. —Me volverás loca.
—Es lo que deseo —dijo al tiempo que trasladaba su lengua al pezón izquierdo y comenzaba con sus lamidas y succiones haciéndola gemir incluso más fuerte si fuera posible.
En medio de esa lujuria y gratas caricias el sonido de timbre los interrumpió y aunque Rubí quiso ignorarlo sabía que tenía que atender antes de que olvidara que había venido a trabajar en vez de convertirse en una adolescente hormonal. Se bajó del cuerpo de Adolfo alejándolo un tanto para poder colocarse la playera nuevamente. Caminó hasta la puerta y se encontró con un hombre llevando un carro con varios platos de comida.
—Servicio a la habitación —informó dejando el carro en medio de la sala. Al tiempo que Rubí comenzaba a revisar el contenido de las charolas. En la central se encontraba la información que Idara le había dejado y solo cuando confirmó los documentos lo dejó ir.
—¿Qué es eso? —preguntó Adolfo acercándose cuando el hombre se retiró.
—Información sobre algo...
—Ayer, cuando mataste a ese hombre en la reja... No fue casualidad ¿verdad? —balbuceó haciendo que su atención fuera hacia él. No parecía muy feliz de preguntar.
—Lo siento, no soy una chica buena —respondió encogiéndose de hombros.
Adoraba a Adolfo, pero sabía que él entre todos los hombres que había conocido tenía un interés gigante en ser una persona de bien. Sabía que no estaba de acuerdo con su trabajo y mucho menos feliz con tener que mantenerse en un lugar en donde todo lo ilícito era pan del día, pero de todas formas estaba ahí porque era el mundo en el que había nacido, sabía que había soportado por su madre y había arrancado cuando ella murió, en ese momento Rubí se preguntó si mantenerlo a su lado no era una clase de tortura para el pobre hombre, o quizás solo mostrarle la realidad de los hechos.
Caminó hasta la mesa dejando a la vista la información que había enviado Idara, ciertamente ahí estaban los hombres que día anterior los habían seguido y al parecer habían estado todo el santo día en el hotel esperando que ellos volvieran a bajar. Claramente, reforzaría el detalle de evadirlos lo máximo posible. Luego estaba la información del último hombre que debía matar, había horarios específicos y el nombre del burdel que visitaba todas las noches, así como también el número de su habitación y la dirección de su casa original a la que nunca iba. Lo único que le faltaba era la imagen del hombre que lideraba las apuestas en las peleas clandestinas, por algún motivo ese desgraciado tenía que ser el segundo en morir, pero extrañamente el que menos se dejaba ver.
Había pensado que solo después de encontrarlo podría dar con el pez gordo de los hoteles, pero al parecer había cometido un error, lamentablemente no podía adelantarse, le habían dado un orden de muertes y no podía romper aquello puesto que había sido un requerimiento importante. Lo único que podría hacer sería concentrarse en los hombres que Idara había señalado como los que estaban involucrados en todo el asunto del perro loco y esperar a que si llamaba su atención podría llegar a encontrarse con el hombre que necesita ver.
—¿Son tus nuevas víctimas? —comentó Adolfo apareciendo detrás de ella completamente vestido.
—¿Irás a alguna parte? —contrapuso ignorando la mirada de su esposo sobre la información en la mesa.
—Estaba pensando en recorrer el casino o quizás alguna tienda de tatuajes, o quizás no sé... solo recorrer, dicen que la noche es la mejor parte de estar en las vegas, ¿me acompañas? Claro, si es que no molesto en tu trabajo.
—Estás siendo un idiota con eso del trabajo, sé que te molesta, pero es lo que soy, lo siento, por ser quien soy.
—Yo no dije nada —alzó sus manos fingiendo ser inocente. —Solo te estoy invitando a salir, estás a la defensiva, esposa falsamente amada.
Se acercó para darle un beso en la mejilla y se separó al mismo instante para avanzar hacia la salida.
—Iré a recepción, quiero ver un poco del hotel, avísame si vienes, aunque de todas formas te estaré esperando.
Salió sin decir más mientras que Rubí solo pudo detenerse a observar la puerta cerrada, había cosas que no lograba entender de Adolfo, pero por alguna razón quiso ir con él consciente de que tenía cosas mucho más importantes que hacer antes de que ir a pasear como un turista. De todas formas quiso serlo, quiso ser una simple turista aunque fuera una vez en su vida, quería pensar que estaba ahí para disfrutar como había pensado en un comienzo y no comportarse con todos los planes tras de su espalda.
Caminó hacia la habitación vistiéndose cómodamente con pantalones de mezclilla y una chaqueta a juego, se dijo que se daría un día más, solo un día más de prorroga y entonces comenzaría a ser profesional, pero por mientras, disfrutaría de aquella noche con Adolfo, aunque fuera por un momento.
*
Adolfo caminó por los corredores del hotel un poco deslumbrado con la cantidad de lujos que se podían ver hasta en el rincón más escondido. Comprendía que el dinero de su familiar podía costearse todo eso y más, pero le parecía un desperdicio cuando en realidad podrían haber disfrutado de igual forma en un lugar menos ostentoso. A pesar de ello la cantidad de dinero que pasaba de mano en mano, era algo que no podía ignorar. Dio un pequeño vistazo al casino que se encontraba en el primer piso, odiaba esos juegos de carta, pero era bastante impresionante el hecho de que hombres de negocios importantes estuvieran ahí mal gastando sus ganancias. Reconoció algunos de revistas o la televisión que algunas veces se detenía a leer o ver, pero no se detuvo más que unos segundos a ver cómo funcionaban los juegos, consciente de que muchos de ellos estaban arreglados para que ciertas personas obtuvieran mejores resultados que otros. Después de dar tres vueltas volvió a salir, estaba contando los segundos para encontrarse con Rubí, esperaba que ella bajara y dejara de lado todas esas mierdas en las que estaba involucrada, pero al parecer aquel día no era el momento en que ella pudiera dejar su trabajo. Suspiró, sabía que no la podría cambiar, pero aun así había esperado que al ser su luna de miel las cosas fueran diferentes.
