Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Treinta y uno

Capítulo Treinta y uno

Tarquinia, Italia

19 de Septiembre, 2003

Se despertó por el sonido de unos pasos continuos, iban y venían de un lado a otro en alguna parte afuera de su habitación, era bastante molesto, pero sabía que de todas formas debía levantarse para comenzar con sus funciones como caporegime muy temprano, comenzó a tantear a su lado en busca de Rubí quien desde el día anterior se había empecinado en dormir en su cama apelando de que había sido él mismo quien se lo había puesto como condición. Ni siquiera entendía por qué ella había decidido quedarse, pero de todas formas no se estaba quejando.

Se reincorporó bruscamente cuando notó que estaba solo en la habitación y que seguramente la persona que estaba caminando de un lado a otro no era más ni menos que Rubí, se preocupó al instante, ya se podía esperar cualquier cosa de esa muchacha, pero cuando abrió la puerta la verdad es que no se sintió para nada acorde a la escena. Pensó que Rubí estaría hablando sola, quizás con contradicciones en su cabeza o haciendo ruido en función de despertarlo, incluso hasta podría estar entrenando o revisando las habitaciones del corredor, pero a comparación de ello estaba hablando por teléfono, ida y vuelta mientras escuchaba con atención y luego respondía en un italiano fluido.

—De acuerdo, sigue informándome al respecto —dijo de pronto cortando la llamada y deteniéndose en la baranda del segundo piso que definía la escalera y el pasillo de las habitaciones.

Se comenzó a acercar para comprender lo que estaba haciendo y solo a unos cuantos pasos notó que Rubí tenía una libreta en sus manos en que anotaba efusivamente algunas cosas que parecía enumerar. Intentó hablar, o aunque fuera saludar, pero de inmediato Rubí alzó un dedo en señal de espera y marcó nuevamente su teléfono llevándolo a su oreja hasta que al parecer alguien contestó desde el otro lado.

—Informe de Tuscania —demandó y al segundo volvió a retomar su caminata de un lado a otro en el pasillo.

Esperó en silencio mientras ella parecía escuchar atentamente, no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo, pero por alguna razón le pareció bastante interesante el observarla con detención. Se veía seria, incluso podría apostar que estaba siendo madura y profesional ante un trabajo que Rubén desconocía, pero aquello no le quitaba lo hermosa... Se sacudió a si mismo cuando ella volvió a verlo cortando la llamada, debía contenerse, no podía ser tan estúpido como para convertirse en alguien débil ante una mujer, debía aprender a lidiar con ello hasta que por lo menos pudiera saber cómo detener toda esa absurda obsesión que estaba comenzando a tener por Rubí.

—¿Qué es lo que se supone haces? —cuestionó con los brazos cruzados.

—Trabajo —respondió Rubí con simplicidad agitando la libreta. —Estoy haciendo mis rondas matutinas, necesito estar al tanto de todas las guardias que hago para saber que está todo en orden.

—¿Siquiera eso tiene sentido? —contrapuso asombrado.

—¿Por qué no lo tendría?

—Los asesinos, sicarios o numerale, como quieras llamarlos, no trabajan en la seguridad de casa, eso lo hacen los soldados, no eres la jefa de seguridad de los Felivene, Rubí.

—¿Qué ocurre si lo fuera? ¿Mi rango cambiaría?

—No estoy seguro de que puedas ser algo más que un numerale —se encogió de hombros dándose la vuelta para volver a su habitación, era demasiado temprano para comenzar con todo el trabajo y no se daría el gusto de acortar sus horas de sueño. —Vuelve a la cama, Rubí, necesitas descansar.

Y aunque la llamó, ella no volvió junto a él. Cuando se volteó para cerrar la puerta de su habitación sintió como Rubí volvía a tomar una llamada pidiendo un nuevo informe, negó para sí mismo con una sonrisa fugaz en su boca, por más que intentaran y clasificaran de mil formas a esa mujer, solo había algo que podía realmente calzarle en cuanto se ponía a trabajar y para él eso solo era una obsesión desmedida.

Viterbo, Italia

01 de octubre, 2003

Fiore Berlucchi nunca antes se había sentido tan traicionada y abandonada como en ese momento, hacía dos semanas que Rubí había desaparecido de la casona y al mismo tiempo habían llegado las hermanas Vitelo para intentar dominarlo todo. Los primeros días se había dicho que estaría bien, que no importaba, seguramente Rubí estaría haciendo algún trabajo en especial, pero seguían pasando los días y ella extrañamente no se había presentado, oh y ni siquiera había llamado una mísera vez. ¡Era inaudito! ¿Cómo era posible que la dejara luchando contra esas chiquillas molestas, por si sola?

