Capítulo Doce
Capítulo doce.
Viterbo, Italia.
13 de abril, 2003
Sin contar el día de partida, llevaban dos días en que nadie de la familia directa estaba en casa, los caporegime de otras ciudades aledañas a Viterbo habían venido para cuidar la casona como se les había pedido y para Rubén eso había sido una de las mejores ordenes dadas puesto que todos ellos habían logrado mantener ocupada a Rubí en nuevos aprendizajes.
El primer día que llegaron, a solo unas horas de la partida de los jefes, tres caporegime; Raffaele Testa, Domenico Serra y Vincenzo Marchetti, tan solo con un vistazo quisieron sobrepasarse con Rubí, pero en respuesta y de forma simultanea los tres recibieron un muy buen escarmiento de la pequeña china. Luego al día siguiente llegaron los otros dos; Alessio Catalano y Stefano Fontana, quienes a pesar de ser advertidos por sus compañeros obtuvieron el mismo resultado. Tenía que confesarlo, siempre había querido que los cinco caporegime, que solían despreciarlo, por no ser Italiano y aun así tener un título dentro de una familia, obtuvieran su merecido y al haber visto como Rubí golpeaba a cada uno de ellos había sentido una satisfacción demasiado grata para un hombre de su edad, de todas formas fingió que estaba en contra y regañó a la muchacha frente a los otros.
Aunque luego, para su sorpresa, estaban todos encantados con ella conversando sobre anécdotas en la organización, algo que parecía tener maravillada a Rubí mientras escuchaba historias de sangre, extorsión y algunos que otros romances inapropiados entre familias. Es por ello que también entraba en una contradicción, odiaba a los cinco hombres en el lugar, pero también agradecía que pudieran mantener a Rubí, aunque fuera un momento, concentrada en otra cosa que no fuera; "¿Cuándo vuelven?". Los días pasados solo había estado hostigando sobre si había recibido alguna llamada, alguna información o algo que le dijera cuando aparecería la familia, a pesar de haber seguido su entrenamiento habitual parecía incluso más ansiosa que él mismo por la salida de los Felivene.
Se acercó al salón en que estaban todos sentados conversando de forma animada, recibiendo de forma inmediata la mirada de aquella muchachita hiperactiva, le sonrió tomándolo desprevenido y luego movió su mano invitándolo a acercarse.
—Sí, vamos, Rubén, únetenos, tal vez puedas escuchar alguna historia de estos viejos que te puedan servir de aprendizaje —comentó Catalano con entusiasmo como si alguna vez hubieran conversado gratamente.
—No creo que sea correcto, debo seguir rondando el lugar.
—Tranquilo, hombre, tenemos a nuestros soldados también en su trabajo —contrapuso Serra moviendo su mano para que se sentara de una vez.
Rubí se levantó llegando hasta su lado, lo tomó del brazo indicándole que se agachara un poco y prosiguió a murmurar.
—Estos hombres son unos completos cínicos, por esa razón hay que tenerlos en la palma de la mano para ser nosotros quienes los sorprenda a ellos.
Se alejó nuevamente ofreciéndole la misma sonrisa del comienzo, no podía negarlo, estaba sorprendido, Rubí había aprendido incluso más rápido que él sobre las relaciones en la familia y tenía una extraña habilidad de leer a las personas que conocía sabiendo con una pequeña observación en quien confiar y en quién no. Pocas veces decía lo que deducía por sí misma, normalmente tenía que pedirle que le comentara como si hubiese sido una tarea obligada durante las misiones, pero esta vez ella claramente había visto el comentario como necesario incluso antes de que él preguntara en que pensaba.
La pequeña mujer aprovechó su desconcierto para llevarlo hasta su lado del sillón y sentarse juntos frente a los cinco hombres que seguían charlando animados mientras tomaban de sus copas algún tipo de Ron sacado de la despensa, y fumaban sus infaltables habanos importados.
—¿Por qué fuman? Acaso no saben que solo hacen mi trabajo más fácil —comentó Rubí combinando idiomas, sabiendo perfectamente que ellos solo comprenderían la primera parte en italiano y el inglés lo pasarían sin importancia.
