Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintiocho
Viterbo, Italia
01 de septiembre, 2003
Había algo particular en donde estaba, no era la oscuridad, ni tampoco la sensación amarga que la embargaba, era algo más sobre estar perdiendo y no poder recuperar algo muy preciado, no lograba determinar lo que sucedía, tampoco en donde estaba, pero la sensación se fue acrecentando a medida que intentaba encontrar una salida de aquel lugar.
—¿Adónde vamos? —una voz detrás la obligó a girarse, era un chico de tal vez un año mayor que ella, pero... ese pensamiento fue tan fugaz como el hecho de saber que el niño no tendría más que 11 años.
Miró sus manos encontrando que eran más pequeñas y no tenían tantas marcas como en la actualidad.
—Iremos con mi jefa —se escuchó responder con alegría. —Ella sabrá qué hacer por ti. Ahí decidirás si quedarte o irte —se encogió de hombros y continuó adelante.
Los pasillos parecían extensos de paredes de metal completamente blindadas, donde fuera que estuviera, la seguridad contra un posible desastre mundial estaba completamente contemplado en ese lugar. Había una gran cantidad de puertas, pero aunque deseó registrarlas una por una, su cuerpo solo siguió caminando hasta el final del pasillo.
Se encontró finalmente con dos hombres que la saludaron elevando sus manos y ella en respuesta las hizo chocar.
—¿Traes al nuevo, pequeña?
Asintió, con más efusividad de la esperada permitiendo que los hombres se hicieran a un lado, mostrando una escalera demasiado alta para su gusto.
—Vamos, cuervo, sígueme —indicó.
Subieron la larga escalera hasta entrar a un pasillo en donde las puertas eran de una madera caoba y las paredes se convertían en un granito verde, por alguna razón supo que había dejado de estar bajo tierra comprendiendo muy fácilmente donde estaba.
—Es aquí —anunció obligando que el niño que la seguía se adelantara para tocar la primera puerta del pasillo.
—¿Aquí?
Asintió, viendo como el chico se acercaba y le daba un ligero golpe, puede que no hubiese sido nada, pero en un solo segundo la puerta se abrió mostrando a una mujer alta de cabello rubio y de edad mediana, no estaba segura, pero esa mujer era una contradicción en su cabeza.
—Querido Devan, es bueno verte despierto, ven pasa, gracias por traerlo, pequeña.
El chico se adentró dándole una última mirada en la que solo sonrió y terminó por ver como la puerta se cerraba en su rostro.
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Despertó angustiada y un llanto silencioso que no paraba de empapar sus mejillas, su pecho dolía con un solo nombre que parecía ejercer más fuerza de la recomendada en su mente.
Devan, el cuervo.
Lloró y continuó llorando, porque a pesar de que no lograba rescatar todos los recuerdos de ese hombre, su corazón sabía incluso antes de que su memoria se perdiera, él había sido arrancado de su lado incluso cuando luchó mucho tiempo para poder tenerlo junto a ella.
*
Viterbo, Italia.
03 de septiembre, 2003
Agata Vitelo llegó a las 12 horas con 10 minutos del primero de septiembre a la casona Felivene, con lo que parecía un arsenal de empleados que la rondaban como si fuera parte de algún reino del que Rubí no estaba ni enterada de que existiera. La cuestión era simple, ella venía a poner fecha a su matrimonio y de alguna forma eso implicaba un poder mayor dentro de la casona.
Había preguntado a la Señora Fiore con anterioridad, si Biago se casaba qué pasaría y lamentablemente tuvo que ser consciente de que aunque comúnmente los recién casados iban a un nuevo hogar, ellos deberían quedarse para cumplir sus deberes hasta que se les entregaran el título dentro de la familia, se recordó haber preguntado a qué título se refería, pero era más que obvio que una vez Biago se convirtiera en Don entonces Agata también sería la ama y señora de ese lugar.
