Capítulo Seis
Capítulo Seis.
Casona Felivene.
22 de Marzo, 2003
No estaba muy seguro de lo que había ocurrido el día anterior, solo sabía que por el momento tenía que comenzar a disculparse con gente que ni siquiera conocía e indemnizar a unos cuantos bastardos por el error de Rubí. Tampoco había comprendido bien el actuar de la muchacha, todo había sucedido tan rápido que solo tuvo que actuar para que no terminara muerta en manos de su padre. Eso tampoco lo comprendía, ¿Por qué la defendía? ¿Por qué de entre todas las mujeres que conocía ella se estaba inmiscuyendo tanto en su vida?
—Merda —masculló caminando de lado a lado en su habitación, ahora la muchacha seguro estaba colgando en alguno de los tantos cuartos de tortura de su padre y ni siquiera tendría opción de sacarla de ahí si es que no cumplía con todas las disculpas correspondientes. Solo esperaba lograr satisfacer a los ancianos en el negocio para así poder librarse pronto y poder salvar a Rubí antes de que fuera demasiado tarde para ambos.
*
—¿Quién eres? —preguntó por enésima vez el hombre que daba latigazos en su barriga. Ni siquiera era algo erótico tan solo estaba llena de sangre y al hombre se le acababan las opciones de donde golpear.
—No sé —respondió como todas las veces y volvió a ser golpeada.
—Sigue sin responder, señor —dijo tomando un teléfono, seguramente llamando a Basilio.
—¡Dile a ese viejo de mierda que venga a enfrentarme el mismo, bastardo, hijo de puta! —gritó expectante a represalias.
Y no tuvo que esperar mucho, tres nuevos latigazos le llegaron esta vez a las piernas. Sonrió, era tan fácil hacer enojar a las personas, aunque seguía preguntándose qué es lo que había hecho enojar tanto a Biago como para dejar que la mantuvieran en un lugar así.
Sinceramente no estaba muy preocupada de estar encerrada, tenía el presentimiento de que ya había estado ciento de veces en una situación parecida y el dolor que pudieran provocarle ya era bastante conocido como para llorar, el problema era que esta vez no tenía ni idea lo que había hecho mal, había cumplido su maldito trabajo, ¿Por qué rayos la estaban torturando? Le debían una explicación, pero ni siquiera eso le habían querido dar.
*
24 de marzo, 2003
—Señor —Roger lo obligó a quitar su mirada de los papeles para observarlo. —Tenemos un problema.
—¿Otro?
—Este tiene que ver con Rubí —con un ademán Biago lo obligó a proseguir, por lo que su Mano Derecha dejó unos cuantos papeles más sobre su escritorio junto a unas fotos. —Los hombres que estaban en Di Caccia iban a matarlo, habían sido contratados por un anónimo, el hombre que encontraron en la parte trasera, por fin abrió la boca. Rinaldi envió sus disculpas ya que no sabía que esos hombres eran nuevos en su grupo y solo los eligió por azar, se desligó completamente de la situación.
Biago se levantó de sopetón de su asiento viendo las fotos que mostraban a los hombres recibiendo dinero de una mano negra sin rostro. No podía creer que todo el problema que se había causado era otro de los posibles atentados a su vida, aún no sabía por qué lo intentaban matar, pero estaba consciente que entre todas las disculpas que tenía que enviar había una principal que esperaba fuera recibida.
—¿Dónde está Rubí? —preguntó elevando su rostro.
—Ese es el problema, Señor, su padre acaba de ir hacia los cuartos de tortura, no ha sacado a Rubí de ahí desde hace tres días.
No necesitaba decir más para que Biago tomara cartas en el asunto, apresuró su paso para ir en busca de quien lo había salvado y él equivocadamente había permitido que la castigaran por un error que no existía. Tenía que confesar que había estado todo el tiempo con el corazón en la mano pensando en cómo estaría aquella chica, angustiado pensando que tal vez podría haber muerto en manos de su padre, pues sabía que ese había sido el momento justo para que él tomara su venganza sobre Rubí y su atrevida personalidad. Solo esperaba no llegar demasiado tarde.
*
Basilio cargó el revolver con una sola bala dando vueltas el cilindro y luego apuntando directo a la cabeza de Rubí provocando, para su sorpresa, que riera.