Decidió averiguar, no podía molestarse solo porqué sí, debía haber un motivo y sospechaba que tenía bastante que ver con la mayor de las Vitelo y su estúpida idea de fingir debilidad, esa mujer era realmente una hipócrita, pero por los negocios debía callarse y sonreír. Finalmente después de días extenuantes logró descubrir que Rubí estaba junto a Rubén trabajando en Tarquinia, ni siquiera por petición de Basilio, sino más bien ella misma se había auto-desterrado para no ofuscar a nadie ya que las cosas estaban funcionando bien en la casona. Muy considerado de su parte la verdad. ¡Pero no, ella no lo quería así, Fiore Berlucchi necesitaba de esa niña para sentirse completa, necesitaba tenerla a su lado como una más entre sus hijos y lucharía incluso contra cualquiera para traerla de vuelta!

Se dirigió al despacho de su esposo seguida del guardia que no la había dejado ni un segundo sola desde que Rubí había desaparecido, el hombre era atosigante, pero le había servido para obtener información relevante sobre su niña, aunque en ese momento realmente no estaba siendo de ayuda mientras la seguía y estorbaba cuando debía devolverse.

Basilio no estaba en su despacho y mucho menos en la biblioteca por lo que cuando se encontró con el consigliere no dudó ni un segundo en detenerlo para preguntar.

—Está en una reunión con el sottocapo, mi señora —explicó Donato Greco con su típico tono de respeto.

Lo dejó solo corriendo hacia la sala de reuniones, pero en el momento en que iba a entrar el guardia la tomó del brazo deteniéndola.

—No creo que deba, Señora —objetó.

—No, tú no debes —recriminó Fiore quitando su agarre y adentrándose a la habitación sin un gramo de preocupación por lo que se encontraría dentro.

—Señora —llegó el guardia pareciendo apenado al adentrarse junto a ella.

Su hijo y esposo estaban frente a frente con copas en sus manos, parecían tan relajados y tranquilos que no pudo más que enfurecerse por toda esa postura de elocuencia, en esa casa se estaban perdiendo valores, cuando uno de los suyos desaparecía debía ser traído de vuelta por los medios que fueran, ¿Por qué no lo estaban haciendo en ese momento con Rubí?

—¿Qué sucede, mi flor? —preguntó Basilio siendo el primero en indicarle al inútil guardia que la dejara en paz.

—Tráela de vuelta, no soporto más este lugar, trae de vuelta a mi hija, Basilio, sea lo que sea le hayas hecho para que se fuera, tendrás que remendarlo —indicó sintiéndose un tanto estúpida cuando las lágrimas gobernaron sus ojos.

—Mamá, ¿Qué ocurre? —se apresuró Biago a tomarla entre sus brazos, pero ella se alejó de inmediato levantando sus manos.

—Estoy bien, pero me siento sola, ¿Saben lo que significa para mí estar aislada en este inmenso lugar sin tener con quien hablar en todo el día? Antes estaba bien, pero una vez te acostumbras a la compañía, la soledad vuelve con más fuerza cuando aquella persona se va...

—Amor... —intentó Basilio, pero ella solo negó. —¿Qué hay sobre las chicas Vitelo? Ellas también te pueden hacer compañía.

—No compares a mi hija con esas muchachitas engreídas —indicó con los dientes apretados.

—Rubí no es tu hija, mamá —susurró Biago.

Al parecer ninguno de esos hombres podía comprender lo que significaba para ella esa niña, ninguno lo entendería porque jamás habían tenido que estar solo sin comunicación con otros, aislado y relegado de la familia, ellos no lo entenderían. Tomó una larga respiración recomponiéndose, estaba segura que si no hacía algo pronto ellos no comprenderían lo realmente importante que era para ella que Rubí volvieran.

—Si no traen de vuelta a Rubí en una semana, me iré de esta casa y no volverán a saber de mí.

—¡Fiore!

—¡Mamá!

Ambos hombres intentaron seguirla, pero ella ya estaba fuera de su alcance, había tomado una decisión y no importaba lo que hicieran no estaría tranquila hasta que su niña volviera a estar a su lado.

*

Tuscania, Italia

02 de octubre, 2003

—¿Qué ocurrió? —preguntó bajándose del auto mientras uno de los hombres que le era fiel la saludaba con respeto.

—Vinieron hace poco, Rubí, no estoy seguro de lo que ocurrió dentro, pero es probable que la amenazaran, ella parecía bastante nerviosa al despedirse, además... había un sobre en su mano.

—¿Llamaste a Franco?

—No, pero ella lo hizo antes —indicó hacia la plaza en donde en pleno centro se estaba llevando a cabo una acalorada discusión.