—Es nuestra debilidad, cariño, así como las mujeres hermosas, un buen habano siempre nos da placer —comentó Marchetti con elegancia comprada.
—Mátense lentamente, así me será más fácil atraparlos en un futuro.
—¿Por qué? —cuestionó Rubén, atrayendo su atención, otra vez apareció esa sonrisa amplia que parecía ser verdadera, pero que no lo era ni de cerca.
—Están tragando humo, eso daña los pulmones y su habilidad para correr disminuye —comentó soltando una risa que terminó por contagiarlo.
Esa niña era particularmente extraña cuando planeaba asesinatos en su cabeza, habilidad innata que poseía de una forma tenebrosa para todos.
—¿Qué tanto hablan?, no nos dejen fuera de la conversación —pidió Fontana, como un niño.
—¿Por qué no aprecian a Rubén? —preguntó directa tomándolos a todos desprevenido.
—Rubí —advirtió Rubén borrando de inmediato su sonrisa.
—¿Qué? ¿No crees que es una duda válida? Eres un excelente capodecina ellos no tendría por qué despreciarte.
—Ciertamente, niña, es algo que tú no comprenderías —respondió Testa secamente.
—¿Por qué? ¿Cree que soy demasiado estúpida como para comprender? —atacó nuevamente.
—¿Qué estás haciendo, Rubí? —susurró por lo bajo.
—Comenzando un juego —sonrió.
—Todos aquí conocemos tus habilidades, pequeña —tomó Serra la palabra. —Pero también tenemos nuestras reservas, no te lo tomes a mal, y tú tampoco, Rubén, es solo que llevamos años en el negocio y ver a hombres no italianos, o literalmente ni siquiera hombres, relacionados directamente con la familia es un tanto... ¿Cómo decirlo?
—Credere che un asino voli (creer que un asno vuela) —propuso Testa.
—Exacto —concordó Serra.
Rubén sintió de inmediato la mirada de Rubí sobre él, algo que ocurría con frecuencia cuando no comprendía las expresiones coloquiales del italiano.
—Algo imposible —susurró para ella, viéndola de inmediato asentir en comprensión.
—¿Sería igual de imposible que yo me convirtiera en la jefa de esta organización? —preguntó con un tono bajo, incluso amenazador.
Rubén se mantuvo en silencio observando a su compañera al mismo tiempo que los cinco caporegime soltaban risotadas y comentarios sobre lo imposible del hecho, pero a comparación de ellos, él no podría darse el lujo de reír con aquella pregunta porque por primera vez la mirada de Rubí no era como todas las que había conocido, ella observaba atenta a los hombres en el lugar con una sonrisa ladina y sarcástica, como si hubiese buscado aquella respuesta de ellos por alguna razón.
—Así de inverosímil como el hecho de que no italianos tomen lugares dentro de la familia —comentó para sí misma. —Bueno, caballeros —suspiró elevando la voz y levantándose en medio de todas las risas. —Me retiro.
Se abrió paso entre la pequeña mesa y el sillón, pasando por el lado de Rubén para abandonar la sala, prefirió por algún motivo no seguirla sino que quedarse a escuchar los comentarios posteriores de los hombres en el lugar que aún seguían lanzando bromas tras la espalda de Rubí, hasta que uno de ellos detuvo la comedia tajantemente.
—Esa puta se quiere pasar de lista —comentó Testa con voz de seriedad. —Es mejor que le adviertas su lugar, Francés, antes de que alguno de nosotros lo haga.
Pudo haber respondido con el mismo odio que desprendían las palabras de Testa, pero a lo lejos escuchó como el teléfono sonaba lo que lo libró de responder y así salir de la habitación con rapidez.
Caminó hacia el salón contiguo donde se encontraba una pequeña oficina que solía utilizar para los trabajos más administrativos, despejó el teléfono de los papeles que tenía encima, tomó el auricular y sin palabras comenzó a escuchar.
