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Capítulo Cuarenta y nueve

Capítulo Cuarenta y nueve

Viterbo, Italia

08 de octubre, 2005

Jamás, nunca, jamás y realmente nunca, se había sentido tan preocupada y desesperada como lo había sido en aquella semana. Si fuera posible ya no le quedaba ni labios ni uñas de tanto morderlos, por suerte como había estado encargada de la vigilancia de la casona había podido sobrevivir distrayéndose un poco en ello y en el entrenamiento de los nuevos soldados. Pero incluso con todo lo que debía hacer, con las molestias de la mamma santissima y con un requerimiento de Provenzano porque fuera a hablar con él, no se había movido de la casona Felivene esperando a hablar con Biago, lo necesitaba, pero había pasado una semana y estaba claro que el hombre la había ignorado y pasado de ella en más de una oportunidad, aunque detestaba aceptarlo, nunca antes se había sentido de esa forma por alguien como para tener la necesidad desesperada por rogarle a que le hablara.

Hacía solo unos minutos la habían mandado a llamar para que asistiera a la sala de reuniones, lo que significaba que Biago ya estaba listo para tomar las riendas nuevamente de la familia y no solo eso, darle un nuevo giro a un abanico de decisiones futuras. Sabía que eso podría acarrear que la echaran de la familia, pero incluso si esa era la decisión de él, la aceptaría, había cumplido con salvarlos de sus enemigos inmediatos como habían sido los Vitelo, y aunque si se iba, se alejaba o la echaban no podría cumplir la promesa que le había hecho a Flavio, sabía que debía respetar la palabra de Biago y tendría cuidarlos a la distancia como había estado haciendo.

Respiró, profunda y largamente, encaminándose a la sala y hasta que vio a toda la familia reunida volvió a respirar, sintiendo todo su cuerpo temblar al verlo sentado, ahí en medio de todos, conversando y sonriendo como si nada hubiera pasado, como si el año que habían estado separados no hubiera ocurrido, como si el atentado, la batalla, la muerte no hubieran estado ahí. Se sintió fuera de lugar después de mucho tiempo, sabía que habían cambiado las cosas, y había decidido mantenerse ahí por fidelidad a quienes le habían dado un hogar, pero luego de todo lo que había ocurrido, ¿la familia Felivene era realmente el lugar que le correspondía? ¿Y si tal vez y solo tal vez, la 'Ndrangheta era donde debía estar?

—Ven a sentarte —habló Basilio a la cabeza de la mesa indicando la silla vacía a su izquierda, la misma que estaba al lado derecho de Biago, quien sorpresivamente le dio una sonrisa sincera.

Avanzó lentamente y con un poco de desconfianza, sabía que debía volver a su seriedad antes de volverse loca y salir corriendo como una niña, pero es que al lado de Biago le era inevitable no sentirse a veces tan vulnerable. ¿Qué tenía ese hombre que la volvía tan diferente? Terminó por suspirar, sí, ya estaba bastante jodida y él era solo un detalle más.

Frente suyo estaba Roger con una libreta en mano representando al consigliere de la familia, a su derecha estaba Franco con una confianza y una sonrisa que le quedaba bastante bien, haciéndolo ver hasta más joven. A su lado su futura esposa, Vita parecía tan tranquila y sonriente observando a Franco, que era hasta difícil creer que podría mentir sobre su enamoramiento. Al otro lado de la mesa, frente a Vita estaba la Señora Fiore y luego a su lado derecho el recuento continuaba con Biago y Rubí, observó los espacios vacíos más allá, antes eran los lugares de los caporegime, tal vez unos capodecina, o incluso algún aliado de Camorra, a cambio solo quedaban ellos, en quienes sabía que podían confiar fielmente.

Sintió el vacío que había dejado Flavio, observando donde alguna vez había sido su lugar, pero prefirió no mencionarlo, notando que seguramente todos ya habrían enviado algún suspiro por él, y además Basilio ya había abierto la sesión de la reunión.

—Entonces iniciamos por las uniones —comentó Franco observando sus documentos.

—Creo que las negociaciones han ido bien, las exportaciones de aceite y las importaciones de algunas materias primas nos han ayudado, además con las licitaciones de construcciones la familia podría tener una empresa estable y ya consolidada en menos de cinco años —mencionó Roger leyendo su libreta.

—Si consideramos ese detalle, podríamos seguir invirtiendo en otros tipos de asuntos legales, quizás, quizás en la tecnología y la investigación podrían ser el futuro —agregó Vita sonriendo.

—¿Qué hay sobre Cosa Nostra? —preguntó la Señora Fiore. —¿Habrá alguna nueva comisión antes de cerrar el año?

—No lo creo, Provenzano está escondiéndose hace varios meses.

—De hecho les tengo una propuesta en cuanto a eso —interrumpió Rubí. —Cosa Nostra será destituida el próximo año, esto no quiere decir que vaya a terminar, simplemente rodaran algunas cabezas y los cargos estarán divididos, posiblemente habrá una pelea por el poder y no estoy segura de que la familia pueda con ello si es que nos agregamos a algún bando.

—¿Cómo sabes eso? —cuestionó Biago con una ceja elevada. Rubí titubeó encontrándose con aquellos ojos azules que la desarmaban.

—Ammh...

—Tuvo una reunión hace unos meses con Provenzano, las cosas no han ido bien para Cosa Nostra y tras el apoyo que dieron a Gioto Vitelo para ir contra nosotros, no creo que sea bueno seguir en ese camino cuando es posible que nos traicionen nuevamente. Además Lo Picollo y Rotolo parecen ya listo con su armamento para comenzar una nueva guerra entre clanes —la salvó Roger antes de que Rubí pudiera responder.

—De acuerdo, entonces... ¿Cuál sería tu propuesta? —preguntó Basilio.

—Hagan un pacto con la 'Ndrangheta —sentenció dejando de ver a Biago solo porque sabía que debía comportarse antes de querer saltar sobre él y besarlo.

—¿Cómo haríamos eso? —preguntó Franco bastante entusiasmado con la idea. —Ya tenemos un trato con los Rossi en cuanto a la cocaína, pero ¿unirnos? La 'Ndrangheta no solo se caracteriza por estar en el sur, sino que además son una organización muy hermética, nadie que no sea familiar consanguíneo puede realmente ser parte.

—Puedo encontrar una solución para eso, en realidad ustedes solo tienen que aceptar la propuesta y yo me encargo de lo demás.

Todos en la mesa se quedaron en silencio sumidos en sus propios pensamientos y aunque Rubí quiso girarse a ver a Biago nuevamente, se mantuvo quieta con la mirada hacia el frente procurando parecer serena.

—De acuerdo, evaluaremos la idea. Siguiente —ofreció Basilio a Roger.

—Queda la decisión del Señor Biago —apuntó con tranquilidad.

—¿Qué has decidido hacer, hijo? —ofreció Basilio.

—Antes —interrumpió Franco. —Quiero decir que el cargo está a tu disposición, no tengo ningún inconveniente...

—Tranquilo —lo detuvo Biago alzando su mano. —No quiero ser el Don de la familia, creo que no lo merezco —sentenció con voz queda. —A cambio, quiero otra cosa —Rubí sintió la mirada sobre ella, tuvo que morder sus labios para no girarse y verlo como realmente deseaba.

—¿Qué deseas? —inquirió la Señora Fiore, pareciendo divertida con la situación.

—¿Sigues casada? —preguntó bruscamente Biago a Rubí.

—De hecho actualmente soy viuda —respondió llevando su mano inconscientemente a su collar.

—Lo siento mucho.

Aquel comentario no pudo pasarlo por alto, no solo lo había sentido hipócrita sino que el tono de diversión y éxtasis en Biago era algo que nunca antes había sentido desde que lo conocía, se giró a verlo y aunque se encontró nuevamente con aquellos ojos azules penetrantes, sonrientes y amables no pudo evitar sentir una pequeña incomodidad en su corazón al notar que una pequeña parte de él había cambiado por su culpa.

Pero eso se esfumó al segundo cuando sintió la mano de Biago encontrándose con la suya, la tomó con firmeza entrelazando sus dedos llevándola hasta su boca para dejar un pequeño beso en su dorso, sonreírle y finalmente observar a todos en la mesa.

—Me casaré con Rubí, quiero que estos años se conviertan en un viaje en donde la pueda amar eternamente —sentenció volviendo miel su cuerpo y su corazón. —Además necesitarás a alguien que haga las negociaciones internacionalmente, hermano, creo que ese será mi trabajo, antes de que todo ocurriera había estado teniendo realmente buenos contactos en el extranjero con inversiones sustantivas que podían aportar a la economía de la familia, me gustaría seguir haciéndolo y más si aquello es junto a Rubí.

No podía negar que estaba perpleja, pero emocionada y extasiada como nunca antes había sentido en su vida, quería saltar sobre la mesa y gritar en alegría, pero solo pudo mantenerse quieta observando maravillada a Biago.

—¿Aceptas casarte conmigo, mi amada joya? —preguntó Biago girándose a verla directamente y desde su chaqueta sacando una caja de terciopelo.

Desde la espalda de Biago se escuchó un grito emocionado proveniente de la Señora Fiore quien comenzó a aplaudir y sonreír como una niña ante aquella propuesta tan inesperada, mientras que Rubí solo podía mantenerse tan quieta como una estatua observando todo los movimientos de Biago quien parecía completamente cómodo y seguro de lo que estaba haciendo. Soltó su mano por un momento para colocarse de pie y mover su silla, hizo lo más cursi que alguna vez podría haber pedido, colocó una de sus rodillas en el suelo haciendo una mueca de dolor, pero aun así se reincorporó abriendo la caja, para mostrar un grueso anillo de rubí.

—Lo repito como se debe, ¿deseas casarte conmigo, il mio rubino? —propuso otra vez, para simplemente hacer que la mesa se volviera una locura entre suspiros, sonrisas, aplausos y comentarios de alegría.

Rubí comenzó a llorar, a lo que solo pudo comenzar a asentir continuamente, estiró su mano dejando que Biago colocara el anillo y llegando al suelo junto a él para abrazarlo y besarlo como era debido, si tuvo alguna duda de que algo iba mal, en ese momento todo se esfumó. No solo el amor de su vida había despertado sino que además se iban a casar, claramente de ahí en adelante y junto a él nada podría salir mal.

—Bueno, creo que tendremos que organizar dos bodas —escuchó a Basilio comentar desde la mesa y aunque todos rieron, a ella no le importó ni un poco ya que lo único que quería era seguir besando a aquel hombre que estaría por siempre a su lado.

*

Viterbo, Italia

09 de noviembre, 2005

Biago observó desde el balcón a Rubí, como la zona de tiros había sido dañada tras la susodicha batalla habían tenido que optar por entrenar tiros al aire libre, por lo que Rubí estaba instruyendo a los nuevos soldados sobre las armas, las balas y las dianas a las que debían apuntar. La vio ahí en medio de diez hombres y aunque seguramente habían otros más atrás que él no lograba ver desde su posición, sintió que estaba fuera de lugar, Rubí entre tantos hombres... ¿Por qué, por qué ella debía estar ahí? Si iba a ser su esposa no le correspondía ese trabajo, no le correspondía la guardia de la casona y mucho menos ser la mano militar de su hermano. Habría querido realmente sacarla de ahí en ese mismo momento, pero sabía que no podía, porque en ese instante su familia la necesitaba.

Observó cómo dio las instrucciones, gritó algunas ordenes más y luego rió tras alguna broma de los soldados, no pudo evitar sonreír, aun cuando el rencor seguía en su corazón, los efectos que ella tenía en él no se esfumaban, lo cual no le creaba un sensación grata, solo lo enfurecía más, se sentía frustrado y muy contrariado, pero incluso con ello prefería continuar con su plan antes de ahondar en emociones que no necesitaba en ese momento.

Vio como Rubí caminó hasta las dianas quedando en medio, apuntó claramente que si alguna bala la alcanzaba ella no sería la única que moriría, provocando una reacción en cadena de nerviosismo entre los soldados, algo que al parecer quería lograr. Sonrió inevitablemente cuando pensó que alguno pudiera dispararle, pero justo antes de que pudiera observar como terminaba aquel entrenamiento Roger entró al balcón con un informe en sus manos.

—Estas son las cuentas que había estado manejando antes del atentado, Señor, han seguido moviéndose con los intereses, pero no hubieron nuevas inversiones estando usted ausente.

Biago se inclinó para tomar la carpeta y ver los movimientos que había tenido su dinero, Roger tenía razón, solo había aumentado gracias al trato que había realizado con el banco a causa de los intereses y por suerte nada estaba fuera de lugar. Las cuentas tenían números que lo beneficiaban y que le darían la posibilidad más serena de poder continuar con su trabajo en el extranjero, así como también viajar y darse los lujos que quisiera. Podría hacerlo y tal vez encontrar una nueva forma de vivir.

Cerró la carpeta tomando en su mano el bastón que le había regalado Rubí, consciente de que ya no podría recuperar la movilidad de su pierna en su totalidad, sus movimientos estarían restringidos por las secuelas de aquel atentado, puesto que el daño de su cadera y su rodilla habían sido demasiado para su cuerpo, sabía que sin las muletas estaría cojeando de por vida, y el bastón había sido un detalle bastante tierno de parte de aquella muchacha. Observó entonces el diseño de la empuñadora, era una especie de ave, muy probablemente un águila que le daba paso a una serie de detalles que bajaban por el cuerpo del bastón. No había querido pensar en el significado de aquel diseño puesto que Rubí había prometido comprarle muchos más, pero por alguna razón siempre que lo observaba su mente comenzaba a divagar en recuerdos, sensación y vivencias que había tenido con ella.

No la conocía hace mucho tiempo, había llegado hacía solo dos años a su vida y no estaba seguro si gracias a ella o por su desgracia, muchas cosas habían ocurrido, había desestabilizado su mundo, había revuelto a su familia y matado a muchos. No era un agente positivo, pero aún estaba planteándose cuánto la necesitaba realmente para continuar.

Elevó su mirada de pronto recordando aquella primera noche en la que había despertado. Observó a Roger, quien con su eterna paciencia había estado en silencio mientras él como un idiota apreciaba el bastón.

—El día en que desperté, el Doctor del hospital se reunió con Rubí en mi habitación —inició, a lo que Roger inmediatamente comenzó a colocar atención. —Fingí estar dormido porque me llamó la atención que la llamara Signorina Rossi al ingresar. Supongo ahora que es porque estuvo casada con aquel hombre, ¿no? —elevó su mirada a Roger quien sorprendido asintió.

—Sí, Señor.

—De acuerdo, pero además de eso el hombre habló sobre decir ciertas cosas a una tal... como era —Biago pasó su mirada desde Roger al cielo intentando recordar aquel día con mayor claridad y solo hasta que vio hacia donde estaba Rubí entrenando a los soldados logró recordar. —Mamma santissima. Rubí la llamó, La nostra dama. No preguntaría esto teniendo en cuenta que no tiene sentido, pero creo que sabes más de lo que me has querido contar. ¿A quién se estaban refiriendo, Roger?

—Señor...

—Te estoy ordenando que me reveles los secretos que tienes con Rubí, Roger, antes de que tome mis propios medios para encontrar las respuestas.

—Señor...

—¿Acaso quieres que te envíe a investigar? Sé que ya lo sabes, solo debes hablar.

—Es algo propio de la 'Ndrangheta, Señor, no me corresponde hablar de ello.

—¿Hiciste algún pacto de sangre con los calabreses, Roger, o es que ahora le debes fidelidad a Rubí? Como te dije, si quieres ser su mano derecha puedes ir y besarle el culo a ella. Retírate.

—Señor, no comprendo por qué se está comportando de esta forma.

—Mi comportamiento no está en discusión actualmente.

Golpeó el piso agitando el bastón, lo que solo hizo mascullar a Roger intentando mantener su postura.

—Ve e investiga de quien hablaban, Roger, antes de que se lo pida a alguien más y a ti te envié a África otra vez.

—Lo siento, Señor.

Roger estuvo a punto de girarse para retirarse de la sala, pero antes de que pudiera realmente desaparecer escuchó la voz de Biago quien no se había movido ni un centímetro de su lugar.

—Si sales por esa puerta estaré aceptando tu renuncia, Roger Porters.

Tuvo que apretar sus puños y su mandíbula, intentando concentrarse en no devolverse para darle un golpe, sabía que su jefe había despertado diferente, pero comenzaba a abrumarse de tantas exigencias que no le correspondían. Pensó en que si tan solo decía una parte de la historia tal vez podría calmarlo, pero no estuvo seguro de que pudiera realmente continuar de ese modo. Se cuestionó realmente si es que aún le estaba dando su fidelidad a Biago o a Rubí, pero mientras caminó de vuelta a su lugar sacudió aquella duda recordando que su jefe siempre sería un Felivene.

*

Viterbo, Italia

23 de diciembre, 2005

Rubí observó el cielo elevando su mano izquierda lo suficiente como para contemplar el anillo en su dedo anular. Era enorme a comparación de los pequeños detalles que antes había recibido, pero no era lo que le importaba realmente, lo que para ella significaba ese anillo era el amor, la felicidad y la satisfacción de lo que pronto podría suceder. Sabía que habían aplazado el matrimonio para por lo menos un año más, puesto que la preparación de la boda de Franco y Vita debía ser la prioridad en ese momento para dar el anuncio al mundo de que la familia Felivene había regresado. No solo eso, habían afirmado que esta vez lo harían con calma, con las tradiciones legítimamente italianas, sin perder ningún detalle por la desesperación del tiempo, por ello habían decidido tener una diferencia de un año entre boda y boda con tal de que ambas fueran apreciadas como debían, para ellos y para el resto. La verdad es que aquel detalle no le importaba, sabía que si le hubieran pedido aplazar la boda una eternidad no le hubiera importado teniendo en cuenta de que aquello significaría tener a Biago a su lado, aun le quedaban tantas cosas para experimentar con él que la boda solo era un pequeño detalle dentro de los mil planes que estaban imaginando juntos cada noche.

Había tenido miedo de cómo reaccionaría tras lo que ella había realizado, había tenido miedo de lo que diría, pero sorpresivamente Biago había actuado con calma, solo al principio había sido frío, pero el hombre que tenía a su lado en ese momento era un dulce de miel que si fuera por ella disfrutaría día y noche.

—Deberías estar dentro, en cualquier momento comenzará a nevar o a llover, mi amor.

Bajó su mirada del cielo para encontrar la sonrisa perfecta de Biago frente a ella, sintió como su corazón se removió de emoción por el solo hecho de que él la hubiera encontrado, se había escapado un poco del trabajo y el ajetreo que era el mes, resguardándose en lo más profundo del jardín. Aquel lugar en que algún momento había comenzado su romance, sonrió recordando aquel día, que parecía tan lejano, pero a la vez tan significativo para su vida.

—El día está bien —respondió luego de unos segundos de observarlo.

Biago elevó su mirada al cielo encontrando todo gris con las nubes anunciando la pronta lluvia, cuando volvió a mirarla su ceja estaba enarcada lo que la hizo reír, pero a cambio de decir alguna palabra o indicar que entraría, solo se removió en el asiento para hacerle un espacio a su futuro esposo.

—Ven aquí, ojos azules.

Biago sin reclamo se sentó a su lado, pero no sin antes tomarla desde la cintura y obligarla a sentarse a horcajadas de su cuerpo. No puso resistencia cuando fue alzada para quedar sobre él, aprovechando la distancia para dejar sus brazos sobre sus hombros y depositar un suave beso en sus labios.

—¿Te he dicho que te amo hoy? —preguntó Biago estirando un poco su pierna para evitar el peso en ella.

—¿Me amas? —cuestionó Rubí sintiendo un extraño revoltijo en su pecho y estómago al oír aquella pequeña palabra en los labios de Biago.

—Sí, te amo —respondió Biago pareciendo completamente seguro.

En vez de agregar algo más, Rubí se inclinó para cerrar el espacio con un largo beso, lento y perezoso que intentaba demostrar todo aquello que estaba sintiendo realmente, no estaba segura del primer día en que había escuchado esa palabra desde la boca de Biago, pero a diario cuando él lo volvía a reafirmar sentía que su mundo podría construirse y destruirse continuamente con solo aquella sensación abrumante que estaba viviendo. Nunca antes se había sentido de ese modo, nunca antes se había sentido tan absorbida por una emoción como aquella, pero ahí estaba viviéndolo con la locura que lo merecía, sin pensar más allá de los significados que podría tener las consecuencias que podría conllevar.

Se separaron unos instantes buscando respirar, por lo que Rubí dejó su frente contra la de Biago, quien la observó detenidamente con aquellos ojos que parecían ser su perdición.

—Si seguimos así terminaremos profanando este lugar, mi joya.

—No creo que seamos los primeros, amor —respondió sonriendo y moviéndose sugestivamente sobre el regazo de Biago.

—Te amo —le dio un corto beso en los labios y la tomó para dejarla a su lado en el asiento, consciente de lo que podría suceder si continuaban por ese camino.

Rubí lo observó haciendo un mohín con sus labios en reclamo por no haber obtenido lo que realmente hubiera deseado, a lo que Biago solo rió inclinándose para besarla otra vez, pero con una suavidad que podría hacerla sentir tan delicada y vulnerable en sus brazos.

—Supe que varias personas han estado pidiendo una audiencia contigo —interrumpió Biago alejándose y arruinando el momento.

—No quiero hablar de ello —rechistó mirando hacia un costado. —No quiero hacer nada más que estar aquí contigo.

—Podrías llevarme a donde sea que te están pidiendo ir —propuso Biago restándole importante, pero sabía muy bien lo que eso significaba.

—No puedo llevarte.

—¿Seguiremos con los secretos, mi joya? —reprochó fingiendo bromear.

—No son secretos —se intentó defender casi automáticamente. —Solo son gente que no les gusta que nadie más sepa que existen.

—¿En qué te metiste, il mio rubino? —susurró tomando un mechón de su cabello que ya había encontrado su largo como el primer día en que la vio.

—Me involucré con el diablo y estoy intentando aplazar el momento en que tenga que devolver el favor —masculló mirando hacia el cielo.

—¿Qué implicaría devolver ese favor? ¿Asesinar a más gente? ¿Traicionar?

—La verdad —bajó su mirada a sus manos y luego volvió a los ojos de Biago con una expresión de tristeza. —Implicaría dejarte, a ti, a toda la familia y no quiero hacerlo otra vez, realmente quiero quedarme aquí, contigo, con todos.

Una pequeña lágrima cayó por su mejilla que Biago limpió con una caricia. La tomó desde el rostro atrayéndola hasta que sus labios se encontraron otra vez y cuando la primera gota de lluvia comenzó a caer atrayendo a las demás, ninguno tuvo ni siquiera la disposición de retirarse de aquel lugar, besándose, acariciándose, de tal forma que Rubí volvió al regazo de Biago y él sin ningún problema dejó que la pasión los llevara a más.

*

Viterbo, Italia

25 de diciembre, 2005

Con una sonrisa en el rostro no pudo evitar negar cuando le entregó la taza de café a Rubí, inevitablemente la muchacha estornudó acompañada de la tos de Biago a su lado. Fiore solo negó para sí misma nuevamente, sentándose frente a la pareja que se acurrucaba en el sillón, abrazados y envueltos en una manta en donde se notaba claramente como había calado en ellos el frío del invierno.

—Quien los manda a crear una escena de película bajo la lluvia —reprochó sonriendo y viendo como ambos se abrazaban un poco más para buscar calor.

—No me arrepiento —sonrió Rubí con su cabeza en el pecho de Biago.

Automáticamente la muchacha miró hacia arriba en busca del rostro de Biago, a lo que inmediatamente él respondió con una sonrisa y un suave beso en sus labios. Fiore solo pudo suspirar observando a la pareja, no había pasado mucho tiempo desde que su hijo había despertado, pero sabía que desde ese momento cualquier cosa que pasara ellos lo sabrían enfrentar juntos, al igual que ella con Basilio, confiaba en ambos y más cuando sentía a Rubí como su hija.

—¿Bueno y ya decidieron donde irán este próximo año? —preguntó Fiore sonriendo.

—Sí, llevaré a Rubí a Portugal.

—Como ya recuperé la memoria, creo que puedo encontrar el camino a Blood Eyes.

—¿Crees que puedas tener alguna pista de lo que ocurrió, estando allá? —cuestionó Fiore frunciendo el ceño un tanto preocupada.

—No —negó Rubí extrañamente con una sonrisa de nostalgia. —No necesito pistas para saber lo que ocurrió, cuando estoy bastante clara, solo quiero ver cómo quedó todo y si es que realmente ocurrió el dichoso incendio del que hablaron. Mónica sabía muy bien lo que hacía, así que si es real es probable que se hayan repartido por el mundo.

—¿No quieres volver con ellos, mi niña?

—No, encontré algo mucho mejor —volvió a mirar a Biago encontrando una sonrisa que sellaron con un beso.

Los observó atentamente encontrando en sus ojos un amor incondicional que conocía gracias a su relación con Basilio, por esa razón confiaba en ellos sabiendo que desde un comienzo no se había equivocado con Rubí.

Unos segundos después, el teléfono de Rubí sonó con un mensaje que revisó rápidamente, se desenvolvió de las mantas levantándose y bajo la atenta mirada de Biago sostuvo su teléfono un instante más largo dudando con sus siguientes movimientos.

—Iré a la biblioteca un momento, creo que tengo algo que arreglar —explicó observando a Biago quien solo asintió permitiendo que se fuera rápidamente de la sala.

Fiore observó el rostro de su hijo, que cambió radicalmente, no solo parecía molesto con el ceño fruncido, sino que además se mostró distante, desconfiado y algo que nunca había visto en sus ojos se instaló, consciente de que no podía determinar que era con exactitud solo esperó que realmente no fuera odio, porque entonces no tendría sentido alguno para ella.

—¿Sucede algo, hijo? —prefirió preguntar, antes de crearse ideas erradas en su mente.

—Nada de qué preocuparte, mamá —respondió Biago sin elevar su mirada de un punto fijo.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, mi niño, soy tu madre y he pasado años en este mundo, confía en mí.

—¿Por qué crees que Flavio salvó a Rubí? ¿No crees que tal vez vieron mal y fue Rubí quien lo interpuso entre ella y la bala para no morir? —cuestionó asombrando a Fiore.

—¡Biago! —exclamó. —No estuve ese día, hijo, pero estoy segura que Rubí jamás haría eso.

—¿Por qué confías en ella cuando es una asesina?

Fiore titubeó, no porque tuviera que pensar aquella respuesta, sino más bien por el comportamiento de su hijo, nunca antes lo había visto tan perturbado y lo que estaba mostrando era completamente diferente a las cosas que había dicho o incluso comparado al amor que había prometiendo a Rubí.

—No sé qué está pasando por tu cabeza, mi niño, pero sea lo que sea no puedes condenar a la mujer que amas por hechos de los cuales tú no estas claro, y si realmente te quieres casar con ella creo que deberías cuestionarte realmente cómo la ves, no creo que sea sano para ustedes que la juzgues de tal forma guardando rencor con quien compartirás una vida.

Biago suspiró, miró hacia un costado y luego elevó su mirada forjando una sonrisa.

—Lo siento, mamá, solo fue una broma, yo amo a Rubí y eso no cambiará —tomó el bastón a su costado y mientras tocia, se levantó lentamente recuperando la compostura. —Si alguien me busca diles que estaré en mi habitación.

Con calma salió de la sala mientras Fiore solo podía mantenerse distante observando cómo se alejaba, con la preocupación instalada en su pecho sobre una relación que se veía realmente bella, pero que al parecer no era de la misma forma para su hijo. Intentó pensar realmente que había sido una broma, pero algo dentro de su instinto de madre le hizo poner más atención a lo que posiblemente podría pasar.

*

Rubí se levantó de la mesa suspirando profundamente, caminó hacia la ventana con las manos en sus caderas e intentó encontrar su calma otra vez mientras Roger solo podía agitar su cabeza en busca de claridad.

—Sabes que no puedes seguir escapando de esto, Rubí —señaló levantándose. —Ellos te vendrán a buscar como última medida y no será bueno para nadie. Necesitas iniciar las rondas y presentarte a los altos mandos antes de que terminen atacándonos por ti.

—¡Maldición, lo sé! —exclamó volteándose exasperada. —Lo sé, Roger —intentó con más calma. —Pero también sé cómo será allá. Y no quiero, no quiero irme otra vez —cerró los ojos y suspiró.

—La mamma santissima no se quedará quieta, Rubí, y si ella se vuelve nuestra enemiga no solo la 'Ndrangheta nos cerrará las puertas, sino que tendremos que huir del país antes de que eliminen a toda la familia. Borraron a los Vitelo como les pediste, ¿no crees que podrían hacer lo mismo con nosotros?

—Maldita mierda en la que me metí —masculló caminando de un lado a otro mientras mordía sus labios. —¿Puedo siquiera comenzar el siguiente año? Estamos a nada, ya los he hecho esperar bastante, una semana más no les hará daño.

—¿Eso significa que si puedo comenzar a programar las citas? —cuestionó Roger, esperanzado.

—Sí, hazlo —respondió resignada. —Después de todo jamás podré tener una vida en paz, ¿no?

—Es lo que nos tocó, Rubí —Roger se encogió de hombros y se volvió a sentar comenzando a anotar. —Creo que Provenzano quiere discutir los detalles de lo que le ofreciste, así que debería ser la primera cita, posterior a ello tienes que ir si o si con la mamma santissima a dar un reporte sobre tus movimientos. ¿Al final que harás para calmarla? ¿Realmente le contarás que quieres seguir a Biago hasta el fin del mundo?

—No lo sé —suspiró dándole la espalda y abrazándose a sí misma. —No creo que tomen a bien el que quiera acompañar a Biago a otros países.

—Podrías ocuparlo a tu favor y ofrecer un trabajo parecido solo que a beneficio de la 'Ndrangheta, así como Biago para la familia.

—No es mala idea —sonrió Rubí volviendo a la mesa.

—Debo comentarte algo —susurró Roger cerrando la libreta en sus manos para observarla con atención.

—¿Qué ocurre? Asustas cuando estás así de serio.

—Le conté a Biago sobre la mamma santissima

—¿Qué?

—Nada muy específico, solo sobre estos grupos secretos y jerárquicos dentro de la 'Ndrangheta, lo que ayudó a que pudiera salvar a la familia y por qué ahora tienes que pagar, pero no creo que él se quede quieto con eso, seguramente intentará buscar más información y muy probablemente sabe que no le conté todo.

—Gracias, Roger.

—En algún momento tendrás que elegir, Rubí y no estoy seguro de que los calabreses estén felices de que te cases con alguien más que no sea de su familia. Ni siquiera estoy seguro de que Biago quiera aceptar esta vida que le ofreces bajo el resguardo de la 'Ndrangheta.

—¿De qué lado estas? —interpuso intentando no pensar demasiado en todo aquello, sabiendo que era más complicado de lo que se lo planteaba Roger.

—Yo estoy del lado de la sensatez, Rubí, no me importa la decisión que tomes mientras sea en beneficio de la familia, les debo demasiado a los Felivene como para arriesgar sus vidas nuevamente.

—Entiendo —asintió Rubí. —También les debo mi vida —sonrió mirando la superficie de la mesa teniendo vagos recuerdos de la razón por la que había sido enviada. —Agenda una cita también con San Luca, iré a ver directamente como están las cosas y recuérdame la fecha para la reunión en Roma con los cabecillas del gobierno dos días antes por lo menos, quiero acompañar a Basilio nuevamente.

—De seguro el Don lleve a Franco, Rubí, no creo que... —se detuvo cuando la sonrisa de Rubí extrañamente se ensanchó. —No irás como compañía del Don, ¿verdad?

—Napolitano, Berlusconi y otros agentes del gobierno ya saben que me uní a la 'Ndrangheta, solo necesito que me avises para resguardar todo en San Luca y aquí de forma paralela. ¿De acuerdo?

—Y pensar que solo llegaste como una asesina cualquiera —suspiró Roger con una sonrisa.

—No cualquiera, Roger, sino que la mejor —indicó con una sonrisa amplia. 

*********

La amo 😍😂😍😂😍😂
¿Es legítimo que ame a mi propia creación? Ay cielos cada vez me vuelvo más loca y esto cada vez se acerca más al final 🙈🙈

Igual no me demore tanto, vamos que tres semanas no son nada ¿verdad?

Qué les pareció el capítulo 🙊🤭❤️ comenten comenten 👀❤️ así les puedo regalar galletitas 🍪

¡Gracias por leer, de verdad, ustedes hacen que esto funcione! ❤️❤️

Desde ahora los años van a ir más rápido, así que espero sujeten sus cinturones que puede que sea un recorrido turbulento. Espero nos leamos en dos semanas más a más tardar para no perder la costumbre 🤭😅

Les amo, besos, abrazos y mordiscos ❤️❤️

Atentamente un dolor de cabeza.

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