Franco estaba siendo el protagonista donde parecía pedir explicaciones a una chica que tenía una mirada angustiada. Se acercó a ellos sin cautela alguna, puesto que ya todos estaban mirando en medio de la plaza y hacer más grande el espectáculo no haría la diferencia. Cuando logró llegar al centro no se detuvo a escuchar ni a mirar a nadie, simplemente tomó por los brazos a Franco y entre tirones lo sacó de ahí alejándolo de la multitud que parecía comenzar a consolar a la pobre Idara que cayó al suelo llorando cuando se alejaron.

Solo en el momento en que supo que nadie más estaba mirando lo soltó dejando que se desahogara con lo que hubiera a su alrededor, Franco no se veía como todos los días, aquel chico vivaz, sonriente y blando, no, se veía frío, duro y más cabreado que nunca, no estaba feliz y al parecer no había razones para estarlo.

—¿Puedes creerlo? ¡Cortó conmigo, acabó todo! —gritó señalando con sus manos. —¡Es una locura! ¡Iba arriesgar mi reputación por esa mujer! —exclamó al aire moviéndose de un lado a otro como era su costumbre, tiró de su pelo un par de veces y cuando por fin pareció dar su último bramido tomó la puerta del auto de Rubí y se adentró como copiloto cerrando con demasiada fuerza.

Rubí se afirmó desde la ventanilla del conductor sin llegar a adentrarse, aun debía saber lo que había ocurrido realmente, no había motivos para creer en la verdad a medias que le estaban dando a Franco, pero tampoco sería tan tonta como para contarle sus sospechas. Si analizaba la situación esto había sido lo mejor para Franco, estaría bien dentro de la familia y ya no correría peligro una joven inocente, pero eso claramente no se lo diría incluso si es que algún día lo superaba.

—Necesito levantar la guardia, espérame aquí.

—¡No, espera! —exclamó Franco. —No lo hagas, déjalo así, puede que ya no me quiera en su vida, pero no me arriesgaré a perderla.

—Pero si ya la perdiste, no quiere estar contigo, Franco.

—No lo entiendes, Rubí.

—Bien, de acuerdo, cosa de enamorados —rodó sus ojos y se reincorporó de la ventana. —De todas formas tengo que ir a hablar con el guardia, espérame aquí.

Franco asintió permitiéndole a Rubí volver hacia la plaza en que todo había sucedido, pero incluso cuando no habían pasado más de diez minutos, el panorama ya había cambiado por completo. Todos estaban en sus quehaceres e Idara no parecía estar presente por ningún lado. Decidió correr hasta la tienda en la que solía trabajar encontrándola con una pila de ropas en sus manos mientras caminaba a las lavadoras.

—Hey, lavandera —saludó al encontrarla, pero para su sorpresa Idara no reaccionó como acostumbraba, esta vez se sobre saltó de tal manera que botó toda la ropa al suelo dejando un desastre con el detergente que también traía escondido en su mano. —Tranquila —pidió alzando las manos. —No vine a hacerte daño.

—Eres tú, Rubí —suspiró Idara dando una sonrisa leve. —¿Qué te trae por acá? ¿Quieres un trato especial para tu ropa otra vez?

Idara volvió a tomar las prendas y retomó su trabajo limpiando el desastre, solo entonces logró notar una nueva marca en la muñeca de la muchacha, que no parecía ni siquiera interesada en el dolor que debía provocar.

—¿Te quemaste? —señaló haciéndola consciente por unos segundos.

—Ah, sí... ya sabes... la plancha es mi enemiga mortal —indicó sin tomarle importancia.

—Eso no parece casual, Idara —tomó su muñeca con brusquedad haciendo que la joven gimiera de dolor ante el acto.

—Lo siento.

Se disculpó, pero aun así no se detuvo al levantar la manga del suéter que traía la muchacha descubriendo que había varias quemaduras más que parecían bastante frescas.

—No es nada, en serio —intentó ocultarlas, pero Rubí la miró severamente.

—¿Quién fue? —demandó, pero aun así Idara solo se encogió de hombros evitando su mirada. —¿Te torturaron para que dejaras a Franco? —indagó sabiendo a la perfección que esa era la respuesta.

—No es algo que te incumba, en serio, son mis dramas, no tiene nada que ver con Franco —finalmente Idara logró deshacerse de su agarre, pero no así de Rubí.

—¿Qué fue lo que te dijeron? Necesito saber a quién mandaron y quien lo envió para ayudarte.

—No necesitas ayudarme, Rubí, yo ya tomé mi decisión. ¿Ya ves? Acepté dinero también, así que da igual, yo decidí esto, no te involucres.

—Tú lo amas, ¿por qué dejas que esto suceda? Déjame ayudarte, Idara.

—Porque lo amo es que lo dejo, Rubí, sé que sin mí estará mejor, todos estaremos mejor, así no le harán daño por mi culpa...

