Capítulo Once
Capítulo Once
Tarquinia, Italia.
11 de abril, 2003
Su cuerpo se sentía cansado, cada uno de sus músculos parecía gritar cada vez que se movía, pero no era un dolor que le hiciera quejarse o querer llorar, a cambio la hacía sonreír como tonta sintiéndose gratamente agotada. Rubén había cumplido, la había llevado por diferentes lugares de luchas clandestinas dentro de Tarquinia y había golpeado hasta que su cuerpo se sintió demasiado pesado como para seguir, se habían detenido en una gasolinera a contabilizar sus ganancias y Rubén estaba riendo, casi llorando de felicidad.
—Eres una muy buena inversión —comentó con una diversión palpable. —¿Segura que estás bien?
—Sí, solo necesito descansar un poco —sonrió dejando caer su cabeza en el respaldo del auto mientras sonreía, tenía que aceptarlo haberle pedido aquello a Rubén había sido la mejor decisión de su vida, lo había disfrutado. —Tenemos que repetirlo algún día, ¿De acuerdo?
—¿Qué idioma estás hablando? No lo entiendo.
Elevó su cabeza buscando la mirada de su compañero, solo entonces se percató que estaba hablando en portugués, solía ocurrir de vez en cuando y mucho más cuando estaba cansada, su mente parecía reconocerlo como su lengua materna.
—Lo haces recurrentemente, a veces insultas en ese idioma, cualquiera pensaría que deberías hablar en chino, pero a cambio utilizas ese idioma... ¿Qué es?
—Portugués —respondió rebuscando en sus memorias si es que encontraba algo que le diera una explicación razonable.
—Pareces hablarlo fluido. ¿Quizás de dónde venías?
—No hay muchas opciones ¿cierto? —cuestionó analizándolo, había observado el mapamundi de la biblioteca de Biago, había leído libros y se había informado.
— Portugal, Brasil, Angola, Guinea-Bissau, Mozambique, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental —Rubén se encogió de hombros. —Al menos la búsqueda se reduce y ya no tienes que centrarte en... ¿Todo el mundo?
—Cierto, debería hablar con Roger para que me ayude, quizás cooperar sería una forma rápida de encontrar mis memorias.
—No quieres hacerlo, ¿verdad? —se giró a verlo nuevamente estaba acomodado en el asiento de tal forma que podía verla directamente. —¿Estás preocupada por eso? Desde que salimos de la casona has estado extraña.
—No tenía que ver con mis memorias, fue esa chica —confesó pensando nuevamente en aquella mujer, bajó su mirada a sus manos otra vez. —Agata Vitelo.
—Es la prometida del Sottocapo —una mueca inmediata apareció en su rostro, lo había deducido por sus aspectos, ella era la que aparentaba más edad, pero a la vez más amenazante, quizás esa era la mayor parte que le molestaba, saber que el único hombre que parecía atraerle de todos los que había visto en el lugar estaba tomado por una mujer con... ¿estatus?
Pero por más que lo pensaba no era realmente lo que le preocupaba, sí, podía estar interesada en Biago en más de una forma, pero sabía que no era eso lo que le molestaba, había algo en aquella mujer que golpeaba en parte su cabeza provocándole jaqueca.
—Mis memorias —susurró finalmente. —Ella parece estar perdida en mis memorias.
—¿Crees que la conoces de antes?
—No estoy segura, es como cuando ataqué a aquellos bastardos en Di Cassia, mi instinto me decía que eran mis iguales. Con ella es algo parecido, pero a la vez mucho más fuerte, además de pensar que también es como yo... ella, parece ser algo que pica en mi cabeza.
—Deben ser celos —comentó Rubén en una sonrisa burlona. —Si ni siquiera puedes recordar tu nombre, ¿Por qué recordarías a otra persona?
—Es cierto —sonrió de mala gana. —Tal vez estoy delirando.
—¿Estás lista para volver?
