Capítulo cuarenta y siete
Palermo, Italia
10 de julio, 2005
Era un cuarto oscuro alumbrado por una sola ampolleta que se balanceaba de un lado a otro había un cuerpo que sangraba, gemía y pocas veces mostraba signos de vida. Rubí se adentró procurando cerrar la puerta detrás de sí. Trajo una silla y una pequeña mesa con diferentes tipos de cuchillas y las colocó frente al cuerpo que solo se sostenía desde las muñecas en unas cadenas que daban al techo. Antes de sentarse se acercó, palmeó dos veces llamando al ser humano que yacía ahí y cuando pareció cobrar consciencia sonrió sentándose en su lugar.
—Por favor —se escuchó levemente en un gemido. —Por favor, ya no más —sollozó.
—Pero si acabo de llegar —sonrió Rubí, tomando una de las cuchillas. —Además en mi experimento esto está surtiendo efecto, sin heridas profundas puedes aún sobrevivir, estoy impresionada, Dane.
—No... no más —suplicó intentando moverse, pero solo provocó un leve movimiento en las cadenas.
—Creo que esta sala está muy bien equipada, Gioto fue muy inteligente al crear esta sala de tortura, lo que aún no me has dicho es porqué te tenía aquí.
—¿Hoy... quieres conversar?
—Si no gustas... —en un segundo la cuchilla que tenía en sus manos fue lanzada directo al cuerpo de Dane incrustándose en su estómago.
El impacto logró un estremecimiento de la joven y luego el gemido que no lograba salir bien desde su garganta, ya lo había hecho anteriormente, Rubí había cortado su piel y dejado que cicatrizara para luego volver a cortarla, había quemado algunas partes de su cuerpo con vela y otras veces había sido más ingeniosa intentando clavar sus extremidades a la madera en un intento de crucifixión, por suerte aquella vez había recibido una llamada y todo había quedado a medias, pero aún tenía la marca en su mano derecha que no parecía querer sanar. Dane aún no comprendía como es que había soportado tanto, supuso que la comida podía ser un factor, pero al final del día vomitaba por lo menos la mitad cuando la tortura llegaba.
—Me preguntaba si es que hoy querrías que te contara un poco sobre cómo están las cosas allá afuera, pero como veo que solo quieres jugar... —Rubí se levantó, caminó hasta quedar a centímetros de su rostro, tomó la cuchilla del estómago de Dane incrustándola un poco más hasta hacerla gritar.
—¡Hablemos, hablemos! —gritó llorando desesperada, a lo que Rubí sonrió quitando de un solo movimiento la cuchilla.
—Te desangraras rápido después de eso —comentó volviendo a su silla.
—¿Por qué no me matas de una vez?
—Eso me pregunto yo, ¿Por qué no me mataste, Dane? Tenías todas las posibilidades de haberme matado a mí en vez de a Rubén, en vez de Agata, en vez de Biago, ¿Por qué no me mataste a mí?
—¿Biago... murió? —susurró atreviéndose a sonreír.
En consecuencia Rubí volvió a lanzar una cuchilla esta vez cayendo en una de sus piernas y luego dos más que la acompañaron en zonas cercanas.
—No, no está muerto —masculló Rubí viendo el dolor de Dane en el rostro. —Por lo menos no está muerto como tu madre.
—¿De qué hablas? —cuestionó con un pequeño temblor en su voz.
—Ah cierto, no te he contado, tu madre, no la prostituta, sino que Doña Vitelo, se ahorcó, justo antes de que los policías pudiera allanar la casa ella tomó la decisión de irse antes de ir a la cárcel.
—¡Imposible! ¡Imposible! ¡Tú la mataste! —gritó moviendo las cadenas provocando que sus heridas quemaran y el dolor se acrecentara.
—No, Dane, yo no la maté, ni siquiera tengo tiempo, ella no era relevante para mí.
—¡Lo hiciste para vengar la muerte de Alessia!
—¿Por qué debería vengar la muerte del primer amor de Biago? —cuestionó de regreso. —No me corresponde, ni me incumbe, cuando en realidad el asesino de aquella chica fue el Cuervo, uno de mis compañeros en Blood Eyes.