—Jamás podré comprender a los enamorados...

Salió de la lavandería en que trabajaba Idara para encontrarse con Iván, el guardia que había asignado para el cuidado de la muchacha, ni siquiera lo pensó dos veces cuando dio la orden.

—Averigua quién fue el desgraciado que la amenazó y también qué imbécil fue el que lo envió. Quiero ambos nombres para esta noche.

—¿Iremos de cacería? —sonrió Iván con satisfacción.

—Oh, sí, cariño, esta noche será bastante divertido —palmeó su hombro con confianza recibiendo un asentimiento de cabeza de aquel hombre y así volver a su auto para continuar sus rondas.

*

Camino a Viterbo, Italia

02 de octubre, 2003

—Mamá te quiere de regreso —comentó Franco cuando iban de camino a Viterbo. —Está peleando con papá para que te traiga de vuelta.

—¿Por qué? Dejé todo arreglado para que la seguridad siguiera siendo la misma —declaró confundida.

—A mamá no le importa la seguridad, mamá dice que quiere de regreso a su hija, además de que está agobiada con las hermanas Vitelo. Te necesita ahí.

—Eso solo significa que ustedes son unos pésimos hijos que abandonan a su madre —indicó girando en una esquina para adentrarse al camino hacia la casona.

Se detuvo en medio de la carrera vacía justo detrás de un auto que parecía abandonado en medio de la nada.

—No tenemos todo el tiempo para estar con ella, además ni siquiera la has llamado, ¿no crees que eso es cruel?

—Lo sé, pero pensé que estaría molesta también por lo que hice a Agata.

—El único molesto es papá que cuida a esas chicas como si fueran de oro, aunque realmente son una gran inversión, no es para tanto. Mamá estaba realmente feliz cuando supo que ganaste la pelea, hasta preguntó si es que habías golpeado duro a Agata en la boca, pero se decepcionó cuando se dio cuenta que podía hablar —rieron juntos, pero aun así Rubí no supo que decir. —Vamos, Rubí, mamá te extraña, yo te extraño, todos te extrañamos, ¿Por qué no vuelves a casa?

—No, Franco, no es por lo único que decidí alejarme.

—¿Biago y su casamiento?

—Entre otras cosas.

—Discutiste con mi padre —indicó haciendo suspirar a Rubí.

—No sé cómo llegué a entrometerme tanto con ustedes, pero al final... soy solo una numerale ¿no es así? Volveré para cuando necesiten de mis servicios y aun en ese entonces solo me quedaré el tiempo necesario.

—Pero aún sigues vigilando todo, probando a los soldados, investigando a los asociados, leyendo y descubriendo sobre nuestros negocios, Rubí, aun estando lejos haces millones de cosas para nosotros, no lo entiendo, ¿Cuál es tu afán de alejarte de ese modo cuando sigues haciendo lo mismo?

—De ese modo me abstengo de opinar y de intentar detener decisiones que siento no son correctas. Si estoy lejos entonces no me siento con el poder de entrometerme en todo como quisiera, creo que así es mejor.

—Rubí... ¿En serio no hay forma de que te convenza de que vuelvas?

—No —negó con su cabeza. —Lo siento.

—De acuerdo, gracias de todos modos, eres una gran hermana.

Se acercaron para darse un abrazo y un beso en la mejilla para luego Franco tener que salir del auto y tomar el de adelante camino a la casona. Rubí había tomado su decisión e incluso con el dolor que significaba dejar a la Señora Fiore no daría su brazo a torcer hasta que Basilio se diera cuenta que su voz también debía ser escuchada siendo válida como la de todos los hombres. Ya se daría cuenta ese estúpido anciano que incluso teniéndola lejos, no podría deshacerse de ella y al final de cuentas la necesitaba para poder sobrevivir.

*

Tarquinia, Italia

03 de octubre, 2003

—Entonces la culpable es una Vitelo —afirmó Rubí sosteniendo la foto que le había entregado Iván.

—Envió a su amante para alejar a Idara, el chico se cagó de miedo cuando lo encontré, es un soldado novato que llegó a la casa de los Vitelo como apoyo de un capodecina, pero no ha realizado buenos trabajos así que no destaca más que para ser imbécil.

—Pero al parecer si hizo algo bien, ¿no?

Caminó hacia un lado del patio pensando en sus nuevos movimientos, si así como Franco y Vita tenían a sus amantes fuera de esa estupidez de acuerdo entre Felivene y Vitelo, ¿Qué quitaría que Agata o Dane no estuvieran en lo mismo? Ahí estaba ella misma, siendo una en las filas de Biago, aunque algo más divertido podría haber para Flavio, las historias de las familias parecían ser algo interesante que investigar en tiempos de aburrimiento.