Observaron hacia el frente, el cielo se estaba aclarando, las luces comenzaban a apagarse y siendo las 6:38 de la madrugada se estaba dando inicio a un nuevo día en Italia. Suspiró, no estaba segura de lo que se encontraría por cada día que siguiera estando ahí, quizás en un futuro se arrepentiría de no buscar sus memorias, de no seguir sus impulsos con más fuerza, o tal vez estaba ahí para aprender y no estaba muy alejada de la realidad, tal vez, tal vez, habían tantas suposiciones, tantas preguntas que solo terminaba inclinando su cabeza hacia atrás y sintiendo sus músculos desfallecer otra vez, entonces apagaba esa parte de su cerebro que la hacía volverse loca en las noches.
—Sí, volvamos de una vez —aceptó abriendo los ojos y deleitándose con un amanecer en Italia.
*
Viterbo, Italia.
11 de abril, 2003
Rubí no había llegado, sí, sí, sabía que aquella frase no tenía que preocuparle, ni siquiera importarle, pero en toda la maldita noche había estado atento, escuchando, esperando, pero nada ocurrió. ¿Consecuencia? Un humor de perros. Se había decidido levantar a las cinco de la mañana rindiéndose ante el insomnio para comenzar a moverse. Golpeó el saco de boxeo, corrió por toda la manzana y cuando dieron por fin las ocho de la mañana reingresó a la mansión viendo como un auto llegaba al estacionamiento. Los vio salir, venían conversando, Rubí parecía agotada, pero alegre mientras que Rubén parecía jovial, emocionado. Mierda, no estaba seguro de porqué se le revolvía el estómago ante tal imagen. Debía ser la falta de sueño, ni siquiera había pensado en comer, tal vez también estaba influyendo aquello.
Su mente dijo que tenía que avanzar, pasar de ellos hasta ingresar a la mansión, darse una ducha y despejarse un poco, pero a cambio fue directo hacia ambos, nuevamente su razón decía que estaba haciendo algo erróneo, no debería importarle, otra vez resonaba esa frase en su mente, pero su cuerpo estaba moviéndose por sí solo.
—Señor —Rubí y Rubén se detuvieron al verlo, el francés realizó su cordial saludo con el respeto debido mientras que ella le ofreció una sonrisa que calmó a todos los demonios que se estaban revolviendo en su cabeza.
—¿Dónde fueron? —preguntó a Rubí, pero fue Rubén quien respondió.
—Fuimos a Tarquinia por la paga del pizzo, pero Rubí no quiso volver así que después fuimos a las peleas clandestinas, lo siento, Señor, tome una decisión con un soldado suyo.
—No tienes que disculparte —habló Rubí. —Fue divertido, golpee a mucha gente y ganamos bastante, si me hubiese quedado más tiempo seguro doblo lo que reunimos en la cobranza.
—¿Quién te permitió ir a los subterráneos sin mí? —Oh sí, estaba muy molesto y parecía que solo estaba dirigido a Rubí, pero como siempre la chica ni siquiera se preocupó por su tono de voz severo, no tenía miedo, jamás lo tenía.
—Me dejaste a cargo de Rubén ¿No? Soy parte de sus soldados, no, espera, asociados —indicó. Dio un paso, ¿acaso pretendía pasar de él e ignorarlo? No, claro que eso no iba a suceder.
En el momento en que Rubí avanzó Biago la tomó de los hombros apretándola contra su cuerpo mientras que su mirada se clavó sobre ella en una distancia mínima.
—Eres mi soldado, mi asociada, no tienes que ir a un lugar sin mí —estaba siendo un hombre de las cavernas, pero por alguna razón ni siquiera pensó en detenerse. Rubí como siempre sonrió sin preocuparse por la cercanía.
—Eso es estúpido cuando siempre me alejas, tú eres el que no me quiere a su lado, ¿Por qué ahora te molestas cuando estoy cumpliendo tus ordenes?
Rubí se movió intentando salir de las manos de Biago, pero en el mismo segundo sus ojos se hicieron más pesados hasta perder la consciencia. Biago la sostuvo en el instante que estuvo por estrellarse al suelo, por algún motivo desde que la había conocido siempre caía durmiendo en sus brazos y como todas las veces anteriores no pudo dejar de ver cada detalle de su rostro.
