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Capítulo Cuarenta

Capítulo Cuarenta.

Viterbo, Italia.

25 de agosto, 2004

Fiore Felivene bajó lentamente su teléfono hasta dejarlo sobre la mesita de noche, caminó hasta su cama y con cuidado levantó las sábanas para recostarse con una perdida tranquilidad, mientras esperaba a que Basilio terminara sus asuntos para que se acostara junto a ella. Solo luego de contar hasta diez logró soltar una respiración para luego cerrar los ojos y terminar por aceptar lo que acababa de oír.

Rubí se había casado. Su niña, su hija, aquella mujer perdida que una vez encontró en la casona llena de heridas en su cuerpo y con muchas cosas por aprender de ella misma... se había casado.

Estaba completamente confundida entre el hecho de que se había casado tan apresuradamente con un hombre que no conocía hace más de unos días. Se había excusado diciendo que era realmente necesario, que no se preocupara, pero es que no había forma de no preocuparse cuando ella, entre todas las personas, había realmente deseado que su Rubí se casara con su Biago, sabía que era algo que no podría efectuarse pronto, pero había tenido un poco de esperanzas luego de que Rubí volviera.

Con aquella noticia, no había forma alguna de que ellos se volvieran a reunir como los amantes que eran. Ambos casados, ambos con vidas en lados opuestos de país. ¡Oh, que decepción!

Suspiró finalmente aceptando la noticia, lamentablemente no tenía con quien comentar aquello, había seguido en contacto con Rubí porque la había prácticamente obligado a prometerle que lo haría, y lo estaba cumpliendo, le contaba cada uno de sus pasos, pero jamás pensó que realmente efectuaría aquel tan grande que le había mencionado días atrás.

Aquel día, durante la tarde Rubí había contraído matrimonio con Adolfo Rossi, lo que la convertía inmediatamente en hija política del Líder Local de La 'Ndrangheta en San Luca, claro que después de eso su poder subiría como espuma y era algo que Rubí había estado buscando desde el momento en que se había dado cuenta que en Italia tendría que crearse una nueva vida y olvidar su pasado. Sabía que su niña estaba cumpliendo paso a paso lo que se había propuesto, pero incluso con aquel conocimiento no pudo sentirse menos decepcionada de que sus propios planes se vieran frustrados.

Tuvo que dejar aquellos pensamientos en el momento en que Basilio se adentró a la habitación con una bata que cubría su cuerpo. Se veía cansado y agotado, sabía que esos días no estaban siendo para nada buenos en el negocio y que las cosas se iban complicando cada día más por lo que cuando su esposo llegó a recostarse finamente a su lado lo alcanzó inmediatamente para envolverlo con un brazo mientras este recargaba su cabeza en su pecho.

—¿Día agitado? —preguntó suavemente mientras acariciaba su pelo.

—Bastante, hemos estado trabajando con el contador para encontrar la maldita fuga de dinero, pero no ha habido ningún avance. Con la falta de caporegime en Tarquinia he tenido que enviar a Franco frecuentemente y ha decidido quedarse allá.

—Esa es una buena noticia, ¿no?

—No, porque Vita ha estado haciendo berrinches y reclamos constantes diciendo que él solo está buscando excusas para verse con su amante, al parecer Vita no sabe que Idara se fue con Rubí —pasó su mano por su rostro y continuó. —Eso ha provocado que junto a Agata creen una clase de frente contra mí. Es frustrante y me dan ganas de ahorcarlas. Pero Vitelo me dijo que mantuviera a sus hijas aquí si es que quería su puta ayuda.

—Ay, amor, están jugando con tu paciencia.

—Lo hacen, lo único bueno es que Dante ha estado tratando de cubrir la fuga de dinero trabajando bastante en Orbieto, ha asegurado las cosas por allá. También ha estado enviándome informes en apoyo por otras áreas, de hecho, ha sido mucho más preocupado que Biago, aunque ha estado haciendo competencia con Flavio.

—Eso es bueno, tienes apoyo, ¿no?

—Claro, pero al no saber con exactitud por qué mierda mataron a Rubén, no sé en quien confiar.

—Perfectamente recuerdo que Rubí dejó dicho que fue cuestión de los Vitelo todo ese asunto. ¿Por qué sigues cuestionándolo?

—Porque aquella muchachita ya desapareció de nuestras vidas, Fiore, y no voy a estar confiando en la palabra de una fugitiva.

—No es fugitiva —reprochó removiéndose de su lugar.

—Olvidaba que la sigues protegiendo —suspiró reacomodándose contra el respaldo de la cama. —De todas formas no hay mucho que hacer con ello, si es que fueron los Vitelos o no, no hay nada que pueda hacer ahora. Había pensado en combatirlos luego de entregar la inversión a Morelli en construcción, pero en vista de que las cosas se están saliendo de control tendré que ceder aunque sea un poco a esos imbéciles.

—¿Está todo perdido? ¿Qué tal pedir un poco a mi familia? O incluso, ¿Qué hay de Cosa Nostra?

—Cosa Nostra está en sus propios dramas, las denuncias por extorción creciendo cada día, los arrestos a cada hora y al parecer los idiotas de Rottolo y Lo Piccollo quieren comenzar una nueva guerra. No tengo tiempo para entrometerme en esas basuras como lo hizo mi padre, y tu familia, amor, ¿en serio? Después de que te saqué de Palermo lo único que han querido es verme muerto.

—Bueno, tiene sentido. Entonces... ¿realmente vamos a caer? —preguntó con cierto toque de incredulidad.

—No todo está perdido. Sorpresivamente tus locales siguen en pie, ¿cómo lo has hecho, amor?

Se removió para verla, pero Fiore solo pudo sonreírle, ya sabía que eso iba a ir bien incluso si ella no lo quisiera, Rubí había prometido protegerlo a como diera lugar con alguno de los hombres que aceptaron seguirle el paso, así que incluso si alguien hubiera querido arruinarlo no habían posibilidades porque una bala llegaría a sus cabezas incluso antes de que el pensamiento se gestara.

—Ammh, suerte, ¿tal vez? —se encogió de hombros soltando una pequeña risa.

Basilio solo negó volviendo a recargarse contra su mujer quien lo recibió con toda la ternura posible.

—Hay algo más que está saliendo bien y que me tiene bastante pensativo.

—¿Qué es?