—¿Qué haremos? —habló nuevamente Iván con esa típica sonrisa siniestra.

Lo había conocido mientras trabajaba con Rubén, era uno de los hombres de Roger y una vez la evaluación se realizó fue bastante satisfactorio saber que el tipo tenía habilidades de un nivel superior. Él había sido el primero en adentrarse en una larga lista de sus aliados, al lugar que fuera observaba a los soldados y cuando encontraba el ideal lo reclutaba para que fuera uno de los suyos, eso jamás se lo había dicho a Basilio claramente no le gustaría nada, pero por algún motivo Rubí sabía que eso era lo primero que tenía que buscar para sobrevivir en ese lugar.

—Creo que iremos de caza. ¿Te gustaría divertirte más con ese soldado?

—Claro, dime dónde y comenzamos —aceptó con una sonrisa. Ese hombre a veces era más perturbador que ella misma.

—Tráelo a la casona Felivene en cuatro horas y por favor, quema con una plancha sus brazos, el desgraciado dejó horribles marcas en Idara.

—A su orden, señora —se burló con una falsa postura de respeto.

Ambos rieron, pero comenzaron a movilizarse de inmediato, Iván tenía una gran disposición para todo lo que significaba tortura por lo que cuando le pidió ser el guardia de Idara su actitud había sido completamente diferente, lo logró convencer con el simple hecho de que si la ayudara recibiría grandes diversiones en las noches y no hablaba de sexo. Esa noche, sería su diversión.

Se volvió para adentrarse a la casa, pero terminó deteniéndose de golpe al encontrarse con un muro, alias dueño de casa. Rubén estaba con los brazos cruzados y esa mirada seria con el ceño fruncido, odiaba verlo con esa postura porque de alguna forma daba la sensación de superioridad y poder, algo que definitivamente detestaba al sentirse pequeña.

—¿Te irás? —preguntó Rubén cuando Rubí intentó pasar de él.

—Solo iré a dar una vuelta, luego regreso, cariño —sonrió intentando engatusarlo, pero él no parecía muy dispuesto a seguirle el juego.

—Me están llamando de la casona Felivene, quieren que vuelvas, la Doña no está muy contenta con tu desaparición.

—Aprovecharé de hablar con ella en mis vueltas, no te preocupes.

—Rubí... —la detuvo nuevamente cuando pensó que había podido escapar. —¿Por qué siquiera te estás escondiéndote aquí?

—No me estoy escondiendo, todo el mundo sabe que estoy aquí, solo estoy dándoles un respiro a esa familia de mí.

—¿Para eso me propusiste como caporegime? ¿Para poder escapar de vez en cuando?

—No, te propuse como caporegime porque sé que puedes hacer el trabajo, porque sé que eres bueno y lo mereces más que ningún idiota.

—¿Entonces? ¿Qué diablos haces aquí?

—¿No te gusta tenerme aquí?

—Pues pareciera que solo tomas la casa para dormir tres horas, estas dos semanas lo único que has hecho es trabajar y trabajar. ¡Y ni siquiera sé en que trabajas tanto!

—No te incumbe —masculló adentrándose a la casa para darle la espalda y caminar por la sala.

—Soy tu capo, si me incumbe —reprochó por detrás.

—No, no eres mi capo, Rubén, no te entrometas —se volteó molesta señalando.

—Bueno, por lo menos debería saber ya que estás utilizando mi casa como hotel de noche —señaló moviendo sus manos, esa mirada que solía darle a veces solo la quería borrar.

—¿Me estás cobrando tu hospitalidad? ¿Qué es lo que quieres?

—Quiero que te detengas, que dejes de hacer todo esto que no entiendo. Quiero que me expliques y que me incluyas en tus malditos planes más que para una simple cama para dormir.

Rubí respiró con fuerza mirando al cielo, contó tres veces hasta diez y volvió a verlo.

—Mañana saldré de tu casa, lo siento por haberte molestado —aceptó caminando para irse.

—No, no, espera —la siguió Rubén tomando su mano. —No es lo que te estoy pidiendo. ¿Por qué puede ser tan difícil para ti confiar en mí? Confías en Iván, confías en Roger incluso en el Sottocapo, ¿Qué hay de malo en mí? —se señaló golpeando su pecho.

—Rubén, ¿Por qué siento que estás hablando de algo más que la simple confianza?

—Solo digo que me tengas en cuenta.

—De acuerdo, bien, te diré lo que quieras saber, pero no ahora, debo irme, pero prometo que cuando vuelva hablaremos de todo lo que quieras, ¿de acuerdo?