—Te daré ordenes concretas, no necesitamos fallos en esto, escucha con atención —la voz de Donato sonaba amortiguada y lejana como si estuviera escondido, lo que le hizo dudar de la veracidad de lo que le fueran a ordenar. —Esta es una orden directa del Don —pero con eso sus dudas desaparecieron al instante.
*
Rubí se miró al espejo por enésima vez de lo que llevaba esos días sin la familia en la casona, luego de esas dos malditas palabras no había podido dejar de mirar sus labios, algo que la mantenía ansiosa y desesperada a la vez puesto que cada vez que repasaba con sus dedos la zona algo parecía removerse en su inconsciente, pero luego todo muy pronto desaparecía alejándose como humo.
Odiaba esa sensación de inestabilidad e incertidumbre, odiaba sentirse fuera de lugar y aquello se había acrecentado con la ausencia de Biago, Roger y la Señora Fiore, los extrañaba y no estaba segura del por qué teniendo en cuenta que era poco el tiempo que pasaba con ellos a comparación de Rubén, después de todo el francés se había convertido prácticamente en su sombra luego de su integración en su décima.
Se había dicho que los días pasarían de forma rápida, que no notaría la ausencia de todos en la casona, pero con la llegada de esos cinco hombres sus ansias habían aumentado, sus manos picaban por golpearlos hasta la muerte y su nuca se presionaba en intentar devolver los recuerdos como un acto defensivo contra aquellos desconocidos. No era la misma sensación que en Di Cassia, no era esa impulsividad por querer defender a Biago, era algo diferente, era como si de alguna forma supiera que esos hombres eran una amenaza para el futuro de su estadía en el lugar, no presentaban amenaza alguna para la familia, pero si para ella misma, entonces en su lista mental de: "personas que la frustraban", los anotó por debajo de Donato y Agata.
Suspiró cerrando los ojos un momento y llevando sus dedos nuevamente a sus labios, acto que por primera vez le trajo una sensación regocijante, cálida y abrasadora.
—¿En serio lo harás? —se recordó preguntando en algún momento de su pasado, mientras observaba el torso de un hombre con abdominales bien marcados que ella podía repasar a su gusto.
—Claro, eres mía y soy tuyo para toda la vida —la voz la envió a algo parecido a un éxtasis de júbilo como si fuera una pequeña niña feliz por algún juguete, no, era incluso mucho más que aquella sensación.
—Estás loco —se escuchó comentar con un tono divertido, como si quisiera estar en desacuerdo, pero la verdad era completamente diferente.
—Por ti —respondió tajante la otra voz, sus ojos subieron hasta unos labios que le sonrían y si hubiese podido verse a un espejo era muy seguro que ella le estaba respondiendo de la misma forma. —Bien hágalo, quiero mi tatuaje —demandó su compañero.
El recuerdo se perdió entre el sonido de una máquina y las risas de ambos mientras conversaban, ella intentando distraer a su compañero del dolor burlándose con total soltura.
—¡Rubí! —el gritó la hizo abrir los ojos de inmediato y de forma automática la sensación de bienestar desapareció de su cuerpo enviándola al presente. Rubén apareció en el marco de la puerta de su habitación asomando su cabeza con una mirada confusa. —¿Interrumpí algo?
—Nada, ¿Qué sucede? —preguntó dejando ir el recuerdo.
—Alístate, nos vamos a Palermo.
—¿Iremos con Ojos Azules? —saltó emocionada sonriendo en grande.
—No exactamente, pero son sus órdenes, así que vamos.
—¿Ah?
—En el camino te explicaré todo, ahora muévete.
Miró con desconfianza a Rubén, pero no pudo contradecir a su orden puesto que el francés se alejó de su habitación tan rápido como había llegado. De mala gana organizó un bolso pequeño tan solo con la ropa necesaria y así partir, cuando salió a la entrada principal de la casona los cinco caporegime y el capodecina estaban a su espera conversando al lado de un auto negro.
—Vamos —indicó Rubén abriendo la puerta.
—¿En serio no nos dirás de que trata esto? —preguntó Testa con desprecio.
