Capítulo Cincuenta y tres
Capítulo Cincuenta y tres
San Luca, Italia
16 de Enero, 2007
Idara caminó por la nieve con tranquilidad mientras revisaba las cartas recién llegadas, encontró entre ellas una dirigida para ella de parte de Franco, por lo que incluso antes de volver a entrar a la casa la guardó entre las otras registrando las demás. Ingresó yendo directo hacia la oficina donde Piero Rossi se encontraba sentado con sus piernas cruzadas y su mirada serena como de costumbre.
Entre las cartas una le llamó la atención, por lo que dejando las demás en el escritorio se apresuró a abrirla y comenzó a leer rápidamente.
—¿Sucede algo? —preguntó el capo locale con un tono suave.
—Al parecer Rubí tendrá que ir a Turquía a finales de mayo —susurró Idara terminando de leer entregándole la carta.
—¿El Club Bilderberg? —leyó Piero. —¿Qué no es un grupo secreto de las máxima potencias mundiales?
—Ajá, pero Rubí no irá de invitada, vea quien firma...
Piero miró hasta el pie de la hoja encontrando solo dos iniciales M.S. lo cual significaba una orden de la Mamma Santissima. Levantó su mirada un tanto preocupado y suspiró al mismo tiempo que lo hizo Idara.
—Estamos en problemas si la envía ahí sola, es como meterse dentro de la boca del lobo.
—No sería la primera vez que Rubí está dentro de la boca del lobo, el problema es que no debe ir a matar a uno de ellos, sino que se debe escabullir y escuchar... Son tres días de audiencia, ¿Qué haremos?
—Definitivamente no enviarla sola.
—La carta dice...
—Sí, la carta dice, pero no necesariamente será por nuestro querer.
—¿De qué habla? —cuestionó Idara confundida.
—¿Has visto alguna carta de Adolfo? ¿Qué te parece si le recomendamos ir a Turquía en Mayo? —divagó Piero moviendo las cartas hasta encontrar una postal. —Aquí está, ¿qué dices?
Idara asintió, no parecía una mala idea, pero aun así dudó antes de comenzar a hacer las gestiones para un largo viaje que se vendría en cinco meses para Rubí.
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Habían pasado 3 años desde que su vida había cambiado completamente tras la muerte de su familia en Tuscania, se preguntó si hubiera podido seguir soportando una vida como la que tenía, siendo lavandera claramente no era mucho lo que ganaba, pero tenía todo lo que en ese tiempo podía pensar en pedir, una familia. Recordó con nostalgia cuando se encontraba con Franco a escondidas, recordó con nostalgia aquella primera vez que se habían besado y cuando habían tocado sus cuerpos con una intensidad más allá de lo físico por primera vez. Se estremeció al solo pensarlo, le gustaba el hombre y aunque lamentaba mucho la muerte de su madre, su hermana mayor y sus tías, ya había pasado suficiente tiempo como para reafirmar que no volvería a cambiar nada si el punto al que llegara fuera el mismo.
Quizás no tenía a Franco como lo deseaba, pero le bastaba, era suficiente sabiendo que podía amarlo sin restricción a la distancia. Tomó su teléfono cuando este empezó a sonar, eran las 23:09horas, así de exactos, día a día, una llamada diaria, ni un minuto más, ni un minuto menos.
Respondió con una sonrisa en la cara, aun cuando no podía verlo al escuchar su voz, sabía que también sonreía, porque así eran, unos niños anhelando una cercanía que no tenían, pero que aunque fuera a través de un teléfono bastaba para ser felices.
—Buenas noches, mi amor, ¿Cómo está la dama más hermosa de esta tierra? —Idara se sonrojó sintiendo su corazón revolotear con el simple saludo.
Fue suficiente como introducción para que se diera una conversación fluida y suave que ellos sabían apreciar, una hora exacta, no más de 60 minutos era lo que se permitían al día, hasta que pudieran resolver lo de volverse a ver, parecía bastar, aunque pareciera nada, para dos enamorados como ellos bastaba.
*
Montefiascone, Italia
02 de marzo, 2007
—¡¿Un cuartel?! —chilló Stella abriendo sus ojos en grande y su boca de asombro. —Estás loca, jamás haría algo así —afirmó levantándose de la silla y comenzando a caminar por la habitación.