—Biago... ha estado haciendo inversiones en el extranjero, ha comenzado a hacer negocios por lo bajo con personas que nunca antes había escuchado en mi vida, pero que sorpresivamente está funcionando. El problema es que el dinero lo está enviando a paraísos fiscales por lo que no ayuda en nada a la fuga de dinero, es como si estuviera creando su propio negocio a parte de nuestra familia. Lo ha estado haciendo tan bien en este tiempo sin siquiera pedirme ayuda que he estado pensando... tal vez...

—¿No? —susurró Fiore sorprendida y feliz por aquel pensamiento.

—Si... —musitó Basilio un poco dudoso.

—¿Pero crees que esté dispuesto?

—No lo sé. Me ha ignorado desde que Roger le entregó la información que dejó Rubí. Él parece estar trabajando a espaldas de todos, y no sé cómo traerlo nuevamente a mi lado.

—Hacerlo el jefe de la familia, ¿es tu opción? —cuestionó Fiore dejando sus manos sobre el pecho de su esposo con total libertad

—Tal vez... Eso haría que los negocios que ha hecho se enfoquen en nosotros y no en su obsesión por volverse un hijo rebelde, además... Si lo nombrara Don y bajara del cargo... Donato tendría que seguirme.

—¿Por qué no simplemente eliminar a ese hombre? Me da asco verlo y saber que está confabulando contra nosotros —hizo una mueca que hizo reír a Basilio, pero que no duró mucho.

—Si lo hiciera, sospecharían y quizás el desastre se adelantaría. Quiero encontrar la fórmula para adelantarme antes de que ellos den el golpe final.

—Entonces adelante. Tienes que proponerlo, creo que es la mejor opción.

Golpeó el pecho de Basilio haciéndolo reír, el Don se reincorporó para atrapar a su mujer entre sus brazos y recostarla en la cama, la observó con una sonrisa revitalizante que solo ella podía crearle y decidieron ambos que la charla había acabado, era momento de darse unos minutos para ellos mismos y quizás solo si se sentían satisfechos podrían retomar los problemas que sucedían fuera de aquella habitación.

*

Samo, Italia.

01 de septiembre, 2004

Tocó el rubí en su collar de forma inconsciente al mismo tiempo que se bajaban del auto. Se habían detenido en la esquina de una plazoleta rodeada por lo que parecían edificios abandonados, habían callejones por los costados posteriores en donde iban y venían hombres vestidos casualmente, a cada uno de ellos se les podía visualizar un auricular en su oído, estaba bastante claro, incluso si hubieran querido esconderse los hubiera notado, todos vigilaban el edificio al que se estaban dirigiendo en ese momento. Prefirió no mencionarlo y entretenerse contando las cámaras en lo alto de cada poste de luz, caminó en silencio siguiendo a Rossi y a su Jefe General que solía acompañarlo a todos lados, su nombre era Taddeo, pero había sido poco lo que había podido conseguir de él. Al parecer era cuestión de los "Mano derecha del Don" el querer siempre odiarla. Claramente no era algo que la perturbara, pero que si la había mantenido atenta ante cualquier movimiento de intromisión del hombre.

Dejó de mover su collar cuando se adentraron por fin al edificio, nadie emitió palabra por lo que en silencio avanzó por el largo pasillo de madera caoba hasta llegar al centro de lo que parecía un bar bastante moderno, con luces verdes y azules, rodeado de guardias vestidos formalmente. Le pareció que el lugar no calzaba para nada con lo que habían venido a realizar, la dicha audiencia para la que había sido preparada por varios días, no estaba siendo llevaba a cabo ahí, o por lo menos eso se imaginó cuando el único hombre que podría tener valor en ese lugar era un anciano que estaba detrás de la barra secando unos cuantos vasos.

Antes de que pudieran avanzar hasta el hombre en la barra, dos guardias revisaron a Rossi y al Jefe General, en donde solo este último entregó su arma, por parte de Rubí simplemente levantó sus manos, evidenciando que traía un vestido entubado sin chaqueta ni nada donde pudiera ocultar algún arma por lo que los guardias simplemente asintieron dejándola pasar sin registrarla.

—¡Santoro! —saludó Rossi cuando lo dejaron pasar, avanzó hasta la barra seguido por Rubí y Taddeo por detrás. —Tanto tiempo sin vernos, hombre, te habías perdido —exclamó frente a él inclinándose para darle un abrazo con palmas en la espalda.

—Había estado de viaje, El conde me había pedido resolver algunos asuntos.

—Ya veo, ¿Dónde tuviste que ir esta vez? —preguntó acomodándose en un taburete. —Rubí, acércate —indicó palmeando a su lado.

—A Australia, fue un viaje divertido, a decir verdad.

—Ya veo —susurró, al tiempo que Rubí tomaba lugar a su lado. —He venido a presentarte a mi hija política, ella es Rubí, se acaba de casar con Adolfo.

—Así que lograste cazar a tu hijo —rió el hombre mayor.

Ellos continuaron hablando mientras Rubí simplemente pudo detenerse a detallar al hombre frente a ella. Con su cabello cano y su barba bien cuidada, más la vestimenta de un hombre de negocios claramente no calzaba su función como barman, mucho menos el hecho de que estaba rodeado de guardias que parecían estar cuidando puntos estratégicos. Al costado izquierdo de la barra se encontraba una escalera escondida en donde había un guardia mirando hacia el frente, y al costado derecho se encontraba otro custodiando una puerta. Además no solo estaba resguardado el lugar, sino que también había cámaras grabando todo y por lo que podía calcular no quedaba puntos ciegos en donde pudieran esquivarse las imágenes.

Supo que Rossi y el hombre mayor estaban teniendo una conversación amena en la que parecían viejos amigos, pero seguía sintiendo que aquello estaba fuera de lugar, solo hasta que el hombre finalmente fijó la mirada sobre ella pudo notar una nota de conocimiento entre los dos, al parecer estaban esperando algo, pero no pudo averiguar qué era exactamente hasta que el más anciano habló.

—¿Entonces quieres que la evalúe? ¿Estás seguro de que la quieres ayudar?

—No puedo retractarme ahora, Santoro.

—Comprendo, comprendo —susurró el hombre moviéndose hasta inclinarse, desapareció por debajo de la barra y luego volvió con dos frascos en sus manos.

Cada uno de ellos traía una capsula blanca, y realmente no necesitaron decir lo que contenían para saber lo que seguiría a continuación. Esperó hasta que el hombre llenó uno de los tantos vasos con agua y lo dejó en el medio de ambos frascos que fueron ubicados frente a ella.