—Lo siento, órdenes del Don —respondió Rubén tajante al tiempo que sin palabras Rubí subía de copiloto.
Vio como los hombres siguieron reclamando y exigiendo explicaciones, pero Rubén se limitó a subir al auto y ponerlo en marcha sin ninguna palabra demás. Se adentraron a la carrera por un viaje de por lo menos once horas que incluía un tranvía, algo que Rubí ya había investigado de antemano en el momento en que supo que Ojos azules había tenido que ir lejos de sus cuidados. Suspiró, por alguna razón algo en esa precipitada salida de la casona la tenía inquieta como si pronto las cosas fueran a cambiar radicalmente.
—¿Me dirás ahora? —cuestionó al tiempo en que se habían alejado bastante de la casona.
—Me llamó Greco, al parecer eres una asesina reconocida dentro de la organización y necesitan de tus servicios, nuestro sottocapo dio la orden de llevarte y que cumplas todas las instrucciones que se te vayan a dar al pie de la letra, seré tu guía puesto que nadie puede saber que perdiste la memoria.
—¿Estás seguro que Ojos Azules dio la orden?
—¿Por qué no habría de serlo?
—¿Por qué entonces te llamó Greco y no Porters?
—Las cosas no siempre se hacen de una sola manera, Rubí, existen otras posibilidades.
Esa respuesta no la dejó satisfecha, pero por alguna razón no quiso ahondar en el tema, se acomodó en el asiento cruzándose de brazos y cerrando los ojos consciente que el viaje que tenían por delante sería largo y agotador.
*
Palermo, Italia.
14 de abril, 2003
Había sido informado el día anterior de que la comisión daría lugar a una segunda cita en la que por obligación tendrían que participar los sottocapos de las familias, esa había sido la primera vez en su vida en que su título le molestó, había pensado ese mismo día en partir hacia Viterbo, quería ver a Rubí, ya fuera desde lejos mientras ella entrenaba o de muy cerca como ese día en su habitación, daba igual, quería o más bien necesitaba de un solo vistazo. Pero lamentablemente eso no estaba dentro de los planes y desgraciadamente tendría que asistir a una reunión de la cual solo tendría la obligación de estar en silencio detrás de su padre.
Se ordenó a si mismo volver a ser profesional, es decir, antes de la llegada de Rubí a su vida jamás hubiese estado protestando internamente sobre un deber, ahora las cosas parecían algo extrañas en su mente, por lo que como un hombre de honor recapacitó tomando su postura imperturbable y serena. Salió de la habitación en la que se alojaba acomodando su reloj en la muñeca, saludó a Roger con un asentimiento de cabeza y tomó su camino hacia la salida, no era un día de protestas, era un día de aprendizaje, como solía decir su padre; "los asuntos más tediosos eran los que más beneficios le traían a la familia", lamentablemente.
—Señor —lo llamó Roger mientras se adentraban al auto. —Me llegó una información algo... extraña.
—¿De qué trata?
—Dicen que hoy habrá un regalo de su parte a Provenzano.
—¿Un regalo? ¿De mi parte?
—No estoy muy seguro de que trata, pero dicen que eso provocó que la comisión se pospusiera.
—Así que soy el culpable de mi propia estadía aquí —murmuró para sí mismo. —Veamos con que me sorprendo.
Llegar al lugar de encuentro no les llevó más de una hora en la que ambos se sumergieron solo en sus pensamientos. Roger estacionó el auto frente a la casona del jefe de la organización permitiendo a Biago dar un buen vistazo de todo el lugar, ya había llegado la mayoría de los demás sottocapo y era muy probable que los Don ya estuvieran dentro conversando, bebiendo y fumando a sus anchas.
—Recuérdame, ¿Por qué es que hago esto? —suspiró intentando convencerse de que luego de la estúpida reunión podría correr o incluso volar de vuelta a Viterbo.
—Porque usted es el único que puede mantener a flote a su familia luego de que su padre se retire —respondió Roger observando hacia la casona con la misma desconfianza que Biago.