—Ay, no seas exagerada, es solo una casa en Nápoles —masculló Rubí. —No es un cuartel —rodó sus ojos arrastrándose en el asiento hasta quedar prácticamente echada en él.
—Primero, te sientas bien —le indicó demandante, a lo que Rubí volvió a rodar los ojos hasta reacomodarse en el asiento.
—Estás igual que la mamma santissima, me tienen harta con las reglas de modales y de "ser una señorita" —hizo una señal de asco haciendo reír a Stella.
—¿Qué es lo que quieres esconder ahí, Rubí? —preguntó acercándose otra vez a la mesa.
—Información, será tu casa, puedes llevar a tus hijos y además ayudarme a traducir documentos... o convertirte en un espía para mí.
—Creo que has estado viendo demasiadas películas, Rubí.
—No, hablo en serio, eres la única que tiene acceso directo a este mundo de hombres y prostitutas, tú puedes pasar desapercibida y nunca nadie sabrá quien fue.
—Estás loca, te has vuelto completamente loca —negó Stella volviendo a levantarse para caminar en la habitación, luego de unas cuantas vueltas volvió hasta Rubí golpeando la mesa con fuerza haciendo que esta se sobresaltara. —¿Por qué yo? ¿Por qué entre toda la gente en este prostíbulo tengo que ser yo?
—Porque eres en la única que confío en este prostíbulo y porque se lo debo a Flavio en darte una mejor vida que esta.
—Sabes que él jamás me involucró en su mafia para protegerme, ¿verdad?
—Lo sé, pero estoy más que enterada que eso no te fue suficiente como para involucrarte por ti sola.
Se miraron a los ojos detenidamente por más de un minuto en silencio, ambas sabían secretos de la otra y aunque claramente confiaban ciegamente sabían que la amenaza estaba en el aire, ninguna sería capaz de abrir la boca o por lo menos confiaban en que fuera así.
—¿Tenemos un trato? —preguntó Rubí rompiendo el silencio.
—Trato —aceptó finalmente extendiendo su mano.
Rubí por fin se levantó de su silla y se estiró sintiéndose satisfecha.
—Ah, cierto, es probable que también se convierta en una casa de resguardo para amantes, así que si ves a Franco y a Idara por allá, solo ignóralos, ¿de acuerdo?
Stella rió asintiendo, de todas forma daba igual teniendo en cuenta que según lo estipulado, el lugar al que iría a quedarse sería muy parecido a una mansión, pero esta vez todo en propiedad de Rubí.
*
Viterbo, Italia
25 de abril, 2007
Vita bajó las escaleras tarareando una canción sin sentido, eran las dos de la madrugada y aunque la casona parecía desierta estaba más que clara que todos estaban ocupado en sus asuntos, asuntos en los que no era incluida por más que lo intentara, Basilio Felivene no la veía como su hija, ni su nuera, la veía como un ente que debía soportar en la casona, era cordial como siempre, pero claramente jamás la trataría como a Rubí, mucho menos lo haría Fiore Felivene, esa mujer se la traía entre ceja y ceja, por más que se esforzaba en decirle que si en todo, ella parecía ver a leguas que solo era una máscara en donde ocultaba la verdad.
Si pensaba en Biago y Rubí, ambos eran una pareja esporádica, de hecho aquel mes era el que más se habían quedado organizando los tratos que habían logrado en el extranjero, pero sabía de antemano que incluso si es que lo intentara ninguno la miraría como una igual. Pensar en su esposo le daba dolor de cabeza, había sido demasiado insistente en que se fuera a vivir a Tarquinia y luego de que logró negarse las cosas entre ellos no mejoraron en nada, Franco era distante, poco era lo que le mencionaba sobre su trabajo como Don y menos aún era lo que interactuaban en el día o en las noches, las veces en que más hablaban era porque ella lo buscaba y le contaba algo gracioso que le había ocurrido en la casona, a lo que él solo respondía que madurara y ocupara el lugar que le correspondía.
Debía aceptar que se sentía muy perdida, había perdido a toda su familia y la gente que se suponía debía compensarlo no estaban siendo de ayuda, sabía que los Felivene eran lo único que le quedaba, de otra forma hacía mucho que se hubiera ido. Negó para sí misma recobrando su tarareo mientras caminaba por los pasillos. Aquella una de las ventajas de ser invisible en esa casona es que aunque no la incluyeran en ningún asunto, lo sabía todo.