Caminó nuevamente yendo esta vez al restaurant, pero se detuvo un tiempo en el bar que se extendía en la entrada de este, quizás un poco de licor calmaría su extraña decepción ante los asuntos de Rubí, por lo que dirigió a la barra pidiendo un poco de bourbon para pasar los segundos. Al minuto en que el bar-tender le entregó su copa dos mujeres llegaron a su lado dándole sonrisas fáciles e insinuantes, traían vestidos ligeros que mostraban un gran escote, los cuales no pudo evitar mirar, a comparación de su esposa ambas estaban muy bien dotadas.
—¿Qué hace un hombre tan guapo solo en un bar? —susurró la rubia de la izquierda en un fluido inglés.
—Lo siento, soy italiano, no comprendo mucho el idioma —se excusó a lo que al parecer a ellas les entusiasmó un poco más ante su acento.
—Oh por dios, me excité con solo escucharte. Dime algo lindo, dime algo lindo en italiano —reclamó la castaña al lado derecho, dando unos pequeños brincos en su lugar para resaltar sus atributos por el frente.
—No sé lo que están diciendo —negó Adolfo con su cabeza mientras llevaba su copa a sus labios dando un pequeño trago.
—Dice que le digas algo lindo en italiano.
Aquella voz lo hizo girar de inmediato encontrando a su joven esposa con los brazos cruzados y observándolo con una ceja alzada. Adolfo sonrió, había venido, había bajado para recorrer con él en vez de ir por su trabajo, le fue imposible no sentirse grato ante su presencia, incluso olvidando a las mujeres a sus costados.
—¿Esta quién es? —preguntó la rubia observándola con desprecio.
—Soy su esposa, y es mejor que se larguen si no quieren que me encargue de ustedes —masculló esperando que se movieran de inmediato.
Las mujeres titubearon, pero al notar que Adolfo no estaba ni un poco interesado se retiraron rechistando por haber perdido su oportunidad. Rubí se subió al taburete junto a Adolfo quien no había dejado de observarla ni por un segundo. No traía ninguna ropa que resaltara sus atributos como las mujeres que habían partido, pero por alguna extraña razón con solo recordar como su piel se sentía sobre sus manos su cuerpo se estremecía de emoción al querer tenerla otra vez entre sus brazos.
—No te puedo dejar ni un minuto solo y ya estás con moscas rondando a tu alrededor. Que decepción, esposo mío —Rubí tomó su copa y la llevó hasta sus labios bebiendo con tranquilidad.
—No estaba interesado, te estaba esperando, aunque creí que ya no vendrías.
—¿Por qué no iba a hacerlo?
—Pensé que tu trabajo era más importante que cualquier cosa.
—Lo es —afirmó Rubí dejando la copa vacía sobre la barra. —Pero recordé que esta es nuestra luna de miel, por lo que... prefiero olvidarme un poco del trabajo y concentrarme en... ti.
Se inclinó tomando la playera de Adolfo y en segundos ya estaban besándose con suavidad, Adolfo no perdió tiempo al llevar a Rubí hasta su regazo y así profundizar el beso con mayor cercanía de sus cuerpos. Cuando por fin se separaron lo hicieron agitados y completamente dispuesto a seguir la ronda en la habitación, pegaron sus frentes una a la otra observándose a milímetros, parecían desafiarse a la espera de quien sería el primero en tomar los labios del otro nuevamente.
—El recorrido a la ciudad puede hacerse otro día —susurró Adolfo.
—Estoy de acuerdo con ello —confirmó Rubí provocando que sus labios se volvieran a estrellar en una batalla en la que esperaban no hubiera ningún ganador más que para el disfrute de los dos.
*
Las Vegas, Estados Unidos
14 de enero, 2005
Refregó sus ojos encontrando algo que de inmediato lo puso atento. Su mujer, que se había vestido toda la semana con pantalones ajustados a sus caderas y chaquetas a juego, en ese momento se estaba paseando con un vestido negro que no llegaba más abajo de su culo, ni más arriba de sus senos. Se veía esplendida, eso era obvio, resaltaba atributos que muchas veces él creía que no tenía, pero tuvo que fruncir el entrecejo cuando notó que claramente esa vestimenta no era para calentarlo a él.
—¿Dónde vas? —preguntó finalmente reincorporándose de la cama. Habían tenido una sesión de sexo que lo había dejado sin energías por completo, pero no lo suficiente como para que Rubí se quedara toda la noche en la cama, al parecer.
—A luchas clandestinas, ¿me quieres acompañar?
—¿Irás vestida así? —cuestionó alzando una de sus cejas.
—No iré a luchar, me escabulliré entre las camareras y esta es su ropa, ya hablé con una chica para que me dé trabajo por un corto tiempo.
—No sabía que necesitabas trabajo de camarera.
—No lo necesito, pero es un medio para llegar a alguien que debo matar.
