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Capítulo Veintitrés

Capítulo veintitrés

Viterbo, Italia

14 de julio, 2003

Hacía tres días que estaba sentada en ese lugar esperando, esperando a que la dejaran entrar, necesitaba verla por sí misma. Hacía dos días que la Señora Fiore había despertado y hacía la misma cantidad de días que había visto a un montón de gente transitar en esa habitación, hasta la familia Vitelo había ido a visitarlos, las hermanas entraron y salieron, quizás no fue más de media hora, pero la vieron a comparación de ella que había sido vetada a la espera afuera de la habitación.

¿La razón? Flavio había propuesto la estúpida idea de que como Rubí había logrado tan rápido encontrar a su madre algo tenía que ver con su secuestro, según él, ella no había estado presente en la casona más que unas cuantas veces seguramente fraguando algo contra la familia. Lo cual claramente no tenía ni pies ni cabezas, el hecho de que él no supiera su función dentro de la familia no le daba el derecho de desconfiar de ella, pero no había apelado, se había quedado callada esperando, porque en parte lo entendía, es decir acababan de lastimar a su madre y todos dentro de los soldados y asociados eran sospechosos luego de descubrir que los caporegime eran los más inadecuados en el cargo.

Esa discusión ocurrió el primer día en que la Señora Fiore abrió los ojos, no había querido que la defendieran ni que alguien apelara a su favor, así que asintió y se volvió a sentar en su lugar esperando su turno. Como último de los visitantes por fin había quedado Basilio solo con la Señora Fiore, no tenía muchas esperanzas en entrar cuando estuvieran juntos, pero si esperaba que el hombre se fuera pronto para poder escabullirse por su cuenta.

Mierda, necesitaba verla y comenzaba a desesperarse por ello, la imagen de ella con los ojos cerrados, bañada de sangre y sufriendo, se le repetía en la cabeza, no podía vivir con ello, necesitaba confirmar que realmente estaba bien, que ella estaba vivía y que había cumplido con su cometido aquella noche.

Cerró los ojos pasando sus manos por su rostro, se sentía cansada, pero no se iba dar el lujo de dejar sola esa puerta, menos a cargo de otros soldados que no conocía de nada, si tenía que contar cuanto había dormido en esos días no serían más de seis horas posiblemente, mucho menos había podido estar tranquila. Por suerte el baño estaba a unos metros de ahí lo cual no le permitía alejarse tanto para hacer sus necesidades y asearse, pero de todas formas no era suficiente y sabía que no lo sería hasta que lograra entrar a esa habitación.

La puerta por fin se abrió a la hora después en que Basilio había entrado, se levantó solo por inercia y así saludarlo cordialmente haciendo reír al Don.

—¿Qué, el cansancio te ha hecho más respetuosa? —se burló.

—No te aproveches.

—Fiore quiere verte, es mejor que entres mientras estoy aquí.

Basilio sostuvo la perilla de la puerta abriéndole el espacio para poder entrar, titubeó al dar el primer paso desconfiando de las palabras de Basilio, pero prefirió avanzar antes de que cambiara de opinión. Se adentró encontrando más luz de la que había pensado, la habitación tenía un ventanal amplio y las paredes eran completamente blancas, lo primero que logró divisar fue un sillón y una mesa de café, supuso que para la espera de los visitantes, luego comenzó a recorrer con su mirada hasta reparar en una máquina, una bolsa de suero y finalmente posar sus ojos en la camilla que sostenía a la Señora Fiore, ahí estaba ella sonriendo con algo de ternura, su cabello rubio estaba brillante gracias a la luz de la ventana y por primera vez desde que la había conocido no traía nada de maquillaje en su rostro.

—Estoy aquí, mi niña —susurró la Señora Fiore en vista de que Rubí no se movía de su lugar.

Basilio cerró la puerta, adentrándose en la habitación y sentándose al lado derecho de su mujer en una silla que parecía estar esperándolo.

—¿Te quedarás ahí? —cuestionó con ironía.

—Ven aquí, mi niña —susurró la Señora Fiore.

Fue lo único que necesitó para dar dos grandes pasos y sentarse al costado izquierdo de la camilla abrazando a la señora Fiore, ella recibió el abrazo con fuerza sintiendo como lentamente la muchacha que tenía en sus brazos se iba quebrando.

—Tuve... —sollozó sorprendiendo a los dos mayores. —Tuve tanto miedo... de... de no lograrlo... de... morir... de que usted... muriera.

La Señora Fiore la sostuvo con fuerza mientras acariciaba su cabello susurrando lentamente un "ya pasó, ya todo está bien". La alejó un poco limpiando sus lágrimas y besando su frente.

—Ya estoy bien y eso es gracias a ti.

—Tenemos un problema —interrumpió Basilio, como siempre arruinando los momentos. —Eres demasiado emocional, tus acciones dependen mucho de tus sentimientos e impulsos y eso en esta industria no sirve —apuntó cruzando sus brazos.

—Trabajaremos en eso mientras esté conmigo —contrapuso la Señora Fiore volviendo a acariciar las mejillas de Rubí. —Ya Basilio me dijo que te quedarás por un año conmigo.

—¿Es algo malo sentir? —preguntó mirando hacia los dos.

—No lo es —se apresuró a decir la Señora Fiore. —Puedes sentir, pero hay veces en que no puedes regirte solo por ello. Ya ves, yo detesto a esas muchachitas engreídas, pero debo soportarlas por respeto y beneficio sobre el negocio de Basilio.

—Comprendo —asintió Rubí.

—Hablando de eso, necesito pedirte un favor, Rubí.

—¿Mh?

—Es sobre el matrimonio de Biago y Agata.

Mientras Basilio comenzó a hablar la Señora Fiore indicó a Rubí que se recostara y sin mediar palabra la muchacha se subió en la camilla acomodando su cabeza en el pecho de la Señora Fiore mientras esta la abrazaba y acariciaba su pelo como si fuera una madre amorosa.

—Yo no tengo nada que ver con eso —comentó Rubí una vez acomodada.

—Biago intentó oponerse al matrimonio, por suerte no lo comentó en la cena, pero me lo dijo antes... Él no quiere casarse.

—¿Entonces por qué obligarlo? —cuestionó Fiore con tranquilidad.

—Es parte del negocio —suspiró Basilio pasando su mano por su frente, se reincorporó en la silla y comenzó a explicar. —Él dijo algo sobre ti, nada específico, pero murmuró tu nombre cuando pregunté la razón, luego se recompuso y me habló algo sobre no soportar a Agata desde siempre, lo cual no es una razón respetable.

—¿Entonces... el hecho de que haya murmura mi nombre implica que tengo algo que ver? —su tono escéptico no pasó desapercibido para Basilio haciéndolo fruncir el entrecejo con desconfianza.

—¿Qué no es así? Tú y tus "Ojos Azules aquí, Ojos Azules allá". ¿No es porque te interesa mi hijo?

—Una cosa no tiene que ver con otra, me gusta y no te lo voy a negar, pero de ahí a creer que existe alguna oportunidad entre los dos hay mucho trecho. Además dije que firmaría el contrato como numerale, entonces seré parte de tus filas y no las de Biago.

—¿Dejarás de ser de las tropas de mi hijo, por las de mi esposo? —comentó de pronto la Señora Fiore. —¿Qué eso no es deslealtad, mi niña?

—Lo es, pero Ojos Azules no me quiere en sus tropas, me trajo aquí para ello, pero desde que llegué en ningún momento lo he hecho, así que... para qué seguir intentándolo cuando no va a ocurrir.

Basilio suspiró, se reacomodó en su silla cruzando sus brazos nuevamente y observó a Rubí cerrar los ojos, podía creerle o no, pero de todas formas no era el momento para analizarlo, lo único que necesitaba era que ella dejara de ser tan amigable con su hijo y así distanciarlos un poco, muy pronto fijarían la fecha del matrimonio y el evento se realizaría sí o sí.

—Lo único que necesito es que aceptes dejar de verlo, o reunirte con él, no lo sé, no pueden enamorarse —habló finalmente, pero no recibió respuesta. —¿Rubí? —se reincorporó en la silla observándola de más cerca.

—Está dormida —susurró su mujer con calidez mientras quitaba con delicadeza algunos mechones de la frente de la muchacha.

—Está demasiado cómoda —masculló volviendo al respaldo de la silla. —¿Crees que pueda hacer que no se enamoren?

—¿Amor en este mundo de hombres de honor? —cuestionó en burla. —Es como pedir que tú y yo nos separáramos.

Basilio suspiró, había cosas inevitables en la vida, pero que la relación de Rubí y Biago se estrechara al parecer no era una de ellas.

—¿Por qué te preocupa tanto? Siempre podemos poner a Rubí como la hija que quise tener y entonces ya tendrá apellido y una familia italiana.

—Eso sería sórdido, mi flor —comentó con sorna. —¿En serio permitirías poner a una asesina con el apellido?

—¿No soy yo la que debería preguntar eso, esposo mío? ¿La aceptarías?

No negó ni afirmó, tan solo se mantuvo en silencio observando a la muchacha en los brazos de su mujer que respiraba con regularidad seguramente durmiendo por fin. Sabía perfectamente que Rubí no había descansado en esos días y que su deseo era entrar a ver a su mujer antes de realizar cualquier movimiento, pero de todas formas sabía que no debía aceptarlo, estrechar la relación era peligroso y ni siquiera aceptable para cualquier familia, pero se lo debía, Rubí había hecho más por su familia que cualquier otro, así que se mantendría en silencio solo observando y permitiendo hasta que los límites no dieran más.

—Necesito averiguar por qué llegó aquí —habló por fin luego de una larga meditación.

—¿Por qué llegó aquí?

—Biago dijo que había sido un regalo de alguien, luego de que pidiera traer un asesino para averiguar quien quería atentar contra su vida, la enviaron, pero... no había nada más.

—¿Cómo supo que era un regalo?

—Un día antes de que fuera a Civitavecchia, Luigi le entregó una carta diciendo que habían escuchado que andaba buscando a un buen asesino y que ese alguien le había enviado un regalo.

—Asumo que no tenía firma.

—Nada, pero aun así Biago fue y Luigi le presentó a Rubí. Me sorprende que hayan enviado a Red Lips teniendo en cuenta que todos creían que estaba muerta.

—¿Qué hay de Luigi? Acaso no debe saber él algo sobre ella.

—Rubí acabó con él esa misma noche, como siempre la subestimaron.

Ambos observaron a la mujer que dormía, probablemente coincidiendo en que si realmente habían enviado a Rubí a ellos como un regalo y ella terminó acabando con sus captores no la habían enviado solamente a pasear, si probablemente a Rubí la habían enviado para acabar con su hijo no sería nada bueno, pero teniendo en cuenta que había sucedido todo lo contrario no tenían base para desconfiar completamente.

—Mmh, ¿Qué crees que ocurrió realmente para que esta mujercita llegara a nosotros sin memoria?

—No lo sé y me gustaría averiguarlo, porque si Rubí hubiera llegado aquí con su memoria intacta es muy probable que otra historia sería la que estuviéramos contando.

—Estoy de acuerdo. No recuerdo haber oído alguna vez que algún asesino de Blood Eyes se abanderara a alguna familia, ellos solo hacían su trabajo y luego desaparecían.

—¿Qué crees que haya cambiado?

—Algo muy malo debió haber pasado ¿no? Después de todo Meyer nunca dejaría las cosas al azar mucho menos con alguien que consideraba como su hija.

Ambos suspiraron manteniendo el silencio en la habitación, cada uno sumido en sus pensamientos. Si alguien los viera dirían que eran una pareja normal, como cualquier otra en Italia, pero la verdad era otra, Fiore sabía cada cosa de Basilio y normalmente, a comparación de sus compañeros escuchaba cada cosa que su mujer pudiera decir, analizaba sus palabras y realizaba los consejos que le otorgaba, siempre había escuchado como sus compañeros se reían de sus mujeres diciendo que solo estaban de adornos, pero él no podía calzar con ese prototipo de mujer a Fiore, ella era prácticamente su mentora en ese mundo y si fuera posible la habría nombrado mano derecha desde hacía mucho tiempo, lamentablemente había tenido que relegarla a un lugar de la casona en donde no tuviera que intervenir, por imagen, por estatus, por seguir reglas que sabía nunca cumplía al pie de la letra. Él sabía que Fiore merecía un mejor lugar en las reuniones importantes de la familia, pero lamentablemente no podía darse el lujo de entrometerla en ello.

—Tengo una duda —intervino de pronto su mujer acabando con el silencio. —¿Qué ocurrió con Fontana y Catalano? No comprendí muy bien eso de que también estuvieran involucrados, a mí solo me atacó Testa.

—Catalano y Serra sabían que Rubí los iba a perseguir así que Catalano junto a Fontana intentaron ponerle un trampa manipulando a los soldados de la décima de Rubén, no estoy muy seguro de como acabaron las cosas ahí, pero Rubén parece muy molesto con Rubí cuando se toca ese tema.

—¿Por qué?

—Al parecer Rubí sabía que era una trampa, Rubén no.

—Oh —suspiró viendo como la muchacha descansaba con comodidad. —¿Qué harás con ellos? Además de que necesitas más caporegime, ¿no?

—Aún estoy pensando en ese asunto, los cuatro están encerrados en las habitaciones de tortura, los desagraciados sufrirán bastante antes de morir, la cuestión es que ya no puedo confiar en ninguno.

—¿Por qué no darle el lugar a Rubén o tal vez a Roger o a Romeo?

—El único que italiano de los que nombraste es Romeo y sabes que él es pésimo en los negocios.

—¿Y entre tus capodecina? Quizás Matteo y Santino puedan quedar bien con el lugar.

—Mmh, me agradan esos nombres. ¿Qué dices de nuestro ahijado?

—Dante —exclamó con emoción. —Hace mucho que no ha venido a vernos, deberías llamarlo ya.

—Por eso te amo, mujer, siempre apuntas a lo correcto.

—Yo debería manejar la familia ¿no crees? —ambos rieron en carcajadas acordando que aunque estaban de acuerdo con esa aseveración no se hablaría de un tema que no podían cambiar.

Cuando Basilio acabó la conversación con su mujer, tal vez cumpliendo tres horas de largas charlas de diferentes temas y fue consciente de que debía volver a la casona para cumplir con sus deberes se levantó tomando a Rubí en sus brazos hasta recostarla en el sillón, la muchacha continuó durmiendo incluso con el cambio de su comodidad haciendo reír a la pareja.

—Es como un oso, nada perturba su sueño.

—Es así, necesita descansar, no la molestes.

—Bien, mi flor, nos vemos en casa —se acercó dejando un beso duradero en su boca y se apartó acariciando su rostro. —Ya te extraño, mi amor.

—Y yo a ti.

*

Estaba corriendo, su garganta quemaba, necesitaba respirar, pero no podía detenerse, si lo hacía la atraparían y eso no le serviría de nada, no echaría a la basura todo su esfuerzo. Siguió corriendo incluso cuando sus piernas querían detenerse, sus músculos tensos, el sudor bañando cada parte de su cuerpo y su respiración acelerada hasta que logró llegar, lo hizo... pero lamentablemente fue demasiado tarde.

—¿Creías que podrías hacerlo? ¡¿Creías realmente que ibas a salvarlo?! —gritó alguien a su espalda riéndose con carcajadas falsas. —Eres tan incrédula. No siempre podrás salvar a todo el mundo, no eres un súper héroe, eres una asesina y los asesinos no salvan vidas, ¡ellos acaban con ella, tú debías matarlo, ¿ibas a conservarlo, ibas a dejarlo vivir?! ¡Estúpida! ¡Te encariñaste con tu presa! Un asesino no tiene amigos, no tiene sentimientos, un asesino vive para matar, no para amar. ¡Estúpida, estúpida!

Abrió los ojos de golpe reincorporándose en el lugar en que estaba, su corazón acelerado marcaba el ritmo de su respiración, el sudor rodeaba su frente, sus mejillas estaban empapadas de lágrimas y el miedo se representaba en sus manos mientras temblaban. Se sentó al filo del sillón notando que ya era de noche y estaba en la habitación de la Señora Fiore, ella dormía por suerte. Tapó su rostro con sus manos intentando regular su corazón y su respiración, ¿Qué había pasado? Había visto sangre por todos lados y había temido. No tenía ni un poco de sentido, ni siquiera la perseguían a ella, ¿a qué te le temía? A su muerte... No, esa era la respuesta incorrecta, su vida no importaba, había algo más... ¿Qué había dicho la persona detrás?... ¿Salvarlo, conservarlo, encariñarse con la presa? Ahí estaba su temor, perder a alguien amado, ¿A quién? ¿Quién era? ¿Sería un recuerdo o el temor de perder a la Señora Fiore otra vez? Quería gritar, quería correr y encontrar respuestas, pero a cambio se mantuvo sentada mordiendo sus labios para no exhalar palabra y a la vez concentrarse en la realidad. No importaba, fuera pasado, fuera un miedo, no importaba, porque ya lo había dicho Basilio no podía seguir guiándose solo por sus instintos, tenía sentimientos pero debía comenzar a aprender a controlarlos y ponerlos al margen antes de que le jugaran en contra.

*

Casona Felivene.

21 de julio, 2003

—¡Mamá llegó! —Franco bajó las escaleras corriendo emocionado mientras sus hermanos detenían sus quehaceres para acompañarlo.

Los tres salieron a recibir a la mujer que les había dado la vida, quien venía bajando del auto acompañada de Rubí quien la sostenía con ayuda de un bastón. Lamentablemente los desgraciados que habían torturado a su madre habían apuñalado su cuerpo en grandes dimensiones, pero por suerte había dicho el doctor los primeros auxilios de Rubí habían beneficiado a la buena evolución de su madre, debía tener mucho cuidado en casa y dejar que la atendieran como la reina que era.

—¿Qué hace esta mujer aquí? —Flavio fue el primero en interponerse en el camino de Rubí, mientras que Franco abrazaba con fuerza a su madre por tenerla viva junto a él, mientras como siempre Biago se mantenía unos pasos detrás con las manos en los bolsillos disfrutando de su presencia.

—¿Qué no lo sabes, hijo mío? —comenzó su madre con malicia. —Mi niña me acompañara durante este tiempo para cuidar de mí, ¿No crees que maravilloso? Vamos, Rubí.

—Sí.

Ambas mujeres se adelantaron para adentrarse a la casona por fin. Biago ya había sido informado sobre la decisión de Rubí y gratamente no había protestado, eso le daba la oportunidad de estar mucho más seguro, así no estaría preocupado por pensar en donde estaría Rubí en cada momento de sus viajes, sabría que estaba en buenas manos, pero en cambio para Flavio la noticia no era nada grata, no tenía nada en contra de aquella mujer, pero la forma tan abrupta en que había irrumpido en su familia le seguía pareciendo demasiado sospechosa como para confiar realmente, Franco por su parte, sin protestas ni disgustos acompañó a su madre y a Rubí completamente feliz de saber que su progenitora seguiría junto a él por mucho tiempo más. 

***

¡Buenas tardes, días o noches! Dependiendo de la hora que hayas leído el capítulo.

¿Que les pareció este puente? Ya la señora Fiore está bien y ahora toca la restitución de los caporegime en sus lugares, gente nueva, gente antigua, quién sabe con que nos vamos a encontrar aquí.

Gracias por comentar en los capítulos anteriores, amaría que siguieran así aquí.

Entre otras cosas descubrí muchos errores propios 🤦 así que voy a estar en proceso de corregir los tonteras. Denme ánimos 😂.

Además me dieron ganas de poner datos curiosos sobre la misma historia aunque no sé si les agrade la idea, ustedes pueden comentar aquello.

Bien ahora sí me despido, espero hayan disfrutado el capítulo de hoy y nos estamos leyendo mañana.

Adiós.

Atentamente una error andante.

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