A diferencia de la Señora Fiore, que parecía completamente ajena a las funciones de la casa, Agata parecía querer controlarlo todo y en tan solo un día había logrado abarcar toda la casona con por lo menos dos de sus empleados en cada sector, Rubí se encargo de registrarlos a todos, no había forma de probarlos, pero con una sola mirada podía darse cuenta que la mayoría odiaba al igual que ella a Agata, pero que lamentablemente no podían ir en su contra considerando que era su jefa. Los entendía y terminó compadeciéndose de ellos.
El segundo día de su llegada se realizó la reunión, en la que de mala gana tuvo que estar presente de pie al lado de la Señora Fiore representando su función de guardia, escuchó como cada una de las partes expuso sus cláusulas sobre el matrimonio, como si fuera un contrato de negocios, también fue testigo de la forma en que los supuestos comprometidos se lanzaban dagas con la mirada y finalmente tuvo que ser oyente del día en que se realizaría la boda.
Con exactitud faltaban un año y un mes para el bendito casamiento, habían dicho que sería el 3 de octubre del 2004 y por alguna razón eso significaba comenzar a trabajar desde ya en los preparativos, la Señora Fiore ayudaría a Agata en la elección de vestido y en todos los por menores, mientras que el Señor Gioto Vitelo vendría en su momento para apoyar a Biago con su vestimenta. Dos meses antes de la boda, Biago debería entregar las invitaciones a cada uno de los invitados en un sobre manuscrito por ellos mismos acompañados de un guardia, la Señora Fiore señaló a Rubí, pero todo en la mesa terminó con una discusión en que finalmente Biago pidió ir solo junto a Roger en ese proceso. Una segunda discusión ocurrió cuando debían elegir la iglesia que ocuparían para el casamiento, por una parte porque la familia Felivene quería realizar la boda en Viterbo y por otra porque la familia Vitelo representada por Agata, quería realizarlo en Palermo, la discusión cerró cuando acordaron realizarlo en Parmina Villa, ubicado en Catania, Sicilia.
Todos los por menores fueron vistos en esa reunión, donde Donato y el hombre que había llegado junto a Agata, anotaban todos y cada uno de los detalles en una libreta de mano, finalmente cuando acabó habían pasado cerca de dos horas y todos debieron acercarse al comedor para el almuerzo.
El tercer día de la llegada de Agata, Rubí ya se sentía ahogada, esa mujer era francamente atosigante con todas sus órdenes, le gustaba que todo fuera a su modo y si había un error gritaba como loca, por suerte la había estado evitando todo eso tiempo, la ignoró en una ocasión que intentó darle una orden y estaba segura que incluso siendo la esposa de Biago la ignoraría siempre.
Estaba aburrida, si se lo preguntaban en esos días no podía hacer más que rondar la casa sin mucho que hacer, la Señora Fiore mayormente estaba organizando las cosas para la boda por su cuenta, cuando debería haber sido ayudada por Agata, pero en vista de que no se llevaban bien lo hacía sola, Rubí no quería ser partícipe de eso por lo que terminaba yendo a entrenar o conversar con alguna de las cocineras con las que mejor se llevaba. No había podido comenzar con el trabajo que le había dado Basilio por la acomodación de los caporegime, hacía tres días que los hombres habían ido a sus respectivas locaciones a reconocer el terreno, por así decirlo, y además debían seleccionar a sus soldados y reconocer a algunos pocos que habían quedado vivo tras el secuestro de la señora Fiore.
Por suerte, ese día entre sus tantas vueltas Donato Greco llegó a buscarla pidiendo que la acompañara junto al Don, no hubo mucho reclamo después de eso, Donato había logrado encontrarla por primera vez antes de que ella misma llegara a molestar a la oficina de Basilio, lo que al parecer había alegrado un poco al consigliere, pero si se lo preguntaban eso la tenía sin cuidado, cuando para ella todo parecía aburrido ya que el dichoso matrimonio comenzaba a tener forma.