—Bien, te estaré esperando entonces —soltó su agarre con una sonrisa de por medio, parecía nervioso y hasta un poco avergonzado con las mejillas acaloradas, por lo que Rubí no pudo contenerse al querer acariciarlas.

—Hey, tienes que entender algo —susurró atrayendo su atención. —Yo confió en ti, de hecho si no lo hiciera ni siquiera estaría aquí, ¿de acuerdo? —Rubén asintió pero no parecía ser suficiente, por lo que en una lenta acarició empujó de su nuca para atraerlo hasta ella.

Se besaron y no fue para nada un beso tímido o medido, pero si fue algo suave y tibio que dejó a ambos con sed de más. Rubí sabía que estaba siendo estúpida al hacerle creer a Rubén algo que no era, pero entonces se prometió que cuando volviera se lo explicaría todo, sería sincera como él había pedido, pero entonces antes debía ir a dar un pequeño escarmiento a Vita Vitelo. Se separó de él sonriendo y solo entonces cuando Rubén por fin pareció satisfecho, ella se alejó para continuar con su trabajo de noche.

*

Viterbo, Italia

03 de octubre, 2003

Vita Vitelo se había ido a dormir hacía cinco horas, había tenido un día bastante tranquilo y satisfactorio con la noticia de su triunfo contra esa estúpida muchachita de pueblo que había intentado quitarle lo suyo. Por suerte, Carlos había sido bastante bueno en realizar la amenaza y comprar la palabra de la muchachita y así el mismo día dejar en paz a Franco, por esa razón Vita se había ido a descansar con tranquilidad en su cama, no habían preocupaciones, solo el tener que encantar a su prometido y disfrutar de algunos besos secretos con uno de sus guardias.

El problema vino a las 3 de la mañana, esa misma noche en que todo parecía perfecto, sintió entre sueños que la superficie de la cama se hundía, pero al seguir entre el sueño y la vigilia no se movió, hasta que sintió demasiado cerca el sonido de un arma siendo ajustada para ser disparada, había sido quitado el seguro y estaba además segura que habían revisado la carga hacía unos segundos, eso no podía ser un simple sueño, y mucho menos lo fue cuando el arma se sintió bastante real sobre sus sienes, obligándola a abrir sus ojos de inmediato.

Trató de incorporarse, pero aquella mujer de labios rojos solo la tranquilizó con un gesto de silencio volviendo a dejarla sobre la superficie de su almohada.

—Tranquila, niñita —susurró acomodándose sobre sus rodillas para acercar más la pistola sobre su cabeza. —Solo vine a darte una advertencia. ¿Puedes escucharme bien? —tragando con dificultad Vita solo pudo asentir ante la presencia de aquella mujer. —Excelente, entonces desde ahora harás solo lo que te diga, ¿de acuerdo?

Buscó su voz de alguna forma sabía que con el respaldo de sus hermanas aquella mujer no tendría poder contra ella, sabía que ni siquiera podía matarla en ese momento puesto sería algo fatídico para la familia Felivene, por lo que terminó por sonreír, si, la mujer era intimidante, pero eso no podía paralizarla.

—No —susurró por fin.

—¿No? —repitió la mujer de la que no recordaba su nombre, pero sabía que no había estado en el día que ellas habían llegado. —Bien, entonces creo que tu familia estará encantada de saber tu historia con Carlos, ¿qué crees que hagan? ¿Lo torturarán? ¿Lo amenazarán? O quizás le darán mucho dinero para que te deje en paz.

—¿Estás aquí por lo de Franco? —se reincorporó de pronto demasiado incrédula como para tener miedo, pero tarde se dio cuenta de error.

Aquella mujer, que recordaba haber escuchado a Agata despotricar contra ella continuamente, se levantó de un golpe enviándola de vuelta contra las almohadas, esta vez había dejado el arma a un lado para subirse a horcajadas y apresar su cuello con sus manos, no estaba apretando, pero aun así el miedo estaba volcando alrededor de la habitación.

—No estoy aquí por Franco, estoy aquí por lo que has hecho a Idara.

—No es como si tú no hubieras hecho cosas peores con otros.

—Querida, creo que no lo estás entendiendo —presionó tres veces diez segundos cada uno con un espacio de 3, lo que hizo realmente perder la respiración a Vita aunque fuera por cortos segundos se sintió desfallecer. —Ahora, quiero que te dejes de estupideces y juegos tontos antes de que acabe con esto yo, ¿has entendido?

—No puedes hacerme nada.

—No, pero nadie sentirá la pérdida de un soldado, cariño —soltó con simplicidad mientras se bajaba del cuerpo de Vita.