Cada noche a la misma hora recorría la casona escuchando, averiguando y algunas veces anotando ciertas cosas que buscaría después para poder comprenderlas completamente, tal vez le negaban su lugar en la familia, pero incluso si es que alguna vez quisieran echarla no podrían, porque no dudaría jamás en utilizar todos los secretos que sabía contra ellos.
Llegó hasta la sala más escondida de la casona, donde los pocos días que estaba, se reunía Biago a conversar largo y tendido con su nuevo escolta, ambos estaban planeando por su cuenta reconstruir la familia a su modo, algo que por más que intentó decírselo a Franco él no la escuchó, de todas formas todas las noches que Biago se presentaba ella se había encargado de escuchar hasta el más mínimo detalle, incluso cuando eso implicaba temas de los que no tenía ni idea.
—Si hacemos eso y vamos a Estados Unidos, no podré llevar a Rubí, sospechará —escuchó a Biago reclamar tras la puerta.
—Señor, es la única alternativa que tenemos para cerrar el trato, de otra forma perderemos una gran inversión.
Vita rebuscó entre su ropa su libreta, lo que vendría luego de ese comentario sería grande, pero antes de que pudiera volver a poner a atención olvidó el florero a su costado golpeándolo y provocando que este se cayera. El sonido hueco de la porcelana contra el piso de madera retumbó por toda la casona que yacía en silencio, lo que hizo que el pánico la paralizara por unos segundos. Cuando sintió la puerta comenzar a abrirse obligó a su cuerpo a moverse y correr hacia el pasillo opuesto, necesitaba esconderse hasta que todo se calmara, no podía dejar que la descubrieran tan pronto y mucho menos Biago, quien sabía de antemano se había vuelto una persona completamente diferente luego del accidente.
Logró llegar hasta el corredor donde se encontraban las oficinas del Don, seguramente Franco estaba junto a Roger y Rubí conversando sobre cómo fortalecer la unión con los calabreses, estuvo a solo unos minutos de escapar adentrándose en uno de los pasadizos de la casona cuando sintió que la atrapaban por la espalda y le tapaban la boca justo antes de que comenzara a gritar.
Pataleó cuando fue levantada y obligada a esconderse en una de las oficinas, gimió cuando fue estampada contra la pared cuando la puerta se cerró. Se encontró con los ojos azules más intensos que alguna vez había visto, mientras este apretaba su mano contra su cuello restringiendo la entrada de oxigeno como era debido. Nunca antes había tenido a Biago tan cerca, pero lastimosamente entre la pérdida de consciencia y el deslumbre de esos ojos tuvo que encontrar su razón hasta que él la soltó.
—¿Hace cuánto que me espías? —masculló exigiendo respuestas.
—Yo...
—Habla —Biago golpeó la pared justo al lado de su cabeza haciendo que su cuerpo se estremeciera.
—Lo siento —balbució no soportándolo más y comenzando a llorar como una condenada. —No quería, por favor, no me mates, puedo serte de utilidad, prometo serte fiel, por favor, no me mates —suplicó cayendo al suelo de rodillas mientras se aferraba al pantalón de Biago.
—Aléjate de mí, perra —pateó Biago obligándola a soltarlo.
Él se alejó yendo hasta la mesa, tomó un revolver y comenzó a cargarlo, todo el cuerpo de Vita tembló, sabía que tenía que encontrar una forma en que la considerada antes de que fuera demasiado tarde.
—Si me matas todos lo sabrán —señaló carraspeando.
—Si te mato le quitaré un peso de encima a mi hermano —masculló Biago cerrando el cilindro y apuntando a su frente. —No puedo permitir que nada de lo que escuchaste salga alguna vez, no me voy a dar el lujo de cometer un error nuevamente.
—¡Puedo darte información de Rubí! —exclamó cerrando los ojos de golpe.
Un extraño silencio se extendió por la habitación y solo luego de unos segundos sintió como Biago retrocedía quitando el arma de su cabeza.
—¿De qué hablas?