Cuando llegó a la oficina de Basilio ligeramente se dio cuenta que Donato quedó adentro, pero tampoco le tomó importancia dejándose caer en el asiento frente al escritorio mientras miraba sus uñas, esperaba que Basilio la enviara a hacer algo, porque realmente las cosas no estaban yendo bien dentro de la casona con esa muchacha dentro de ella.
—¿Aburrida? —comentó Basilio pidiendo una carpeta a Donato.
—Algo —susurró sin elevar la mirada.
—Provenzano llamó, quiere que vayas a Palermo —de inmediato sus ojos se elevaron con un poco de entusiasmo.
—¿Es por lo de Lo Piccolo? —cuestionó esperanzada, desde que le informaron sobre los movimiento de ese hombre había estado ansiosa por volver a jugar sus cartas en Palermo, sentía que por fin podría matar a alguno, no entendía la razón, pero al parecer el actuar de ese hombre había molestado a algunas familias de Sicilia.
—¿Lo Piccolo? ¿De qué hablas?
—No supiste... —elevó su mirada a Donato, notando que estaba hablando sin formalismos frente a alguien más. —Es decir, ¿no supo lo que ocurrió? Lo Piccolo se reunió a plena luz del día con algunos miembros de la Familia Inzerillo, quienes habían sido expulsados en los 80' por la estúpida guerra que tuvieron... Todavía no entiendo bien de que va esto, pero Rotolo se enojó o su familia lo hizo... no estoy muy segura, pero comenzaron a haber algunas tensiones.
—¿Cómo diablos supiste eso? —exclamó Basilio sorprendido.
—Bueno... trabajé allá... necesitaba conocer gente que pudiera estarme informando... ellos me contaron lo sucedido hace algunos días.
—¿Por qué no me habías contado antes?
—Amh... No lo vi importante... sigo sin comprender por qué Rotolo está molesto... así que.
—Rubí —llamó Basilio. —¿Qué más no me has dicho sobre tu trabajo en Sicilia?
—Te dije la mayoría de las cosas que fui a hacer —replicó sintiéndose ofendida. —No estoy ocultando nada.
—Donato, anótame un viaje a Sicilia, creo que tendré que ir a ver por mí mismo como está la situación.
—¿Puedo acompañarte?
—Tú debes acompañarme, iremos juntos.
—Bien.
—Hay algo más, quiero que vayas hoy mismo a comprobar algo en Tuscania, queda a 28 minutos de aquí así que ve sola.
—¿Podré manejar? —se sobresaltó emocionada.
—Sí, sí...
—Bien, ¿Qué quieres que haga?
—Necesito que me traigas un informe sobre una muchacha... ¿Cuál era su nombre?
—Idara Conti, Señor —respondió Greco.
—¿Quién es ella? ¿Por qué quieres un informe?
Basilio le entregó la carpeta que tenía en sus manos, la que inmediatamente Rubí revisó.
—Si encuentras a Franco ahí, entonces tu informe estará completo.
*
Tuscania, Italia
03 de septiembre, 2003
Bueno, Basilio tenía razón... Una vez llegó a la dirección indicada se encontró con un parque en donde el menor de los Felivene parecía bastante feliz rodeando a una muchacha que intentaba alejarlo a como diera lugar. Podía ver la reticencia de la joven, pero aun así de vez en cuando lograba sacarle una sonrisa que la hacía detenerse y volver a mirarlo con un rostro de enamorada bastante patético.
Avanzó el auto hasta que se hubo estacionado en un lugar alejado de la vista de todos, se bajó y caminó hasta donde los dos tortolos se encontraban. La muchacha con una sonrisa un poco tirante parecía estar explicándole algo a Franco, a lo que el menor de los Felivene solo parecía negar continuamente. Decidió entonces que no los molestaría, si ese era el momento en que Franco podía estar feliz, entonces le daría el espacio, por mientras se daría el tiempo de recorrer los lugares y encontrar la información que le estaban pidiendo sobre la tal Idara.
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Tres horas después de recorrer el lugar y recolectar toda la información pedida, volvió al auto encontrándose con Franco afirmado con los brazos cruzados en este. Se giró a verla al tiempo que Rubí se acercaba y le sonreía con soltura.