—Señor, yo me encargo —pidió Rubén estirando sus brazos para que le entregara a Rubí, pero ni siquiera le tomó atención solo pudo detenerse a observarla, acomodarla como una princesa en sus brazos y comenzar a caminar hacia la mansión
—¿Qué le sucedió? —preguntó al cabo de unos segundos girando su mirada hacia Rubén.
—Amh... estuvimos toda la noche, fuimos a tres subterráneos diferentes y si no fuera porque ya no habían más oponentes, seguramente no se hubiera detenido. Pero está cansada, es probable que solo este durmiendo, Señor.
Biago asintió volviendo su mirada a Rubí, se veía tranquila y respiraba con normalidad, no había rastro de algún daño o rasguño, así que no había razón para preocuparse, ella estaba bien dentro de lo que se podía.
—¿Por qué quiso ir a las peleas? —preguntó cruzando la entrada principal dirigiéndose a las escaleras.
—Ah, dijo que había sido algo sobre sus memorias, es decir, ella había estado un poco distante cuando salimos al trabajo y creo que fue su distracción.
—Gracias, Rubén.
Llegaron hasta la habitación de Rubí, Rubén abrió la puerta permitiéndole a Biago adentrarse con la muchacha aún en sus brazos, antes de que cerrara por completo se detuvo sosteniendo la perilla dirigiéndose al francés.
—Puedes ir a descansar, solo a Roger puedes decirle donde estoy, nadie más ¿de acuerdo?
—Sí, señor —Rubén asintió alejándose mientras Biago cerraba la puerta y se dirigía a la cama depositando en ella a Rubí.
Su juicio gritaba porque saliera de ahí antes de que cualquier persona dentro de la casona pudiera enterarse, pero nada le preocupaba, ni siquiera el hecho de que su prometida estaba ahí. Ese día tenía muchas cosas por hacer, seguro Roger estaría buscándolo en ese mismo momento, pero luego de la llegada de Rubí ni siquiera podía pensar en la primera reunión que debía atender.
Se dirigió al baño personal del cuarto para darse una ducha, por sus propias ordenes había permitido que Rubí durmiera en una de las habitaciones de invitados, habitación que se encontraba a un pasillo de los cuartos de su familia, sabía que por el estatus que tenía Rubí en el lugar debía haber dormido con todos los otros soldados en alguna de las bodegas que se encontraban cerca de las salas de entrenamiento, pero no podía, no lo había permitido y no iba a cambiar de parecer.
Una vez se sintió completamente limpio salió del baño encontrando a Rubí todavía dormida en la cama, se veía tan tranquila que no pudo evitar acomodarse a su lado, nuevamente se preguntó qué estaba haciendo, pero incluso sin respuesta se mantuvo ahí observándola, detallándola hasta que sus ojos se hicieron pesados y el sueño lo venció
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Cuando volvió a abrir sus ojos no sabía si aún estaba soñando o realmente había hecho una cosa tan estúpida como dormir al lado de Rubí, pero no se movió ni un solo centímetro mientras los brillantes ojos negros de la muchacha lo observaban. Ahí podría haber de todo, asombro, confusión hasta un poco de dicha tal vez, pero no podía aventurarse a decidir por una. Definitivamente tendría que estar durmiendo, así que volvió a cerrar los ojos intentando despertar, cuando los volvió a abrir Rubí seguía ahí observándolo.
—Esto es incómodo —susurró pasando saliva con dificultad.
—¿Hice alguna locura? ¿Por qué estás aquí y solo con una toalla en tu cintura? —indicó Rubí hacia abajo.
Biago cerró sus ojos nuevamente maldiciendo por lo bajo e intentando mantener la calma, no se comportaría como un idiota ante ella, es decir, ante nadie, era el sottocapo de su organización, futuro Don de la familia ¿Por qué razón se sentía tan contrariado cuando estaba con ella? Como un niño o como un idiota o incluso en la mañana, como un adolescente lleno de... ¿Celos? No, algo tenía que estar yendo bastante mal en esa ecuación.