La forma tan simple en que lo dijo no le pasó desapercibido a Adolfo, por lo que le fue inevitable no cerrar los ojos haciendo una mueca mientras suspiraba, debía aceptarlo, ella era así y no iba a cambiarla. Intentaba repetírselo todos los días, pero aun así le costaba asimilarlo cuando ella se comportaba tan diferente cuando estaban a solas sin pensar en... asesinatos.
—¿Me acompañarás o te quedarás ahí? —volvió a hablar Rubí obligándolo a abrir los ojos.
La vio colocarse unos tacones aguja que hacían maravillas con sus piernas, por lo que le fue imposible no levantarse de inmediato para vestirse y acompañarla. Si con solo un vistazo él ya estaba dispuesto a sacarle la ropa y someterla bajo sus brazos en un pestañear, no quería ni pensar en lo que otros hombres podrían hacer con ella. Quizás no la podría detener, pero estaba seguro que podría hacer algo para protegerla, aunque fuera una cosa mínima.
*
Durante los días que había estado saliendo con Adolfo a recorrer la ciudad, le había sido imposible no buscar un poco de información, sabía que había gente siguiendo su cabeza, pero no se detendría por un problema menor. Nadie debería saber quién era realmente, por lo que era probable que aquellos hombres que la seguían solo lo hicieran para confirmar hechos que ella esperaba no confirmarles nunca. En cuanto a los desgraciados amigos del Perro Loco, los había encarado tan rápido como vio la oportunidad, uno de ellos había tenido la facilidad de decirle que aquella noche el jefe se presentaría en una de las mayores peleas clandestinas, un hombre traído de Los Ángeles y otro de los fauces de Portugal se enfrentarían con las apuestas más altas que se darían en todo el año, por lo que estaba claro que su jefe estaría ahí. Había tenido que confirmar la información por durante un día completo para asegurarse que era cierta y arriesgarse a ir, pero incluso cuando habían dudas en su cabeza decidió ir para observar la pelea.
Adolfo finalmente había aceptado acompañarla, pero lo había obligado a que no hiciera ningún movimiento sin sus órdenes, eso había implicado que se sentara en una de las mesas para que solo bebiera como uno más. Claramente el Lobo no se veía para nada feliz viendo luchas que él podría haber estado ganando y obteniendo ganancias por sobre la misma cuota que se colocaba, pero incluso con su mirada de pocos amigos y su ceño fruncido durante toda la noche no reclamó en ningún momento mientras Rubí se paseaba entre los hombres entregando copas y dando sonrisas coquetas.
Conoció a cada uno de los individuos de aquel lugar, hombres con mucho dinero e importancia, pero ninguno de ellos era el desgraciado que ella buscaba, habían varios guardias que estaban custodiando las puertas que llevaban a otros pisos, los únicos pasillos que le faltaba registrar, pero no habría forma de subir si es que no llamaba la atención, le pidió a otra camarera un poco de información del sector VIP como ellas lo llamaban, para solo descubrir que era un sector cerrado para todos y que las mujeres que podían subir, eran prostitutas pagadas por el magnate hotelero que debía matar en último lugar. Tuvo que suspirar sonoramente cuando notó que las opciones se veían reducidas, además si luchaba con alguno de los guardias sería demasiado notorio para cualquiera. Así que se resignó la noche paseando entre los hombres que la observaban con perversión y otros que simplemente intentaban tocar descaradamente, a estos últimos era a los que les iba peor, teniendo en cuenta que si un solo dedo la tocaba ella se volteaba a darles una amenaza que por lo menos los dejaba con tres dedos rotos, intentó ser lo más invisible posible, pero no le estaba resultando nada bien cuando los imbéciles gritaban como una niña por sus dedos.
Al final de la noche cuando ya estaba cerca de las 4 de la madrugada se anunció la pelea más esperada y al mismo tiempo que notó que los guardias comenzaron a moverse. Se apresuró a cargar su bandeja con copas de tequila y caminó entre algunos apostadores sirviendo en las mesas mientras veía como parecía todo reorganizarse. Al tiempo que el presentador anunciaba a los luchadores, un hombre de traje azul subió por el costado izquierdo del lugar introduciéndose por las puertas que no eran accesibles para ella. Solo luego de dos minutos completos lo logró divisar nuevamente en la cima del segundo piso donde podía verse la pelea a través de unos inmensos ventanales que daban al centro de la reja.
Quiso moverse hacia el costado opuesto para observar de mejor forma el rostro de aquel hombre, pero le fue imposible cuando el presentador terminó de anunciar al último luchador. Su rostro fue de inmediato a encontrarse con el llamado Jester(bufón) quien al mismo tiempo la estaba observando con sorpresa. La campana sonó anunciando el comienzo de la pelea, lo que el contrincante de Los Ángeles aprovechó para atacar, incluso antes de que Jester pudiera defenderse, recibiendo un puño cerrado en su mandíbula que lo hizo tambalear y quitar su mirada de Rubí. Así comenzó la pelea en donde el hombre traído de Portugal era imbatible y aunque parecía traer una sonrisa juguetona y tonta todo el tiempo no estaba ni de cerca de ser el perdedor.
Rubí tuvo que sacudirse a sí misma para poder continuar con su trabajo, aquel hombre le había traído recuerdos borrosos sobre un pasado que no tenía tiempo para recordar por lo que consciente de lo que podría pasar una vez terminada la pelea se escabulló lo más rápido posible para encontrar a Adolfo y largarse de ese lugar, lamentable fue su sorpresa cuando notó que el Lobo no estaba y solo una nota se encontraba en la mesa; Búscalo en la cima, a ver si puedes llegar, Joya.