—Me pregunto... ¿Qué habrá visto mi padre en mí que me eligió heredero? Flavio es incluso más frío y calculador que yo en los negocios.
—No creo que él tenga su ingenio, Señor. Usted sabe negociar mejor que cualquiera de sus hermanos.
Suspiró, tal vez Roger tenía razón o tal vez solo estaba intentando alentarlo para que entrara de una vez, fuera cual fuera la verdadera razón no tenía más opciones que bajarse del auto y enfrentar la realidad, solo serían unas horas, se dijo, y entonces podría volver a casa.
*
Repasó su mirada frente al espejo por décima vez desde que le habían dicho que viera el resultado, se veía completamente diferente, casi como una desconocida, debía aceptar que la Señora Fiore sabía cómo hacer resaltar la belleza en ella ocultando todas sus deficiencias. El problema era lo que se venía. 'Te darán un trabajo que te gustará', había dicho Rubén, pero para ello tendría que actuar como una mujer que sabía y conocía todo ese mundo a la perfección. Un mes, había pasado tan solo un mes entrenando y habían muchas cosas que debía aprender aún, pero era el momento de que pusiera todo en práctica.
Rubén la dejó frente a la puerta indicada y le pidió por enésima vez que se comportara como lo habían planteado, que siguiera las instrucciones al pie de la letra y respondiera como se lo había dicho, nada fuera de regla, nada impulsivo, estaría sola dentro de un cuarto con un mínimo de diez hombres que la observarían de pies a cabeza, pero incluso con eso ella tendría que comportarse con ese aire de superioridad que la solía embargar de vez en cuando y que Rubén apeló a que apareciera en ese momento.
—¿Lista?
—Comencemos con esta farsa —sonrió al mismo tiempo que Rubén abría la puerta dejándola adentrarse por sí sola.
Una abrasadora conversación se estaba llevando dentro del cuarto en el que una larga mesa llena de copas y ceniceros era rodeada por hombres de más de 50 años, como mínimo, que conversaban animados sobre quien sabe qué. Detrás de cada uno de ellos se encontraban hombres de unos 25 años, en silencio como si hubiesen sido castigados por algún motivo y el estar ahí fuera una tortura. Entre ellos se encontró con la mirada de Ojos Azules quien incluso sin ninguna palabra logró expresar bastante bien su desconcierto por su presencia en el lugar.
Estuvo a punto de abrir su boca y preguntar si es que realmente él había dado la orden de que estuviera ahí, pero antes la voz de uno de los hombres a la cabeza de la mesa se alzó por sobre todos deteniendo por completo el parloteo de los demás.
—Querida Red Lips —anunció con una alegría desmedida provocando que un murmullo se alzara entre los presentes. —Es bueno verte viva, ¿Qué había ocurrido? —cuestionó como si fueran viejos amigos.
El hombre tomó asiento, provocando que todos hicieran lo mismo, mientras guardaban un silencio fúnebre a la espera de la respuesta de la joven, todos parecían evaluarla tal vez preguntándose si era real la persona que veían frente a sus ojos.
—Eso también me gustaría saber —susurró de tal forma que pocos captaron el murmullo en otro idioma. —Eso no importa, Señores, ahora estoy bajo las órdenes de la Familia Felivene, por lo que si necesitan de mis servicios deben hablar con nuestro Don antes que cualquiera.
El hombre a la cabeza de la mesa asintió, dándole el espacio a Basilio de tomar la palabra, quien se acomodó en su asiento y encontró la mirada desafiante de Rubí, ya estaban tan acostumbrados a mirarse de ese modo que una sonrisa de suficiencia apareció en ambos.
—Las ordenes son las siguientes, Red Lips —tomó un respiro y prosiguió. —Se te entregaran dos carpetas, la muerte de Michele Sindona y Roberto Calvi deben ser efectuadas a la brevedad.
—Conocen el protocolo, Señores, un mes —asintió a los presentes realizando media reverencia como le había indicado Rubén.
—Contamos contigo, Red Lips —comentó el hombre en frente. —Una vez hayas terminado, ven a visitarme, tengo algunos temas que hablar contigo.