—Ocupé tu ducha —dijo finalmente abriendo sus ojos lentamente.
—Ah y eso explica el que estés en mi cama, ¿no? Bastante lógico —respondió su compañera haciéndolo reír nerviosamente. —Aun así, no te vayas aún, ¿de acuerdo?
Eso lo tomó por sorpresa, incluso más cuando Rubí se acomodó contra su pecho escondiendo su cabeza, no lo abrazó, pero su calor estaba tan cerca que no pudo hacer otra cosa que eliminar la tensión y acomodarse a su lado, pasó su brazo por su cintura atrayéndola incluso más dejando caer su mentón entre la almohada y el cabello de la muchacha. Cerró los ojos otra vez, pero en vez de dormir solo comenzó a pensar en todos los momentos que había vivido desde que la había conocido. Seguía sin saber quién era, seguía sin confiar por completo en ella y estaba seguro que ni siquiera un mes había pasado desde que había llegado, pero Rubí se estaba adecuando, se estaba esforzando y ahí estaba otra vez queriendo estar a su lado.
—Lo siento —susurró en un suspiro, pensando en retrospectiva.
—¿Por qué? —cuestionó Rubí sin salir de su comodidad.
—Lo siento por haberte llamado puta la primera vez que te conocí. Lo siento por haberte hecho entrar en pánico en los subterráneos y después haberte sedado para analizarte biológicamente...
—¿Hiciste eso? —sacó su cabeza de su escondite para observar a Biago, sus ojos negros le volvían a parecer tan inocentes que simplemente asintió. —¿Por qué?
—En el hospital, ahí hicimos todos los exámenes necesarios para averiguar quién eres.
—¿Cuál fue el resultado?
—Desconocido —sus ojos negros volvieron a bajar hasta acomodar su cuerpo otra vez contra el pecho de Biago. No sabía que significaba eso, ¿estaba decepcionada? ¿Estaba feliz? Tenía tantas preguntas pero no dijo nada, solo suspiró a la espera de que ella hablara por su cuenta.
—Lo siento —luego de lo que pareció una eternidad Rubí susurró. —Realmente lo siento.
Se estremeció, ¿Por qué se estaría disculpando? La alejó un poco para encontrar su rostro, sus ojos estaban cerrados, casi forzándolos mientras sus mejillas estaban empapadas de lágrimas.
—¿Por qué lo sientes? —preguntó llevando sus manos al rostro de Rubí, limpiando la humedad con su pulgar.
—Por no recordar, tal vez sería más fácil, tal vez me comportaría diferente y no estaría siendo una molestia para ti.
Abrió los ojos demostrando como se iluminaban aún más con las lágrimas cayendo de ellos, su cuerpo estaba tenso, y si no fuera por la cercanía estaba seguro que no hubiera creído en aquellas lágrimas, todo lo demás parecía normal, su voz no estaba quebrada por el llanto y los gemidos usuales de lamento no existían, eran lágrimas silenciosas y tan ligeras que podrían pasarse como irrelevantes.
—No te preocupes, nos encargaremos de eso, ¿recuerdas? Es nuestro trato —suspiro envolviéndola en sus brazos otra vez.
—Debo salvarte de la muerte —susurró Rubí pasando sus brazos por el torso de Biago y correspondiendo el abrazo.
—También siento eso —la cabeza de Rubí volvió a salir de su escondite mostrándose un poco más alegre, sonrió, ella realmente era muy cambiante en cuanto a su estado anímico.
—¿Qué cosa? —sus ojos negros lo escrutaron con ansiedad y curiosidad a la vez.
—Siento haberte golpeado en Di Cassia, tú me habías salvado y yo... no te retribuí como debía, lo siento.
—Ah, no creo que hayas sido el primero, presiento que muchas otras personas me han golpeado antes, tanto física como emocionalmente, nada parece dolerme —se encogió de hombros bajando su mirada y luego volviendo a sus ojos con una sonrisa. —Soy de piedra.
—Eres realmente una peculiaridad, il mio rubino.