Se sintió furiosa ante tal amenaza, no es como si amara a Carlos, solo era su entretención para cuando Franco apelaba a su celibato, una estupidez que solía hacer recurrentemente y que había terminado por envolver al pobre soldado en sus manos, pero nada de lo que la hiciera llorar. Por algún motivo no era eso lo que le molestaba, la verdad, se sentía indignada que aquella mujer la viera como tan poca cosa para enamorarse de un simple soldado, además ¿Quién se creía ella para darle ordenes? Si alguien era superior ahí, definitivamente no era esa mujer de labios rojos.

—Ni siquiera deberías estar aquí, fuiste expulsada antes de que llegáramos, eres una molestia para todos, si alguien va a morir serás tú cuando descubran que has vuelto —se atrevió a decir cuando volvió a encontrar su voz.

Quizás fue su peor error ya que la supuesta asesina había estado a punto de salir de su habitación en paz, pero ahora se había devuelto completamente apretando nuevamente su cuello contra la almohada y acercándose con demasiada confianza a su rostro.

—Primero, no he sido expulsada de aquí, segundo si algún día muero ten por seguro que no será por pisar el suelo de esta casona y tercero ten cuidado por la forma en que te diriges a mí, muchacha engreída, porque puede que seas una Vitelo, pero eso no cambiará el nivel de daño que te puedo llegar a provocar. Así que por tu propio bien, deja en paz de Idara, antes de que yo misma me encargue de los tuyos.

—Si Alessia hubiera tenido un respaldo así, no hubiera muerto —comentó con un nudo en su garganta formándose a cada segundo. La mujer se mostró confundida por lo que aflojó su agarre alejándose y dándole el espacio para respirar con regularidad.

—¿Quién es Alessia?

—La hermana mayor de una antigua amiga —masculló mirando hacia el suelo.

Nunca debió haberla mencionado, pero de un segundo a otro sintió que estaba comportándose igual de estúpida que Agata años atrás, estaba cometiendo los mismo errores que se había prometido no hacer, ¿y por qué? Por una estúpida posesión sin sentido.

—No me interesan tus males, es mejor que cumplas con lo que te pido —se volvió a encaminar hacia la salida, pero cuando Vita volvió a hablar aquella mujer se paralizó por completo.

—¿Acaso no te gustaría escuchar la historia de amor de Biago Felivene? —propuso, tentando en demasía a esa mujer.

—No es necesario —comentó para su sorpresa. —Puedo sacar mis conclusiones —se giró mostrando solo una parte de su cara en lograba verse una leve sonrisa forzada. —Agata completó el trabajo, ¿no? Algo que no has llegado a hacer aún.

—No soy como mi hermana.

—Y espero que no lo llegues a ser nunca, Vita, porque de otra forma me encargaré con mis propias manos de enseñarte lo que significa la tortura.

*

Bajó las escaleras de dos en dos apresurándose por desaparecer de ese lugar antes que la curiosidad la carcomiera y quisiera volver a esa habitación para sacarle la verdad a Vita. No le incumbía, lo que hubiera pasado Biago no tenía nada que ver con ella, pero estaba claro que no había tenido una muy buena experiencia en el amor antes, quizás eso justificaría el odio hacia su futura esposa y también la hostilidad que se tenían uno al otro, pero nuevamente se recordó que ese no era su problema.

Cuando por fin logró llegar al primer piso no tuvo mucho reparo en saber que sus pies se dirigían hacia la sala de la Señora Fiore, debía escribirle una carta o algo que pudiera calmar su ansiedad, sabía que estaba siendo bastante estricta con lo de no tener comunicación con ella, pero había sido su único método para que Basilio notara que iba bastante en serio con eso de darle el espacio libre a sus negocios sin que se involucrara.

Debía aceptarlo, habían muchas razones por las que se había alejado de la casona y todo había empezado por esa estúpida discusión en Palermo, si realmente Basilio no quería que ella metiera las manos en sus asuntos, bien, le tomaría la palabra, pero eso no era todo, también estaba Biago y su forma de mirarla, todavía podía recordar como se sentían sus labios sobre los de ella y eso solo había sido un simple roce, odiaba como la hacía sentir, odiaba como de estúpida se comportaba a su lado y odiaba con muchas más fuerza que él hubiera aceptado el matrimonio. Oh, sí, estaba tan enojada con esa familia, estaba realmente frustrada por no poder hacer nada a su gusto que aún no comprendía por qué no desaparecía de ese lugar y buscaba sus memorias, es decir, tenía el dinero, tenía los medios, y sabía dónde comenzar a buscar, ¿Por qué rayos no se iba? Y ahí estaba esa maldita pregunta picándole día a día con una respuesta a medias que solía intentar esconder como si realmente no le importara.