Miró a Basilio y de forma imperceptible el asintió permitiendo confirmar a Rubí la petición del hombre desconocido, ya luego saldría para preguntar los nombres de todos ellos, antes tendría que seguir actuando como si conociera a cada uno.
—Si no me necesitan más —dio media vuelta y sin que nadie se opusiera salió de la habitación consciente de que todos los ojos estaban sobre ella.
Una vez las puertas se cerraron tras su espalda sintió que pudo volver a respirar, dejó caer los brazos en un gesto de derrota y luego se irguió en una sonrisa hacia Rubén quien parecía expectante ante lo que fuera hubiera pasado allá dentro.
—Vamos, tenemos trabajo por hacer —comentó avanzando por el pasillo.
—¿Cuál fue la orden? —preguntó Rubén acompañando su paso.
Se detuvieron en el final del pasillo frente a Donato quien sostenía un maletín en sus manos. Rubí lo miró de pies a cabezas sin intención de realizar ningún movimiento en su presencia, y como era de esperarse el consigliere ni siquiera le prestó atención.
—Aquí está todo lo que debes hacer, encárgate de que el asunti salga como está planeado, a quattr'occhi (a cuatro ojos), Rubén, recuérdalo siempre, te estaremos llamando, no olvides informar cada paso.
Rubén asintió tomando el maletín entre sus manos y dando la indicación necesaria para que Rubí retomara su camino. Salieron de la casona para volver al auto, y aunque en el camino divisó a Roger teniendo unas inmensas ganas de ir junto a él para preguntar muchas cosas, se mantuvo en silencio tomando su posición de copiloto.
—Ten —Rubén le entregó el maletín permitiéndole echar a andar el auto rumbo al aeropuerto más cercano. —Nos vamos a Londres.
—¿De quién es la misión? —preguntó Rubí jugando con el cerrojo del maletín.
—Tuya, el Don te ha dado completa acción en este trabajo.
—De acuerdo.
Abrió el maletín encontrando las carpetas indicadas, dinero en efectivo y un aparato rectangular con varios botones con números en él. Mientras revisaba la primera carpeta con los antecedentes de Roberto Calvi, anotó ciertas cosas en una libreta que había encontrado en la guantera del auto, parecía completamente sumergida en su quehacer mientras Rubén la observaba de reojo y una curiosidad explicita se dibujaba en su rostro.
—¿Estás seguro que esta orden la dio Ojos Azules? —cuestionó Rubí mientras escribía en su libreta.
—Claro —afirmó el francés tomado por sorpresa.
—¿Qué fue lo que dijo?
—Que confiaba en ti —respondió sin meditarlo, provocando una sonrisa ladeada de su compañera.
—Cuando vuelva al primero que visitaré será a ese viejo de mierda —susurró concentrada.
Un nuevo silencio se creó entre los dos, bastante incómodo para Rubén teniendo en cuenta el tono de amenaza de Rubí, pero al segundo se vieron interrumpidos por el manifiesto de vida del aparatito rectangular. Rubí lo tomó en su mano viéndolo como si de un insecto bastante feo se tratase y luego de inspeccionarlo por todos lados terminó por extender su mano hacia Rubén quien tomó el aparato sonriendo.
—¿Nunca habías visto un celular? —preguntó apretando un botón y apegándolo a su oreja. —Señor... —se silenció escuchando lo que decía el aparato bajo los atentos ojos de Rubí. —De acuerdo —en ese momento lo quitó de su oreja para extendérselo a ella quien lo miró extrañada. —Tenlo, el Don quiere hablar contigo.
Con desconfianza tomó el aparato haciendo lo mismo que Rubén mientras apegaba el teléfono en su oído, pudo escuchar mágicamente la voz de Basilio a través del dichoso ladrillo con botones.
—Espero que estés escuchando con atención —asintió aún abrumada por lo que podía hacer aquel aparato entre sus manos. —No estoy seguro de que puedas hacer esto por ti sola como antes, sé quién eres, pero tendrás que averiguarlo de regreso, por ahora necesito que mates a esos dos hombres, como sea, pero que nadie te vea, espero aún conserves tus habilidades, muchacha, confío en la asesina más reconocida de nuestro mundo que ha renacido como el fénix.