—Maldición —susurró dejando la bandeja de copas y corriendo hacia los camarines. Tenía que dejar ese maldito vestido si debía comenzar a moverse más rápido de otra forma no tendría opción de llegar al segundo piso.
*
Los conductos de ventilación eran más estrechos de lo que había pensado, pero habían sido de gran utilidad para llegar hasta la habitación del segundo piso sin ser vista por los guardias. Habría sido un desgaste innecesario. Observó debajo de la rejilla encontrando al hombre de azul y a Adolfo, ambos estaban con una copa en sus manos mirando con detalle la pelea mientras parecían comentar los movimientos de los luchadores. No se veían ni un poco preocupados o siquiera Adolfo no mostraba indicios de haber sido secuestrado. Resopló, era inaudito cuando se había preocupado por él solo estaba conversando con un idiota que debía matar, probablemente.
Removió la rejilla y se dejó caer hasta el suelo siendo atrapada de inmediato por los guardias alrededor, los dos hombres se dieron la vuelta para observarla al sentir el ajetreo en sus espaldas, para su sorpresa Adolfo la miró con molestia mientras que el hombre de azul le dio una sonrisa satisfecha que le repugnó.
—Un gusto encontrarte aquí, Joya —celebró el hombre de azul, notando de inmediato que era un italiano de tal vez 30 años.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Adolfo en una mueca.
—Buscando a mi esposo, que al parecer había sido secuestrado, pero ya veo, una estúpida farsa para tener mi cabeza. Tú diste el anuncio del precio que tenía mi vida, ¿no es así? —indicó Rubí sin moverse de aquellos brazos que la apresaban con fuerza.
—Lo siento, somos hombres de negocios y el precio que tiene tu nombre es algo que no podemos despreciar.
—¿Me trajiste aquí para engañar a mi esposa, Omar? —acusó Adolfo con desprecio dando un paso hacia el costado.
—¿De verdad te casaste con La Joya? ¿Por qué no matarla? Habrías obtenido más de lo que necesitas para recorrer el puto mundo, como era tu sueño, Lobo —alzó su copa dispuesto a llevarla a su boca cuando Rubí comenzó a removerse.
Tiró de su cuerpo hacia adelante sin quitar sus manos de sus bolsillos traseros permitiéndoles a los hombres retenerla. Pero cuando encontró lo que buscaba comenzó a luchar, empujó hacia el costado izquierdo y luego al derecho, dando golpes de puños a cada uno más un codazo que les sacó sangre, y al último que la apresaba por la espalda lo empujó de una patada, solo los aturdió dándole el tiempo suficiente para ir contra el maldito italiano vestido de azul, este titubeante dejó su copa tras de su espalda recargándose en una mesa con diferentes aperitivos, se inclinó lo más que pudo intentando alejarse de Rubí, pero le fue imposible cuando ella apegó todo su cuerpo sobre él recargando sus manos sobre la mesa.
—Eres un cabrón de mierda, que ni siquiera tiene valor de matarme por tus propios medios, cobarde —masculló palpando con sus manos la copa hasta verter el contenido en polvo que había sacado de sus bolsillos.
El hombre abrió los ojos al mismo segundo que los guardias arremetieron contra Rubí quitándola de encima y alejándola de él.
—¡Llévenla a una celda y enciérrenla, la entregaremos viva, quizás nos den más! —demandó a los hombres intentando regular su voz.
Tomó la copa al segundo que vio como arrastraban a Rubí y empinó todo el contenido por su garganta hasta dejarla vacía. Vio la sonrisa de aquella mujer perdiéndose tras las puertas y entonces al mismo segundo comenzó a sentir su garganta arder con más fuerza. Adolfo quien se había quedado quieto en su lugar comenzó a retroceder cuando su antiguo benefactor comenzó a temblar por completo hasta caer en el piso, parecía estar convulsionando mientras que de su boca comenzó a salir espuma hasta quedar completamente inmóvil.
No dio ni tres pasos cuando apareció nuevamente Rubí en la puerta tomándolo de la mano y tirando de él sin palabras, pasaron por entre los guardias que la habían apresador y que ahora estaban tirados en el piso inconscientes, encaminándose por el pasillo hasta llegar a una de las principales escaleras. Bajaron incluso sabiendo que habrían guardias al final de ellas, pero no importaba porque lo principal de aquello era salir de una vez antes de que todos anunciaran la muerte del hombre de negocios.
—¡¿Dónde vamos?! —exclamó Adolfo cuando vio que llegaban hasta el final de la escalera y Rubí lo conducía hacia la puerta.
—Debemos salir y esta es la única alternativa.
—Como te vean salir de ahí todos intentaran atacar incluso sin saber el porqué, ven, conozco un mejor atajo.
Fue el turno de Adolfo de tirar de Rubí, dando vuelta por un pasillo oscuro que estaba completamente escondido tras las escaleras. Corrieron dando vuelta por diferentes corredores, mientras Rubí se preguntaba si es que él realmente sabía por dónde iba, pero cuando al fin dieron con la puerta trasera sintió un gran alivio al notar el frío de la noche y las luces de la ciudad.
*
Las Vegas, Estados Unidos.
16 de enero, 2005
—Me parece que esta relación tiene que cambiar —comentó Adolfo mientras trazaba círculos en la espalda de Rubí.
—¿Cambiar de qué forma? —preguntó ella sacando su rostro de la almohada.
Estaban descansando tras una larga sección de desenfrenada lujuria y ambos tenían una sonrisa boba tras los incontables orgasmo que experimentaban en su intimidad, Rubí decía que era primera vez que sentía tal intensidad y Adolfo solo se limitaba a besarla con mayor ímpetu intentando ocultar la respuesta que más temía: era le primera vez que él experimentaba tal regocijo en su pecho.