—Tu nombre es Rubí, ¿es así, muchacha? —preguntó Santoro por primera vez dirigiéndose a ella.

—Así es, soy Rubí Rossi.

—Rubí Rossi —repitió como si meditara el nombre. —¿Por qué has venido aquí?

—He venido para ser parte de los Santistas —afirmó observándolo con desafío.

—¿Por qué?

—Porque quiero poder —bajó su mirada a los frascos por unos segundos mientras que el hombre mantenía sus manos sobre la barra observándola con detalle. —¿Está intentando interrogarme, Señor? —preguntó elevando su mirada otra vez.

—¿Por qué una muñequita china vendría hasta Italia en busca de poder? —preguntó reincorporándose y tomando cada frasco hasta quitarle las tapas.

—Ni siquiera nací en China, nací en Portugal, soy una asesina entrenada en Blood Eyes, mi seudónimo era Red Lips, y si es que sabe algo de aquella mujer, es que su vida acabó hace dos años. ¿No cree que un muerto debería revivir con más gloria de la que tuvo antes de morir? —respondió con diversión.

—¿Así que quieres vengarte de aquellos que te dieron por muerta?

—No... no aún —bajó la cabeza porque por un momento había titubeado, no lo había pensado realmente en esa posibilidad, pero la pregunta la tentó bastante como para dejar aquella duda en un tal vez.

—¿Entonces?

—Tengo otros asuntos que atender antes de volver a mi pasado. Asuntos que corresponden a Italia y en específico a cierta familia a la que quiero eliminar su existencia.

—¿Eso no es un poco radical?

—¿Un hombre como usted me está preguntando sobre algo radical? —devolvió con gracia sintiendo la ansiedad de tantas preguntas inesperadas.

—¿Un hombre como yo? ¿Cómo se supone soy? —abrió sus manos con gracia mostrándose como si no tuviera secretos, por lo que Rubí se inclinó en la barra observando un poco más de cerca los frascos.

—Un hombre con poder, quizás no el suficiente que necesito, pero sí con los contactos necesarios. Un hombre que necesita protección día a día, porque tiene muchos secretos que no quiere que alguien más sepa, además de los enemigos que ha tenido que ir forjando a través de los años. Supongo que es un hombre con bastante historial para haber llegado hasta aquí.

—Suponer es diferente a afirmar.

—Podría psicoanalizarlo, Señor, pero no es mi área asesinar con la persuasión, soy más de acciones.

—Una lástima, porque acá utilizamos la cabeza —sentenció divertido atrayendo la mirada de Rubí antes de que pudiera tomar uno de los frascos en su mano.

—¿Me está diciendo que por ser una mujer de acciones no sé utilizar mi cabeza?

—Lo has dicho tú —levantó sus manos nuevamente intentando desligarse del tema.

—Ha sido una pregunta, Señor.

—Vamos a probarlo entonces —sentenció acerándose hasta dejar sus manos en la barra otra vez. —Dijiste que quieres entrar como Santista, pero por algún motivo creo que no lo lograrás... —bajó su mirada a los frascos al mismo tiempo que Rubí fruncía el entrecejo. —Aquí tienes dos comprimidos, uno es inofensivo y el otro es cianuro, supongo que al ser asesina sabes lo que es.

—Claro —asintió.

—Elije un frasco y tomate la pastilla, aquí tienes un vaso de agua para dejarlo pasar —tomó el vaso moviéndolo hacia adelante y luego volvió a alzar su mirada. —Ah lo olvidaba —indicó al tiempo que Rubí sentía como alguien oprimía una pistola en su espalda. —Tienes tres opciones, aunque dos de ellas te llevan a la muerte —sonrió con arrogancia, mientras que Rubí observaba con detención al hombre. —Si decides irte sin más, entenderás que no podemos dejarte escapar y contar a cualquiera nuestro método, ¿verdad?

—Supongo que este solo es el comienzo de los secretos —susurró inclinándose en la barra y comenzando a jugar con los frascos. —Si yo tomo una píldora, ¿usted tomará la otra? —cuestionó con diversión.

—Claro, de todas formas tomarás la equivocada —sentenció el Santoro.

—Claro porque el veneno está en el agua —indicó Rubí haciendo que un extraño silencio se formara en la habitación mientras aquel anciano parecía haber perdido por fin la habilidad del habla.

Luego de unos cuantos segundos comenzó a reír tomando el vaso de la supuesta agua y alejándola de la barra para inclinarse a observar de cerca a Rubí.

—Entonces ahora, elije, muchacha —la incitó.

Rubí sonrió tomando ambos frascos y vertiéndolos en sus manos, entrelazo sus dedos y comenzó a mover las pastillas perdidas en sus palmas bajo la atenta mirada de todos los hombres que estaban en la habitación, luego con cuidado separó las manos procurando dejar cada una de las píldoras en cada mano.

—Elija usted —sonrió extendiendo las manos haciendo reír nuevamente al anciano.

—Eres un caso interesante, muchacha, pero muy poco inteligente. Dispara.

El anciano se dio la vuelta dándole la espalda justo al tiempo en el que Rubí instintivamente llevó sus manos atrás tomando la pistola que la amputaba, empujó el taburete para golpear al guardia el cual en el mismo tiempo perdió la estabilidad dándole la oportunidad a Rubí de tomar la pistola en sus manos y voltearse para golpearlo hasta hacerlo caer al suelo. Con la mano izquierda sostuvo ambas píldoras y con la derecha terminó por apuntar el arma frente a los diez hombres que se apresuraron a apuntar también.

—Creo que es innecesario que hagamos esto —intentó Rossi calmar la situación, pero ninguno bajó su arma.

—Creo que no sirve para lo que esperas, lo siento mucho, fue una pérdida de unión —comentó el hombre.

—¿Sabe cuál es el punto de este juego? —comenzó Rubí mostrando las píldoras en su mano izquierda mientras apuntaba con su mano derecha al hombre más cercano. —Es que no busca estrategia de ningún tipo, solo mide como trabaja la mente del individuo bajo presión y sinceramente esos juegos me aburren, quiere saber si soy inteligente, pruebe de otra forma, porque con estos juegos lo único que logrará es perder el tiempo usted...

—¿Por qué perdería el tiempo yo? —contrapuso el hombre, interrumpiendo.