Biago sonrió cediendo finalmente ante lo bien que se sentía a su lado, descansó su frente sobre la de ella, pero incluso con esa cercanía no cerró el espacio, solo la observó, absorbiendo el momento, acariciando su espalda y detallando sus ojos.
*
Mierda, estaba seguro que tenía que ser el primer hombre que perdía a un sottocapo dentro de su propia mansión, estaba seguro de que no se había levantado tarde, tampoco se había ido lejos por mucho tiempo, entonces ¿Dónde mierda se había metido su jefe? Ya iban a ser las once de la mañana, todos en la mansión se estaban preparando para viajar a Palermo con las hermanas Vitelo, ¿Dónde infiernos se había metido él? Lo iban a crucificar, no, peor, Agata Vitelo le cortaría la cabeza justo después de cortar sus bolas.
Subió las escaleras por tercera vez, tal vez no había buscado en todas habitaciones, tal vez se había saltado una... Oh mierda. Y claro que se había saltado una, su jefe, el sottocapo de la familia Felivene venía saliendo en ese mismo momento de la habitación de Rubí, 'no se había demorado tanto como tenía previsto', tuvo un recuerdo fugaz de hace unos días y mascullo por lo bajo al no haber hecho la apuesta con Rubén sobre esos dos. Carraspeó atrapando la atención de su jefe, parecía perdido y un poco desorientado, así que tuvo que detenerlo para que por fin lo notara.
—Señor, ¿se encuentra bien?
—¿Qué hora es? —preguntó observando a su alrededor y frunciendo el ceño de pronto.
—Las 11 de la mañana, Señor —Roger siguió la mirada de su jefe encontrándose con su prometida, venía desde el otro extremo de las habitaciones seguramente del cuarto de Biago. Claramente ahí habría guerra y como siempre él tendría que ser el espectador quedando en medio.
—¿Dónde estabas metido, Biago Felivene? Fui a tu cuarto y no estabas, ninguno de tus perros sabía de ti —exclamó enojada.
—Escondiéndome de ti, ¿Dónde más estaría?
Roger dio un paso hacia atrás cuando Agata por fin llegó al lado de su prometido, nuevamente esos ojos estaban hechos furia, aunque no recordaba alguna vez en que se miraran de otra forma. Ellos dos casados se sacarían los ojos.
—¿Irás con nosotros a Palermo? —preguntó con un tono un poco más bajo y mirando hacia el suelo, oh que ternura, estaba avergonzada.
—Claro que no, tengo muchas cosas que hacer.
—Pero todos irán, Flavio, Franco, la Señora Fiore, el Don...
—¿Mi padre irá?
—Sí, tiene asuntos que atender —Biago encontró los ojos de su mano derecha enviándole una mirada significativa.
—¿Hay algo importante?
—Es lo que venía a informarle, Provenzano llamó a comisión.
—¿Comisión en Palermo? Mierda, tendré que ir —masculló de mala gana pasando su mano por su cabello.
Notó como su jefe observaba de reojo hacia atrás seguramente hacia la habitación de Rubí, entonces dio un suspiro inesperado volviendo hacia Agata.
—Iré con ustedes —escupió al final causando una sonrisa en el rostro de la mujer.
—Genial, alístate, saldremos en un par de horas.
—Claro, claro, iré a mi cuarto —masculló de mala gana alejándose por el frente.
Roger asintió hacia Agata en respeto y así encaminarse hacia el lado contrario hasta llegar a su habitación, seguramente él tendría que seguir a su jefe, era algo habitual, así que no se preocupó en preguntar ante el cambio de planes. Habían muchas cosas por hacer en la mansión y que toda la familia saliera ya de por si era un suceso extraño de ver, pero el Jefe de la organización había llamado y eso significaba obedecer antes de que una nueva guerra comenzara.
Cuando volvió a salir de su habitación caminó distraídamente por el pasillo hasta que se detuvo en seco encontrando algo que lo petrifico en el segundo. Agata estaba ahí atrapando a Rubí con su brazo contra la pared, mascullando algunas palabras en un inglés fluido. Había dos cosas en esa imagen, Agata no hablaba inglés o por lo menos eso es lo que había dicho una vez aquella mujer, y segundo, ¿Cómo era posible que Rubí pudiera estar siendo atacada de esa forma? Se mantuvo en silencio observando e intentando captar un poco de lo que decía la mayor de las Vitelo.
—Deberías estar muerta, ¿Qué mierda haces aquí?
—Sabes quién soy, lo sabía.
—No estoy para tus juegos, a mí no me engañas, sé que estás fingiendo.
Rubí se mantuvo en silencio observando a la mujer que la apresaba, Agata empujaba de vez en cuando presionando con fuerza su cuello. Era notable y evidentemente obvio que Rubí podía zafarse de ahí, entonces ¿por qué no lo hacía? ¿Por qué no atacaba?
—Vamos, perra, habla, ¿Cómo llegaste aquí? ¿Te enviaron por mí, por alguien de la familia? ¡¿Qué haces aquí?! —chilló desesperada perdiendo por completo el control.
—Di mi nombre —exigió Rubí y de inmediato Agata la soltó mirándola confundida.
—No estás fingiendo —susurró. —Realmente no estás fingiendo, tú... ¿Qué mierda sucedió contigo? —parecía asustada y asombrada a la vez, pero en un segundo eso se fue.
Rubí atacó atrapando el cuello de Agata con su mano y enviándola a la pared contraria, a diferencia de ella Rubí comenzó a presionar con su pulgar acortándole la respiración poco a poco.
—Tengo dos opciones, sacarte la información a la fuerza o que comiences a hablar por ti misma, ¿Qué te parece que digas las cosas sin mucho esfuerzo? Nos beneficiaría a ambas —soltó un poco su agarre dejándola hablar.
—Red Lips —susurró. —Es lo único que sé de ti.
—¿Qué se supone que significa eso? —cuestionó Rubí extrañada.
Agata miró hacia los lados, encontrándose con la mirada de Roger entre las sombras y aprovechando el despiste de Rubí para arrancar, pudo haber permitido que su compañera saliera tras de ella, pero a cambio llegó hasta Rubí tomando su brazo y deteniéndola.
—Déjala, con eso podemos empezar a investigar.
—Pero solo dijo Labios Rojos —se indicó la boca. —No es nada del otro mundo.
—Dijo Red Lips, es un seudónimo. Como cuando el sottocapo dijo que serías La Joya en los subterráneos, ¿recuerdas?
—Ajá —asintió, pero su rostro seguía confundido. —¿Y eso significa que...? —Roger rodó sus ojos riendo a la vez.
—Inocente niña, eso significa que eres algo.
—Sigo sin entender, sigo sin nada, no sé quién soy y esa mujer sabe, déjame ir donde ella y lo averiguaré.
—Terminarás matándola —entrecerró sus ojos hacia ella provocando que Rubí frunciera los labios haciéndolo sonreír otra vez. —Déjame averiguar, seguro podremos obtener algo.
Soltó su brazo caminado fuera del pasillo y así llegar al inicio de las escaleras mientras Rubí seguía a su lado reclamando no comprender. Ella era exigente y siempre solía hablar mucho a su lado, se preguntaba cómo habría sido antes de que perdiera la memoria, quizás la habían dañado de tal modo que hasta su cerebro estaba atrofiado, pero de todas formas siempre lo hacía reír, desde que había llegado era una diversión continua con esa niña.
—Ya, detente —dijo rindiéndose. —Si tienes un seudónimo quiere decir que tal vez estés en alguna nómina de los Numerale de las familias.
—¿Qué mierda es eso? —exclamó.
—Sicarios con orden directa del Don. Comenzaré revisando las nóminas de los Vitelo, si Agata te conoce es probable que su padre te haya contratado alguna vez.
—Oh, sicarios... ¿Puedes hacer eso?
—¿Qué cosa? —cuestionó extrañado.
—Eso, revisar las nóminas de los sicarios de otras familias, ¿No debería ser clasificado?
—Claro que lo es. Pero estamos hablando de mí, no hay nada que yo no pueda obtener.