—¿Me llevas? —pidió Franco mientras Rubí desactivaba la alarma del auto y abría la puerta para adentrarse como piloto.
—¿Que los hombres como tú no tienen auto?
—Vengo infiltrado —se indicó mostrando su ropa demasiado común para ser él y su acostumbrada vestimenta de marca con derroche de dinero.
—Vamos, sube, creo que debemos conversar en el camino —indicó moviendo su cabeza.
Ambos entraron al auto y sin más demora Rubí arrancó de regreso a Viterbo, su trabajo había acabado y al final estaba segura que obtendría más de lo que le había pedido Basilio.
*
No había podido decir ni una sola palabra durante el trayecto, quizás llevaban solo cinco minutos en el auto, pero ya se sentía ahogado y con una pregunta atorada en su garganta. Podía ver que la mujer a su lado no tenía ni siquiera el interés de preguntar, y aunque estaba intentando por todos los medios conservar su semblante tranquilo, sabía que no lo estaba logrando del todo.
—¿La matarás? —preguntó finalmente sintiéndose demasiado enfermo como para escuchar la respuesta.
—¿Lo quieres así? —devolvió Rubí con una sonrisa arrogante.
—Claro que no, pero que la numerale de mi padre venga a registrar información te da para pensar... ¿No lo crees?
—Bien, punto para ti —asintió pasando su mirada de forma fugaz hacia Franco.
—Entonces... ¿Lo harás?
—No solo trabajo de asesina, Franco, hoy vine a investigar.
—¿Te lo pidió mi padre?
—¿Sigo ordenes de alguien más? —devolvió suspicaz.
—Bien, pregunta estúpida... pero es que... estoy tan... no quiero que le hagan daño... no a ella... Fui testigo de cómo Biago sufrió en Palermo por aquella chica y no quiero que me ocurra lo mismo.
Rubí giró su rostro, demasiado interesada con esa línea de palabras como para pasar desapercibida, pero muy rápido retomó su mirada a la carretera pasando por alto cualquier comentario que podría haber formulado.
—Tienes que estar tranquilo, solo me pidieron recaudar información.
—¿Le dirás a papá que estuve aquí?
—Vienes conmigo en el auto, ¿No crees que es obvio de dónde vienes?
—Bien, nuevamente tienes razón, dos puntos para Rubí —masculló girándose hacia la ventana.
No sabía que pensar, en realidad, no sabía qué hacer, había estado demasiado tiempo perdido entre dejar de aparecer en Tuscania o simplemente escapar de su casa para quedarse a vivir ahí, habían tantas contradicciones pasando por su cabeza, pero todo se calmaba cuando recordaba la sonrisa de Idara, era un anestésico demasiado efectivo para su gusto.
—¿Cómo la conociste? —la voz de Rubí lo tomó por sorpresa, girando lentamente para saber si es que realmente ella era la que estaba preguntando aquello.
—Fue hace unos años, pero no fue hasta ahora que he podido venir más seguido. Supongo que ese fue mi error —susurró mirando a la deriva, se rindió, tenía ganas de contarle a alguien sobre ella y por alguna razón Rubí le daba bastante confianza como para hacerlo, se acomodó en su asiento mirando hacia el frente, esperaba que el tiempo de recorrido hacia la casona se hiciera más largo hasta poder fraguar una mentira digna de ser creída y así conservar la vida de Idara. —Vine a visitar a la familia de uno de mis soldados más antiguos, él estaba a punto de morir así que quería darle mi pésame y mi ayuda... Ahí estaba ella, tan hermosa y radiante como es, incluso cuando aquella vez no sonreía yo podía saber que era perfecta para mí. Recuerdo que aquella vez regresé a casa con una sensación extraña, estaba confundido y su imagen se repetía una y otra vez en mi cabeza... No hubo forma de que me detuviera después de eso. Cuando más podía me escapaba de casa o rondaba estos lugares con la excusa de cobrar el pizzo solo para poder verla y conversar algunos minutos con ella. No supe como detenerme en ese entonces y no sé cómo detenerme ahora.