—¡No, no, no! ¡Mamá no pudo morir! ¡No!
—Una lástima, Dane, pero ella se ahorcó en la sala y dejó una nota, no es algo de lo que yo pueda competir.
Se levantó de su lugar y caminó hasta Dane nuevamente, tomó dos de las cuchillas que estaban enterradas y las sacó de golpe, para esta vez enterrarla en sus brazos.
—Mátame, por favor —suplicó llorando.
—Te dije que suplicarías —sonrió Rubí enterrando aún más las cuchillas. —Pero no te lo concederé, hasta que me digas todo.
—Le advertí a papá de ti, por esa razón me encerró —habló rápido.
—Que lastima que por intentar salvarlo terminara torturándote, ¿no? —fingió compasión, pero luego endureció su rostro. —Pero no es lo que necesito.
—¡Es lo que pediste! ¡¿Qué más quieres de mí?! —gritó desesperada. —¡Ya no tengo nada!
—El contrato con la Banda Veneciana y los demás tratos que hicieron con la edificación en Italia, quiero los documentos legales y las empresas constituidas.
—¡No valen nada ahora que el nombre de mi padre se ensució! ¿Para que las quieres? —chilló agitándose nuevamente sin importar el dolor.
—Por alguna razón ninguno de esos contratos estaban en los documentos que recaudamos y Vita tampoco ha logrado obtener acceso. ¿Crees que sería el salvavidas de tu padre luego cumpliera su condena? Siento decepcionarte, pero antes de morir tendrás que entregármelo todo.
—¿Vita? —susurró sin poder enfocar su mirada. —¿Vita quiere los documentos? ¡Ella no merece nada! ¡Ella debía ser la próxima que muriera! ¡No te daré nada! ¡Mátame, mátame, porque de mí no obtendrás nada!
—De acuerdo.
Rubí se levantó y tomando una cuerda la amarró a los pies de Dane para luego sujetarla desde el otro extremo de la sala comenzando a enrollarla, de tal forma que mientras más se envolvía la cuerda más tiraba del cuerpo de Dane haciéndola gritar por la extensión de sus músculos. Lo siguiente fue retirar las cuchillas desde sus brazos y enterrar las tres en sus caderas, finalmente, mientras Dane chillaba y gritaba desesperada, Rubí tomó una vela y la acercó a su rostro esperando que la cera se calentara para que cayera lentamente en uno de sus ojos.
—¡Te diré, te diré, te diré! —gritó Dane cuando vio la vela cerca.
—Dime —susurró Rubí dejando la vela a un lado, pero sin aflojar el amarre de las cuerdas ni las cuchillas de su lugar.
—Dante, Dante tiene todo, él... él se iba a encargar, traspasé todo a su nombre, él tiene todo.
—Mmh, complejo...
—¿Por qué?
—Dante ingresó a la sala de Biago, pero antes de que pudiera hacer algo uno de mis hombres lo mató...
—¡Que, no, no, no, no! ¡No pudiste! ¡No! —la forma en que se agitó Dane había sido desmedida provocando que Rubí se alejara un poco de ella, las lágrimas de la joven comenzaron a ser mucho más evidentes, confundiéndose con la sangre, moviéndose de tal forma en que parecía que podría soltarse.
—Woh, realmente lo amas, tranquila, era broma, Dante escapó antes de que pudiera matarlo, está escondido en algún lugar de Italia, pero ya lo conseguiré atrapar, como será de bastardo que ni a verte ha venido —sonrió Rubí.
—Él va a cuidar de nosotros, él va a lograr vengarse, eso te lo aseguro, él... él dará todo porque pagues por cada cosa que has hecho, maldita perra.
—Qué bello —susurró Rubí ensanchando su sonrisa. —Aun confías en él —Rubí tomó su celular y marcó, luego de unos segundos demandó. —Encuentra a Dante lo antes posible, él tiene lo que necesitamos —cortó la llamada y caminó para soltar a Dane de un golpe.
El brusco movimiento provocó que el balanceo de las cadenas hiciera sonar los huesos de los brazos de Dane provocando un nuevo grito desgarrador de la joven.
—¡Mátame! ¡Por favor, mátame! —sollozó Dane mientras Rubí se acercaba a la puerta.
—Aún no, aun puedes sufrir un poco más —respondió desapareciendo de la sala.
*
Viterbo, Italia
20 de agosto, 2005
Se reunieron en la sala como si fuera una conversación normal. Rubí tomó el lugar en un sillón individual, Roger el del costado derecho, mientras que Franco lo acompañó a su lado quedando frente a frente a Vita quien tomó el lugar en un sofá para tres personas. Roger dejó los documentos en la mesa mientras que Rubí con un cubo rubik en sus manos solo se reacomodó en el sillón intentando observar desde lejos.
—Son los documentos de Dante, están los contratos con licitaciones de grandes corporaciones en Italia y algunas más pequeñas en ciudades aledañas, pero si logramos movilizarlas a nuestro nombre como empresa quizás podríamos mover el nombre de la familia a otro tipo de status.
—¿Eso significaría sacar a la familia del eje de la organización? —cuestionó Franco observando a Roger.
—No, simplemente mover la base de inversiones a un área más legal de la que se mueve actualmente.
—Puedo invertir parte del dinero de las exportaciones de cocaína, con el apoyo de Piero podríamos lograr mover los contratos al nombre de la familia y en afiliación con los Rossi —comentó Rubí observando los papeles.
—Eso haría que tuviéramos un compromiso mutuo, ¿no es así? De esa forma tú también te comprometerías, sería una unión entre familias legal y meramente financiera —aclaró Franco.
—Exactamente, ¿o es que acaso quieres también una unión matrimonial? —preguntó divertida mientras movía el cubo en sus manos.
—No, claro que no, contigo paso, que miedo tener a una asesina en la cama —comentó burlón.
—¡Hey! —rió Rubí sin evitar tirar el cubo hacia Franco quien simplemente lo atrapó con tranquilidad. —Estás aprendiendo, Don —sonrió.
—Bien, siguiente tema, ¿Qué harás con las demás cuentas de los Vitelo? —preguntó Roger a Vita quien parecía concentrada en los papeles de la mesa.
—Ya coloqué todo al nombre de Franco, solo quedan las propiedades en Palermo y algunas en Roma, quería venderlas, pero no estoy segura de cuánto pedir por todas ellas.
—Algunos de nuestros hombres pueden encargarse, si nos entregas el título de la propiedad podremos manejarlo todo sin demora —ofreció Roger.
—Claro —Vita se acercó al costado del sofá y tomó su cartera sacando los papeles para entregarlos a Roger.
—Por cierto, iré a visitar a tu padre, ¿Quieres que le diga algo de tu parte? —cuestionó Rubí sorprendiendo a Vita.
—¿Irás... irás a matarlo? —titubeó la menor de los Vitelo.
—¿Por qué? ¿Quieres que lo haga? —incitó divertida, pero al no encontrar reacción se encogió de hombros. —De todas formas ya está en la cárcel, dentro alguien más puede hacerlo por mí, pero si tú me lo pides... —provocó otra vez.
—¡Haz lo que quieras con él, Rubí! —exclamó Vita un tanto alterada. —No me interesa su vida después de lo que le hizo a mi familia... —su voz bajó al mismo tiempo que su mirada, pero podía notarse un velo lágrimas en sus ojos.
—Oh, Vita —susurró Franco levantándose para llegar a su lado y sostenerla entre sus brazos. —Tranquila.
—No puedo evitarlo, es tan asqueroso...
La acción provocó que la joven comenzara a llorar en toda regla, pero para Rubí el abrazo de los dos solo fue una sorpresa que la llevó a alzar las cejas sin comprender la situación. Miró a Roger esperando que le explicara qué estaba sucediendo o cómo es que ellos se habían vuelto tan cercanos, a lo que el consigliere respondió en un susurro.
—Se van a casar.
—¡Imposible! —exclamó sin evitarlo. —Tiene que ser una broma, ustedes no pueden casarse.
Franco la observó sobre el hombro de Vita mientras esta seguía llorando.
—Lo conversaremos más tarde, ¿de acuerdo? —indicó a Rubí, la cual solo pudo mirar la situación con mayor desconfianza de la que ya tenía.
—Bueno, los asuntos ya quedan acordados, ¿algo más que agregar? —interrumpió Roger intentando retomar la reunión.
—¿Qué pasará con la Banda Veneciana? —preguntó Rubí ignorando a la pareja que aún se mantenía abrazada.
—Tenemos el contrato, pero no sirven, solo los mantendremos vigilados por si necesitamos alguno de sus servicios.
—De acuerdo. Pon en marcha las licitaciones de los proyectos de los edificios, iré a visitar a Gioto en un par de días así que también necesito un poco de cianuro.
—Tenemos en la bodega.
—De acuerdo, amh, ¿algo más que agregar? —ofreció esta vez intentando llamar la atención de todos.
—Amh... ¿Qué hiciste con Dane, Rubí? —cuestionó Roger. —Dante preguntó por ella.
—¿Qué hiciste tú con Dante? Intentó matar a tu jefe, no lo dejaste escapar solamente, ¿verdad? —devolvió la pregunta alzando una ceja.
—Aún no muere si es lo que necesitas saber, pero no lo he dejado ir.
—Bien —rebuscó entre su ropa y tomó una tarjeta extendiéndosela a Roger. —Si es que quiere despedirse de ella antes de que lo mates, llévalo aquí.
Roger tomó la tarjeta observando detenidamente la dirección.
—Esto es un cementerio en Palermo, Rubí.
—¿La mataste? —cuestionó Vita pareciendo más asombrada que triste por la noticia.
—No, ella no resistió más —susurró en una sonrisa que a todos los puso en alerta.
—¿Sufrió mucho? —preguntó nuevamente Vita sin mostrar alguna expresión de lamento.
—Pareces disfrutar la noticia, Vita —comentó Roger haciendo reír a Rubí.
—Sí, sufrió lo suficiente —respondió levantándose de su lugar e inclinándose un tanto en despedida. —Grata reunión, pero debo seguir realizando mi trabajo, Señor Franco, si me permite conversar un momento con usted, se lo agradecería —señaló el costado de la sala para salir al patio a lo que Franco solo suspiró levantándose para ir junto a ella.
Ambos se despidieron de Roger y Vita encaminándose a la salida, solo cuando estuvieron lo suficientemente alejados en el jardín, Rubí se detuvo para darle un certero golpe de puño obligándolo a retroceder.
—¡¿Tú eres idiota o te botaron de la cama cuando eras pequeño?! ¡¿Por qué diablos te vas a casar con una Vitelo?! ¡Desde que llegué aquí he estado intentando evitarlo y tú vienes y cometes la misma estupidez! ¡¿Qué diablos te ocurre?! —exclamó bastante cabreada.
—Vita no es como las demás —respondió comprobando su mandíbula. —Tú misma lo has visto, Vita ha cooperado para la reconstrucción de nuestra familia y además en hacer desaparecer la suya por completo.
Rubí lo observó detenidamente, entre impresionada y aun descolocada por la noticia, no podía ser cierto, no tenía ni pies ni cabeza aquella idea, ¿cómo era posible que el mismo hombre que le había dicho que veía como una hermana a Vita Vitelo ahora quisiera casarse con ella? Eso no tenía sentido.
—¿Y qué hay de Idara? ¿Me pediste que cuidara de ella para casarte con otra? —reclamó con rabia.
—Ella y yo hemos tomado caminos diferentes, Rubí, Idara ahora es tu mano derecha y no dejará de serlo para venir conmigo.
—¡¿Y quién dice que no?! —exclamó. —¡¿Acaso ya se lo pediste?! ¿Intentaste hablar con ella por lo menos?
—¡Si, lo intenté! —se exaltó, pareciendo perder el control de la situación. —Pero... ¿sabes lo que me dijo? Me pidió que madurara, que en este mundo nuestro amor no tiene ni un poco de sentido, y que ni siquiera lo intentara, ¿sabes cuánto dolió escucharla decir esas estupideces? ¿Sabes cuánto me duele aun saber que la perdí por dejarla ir contigo? No sé en qué parte de nuestra historia me equivoqué, pero no seguiré rogando a una persona que no quiere nada conmigo. ¡Me cansé, Rubí!
En silencio Rubí lo observó, Franco había utilizado sus manos para expresarse destacando cada punto sin dejar de mostrar cómo de molesto se sentía con Idara y aunque ella sabía que eso era netamente sus problemas, no pudo evitar sentirse culpable por haber influenciado a que ellos terminaran de esa forma.
—Puedo pedirle a Idara que vuelva a Tuscania, o que venga aquí...
—¿Para qué? ¿De que serviría? Ella ya no es la chica tímida y tierna que conocí, ahora... ahora tiene metas en la vida al parecer, ahora ella quiere estar contigo —señaló molesto. —Debería sentir celos de ti, pero yo fui quien provocó esto. De todas formas ya acabó, me casaré con Vita y reconstruiremos a la familia no hay más que conversar sobre ello, y tendrás que acatar sin reclamar porque soy el jefe de esta familia y tu simplemente el brazo militar, ¿entendido?
—No estoy de acuerdo con la decisión que tomaste, Franco, eso tenlo en mente.
—No necesito que estés de acuerdo, simplemente respétalo, por favor —susurró cansado.
—¿La extrañas mucho?
—Cada día, Rubí, cada día.
*
Roma, Italia
24 de agosto, 2005
—¡Ya, ya, ya! —gritó el guardia a los reos mientras golpeaba las celdas con su bastón. —¡Orden!
Llegó hasta la celda en donde un grupo de hombres acorralaban a otro, cuando los logró quitar observó al anciano en el suelo gimiendo y empapado de su propia sangre. El guardia se acuclilló y sin ninguna empatía solo lo movió con su bastón comprobando que aún siguiera vivo.
—¿Puedes levantarte, Vitelo? —preguntó moviéndolo otra vez, a lo que el hombre solo volvió a gemir en respuesta. —Tienes visita, muévete.
El guardia tomó a Gioto del brazo haciéndolo gritar de dolor, pero aun así lo logró levantar hasta obligarlo a caminar. Pasaron el pasillo de celdas hasta entrar a una sala contigua, la cual solo tenía dos sillas y una mesa en medio, al ver quien era su visita lo primero que quiso Gioto fue volver a su celda, pero antes de poder devolverse el guardia lo apuntó con su bastón empujándolo una y otra vez hasta hacerlo avanzar.
—¿No quieres verme, Gioto? —cuestionó la muchacha extendiendo sus labios rojos en una sonrisa.
—Eres la última persona en la tierra que me gustaría ver —masculló, finalmente rindiéndose ante el guardia y sentándose frente a Rubí.
—Es un sentimiento mutuo —respondió la china observando detenidamente su rostro. —¿Qué ocurrió? Los demás reos no te han tratado como lo hacen usualmente. ¿Dónde están tus contactos, Gioto?
—No sé qué mierda hiciste, pero juro que cuando salga de aquí te destruiré de una y mil formas, y no solo a ti, haré desaparecer a todos los Felivene en el proceso. ¡Me escuchaste! —se levantó golpeando la mesa con sus puños, pero cuando intentó voltearse para irse se encontró de lleno con un revólver apuntando a su cabeza.
—Este es el juego, Gioto, esa arma tiene solo una bala, ¿quieres probar suerte? —escuchó a Rubí por detrás.
—¿Qué más quieres de mí?
—Tu firma.
Solo entonces se giró notando los papeles al lado de la mano de la joven, una pequeña pila de documentos que tenían la identificación de su familia.
—Vita dijo que estos eran los últimos detalles para poder venderlo todo, lo otro pasarlo al nombre de la familia Felivene y lo demás eliminarlo. Pero debo obtener tu firma, a la buena o a la mala, como tú decidas.
—Tendrás que matarme, antes de que les de algo mío.
—Error, nada de esto es tuyo, si te mato la heredera directa es Vita así que solo me harías el favor de agilizar el proceso.
—Claro que no, Dane es la heredera directa.
—Pero si tú la mataste, lo dijiste aquel día en que tomaste la casona Felivene —repuso Rubí divertida.
—¡Yo no lo mate! —exclamó Gioto.
—Ah, es cierto, la maté yo —se encogió de hombros y sonrió.
—¡Maldita zorra, no pudiste! —se intentó tirar sobre ella, pero antes de que pudiera alcanzarla el guardia lo empujó contra la mesa inmovilizándolo completamente. —¡Eres una vil rata del demonio asquerosa puta de mierda!
—Decídete, Gioto, ¿soy rata o puta? —cuestionó Rubí divertida.
—¡Hija de puta, acabaste con mi familia!
—De hecho, ese fuiste tú, suéltalo —indicó al guardia. —Si intentas acercarte a mí otra vez haré que te devuelvan a la celda y que los demás reos te torturen por mí cada día por el resto de tu vida en prisión —indicó antes de que Gioto pudiera realizar algún movimiento. —De otra forma si firmas te podré dar una salida de escape —agregó sonriendo.
—¡No necesito nada de ti! —intentó irse otra vez, pero el guardia volvió a apuntar, solo que esta vez disparó haciendo que Gioto cerrara los ojos por inercia. Por suerte solo fue aire el que escapo del revólver.
—Bueno, ahora solo te queda una de cinco —sonrió Rubí. —Creo que no te he explicado bien el juego, Gioto —se acomodó en su lugar mientras él volteaba a verla. —Si te intentas retirar de la sala él disparará —indicó al guardia. —Si me intentas tocar, haré que te lleven de regreso a tu celda, pero recibirás la paliza de tu vida y así será a diario, ¿te han intentado violar tal vez? Porque quizás eso también venga en el paquete —sonrió. —Pero si me escuchas, haces lo que te diga y cooperas dándome tu firma en cada documento que necesito, entonces te daré tu boleto a la tranquilidad, ¿qué dices? ¿Con cuál opción te quedas?
Gioto la observó con desconfianza, pero teniendo en cuenta que no tenía muchas opciones simplemente se quedó tranquilo observando la pila de documentos.
—Muéstrame —indicó reacomodándose en la silla.
Rubí comenzó a extender los papeles señalando donde debía firmar, le entregó un bolígrafo y le exigió que comenzara a firmar. Gioto intentó leer lo que estaba firmando, pero por más que intentó reclamar y volver a levantarse para dejar todo de una vez, solo obtuvo dos veces la misma respuesta.
—Una de tres Gioto, la siguiente puede ser la bala —decía Rubí sonriendo.
Una hora después Gioto ya había firmado todos los papeles y de alguna parte había salido un hombre de traje negro que verificó las firmas para legalizar el procedimiento. Solo cuando comprobaron que estaba todo en orden el hombre volvió a salir y Rubí permitió que el guardia abriera la puerta para que Gioto volviera a su celda.
—Espera un momento, teníamos un trato —repuso Gioto viendo a Rubí levantarse de su lugar. —Exijo que me saques de aquí.
—En ningún momento dije que te sacaría de aquí.
—¡Me dijiste que me darías un boleto a la tranquilidad! —exclamó desesperado.
—Claro.
Rubí rebuscó entre su ropa y de un bolsillo sacó una pequeña capsula que depositó en medio de la mesa.
—Es cianuro, incluso si no la tomas ahora puede ser tu pase directo a la muerte para el día en que ya no puedas más.
—¡Me tienes que estar jodiendo! —exclamó Gioto alterándose y yendo a atraparla.
Nuevamente antes de que pudiera tocar un solo cabello de Rubí el guardia ya lo tenía atrapado entre sus brazos impidiéndole moverse, a cambio Rubí con toda su tranquilidad tomó la pastilla y la guardó en el bolsillo de su ropa palmeando dos veces sin quitar su sonrisa.
—Créeme, Gioto, la necesitaras —comentó riendo.
Gioto intentó removerse e ir por ella otra vez, pero a cambio solo pudo ver como salía por la puerta opuesta y él era arrastrado hacia las celdas otra vez.
*
Belcolle, Italia
19 de septiembre, 2005
—Te has perdido de muchas cosas, mi niño, creo que ya deberías despertar para estar al día, ¿no crees? —Fiore acarició la mano de Biago pasando sus yemas por cada uno de los dedos de su hijo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al notar que no había ninguna reacción, ya eran seis meses desde el accidente y aunque muchas cosas en su familia habían cambiado en particular ella no había logrado poder sentirse mejor, sentía que había perdido muchas cosas y que aunque quisiera sonreír como antes no habría nada que pudiera causarlo. Se sentía tan rota con la falta de Flavio y se sentía peor al saber que Biago en algún momento podría acompañar a su hermano.
Comenzó a llorar como lo hacía a diario, ya no había días en que las lágrimas no salieran de sus ojos y aunque a su esposo le disgustaba verla de ese modo, ella no encontraba la solución a su dolor ni a su tristeza. Extrañaba aquellos tiempos en que todo parecía ir bien, en que simplemente tenía a sus tres hijos para ella sonriéndole y alegrándola con sus visitas, extrañaba realmente su salón blanco, sus lecturas y su maquillaje, pero hacía cerca de tres meses que no estaba en casa, cuando intentaba leer algo no podía concentrarse porque recuerdos de la niñez de Flavio venían a su mente rompiéndola otra vez y hacía cerca de la misma cantidad de tiempo que no podía siquiera tomar un labial para poder pintar su boca. No tenía fuerza, no tenía energía, no tenía ganas de nada y solo quería estar ahí, esperando el día en que Biago abriera sus maravillosos ojos azules y le sonriera como antes.
De pronto entre su llanto la puerta se abrió, y por más que quiso recobrar su compostura, sonreír a la visitante o crear una charla en que ambas no se sintieran incómodas, aquel resquemor en su corazón, y el rencor con la creencia de que Rubí tenía mayormente la culpa, simplemente provocaron que se levantara, limpiara un poco su rostro y saliera de la sala dejando a la muchacha sola frente al cuerpo inmóvil de su hijo.
—Saldré un momento —susurró.
Pero antes de que pudiera escapar, Rubí tomó su muñeca pidiéndole suavemente que la mirara.
—Sé que no podré nunca demostrarle cuanto lo siento realmente por la muerte de Flavio, sé que me culpa y que ni siquiera quiere verme porque le recuerda ese momento, pero ante todo yo a usted la siento como una madre, ha sido la única mujer en mi vida que me trató como una persona o como una niña y de verdad me duele su indiferencia, entiendo, de verdad entiendo que esté dolida, que se haya roto por la pérdida de su hijo, pero no me haga a un lado, por favor, se lo ruego, no me haga esto usted también.
La mirada de ambas se encontraron y aunque le costaba ver por las lágrimas, no pudo evitar notar los ojos enrojecidos de Rubí por el esfuerzo de contener su llanto. Las palabras de la joven enternecieron el corazón de Fiore y aunque realmente quería seguir alejándose, no pudo resistirse más. La abrazó sintiendo ambas el dolor de la perdida, porque aunque no lo decían ni tampoco lo demostrarían, ambas habían perdido a personas muy importantes en todo el proceso y ambas estaban esperando, rezando por el regreso de aquel hombre en la camilla.
]
[
—Creo que así se ve mejor —comentó Rubí cuando terminó de aplicar el delineador en los ojos de Fiore.
—Gracias, mi niña —respondió sonriendo, tomó el espejo y observó el trabajo de Rubí. —¡Dios, que hiciste con mi cara!
—Hice lo mejor que pude —se avergonzó Rubí, a lo que solo pudo hacer reír a Fiore.
El maquillaje aunque había intentado quedar decente, no lo había logrado, había delineador corrido y el labial no cubría completamente su boca, los colores que había aplicado en su parpado estaban escurridos también en sus cejas y aunque realmente no quería ofender a Rubí, debía aceptar que parecía maquillaje de payaso. Comenzaron a reír aligerando el momento y por más que había querido ocultarlo, debía aceptar que había extrañado interactuar con Rubí. Amaba a esa niña tanto como amaba a sus hijos, por ella y aunque aún le dolía, sabía que no podía seguir alejándola.
—Cielos, muchachita, iré al baño a arreglar este desastre —susurró divertida.
—La espero aquí, lo siento, de verdad hice mi mejor esfuerzo.
—Ahora entiendo por qué solo te aplicas labial y un poco de delineador —comentó adentrándose al baño con el estuche de maquillaje.
Sabía que Rubí había respondido, pero decidió ignorar el comentario comenzando con su trabajo en el baño, limpió su cara observando su reflejo y aunque le costaba reconocerse tras varios días sin dejar de llorar sabía que podría recomponerse, le costaría, dolería cada día, pero tenía la esperanza de poder sanar, por Franco, por Basilio, por Rubí y por Biago quien aún luchaba por respirar.
Terminó por limpiarse y maquillarse, quedando como aquella mujer destacada esposa de uno de los jefes más grandes de la mafia, se sintió de pronto llena de energía y de orgullo por su belleza a pesar de los años, así que no pudo evitar salir del baño con una sonrisa radiante, caminó lentamente llamando a Rubí, pero solo entonces notó que había un extraño silencio en la habitación, Rubí estaba de espaldas observando la camilla y parecía tensa e inmóvil.
—¿Qué sucede, Rubí? —preguntó Fiore, pero en vez de responder la joven de rasgos asiáticos, escuchó una voz que había extrañado y que hizo que su corazón se estrujara provocándole lágrimas otra vez.
—¿Mamá?
Biago había despertado...
*****
Génesis tipo:
Changsegi tipo:
*******
Buenas nuevas mi gente bella 🙊🙊🙊🙊
Estoy feliz feliz con este capítulo debo aceptar que se sintió bastante bien releerlo y hay ciertas escena que ufff me encantaron, en fin, creo que es momento de ustedes sean los jueces del capítulo.
Cuéntenme, ¿Qué les pareció? ¿Tortura a Dane, casamiento de Franco y Vita, Gioto en la cárcel y, lo más esperado por todos, Biago despertando?
Omg aún estoy que no me lo creo, amo, amo a ese hombre, pero Se Gi me dijo que no me emocionara tanto 😭 no sé a qué se referirá, pero en fin yo seguiré feliz.
Gracias a todos por su paciencia en cuanto a las actualizaciones, gracias por sus comentarios en los capítulos anteriores y por los votos, les amo.
Este capítulo se lo dedicaré a blueblack-_-, se lo debía hace tiempo así que espero te tome por sorpresa, querida, 🙊 te queremos ❤️
Otra vez mil gracias a todos y espero nos volvamos a leer muy pronto, hasta la próxima hermosas(os), no olviden los abrazos y mordiscos de mi parte.
Atentamente una sombra.
Posdata de dato curioso
Espero que con lo de Dane no se hayan confundido, ciertamente Gioto no la había matado solo había muerto retóricamente para él puesto que no había hecho las cosas que le había pedido, por mientras él hacía su desastre Dane estaba encerrada en la sala de tortura y cuando Rubí registró la casona de los Vitelo no encontró mejor que ocupar el mismo lugar para encargarse de la mujercita esta. Ese resumen quizás pueda ayudar 🙊.
Posdata dos
ESTOY HACIENDO PORTADAS Y CONTRAPORTADAS PARA LIBROS, ASÍ COMO PROMOCIONES O CUALQUIER EDICIÓN GRÁFICA QUE GUSTEN, POR SI LES INTERESA PASEN POR MI PÁGINA DE FACEBOOK.
https://www.facebook.com/ChangsegiChangsegi
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