El comentario los hizo reír a carcajadas. Sí, definitivamente se sentía bien estar al lado de una niña tan jovial y extraña. Sintieron un carraspeo obligándolos a girar encontrándose con el Sottocapo detrás de ellos, de inmediato Rubí corrió a abrazarlo por el torso con su típica exclamación de Ojos azules mientras que Biago fingía ponerse rígido y detestarlo cuando a leguas se veía lo cómodo que se sentía a su lado. No era el único que se estaba acostumbrando a la presencia de aquella muchachita.
—¿Listo, Señor?
—Sí —asintió Biago con determinación.
—¿Irán a alguna parte? —cuestionó Rubí atrayendo la atención de ambos
—Debemos ir a Palermo —respondió su Jefe observándola con tranquilidad.
Lo notó, claro que Roger lo notaría, prácticamente se había criado al lado de Biago y podía saber cualquiera de esos cambios que ocurrían en él, pero aquello era claro hasta para un ciego. Su jefe estaba respondiendo al abrazo de Rubí, mientras conversaban Biago tenía su mano sobre la espalda de la muchacha sosteniéndola contra su cuerpo. Fuera lo que fuera que hubiera sucedido entre ellos dos, la cosa no iría bien si es que alguien los viera, así que a pesar de saber que interrumpiría una discusión que los tenía bastante entretenido debió hacerlo.
—En cualquier momento puede aparecer alguien de la familia, Señor —comentó atrayendo la atención de los dos.
—¿De qué hablas? —preguntó Biago, no respondió solo miró hacia donde se mantenía la mano de su Jefe, con eso ya estaba dicho, Biago se separó de Rubí mientras esta fruncía sus labios como una niña regañada y caminaba hacia el lado de Roger.
—¿Me llevas tú? —preguntó. —En serio, si no habrá nadie de la familia, ¿Qué me quedaré haciendo yo aquí?
—Entrenar, claramente —respondió Roger con una sonrisa. —Te divertirás, volveremos en cinco días, ni siquiera lo notarás.
—Es injusto, también quiero ir.
—Más adelante, cuando estés lista —respondió Biago.
Se acercó a ella y sin previo aviso depositó un beso en su frente, Rubí elevó sus ojos hacia Biago sin dejar de fruncir sus labios. Roger estaba casi seguro que vería un nuevo beso, pero no ocurrió a cambió encontró algo que hace años no veía en su jefe de forma sincera, Biago sonrió mientras acariciaba con bastante soltura el rostro de Rubí.
—Nos veremos pronto, il mio rubino.
Vio cómo su jefe daba una media vuelta y retomaba su camino bajando las escaleras, seguramente hacia la entrada principal de la casona, pero no pudo detenerse en él por mucho tiempo, devolvió su mirada para encontrar a Rubí con sus ojos rasgados fijos en el recorrido que había tomado su jefe, necesitaba preguntar desesperadamente para saciar su sorpresa.
—¿Qué fue lo que ocurrió entre ustedes? —cuestionó demasiado asombrado como para ocultarlo.
—Nada, solo hablamos —se encogió de hombros y se giró caminando hacia el pasillo. —Nos vemos en cinco días, Roger.
Movió su mano mostrándole el dorso en despedida mientras que él solo podía quedarse ahí aún con la boca entreabierta por el actuar de esos dos. Sí, definitivamente debió haber apostado contra Rubén, habría ganado y con creces.
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¿Es demasiado descaro decir que me encantan estos dos? Oh vamos, si son tan lindos como pareja, díganme que no soy solo yo viendo corazones entre esos dos. Oh bueno, llámenme loca, no importa.
Gracias por pasarse por aquí, leer y dejar sus votos (si es que lo hacen obvio), entre otras cosas, la calma se acabó agárrense que las cosas no se vienen lindas y si tienen problemas con imaginar la sangre o escenas fuertes es mejor que se retiren. Okay, quizás estoy exagerando la verdad es que aún no escribo el capítulo, pero esa es la advertencia que me dijo Rubí que escribiera, allá ella lo que tendrá que contarme.
Nos leemos en dos semanas, tal vez.
Atentamente una alarma.
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