Al final sabía, y era lo que más le molestaba, que incluso yendo a cualquier lugar nunca estaría mejor, incluso con todas las restricciones que tenía en ese lugar no habría otro país en el que la recepción fuera así de grata, no habría otra casa en donde hubiera una madre, no habría jamás un hombre a quien amar en otro país, no habría nunca más una habitación donde dormir, incluso sin memorias sabía que en el momento en que había caído en Italia también había perdido todo lo demás, quizás también era una razón por la que ni siquiera se esforzaba en recordar, porque sabía que ya no habría nada bueno en el pasado que pudiera salvarla y darle algo mejor de lo que ahí tenía.

Se lamentó estar siendo tan nostálgica mientras se adentrada a la sala de la Señora Fiore, después de todo la noche siempre le daba pensamientos absurdos y pesadillas dolorosas, no había mejor momento para ser vulnerable que la noche, pero podía ocuparla como su amiga, porque sabía que así como a ella a los demás también los afectaba. Se acomodó para escribir la carta con la esperanza de que la Señora Fiore comprendiera realmente que lo que estaba haciendo no era una guerra contra ella, sino que necesitaba un espacio, un tiempo fuera y un respiro de todo el drama, aunque fuera por un mes.

Estaba realmente concentrada en eso cuando sintió varios pasos moviéndose fuera de la sala, no escuchó voces por lo que pensó que podrían estar escabulléndose. Decidió detener su escritura para poner más atención, contó los pasos y los sonidos notando que por lo menos eran cinco hombres lo que parecían registrar la casa. Reconoció el sonido de pistolas desenvainadas y listas para disparar y solo entonces cuando notó que el sonido estaba demasiado cerca como para no ser justo fuera de la puerta, se levantó tomando su arma y apuntando en defensa, no tendría oportunidad contra cinco hombres armados, pero por lo menos daría la batalla de forma digna.

Cuando la puerta se abrió no tuvo tiempo de disparar, puesto que en medio de los cinco hombres que había escuchado se encontraba la Señora Fiore mirándola seriamente no pareciendo para nada amigable, bajó su arma elevando sus manos en señal de paz sin siquiera decir palabra, pero incluso con la guardia baja los hombres a espalda de la Doña no bajaron sus pistolas bien apuntadas.

—Bueno, supongo que esta será una noche larga —suspiró para sí misma forjando una sonrisa sin poder comprender como proceder.

¿Era posible que la Señora Fiore estuviera tan enojada que la mataría? ¿O tal vez se sentía tan insultada que le daría un escarmiento? Fuera cual fuera la decisión que tomara esa mujer frente a ella estaba segura que sin reclamos tomaría el castigo, de todas formas ella se había convertido en la única figura materna que podía imaginarse en conocer y como buena muestra de respeto dejaría que las consecuencias llegaran sin reclamos ni oposiciones. 

*****

😂😂 Me da gracia, porque por lo enojada que estaba la Señora Fiore no creo que le vaya a dar un castigo, bueno, presentimiento de lectora 😅😅

¡Buena noches, gente! Pido disculpas porque dije que actualizaría el Domingo, pero andaba medio depre y lo olvidé por completo, pero ya viene y prometo no volver a fallar. 

¿Qué les pareció el capítulo? Yo creo que está bastante extenso, pero tiene un poco de todo, me salió contundente.

Ahora necesito sus opiniones, quizás podríamos hasta hacer un buzón de sugerencias y teorías, ah pero esa será después cuando el real motivo tome forma😅.

Bien, la duda es esta, ¿Cómo llamamos a Rubén y a Rubí?

¿#Ruru o Rubín? Cielos, esto es tan difícil 😂😂 yo amo los dos.

Ah y me quedaría el de Biago con Rubí 🤔 ya que varios han notado que esto parece triángulo amoroso 😂

¿BiaRu? ¿Rugo? ¿Rubia? 😂😂 ¿BiRu? Ya no se me ocurren más, 😂😂. Okay siempre quise hacer esto en mis novelas, pero no tenía tanta gente que jugara conmigo, así que aprovecharé el ascenso de mi chica 💋❤️.

Ahora sí, creo que no se me ocurren más tonteras, así que me despediré aquí. No tengo fecha posible de actualización puesto que el capítulo no está escrito, pero ando con la inspiración susurrandome al oído, si que debería estar pronto, posiblemente la otra semana a más tardar.

¡Gracias por leer, gracias por votar y gracias por comentar!

¡Las amo, los amo! Gracias por estar aquí y espero que tengan un buen fin de semana 😘😘.

Besos y mordiscos.

Atentamente una sonrisa andante.

Posdata de dato curioso.
Franco y Rubí tienen la misma edad, a la fecha del 2003, ambos tienen 18 años. ¡Ah que son una linda pareja! 😱😍 Nah, literalmente ellos se ven solo como hermanos 🤷😅.

Pd 2: Vita también tiene la misma edad...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro