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Capítulo Cuarenta y seis

Capítulo Cuarenta y seis

Viterbo, Italia

30 de abril, 2005

Flavio...

Flavio...

—Señor, debe acompañarnos, debemos tratar su herida.

Franco elevó su mirada encontrando a un paramédico frente a él, sabía que él tenía razón, había recibido una bala en el hombro izquierdo por intentar detener a Gioto, pero no había un daño más grave, sabía que podía soportarlo, pero Flavio...

Miró hacia el frente nuevamente donde se encontraba su padre aun llorando en el suelo y un poco más allá, Rubí con los ojos perdidos y llenos de lágrimas mirando el cuerpo inerte de Flavio, los paramédicos y la policía comenzaron a hacerse cargo, los soldados calabreses parecían tener todo en control llevando cuerpos y dando órdenes para ayudar a los heridos, mientras que ellos... ellos que eran dueños del lugar, que habían ganado la batalla no podían hacer nada.

Cuando el paramédico movió a Flavio en una camilla tapando todo su cuerpo hasta la cabeza con una sábana, escuchó el grito desgarrador de su padre, había presenciado como Gioto Vitelo disparaba y aquella bala perdida caía en dirección a la nuca de su hijo, no podría soportarlo, nadie podría...

Franco comenzó a llorar viendo como trasladaban a su hermano, viendo como su padre lloraba y como Rubí parecía haber perdido toda la capacidad de moverse. El paramédico logró finalmente moverlo, a él y a los demás, pero sabía que incluso cuando la escena sería bien limpiada y habían logrado obtener de regreso su hogar, nada volvería a ser como antes.

*

Roma, Italia

01 de mayo 2005

Fiore Felivene lo único que pudo hacer cuando la noticia llegó a sus oídos fue correr, correr hasta más no poder, hasta que sus piernas dolieran y sus músculos protestaran, corrió pidiendo que la llevaran pronto, corrió desde la entrada del edificio hasta el final y cuando logró encontrar a su familia por fin lo único que pudo hacer fue llorar, comenzó a llorar con sollozos descontrolados, con lágrimas que no podrían ser detenidas y con un dolor en su pecho que no podría soportar. Su hijo, su amado segundo hijo estaba ahí, por fin entregarían el cuerpo, lo velarían en el día y al siguiente entonces tendría que enterrarlo, el solo pensamiento hizo que el dolor fuera peor, quiso acercarse, quiso tomarlo entre sus brazos nuevamente, pero cuando lo intentó fue retenida por unas manos fuertes.

Basilio estaba ahí sosteniéndola, llorando junto a ella mientras veían el cuerpo de su hijo inerte, el dolor para ambos era insoportable y no habían palabras que pudieran contener lo que estaban sintiendo, no quería creerlo, se había negado a creerlo, pero ahí estaba y la muerte era cierta. Minutos después tuvieron que salir para comenzar con los tramites y el velorio, el país completo sabía lo que había pasado, todos estaban enterados de la pelea entre familias en Viterbo, la destrucción de la imagen del gran empresario de Palermo y la terrible tragedia de muertes inocentes en el proceso, todo había sido proyectado a nivel nacional por medio de noticiarios y periódicos por lo que sabía que las cosas debían hacerse rápido, sabía que tenía que ser fuerte para que lo mediático comenzara a menguar y su familia pudiera volver al anonimato como pedido de Cosa Nostra, pero no tenía cabeza para pensar en una forma de agilizar el proceso cuando apenas lograba creerlo, no quería, realmente no quería enterrar a su hijo y entonces el llanto solo se acrecentó más, el vacío en el pecho parecía estarla consumiendo y, el odio, el dolor y la tristeza solo se expandían por cada parte de su sistema.

—Debemos irnos —la voz que escuchó la hizo separarse un poco de su esposo.

Adoraba a esa niña, pero no pudo evitar cegarse, tenía tanta rabia, tanto enojo que ni siquiera pensó en lo que estaba haciendo cuando una sonora bofetada retumbó por todo el lugar. Había golpeado a Rubí y el solo hecho de ver los ojos de esa muchacha la hizo reaccionar nuevamente, pero no así menguar su dolor.

—Mi hijo —comenzó con la voz quebrada. —Mi hijo te salvó la vida —sollozó. —¡Por qué! —gritó tomándola de los hombros y comenzando a sacudirla mientras Rubí solamente la observaba con los ojos llenos de lágrimas. —¡Dime por qué mi hijo haría eso! ¡Por qué te salvó! ¡¿Por qué?!

Continuó llorando, sacudiéndola y queriendo golpearla otra vez, pero lo único que logró hacer fue caer al suelo sin poder detener las lágrimas, el dolor parecía insuperable, el odio, la rabia eran sus nuevos compañeros y la tristeza ya parecía instalada.

—Vamos, amor, debemos acompañar a Flavio —escuchó el sonido suave de la voz de Basilio, quien la tomaba de los hombros para hacerla caminar nuevamente.

Solo asintió avanzando junto a él sabía que tenía que hacerlo, tenía que despedirse como debía de su hijo, velar su cuerpo para que pudiera descansar en paz y luego sepultarlo. Un largo sollozo escapó de su garganta cuando entendió que ya no había regreso, su hijo había muerto y tenía que hacer todo para dejarlo ir, pero ella como madre, sabía que no podría.

Caminó solo por inercia, pero la comprensión de aquella muerte solo la hizo pensar en cómo algo dentro de sí misma comenzaba a apagarse lentamente.

*

Ciminterio Nuovo di Viterbo, Italia

02 de mayo, 2005

La caravana se detuvo en la entrada principal del cementerio, habían acabado la misa hacía unas horas y por fin habían llegado al culmine de la ceremonia en donde todos como en una liturgia caminaban tras la urna que contenía el cuerpo de Flavio hasta donde yacería para siempre. Acompañó a la familia por respeto, mientras a su lado iba Stefano llorando sin intenciones de detenerse. No había podido vestirse como Stella como hubiera deseado, solo por apariencia y aunque Rubí le había dicho que nadie lo podría juzgar en ese lugar él había dicho que por respeto a Flavio y sus secretos prefería presentarse como era debido.

El dolor en la familia era evidente, el camino parecía eterno y los sollozos parecían hacer una sinfonía, pero incluso con las lágrimas que había derramado de vez en cuando sentía que algo se había apagado en su interior, aun no lograba entenderlo, se sentía culpable, le dolía su muerte, pero... ¿Por qué? ¿Por qué Flavio quien había dicho odiarla tanto había sacrificado su vida por ella? ¿Por qué?, esa pregunta la había estado persiguiendo a diario, repitiendo una y otra vez sus últimas palabras, sentía que no tenían sentido, sentía que no lo comprendía y le parecía hasta inaudito y ofensivo que él hubiera arriesgado todo por ella.

A comparación de todos que estaban destrozados, ella solo se sintió confundida, desconcertada y con un extraña sensación de vacío por no poder comprender lo que estaba sucediendo. Habían creado un plan perfecto y sí, había muchas cosas que no habían cumplido, pero aun así, la muerte de Flavio no tendría que haber sucedido, no debía suceder, pero ahí estaban acompañando a todo un grupo de gente que lloraba y gemía porque la vida de Flavio ya no estaba, se había ido...

Vio como el proceso fue llevado a cabo, vio como la urna era bajada y enterrada, como la gente lloraba su partida, como habían dado sus últimas palabras, como la Señora Fiore lloraba con desesperación ante la pérdida de su hijo y al mismo tiempo vio como Basilio sostenía a su mujer derramando lágrimas sigilosas. Sintió como el brazo de Stefano se entrelazaba con el de ella para presionar mientras intentaba retener las lágrimas, sabía que no habría consuelo para el dolor que todos sentían y aunque quiso realmente llorar con ellos se sentía demasiado desconcertada para poder hacerlo.

Recorrió el mausoleo de la familia Felivene viendo las tumbas y los detalles, la arquitectura típica de Italia estaba ahí al igual que nombres de muertos de antaño, seguramente de generaciones anteriores, padres, abuelos, bisabuelos, mucha gente yacía ahí, el lugar era inmenso seguramente varías hectáreas solo para la familia, pero entonces mientras terminaban de cubrir la tumba de Flavio reparó en una inscripción que había en un costado; Rubén Dugés (1978 — 2004). Su corazón protestó, y solo por inercia llevó su mano a su clavícula encontrando el pequeño dije de rubí que llevaba todo el tiempo, mordió su labio sintiendo como comenzaba a temblar y luego, cuando observó a su alrededor mientras sellaban la tumba y colocaban la lápida, no pudo retenerlo, el dolor del recuerdo de su mejor amigo, la vida perdida de Flavio y la estúpida sensación de no haber podido lograr por completo su objetivo, hicieron que perdiera el control de todo lo que estaba reteniendo dejándose llevar en un sollozo que acompañó a los demás, solo entonces pudo vivirlo, el dolor desesperante en su pecho, la tristeza embargando cada aspecto de sí misma y la impotencia de no haber podido hacer nada para salvarlos como debía.

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—Gracias —susurró Rubí cuando iban de camino a la casona.

Por alguna razón Basilio le había pedido que se fuera con ella mientras que la Señora Fiore se había regresado con Franco a Belcolle. Había pensado que Basilio la odiaría y la culparía al igual como lo había hecho la Señora Fiore, pero a cambio solo se había estado comportando cordial y ausente, lo entendía, él había perdido casi todo su poder en la región, pero al mismo tiempo que luchaba por recuperarla había perdido algo mucho más preciado... su hijo.

—¿Por qué? —cuestionó Basilio reacomodando su traje.

—Por la tumba para Rubén, de verdad te lo agradezco... No tenía ni idea.

—Fue Franco, lo hizo cuando llegó a Tarquinia, pensé que te había dicho.

—No... ya le agradeceré también —susurró bajando la mirada y volviendo a crear un extraño silencio.

—Gracias —dijo de pronto, Basilio. —Si no fuera por ti y el trato que hiciste con Calabria, no hubiéramos podido lograr obtener de regreso la casona.

—No, era mi deber, se los debía por lo que han hecho por mí...

—Rubí —la llamó, obligándola a elevar su mirada. —Lo siento.

Ambos se sostuvieron la mirada, sabía lo que le había costado decir esas palabras a Basilio, pero por más que intentó ayudarlo en su miseria, no sabía qué decir, había sido tomada por sorpresa, cuando realmente había pensado que ese hombre la odiaba por haber actuado sola todo el tiempo, por haber intentado protegerlos a todos sin darles un informe, realmente pensó que no la aceptarían nunca más, pero entonces, ahí estaba el viejo Don de la familia ofreciéndole unas disculpas.

—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar, parecía que desde ese tiempo sería de ese modo, habían muchas cosas que no lograba comprender y realmente comenzaba a frustrarse por ellas.

—Fui un idiota al no haberte escuchado, si hubiéramos actuado antes, si hubiera sido menos terco, si hubiera cortado conexión con ellos, Biago no estaría hospitalizado y Flavio no hubiera muerto, si te hubiera escuchado, Rubí...

Ella abrió y cerró la boca sin saber qué responder, se sintió desconcertada ante aquel sorpresivo momento, pero no podía negar que realmente era agradable escuchar esas palabras de parte de un hombre que parecía nunca ser doblegado.

—Flavio me pidió que los cuidara, justo antes de morir, ¿me permitirás hacerlo? —cuestionó Rubí con suavidad, sintiendo como extrañamente un peso fuera eliminando de su cuerpo.

—¿Realmente quieres volver?

—Sí, pero esta vez será diferente, si es que me permites...

—¿Qué quieres hacer?

—Contarte y que me aconsejes, que me enseñes y que me escuches, que comprendas que desde que me acogieron no he podido verlos de otra forma más que como una familia a la que quiero proteger...

Basilio sonrió y asintió, dio un largo suspiro y se volvió a remover en el asiento observando hacia al frente.

—¿Cómo crees que debamos proseguir ahora? La casona es un desastre, las cuentas perdieron el balance, estamos en crisis y Cosa Nostra ha cerrado sus puertas para nosotros, nuestros embarques no han logrado tomar un rumbo porque Biago no ha despertado. Mi familia está destruida, he perdido un hijo y no quiero perder a otro, todo es un desastre, Rubí, y pareces ser la única con la cabeza fría como para poder avanzar.

—Si te aconsejo, esta vez... ¿realmente me vas a escuchar?

Basilio se giró a verla otra vez y aunque parecía estar en un debate interno bastante difícil, terminó por asentir muy lentamente.

—Sí, Rubí, esta vez trabajaremos en conjunto, aprenderás, te escucharé y viceversa —concluyó provocando una sonrisa sincera en Rubí, una que no había dado en mucho tiempo.

*

Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.

08 de mayo, 2005

—Debo decirte que ya te he dado bastante tiempo, te di lo que me pediste, lograste ayudar a esa familia, ahora necesito mi retribución —declaró la mamma santísima mientras caminaba por el salón encendiendo las velas una por una.

—Creo que matarlo es una mala idea, eso es todo —reclamó Rubí a sus espaldas siguiéndola en su tarea.

—¿Y qué propones? —cuestionó la mamma santissima deteniéndose para observarla.

—Actualmente las tensiones en Cosa Nostra están creciendo, Lo Piccollo y Rotolo, a pesar de haber apoyado a Vitelo con el armamento también están haciendo su colección de armas por su cuenta. La guerra es inminente siempre y cuando ayudemos a que sea un poco más bajo perfil.

—¿Qué es lo que quieres hacer? —preguntó la mamma santissima observándola con detenimiento.

—Tengo entendido que las denuncias por extorsión han aumentado, hace unas semanas hubieron incendios y explosiones con dinamita en tiendas que eran protegidas por una u otra familia, está más que claro, solo hay que dejar que ellos solos se hundan, ya van en camino.

—Aun no me dices que quieres hacer, Rubí —repuso tomando nuevamente una varilla y encendiéndola para continuar prendiendo las velas.

—Quiero utilizar la conexión que tenemos con la policía para encarcelar a Provenzano y desestabilizar a Cosa Nostra, solo aceleremos lo inminente, puedo trabajar con ellos entregando información para que los capturen.

—¿Cuánto demoraría eso? —cuestionó en automático.

—Tal vez un año...

—¿Y quieres que para entonces il tuo protetto(tus protegidos) obtengan el poder en la Cosa Nostra? Así no funciona, Rubí, no quiero que les quites el poder para ofrecerlo a otros, quiero que los liquides.

—Se equivoca, no quiero que los Felivene tomen el poder en Palermo, quiero que se queden ahí en Viterbo, aumenten su poder en Lazio y creen un lazo con La 'Ndrangheta, quiero eliminar toda conexión que tienen con una organización que tiene una muerte inminente.

La mamma santissima volvió a detener su trabajo con las velas para observar a la muchacha de labios rojos, parecía tan segura con sus planes que por alguna razón le hizo recordar sus inicios en ese mundo, se veía hasta inocente, aún le faltaba sufrir mucho más para obtener el lugar que le correspondía. Suspiró para finalmente asentir con una sonrisa suave.

—Sigo creyendo que estás moviendo piezas solo en beneficio de los tuyos antes de la 'Ndrangheta, pero de acuerdo, dejaré que hagas el trabajo, hazlo a tu modo, mis recursos están a tu disposición, pero recuerda, Rubí, un error y no solo destruiré todo lo que tienes si no que te llevaré al infierno hasta que ruegues por misericordia —sorpresivamente Rubí rió, desconcertando a la mamma santissima un momento.

—Lo siento, es que es una amenaza que utilizo mucho —sonrió. —Agradezco su confianza, prometo que no la defraudaré y volveré cumpliendo todos sus pedidos.

—Hazlo bien, niñita, sino quieres que los tuyos vuelvan a sufrir y esta vez sabes que no estarías luchando con simples bastardos codiciosos que quieren un poco más poder...

—Lo sé, vendí mi alma al diablo y así como puedo obtenerlo todo también me pueden arrastrar al infierno cuando ustedes quieran —respondió divertida, atrayendo la atención de la mamma santissima otra vez.

—Simplemente no me decepciones, muchacha —sentenció.

—Se lo aseguro que no, mi señora.

*

San Luca, Italia

03 de junio, 2004

Hacía cerca de un mes que su hermano había muerto, las cosas en la casona aún se estaban reajustando y el conteo de sus aliados se había reducido enormemente, la alianza con Cosa Nostra tras el apoyo que habían dado a Vitelo solo provocó que se debilitara y tras la propuesta de Rubí no había forma en que el asunto dejará de ser un drama continuo de lamentos para convertirse finalmente en acción.

Se había convertido en Jefe de familia tras una larga conversación con su padre y Rubí, debía aceptar que había sido muy interesante verlos interactuar, la conmoción por la muerte de Flavio seguía sobre sus cabezas, su madre estaba triste todos los días y no había día en que su padre no viera una foto de él, pero aquello no había detenido la reconstrucción de la familia, Rubí se había quedado para reorganizarlo todo y dentro de esa reunión había propuesto que él tomara las riendas tras el buen desempeño que había demostrado durante la batalla, era eso o que Basilio tomara el poder nuevamente y ambos estuvieron de acuerdo con que él necesitaba un descanso por lo que tomaría el lugar de consejero. Aquello había llevado a otra conversación, una en la que Rubí no tuvo reparos de soltar argumento tras argumento para desligar a la familia de Cosa Nostra e incentivarlos a intentar crear una unión más fuerte con la 'Ndrangheta, sabía que su padre tenía comunicación con Piero Rossi, líder de una de las familias en Calabria, pero eso no significaba que la familia tuviera estrechas conexiones con la organización del sur. Por ello y dentro de esa reunión Rubí había propuesto intentarlo, abrir las puertas a una nueva posibilidad y tras un largo debate, él había decidido probar suerte. Había sido su primera decisión como Don y realmente, deseaba no equivocarse.

Por eso se encontraba ahí en ese momento, Rubí había manejado en todo el camino con su tranquilidad recobrada y su razonamiento medido, mientras que él solo había podido acompañarla en silencio pensando en que no solo tendría que realizar una negociación con un jefe de mayor rango sino que además existía una gran posibilidad de que en el proceso volviera a ver a Idara.

Suspiró largamente intentando encontrar su valor cuando Rubí finalmente estacionó el auto frente a lo que parecía ser dos hileras de casas paralelas con una casona en el medio, nada tan ostentosa como en su hogar, pero si conservada y destacada por la arquitectura antigua de la zona. Observó con detalle el lugar y aunque Rubí había apagado el auto y tenía evidentes intenciones de salir, no pudo realmente moverse o seguirle el avance.

—No puedo hacer esto —susurró de pronto volteándose para tomarla de la muñeca y pedirle que se detuviera.

—¿Te vas a retractar? —cuestionó Rubí alzando una ceja. —Me decepcionaría bastante que te arrepintieras ahora.

—Es solo qué... Soy un niño, apenas tengo 20 años, no he vivido nada y me siento tan inmaduro para hacer estas cosas —se sinceró intentando que notara su desesperación.

—Tengo la misma edad que tú, Franco.

—¿Ah sí?

—Sí, y eso no me ha impedido hacer muchas cosas, además entre tú y yo, tú tienes muchas más facilidades, eres hombre, a ti te escuchan, para mí siempre es más difícil.

—Pero... pero tú no demuestras ser menos nunca, no tienes miedo, eres calculadora, siempre sabes qué hacer, eres... eres todo lo que yo no soy...

—Voy a golpearte —masculló Rubí haciéndolo reír por un momento. —Escucha con atención, esto no tiene que ver con lo que no eres, enfócate en todo lo que has hecho, incluso antes de ser caporegime eras un muy buen negociador con los comerciantes menores, luego tu trato con el pueblo de Tarquinia fue muy efectivo, has hecho el trabajo bien, has tomado las decisiones debidas y ninguna de ellas ha sido un problema o un error, has sido valiente y a pesar de la edad y la inexperiencia has hecho más de lo que hicieron algunos de los lideres mayores de la organización. Ahora, déjate de joder con miedos infundados y salgamos de este auto para hacer negocios, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —susurró Franco aun con una grata sensación en su pecho ante las palabras de Rubí.

—Ah y por cierto, ante todo, no estás solo, me tienes a mí y juntos haremos que la familia vuelva a tener la estabilidad que necesita.

—Eso suena a una propuesta de matrimonio, Rubí —se burló haciéndola reír.

—Ni lo sueñes, querido, yo solo quiero que para cuando Biago despierte todo esté en orden y esta vez si podré prometerle nunca irme de su lado —la sonrisa que apareció en su rostro lo hizo sentir nostálgico ante el amor que tenía para su hermano.

Entonces miró hacia la casa nuevamente, ¿habría un poco de ese amor para él ahí o realmente se había esfumado todas las promesas que se habían hecho? Suspiró, tenía tantas ganas de ver a Idara, pero a la vez tenía tanto miedo que no sabía realmente qué hacer, no tenía idea como actuar si es que la veía, pero sabía que su corazón aun protestaba por un poco de su amor.

—¿Ahora si podemos ir? —preguntó Rubí atrayendo su atención otra vez.

—Vamos —terminó por asentir tomando impulso para salir del auto.

Al momento que salieron y comenzaron a avanzar hacia la entrada la puerta principal se abrió y de ella salió Idara disparada a los brazos de Rubí, según tenía entendido Franco, ellas se habían convertido en buenas amigas y, a causa del desastre y la ayuda que estaba brindando Rubí en la reorganización de la familia, no había tenido tiempo para volver a San Luca hasta aquel día, eso podría explicar el abrazo eufórico, pero aun con ello sintió que habían pasado años luz desde podía entender realmente a Idara. La observó llorar suavemente mientras abrazaba a Rubí y le decía cuanto la había extrañado, estaba cambiada, tenía el cabello corto, su rostro no tenía la misma expresión temerosa y su mirada expresaba la confianza que a él le faltaba.

De la casa salieron otras personas, tres hombres que conversaban caminando hacia los costados, seguridad probablemente, pero que solo entonces notó que el lugar ya estaba bastante resguardado, giró sobre su propio eje viendo con destalle los puntos estratégicos en que los soldados estaban repartidos, con eso solo pudo pensar en aquel día del desastre los soldados calabreses habían optado por puntos muy parecidos para el inicio de la batalla, lo que si debía aceptar había sido de gran ayuda, quizás por la misma razón ellos habían ofrecido esas alternativas, conocían de antemano las posibilidades que tenían y todas las opciones que debían utilizar, cuando dejó de inspeccionar el lugar volvió a mirar a Rubí e Idara conversando animadamente, suspiró solo porque al ver a esa mujer de rasgos asiáticos supo que no podría permitirle a su familia dejarla de lado otra vez, si debía hacer algo como Don sería nunca perder la conexión con ella, porque sabía que sin su ayuda otra historia sería la que estaría viviendo.

—¿Ya viste todo lo que tenías que ver? —preguntó de pronto Rubí dándole una sonrisa.

—Si... —susurró Franco llevando su mirada lentamente para encontrarse con los ojos de Idara. —Me al...

—¿Viniste por lo de la negociación? —interrumpió la muchacha girándose para ver a Rubí y comenzar a caminar hacia la casa.

—Sí, creo que Franco con su posición actual debería hacerla, yo lo apoyaré.

—¿Y ya hablaste con Provenzano? Dijiste que le darías la opción.

—Solo hace unos días logré que me diera un poco de su tiempo, debo ir el domingo.

—¿Crees que lo entienda?

—Espero que sí, no quiero matarlo y desatar un nueva guerra entre clanes —suspiró haciendo que Franco colocara su atención completamente en ella.

A pesar de que quería seguir contemplando a Idara, aquello le trajo muchas preguntas, se adelantó para tomar del brazo a Rubí y preguntar de qué trataba, pero justo cuando iba hablar un hombre de traje, con tal vez unos cincuenta años, cabello cano y una mirada bastante relajada apareció centrándose en la muchacha.

—Hasta que por fin regresas, ¿ya me relatarás con más calma todo el desastre que lograste y él cómo lo tendrás que pagar?

—Cada detalle, Piero —respondió Rubí con una sonrisa.

Con tan solo esa leve conversación Franco supo que tenía mucho que aprender y aunque sabía que Rubí tenía su misma edad, alcanzar el nivel de confianza y poder que ella había obtenido le llevaría tiempo, pero en ese momento se dio cuenta, podía seguir siendo un inmaduro en busca de un amor no correspondiendo o finalmente colocarse los pantalones y asumir su cargo con orgullo, no podía seguir siendo un niño escondido tras las faldas de Rubí, así que dio un largo respiro y se concentró, no más inseguridad, no más quizás, era momento de actuar como un hombre, así como lo hubieran hecho sus hermanos.

*

Palermo, Italia

05 de junio, 2005

—Es bueno verte, después de tanto tiempo, Red Lips.

Bernardo Provenzano ingresó al gran salón un tanto apresurado, pero con una sonrisa, caminó hasta el costado de su mini-bar para servir dos copas dejando una frente a Rubí y la otra para sí mismo, solo cuando el hombre se sentó se observaron con firmeza, ambos sabían que ahí no estaban para hacer buenos tratos, pero aun así intentaron ser cordiales.

—Disculpa que haya demorado en aceptar esta reunión, he tenido muchas cosas que hacer, muchos tratos, mucha gente, ya sabes cómo están siendo las cosas por aquí, un tanto agitadas —sonrió moviendo su copa y luego lo tomó de un solo trago. —¿Qué te trae por aquí?

—¿Estás planeando tu escape del país otra vez? —preguntó la mujer moviendo el contenido de su copa.

—¿Por qué dices eso, Red Lips? —reprochó sintiéndose un tanto ofendido.

—Estuve haciendo algunas averiguaciones y aunque en realidad no quisiste ayudar a Vitelo contra nosotros simplemente cerraste las puertas porque comienzas a tener miedo —declaró tomando su copa para beber lentamente un poco de su contenido.

—¡Pero qué cosas dices, Red Lips! Yo jamás hubiera alzado armas contra ustedes, lo sabes —exclamó sintiéndose realmente molesto.

—¿A qué le comienzas a temer, capo di tutti capi?

Bernardo no pudo responder, sintió su mandíbula tensarse y sus manos hacerse puño, respiró largamente y aunque realmente deseaba estar molesto, sabía que no tendría sentido desquitarse con una niñita que jugaba a ser asesina, no sabía qué caminos había tomado Red Lips para en ese entonces, pero por su postura, su seguridad, su ropa y con la gente que había llegado ese día, sabía que no era la misma muchacha que alguna vez había trabajado para Blood Eyes.

—Me parece que te estás equivocando, te pediré que te retires si no tienes nada bueno que decir, Red Lips, no tengo tiempo para molestarme contigo.

Se levantó de su lugar esperando que la muchacha lo acompañara, pero a cambio solo se quedó ahí jugando con la copa en su mano y sin una sola insinuación de querer moverse de su lugar.

—Me ofrecieron mucho por acabar con tu vida, Bernardo —habló al fin, lo que claramente no ayudó en nada a Provenzano, no solo por la explicita amenaza de muerte sino que por primera vez había escuchado su nombre en la boca de esa mujer y sabía que eso no era nada bueno.

—Dime cuanto y lo triplicaré —demandó con apremio.

—No podrías igualarlo, Bernardo.