—¿Qué hay de Vita? —preguntó Rubí deteniendo el auto a la entrada de Viterbo.
—Crecimos juntos, prácticamente es mi hermana, no puedo verla de otra manera, pero sé muy bien que a pesar de ello no puedo oponerme al matrimonio. Ni siquiera Biago lo logró, ¿cómo se supone lo haré yo?
—¿Qué opciones tienes?
—Seguir visitándola a espera de que nadie se entere, o tal vez venirme a vivir a Tuscania con la excusa de convertirme en el caporegime de acá, de todas formas necesito una casa para vivir una vez me case con Vita, aunque sería bastante cruel para ella, para ambas a decir verdad —suspiró. —Si dejo la casona completamente tendría que irme lejos para que mi apellido no la dañe de alguna forma, si dejo de verla... seré infeliz, pero supongo eso nos salvaría a ambos.
El suspiro sonoro de Rubí lo obligó a girarse para observarla, ella estaba inclinada en el asiento escuchando con atención sus palabras, pero a la vez se veía bastante molesta, no estaba seguro la razón, pero sabía que estaba esperando algo de ella, tal vez una ayuda, un consejo o un salvavidas que le permitiera seguir estando junto a Idara un poco más.
—Creo que ustedes son bastante mártires en el aspecto del amor. Basilio tuvo la suerte de casarse con quien amaba, ¿Por qué ustedes no pueden hacer lo mismo?
—Porque las mujeres en las que nos fijamos no son de familias importantes como la nuestra.
—Basuras —masculló Rubí. —El amor es amor, incluso si no tienes donde caerte muerto debería respetarse la elección de eso que se siente con el corazón, ¿no crees?
—Las cosas no funcionan así, Rubí.
—Una lástima —susurró mirando hacia otro lado.
—Supe que besaste a mi hermano —de inmediato la muchacha se giró a verlo con una sonrisa satisfecha, demasiado ancha para que fuera de una mujer adulta.
—¿No crees que soy genial? Incluso contra todos logré una pequeña probada de lo prohibido —comentó haciéndolo reír. —Pero eso no cambia nada, incluso si lo besé él se casará —se encogió de hombros borrando su sonrisa y mirando hacia el lado opuesto.
—Rubí —la llamó intentado llamar su atención, pero aun así la muchacha no se giró.
Franco suspiró acomodándose nuevamente en su lugar para ver por el lado de su ventana, el campo y los árboles del camino a los costados de la carreta se extendían hasta cierto punto comenzando a desaparecer, si Rubí se adentraba en el pueblo no les costaría más de diez minutos entrar a la casona, pero por alguna razón sentía que algo les faltaba, quizás cerrar un trato, quizás buscar una posibilidad para ambos.
—Incluso si me envían a matarla no lo haré —susurró de pronto la mujer a su lado. —Es una buena chica, demasiado buena como para que la enreden en un mundo como el nuestro. Puedes amarla, Franco, pero al final de cuentas... terminarás haciéndole daño.
—¿Qué hay de ti? ¿Quieres que te ayude a que Biago cambie de parecer?
—¿Es para devolverme la mano? —se giró a verlo con la mirada confundida, Franco asintió, pero como respuesta ella solo negó. —No te estoy ofreciendo nada del otro mundo, Franco, si no soy yo puede ser cualquier otro, tómalo como un consejo, aléjate de esa mujer si es que realmente la amas.
Con ello volvió a encender el motor del auto para continuar su camino por la carretera, parecía como si la conversación se hubiera zanjado ahí, pero Franco no se daría por vencido, comprendía el punto de Rubí, pero no quería hacerlo, no quería alejarse.
—Quiero estar con ella... tal vez si me ayudas —comentó al aire tal vez pidiendo más de lo que debería.
—Oh, yo no soy ningún cupido, Franco, tampoco un hada madrina o alguna clase de ángel que te viene a salvar del abismo, yo soy una asesina y mis funciones acaban hasta que la sangre corre.
—Pero aun así serías capaz de contenerte —afirmó—. Incluso no siendo nada de lo que dijiste, incluso siendo solo una asesina tú... me ayudarías a cuidar de ella.
—Me pregunto qué mierda hice para meterme con esta familia tan complicada —masculló Rubí rodando sus ojos.
—Rubí... Puedo ayudarte en todo lo que quieras, si me apoyas en esto, si me ayudas yo hasta podría traer de vuelta tus memorias, conozco a médicos que podrían tratarte y si algún día quieres algo de mí, cualquier cosa, dinero, trabajo o algún asesinato que quieras hacer solo por diversión, yo puedo ayudarte en eso. Rubí, me tendrás de aliado para toda tu vida si es que me ayudas, por favor.
—Foda (Joder)—exclamó de pronto Rubí asustando un poco a Franco sin comprender completamente lo que decía. —Isso me deixará loco (esto me volverá loca). Bien, de acuerdo, hablaré con alguien para que puedan cuidar de ella, no puedo salir de la casona mucho tiempo, pero de seguro encuentro a alguien que pueda ayudarte, joder, ¿no puedes poner alguno de tus soldados en ello? Esto es realmente abrumante —terminó de exclamar.
Daba igual si despotricaba en su idioma o en cualquier otro sin llegar a comprenderlo completamente, porque de todas formas ella había aceptado ayudarlo y eso ya era la mejor cosa que le podría estar pasando. Un aliado, por fin tenía un aliado, porque estaba seguro que si se lo contaba a alguien dentro de su familia ninguno sería capaz de comprender su relación con esa mujer, incluso Flavio con quien era más cercano, estaba seguro que si se lo contaba nada iría bien para Idara, por eso y porque Rubí era mujer, confiaba en que pudiera comprender mucho mejor su situación, o eso esperaba, y al parecer estaba en lo correcto.
*
Viterbo, Italia
05 de septiembre, 2003
La sangre parecía estar bañándola y no era divertido, para nada, porque esa sangre era propia y no era divertido que su sangre saliera de su cuerpo, dolía, dolía demasiado, pero por más que gritara sabía que ninguno de los que estaban ahí sería capaz de detenerse, incluso cuando llamaba por horas a aquella mujer detrás de la puerta ella no volvía a aparecer hasta que la hora indicada llegara.
Observó sus manos, más pequeñas de lo habitual, se encontró con un espejo, o más bien varios que la rodeaban, algunos distorsionados, otros rotos, pero lo que destacaba en cada uno es que había sangre, mucha que poco ayudaba a aclarar la imagen que se reflejaba en ellos, entre todo el charco que la rodeaba, más las manchas que se extendían en el espejo frente a ella, decidió arrastrarse incluso contra el dolor de sus huesos hasta aquel reflejo, quería verse, quería saber como se veía el dolor en su cara, quería saber si es que era posible que siguiera soportando ahí o tal vez moriría pronto.
Llegó hasta marcar su mano en el espejo, intentó limpiarlo, pero era prácticamente imposible porque por más que siguiera refregando sus manos en la superficie esta continuaba manchándose con sangre una y otra vez. Comenzó a llorar desesperada porque realmente necesitaba ver su reflejo, comenzaba a sentirse fuera de lugar, ya no era una persona o un humano, si seguía en ese lugar estaba segura que perdería parte importante de sí misma, se comenzaba a sentir como un monstruo y eso la atemorizaba.
Pero entonces un ruido estridente y golpes continuos contra una pared comenzaron a asustarla, retrocedió gritando porque se detuvieran, pero el ruido era continuo y cada vez más fuerte, hasta que se acercaron, no podía ver con claridad el rostro de las personas frente a ella, pero sabía que estaban sonriendo, ellos reían con fuerzas mientras que ella no podía dejar de temblar y llorar, le dolía la cabeza, el cuerpo y las heridas no dejaban de botar sangre.
—¿Quieres verte, pequeño monstruo, quieres ver lo que eres?
La pregunta se repitió incluso cuando ella no respondía, entonces por atrás la empujaron hasta caer sobre un nuevo espejo que mostraba el rostro de tal vez una niña de cinco años, lloró desgarrando su garganta en el proceso consciente de que tal vez lo que veía era ella misma, pero estaba tan asustada que no quería creerlo, para ella aquel reflejo era un monstruo que venía por su vida, estaba bañada de sangre y poco podía distinguirse entre tanta suciedad. No tenía sentido, esa no podía ser ella, debía ser alguien más que quería hacerle daño.
—¡Eres tú, monstruo, monstruo!
Y entonces un nuevo golpe llegó a su cuerpo, otro más por la espalda y seguramente uno en su cabeza que terminó enviándola a inconsciencia.
*
Biago solo había sido guiado por los gritos desesperado que provenían del otro lado del pasillo, se sorprendió al darse cuenta que provenían de la habitación de Rubí y esperaba realmente que nadie más lo estuviera escuchando o siquiera viendo, porque no dudó al entrar en la habitación. La muchacha estaba llorando desesperada mientras daba gritos de dolor, el sudor estaba pegado en su frente y no podía dejar de moverse en la pequeña cama que la sostenía. Su rostro, incluso con aquellos ojos negros cerrados podían reflejar un dolor horrible, que Biago solo pudo pensar en menguar, algo debía ir demasiado mal como para que Rubí estuviera así de desesperada por un sueño.
Decidió no hablar, no dijo nada, tampoco la movió ni esperó a que ella despertara, simplemente hizo lo que su madre solía hacer cuando era pequeño, se recostó a su lado, intentó llevar su mano hasta el de ella, pero al segundo que la tocó los ojos de Rubí se abrieron y su cuerpo se reincorporó demasiado rápido hasta atrapar su cuello con ambas manos.
—Merda, sinto muito —balbuceó soltando su agarre una vez notó a quien estaba apresando.
Cayó sobre las mantas de la cama permitiéndole a Biago volver a respirar, quizás había sido una pésima idea entrar a la habitación de una asesina mientras ella tenía una pesadilla, pero había sido lo único que pudo pensar en hacer mientras veía ese rostro sufrir tanto. Consideró la opción de levantarse e irse, pero no pudo, el rostro de Rubí estaba perfilado hacia el suyo, no había forma de que alguien pudiera quitarle ese momento en que lo único que quería era observar la cara de aquella muchacha y perder su respiración solo por ella, no tan literalmente como hace unos segundos, pero algo muy parecido le ocurría con tan solo tener su presencia cerca.
—¿Qué soñabas? —terminó por preguntar mientras extendía una mano hasta acariciar su mejilla.
Rubí recibió la caricia como un gato, afirmándose más contra su mano mientras cerraba los ojos, seguramente aún no recobraba completamente la compostura después del sueño, pero aprovecharía el momento lo que más pudiera.
—No lo entiendo —susurró cuando abrió finalmente los ojos. —Era sangre... pero yo le temía... Aunque parecía ser una pequeña... no estoy segura de haber sido yo... pero dolía... solo puedo recordar que el dolor era insoportable.
—¿Soñaste el dolor?
—Quizás era un recuerdo —balbuceó mirando hacia otro lado.
—¿Has tenido más sueños como estos?
—Ninguno tan... horrible como este.
—¿Cómo han sido los otros?
No obtuvo respuesta, Rubí lo observó con detención y luego de unos minutos ella se recostó dándole la espalda, sí, ya había acabado el tiempo al parecer.
—Debe irse, Sottocapo, no debería estar aquí.
Negó a nadie en particular y en vez de moverse para salir de aquella habitación se recostó pasando su mano por el brazo de Rubí hasta abrazarla complemente y entrelazar su mano contra la de ella. Le gustaba sentir sus dedos enredados sobre los suyos, de alguna forma le daba una sensación de pertenencia que aunque sabía no era real podía sostenerlo hasta que el agarre durara.
—Quiero saber que más has soñado, ¿hay algo que me estés ocultado? —susurró sobre su oído, demasiado cerca.
Para su sorpresa Rubí se terminó por girar, quedando a un suspiro de su cuerpo, tan cerca que estaba seguro no se podría contener por mucho tiempo, pero aun así no se alejó, jugando con su resistencia y la de ella.
—Soñé con Devan —respondió Rubí obligándolo a fruncir el ceño.
—¿Quién es Devan?
—Alguien que perdí.
—¿Recuerdas? —ella negó.
—Nada en particular, solo las sensaciones, sé que lo perdí mucho antes de que mi memoria se fuera, no sé quién era en particular para mí, pero al parecer era importante... He estado teniendo este tipo de sueños, son más recurrentes cuando mi mente no se ocupa en otras cosas, ahora con Agata aquí mi trabajo ha estado limitado así que...
—Las pesadillas son más fuertes.
Ella asintió, terminando por recargar su frente contra su pecho evitando el contacto con su boca, se sintió decepcionado, realmente habría querido besarla, pero esta vez que fuera real, no un simple toque de labios como el de hace unos días, realmente le hubiera enseñado lo que era un beso, pero no podía... maldita sea como es que no podía y odiaba sentirse de ese modo.
—Debes irte —susurró Rubí entre su escondite. —Si alguien te ve aquí, no será bueno para... tu matrimonio.
—Rubí —atrajo su atención tomando su mentón y obligándola a verlo. —¿Quisieras escaparte conmigo?
Sabía que era una pregunta bastante estúpida para hacerla a una persona que conocía hace tan poco, pero por alguna razón necesitaba ver su reacción. Esperó que Rubí riera, se burlara de su estúpida pregunta o tal vez estuviera un poco sorprendida o abrumada con ello, pero nada ocurrió, a cambio Rubí solo negó separándose de él para reincorporarse hasta bajar de la cama y caminar hacia la puerta de la habitación.
—Escapar de tus problemas no los elimina, solo los cubre por un tiempo hasta que te vuelven a atrapar por la espalda.
—Suenas con experiencia en ello —se levantó de la cama, bastante molesto, aunque aún no sabía si con Rubí o con él mismo por haber sido tan cobarde en formular esa pregunta por segunda vez en su vida.
—Tal vez la tengo, solo dame unas noches más para ver si las pesadillas traen la respuesta que esperas.
Finalmente abrió la puerta indicándole sin mucho preámbulo que saliera de la habitación, no necesitó nada más para seguir la orden incluso siendo consciente que él era el Sottocapo y Rubí solo era un simple soldado.
***
No estoy muy segura de qué comentar sobre este capítulo, la verdad es que son muchas cosas así que haré una lista.
1. ¿Rubí y su sueño con ese tal Devan? 🤔
2. ¿Agata en la casona? 🙄
3. Fecha de matrimonio fijada 😭
4. Franco con una mujer diferente a Vita 😱
5. ¿Trato entre Rubí y Franco? 🤔
6. Sueño de espejos y sangre 😢
7. Biago pidiendo escapar 🙁
¿Qué me dicen? Las cosas en la familia avanzan, al igual que las cosas en el entorno con Cosa Nostra, hay de todo por aquí, vamos a buscar un poco de acción, porque al igual que Rubí yo estoy aburrida sin ver sangre 😅
Okay, gracias la espera, el capítulo tenía que haber sido subido ayer, pero Wattpad andaba con mañas.
¡Feliz año nuevo! Creo que no lo había dicho por aquí, de todas formas, espero que podamos conocernos más con las diferentes historias en el camino.
Gracias por leer, si es que comentan se llevan una parte de mi corazón 😂😘😍
Atentamente una lista en camino.
Posdata de dato curioso:
Rubí nació el 05 de enero de 1985, por lo que a la fecha del 2003 tiene tan solo 18 años.
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