—Porque la única razón por la que soy una asesina, es porque siempre estoy dispuesta a morir —dicho eso llevó su mano izquierda a su boca y tragó ambas píldoras bajo el asombro de todos los hombres en la habitación.

Solo entonces cada hombre bajó el arma esperando la reacción del cianuro, cada sujeto en la habitación parecía tener los ojos abiertos a más no poder mientras que Rubí solo pudo bajar la mirada y soltar el arma hasta el suelo, puso sus manos en sus caderas y se volteó para ver al anciano y a Rossi, que parecían expectantes. Abrió la boca mostrando su lengua y todos los extremos evidenciando que ninguna de las píldoras estaba ahí.

—Bien ahora que sigue —preguntó provocando una exclamación de sorpresa de cada hombre en el lugar mientras que Rossi se levantaba de su taburete tomándola de los brazos para cerciorarse de que estaba bien.

—¿Pero cómo es posible? —susurró asombrado.

Instantáneamente la puerta de la derecha se abrió y el guardia se movió hacia un costado indicándole el avance. Rubí miró hacia el anciano esperando su confirmación, solo cuando este asintió con una media sonrisa se alejó de Rossi para caminar hacia la puerta.

—Un gusto tenerte con nosotros, Red Lips —habló el hombre mientras Rubí se adentraba a la puerta y comenzaba a bajar una larga escalera iluminada por unas cuantas ampolletas a los costados de la pared.

Sintió los pasos de Rossi por detrás, supo que solo él la estaba acompañando por lo que sin preocuparse siguió avanzando en silencio, al llegar finalmente al último escalón se encontró con un amplio salón, con poca iluminación y bastante temperado para la época, además habían estantes llenos de archivadores y carpetas organizadas por año. En el centro del salón se encontraban varias mesas que formaban una U invertida, los hombres sentados alrededor parecían estar al pendiente de unas pantallas en la pared de al frente, por lo que se le hizo obvio que estaban viendo las cámaras. Cuando por fin llegó hasta el medio de la U vio como Rossi tomaba su lugar a un costado de sillas y el hombre que estaba frente a ella fue el que tomó la palabra.

—Rubí Rossi, anteriormente conocida como Red Lips, asesina de Blood Eyes, nombre original Wang Xia, no hay información de familia y tu anterior jefe solo tiene por apellido Meyer, ¿algo que quieras agregar?

—Ya no soy esa mujer —sentenció observando cada rostro desconocido en ese momento.

—Comprendemos. Acá no muchos conservamos nuestras identidades, pero tengo entendido que hace algunos años estuviste aquí sirviéndonos como asesina.

—Así parece —susurró notando algunos rostro que le llamaron la atención, pero aunque lo intentó no pudo recordar el nombre de ninguno.

—Entonces... ¿a qué has venido aquí?

—Esto va a ser bastante repetitivo —masculló enfocándose nuevamente en el hombre frente a ella.

Caminó a pasos rápidos hasta dejar sus manos sobre la mesa e inclinarse en un intento de intimidación, el hombre no se movió ningún centímetro enfocándose en sus ojos.

—Necesito me ayuden a eliminar a la familia Vitelo y a la vez que me den un lugar en su maldita organización, incluso con un lugar en la base me es suficiente por ahora, luego podré preocuparme por llegar a la cima —sentenció haciendo que los hombres comenzaran a susurrar entre ellos, pero que aquel que tenía en frente solo sonriera y asintiera.

—Tendrás lo que pides, pero primero deberás aprender muchas cosas.

—Créame, no hay forma de que deje de aprender cada día —masculló en ironía, alejándose un tanto. —Díganme, ¿qué debo hacer primero?

*

Montefiascone, Italia

28 de septiembre, 2004

Había recibido la noticia esa misma tarde y por más que había deseado felicitar a su hermano por sobre todas las cosas, le fue imposible colocar esa sonrisa genuina que había mostrado Franco, no pudo soportar más cuando cayó la noche por lo que en un angustiante escape logró llegar hasta la casa de prostitutas en la que siempre era esperado con los brazos abiertos por Stella, era claro, sí, ella lo comprendería, lo acogería y entonces podría sentirse mejor, tan solo necesitaba llegar ahí, solo entonces, cuando logró tocar la manija de su puerta se dio cuenta que incluso en el camino no había menguado ni una cuarta parte de su enojo.

—¡No lo puedo creer! —exclamó sin evitarlo dejando finalmente salir todo su enojo.

Flavio abrió la puerta de un golpe encontrándose con Stella sentada tranquilamente frente a una mesa con papeles repartidos. Ni siquiera pudo reparar en lo que escribía, la furia lo tenía cegado lo suficiente para querer abalanzarse y golpear todo a su paso.

—Pero, amor, ¿Qué sucede? —Stella se levantó observando como Flavio parecía un toro encerrado moviéndose de un lado a otro. —¡Flavio! —exclamó haciendo que él se detuviera de golpe a observarla por fin.

—Mi padre le entregará el mando a mi hermano, se lo informó esta tarde a toda la familia, después de tanto... después de tanto preocuparme por la familia, él... simplemente se lo dará a Biago —masculló respirando agitadamente con las manos en las caderas.

—Creí que era lo que sucedería, así estaba planeado desde... el principio.

—¡Es que no lo entiendes! —gritó y eso provocó que los ojos de Stella se convirtieran en vidrieras empapadas de lluvia. —Oh, amor, lo siento, este tiempo he venido solo a traerte problemas, lo siento tanto.

Intentó acercarse a ella, pero Stella lo rechazó volviendo a sentarse frente a la mesa en donde tenía repartida varias cartas y sobres firmados con la marca de unos labios rojos, que resaltaron a la vista de Flavio.

—Nunca me habías gritado, amor —susurró Stella intentando limpiarse las lágrimas con la mano. —Yo solo...

—¿De quiénes son estás cartas, Stella? —preguntó Flavio alejándose para tomar unos cuantos sobres.

No había remitente ni mucho menos un destinatario, no había postal ni dirección, pero podía identificar sin mucho esfuerzo a quien correspondía ese labial.

—¿Pues de quien más? Le he estado escribiendo a tu hermana extranjera y ella me ha respondido, ha sido muy agradable conversar con ella a través de cartas, además de que ha sido muy amable con mis mellizos.

—¿A dónde envías las cartas? —preguntó absorto mirando el relieve del labial, pero no se atrevió a abrir ninguna carta.

—A ningún lado, cada semana llega un chico a dejarme una carta y yo le entrego otra.

—¿Le has contado las cosas que te digo?

Stella se detuvo un momento apretando unas hojas contra sus manos, cerró su boca formando un rictus y miró hacia otro lado intentando ignorar la mirada de decepción que le ofrecía Flavio.

—¿Por qué lo has hecho, amor? —preguntó con un tono suave tomando su mano. —¿Me quieres traicionar?

—No es eso... cielos, amor, yo jamás te traicionaría, de hecho ella ni siquiera me lo ha pedido, solo es una forma de... de... de desahogo, has estado tan gruñón y tan feliz a la vez que me asustas y ahora has llegado a gritarme y yo no entendía el por qué...

—¿Y ella te lo pudo responder? —cuestionó apretando los dientes.

—La verdad me explicó más o menos, pero sigo sin comprender completamente.

—¿Qué cosa? —susurró cansado.

—¿Por qué quieres ser el Don de tu familia, cuando ya tienes todo lo que necesitas?

Las palabras de Stella no causaron la tranquilidad que ella esperaba, quizás había soñado en que Flavio le dijera; "es cierto, amor, he sido un estúpido". Pero a cambio consiguió una mirada fría que derivó de inmediato a que Flavio se levantara y comenzara a moverse de un lado a otro con las manos en las caderas.

—Me equivoqué al venir aquí —masculló finalmente. —Simplemente eres otro de los peones de esa maldita perra.

Caminó a pasos rápidos hacia la salida, pero antes de que pudiera alcanzar las escaleras de la casa de prostitutas, la mano de Stella lo detuvo obligando a voltearse.

—No sé qué he hecho mal, pero quizás esto es lo que ella quería que te entregara, es la última carta que me envió —le extendió un sobre con la marca de los labios rojos y una vez lo tomó Stella corrió por el pasillo enjugándose las lágrimas que seguramente no podía detener.

Flavio arrugó el sobre entre sus manos mientras apretaba los dientes con rabia, no solo todo su trabajo en un año había sido en vano, sino que además la maldita mujer que le había dado órdenes antes de desaparecer, había creado toda una maraña de personajes por detrás para vigilar sus pasos, Stella no era la primera persona que sabía que tenía contacto con Rubí, pero al igual que todas los demás nadie podía darle su locación exacta. Intentó no pensar en ello, en realidad no importaba realmente, pero inevitablemente se sentó al final de la escalera y rompió el sobre intentando indagar en el contenido de aquella carta.

"Querida Stella:

Comprendo tus preocupaciones con Flavio, para tranquilidad tuya su actitud de sube y baja es casi natural en él cuando las cosas no van como quiere, asumo que de lo que me hablas es del traspaso del poder en la casona Felivene, lo que debe tener bastante ansioso a Flavio, ya que al ser un hombre como tal ha deseado el lugar más que nadie en esa familia. Te lo digo es un hombre que merece el lugar, pero aún tiene mucho que aprender para obtener el título.

Me gustaría que pudieras darle un mensaje de mi parte, sé que luego de que se dé el anuncio completamente y sea el hermano mayor quien tome el mando el peligro será incluso más grande, aún no he podido acercarme lo suficiente como deseo, pero espero lograrlo antes de que todo explote. Pídele de mi parte a Flavio que abra más los ojos, que no baje la guardia y que vigile aún más los cambios de su prometida, ya que ahí estará la respuesta de todo lo que vaya a suceder en un futuro.

Flavio, si estás leyendo esto, claramente no te gustará enterarte que hablo con tu mujer, pero espero entiendas mis intenciones, lo único que deseo es cuidar de tu familia, devolver el favor que me dieron cuando estaba perdida, así que mientras yo aún no pueda volver, solo puedo seguir confiando que tú continuarás haciendo un excelente trabajo.

Espero que esta carta te haya calmado un poco, querida Stella, y también seré paciente para obtener más noticias de ti.

Se despide con un beso, tu amiga extranjera."

Dobló la carta suspirando con desgana, se levantó volviendo a la habitación en la que Stella se encontraba hecha un ovillo en la cama llorando angustiada sin detenerse ni por un segundo. Cerró la puerta detrás de su espalda y con cuidado llegó hasta la cama tomando a Stella entre sus brazos para comenzar a tranquilizarla. Podía ser posible que estaba muy molesto, la rabia burbujeaba en su cuerpo, pero sabía que algo estaba a punto de ocurrir, algo lo bastante malo como para que la misma Rubí dijera que confiaba en él.

*

Viterbo, Italia

24 de diciembre, 2004

—Han sido unos meses extenuantes —comenzó Basilio tomando su copa para realizar un brindis. —Pero la mejor decisión que he tomado en años ha sido el dejarlo todo a mi hijo, él hará a esta familia grande y con solo dos meses y medio ha logrado lo que yo no he podido en años.

En la mesa todos asintieron, Fiore le daba una sonrisa enorme a Biago quien solo observaba a su padre con serenidad, mientras que Flavio parecía por fin atenuar su odio repentino a su hermano. Franco al lado de Vita simplemente parecía atento y orgulloso de las palabras de su padre, y el matrimonio Vitelo, que habían sido invitados a la cena, estaban sonrientes ante las palabras del anterior Don.

—Quiero agradecer a Agata el haber estado atenta a todas las necesidades de Biago en este tiempo y el soportarse mutuamente ha sido bastante interesante esta temporada.

—Es que mi hija es una fiera sin domar —comentó Gioto haciendo reír a la mesa. —Pero ya pronto sabrá comportarse como Dane.

—Ay, papá, no hay nadie que iguale a Dane —comentó Agata mirando a su hermana que solo daba una sonrisa pequeña y asentía a las palabras de su padre.

—Me parece que son una pareja formidable y harán grande a esta unión de familias, salud —completó Basilio logrando que todos alzaran sus manos y por fin probaran de sus copas.

]

[

Biago salió al balcón de la casona mientras movía su copa de whisky, miró hacia el patio como tantas veces había hecho en los días que Rubí entrenaba, pero esta vez solo pudo enfocarse en aquella banca a la lejanía del jardín en donde le había pedido y ella había aceptado ser su amante. Recordaba sus besos, su cuerpo, sus manos siendo curiosas y luego, aquel día en Roma todo era fuego y pasión, todo era sobre sentir, vivir y respirar sobre el otro, si tan solo, si tan solo...

Sintió la mano de una mujer desde su espalda hasta su hombro y no pudo evitar sobresaltarse para ver finalmente quien era. Agata le sonrió agradablemente, llevaban un tiempo soportándose solo porque Gioto había llegado a rondar la casona por unos días, habían aceptado tratarse con cordialidad, algo que por primera vez estaba agradeciendo de ese hombre.

—¿Estás apreciando esta noche tan fría, esposo mío? —comentó con gracia llegando hasta recargarse en la baranda del balcón.

—El frío me ayuda a soportar ciertas cosas.

—¿Cómo la ausencia de cierta mujer? —cuestionó son diversión recibiendo solo una mirada silenciosa de Biago para continuar tomando de su trago. —Ya ha pasado un año desde que estoy aquí y no hay día en que no odie más a esa perra.

—Tengo entendido que se conocían de antes —susurró Biago caminando hasta la pequeña mesa a un costado, dejó su vaso y observó de reojo a Agata.

—Lamentablemente —murmuró Agata. —La odio desde el primer día.

—Pudiste decirnos quién era el día en que la viste, ¿Por qué fingir que no la conocías?

—Porque en realidad no la conozco y lo que conocí de ella... claramente no fue nada que quisiera mencionar —realizó una mueca de disgusto fijando su mirada en Biago quien prefirió mantener la distancia.

—¿No quisieras contarme sobre ello? Después de todo, al parecer tendré que aceptar el tenerte como esposa, habrá que conocernos ¿no?

—¿Recuerdas hace años cuando ustedes se fueron de Palermo? —Biago asintió y Agata le indicó que entraran por el viento que comenzaba a incrementar. —Yo tenía tal vez... ¿16 o 17 años? Y papá nos envió a todas a diferentes lugares —Biago cerró las ventanas y le ofreció que se sentaran en una mesa al costado de la habitación que compartían. —Vita fue enviada a América, fue la que mejor la pasó a decir verdad, Dane fue enviada a la 'Ndrangheta y yo a Blood Eyes.

—¿Por qué Gioto decidió eso?

—Quería obtener algo... no estoy segura, Dane es la única que tiene esa información, quizás fue como castigo por como utilizamos sus recursos o por como acabó la guerra entre clanes, no estoy segura, pero al parecer quería entrenarnos.

—Comprendo, ¿Qué ocurrió en Blood Eyes?

—Llegué a un lugar en que la fachada parecía una larga fortaleza, no estoy segura de donde estaba con exactitud ya que me vendaron los ojos cuando fuimos de camino, pero cuando ingresé, fue como volver en el tiempo en la época medieval con sus reyes y castillos. Era un lugar inmenso, donde podía notarse que no acababa solo con lo que había en la superficie —suspiró mirando como comenzaba a caer la nieve afuera de su habitación. —No estuve mucho tiempo la primera vez, tal vez tres días o máximo cinco, luego solo fui volviendo esporádicamente ya que servía de intermediario entre mi padre y la dueña del lugar.

—¿Conociste a Rubí ahí?

—A Rubí... solo la conocí el primer día... era una mocosa que no tenía más de 11 o 12 años, no estoy segura, pero cuando apareció nadie parecía feliz, había tanta gente en ese lugar, como hombres mayores o jóvenes con batas, habían otros niños, quizás más o menos de la misma edad que Rubí y otros mucho mayores. ¿Cómo crees que me tomé el hecho de que me enviaran a una enclenque mujer?

—Claramente te burlaste ¿no?

—Exactamente... La cuestión es que ella dijo que tendríamos la evaluación inicial... y luego de eso solo sé que terminé en el piso llorando del dolor.

—¿Por eso te echaron?

—Claramente, al parecer no podía hacer nada y eso decepcionó a mi padre, me hicieron regresar y solo volvía cuando tenía que pedir directamente a algún asesino, la última vez que fui las cosas no parecían estar yendo bien, pedí a un asesino por un trabajo de mi padre, pero me hicieron devolverme con dos, ellos se quedaron en Venecia y solo sé que luego de eso se perdió el contacto completamente con Blood Eyes.

—¿Qué ocurrió?

—Jamás lo supe y mi padre me volvió a odiar por eso.

—No has tenido una buena vida.

—¿Después de que ustedes comenzaron a crecer como espuma? No, claro que no.

—¿Y... por qué a Dane la enviaron a la 'Ndrangheta?

—No estoy segura, pero no es como si lo hubiera pasado mejor, después de que la volví a ver, no parecía ser la misma de siempre.

—Comprendo.

—¿Cómo fue tu vida después de Palermo?

—¿Después de que provocaste la muerte de Alessia? —las mejillas de Agata se tornaron rojas levemente lo que llamó inmediatamente la atención de Biago. —¿Eso es vergüenza lo que noto en ti? —cuestionó con gracia.

—Jamás pensé que podría provocar la muerte de alguien, Vita me odió después, no solo hice que Alessia se quitara la vida, sino que... además... rompí a una familia, me arrepiento, juro que me arrepiento, Biago, pero es que yo te quería para mí, solo para mí, no supe qué más hacer cuando supe de aquella mujer.

—No te voy a perdonar por provocar la muerte de la mujer a la que amé, Agata —sentenció completamente serio. —Pero ya nada podemos hacer con ello, ¿no es así?

—Ahora estamos casados, no tengo que preocuparme mientras esa perra no vuelva a aparecer —respondió con una sonrisa de suficiencia segura de sus palabras.

—Incluso estando casados no significa que te amaré, y estoy bastante seguro de que eso... jamás llegará —suspiró. —Siempre he pensado que no eres mala, solo eres... poco inteligente al seguir las ordenes de tu padre.

—¿Me estás diciendo tonta?

—Agradece que no te dije estúpida —balbuceó intentando que no la escuchara. —Pero eso no importa, porque creo que mereces alguien que te ame de verdad —nuevamente Agata se sonrojó, pero esta vez miró hacia un costado intentando de todas las maneras posibles no volver a mirarlo. —¿Qué ocurre? —la llamó, pero no consiguió nada. —¿Agata? —tomó su mentón, pero incluso así sus ojos no llegaron a los suyos. —¿Ya tienes a alguien a quien amas? —cuestionó dejando ir su mentón.

—No te lo diré.

—Eso significa que no te casaste conmigo por amor.

—Que poético, esposo mío, pero no es como si tú lo hubieras hecho tampoco.

—Creí que me querías para ti, por ello habías destruido a Alessia, creí que sentías algo más que un simple capricho de hacer orgullosa a tu padre, pensé... que eras más inteligente, Agata.

—¡Cielos, sigues diciendo eso, hasta me ofendes, Biago!

Se levantó de la silla para llegar hasta el ventanal, suspiró y bajo la atenta mirada de Biago bajó la vista y comenzó a susurrar.

—No sabía, ¿de acuerdo? Jamás pensé que yo sería una de esas personas, pero es que... solo ocurrió, se dio como si fuera magia.

—¿De qué estás hablando, Agata?

—Tengo una amante, Biago.

—¿Una?

—Sí —se volteó para volver a la mesa y con cuidado susurró. —¿Conoces a Caeli?

—¿La hija de cocinera? ¿La que ayuda en el aseo de las habitaciones? ¡Agata! ¿Eres lesbiana?

—No lo sabía, ¿de acuerdo? —terminó por sentarse en la mesa con sus ojos abiertos en suplica. —Realmente no lo sabía, jamás pensé que podría enamorarme de una mujer, pero está hecho, ella me gusta y hemos...

—¿Aquí? —Biago indicó la cama con una expresión de disgusto que solo hizo reír a Agata.

—Solo nos hemos besado aquí, nada más.

—Y no quiero escuchar más tampoco —masculló levantándose abrumado con tal noticia. —¿Qué vamos a hacer?

—¿Cómo, que qué vamos a hacer? Esto no cambia nada.

—Cambia todo, Agata, lo cambia todo. Tú y yo ni siquiera vamos a tener hijos alguna vez, porque claramente no te voy a tocar ni tú a mí, tú y yo amamos a personas diferentes y no... esto no va a funcionar.

—¿Qué quieres que haga? No es como si necesitemos heredero ahora ya, podemos pensar en ello en el futuro, yo quiero mi lugar en esta familia, no me vas a relegar como a tu madre.

—Lástima, Agata, pero la función de una mujer es en la cama y claramente tú no me complacerás jamás por ese ámbito.

—¿Entonces?

—Había pensado en matarte, quizás un accidente, quizás algo que nadie notaría, pero teniendo en cuenta que podríamos llegar a un acuerdo no hay necesidad de que corra sangre.

—¡Jesús! Si no hubieras dicho eso frente a mí, jamás hubiera creído que salió de tu boca —exclamó horrorizada. —¿Qué harás entonces?

—Enviarte lejos. ¿Qué tal... china?

—Asco, no.

—¿Rusia?

—¿Realmente me quieres enviar lejos?

—Sí, dime un lugar y yo te compro el pasaje de ida, jamás de vuelta, además... podrás irte con Caeli y tener una vida libre en cualquier otro país menos acá.

—¿Me darías dinero todos los meses?

—Te doy hasta una casa con tal de que me dejes en paz.

—Esto disgustará a mi padre —meditó unos segundos. —Pero no me importa siempre y cuando prometas realmente mantenerme lejos de aquí, a Caeli y a mí. ¡Prométemelo! —le indicó seriamente.

—Si me hubieras dicho esto, y habríamos realizado este trato antes, nos hubiéramos ahorrado muchas cosas —suspiró Biago extendiendo su mano para cerrar el trato. —Es una promesa, Agata.

*

San Luca, Italia.

25 de diciembre, 2004

Caminó por sobre la gruesa nieve, mientras observaba las ventanas de las casuchas de los soldados, todos y cada uno compartía con su familia un presente frente a un árbol de navidad, parecían dichosos y bastante cálidos incluso con una temperatura como aquella. Tal vez lo estaban, tal vez dentro de sus casas había una calidez más allá de la que podía brindar el fuego. Recordó hace un año atrás como había pasado la velada con Rubén, recordó como aquellos besos que ella misma había robado, el presente que se entregaron mutuamente y luego largas charlas y risas entre ellos, inconscientemente llevó su mano a su cuello sintiendo el relieve del rubí en su collar. Sonrió al cielo, no estaba segura, pero le fue imposible retener las lágrimas que cayeron por sus mejillas cuando sintió la nostalgia rondando en su pecho. Lo extrañaba, cada día que recordaba a Rubén era una punzada en el corazón por haberlo perdido, repasaba cada día aquel en que Dane le había quitado la vida a su mejor amigo y aunque ya estaba cerca de cumplirse un año aun no encontraba la formula en que aquello terminara bien. Sabía que era un pensamiento innecesario, pero de todas formas quería encontrar una imagen en que el resultado hubiera sido mejor que el de aquel día.

—Considerando que nos casamos un 25 de agosto, este sería como nuestro... ¿cuarto cumple mes? —a su lado llegó Adolfo, depositó un abrigo en sus hombros y luego de sentirse satisfecho elevó su mirada al cielo ignorándola. —Feliz cumple mes, esposa falsamente amada.

Aquel apelativo la hizo sonreír y aunque no lo había pedido, se aferró con fuerza al abrigo para continuar caminando seguida de Adolfo.

—Creo que nos merecemos una luna de miel, ¿no crees?

—Tengo cosas que hacer como para pensar en además una luna de miel falsa.

—Buen punto, pero mi padre dijo que nuestro matrimonio no fue falso además de que realizaste la ceremonia para ser parte de la 'Ndrangheta, así que estás atrapada aquí al igual que yo.

Recordaba aquel día como algo efímero, un día en que habían sucedido muchas cosas, pero que a la vez había sido como un pestañeo, se recordaba ingresando a un lugar muy parecido a una capilla, recordaba como habían recitado los votos y luego había aceptado un anillo de parte de Adolfo, que aún conservaba en su dedo anular, pero luego... luego recordaba cómo había tenido que firmar con sangre bajo la imagen de San Miguel Arcángel, el cual le habían explicado era el patrón de La 'Ndraghenta, luego solo vio como quemaban una orilla de la imagen y por fin una extraña celebración ocurrió. Fue un evento lleno de misticismos y secretos lentamente revelados, y aunque había mucha gente que no había visto jamás, ese día se había sentido gratamente cómoda entre todos ellos y su nuevo esposo quien hasta el momento se comportaba como un verdadero caballero.

—Pero yo no me siento atrapada, Adolfo —susurró finalmente para fijar su mirada al enorme portal que indicaba la salida del campamento hacia la ciudad. —Me siento cómoda en este lugar y además, he estado aprendiendo muchas cosas que me ayudan a acercarme a mi cometido.

—No voy a negar que este tiempo ha sido bastante nutritivo en cuanto al aprendizaje, ha habido cosas que extrañamente me han gustado de esta vida, pero sabes que no soy de aquí, Rubí, sabes que cualquier respiro me ayudaría.

—¿Entonces quieres que pida un viaje para que puedas descansar, con el motivo de una luna de miel?

—Podría ser un buen regalo para el día de la epifanía.

Rubí observó con detención a Adolfo, pero incluso cuando lo estaba viendo solo pudo repasar aquel 6 de enero en Tarquinia, lamió sus labios de forma inconsciente cuando recordó el sabor del chocolate y fue incluso peor cuando su corazón recordó aquel beso, el último y el mejor ciertamente.

—¿Qué, qué ocurre? —cuestionó Adolfo al notar los ojos cristalizados con las lágrimas de su compañera.

—Lo siento, hay veces en que solo se escurren —se excusó limpiando sus lágrimas con suavidad.

—Hay muchas cosas que no sé de ti, esposa falsamente amada, y la verdad, debo confesar que tengo mucha curiosidad de llenar los espacios vacíos —comentó escrutándola con detención.

—¿Qué quisieras saber de mí, Adolfo?

—¿Cómo es posible que una mujer pueda ser tan diferente de un momento a otro? Hay veces que eres fría y dura, hay otras en que me intimidas, y algunas otras en que... pareces tan vulnerable —aquello lo susurró extendiendo su mano para limpiar la mejilla de Rubí, una escurridiza lágrima iba cayendo y no pudo contenerse a limpiarla con su pulgar, por lo que simplemente suspiró al sentirla en su piel—... Hay tantas cosas que me gustaría saber de ti, ¿tú no tienes curiosidad por mí?

—No, porque ya sé todo de ti. Tu madre murió hace cinco años, se cumplirán seis en unos meses, desde ahí todo en lo que creías cambió, dejaste de ser el hijo ejemplar para convertirte en el hijo rebelde, hasta que un año después tomaste tus cosas y te fuiste. Sé que tuviste tu primer amor a los 15 años, con una muchachita de una familia vecina, pero de un tiempo a otro ella desapareció. Sé que además los soldados de este lugar te enseñaron a luchar y que no hay día en que dejes de correr antes de irte a acostar, sé que extrañas a tu madre y que incluso cada día cuando te levantas hablas con ella divagando, sé que susurras su nombre muchas veces pidiéndole paciencia y sé que hablas con ella como si aún estuviera aquí. Sé que...

—De acuerdo, basta —la cortó divertido. —Veo que me investigaste.

—Más o menos —sonrió.

—Ahí está. ¿Lo ves? Estabas llorando y ahora me sonríes como una niña pequeña, no te entiendo, eres una contradicción en mi cabeza.

—Creo que solo estás volviéndote loco aquí, iré a hablar con Piero para que nos dé la posibilidad de la luna de miel.

Intentó regresar por el mismo camino, pero al segundo sintió como Adolfo tomaba su mano y la detenía hasta chocar su pecho contra su espalda.

—¿Cuándo va a ser el día en que pueda morir? —susurró.

—Estoy avanzando lento, por lo que tendrás que esperarme más de seis meses.

—De acuerdo, aprovecharé la espera entonces —besó el costado izquierdo de su cuello y se alejó caminando por el lado opuesto mientras que Rubí solo pudo quedarse estática ante ese gesto. —Iré por tu regalo de navidad, no tardo.

Sonrió y aunque deseó voltearse para despedirse de él simplemente avanzó consciente que Adolfo aún estaba esperando su respuesta. Sabía que entre más tiempo pasaba cerca de él, más cosas comenzaban a suceder en su cuerpo, dormían juntos en las noches, pero jamás había pasado más que un abrazo a causa de sus pesadillas o las de él. Pasaban tardes completa juntos mientras trabajaban en el aprendizaje del negocio, pero aun así nunca se habían besado, incluso en el día de su boda habían fingido todos los besos tapando la visión de los demás, cuando lo único que hacían era besar sus mejillas. Adolfo siempre decía que no la amaría, era la razón por la que los roces eran mínimos, pero por alguna extraña razón cada vez que esos roces aumentaban también lo hacía la expectativa en esa relación. Después de todo ya estaba casada, probar un poco de su esposo, no sería pecado para nadie, ni siquiera para su corazón que aun añoraba reencontrarse con Biago.

****

A algunas personas les cuesta escribir el inicio de un historia, a otras el capítulo 7 (como a mí escritora favorita) y a otras les cuesta escribir el final.

Por lo que llevo escribiendo creo que a mí me cuesta literalmente todo, pero los capítulos 40 son como mi cruz. ¡Nivel de miedo a este capítulo, hasta hice un especial para no escribirlo! 😂😂😂

Pero ya está aquí, por fin salió, ojalá los siguientes no me cuesten tanto, pero según noté como que mi proceso de escritora es de semana por medio, una semana me llega la iluminación a la otra me bloqueo, una si y una no, así funciono al parecer 😂.

En fin, ya después de mi parloteo típico, ¿Qué les pareció el capítulo? Creo que mencioné a todos los personajes de esta historia en un solo capítulo no sé si me habrá faltado alguno 😂. Me encantó.

Ya en fin, creo que tal vez iré a escribir el siguiente o esperar una semana más para avanzar. Me da miedo pensar que nos acercamos al final, pero luego me acuerdo que tengo que llegar al 2010 y así como voy no voy alcanzar y entro en crisis y esto quizás termine antes del 2010 y mi cabeza comienza a ser un desastre 😂😂😂.

Okay ya me dejo de joder.

Que tengan un buen fin de semana, gente hermosa. Nos leemos pronto, tal vez.

Atentamente una mamá gatuna.

Posdata de Dato curioso
La escena de las píldoras la escribí más de tres veces. Para las personas que se preocupen tal vez pensando que Rubí se comió una pastilla de cianuro, los dejaré pensando en cómo le hizo para sobrevivir, quizás más adelante explique cómo le hizo 😅.

Posdata de dato curioso dos. El 25 de agosto fue el matrimonio de Rubí y Adolfo, ¿verdad? Pues ese día también es mi cumpleaños, así que es un auto regalo 😂🙊🙊.

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