Solo entonces Red Lips se levantó para llegar hasta él, tomó su hombro y lentamente se giró para enfrentar su mirada, ella se veía tan calmada y serena, que le pareció imposible que realmente lo fuera a matar, tenían un trato de años y él había sido de ayuda para que pudiera entrar al mundo del crimen organizado, ella no podría... ¿verdad?

Cerró sus ojos cuando vio que la muchacha de labios rojos llevaba una mano a su cadera, seguramente en busca de su arma o alguna cuchilla, no quería morir, podía buscar a alguien, llamar a los guardias, tal vez podría correr, pero... ¿de qué serviría? Sabía de antemano que esa mujer cuando se lo proponía podía aniquilar hasta al animal mejor escondida del mundo.

—No voy a matarte, Bernardo, pero si tengo que proponerte un plan —susurró Red Lips permitiendo que él abriera los ojos con calma.

—¿Un plan?

Lo que ella había sacado de su ropa había sido un sobre sellado que le estaba extendiendo. Su mirada parecía expresar preocupación y seriedad al mismo tiempo, pero con ella sabía que nunca podría encontrar la respuesta correcta para sus expresiones.

—Es la salida para que tu sufrimiento acabe, no soy la única que querrá matarte desde ahora en adelante, así que espero lo puedas considerar.

Con un pequeño temblor en su mano Provenzano tomó el sobre que le extendía, Red Lips se alejó caminando hacia la salida y aunque realmente quiso preguntar más sobre el asunto prefirió dejarla ir, aliviado y consciente que sería lo único que podría recibir de ella en ese momento. 

********

Uuuuuuh las cosas se están acomodando lentamente 🙊

Bueno, esta vez vine rápido porque en realidad quiero avanzar rápido 🤭 iré escribiendo a medida que vayan saliendo, iré actualizando continuamente para acercarnos a la recta final. Espero no perder la inspiración.

Ahora si necesito sus comentarios, ¿Qué piensan sobre la muerte de Flavio? ¿Qué piensan sobre la actitud de Franco o la de Provenzano? Cuéntenme, cuéntame 🤭.

Gracias por leer, por cierto haré una acotación, por quienes quizás crean que la reacción de Provenzano es mediocre o exagerada, porque vamos es el capo di tutti capi, ¿a qué le tendría miedo? Bueno la diferencia es que él en realidad no conoce a Rubí, él conoció a Wang Xia o como siempre nombra a Red Lips, la mujer que ella es actualmente no se iguala en nada a como era de niña 🤭 así que bueno ya verán a lo que me refiero en los siguientes libros.

Gracias por leer, gracias por estar siempre atentos, quiero dedicar este capítulo a  monikaescobarvargas quien siempre es la primera en aparecer por todos lados cuando actualizo algo, de verdad, querida, muchas gracias por tu apoyo ❤️❤️

Y ahora si me retiro, espero nos leamos pronto, besos y mordiscos.

Atentamente una tecla.

Posdata de dato curioso

Cuando pensé este libro, quizás dos años antes de que realmente comenzará a escribirlo, lo pensé en uno solo en donde las historias fueran paralelas, por ello pensé de inmediato en la historia de Rubí y Devan. Un tiempo después cuando retomé la idea me di cuenta que merecía más de un libro y además podía sacarle muchas ventajas, tratar temas reales y enseñar lo básico en ellos, entonces lo pensé dividir.

Por ello, lo único que está completamente planeado de esta saga son los dos primeros libros.

Killer I: La joya.
Killer II: La sombra.

Pero... A medida que he ido escribiendo mis cálculos toman a dos libros más

Killer III: Blood Eyes
Killer IV:

Ambos dos aún no tienen nombre específico, pero sé que uno será en el pasado mismo de Blood Eyes y el otro en la seudo actualidad.

Contado esto, espero lograr escribir todas las historias y que el tiempo me dé porque quiero escribir el II y el III de forma paralela, mientras actualice uno actualizo el otro y así.

Bueno creo que ya hablé mucho sobre mis planes 🤭

Gracias por leer, nos leemos pronto, o por lo menos eso espero.

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