Especial #4
[Especial: Una semana en Roma]
Roma, Italia
19 de abril, 2004
Hacía una semana y media que le habían informado la desaparición de Rubí, y lamentablemente no era parte de los planes de su padre, habían decidido que esta semana sería en la que Rubí partiría a Calabria; No antes ni después. Ellos se encargarían de simular el viaje de Rubí como una desaparición, pero no contaron con que ella misma partiría antes de lo previsto para dejarlos a todos con la angustia de no saber su paradero.
La verdad es que lo últimos meses Rubí se había comportado muy diferente a lo acostumbrado, estaba callada y muchas veces mostraba sonrisas tenebrosas que no auguraban nada bueno. Había tenido la mala suerte de no poder estar con ella en ese tiempo por los malditos trámites del matrimonio, pero le había encargado explícitamente a Roger que la cuidara, las pocas veces que logró verla ni siquiera tres palabras pudieron cruzarse, entre el hecho de que estaba ocupado y además de que Rubí no parecía para nada dispuesta a hablar con él.
La comprendía, de cierta forma entendía el dolor por el que estaba pasando, él mismo había sufrido de esa forma años atrás con la pérdida de Alessia, él mismo había cambiado por completo su actitud ante la vida, pero lo que no le calzaba era el hecho de que Rubí siendo una asesina pudiera afectarle tan exageradamente, quizás la quería juzgar de otra forma, quería verlo de tal manera en que no le volvieran unos celos estúpidos sobre un muerto, pero ya el tiempo estaba pasando y tendría que aceptarlo, al parecer Rubén había significado más que un simple compañero de trabajo para Rubí y por más que no lo quisiera aceptar ella había sido afectada a tal forma que no volvería a comportarse como lo hacía antes. No estaba seguro si es que extrañaría a esa Rubí tierna y animada que siempre quería saberlo todo o que insistía en ir a su lado, no estaba seguro si realmente desearía que volviera a ser esa chica impertinente que luchaba por tener un lugar en la familia, pero de lo único que estaba seguro es que incluso si es que Rubén no hubiera muerto, muchas cosas cambiarían tras su matrimonio con Agata.
Suspiró, todo era realmente un problema en ese momento, habían tantos conflictos dentro de su casa entre la especulación de un posible atentado a su familia, como su propia amenaza de muerte a cuestas, que no podía comprender aún cómo es que su padre creía que el casamiento sería la única solución, pero incluso consciente de que era una estupidez ya estaban demasiado complicados como para que se las diera de hijo rebelde y comenzara a estar en contra de los mandatos del Don, así que de mala gana ahí estaba, abriendo la puerta de su habitación en el hotel consciente de que al día siguiente comenzaría la cuenta regresiva, era la etapa en que las invitaciones oficiales eran entregadas, solo para tener constancia de cuántas personas realmente debían ir a la ceremonia, una formalidad sin sentido puesto que desde que el compromiso había comenzado ya estaban todos enterados, pero nuevamente no reclamaría, puesto que sabía que eso solo sería un escape, un respiro de por lo menos una semana para prepararse mentalmente al encierro voluntario en la casona.
—Que tenga un buen descanso, Señor —le deseó Roger una vez abrió la puerta. Vio cómo su Mano Derecha partía hacia su propia habitación permitiéndole adentrarse por su cuenta.
Ni siquiera tuvo el deseo de encender las luces, tiró su maleta a un lado y caminando con lentitud se quitó la chaqueta y los zapatos para llegar hasta la cama y descansar de una vez. Cuando encontró su objetivo se lanzó literalmente haciendo que esta se balanceara un tanto, cerró los ojos dispuesto a dormir justo cuando sintió unos suaves pasos acercándose. Abrió un solo ojo para encontrar al culpable de su interrupción, pero tuvo que incorporarse completamente para aceptar que lo que veía no era una alucinación.
—¿Quieres una copa?
Rubí estaba detenida en el marco que separaba la habitación con la sala de descanso, tenía dos copas de whisky en sus manos y una sonrisa de satisfacción muy diferente a lo que había visto los últimos meses, creyó que estaba soñando, seguramente ya se había quedado dormido y había caído fácilmente en un sueño profundo, pero cuando esa mujer comenzó a caminar, enfundada solo en su lencería negra, para luego recargarse sobre la cama con su rodilla y quedar a un solo centímetro de su rostro, no pudo evitar suspirar sintiendo su cercanía, su olor y su calor a su lado.
—¿Eres real? —suspiró recargando su frente sobre la de Rubí.
—Lo soy. Por lo menos hasta que acabe la semana.
Se inclinó para dejar las copas a un costado del mueble para luego acomodarse completamente al lado de Biago, quien sin demora se reincorporó para atraparla entre sus brazos. En medio de la cama ambos se arrodillaron para sostenerse mutuamente. Recargando su frente en la de ella, Biago tomó el rostro de Rubí entre sus manos sintiendo su presencia, debatiéndose en la veracidad de su cercanía, pero incluso si hubiera sido solo un sueño se dijo que lo aprovecharía; ¿Qué importaba si estaba teniendo un delirio?, ¿Qué importaba si realmente era una hermosa fantasía?, Daba igual, porque se aseguraría de aprovecharlo hasta el último segundo.
—¿Vas a besarme? —preguntó Rubí con los ojos cerrados siendo bastante paciente.
—Toda la noche, mi amor, toda la noche.
Se inclinó finalmente para atrapar el labio inferior de Rubí entre sus dientes, obligándola a abrir de inmediato sus labios, ni siquiera pensaron en ir lento cuando sus bocas chocaron en un beso profundo y húmedo, sus manos fueron de inmediato a sus caderas obligándola a chocar contra él de forma en que pudieran sentirse completamente. Se apresuró a sostenerla entre su cintura y su cabello que caía largo tras su espalda, mientras que no dejaba espacios para que sus lenguas se detuvieran. Sintió cada centímetro de su boca contra la suya, cada suspiro uniéndose a los suyos mientras que estaba completamente seguro de que no habría segundo en que pudiera detenerse.
Obligó a Rubí a enredar sus piernas en sus caderas para así recargarla contra la cama, la depositó con cuidado mientras sus besos comenzaron a bajar por su mejilla hasta su lóbulo, luego hasta su cuello, lamiendo y saboreando tras un camino de besos que él mismo iba creando, llegó hasta el centro de su garganta mientras que Rubí se aseguraba de soltar los botones de su camisa. En algún punto sintió como esta se desgarraba por lo que tuvo que detener sus besos para observar a la chica entre sus brazos.
—¡Ups! —sonrió Rubí, a lo que él quitó su camisa sin problemas deleitándola con sus brazos bien trabajados y su estómago como tableta.
Continuó con su trabajo de besos hasta llegar a sus pechos, lamió incluso con el encaje de por medio, hasta que tiró con sus dientes rompiendo la tela para acceder a su cometido finalmente.
—Estamos a mano —susurró. Pero Rubí no estaba muy atenta a sus palabras cuando él la estaba literalmente torturando mientras besaba su pezón izquierdo y amasaba con su mano su seno derecho.
Se dijo a sí mismo que disfrutaría cada segundo, que lo tomaría con calma, pero cuando comenzó a bajar con sus besos y llegar hasta el triángulo que ocultaba su feminidad, no estaba muy seguro sobre seguir yendo lento. Encontró a Rubí bastante lista y preparada para recibirlo, pero aun así se controló continuando con algo que ella anteriormente ya había realizado para él. En sus anteriores encuentro Rubí era la única que daba, ella aliviaba el dolor de su entrepierna de diferentes formas y como un desgraciado jamás había podido retribuirle, ahí en ese mismo momento mientras que sus dientes bajaban las bragas de su chica se dijo que la haría disfrutar lo suficiente como para que no olvidara jamás su nombre.
No se detuvo, ni siquiera se lo preguntó dos veces cuando sus besos subieron de entre los muslos internos de Rubí hasta los pliegues de su feminidad, besó, lamió e introdujo su lengua jugando con el sabor que le entregaba, deleitándose con aquellos gemidos que ella le otorgaba y manteniéndola quieta con su mano sobre uno de sus senos. Se entretuvo bastante hasta que sintió como Rubí se perdía en un orgasmo, se lo debía y ese solo iba a ser el primero de muchos.
La dejó descansar por unos segundos mientras se quitaba el pantalón y se enfundaba a sí mismo en un condón, ese día no se iba a detener, fuera un sueño o fuera real no dejaría pasar la oportunidad estando lejos de casa y teniendo el consentimiento de ella, lo harían y lo harían bien, sin remordimientos ni preguntas intermedias. Por lo que cuando volvió a acercarse a Rubí acomodándose entre sus piernas y siendo recibido gratamente por ella que lo atrajo hasta besarlo, no tuvo ninguna duda de que estaba haciendo lo correcto por primera vez en mucho tiempo.
Tomó su miembro con una mano guiándolo hasta el centro de Rubí, presionó suavemente hasta introducirse lentamente en una exhalación de parte de ella, observó sus ojos unos segundos deteniéndose solo para apreciar la situación, estaba ahí, luego de semanas ella estaba ahí entre sus brazos y no pudo siquiera pensar en algo más aparte de ello.
—No te vuelvas a ir de mi lado —pidió suavemente pasando su nariz contra la de ella.
—No es algo que yo pueda decidir —respondió Rubí con una sonrisa.
—Haré que no te vuelvas a ir, es una promesa —sentenció comenzando a moverse.
Levantó su cadera y se dejó caer bruscamente introduciéndose profundo y duro en un movimiento constante, de tal forma que los dos comenzaron a gemir y exhalar, intentaron no dejar de verse, pero el placer y el movimiento los obligaba a cerrar los ojos para disfrutar del momento, las caderas de Rubí fueron ajustándose al movimiento acompañándola hasta hacerlos chocar lentamente. No fue un desgaste rápido y salvaje, fue un detalle duro y preciso con la profundidad que tenía una relación a medias, ninguno de los dos podría decir que aquello era amor, pero cuando sus movimientos comenzaron a ser más rápidos y continuos, cuando el deseo se confundió entre sudor de sus cuerpos y sus labios se reencontraban continuamente, ni siquiera tuvieron tiempo para pensar en los por menores de una relación.
Quizás no era amor en ese momento... pero cuando el orgasmo llegó, ambos estuvieron de acuerdo que en un futuro tal vez lo podría llegar a ser.
]
[
Biago tomó la mano de Rubí entrelazando sus dedos con los de él, aquella era una de las sensaciones que más amaba, sentía que por fin volvía a pertenecer a alguien y esta vez se prometió que la cuidaría como era debido. No sería un cobarde y no escaparía como única opción.
—Soy real —susurró Rubí obligando a Biago a quitar su mirada desde sus manos hacia su rostro.
—Aún no me convenzo de que estés aquí —se removió para acariciar la mejilla de Rubí con su mano libre. —No sabes cuánto te he extrañado, mi amor.
Vio como suavemente Rubí expulsaba un suspiro cerrando los ojos, se acomodó soltando su mano para abrazarlo y esconder el rostro entre su pecho, permitiéndole a Biago acariciar su espalda y enredar sus dedos en su cabello.
—Yo también te extrañaré —escuchó a Rubí, pero fue tan suave como un susurro que pensó había escuchado mal, no reparó en ello mientras cerró sus ojos y prefirió dormir junto a su calor hasta que su cuerpo le dijera que se detuviera.
*
Roma, Italia
20 de abril, 2004
Cuando la luz de la ventana comenzó a molestarle solo pudo girarse para intentar esconderse bajo la cabecera, pero el solo hecho de no chocar contra un cuerpo a su lado lo hizo levantarse de inmediato completamente extrañado.
Lo de anoche... ¿realmente había sido solo un sueño? Rubí no estaba, no había señales por más que moviera sus manos y buscara compañía en la cama, no había nadie. Se incorporó refregando sus ojos intentando despertar por completo. No, no podía haber sido todo un sueño, ella se había sentido real y su satisfacción también lo había sido. Solo entonces, cuando sus sentidos pudieron despertar completamente notó el sonido de la ducha en el baño y luego los toques de su celular en alguna parte del suelo.
Se levantó finalmente con una sonrisa de satisfacción buscando entre la ropa desparramada en el suelo su celular. Se encontró así con un mensaje de Roger que tan solo indicaba que volvería por la tarde con las invitaciones impresas, y para su sorpresa le recomendaba no salir de la habitación hasta que él volviera a llamar. No estaba seguro si es que Roger sabía sobre Rubí, pero tomaría su consejo sin ningún problema.
Cuando el sonido de la ducha se detuvo elevó su cabeza hacia la puerta a la espera de que Rubí saliera, no tuvo que esperar más de diez minutos cuando ella salió moviendo su cabello corto y mojado con su mano, mientras su cuerpo estaba envuelto con solo una toalla blanca. Pudo haberse detenido en el detalle de que posiblemente estaba desnuda, pero no, lamentablemente no pudo pasar por alto el hecho de que Rubí había cortado su cabello casi por completo.
—¿Qué ocurrió? —señaló su cabeza a lo que ella miró por unos segundos hacia arriba y luego sonrió forzadamente.
—Quería un cambio —estaba mintiendo, pero aun así no se lo hizo ver.
Se acercó a ella pasando sus manos por su cintura sosteniéndola hasta que le devolviera la mirada, sin palabras le dio dos besos suaves en su boca y luego la abrazó sintiendo como su cuerpo húmedo chocaba contra el suyo que estaba bastante dispuesto para ella.
—Me gustaría que algún día lleguemos a tenernos tal confianza como para contar hasta lo que no nos deja dormir en las noches —susurró en su oído deteniéndose para darle un beso y luego bajar hasta su cuello.
—El día en que eso llegue estaremos muertos —susurró Rubí obligándolo a separarse para verla detenidamente.
—¿Qué está ocurriendo realmente, Rubí? —ella solo se encogió de hombros mirando hacia un costado.
—Tan solo... ¿Podríamos pasar esta semana sin preguntas? Quiero, no... Necesito de ti —levantó su mirada tomando el rostro de Biago entre sus manos.
Sus ojos estaban brillando y su expresión prácticamente suplicaba porque no hiciera preguntas cuando lo único que él quería era obtener respuestas que realmente necesitaba, pero incluso así asintió dándole esa estabilidad a Rubí, en que sólo disfrutarían del uno y del otro.
Se inclinó hacia ella dejando un suave beso en sus labios, para luego repetir la acción sin segundos de respiro hasta que Rubí abrió su boca permitiéndole acceder a un beso más profundo e intenso. Sus manos pasaron desde sus caderas hasta sus pechos en donde se anudaba la toalla, suavemente repasó los límites hasta que esta por si sola cayó al suelo dejando a Rubí y a Biago en igualdad de condiciones. La observó con detención alejándola un tanto para apreciar su cuerpo y no puedo evitar que sus ojos se dilataran por tal hermosura, sí, ella no era una mujer perfecta y estaba llena de cicatrices, pero eso... no le quitaba ni un poco su esplendor.
La tomó entre sus brazos retomando la sección de besos, pasando sus manos por sus costados hasta repasar la curva de su trasero. La levantó obligándola a envolver sus piernas en sus costados, retrocedió hasta recargarla contra una pared y sin miramientos se introdujo en ella respirando con satisfacción al sentirla nuevamente. Recargó su frente contra la de Rubí mientras los gemidos aumentaban junto con su movimiento, la besó cuando su propio orgasmo estaba por llegar y estaba seguro que su espalda sufriría secuelas a la vez de que la emoción embargaba también a Rubí. La intensidad era de tal manera que incluso cuando su orgasmo llegó al mismo tiempo no pudo dejar de sentirse en las nubes con aquella mujer entre sus brazos.
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—¿Algo que odies? —preguntó entrelazando sus manos y llevándolas hacia arriba.
—Mmh, a tu padre cuando no me deja hacer lo que me gusta —respondió Rubí haciéndolo reír.
—De acuerdo, comparto ese odio.
—Pero debe haber algo más que odies —reclamó girándose a verlo.
—Odio... no poder elegir mi futuro.
—Eso es triste —se burló Rubí haciendo que Biago se girara a verla.
—¿Algo que ames?
—A ti —respondió rápido y sin vacilación haciendo que Biago se quedara momentáneamente callado.
—¿Te asusta?
—Un poco... —susurró. —Que una asesina te ame... es un tanto... tétrico, ¿no crees? —se rieron, pero terminaron por acercarse un poco más en la cama.
—Yo creo que es lo mejor. Si una asesina te ama nunca podrás morir porque ella te protegerá hasta su muerte.
—Eso es lindo incluso con la palabra muerte entre medio —sonrió acariciando la mejilla de Rubí con su mano libre y dando un ligero apretón a sus manos entrelazadas.
—¿Qué es lo que amas tú?
—Eso es trampa, si digo algo que no seas tú, seguro terminaré muerto —la frase le sacó una carcajada a Rubí haciendo que de un momento a otro se girara hasta quedar a horcajadas sobre el cuerpo de Biago.
—Entonces tendré que acabar pronto —comentó soltando la mano de Biago para llevar ambas a su cuello, presionó suavemente mientras Biago dejaba sus brazos a un costado mientras la observaba.
Llevó sus manos desde su cuello hasta su pecho trazando caminos con suavidad hasta que se inclinó comenzando a besar y lamer con intensidad, bajó incluso moviendo su cuerpo hasta llegar al miembro de Biago el cual ya estaba bastante despierto con sus toques. Lo tomó en sus manos acariciando con suavidad, subiendo y bajando mientras él solo podía cerrar los ojos y comenzar a suspirar. Cuando su boca tocó toda su extensión ya no solo fueron suspiros, sino que además Biago comenzó a gemir y gruñir mientras elevaba sus caderas instintivamente, continuó de ese modo hasta que le indicó que se iba a correr, solo ahí Rubí elevó su mirada quitando su boca y siguiendo con sus manos hasta que Biago llegó a su completa liberación.
—¿Y bien?, ¿Qué es lo que más amas? —preguntó Rubí mirando su mano mientras Biago intentaba regularizar su respiración. Incluso en la nube del éxtasis logró reír ante esa pregunta completamente consciente que la respuesta estaba frente a él.
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[
—No estoy seguro de que puedas salir de aquí —escuchó a lo lejos.
Se tuvo que reincorporar consciente de que se había quedado dormido y nuevamente había despertado en la cama solo. La voz que escuchó desde la otra habitación no podía ser otra que la de Roger por lo que seguramente Rubí estaba con él conversando sobre algo de lo que no estaba enterado.
—¿Me están buscando? —preguntó su chica.
—Algo así... Sabes que el Don no se quedará con los brazos cruzados.
—Entonces haz lo que te pedí, entrégale la carta y a Biago los documentos un mes después de que se case.
—Sigo pensando que eso es cruel.
—Si lo hacemos antes, ¿crees que se quede quieto?
Un silencio se expandió desde el otro lado, por lo que incluso con la curiosidad en su cabeza decidió tomar el momento para alejarse. Buscó ropa y solo entonces salió para encontrar a Rubí frente a la ventana mientras que Roger estaba sentado en uno de los grandes sillones de la sala de descanso.
Fue directo hacia Rubí enlazando sus brazos en sus caderas abrazándola por la espalda y así depositar un beso en su mejilla, no dijo nada hasta que ella se giró y lo abrazó por el cuello correspondiéndole con un beso.
—Para la próxima quiero despertar a tu lado, ¿de acuerdo? —pidió suavemente.
—De acuerdo —aceptó Rubí asintiendo.
Solo con ese trato se alejó para ir donde Roger quien miraba hacia el lado opuesto claramente intentando evitar la escena.
—¿Ya están las invitaciones? —preguntó sentándose frente a su Mano Derecha, con la clara sensación de cubrir algo que lo llenaba de dudas.
—Sí, Señor, aquí está el sobre —anunció Roger, dejando una pila en la mesa.
—Bien, ¿por dónde comenzaremos?
—Aquí está la lista, Señor. —le extendió una hoja con todos los nombres de aquellos invitados en Roma y luego de los que se alojaban en ciudades aledañas.
—Tenemos bastante trabajo —suspiró. —¿Podrías esperarme hasta que regrese? —preguntó elevando su mirada a Rubí.
—Estaré aquí contando cada segundo —respondió con gracia haciéndolo sonreír.
*
Roma, Italia
21 de abril, 2004
Habían pasado toda una tarde trasladándose de un lugar a otro para entregar sobres con la invitación a la boda, anteriormente como tradición era importante que éstas fueran entregadas en persona con dos meses de anticipación, pero tras los eventos no había existido forma que lo hubieran hecho antes, por ello incluso con la cuenta regresiva encima, lo habían realizado solo por respeto a quienes gustaban de que las tradiciones se conservaran, a pesar de saber que la familia Felivene era una de las que menos tradiciones seguía. Tenían bastantes rumores tras de sus espaldas, pero jamás les había preocupado alguno de ellos hasta el día en que todo comenzó a verse gris unos meses atrás, su padre le había pedido encarecidamente que siguieran las pautas incluso si es que le disgustaba, solo para aminorar un poco las malas lenguas, lo había hecho por el desastre, pero aquello no significaba que estuviera de acuerdo con todo lo que debía hacer.
De todas formas ahí estaba terminando de entregar el último sobre para partir nuevamente hacia Roma y descansar una vez más al lado de quien era su amante. Por unos segundos su mente vagó entre las mil y una pregunta que tenía para ella, necesitaba saber que estaba ocurriendo, su desaparición o su aparición en el hotel, quería saber si estaba bien, si es que Rubí había sobrepasado finalmente la muerte de Rubén, quería saber si es que había recordado algo más o incluso si estaba olvidando completamente, quería saber... quería saber tanto, pero al mismo tiempo tenía miedo... miedo de las respuestas que podría obtener.
Suspiró abriendo y cerrando sus ojos mientras Roger conducía en silencio por las oscuras calles de la ciudad, iba adelante como copiloto solo porque ya nadie lo veía como para que juzgaran el hecho de ser amigo de su Mano Derecha y tener ciertas confianzas entre los dos que pocas veces mostraba, la verdad es que una de las razones por las que había pedido a Roger que se mantuviera junto a Rubí había sido solo porque estaba aseguro que incluso, si es que ella no le contaba lo que ocurría siempre podría recurrir a él para saberlo todo, sabía que si preguntaba Roger respondería con sinceridad a cada uno de sus cuestionamientos, pero... no podía, simplemente no podía.
—¿Crees que aún esté esperándome? —preguntó de pronto matando el silencio solo porque comenzaba a abrumarse con sus pensamientos.
—Probablemente, Señor —respondió Roger, solemne.
Biago suspiró observando con detención hacia las calles iluminadas, se estaban adentrando al centro de la ciudad donde la vida no acababa después de las doces de la noche, sino que nuevas fiestas y zonas se encendían para crear ambientes propicios para aquellos amantes de las estrellas o las citas a oscuras. Había de todo en la ciudad e incluso el mismo iba camino a reencontrarse con una noche llena de tentaciones a su lado.
—Señor... ¿Por qué no está haciendo preguntas? —cuestionó Roger, deteniendo el auto frente al hotel.
Ahí estaba a solo unos cuantos minutos para reencontrarse nuevamente con ella, pero a la vez con tanto temor de todo lo que podría pasar después.
—Tengo miedo de las respuestas que pueda encontrar —confesó observando la entrada principal del hotel.
—Quizás solo debería arriesgarse —aconsejó con suavidad.
—¿Cuánto tiempo tengo?
—Hasta el Domingo en la tarde, que es cuando debemos volver para los últimos preparativos de la boda, Señor.
—Ella... No volverá, ¿verdad? —suspiró volviendo su mirada hacia su Mano Derecha quien solo observaba hacia el frente.
—No creo que sea posible, Señor.
—¿Cuándo sabré lo que está ocurriendo?
—Ella quiere que lo sepa después de la Boda, Señor.
—¿Por qué? —recriminó sintiendo la molestia en el medio de su garganta.
—Hay cosas que no podrán sostenerse si es que no ocurre de esa forma.
—Es una mierda —masculló volviendo su mirada hacia la ventana. —¿Alguna vez amaste sabiendo que tendrías que dejar a esa mujer?
—Lo hice, Señor, y tenga por seguro que sé cómo se siente el tomar la decisión de dejarla ir —suspiró.
—Entonces... no la ayudes a escapar de mí, Roger. Incluso si ahora se va, regrésamela y prometo que la mantendré a mi lado como había prometido —pidió con suavidad abriendo la puerta y saliendo del auto sin recibir alguna afirmación.
Se encaminó a la entrada del Hotel consciente de cómo Roger arrancaba nuevamente el auto para ir hacia cualquier otro lugar.
No estaba seguro de lo que se encontraría al llegar a la habitación, pero así como aquel día en que pensó que estaba soñando, se declaró a sí mismo que lo disfrutaría sin preocuparse por todo lo que había a su alrededor.
*
"El Señor Rossi pidió que llegaras el Sábado a más tardar" —Idara.
Leyó el mensaje y lo borró sin mucho preámbulo, sabía cuándo debía volver a desaparecer, no era necesario que se lo recordara, pero también sabía que muy seguramente aquella muchacha debía estar sufriendo de algún ataque de pánico entre tantas personas nuevas y sin nadie que la pudiera acompañar. Le había pedido que se adelantara, hasta la había ido a dejar semanas atrás cuando había comenzado su escape, pero incluso así sabía que Idara jamás estaría completamente relajada alrededor de tantas personas que la observaban de pies a cabezas a cada minuto.
De todas formas le daría tiempo a que se acostumbrara mientras ella disfrutaba de un poco de intensidad junto a Biago, no era malo, ni tampoco cambiaría nada, o eso se había dicho, era la justificación perfecta para darse un gusto antes de realmente comenzar con todo. Le había pedido el favor a la Señora Fiore y ella sin dudarlo había aceptado escondiendo el secreto, ella sería la única con la que podría mantener la conexión tras su partida consciente que si incuso la torturaban jamás diría algo; la Señora Fiore sería la única con la que siempre podría contar y eso lo había descubierto desde el primer día. Así que disfrutaría de su semana con esa tranquilidad en mente.
Tomó un largo trago de su copa de whisky, la única bebida que había estado calmando los temblores de sus manos cuando estas comenzaban a picar por sangre, no era algo normal y no estaba segura de si es que antes lo había sentido, pero sí tenía mucho miedo de lo que podría ocurrir si un día simplemente dejaba que ese instinto se liberara, debía recordarse trago a trago que era una persona y no un animal, e incluso aquello la asustaba como si años atrás hubiera tenido que hacer exactamente lo mismo para detenerse a sí misma. Se dio cuenta, mientras gastaba la botella que habían muchas cosas que desconocía de sí misma, incluso si es que no se acordaba de su pasado debería existir la forma de recordarse quién era esa tal Wang Xia, claro que sabía sobre sensaciones, conocimientos implícitos sobre su existencia; como el ser asesina, el tener un mecanismo exclusivo para el trabajo inteligente o incluso los procesos para ser una espía, lo sabía, su cuerpo lo reconocía, pero más allá de eso... No lo recordaba, quizás en el año que pronto viviría se dedicaría a ello, no estaba segura, solo sabía que debía hacerlo antes de que las oscuras pesadillas se volvieran realidad y a lo que más temía se volviera en su contra.
—Estás aquí —escuchó mientras la puerta se cerraba a su costado.
Giró su mirada encontrado a Biago al inicio de la habitación, tenía una mirada intensa, pero a la vez precavida, ambos estaban sosteniendo demasiadas cosas, tantos secretos, tantas preguntas, pero que aun así ninguno había querido comenzar a hablar. Ella lo quería proteger, él tal vez... no quería escuchar la verdad.
—Dije que te esperaría —susurró dejando la copa y levantándose para ir a su lado.
Traía solo una camisa de Biago en su cuerpo, y había estado esperándolo hace bastantes horas completamente dispuesta para que comenzaran de una vez, aquella semana se dedicaría a amar y solo a amar, esa era su meta, no pensar, no divagar, no atraer pasados inconclusos, solo serían ella y él en una habitación, como una isla desierta disfrutando uno del otro. Por ello cuando llegó a su lado pasó sus manos por sus hombros hasta atraerlo a su boca y sin preámbulos se comenzaron a besar. Biago estaba dispuesto a jugar su juego y eso era lo que más amaba de él, que incluso sabiendo las mil cosas que le escondía él simplemente se silenciaba y continuaba para solo disfrutar, ya llegaría el día en que se sincerarían el uno con el otro, de eso también estaba segura. Pero aquella semana no lo sería, aquella semana no habrían verdades entredichas, ni mentiras a medias, solo habría un largo y duradero deseo.
*
Roma, Italia
23 de abril, 2004
Había estado esperando por este día desde que se había dado cuenta que estaba enamorado de aquella mujer, y es que aceptarlo había sido también todo un proceso, pero ya finalmente podía decírselo a sí mismo sin preámbulos, estaba enamorado, pero aquello no cambiaría nada, tristemente nada.
Al abrir sus ojos no pudo evitar sonreír al encontrarse con tal belleza a su lado, dormía con tal profundidad que solo hasta ese momento notó que en todas las noches Rubí no había tenido pesadillas, eso era grato y se podía hasta felicitar por darle por fin un buen descanso. Ella estaba ahí simplemente siendo ella con sus ojos cerrados, su cabello corto y sus labios apeteciblemente rojos, descansando y siendo hermosa. Lamentablemente sabía que incluso teniendo consciencia de quererla jamás podría decírselo, no podía profesarle amor cuando jamás podría entregárselo completamente. Se había equivocado en el pasado al prometerle tantas cosas a Alessia que jamás pudo cumplir, no cometería el mismo error, si es que alguna vez le prometía algo a Rubí lo haría con seguridad y no permitiría que nada se le interpusiera nuevamente. Por ello incluso sabiendo que aún le debía una promesa se dijo que la cumpliría en un futuro, tal vez lejano, pero lo haría, esa sería su propia promesa para el amor.
Levantó su mano para comenzar a acariciar su espalda, pasó lentamente su dedo de arriba abajo hasta reparar en un cicatriz que tenía en el centro de su espalda, quizás sería una quemadura, puesto que era una mancha que se veía bastante antigua en su lugar, también reparó en otra a su costado que innegablemente podía ser de una cuchilla, habían tantas cicatrices de las cuales cada una debía tener su propia historia, quería escucharlas, hubiera deseado realmente que Rubí despertara y le contara, pero sabía que no lo obtendría y a la vez temía que si algún día ella lo sabía se iría para siempre de su lado. Se dijo así mismo que buscaría por su propia cuenta de una vez por todas, dejaría de ser un cobarde y se arriesgaría solo para asegurarse que el único lugar al que Rubí podía pertenecer era a su lado.
—Lo hizo Devan —escuchó de pronto, notando que aún acariciaba la cicatriz de su costado. —Fue la demostración de que había sobrepasado las habilidades de todos, incluso las mías.
Vio como los ojos de Rubí se abrieron lentamente mientras él solo podía mantenerse quieto con la mano sobre su espalda, no estaba seguro si es que eso significaba que Rubí había recordado o no, pero no pudo evitar pedir un poco más sobre esa historia contada a medias.
—¿Te atacó sin más? —cuestionó sorprendido.
—No, Meyer los llamaba exámenes finales. Debíamos combatir entre nosotros, ese día fue nuestro turno... —cerró sus ojos y suspiró removiéndose para abrazarlo.
—¿Fue muy doloroso? —susurró abrazándola hasta acariciar su nuca.
—He recibido peores, pero ese fue el evento que comenzó con todo el desastre.
—¿Ya recuerdas?
—Solo retazos, pero cada vez se vuelve más claro —suspiró.
—¿Algún día me lo contaras?
—Cada detalle —elevó su mirada para encontrarse con la de Biago.
Ambos se inclinaron sabiendo perfectamente lo que seguiría. Besarse jamás había sido tan satisfactorio como en ese momento, no estaba seguro si era por aquella promesa o es que realmente había comenzado a sentirse diferente hacia Rubí, solo supo que cuando sus besos suaves fueron cambiando a húmedos, no hubo forma en que aquella tuviera otra connotación además de sentirse el uno al otro.
Se removió para dejar su cuerpo suspendido sobre el de ella, mientras que Rubí se detuvo a observarlo con calma mientras se acomodaba entre sus piernas. Había una sensación de promesas, de recuerdos que quedarían para siempre y emociones que jamás volverían a cambiar, se sintieron conectados por primera vez como si de un momento a otro todo el mundo se apagara y solo ellos dos hubieran quedado en ese lugar. Biago se inclinó para continuar con sus besos, mientras suavemente se introducía en aquel lugar cálido al que fue recibido sin problemas, quizás sintió por primera vez en su vida aquella sensación de electricidad en todo su cuerpo mientras se movía, la besaba y trazaba con sus manos un camino por todo el cuerpo de Rubí. Supo que había sido diferente incluso antes de comenzar, pero cuando llegó a su mayor satisfacción estuvo seguro que si la dejaba ir se arrepentiría toda su vida otra vez.
*
Roma, Italia
24 de abril, 2004
Lo supo incluso antes de abrir sus ojos, ella se había ido, había soñado con una despedida melancólica, pero al parecer ni siquiera había tenido tiempo para llorar su partida juntos. Abrió sus ojos y extendió su mano sobre la cama extrañándola desde el primer segundo, recordando cómo había acariciado su cuerpo hacía solo unas horas y ahora no estaba. Esperaba, no, realmente rogaba porque aquello que tuviera que saber luego de la boda fuera algo que lo ayudara a reencontrarse con Rubí, porque entonces no valdría ni un solo euro haberla dejado partir.
Se incorporó en la cama suspirando con un peso en el pecho, sintiendo su ausencia y sin saber por dónde continuar, ¿la debía buscar o sólo quedarse quieto esperando que las cosas continuaran su curso? ¿Debía llorar y pedir su regreso o simplemente perder un poco su vida nuevamente? No sabía cómo actuar, pero al parecer alguien ya había preparado eso para él. Cuando se movió para levantarse finalmente de la cama se encontró con una nota sobre la mesa de noche, la tomó sonriendo al encontrar la marca de aquellos labios rojos característicos de Rubí e incluso sin saber lo que contenía supo que aquello le daría la pauta de cómo proceder.
"No me busques, no me extrañes, solo espera, prometo volver, así como tú también deberás prometerme jamás olvidar el tiempo que pasamos juntos.
—Siempre tuya, Wang Xia, alías tu Rubí."
Guardó el papel con una sonrisa en su rostro consciente de que jamás podría olvidar aunque quisiera esos cortos días que pasaron juntos, porque ya había caído completamente por aquella mujer que hace un año había aparecido en su vida para cambiarlo todo.
***
¡Hola, bellezas, siento mucho la tardanza había tenido días un poco malos y me había costado salir de ellos, pero ya estoy de vuelta, espero no pierdan el amor por esta novela que ahora si no paramos hasta el final!
Atentamente un punto medio.
Posdata de dato curioso
Este capítulo fue corregido por MarcelaMartnez364, gracias hermosa 😍.
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