—Creo que deberíamos ir por unos anillos —sentenció Adolfo suspirando hacia el techo y mientras su mano bajaba por la columna vertebral de Rubí hasta el comienzo de la curva de su trasero.
—¿Anillos? Pero si ya tenemos anillos.
—Sí, pero esos nos los dio mi padre y no tienen significado alguno, quiero darte uno que tenga peso sobre mi pecho cuando te vea utilizarlo.
—Es como colocarme una correa, pero menos notoria —masculló Rubí hundiendo su cara en la almohada otra vez.
—No, ya tienes un collar que no te sacas jamás, no he preguntado de quien es, pero supongo que de alguien que ya marcó su territorio.
—Me lo dio mi amante —respondió ahogando sus palabras en la almohada.
—¿Me estás engañando? —acusó Adolfo volteándose para llevar su cuerpo sobre el de Rubí. —Te pregunté algo —demandó llevando sus manos a sus caderas y alzándola un poco para exponer su culo.
—No te estoy... engañando —susurró cuando sintió la mano de Adolfo en su entrepierna acariciando con suavidad. —Mierda...
—¿Entonces? —incitó tomando su miembro con su mano y comenzando a buscar con roces descuidados la entrada en Rubí.
—Dios —exhaló cuando sintió que la punta entraba lentamente, casi torturándola. —Es de Rubén, él me lo dejó, después de su muerte lo encontré, creo que iba a proponerme matrimonio con él... es imposible que no lo lleve conmigo cuando por él estoy... haciendo todo esto...
Terminó gimiendo lo último cuando Adolfo se introdujo por completo en su cuerpo apegando su pecho contra su espalda para morder con su boca el lóbulo de la oreja de Rubí y luego continuar su camino por su cuello.
—¿También te casaste conmigo por él? —preguntó dando la primera embestida.
—Mierda... —exhaló Rubí. —¿Si te digo que sí dejarás de torturarme? —preguntó sintiendo como Adolfo se retiraba con dolorosa lentitud.
—Quiero la verdad, my love(mi amor).
—Me casé contigo para obtener poder, tú lo sabes —declaró con rapidez recibiendo la arremetida de Adolfo. —¡Oh vamos! —reclamó levantando su culo para comenzar a moverse por sí misma.
—No, no, no —la detuvo Adolfo reincorporándose para tomarla de las caderas y sujetarla con fuerza. —Yo soy el que me daré el gusto ahora.
—¿Quieres hablar de otro hombre cuando me estás haciendo esto? A veces no te entiendo, Adolfo.
—Rubí, meu amor(mi amor), ¿iremos por esos anillos esta tarde?
—¿Cuándo aprendiste eso? —cuestionó intentando moverse, pero Adolfo volvió a embestir obligándola a gemir. —Sí, sí, iremos, ahora muévete, ¿sí? —rogó apretando los dientes y cerrando los ojos.
—Como tú gustes, amore mio(mi amor).
Con ese dictamen tomó las caderas de Rubí y comenzó a moverse con mayor rapidez acompañando de los movimientos caso innatos de su compañera, los gemidos, los gruñidos y algunas maldiciones no se hicieron esperar cuando la penetración se hizo más brutal y rápida, sintiendo cada parte del cuerpo del otro, pero disfrutando hasta más no poder. Solo cuando el orgasmo llegó para Rubí, Adolfo se dejó ir con ella disfrutando de como su cuerpo parecía estar siendo llevado al cielo con aquella sensación de placer.
Se recostó a un lado de la cama saliendo de Rubí para tomarla entre sus brazos, quien ni siquiera reclamó al acomodarse contra su pecho con la respiración agitada. Descansaron en silencio sintiendo el cuerpo del otro y con la sonrisa boba acentuándose con mayor gusto en sus bocas.
—Me agrada haber sido yo el que te tomara como esposa —susurró finalmente.
—Que rápido cambias de parecer, esposo mío, cuando tenemos un trato sobre ello.
—Olvida el trato, esposa amada, te prefiero por sobre cualquier cosa en este momento —declaró con sinceridad con sus ojos clavados en los de Rubí.
Sin respuesta la volvió a besar siendo bien recibido y con la continuación de algo que esperaba jamás detuviera.
*
Las Vegas, Estados Unidos
20 de enero, 2005
El prostíbulo estaba lleno de mujeres de todos los países posibles y aquel día había arreglado todo para que el magnate hotelero de las Vegas pudiera tenerla a ella como compañía. No había sido muy difícil teniendo en cuenta que el hombre había pedido a una mujer exótica, así que cuando la vio en la habitación del prostíbulo no tuvo ni un inconveniente al lanzarse contra ella para comenzar a tocarla y besarla de forma desmedida.
Rubí simplemente se dejó hacer, consciente que debía esperar a que el hombre decidiera ir de vuelta a su habitación en el hotel para poder acabarlo por completo, se sintió completamente asqueada cuando el hombre la besó y repasó sus manos por su cuerpo, pero él mismo le facilitó el trabajo cuando decidió detenerse a tomar un trago antes de continuar. Al parecer el desagradable hombre necesitaba tomarse cierta pastilla antes de poder comenzar la acción, Rubí aprovechó aquello para verter droga en su copa y sin problemas el hombre tragó dispuesto a continuar. Con algunas palabras y su percepción cambiada, Rubí convenció al desgraciado de ir primero a su suite y desde ahí satisfacer todas sus necesidades, sin reclamos y con bastante facilidad fueron trasladados hasta el extremo norte del hotel en donde se encontraba la habitación del magnate. Una vez dentro Rubí lo desvistió y él completamente ido siguió sus órdenes sin reclamos pensando en el sexo que iba a disfrutar. Rubí lo guío hasta la bañera y comenzó a llenarla con su cuerpo dentro, el hombre solo vio entre luces como la mujer comenzaba a desvestirse, pero lo que en verdad estaba sucediendo era algo completamente diferente.
Rubí tomó y lo obligó a sostener una cuchilla, que ella misma guío hasta su antebrazo opuesto, aplicó la presión necesaria y con medida calma comenzó a enterrar la cuchilla en la piel rompiendo la vena de abajo hacia arriba hasta el comienzo de la parte interna del codo. Sonrió al ver la sangre escurrirse por la herida, mientras que reiteraba la acción con la mano opuesta. Solo cuando ambos brazos quedaron completamente cortados y el hombre parecía tan perdido como para ni siquiera percatarse del dolor, lo empujó leventemente hasta que hundió todo su cuerpo en la bañera que lentamente se rebosaba de agua.
Había sido la muerte más fácil dentro de ese viaje por lo que le fue imposible no dar una grata sonrisa mientras ordenaba todo para quitar evidencias de su estadía en el lugar, solo cuando terminó por completo envió un mensaje a Idara: "Envía la información, ya he acabado con todos". Con ello sabía que por fin podría disfrutar con tranquilidad de lo que quedaba de su estadía en las vegas, disfrutando de su esposo y los placeres que le ofrecía la ciudad, estiró su cuerpo dispuesta a salir de aquella suite justo cuando sintió el sonido de un arma siéndole quitado el seguro.
Se quedó quieta y la seriedad volvió a su rostro cuando vio a través de un reflejo el rostro de quien la estaba deteniendo.
—Me parece bastante interesante encontrarte aquí —comentó el hombre de 24 años con su típica sonrisa juguetona. —Creí que estabas muerta, bueno, Mónica te dio por muerta —se encogió de hombros y se acercó hasta apegar la boca del arma contra la cabeza de Rubí. —Supongo que tendré que llevarte en compensación del trabajo que has arruinado para mí. Devan estará feliz de saber que estás viva, Xia.
La forma en que se estremeció al sentir esa voz, los recuerdos que recorrieron su cabeza y las tremendas ganas de alejarse de ahí la enviaron a una extraña confusión donde imágenes de un pasado distante comenzaron a golpearla. Recordó la imagen del hombre que acababa de matar y al mismo tiempo a un niño llorando frente a la imagen de una muerte parecida sobre una mujer de tal vez 18 años. El niño lloraba al ser su primera muerte, pero ella se sentía imperturbable ante el cuerpo inerte, luego el dolor de su cabeza se acrecentó en un costado cuando la voz del hombre que la amenazaba cobrara forma en su memoria, un enclenque muchacho con algunos años más que ella que solía joderle los entrenamientos siempre que podía, un imbécil que siempre se entrometía en todo y que solo le hacía reír en los momentos más inadecuados, lo odiaba y lo amaba por ser tan diferente a ella, pero otra vez su cabeza dio un golpe y entonces perdió la conexión con la realidad y el pasado.
No quería recordar, no quería volver a ese punto de su vida, no quería que sus memorias volvieran por completo porque entonces tendría que ir a vengarse contra alguien que incluso sin saber por completo, temía hasta los huesos, no quería encontrarse con su maldito pasado, pero al parecer el desgraciado aparecía cuando menos lo llamaba.
—¿No me dirás nada, Xia? —incitó el hombre dando golpes reiterados en su nuca.
En un pestañeó Rubí comenzó a trabajar, sabía que Jester jamás podría matarla, aun no recordaba la razón, pero por lo menos tenía la certeza de ello, por lo que se acuclilló para darle una patada a ras de suelo que él de inmediato esquivó dando un salto hacia atrás, pero descuidando el arma a la que quería llegar Rubí, se levantó, lo empujó con un golpe de puño y tomó el arma con sus dos manos forzándolo con una técnica de llave para que la soltara y así poder apuntarlo.
—Sigues siendo igual de buena que antes, Xia —masculló.
Tenerlo enfrente era incluso más doloroso que el escuchar su voz desde atrás. La imagen viva de lo que le habían arrebatado estaba ahí. Tenía la certeza de que si hablaba se rompería a llorar y no habría opciones para salir de esa habitación sin que alguien la notara. No podía hablar, porque entonces además de llorar le pediría respuestas, respuestas a preguntas que no quería formular.
—Mataste a quien debía acabar y además lo hiciste parecer suicidio, ¿cómo se supone cobre mi cuota? —preguntó Jester haciendo un puchero al que Rubí no respondió. —Vamos, Xia, tengo curiosidad por saber que ha sido de ti, ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué estás viva? ¿Por qué siquiera estás esperando para matarme? —incitó dando pasos seguros hacia ella, que inevitablemente Rubí tuvo que retroceder. —Eres una niña asustadiza, red lips —rió el desgraciado, pero al no encontrar respuestas terminó por suspirar y encogerse de hombros. —Sigues siendo la misma mocosa insoportable de siempre, Xia —escondió sus manos en sus bolsillos y miró hacia un costado donde comenzaba a verse el agua escurrirse en la habitación del baño. —Supongo que no hablarás y si nos encuentran aquí, será un problema para ambos, le diré a Mónica que te vi y tal vez Devan esté feliz con la noticia también y venga a buscarte —sonrió acortando la distancia y tomando su arma de un tirón.