—Me sé ese juego. Es una probabilidad, uno a cinco —rió Rubí sin dejar de ver los ojos de Basilio.
—Tienes agallas, puta, pero eso no me quitará el mal sabor de boca que me has dejado.
—¿Por qué no me matas de una vez y dejas de ser...? —un disparo.
No había bala, la opción se disminuía, pero eso solo la hizo cerrar la boca y no dejar de buscar la mirada de su oponente.
—Cuando te vi sabía que traerías problemas. Eres de esa clase de mierdas que se inmiscuyen para arruinarlo todo.
—No puedo evitarlo —susurró Rubí con la mirada baja, pero conservando una sonrisa ladina.
—Es mejor que comiences a hablar, puta, ¿Quién eres y qué has venido a hacer aquí?
Ella se limitó a devolverle la mirada, no había temor en los ojos de Basilio, se notaba que era un hombre con bastante experiencia en el negocio como para sentirse intimidado por una muchachita.
—Mátame de una buena vez, ¿Quieres? —el segundo disparo se escuchó y nuevamente fue solo la presión del aire.
Basilio dio unos pasos atrás en busca de un látigo y sin demora comenzó a golpear una y otra vez a Rubí sin que esta emitiera algún sonido. Lo único que se podía escuchar en esa habitación era el cuero chocando contra la piel de aquella jovencita que lentamente iba batallando entre la consciencia y la inconciencia.
—No podrás sacar nada de mí, Basilio —susurró de pronto Rubí en un portugués fluido que obligó al Don detenerse. —Incluso con la amenaza de la muerte, yo seguiré en silencio.
Rubí escupió al suelo llenando su boca con sangre y sus labios, reforzando aún más ese rojo inusual que se contrastaba con su piel blanca. Entonces algo pareció cobrar sentido en la cabeza de Basilio, los labios rojos, la mirada asesina y su forma imprudente de actuar, aquella mujer frente a él no podía ser otra que... Red Lips.
Desesperado y asustado volvió en busca del arma con el que jugaba y dio un nuevo disparo dejando la cuenta en la mitad, era un todo o nada justo en el momento en que la puerta del cuarto se abrió. Biago apareció corriendo junto a Roger, pero ni siquiera eso detuvo a Basilio quien incluso teniendo a su hijo en frente corriendo hasta posicionarse entre él y Rubí apuntó dispuesto a disparar.
Biago perdió la atención de su padre cuando encontró a Rubí llena de sangre y con sus ojos a medio abrir, ella se estaba perdiendo, pero incluso así estaba sonriendo de una forma tenebrosa y espeluznante. Detrás de él se escuchó un disparo que fue acompañado de una bala, se volteó solo un momento para encontrar a Roger levantando la mano de su padre hacia el techo logrando que la bala no encontrara una víctima en particular.
—Te libraré de aquí —susurró Biago a Rubí volviendo su mirada a las amarras que la sostenían de un arco de madera.
—Aún no confías en mí, ¿cierto? —balbuceó la muchacha llena de sangre.
—No es algo que debamos discutir ahora —respondió Biago desatándola.
—Haré que lo hagas, que confíes en mí, Ojos azules, es mi promesa —fue lo último que susurró para cuando las amarras se fueron de sus manos su cuerpo no soportó su peso y cayó desmayada sobre los brazos de Biago.
*
25 de marzo, 2003
—Envíala lejos, ella no puede estar contigo —advirtió su padre dejando su sombrero en el perchero.
Ayer habían dejado como acuerdo conversar sobre lo sucedido, finalmente podían estar en buenos términos, o por lo menos eso quería pensar Biago, teniendo en cuenta que ya había dejado al borde de la muerte a su nuevo peón.
—¿Por qué haría algo así? Ella me salvó de la muerte —reprochó enojado.
—Esa muchacha no es de fiar, ni siquiera sabes quién es.
—Y es mejor así, puedo enseñarle y entonces será completamente fiel a mí. Ya la probaste lo suficiente, es mi turno, dijiste que podía tomar mis decisiones, la quiero a mi lado y esa es mi elección.
Basilio suspiró, sabía quién era esa muchacha, por lo que si realmente tuviera memoria no se hubiera presentado ante él de esa forma, lo sabía. Entonces solo le quedaba confiar en que realmente su hijo podría enseñarle, tener de su lado a esa mujer podría ser una buena inversión solo esperaba no equivocarse con ella, como la primera vez.
—De acuerdo, los dejaré en paz, pero siguiente error que cometa no tendré piedad con ella.
—No hubo error, los hombres que Rubí mató tenían la orden de asesinarme —la mirada de Basilio se devolvió a su hijo en un parpadeo.
—¿Cómo?
—Aún no estoy seguro, pero asumo que tiene que ver con Cosa Nostra, el título está en disputa y nuestra familia está en la lista de posición. Si tú tomas el mando, soy el siguiente en línea.
—¿De quiénes estás desconfiando, Biago? —preguntó con cautela.
—Aún de nadie. Necesito más tiempo para averiguarlo, solo espero no terminar realmente muerto en el proceso.
—Avísame cuando lo hayas encontrado, quien se entromete contigo, se entromete con toda la familia.
—Te mantendré al tanto.
Con un asentimiento de cabeza Biago salió del despacho de su padre para continuar con su trabajo cotidiano esperando acercarse aunque fuera un poco al maldito imbécil que intentaba acabar con su vida.
*
27 de marzo, 2003
Despertó abrumada con un sueño o pesadilla que no lograba recordar completamente, se reincorporó sintiendo como todos sus huesos dolían incluso por solo respirar, era horrible, pero aun así se levantó quedando sentada en la cama.
Recorrió su cuerpo con sus manos y su mirada encontrando vendajes por todos lados, incluso en su cabeza y rostro, le habían dado bastante duro al parecer, lo suficiente como para haber matado a una persona normal, entonces se preguntaba, ¿Por qué no había muerto, por qué lo había soportado tan bien? Comenzaba a odiarse, morir sería una forma bastante fácil para salir de la miseria, pero al parecer eso no podía ser una opción para ella.
Se levantó por fin recobrando una postura recta, quitó la aguja que traspasaba el suero a su cuerpo y, sin molestarse por su poca ropa o sus pies descalzos, salió de la habitación en busca de tal vez algún rostro conocido.
Recorrió con lentitud los pasillos de la gran mansión, escaleras de un lado a otro más puertas que invitaban a ser irrumpidas sin preguntar, pero incluso así con toda la duda y las ganas de conocer, siguió recorriendo por los lugares en los que había ido antes, cumpliendo las reglas implícitamente.
Llegó hasta un salón blanco con algunos muebles del mismo color en donde en el centro, en un sillón, sentada y leyendo un libro, se encontraba una mujer de edad avanzada, pero totalmente conservada, de cabello rubio y esbelta. Cuando elevó su mirada encontrándose con la de Rubí mostró unos hermosos ojos azules parecidos a los de Biago, pero un poco más claros.
—¿Quién eres, muchacha? —preguntó la mujer con una amabilidad poco vista en aquel lugar.
—Rubí —respondió. —Tal vez... no debería estar aquí.
—Oh, inglés —susurró con dificultad. —¿No puedes... italiano?
—Poco.
La mujer que aún no se había presentado la observó de pies a cabeza negando continuamente al verla vendada y solo con lencería, se levantó de su lugar y llegó hasta su lado rodeándola sin dejar de observarla, quizás midiéndola para un desafió, pensó Rubí, pero no estaba ni cerca de lo que quería hacer realmente aquella mujer.
—Lo primero es cuidar de tus heridas, luego veremos la ropa y el maquillaje, ¿Estás de acuerdo? —tomó su mentón examinando su rostro con algunas raspaduras y otros parches. —Realmente te dañaron.
—No es nada —pero al segundo se quejó cuando ella tocó una de sus heridas en el rostro.
—Como que nada, niña —reclamó con un tono maternal. —Desde ahora tienes que cuidarte muy bien si serás la mujer de mi hijo.
—¿Mujer? ¿Hijo?
—Aja, Biago Felivene será tu esposo, ¿No? Yo soy Fiore Berlucchi, pero estoy casada con Basilio Felivene así que olvida que alguna vez dije un apellido diferente —le otorgó una sonrisa suave y burlista, la que obligó a Rubí a retribuirle de la misma forma. —Llevo años cuidando de las heridas de mi familia, supongo que por fin es el turno de cuidar de una mujer y no solo de hombres.
—Pero yo no...
—Ssh, desde ahora entrégate a mis manos, pequeña.
Rió por su gesto y de alguna forma, realmente, se dejó llevar.
*
—Roge, intenta que esto no pase a manos de nadie, ¿de acuerdo? —entregó la carpeta que su padre la había confiado al hombre en el que más confiaba él.
Era el momento de buscar realmente quien quería su cabeza, incluso si estaba dentro o fuera de su casa se había prometido buscarlos.
—Iré a ver a Rubí —anunció comenzando a subir las escaleras, a mitad de eso Roger lo detuvo.
—Señor, quizás debería...
Se volteó buscando a su mano derecha y encontrando que observaba hacia el pasillo, bajó hasta su lado viendo a su madre y a quien le estaba causando tantos dolores de cabeza completamente repuesta, con una ropa que calzaba completamente a su cuerpo y un maquillaje que podrían confundirla con un estatus mucho más alto del que tenía.
—Ru... bí... —susurró sorprendido a lo que por primera vez la chica respondió con una sonrisa.
—¿No crees que se ve hermosa, hijo? La convertí en tu esposa.
—¿Esposa? —cuestionó confundido.
—Claro, ¿Qué no lo es?
—De hecho, Señora Felivene, Rubí es la nueva guarda espaldas del Señor —apuntó Roger observando a su compañera completamente asombrado.
—Oh, ¿Una chica guarda espalda? ¿Tú padre lo permitió, Biago?
—Costó, pero ya —respondió encogiéndose de hombros sin dejar de ver a la muchacha. —Te ves...
—¿Preciosa, guapa, estupenda? —completó su madre en vista de que él parecía sin palabras. —Bueno incluso si tu padre la acepta, eso no significa que cuando te acompañe los demás no se rían de ti, así que será mejor que la lleves como tu compañera y vestida así es mucho más creíble, ¿No crees?
Fiore tomó de los hombros a Rubí obligándola a avanzar para quedar cerca de su hijo, la mujer era tan entusiasta que podría hasta obligar a ambos a sostenerse uno al otro, aunque estaba pensando que eso sería para un futuro un poco lejano, pero no imposible.
—Bien, los dejó, es su turno de cuidar de ella, yo iré a buscar a mi hombre.
Se despidió pasando de ellos y adentrándose a uno de los tantos pasillos, seguramente en busca de Basilio, era la única mujer que podía lograr que el Don se distrajera por algunas horas en algo que no tuviera que ver con sus negocios.
Biago volvió su atención a Rubí quien estaba entusiasmada conversando con Roger, explicando algunas de las cosas que había hecho su madre en ella. Al parecer había limpiado sus heridas, pero le había advertido que no podría esforzarse por un tiempo ya que algunas eran muy profundas y podrían abrirse, por otro lado había elegido un vestido entubado completamente hermoso y según sus palabras parecía amar el color rojo de sus labios ahora mucho más acentuado por un labial del mismo color.
Se había quedado embobado observándola hablar con tanto entusiasmo, parecía completamente diferente a la chica que había conocido en un comienzo, más elegante y mucho mejor dotada, quizás ahora podría empezar realmente a conocerla, aunque seguía cuestionándose que tanto recordaba realmente, cuando sus ojos negros se clavaron en los suyos carraspeó para volver en sí mismo. Sí, la chica era hermosa, pero no podía permitirse más allá de un comentario como ese.
—Entonces, Señor Biago, ¿Podré aprender ahora un poco de este mundo? —el que no utilizara su sobrenombre y le hablara con respeto lo desconcertó por un momento, pero por más que deseó que volviera a hablarle como antes, no se lo pidió, tenía que comenzar a adecuarse, ya habían roto muchas reglas era momento de empezar a respetarlas.
—Sígueme —ordenó dando la vuelta y comenzando a subir las escaleras.
Si, ya era momento, lo había pospuesto por mucho tiempo por no confiar realmente en aquella mujer, pero lo había salvado y quizás había que empezar a darle algo de crédito, tal vez era momento de decirle en donde estaba metida. Ella tendría que determinar entonces si seguir fingiendo o decir la verdad.
****
Ay, mi pobre Rubí, pero ya fue aceptada por fin, ahora veamos como funciona todo esto.
Les tengo un especial sobre 'Comprender a la mafia' así que se los subiré en unos minutos.
Gracias por leer
Atentamente una estudiante.
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