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Capítulo Veintiséis

Capítulo Veintiséis

Viterbo, Italia

27 de agosto, 2003

Quedaban dos días para que las pruebas acabaran, pero sentía que estaba muriendo de miedo y ansiedad. Jamás había tenido tal emoción mezclada por culpa de una mujer y eso solo lo hacía reír. Durante los días anteriores habían hecho pruebas de tiros, armado de rifle y hasta una prueba escrita sobre Italia. Era irrisorio, estúpido y realmente fuera de lugar, pero nadie decía nada a lo que aquella muchacha pudiera decir. Su padrino comentaba con gracia las cosas que estaba haciendo su numerale mientras cenaban, comentaban lo que hacían en el día, pero no decía nada sobre que estuviera loca y no debían seguir sus órdenes, en realidad reafirmaba con fuerza su lugar en la familia.

Sonaba a cuando él hablaba de Biago, su primogénito eran sus ojos, seguía siéndolo, un hombre orgulloso de que su herencia cayera en buenas manos, pero entonces eso tenía sentido, era su propia sangre, ¿pero de esa mujer? No tenía sentido.

Claro, nada temía cuando era de día, pero entonces en las noches era cuando comenzaba el juego. Esa mujer era como un gato negro escabulléndose en la penumbra, cuando menos podías esperar ella estaba apuntando a su cabeza o empuñando una cuchilla contra su cuello. Era tenebrosa y siempre que estaba en su faceta de asesina tenía una sonrisa siniestra que demostraba cuánto le fascinaba su trabajo.

Para ella no era un juego y cuando se escabullía no parecía tener ni el más mínimo interés en tomar la maldita llave que colgaba en su cuello. No, esa mujer iba directo a darles un infarto y matarlos, o más rápido con sus propias manos. Ya había vivido aquello, en el pasar de las noches había quedado sin aliento varias veces mientras luchaba contra ella, su cuerpo esbelto le facilitaba las cosas cuando de técnicas se trataba, pero tenía un punto débil y es que estaba tan preocupada de todo a su alrededor que tendía a desconcentrarse con facilidad. No sabía si era parte de su personalidad o lo hacía premeditado, pero ese pequeño detalle lo había salvado más de una vez.

No había sido el caso de Matteo quien con apenas tres días había perdido la llave y luego cuando el quinto día llegó, durante el día mientras estaban en plena prueba teórica Satino fue el segundo en perder. Marchetti se había unido al juego después de haberse encerrado a conversar con Rubí y su padrino por largas horas el segundo día, y eso había conllevado que en las noches el hombre gritara despertando a todos continuamente al encontrarse con la muchacha en su habitación y una cuchilla en mano.

Si lo pensaba con detalle, habían sido días bastante interesantes, se había reído con soltura, había sufrido como hacía muchos años no lo hacía, había admirado a una mujer exótica con una mezcla de todo lo que nadie esperaría de una mujer y había tenido miedo, por primera vez en muchos años, de cerrar los ojos. No había dormido bien y sabía perfectamente que no lo iba a hacer hasta que la dichosa prueba acabara.

—¿Tú fumas?

Saltó de inmediato moviéndose hacia un costado del balcón en el que estaba, era su habitación se suponía había cerrado con llave y nadie debía entrar, pero ella estaba ahí observándolo con esos ojos negros que se iluminaban cada vez que podían estar solos. O quizás eso último lo imaginaba, no estaba seguro.

—Uh, alguien está a la defensiva —comentó Rubí con gracia mientras se afirmaba en la baranda del balcón y observaba la noche.

—¿Acaso no viniste a quitarme la llave?

—¿A acabar con tu vida? No, hoy no, hoy estoy más interesada en conocerte —respondió sin moverse de su lugar.

Parecía sincera por lo que Dante sin más terminó por bajar la guardia y continuar en el intento de encender su cigarro.

—Fumo cuando estoy ansioso —comentó inspirando y exhalando el humo.

—¿Estás ansiosos?

—Estoy ansioso y temeroso por mi vida —aceptó recargando sus brazos en la baranda aprovechando de acortar la distancia con aquella chica. —¿Tú no fumas? —ofreció el paquete haciendo que Rubí bajara su mirada desde este a sus ojos.

Aceptó tomando un cigarrillo entre sus dedos sin dejar de mirar los ojos de Dante. Había algo particular en su mirada, como si se estuviera conteniendo sobre algo, pero al minuto en que intentó analizarlo Rubí llevó el cigarro a su boca a la espera de que lo encendiera. No se demoró en encontrar su encendedor y ofrecerle el fuego. En un segundo la chica ya estaba haciendo lo mismo que él, inhalar y exhalar el humo, solo que esta vez lo hizo frente a su cara obligándolo a toser y que sus ojos quemaran.

Cerró los ojos un momento intentando comprender que es lo que sucedía, pero de un momento a otro, ella estaba a centímetros de su cuerpo empujándolo contra la ventana. Su mano derecha había ido a parar en su cabello y sus labios rojos estaban a solo un suspiro de su boca, mientras que su mano izquierda estaba abajo manteniendo el cigarro entre sus dedos con cuidado de no quemar su ropa mientras tocaba partes sensibles del cuerpo de Dante que reaccionaba inmediatamente.

—Cielos —no pudo contenerse cuando sus caderas instintivamente se movieron junto a la mano de la muchacha.

Sus ojos atentos a los de él no dejaban de verlo, estaba seguro que obtendría un beso de ella cuando dejó de tocar su cabello y pasó por su cuello. Se acercó, tan lentamente que estaba seguro que iría a ello, probaría sus labios rojos provocativos que sonreían con satisfacción cuando obtenía lo que quería... y eso era exactamente lo que estaba haciendo en ese momento.

Se detuvo, dejó de acercarse para darse cuenta que Rubí había dejado de tocar su pantalón y también había dejado de tocar su cuello, sus labios se curvaban en esa sonrisa y a cambio de él que parecía estar en una nube de éxtasis ella parecía estar en una nube de triunfo.

—Mierda —masculló mientras Rubí se alejaba y le mostraba la llave que colgaba entre sus manos.

La mujer comenzó a reír continuamente mientras Dante pasaba sus manos por su cara, estaba decepcionado de sí mismo. ¿Cómo había podido bajar la guardia tan fácilmente? Idiota, idiota.

—Eso es trampa —apuntó sin saber muy bien que decir.

—¿Trampa? —replicó Rubí moviendo su cabeza de lado y volviéndose a acercar con seguridad. —Cariño, una mujer se puede meter entre tus sábanas y en ese mismo momento acabar con tu vida. Estas dentro de un mundo en que todo vale, no te creas que podrías apelar a una segunda oportunidad por tu calentura.

—Eres...

—¿Qué? ¿Una puta?

—No...

La tomó por los hombros obligándola a retroceder hasta la baranda, la apresó colocando sus manos alrededor de su cuerpo mientras acercaba su rostro al suyo. Sorprendente ni con esa cercanía ella se alteraba, a cambio parecía cómoda y sonriente.

—¿Entonces que soy? —cuestionó pasando sus brazos por sus hombros acercándose aún más.

—Eres... eres... —pasó su nariz contra el cuello de Rubí siendo muy bien recibido ante el contacto.

Cerró los ojos mientras la caricia se concretaba en un suave beso en la mejilla de Rubí y luego avanzaba hasta su cuello sin poder contenerse a tocarla. Estuvo a punto de subir y llegar a sus labios, lo iba a lograr, por fin, pero a cambio de inmediato retrocedió cuando sintió un ardor en su cuello.

—¡Jodida mierda, estás loca! —gritó llevando su mano hacia el punto, descubriendo que Rubí acababa de apagar el cigarrillo en su cuello. —¡Maldita zorra!

No pudo seguir gritando cuando le llegó un buen golpe en su mejilla, fue un puño cerrado, limpio y con precisión que lo hizo retroceder obligado a cambiar su mano desde su cuello a su labio.

—No me gusta fumar, tampoco que me llamen zorra o puta y sus derivados, tampoco me gusta que me besen sin mi consentimiento y ahora estás muerto porque seguramente no podrías ser un caporegime. ¿Qué piensas hacer, estúpido ahijado?

—Te voy a... —cerró su mandíbula apretando con fuerza.

Tenía inmensas ganas de gritar y golpear a esa mujer, pero ya lo había hecho antes, ya habían peleado y sabía a la perfección que sus golpes no tenían un buen destino con ella. Era ágil y muy rápida para él. Si es que algo quería realmente hacer era meterla a su cama y enseñarle modales a su gusto, pero aunque sabía a la perfección que eso ni siquiera estaba a su alcance, siguió deseándola incluso con la quemadura en su cuello y el golpe en su cara.

—Vete... ya ganaste, ¿Qué más quieres de mí? —terminó por ceder mostrando sus manos en rendición.

—Si te entrego la llave y finjo que esto nunca ocurrió. ¿Qué harías por mí? —cuestionó Rubí mirando la llave en sus manos.

—No me la devolverás, seré sincero con mi padrino. Fui un idiota que cayó en la seducción de una chica, la táctica más básica, pero la más efectiva.

Rubí asintió en respuesta caminando hacia él, pero sabía perfectamente que su intención era volver a entrar. Dante se movió hacia un lado, iba a dejarla irse, pero a último momento se adentró a la habitación deteniéndola a la mitad mientras tomaba su mano.

—¿Puedo hacer una pregunta? —Rubí se volteó mirando el agarre de Dante sin que él reaccionara a soltarla.

—Ya la estás haciendo.

—Luego de todo este juego... Tú y yo... ¿Podríamos pasar más tiempo, juntos? Me gustaría conocerte de más cerca.

Estaba seguro de que iba a obtener una respuesta afirmativa, Rubí estaba sonriendo con soltura y se había acercado insinuando nuevamente un beso, pero al segundo sintió como alejaba su mano de la suya y con un tono seguro afirmaba: —No.

Sin más palabras la muchacha se volteó saliendo de la habitación, cerrando la puerta que en un primer momento había pensado estaba cerrada. De todas formas ahora estaba solo en medio de la habitación con lo que pensó había perdido.

Extendió la llave que había quitado de la mano de Rubí, sin que ella se diera cuenta, vamos si tenía que intentar la misma maldita táctica lo iba a hacer sin problemas cuando la muchacha era guapa y con una belleza inigualable. Pero cuando notó que la llave que sostenía tenía una marca diferente, no pudo evitar exclamar una hermosa grosería en italiano que no hubiera dejado a nadie feliz si la escucharan.

*

Nueva palmira, Uruguay

29 de agosto, 2003

Habían logrado cerrar el trato por fin, las ganancias claramente no serían las mismas a las que tenían estipuladas, pero llegarían a doblarse con el paso del tiempo o por lo menos tenía la fe de ello. Se subieron al auto despidiéndose de sus nuevos socios, hombres que estaban en el contrabando de droga y armas hacía años en Uruguay, pero que no había tenido el gusto de conocer hasta hacía unas semanas en que Roger había sugerido ir hasta Latinoamérica. Había sido la única salida que se les sabía ocurrido puesto que los negocios no estaban yendo del todo bien en Europa.

Roger arrancó el auto al tiempo que Biago terminaba por suspirar mientras desataba su chaqueta. Había tenido semanas extenuantes y aunque tenía el presentimiento de que debería quedarse un poco más en Uruguay o tal vez otro país aledaño para nuevos negocios, debía tomar el avión a Italia de una buena vez, estaba cansado y demasiado frustrado como para intentar nuevas transacciones sin sufrir un ataque de nervios en que todo acabara mal. Necesitaba un respiro y partir a su casa sería la mejor opción, aunque aquella trajera consigo hablar sobre matrimonios y novias que no le agradaban de nada, por lo menos tendría un vistazo de aquella china que el solo pensarla lo hacía sonreír.

—Señor... —susurró de pronto Roger mientras extrañamente pisaba el freno de forma frenética.

Se reincorporó de su asiento viendo que la velocidad aumentaba a más de 100, mientras que Roger intentaba detenerlo, sin resultado aparente.

—¿Qué...? —intentó formular, pero no llegó a terminar cuando a los costados del auto llegaron cuatro motocicletas en que sus pilotos iban armados.

—Mierda... —masculló Roger mientras intentaba detener el auto y maniobrar para alejarse de los tipos que lentamente comenzaban a apuntar sus armas dentro del vehículo.

Biago se apresuró a pasar hacia delante de copiloto en la búsqueda de su pistola en la guantera, pero en el proceso recibió del lado derecho una bala de lleno en su brazo mandándolo a gritar maldiciones una y otra vez. Observó a Roger que tenía los ojos en grande mientras miraba donde había caído la bala, no solo habían roto el vidrio del auto, sino que si Biago no la hubiera recibido habría caído exactamente en la cabeza de Roger...

De inmediato se pusieron en marcha, Biago pasó hacia adelante y Roger se encargó de poner en neutro el auto mientras intentaba detenerlo al presionar constantemente el freno. Las balas cruzaban el auto de un lado a otro mientras Biago intentaba responder con su pistola y otra que le había sacado a Roger, pero no lograban que los motoristas se detuvieran, hasta que en cierto punto se alejaron bajando la velocidad de sus motocicletas mientras el auto seguía adelante.

—¿Qué mierda fue eso? —reclamó Biago volviendo su mirada hacia el frente. —Joder.

Como pudo Roger quitó el cinturón de seguridad intentando empujar a Biago hacia el otro extremo. En 500 metros había un muro de concreto en el cual estaban trabajando, no estaba seguro si arreglando la carretera o alguna otra cosa, pero no había forma de pasar eso sin que el auto se estrellara, no mientras los frenos no funcionasen.

—Tendrá que saltar —exclamó Roger moviendo a Biago para que se apresurara. —¡Ahora!

Ambos por su lado del auto abrieron sus puertas dando un salto hacia fuera, cayendo de lleno al pavimento mientras rodaban. El auto por su parte siguió su camino alarmando a los trabajadores para salir del lugar al mismo tiempo que terminaba estrellándose contra la pared de concreto y sorpresivamente explotando.

—Señor... Señor... ¿Se encuentra bien? —Roger llegó al lado de Biago tomándolo por los hombros hasta hacerlo enfocarse.

—¿Qué mierda es lo que acaba de pasar? —cuestionó demasiado abrumado como para poder procesarlo.

Miraron hacia atrás esperando ver a los motociclistas, pero la ruta estaba despejada y solo estaban más adelante los trabajadores que veían el desastre del auto en llamas.

—Creo que es mejor atender su herida, Señor —expuso Roger tomando el brazo de Biago.

—¡Joder! —exclamó cuando sintió el contacto.

—Llamaré a una ambulancia.

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Según los cálculos anteriores no les llevaría más de tres horas llegar al aeropuerto, pero en vista de los acontecimientos estaba seguro que ese día no acabaría en un vuelo hacia Italia. La ambulancia había llegado una hora después en que comenzaban a hacer preguntas que solo Roger podía responder, trataron su herida ahí mismo sin siquiera llevarlo a algún hospital, cortesía de su mano derecha y el negociante con el que habían hecho el trato. Si alguien más se enteraba de lo que acababa de pasar no solo los medios de Uruguay estarían pendientes del asunto, sino que autoridades comenzarían a indagar y claramente eso haría tardar incluso más su viaje de regreso.

Masculló, gritó y maldijo a todo el mundo mientras quitaban la bala de su brazo y luego saturaban la herida, maldijo a los hombres que lo habían atacado y al cabrón que incluso al otro lado del mundo intentaba matarlo. No habían sido los uruguayos, o por lo menos eso había dicho Roger una vez habían llegado, las armas, las motocicletas y todo el desastre sobre el auto no les pertenecía a ellos, aún no sabía cómo Roger había podido llegar a esa conclusión tan rápido, lo que es él estaba desconfiando de todo el maldito mundo.

—Investigaremos —había dicho Sebastián, el hombre con el que habían cerrado el trato, en un inglés poco usado.

—Revisé el auto antes de partir, no había nada extraño —comentó Roger de pronto. —Pero cuando pasamos los 100 kilómetros por hora, los frenos dejaron de funcionar —meditó.

—Deben haber tenido algún dispositivo o alguna mierda, ningún auto explota así de fácil. Los cabrones intentaron matarme otra vez, cuando hasta pensé que esa mierda se había acabado —masculló Biago mirando a la enfermera que terminaba finalmente de vendar su brazo.

—¿Me comunico con el Don?

Biago suspiró, eso solo significaba una cosa y no estaba seguro de querer acceder, pero a estas alturas en donde el atentado a su vida llegaba a cruzar las fronteras no tenías más opción que buscar el respaldo de su padre. No iba a poder arriesgarse nuevamente y seguramente eso significaría quedarse en casa junto a su madre. Una mierda, pero tenían que averiguar quien era el desgraciado que intentaba matarlo con los resguardos necesario.

—Llámalo, tendremos que volver de todas formas.

Roger asintió tomando el celular que le extendía Santiago y alejándose para comenzar a llamar. Ya estaba condenado, de todas formas había querido volver pronto, pero estaba seguro que el atentado a cuestas no significaba que podría tener a Rubí a su lado, si no que más bien, con mayor motivo lo harían casarse, su padre estaba a favor de una protección a un nivel de unión familiar, más que algo particular como un asesino cuidando su espalda. 

*****

Sinceramente no quería escribir este intento de asesinato contra Biago, sino que más bien ir de lleno cuando se lo informan a Rubí, pero ya que, se pensó y se escribió 😅.

Creo que es mejor que decir, ¿Qué? ¿Cuando? ¿Cómo? ¿Y que ocurrió? Así que ahí está 😅 hay algo si en el otro capítulo que los dejara con esas preguntas, vamos a ver cómo reaccionan 😂. He estado un poco productiva, pero aun así no muy satisfecha, cosas raras 😅. Vale, vale, me dejo de tonteras.

¿Qué piensan de Dante? Siento que me llama la atención, pero a la vez no me convence, quizás que sea 🤔, pero bueno. Gracias por leer, gracias por estar aquí, no olviden comentar y dejar sus votos, eso alegra mi vida y alimenta mi ego 🤣.

Okay ahora si me dejó de tonteras, mañana es el último capítulo de actualizaciones diarias, recuerdenlo. Los digo antes para irlos preparando 😘

Atentamente una dama adolorida.

Pd de dato curioso.
Antes de comenzar a subir la historia, escribí más de tres veces el primer capítulo desde diferentes perspectivas y la mayoría desde la mirada de Biago, aún conservo esas diferentes perspectivas para el día en que logre ajustar bien ese primer capítulo.

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