—No tengo ni idea de que mierda hablas —susurró preguntándose si habría escuchado o no.
—Eres Red Lips, Rubí y con eso debes conformarte por ahora, si quieres recuperar tu pasado entonces comienza por hacer este trabajo por mí, Biago te lo agradecerá.
—¿Tengo todo el control del trabajo?
—Todo el control mientras no me defraudes.
—Bien, entonces envía más dinero, también necesito identificaciones falsas y reservaciones en Londres y Milán, con diferencia de 15 días cada uno. Ahora vamos a Londres, espero que tengas todo arreglado para nuestra llegada. No errores, Basilio.
—Suenas a toda una profesional, nadie diría que perdiste la memoria —Rubí rió, como hubiese querido negar esa afirmación, pero debía aceptarlo, en el momento en que le dieron el trabajo todo su cuerpo comenzó a actuar por su cuenta de forma impresionante ella sabía cada paso que dar, podría asustarse, pero se sentía bastante cómoda en esa actitud. —¿Necesitas algo más?
—Estos apartitos mágicos, ¿Cómo funcionan? —preguntó con curiosidad despegando el celular de su oreja para observarlo con detenimiento, provocando la risa de Rubén y Basilio desde el otro lado.
—Te lo explicaré luego —respondió Rubén al tiempo que Rubí devolvía el aparato a su oído.
—Son señales electromagnéticas...
—Pueden ser intervenidas y rastreadas —interrumpió Rubí. —Son buenos para comunicarnos, pero no más, deberías saber eso, Basilio, envía más aparatos, pero nunca utilices el mismo.
—Interesante deducción, muchachita.
—Estaremos en contacto.
Cortó la llamada al tiempo en que abría la ventana y tiraba el celular hacia afuera bajo la impresión de Rubén.
—¡¿Pero qué has hecho?! —exclamó el francés asombrado.
—Enviará más de esos juguetes, no te preocupes —respondió con una sonrisa burlona.
La verdad es que tenía mucho en que pensar como para estarse preocupando por aparatos electrónicos que podrían delatar su ubicación, por fin iba a lograr hacer un poco de lo que más le gustaba y por alguna razón su cabeza ya estaba funcionando a mil revoluciones por minutos mientras maquinaba diversos métodos para matar a aquellos hombres de forma en que los medios pensarán que había sido un suicidio y solo los cercanos al caso supieran la verdad. Había tantas opciones con las que divertirse que no daba abasto con el tiempo para decidirse por cuál era la más idónea, pero tenía un largo viaje por delante por lo que dejó que su mente la llevara por los diferentes escenarios fraguando así el mejor plan para el momento de la ejecución.
****
Bueh, bueh, bueh, no es como si haya matado a mucha gente por aquí, pero es que esta mujer es impredecible, según ella habría sangre, pido mi devolución. Okay no, concentrándome en el capítulo debo decir que tengo todas mis expectativas puestas en el siguiente, por fin la veremos trabajar bajo sus propios límites, ya quiero ver eso. Ay, ay.
Lo malo es que se ha tenido que separar de mi guapote hermoso, ¿Y mi romance, bitch? Bueh, supongo que habrá que esperar, después de todo esto está catalogado de acción y no romance, en fin, creo que ya me terminé de deprimir, pero según tengo conversado con Rubí es que cuando aparezca el Romance habrá mucho y del bueno, para los que esperan un shippeo intenso, cariños, lo habrá, ¿Con quién? Pues eso ya lo veremos. *inserte risa malvada*
Okay ahora si, gracias por leer mis hermosuras con mente igual de distorsionada que yo, nos leemos la próxima semana, porque sí, retomaré las actualizaciones semanales, así que esperenlo con ansías que se vienen capítulos de infarto. Oh ya solté mucha información, mejor me largo antes de que dé un spoiler.
Atentamente una gritona.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro