Capítulo Treinta y cuatro
Tarquinia, Italia
21 de diciembre, 2003
—¡Tuve una extraña pelea con Flavio Felivene! —gritó al entrar a la casona de Rubén notando extrañamente que todo estaba demasiado tranquilo.
Caminó por el pasillo hasta llegar al salón principal, ahí encontró que las luces estaban más bajas, un gran árbol de navidad estaba al lado de las ventanas y al fondo en la chimenea se encontraba Rubén colocando dos botas de género rojas con el nombre de cada uno.
Corrió hasta subirse a la espalda de Rubén riendo y saludándolo con un beso en la mejilla siendo atrapada de inmediato por aquel hombre que ya estaba bastante acostumbrado con sus acciones impulsivas.
—Hola también a ti —susurró Rubén caminando con Rubí hasta el sillón para sentarse con ella.
—Flavio Felivene me atacó hace 10 horas atrás.
Rubén se levantó para verla de frente, fue cuando Rubí aprovechó para levantar su rostro y mostrar las marcas que había dejado el desgraciado en su cuello.
—Pero que... —exclamó Rubén tomándola con delicadeza. —¿En qué rayos estaba pensando, por qué te hizo esto? Flavio es el más reservado de los hermanos, no debería...
—Bueno, se salió de su "reserva" —hizo comillas invitando a Rubén a sentarse a su lado. —Ni siquiera comprendí porqué me golpeó, pero creo que tiene que ver con el hecho de que cree que sé algo que lo puede perjudicar.
—¿Y no sabes nada?
—Solo sé que tiene una amante, pero ni siquiera sé quién es esa amante.
—¿Qué más te dijo?
—Me amenazó de muerte —se encogió de hombros y sonrió. —Pero no es como si fuera a joderme de miedo, si me da un golpe se lo devolveré.
—Entonces no salió ileso —rió Rubén acercándose a Rubí más de lo debido, dejando un beso en su frente.
—¿Qué es eso? —indicó Rubí intentando distraer a Rubén por un segundo para ordenar sus ideas.
—¿Las botas? —preguntó mirando donde indicaba Rubí, ella asintió y él sonrió aún más. —Son para que La Befana te traiga dulces y chocolates o tal vez carbón, dependiendo de cómo te hayas comportado durante el año.
[01 La befana: La leyenda sostiene que la Befana visita a los niños la noche anterior a la epifanía (6 de enero) para rellenar los calcetines colgados por los niños esa noche, si han sido buenos con caramelos y chocolatinas, en cambio si han sido malos los rellena de carbón (formado en realidad por dulces de color y forma parecida al carbón). A menudo la Befana es descrita como una anciana, que vuela sobre una escoba. A diferencia de una bruja suele estar sonriente y tiene una bolsa o un saco lleno de dulces, regalos, pero también de carbón.]
—Oh —exclamó fingiendo sorpresa. —Realmente espero chocolate, porque si veo carbón me encargaré de esa tal Befana —comentó riendo.
—Rubí —llamó Rubén con delicadeza tomando su mentón para que lo viera. —Me gustaría que esta noche fuera de los dos, sé que te quedarás aquí lo que resta del año, por lo que... me gustaría que... no sé... ¿Tal vez definiéramos nuestra relación? —pidió con una dulzura que realmente derretía a Rubí, por la misma razón sabía que no podía seguir jugando con Rubén, por lo menos no de esa forma.
—Tengo una relación secreta con Biago Felivene, de hecho, soy su actual amante, una mierda a decir verdad, pero... realmente me encanta ese hombre —declaró directa y sin una preparación.
—Oh, woh —exclamó Rubén un tanto sorprendido. —Yo...
—Sé que te he estado devolviendo muchos besos y realmente puede malinterpretarse, pero es que Rubén yo no sé cómo actuar, me gusta estar contigo y siento que esa es la única forma de agradecerte todo lo bueno que eres conmigo.
—Sabes que nunca podrás tener algo estable con el sottocapo, ¿verdad? Él no va a dejar a la Señorita Agata por ti Rubí.
—Claro que lo sé, maldición, pero es que... no puedo detener lo que siento y lo que me gusta hacer.
—Te puedo dar lo que él no, mira todo esto —señaló con sus brazos. —Podrías ser dueña de esto si es que me eligieras Rubí.
—Rubén —pidió acercándose para acariciar su mejilla.
—Rubí, no te estoy pidiendo que me ames... tan solo... quédate aquí, conmigo, por favor.
—Lo pensaré —susurró consciente de que ese "quédate conmigo" era mucho más que el término del año. —Prometo que lo haré.
—Bien —suspiró. —Supongo que nada de besos por ahora, pero aun así creo que me debes muchas explicaciones sobre lo que estás haciendo en esa casona.
—Oh, hoy es esa noche —sonrió Rubí.
No tenía problemas de decir algo, después de todo aquella noche solo estaban ellos dos y ya que probablemente las caricias y besos no estarían, tal vez podrían abrazarse en la noche mientras las historias fuera contadas.
*
Tarquinia, Italia
06 de enero, 2004
Apenas sus ojos estuvieron completamente abiertos se reincorporó en la cama para molestar a Rubén a su lado.
—¡Despierta, despierta, la befana debe haber pasado ya! —exclamó con una emoción de niña levantándose de la cama mientras Rubén a duras penas podía desperezarse.
Corrió escaleras abajo llegando hasta las botas que habían sido colgadas en la chimenea unas semanas atrás, de lo que llevaba viviendo junto a Rubén no había día en que no hubiera estado ansiosa para que ese día llegara y encontrara dulces o carbón en su bota, era una estupidez, pero de alguna forma quería sentirse como una niña por una vez en su vida.
—¡Hay chocolate, me porté bien durante el año! —chilló con emoción tomando los envoltorios y comenzando a rasgarlos para comer.
Rubén llegó por detrás abrazándola y dejando un beso en su mejilla aun sintiéndose un poco aturdido con el sueño.
—Feliz día de la epifanía, Rubí —se acomodó un poco para dar un último beso en su cuello y luego rápidamente robó una mascada de chocolate para salir corriendo.
—¡Hey!—exclamó Rubí sin siquiera preocuparse.
Solo se giró para verlo divertida mientras llenaba su boca con dulce, se sentía tan niña y feliz que no podía siquiera mover un dedo para correr tras Rubén.
—Permíteme —susurró Rubén acercándose otra vez y sin divagues tomó el rostro de Rubí atrapando sus labios entre los suyos lamiendo y chupando hasta que el chocolate desaparición de ellos dejando el característico rojo. —Mmh, delicioso —lamió sus labios dándole una sonrisa de suficiencia mientras ella parecía perpleja.
—¡Tonto, mi chocolate! —chilló haciéndolo reír.
—Eres un caso, Rubí —se giró para caminar ya más despierto, consciente de qué día era realmente. —Es el último ¿no?
—Sí, mañana tengo que volver a la casona para ir a Roma con Basilio. ¡Me llevará a conocer a los peces gordos en el negocio! ¿No crees que es genial? —Rubén asintió aunque no compartiendo el mismo entusiasmo de Rubí. —¿No te agrada que me involucre?
—De hecho, me agrada, solo que... No quiero que te vayas, ¿has pensado en mi propuesta de quedarte aquí?
—Te daré una respuesta una vez vuelva de Roma, lo prometo.
Lamió sus dedos y comió el último pedazo de chocolate para correr hasta él y darle un beso rápido, la verdad es que la decisión la había tomado desde el primer momento en que él se la había propuesto. No podía quedarse, y lo sentía porque realmente hubiera querido elegirlo a él, vivir como una pareja feliz y convertirse en quienes controlaban Tarquinia, no sonaba a un mal plan, estar ahí, ir todas las noches a diferentes ciudades para las luchas clandestinas, tener a Rubén, realmente no sonaba a un mal futuro, pero Rubí sabía mejor que nadie que ella no podía quedarse quieta en un solo lugar para hacer de ama de casa, ella necesitaba más y lamentablemente eso Rubén jamás se lo podría dar.
—¿Qué te parece una última salida a las peleas clandestinas esta noche? —propuso Rubén sonriente.
—Genial, me parece, ahora iré a cambiarme y comenzar el día.
*
Roma, Italia
09 de enero, 2004
Roma era una ciudad con una historia palpable en cada pared de los edificios que la representaba, el lugar fácilmente podía confundirse con estar en una época diferente, con sus adoquines en las calles y esa arquitectura preciosa de cada lugar que pasaban. Realmente fascinante, pero para su mala suerte la única persona que iba en función de turista era Fiore Felivene que había sido dejada hacía media hora en una casa en lo más extremo de la ciudad, ella se encargaría de visitar a los padres de Dante, unos viejos amigos que se conocían de años pasados en su adolescencia, mientras que Rubí y Basilio estarían inmersos en el trabajo.
Se cruzó de brazos haciendo una mueca, mientras miraba por la ventana del auto conducido por Donato, cuando se dio cuenta en realidad quería recorrer la ciudad, pero tan solo obtendría una vista rápida encerrada en ese vehículo.
—No te comportes como una niña, ¿recuerdas? —comentó Basilio en un tono burlesco haciendo bufar a Rubí hacia un costado.
—Yo no conozco, merezco venir de vacaciones aquí en algún momento de mi vida.
—Pues pudiste haber aceptado la invitación de Dante y estar ahora con Fiore.
—Ah, no, una cosa es querer recorrer y otra muy distinta tener que estar bajo el martirio de ese hombre arrogante, aunque bastante guapo y de buen ver, pero bastante insoportable.
—Sí, me recuerda a una chica caprichosa con aires de superioridad.
—¡Hey! —reclamó riendo. —Tengo una duda, ¿Cuál será mi función, soy tu amante?
—No, gracias, me basta con que seas la amante de mi hijo, no quiero más problemas —Rubí rodó los ojos, desde que Basilio se había enterado en una pequeña conversación que habían tenido, para su sorpresa no se había molestado, pero si no se cansaba de recordárselo una y otra vez como un gran dolor de cabeza y el error más grande que estaba cometiendo.
—Bien... ¿entonces, Don?
—Ocuparás el trabajo de Donato, mientras él hace otros quehaceres que le pedí —por delante se escuchó el mascullar del consigliere que no parecía para nada feliz con la idea. —Así que procura anotar todo y comportarte como una dama.
—Un consejo, Rubí —habló de pronto Donato. —Jamás mires a esos hombres como una sumisa, jamás se te ocurra responder a sus comentarios y por nada del mundo pueden saber que eres una asesina, ¿entendido?
—Sí, señor —aceptó fuerte y claro en una sonrisa.
—Estos hombres son lobos sagaces, Rubí, y a cualquier instinto de debilidad atacan, así que mucho cuidado.
Asintió escuchando la forma en que ambos hombres la comenzaron a aconsejar, anotando por primera vez en su cabeza reglas que nunca antes hubiera aceptado, pero que al fin y al cabo le servirían para sobrevivir en ese lugar.
Finalmente cuando Donato detuvo el auto se tuvieron que bajar con rapidez para que él pudiera desaparecer por aquellas calles. En silencio y comodidad, Basilio y Rubí caminaron hasta llegar frente a una gran fuente de agua la cual en su centro tenía una escultura de piedra con personas a su alrededor que parecían estar asustados, unos caballos en su parte inferior y algo que parecían ser serpientes en la parte superior, cuando alzaba su cabeza también podía ver en el medio un prisma triangular que podía alcanzar fácilmente los 18 metros de altura.
—Wooh —exclamó sin poder contenerse, tapó su boca al notar su expresión y bajó su mirada para recobrar la compostura. —Lo siento.
—Tranquila, aún no entramos, esta es Fontana dei Quattro Fiumi (Fuente de los cuatro ríos), representa los cuatro grandes ríos del mundo conocido por entonces en el siglo XVII; Nilo, Ganges, Danubio y Río de la Plata.
—Es hermoso.
—Lo es, pero no vinimos aquí por eso.
La tomó del brazo y la hizo girar para que viera detrás, encontrando así una hermosa estructura de piedra que abarcaba por lo menos toda una cuadra, con un diseño antiguo al estilo gótico que podría dejar deslumbrado a cualquier arquitecto.
—Esta es la iglesia Santa Inés en Agonía, tiene una larga historia, pero claramente no te la contaré, no soy tu guía turístico, el punto es que cuando entremos Rubí no puedes sorprenderte por lo que verás ni comentar nada fuera de lugar, si quieres decirme algo te inclinas y me susurras procurando que nadie vea tus labios, aquí cualquier paso en falso podría provocar la muerte o la ruina, ¿estás de acuerdo con todo?
—Sí, Don, haré todo tal como me han indicado, ahora... ¿Podemos entrar? —sonrió completamente dispuesta a comenzar el juego.
*
Se adentraron a la iglesia por un costado poco visible, entraron por un pasadizo que llevaba hasta una escalera que los dirigió a un sótano. Después de dar por lo menos tres vueltas en ese lugar con poca iluminación Basilio abrió la puerta a su izquierda adentrándose por fin a una sala tan o más oscura del pasillo donde por lo menos podían percibirse personas conversando.
Basilio continuó hacia el extremo de la sala tomando la cabeza de la mesa mientras los hombres continuaban en su discusión con cigarrillos y algunos vasos con alcohol. En la zona superior de aquella sala habían algunas rendijas que permitían entrar algo de luz, pero que solo lograba iluminar ciertas sombras en las caras de aquellas hombres y tal vez lograr hacer que nadie chocara con otro.
Rubí tomó lugar detrás de Basilio sin ocupar algún asiento observando en la mesa, se sobre saltó cuando entre los hombres reconoció al actual presidente de gobierno Silvio Berlusconi y su mano derecha, Marcello Dell'Utri, ambos estaban sentado al lado derecho de la mesa junto a un hombre del cual sabía que lo conocía, pero no recordaba su nombre. Frente a ellos habían dos grandes empresarios de Italia, el del extremo era Felipo Martino dueño de industrias emergentes en la exportación, y a su lado estaba ocupando la silla de al medio Eusebio Morelli un anciano en el negocio de la construcción, podía reconocer por lo menos a la mayoría de los presentes, pero cuando reparó en el hombre sentado al costado izquierdo de Basilio algo picó en su cabeza, quizás un recuerdo, quizás un pronto malestar, pero estaba segura de haberlo visto antes, pero a diferencia del hombre del extremo derecho de la mesa, sabía que era parte de un pasado remoto y no algo que hubiera visto en libros o revistas.
Finalmente cuando la puerta se abrió y se cerró mostrando a Giorgio Napolitano, actualmente uno de los europarlamentario en Italia bastante reconocidos para en ese entonces, por fin la reunión pareció comenzar. Su sorpresa fue incluso mayor cuando Basilio fue quien tomó la palabra comenzando con lo que tenían preparado en la agenda.
Lograba comprender ciertos puntos, como el estado de su unión secreta, los votos de los próximos candidatos al gobierno, los ajustes de cuentas que se debían, los arreglos en licitaciones públicas y cierto estado actual de la ley antimafia en Italia. Hablaron largo y tendido sobre extorsiones, trabajos nuevos de edificios en lugares estratégicos y sobre el futuro presidente en dos años más. Rubí procuró anotar todo lo que lograba captar de la conversación que aunque cada uno tenía un acento diferente delatando sus diferentes procedencias, aun así tenía que intentar capturar aunque fuera la esencia de lo que querían transmitir.
La conversación, a diferencia de la reunión con los supuestos amigos de Basilio, en donde el Don parecía creerse Dios, aquí las asuntos iban entre acuerdos y anexos sobre el futuro, tratos y negocios a manipular y comenzar o algunos a terminar según sus estados de ganancia, era una vista completamente diferente ya que cada uno de los hombres que estaba ahí sabía perfectamente con el que estaba tratando el otro y no tenían ni un reparo en señalar peticiones con sangre y sobornos de por medio.
—Entonces... ¿Tomarás el puesto, Napolitano? —concluyó Basilio recargando su espalda en la silla.
—No tendré de otra, procuraré de mantenerte como jefe de gobierno, Berlusconi.
—Es lo mínimo que esperaría.
—Me aseguraré de que los votos no dejen dudas —aseguró Dell'Utri a su compañero.
—No lo dudo —entre las sombras se logró ver una sonrisa de Berlusconi al tiempo que acomodaba su chaqueta y se disponía a levantarse. —Creo que debo retirarme, Señores y Señorita. Mi agenda me llama, muy buena charla.
Los hombres se despidieron sin tomar mucha importante, lentamente fueron dejando el lugar hasta que quedar los dos empresarios y el hombre que parecía no quitarle la mirada a Rubí. El juez, al que habían señalado como Grasso se había retirado como último tras la salida de Napolitano.
—Morelli, necesito preguntar... —dijo Basilio tomando de su vaso. El aludido solo hizo un asentimiento de cabeza. —¿Cuánto necesitaría para entrar en la industria?
—¿Legal o ilegal? —cuestionó el hombre de negocios.
—Legal.
—Con unos cuarenta mil euros podríamos comenzar a conversar, supe que tu hijo estuvo haciendo competencia La 'Ndragheta en la cocaína, así que de seguro tienes algo ¿no?
—Creo que podremos hacerlo, tengo una mosca pidiéndome que me desligue un poco de Cosa Nostra, así que pensé en incursionar por mí mismo en esto de la construcción.
—Buena elección, Felivene —indicó Martino alzando su copa y dándole un trago final hasta vaciarla.
—Te enviaré unos proyectos, tenemos buenos planes para este año.
—Los esperaré.
—Bueno, señores, me retiro —habló Martino levantándose un poco pasado de copas.
—Te acompaño —indicó Morelli levantándose con él.
Ambos hombres se despidieron dejando finalmente la sala con Basilio y aquel hombre que seguía observándola un tanto sorprendido. No había hablado mucho en la reunión y lo poco que había dicho fue para aceptar o negar una petición, quien fuera ese hombre parecía tener poder y además conocer a Rubí de algún otro lugar.
—¿Puedo preguntar por qué has traído a una asesina a la reunión? —aquella pregunta fue tomada por sorpresa para ambos.
Basilio quedó con su copa a medio alzar observando a Rubí quien los miraba a ambos un poco confundida.
—¿Por qué crees que esta mujer es una asesina? —cuestionó intentando ser suspicaz.
—No es como si alguien en Calabria no pudiera reconocer a Red Lips. Creí que estabas muerta, Wang Xia.
El silencio se extendió en la sala mientras Rubí mordía sus labios para no saltar sobre ese hombre y comenzar a hacer millones de preguntas sobre su pasado. ¿Ese sería su nombre? ¿Wang Xia? ¿Por qué rayos ese tipo lo sabía? ¿Qué tanto sabía? ¡¿Cómo, cuándo, donde, por qué?! Comenzó a respirar con dificultad mientras intentaba controlarse, pero poco a poco sintió que el aire se le iba al sentirse bastante familiarizada con el nombre, era muy posible que pronto perdiera el control por intentar recordar, por intentar buscar respuestas.
—Bueno... en vista de que finalmente elegiste un bando solo me queda ofrecerte mi apoyo por tantas batallas ganadas gracias a tu ayuda —sacó una tarjeta de su chaqueta y se la extendió. —Si alguna vez necesitas algo no dudes en llamarme, Wang Xia, recuerda que en San Luca siempre tendrás un aliado.
El hombre se despidió de Basilio para luego salir de aquella sala cerrando la puerta detrás de él. Solo en ese momento Rubí logró dar un grito desesperado y corrió hasta la puerta intentando buscar las respuestas tras de ese hombre, pero antes de que pudiera siquiera salir, Basilio la detuvo golpeando su espalda contra la madera.
—Primero te calmas —le exigió.
—¡Él sabe quién malditamente soy, él lo sabe, dijo mi nombre, él lo sabe, necesito... necesito ir tras de él!
—¡Rubí! —gritó Basilio sorprendiéndola lo suficiente como para callarse. —Rubí es quien eres ahora, olvídate de que hay un pasado. Si realmente alguna vez necesitas de eso, lo buscaremos, pero ahora recuerda quien eres. ¿Entendido?
Tuvo que comenzar a respirar continuamente para poder centrarse, pero es que no tenía sentido, sí, Basilio tenía razón, lo que había sido ya no lo era más, pero de alguna forma necesitaba averiguarlo, necesitaba recordar, tener las pesadillas en las noches no ayudaban a su estabilidad mental y haber escuchado su nombre tampoco aportaba en algo.
Se separó de Basilio para caminar por la sala, leyendo la tarjeta que aquel hombre le había entregado, Piero Rossi se leía más un número de celular al cual poder marcar. Lo tenía ahí a un solo llamado de distancia, su pasado, ahí estaba, podía ir y buscarlo, saber, conocer, recordar, pero a la vez le aterró tanto, quizás sería una oportunidad, una muy buena, pero... ¿Y si lo que recordaba no era bueno? ¿Y si su pasado había sido destruido al mismo tiempo en que había sido dado por muerta? Quizás así estaba bien, quizás Basilio tenía razón.
Guardó la tarjeta cerrando los ojos y suspirando con fuerza, había logrado centrarse nuevamente, había logrado encontrar la estabilidad momentánea con la ansiedad aun picando sus manos por saber, pero con la noción de que aunque estuviera realmente desesperada no habría mucho por lo que apelar. El pasado era el pasado y así se tendría que quedar por lo menos hasta que no diera más.
*
Viterbo, Italia
16 de enero, 2004
De mala gana se había tenido que quedar a acompañar a la familia Felivene compartiendo con la familia Parisi por una maldita semana, de mala gana tuvo que observar a Biago y a Agata interactuar y de peor gana tuvo que soportar las miradas de Dante sobre su cuerpo una y otra vez mientras había sido obligada a usar vestidos acompañando a la Señora Fiore, esa parte no había sido tan mala, pero tener que sonreír y fingir amor definitivamente no era lo suyo, mucho menos cuando su nombre se repetía mil y una vez en su cabeza con un susurro de la voz de un hombre que le hacía sentir hormigas por todo su cuerpo, era tan extraño, tan lejano y placentero que seguía no teniendo ni un poco de sentido.
Pero maldición, por fin, luego de una larga y eterna semana podía volver a Viterbo, tuvo la suerte de que solo Basilio tuviera que volver por lo que no tuvo que verle la cara a Biago durante el viaje mientras era atosigado por su prometida, gracias al cielo no tenía que volverle a ver la cara a Dante y lo único que lamentaba era haber tenido que dejar a la Señora Fiore aun con sus viejos amigos.
Jamás se había sentido tan satisfecha de bajarse de un auto y estar frente a la fachada de la casona Felivene, se sintió en casa y corrió escaleras arriba para tirarse en su cama a descansar, no más estúpidos paseos con recuerdos en medio, no más personas fingiendo sonrisas, no más tener que contener las ganas de golpear a Agata Vitelo, por lo menos estaba libre de ello un día más ya que ellos se demorarían en regresar, esperaba que la desgracia vestida de mujer tuviera un accidente de camino, pero considerando de que era seguro que viniera en el mismo auto que Biago descartó la idea por completo teniendo que soportar los celos al imaginarse esos dos acaramelados. Ugh, asco.
Tuvo que interrumpir su divague en medio de las almohadas para levantar su cabeza al sonido de un nuevo mensaje en su celular, apretó un botón notando que provenía del número particular de Franco en el cual solo se leía un simple: "Lo siento".
Extrañada se reincorporó y llamó al número, pero fue enviada a buzón de voz de inmediato, el celular debía estar apagado o algo. De mala gana salió de su habitación para buscarlo, tenía presente que Flavio y Franco se habían quedado en la casona mientras ellos habían ido a Roma por lo que lo más sensato sería que estuvieran ahí en alguna parte.
—¿Has visto a Franco? —preguntó, ya en su tercera vuelta, a una de las mucama.
—El Señor salió temprano en la mañana y no ha regresado, Señorita —la mujer hizo un ademán en respeto y se retiró a sus quehaceres mientras Rubí se quedaba quieta mirando a la nada un poco perdida en sus pensamientos.
Si Franco había salido en la mañana eso significaba que había ido a Tuscania, ese era el único lugar en donde el menor de los Felivene podía hacer un esfuerzo para levantarse temprano de la cama. Aun no comprendía lo del mensaje, pero ansió realmente encontrar una respuesta rápida. Quiso llamar a Idara para cerciorarse que todo estaba bien, pero a mala hora recordó que la muchacha no tenía celular y que el único que podría saber su paradero era Iván quien estaba a kilómetros en una ciudad llamada Grosseto visitando a su gente.
La única opción más cercana que se le pudo ocurrir fue tener que tomar por ella misma un auto para partir a Tuscania y comprobar con sus ojos que todo estaba bien, no debería haber grandes problemas cuando todo parecía tranquilo, pero de todas formas antes de partir tomó una última vez su celular para marcar un nuevo número.
—Dulce, labios rojos, ¿a qué debo tal llamada?
—¿Estás practicando nuevo sobrenombres para mí, Rubén? —rió con suavidad caminando hasta la cochera de la casona para buscar el auto que siempre le prestaban.
—Necesito probar algunos para cuando te vengas a vivir aquí, de hecho... ¿Cuándo vienes? Tengo que darte algo.
—Hombre, me hostigas, eres demasiado intenso y ni siquiera somos novios —exclamó Rubí riendo y escuchando la risa de Rubén. —Pero no te llamo para eso —cambió el tono a uno que de inmediato preocupó a Rubén.
—¿Qué sucede?
—Franco me envió un mensaje extraño, lamentablemente Iván fue a visitar a su familia por lo que no se si Idara estará con él en Tuscania, por lo menos aquí no está y es el único lugar que se me ocurre.
—Creo que tengo gente allá que me puede decir, ¿Quieres que averigüe?
—Te lo agradecería, pero de todas formas iré por mí misma.
—De acuerdo, controladora obsesiva —se burló. —Te informaré cualquier cosa.
—Gracias, eres el mejor.
Cortó la llamada dejando el celular en el porta vasos para así comenzar a conducir, ni siquiera se preocupó en avisar a alguien lo que iba a hacer, después de todo no era algo que le correspondía, pero por alguna extraña razón cuando ya estaba en medio del camino deseó devolverse y haber avisado. Quizás una premonición, quizás solo un estúpido miedo irracional, algo que tan solo ignoró acelerando más la velocidad para llegar a Tuscania lo antes posible.
*
Tarquinia, Italia
16 de enero, 2004
—Tenemos un problema —lamentablemente odiaba ser el portador de malas noticias, pero esta era una que le urgía dar.
—¿Qué ocurre?
—Franco se escapó con Idara.
—¡¿Qué?! —el chillido de Rubí al otro lado de la línea de su celular lo obligó a alejarlo un poco de su oreja, nunca había escuchado una reacción así.
A finales de año Rubí le había contado sobre el trato que había hecho con el menor de los felivene con lujo de detalles, también le había contado como se había estrechado su relación con aquella muchacha y al final, como siempre como un idiota enamorado, se había ofrecido a ayudarla en lo que quisiera. Por algún motivo es que en ese momento supuso que sería uno de esos días en que el trabajo de a dos tendría que hacerse sin que nadie le hubiera ordenado.
—¡Jodida, mierda, cabrón, escoria! —sabía que había estado mascullando otras cosas en italiano y algún otro idioma, pero tenía que detenerla, después de todo esa no era toda la noticia. —Imbécil...
—Rubí.
—¡Qué! —exclamó. —Lo siento.
—Descubrí hacia donde se dirigen, pero hay otro problema.
—¿Más?
—No se escaparon solo porque si, las personas que los vieron al parecer notaron que un auto los seguía. Algo realmente malo tiene que estar pasando para que ellos escaparan así, Franco es un blando, pero sabe ocupar su cabeza.
—Vita —susurró. —¿Sabes dónde están?
—Uno de mis hombres los vio llegar a Civitavecchia, asumo que tomarán algún barco a otro país, voy en camino, así que te espero en el puerto. ¿Vienes con armas?
—¿Crees que las necesitemos?
—Por si acaso, nunca es malo prevenir.
—No pensé que tuviera que defenderme por lo que solo traigo un par y los cargadores. Quizás haya algo más en el maletero, pero nada seguro.
—De acuerdo, Rubí, ven pronto, según lo que me informaron... la situación no se ve para nada amigable.
—Maldición, de acuerdo, estoy en ello.
La llamada se cortó al momento en que Rubén salía de Tarquinia para ingresar a la carretera, era muy seguro que Franco e Idara estuvieran haciendo algo impulsivo, pero también había un porciento de posibilidades en que en realidad estuvieran huyendo para salvar sus vidas, cual fuera la opción solo esperaba que aquel día todo acabara lo suficientemente bien como para volver a casa y entregarle el regalo a Rubí, sonrió, porque estaba seguro que con ese detalle más algunas palabras bonitas podría convencerla por fin de quedarse junto a él. No sería tan difícil o por lo menos eso esperaba.
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[01 La befana: La leyenda sostiene que la Befana visita a los niños la noche anterior a la epifanía (6 de enero) para rellenar los calcetines, colgados a tal fin por los niños esa noche, si han sido buenos con caramelos y chocolatinas, en cambio si han sido malos los rellena de carbón (formado en realidad por dulces de color y forma parecida al carbón). A menudo la Befana es descrita como una anciana, que vuela sobre una escoba. A diferencia de una bruja suele estar sonriente y tiene una bolsa o un saco lleno de dulces, regalos, pero también de carbón.]
La Befana es la versión italiana de los Reyes magos.
[02 Fontana dei Quattro Fiumi: Fuente de los Cuatro Ríos]
Iglesia Santa Inés en Agonía
Bueno, mi querida gente... ¿Alguna vez han sentido ese momento en que sabes que lo que vaya a pasar va a cambiar completamente todo? Pero considerando que puede que no lo cambie y que tan solo haga que las cosas avancen o tal vez terminen, no sé que puedo decir, ¿recuerdan los capítulos puente? Bueno este ya no lo sería más y los que siguen son cruciales, así que estoy en un debate interno sobre continuar o no. ¡Estoy hecha un manojo de nervios por culpa de Rubí! Ya comprenderán porqué.
¡Gracias a las que dejaron sus mensajes de presagios, varias han andado cerca otras lejos, gracias miles por el interés, realmente me animan a seguir escribiendo con mayor continuidad!
Ahora me retiraré lentamente dejando una pregunta simple y típica. ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué sienten que se viene? Mis huesos me advierten que no dé más spoiler así que me retiraré por hoy, espero hayan disfrutado y el siguiente capítulo estará mañana, porque así como ustedes se han portado lindo conmigo, yo también les quiero retribuir.
Nos estaremos leyendo pronto entonces. Gracias hermosas y hermosos, si es que hay chicos, aunque no lo creo por si las moscas XD.
Besos y mordiscos bien babosos.
Atentamente un escritora en crisis.
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