—No se lo digas a Devan —susurró Rubí viendo como Jester caminaba hacia la salida con decisión.
—Ah, entonces de que traicionaste a la familia es cierto. Por tu culpa Blood Eyes fue destruido —meditó con gracia. —No tengo que hacerte favores, Wang Xia. Pero esta vez, por el bien de todos... será nuestro secreto —sentenció desapareciendo por el costado opuesto de la suite, seguramente largándose por una ventana.
*
Las Vegas, Estados Unidos.
21 de enero, 2005
—¿Cómo que la información ya la habías enviado? —reclamó dando vueltas frente al ventanal de la ciudad.
—Sí, te dije que lo haría en una semana, la envié el martes, Rubí, los Santistas me lo permitieron como respuesta a los dos primeros asesinatos. No ha habido problemas hasta ahora.
—¿Confirmaste la ubicación de Dane estos días?
—Ammh... Sí —titubeó.
—¿Qué ocurrió?
—Es que algo me llamó la atención —el tono de voz de Idara bajó considerablemente por lo que parecía obvio que no estaba en una habitación sola.
—¿Qué?
—Dane estuvo ayer en Palermo, en su casona como habíamos previsto, pero luego...
—¿Luego...? —alentó.
—Me informaron hace solo unos minutos que ella fue a Samo, Rubí, ella tiene contactos con el Societá maggiore.
—¿Qué? Debes estar bromeando, ¿Por qué mierda, esa perra tendría contacto con la misma gente con la que estoy trabajando yo? —repuso molesta.
—No, Dane no tiene contacto con los Santistas, Rubí, ella solo tiene contacto con el Societá Maggiore, según investigué Dane fue prostituta en el edificio de Samo, ahí conoció a varios grandes personajes de Calabria, pero jamás pudo firmar fidelidad a La 'Ndrangheta porque nadie la tomaba como una mujer inteligente. Además... hubo un hombre del... norte que la ayudó a irse, creo que pagó para llevársela o algo así... Ellos se fueron y entonces Dane no tuvo más contacto con la casa de putas hasta... hoy, hace un par de horas que la vieron entrar y subir al segundo piso con Santoro.
Rubí suspiró cerrando sus ojos, su cabeza no había dejado de doler desde que se había encontrado con Jester en la suite del hotel, por lo que escuchar una noticia así no aminoraba para nada su malestar. Caminó de un lado a otro intentando pensar en todas las consecuencias que podría traer esa unión que tenía Dane con el Societá Maggiore y cómo podía ella enfrentarla sin contratiempo, pero cada vez que parecía encontrar una solución más sorpresas molestas se encontraba.
—¿Quién está por sobre la cabeza del Societá Maggiore? —preguntó finalmente.
—El Quartino, el padrino, el crociata, el stella, el bartolo, la mamma santissima y el infinito —enumeró. —Pero Santoro sigue órdenes directas del Infinito.
—Dale el teléfono a Piero.
—No le digas lo que te conté —susurró Idara.
Se sintió un pequeño ajetreo a través de la línea y luego la voz de Piero con un suave saludo.
—Idara me dijo de tu trabajo, ha sido algo limpio, esperamos retribuirte como mayor lo merezcas —mencionó con tranquilidad.
—Necesito que me consigas una audiencia con la mamma santissima —demandó sin reparar en las palabras de Piero.
—¿Cómo se supone que logre eso si apenas soy un Santista, Rubí?
—Habla con quien te siga en la jerarquía, me da igual, de otra forma yo misma lo haré y la visita que le haga a esos personajes no será grata para ninguno. Siempre es mejor ser diplomáticos en esto, tú me lo enseñaste.
—Rubí, acabamos de enviar la información y tú acabas de cumplir lo que se te ha pedido. ¿No crees que deberíamos esperar un poco más para pedir un nuevo favor?
—No tengo tiempo.
—Dime que ocurrió y te ayudaré a pensar en una mejor solución.
—Dile a Idara que te informe de todo, si no me consigues una audiencia con alguno de tus altos mandos los buscaré por mi cuenta y sé que eso te traerá problemas, Piero.
—Comienzas a ser un dolor de cabeza para mi familia, Rubí.
—¿Lo harás?
—Lo haré —sentenció. —Pero tendrás que ayudarme en algunas cosas acá en la familia también.
—Soy tu hija política, Piero, no hay forma en que no te beneficie cualquiera de mis pasos —sonrió satisfecha con la respuesta esperando que por lo menos aquel detalle pudiera ayudarla un poco más. —Ahora devuelve el teléfono a Idara.
—Saluda a mi hijo de mi parte —sintió nuevamente el ajetreo atrás de la comunicación y luego la voz de Idara volviendo a escucharse.
—Estoy segura de que Adolfo no me dejará partir de aquí antes de celebrar nuestro nuevo mes como esposos así que a más tardar el 28 estaré allá y quiero que la audiencia sea enseguida. ¿Entendido?
—Estás loca, ¿cómo se supone conseguiremos una audiencia con uno de los jefes mayores en tan solo 7 días, Rubí?
—Encárgate. No sabemos qué diablos fue a pedir Dane al Societá Maggiore así que tenemos que asegurar nuestras espaldas antes de que la perra nos sorprenda. ¿Entendido?
—Bien, haré todo lo que esté a mi alcance, solo espero que eso sea suficiente.
—Tendrá que serlo, Idara, tendrá que serlo.
*
Las Vegas, Estados Unidos
25 de enero, 2005
—Me parece que para recorrer esta ciudad necesitamos más de dos semanas —susurró Adolfo en el oído de Rubí mientras la abraza por detrás.
—Quizás algún día podríamos volver...
—Claro, pero que sea con motivos de vacaciones sin trabajo de por medio —pidió haciéndola reír.
Al pasar de los días habían trazado una tregua en cuanto al trabajo de Rubí, ya habían pasado cinco días que se habían dado como perfecta pareja paseando por las atracciones de la ciudad, sacándose fotos y disfrutando de la comida que se encontraban en diferentes puestos en las calles. Y si es que se lo preguntaban, hubiera sido imposible decir que no se había divertido. Adolfo tenía una habilidad innata por hacerla sentir a gusto, incluso con todas las cosas que se agolpaban en su cabeza sabía que estando entre los brazos de su esposo, aunque fuera por unos minutos olvidaba lo que había en Italia esperándola. Ese día en particular se dijo que lo olvidaría y daría lo máximo de ella para no traer a colación los próximos problemas que se encontraría al regresar.
Observó su mano sobre las de Adolfo encontrando el anillo con una pequeña pepa de rubí en la cima, había costado lo suficiente como para que Adolfo dudara en dárselo, pero al final de cuentas él mismo había sido el de la idea y, al igual que el collar que traía siempre en su cuello, la había obligado a prometerle que nunca se lo quitaría. Suspiró, esperando con verdadero deseo cumplir esa promesa.
—Creo que este lugar es un tanto lúgubre —comentó de pronto Adolfo sacándola de sus pensamientos.
—Estamos en una acuario, Adolfo, ¿Qué le ves de lúgubre a esto? —señaló los peces de color azul que danzaban frente a ellos, notando tardíamente que Adolfo no estaba al pendiente de ellos, sino más bien de un grupo de niños que paseaban más allá. —Oh, lo siento —susurró.
—Yo debería sentirlo.
—No te preocupes, cuando menos te des cuenta estarás libre recorriendo el mundo y encontrando a la mujer que ames verdaderamente, con ella podrás hacer una familia con muchos hijos —comentó soltándose de sus brazos para continuar caminando.
—No quiero a otra mujer, Rubí —sentenció tomándola de la mano para que se girara a verlo. —Digo que es lúgubre porque las personas tienen que soportar todos esos años con esas cosas —hizo una mueca de asco haciéndola reír. —Es triste y sombrío para ellos, no para nosotros.
—Cuando volvamos...
—No quiero hablar de eso —interrumpió.
—Debo decírtelo porque no quiero que lo malentiendas.
—Bien —masculló mirando hacia los peces del lugar.
—No creo que sea igual a esto, Adolfo, cuando volvamos yo no voy a estar al pendiente de ti y puede que ya no quieras irte, pero no voy a hacer otra cosa más que alejarte, hicimos un trato y lo vamos a cumplir.
—¿Quieres que me vaya incluso cuando ya no estoy interesado?
—Es lo mejor...
—Es por el hombre que amas.
—¿De qué hablas?
—Idara me contó sobre la relación a escondidas que tenías con el sottocapo de los Felivene, dijo... que eras diferente en ese tiempo —Rubí no pudo evitar suspirar sonoramente, hacia tanto que no se permitía pensar en Biago que muchas veces creía que lo que había vivido con él solo había sido un simple sueño fugaz.
—No hablo de ello, tengo cosas que hacer, cosas que tú odias ver, cosas que ni siquiera quieres saber... Lo que hice estas semanas aquí no es ni la cuarta parte de lo que puedo lograr, Adolfo, y no me voy a detener porque te hayas enamorado de mí.
—Llevamos cinco meses casados, Rubí, ¿me vas a decir que no has sentido nada por mí en todo este tiempo? ¿Realmente quieres que me vaya?
—Lo siento.
—Bien —sentenció. —Bien, de acuerdo, está bien —repitió más para sí mismo. —Me iré, como tú quieras, pero estoy más que seguro que no hay nada allá afuera más sorprendente que me pueda atrapar como lo haces tú. Estoy seguro que no hay nada en este mundo que me pueda gustar más que estar cerca de ti, así que, bien, me iré, pero no dudes ni por un segundo que me quedaré lejos, me iré, pero volveré, Rubí, y espero que en ese momento hayas resuelto todas tus mierdas, porque no seré un esposo bondadoso. Volveré y solo será para tenerte conmigo.
Rubí lo observó con detenimiento mientras él parecía completamente enfadando enfatizando sus palabras con la expresión de sus manos. No pudo evitar sonreír ante sus palabras, porque a pesar de que sonaban a una amenaza no fue una que encontrara estúpida, la verdad, es que realmente rezó para que Adolfo cumpliera su palabra.
—Vas a encontrar algo mucho mejor allá afuera, Adolfo —susurró llevando sus manos sobre sus hombros e inclinándose para besarlo con suavidad.
—Nunca habrá nada que me envuelva como lo haces tú, Rubí —susurró entre besos mientras la atraía contra su cuerpo para sentirla por completo.
*********
Posdata de dato curioso.
Como no comentaron que querían saber haré una lista de esos detalles insignificantes.
Colores favoritos:
Rubí: Rojo.
Biago: Rojo.
Fiore: Blanco.
Basilio: No tengo tiempo para pensar en eso.
Posdata de dato curioso 2.
Fruta que más aman comer.
Rubí: Manzana.
Biago: Rubí
Biago, dije fruta.
Biago: *se encoge de hombros* y yo dije Rubí.
Fiore: Fresas.
Basilio: Fiore.
Don, dije...
Basilio: Silencio, dije Fiore y no hay réplica.
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