Vita abrió lentamente sus ojos elevando su mirada por todo el cuerpo de Biago, el hombre se veía imponente frente a ella, pero la sola mención de su mujer lo hacía tambalear, aunque él no lo quisiera aceptar y aunque hiciera mil y un plan para destruirla, Rubí siempre sería su debilidad.
—No eres el único al que he espiado, Biago —comentó sintiendo otra vez su confianza.
—¿Qué más sabes? —preguntó viendo como Vita se levantaba y limpiaba sus mejillas.
—Sé que tu mujer está comenzando a moverse y que tras tu espalda ha formado su propio cuartel en Nápoles, ¿crees que planeará algo bonito para ti estando allá? —agregó aun sabiendo que Rubí solo lo hacía como protección futura entre ellos.
Había escuchado más que claro que lo ocuparía como un escape para ella y Biago cuando las cosas se complicara en Calabria, pero si Biago realmente no confiaba en ella y Rubí había avalado la infidelidad de Franco, entonces: ¿Qué mal habría si ella distorsionaba un poco las cosas? Quizás y solo quizás podría voltear las cosas a su favor y darle la revancha que se merecía su familia.
*
Estambul, Turquía
31 de mayo, 2007
Terminó de cerrar el vestido entubado para observarse en el espejo, debía confesar que se veía elegante, a pesar de que no le gustaba vestirse ni actuar de esa forma, los ensayos con la mamma santissima estaban funcionando. Se preguntó, ¿Qué tan peligroso podría ser la noche?, pero como le habían advertido, no debía pensar demasiado y solo tendría que actuar bajo las ordenes.
Aquellos días, bajo la celebración de una reunión mundial, no tendría que matar a nadie, solo jugar a los espías para averiguar los planes de líderes de grandes países, tenía entendido que posterior a ello podría avanzar y amedrentar a algunos como había sido el cometido final de la mamma santissima, pero eso sería después, después de que pudiera darles un vistazo a todos y además pudiera salir viva de aquella situación, porque por más experta que fuera, sabía de antemano que escabullirse a una reunión secreta jamás traería algo bueno.
Terminó por ajustar sus cuchillas en su vestido, para colocar así su abrigo, pero justo antes de partir, el timbre de su habitación sonó. No recordaba haber solicitado comida o ayuda, por lo que con desconfianza y una cuchilla tras su espalda se acercó hasta la puerta cerciorándose a través de la mirilla antes de abrir.
—No puede ser cierto —susurró dejando la cuchilla en su lugar y abriendo la puerta de golpe.
Estiró su mano agarrando el brazo de Adolfo, tirando para hacerlo entrar.
—¿Qué diablos haces aquí? —exclamó exaltada afirmando su espalda en la puerta cerrada.
—¿Esas son formas de saludar a tu esposo muerto? —replicó ampliando una suave sonrisa en su rostro.
Rubí terminó por suspirar y negar a la vez, por lo que sin resistirse se tiró a sus brazos entrelazando sus cuerpos en un abrazo apretado y sincero.
—Jesús, ahora ya, debes decirme —pidió Rubí separándose un poco para observarlo a los ojos. —No puedes estar aquí, es peligroso.
—En realidad, tú no puedes estar aquí sola, ¿no crees que se vería raro una dama tan bella sola en una reunión como esta?
—¿De qué hablas?
—Papá me informó de todo y coincidentemente estaba en Estambul, así que pasé para hacerte de apoyo —pasó su mano acariciando la mejilla de Rubí y por un segundo que pareció eterno se mantuvieron la mirada dejando escapar un suspiro.
—No puedo creer que estés aquí... —balbuceó observándolo detenidamente.
—Lo estoy...
Adolfo comenzó a acortar la distancia, pero antes de que pudiera alcanzar sus labios Rubí lo detuvo empujándolo con ambas manos en su pecho.
—Lo siento, mi amado lobo, pero soy una mujer comprometida —puso su mano entre medio mostrando el anillo en su dedo anular.
—¿Es broma? —bufó Adolfo tomando su mano y observando la inmensa joya de rubí.
—No —negó sosteniendo su sonrisa.
—Bueno, por estos tres días que dura la reunión, no lo serás —tomó su dedo anular con cuidado y retiró el anillo hasta tenerlo en su mano. —Ya entiendo por qué te gusta, él te puede dar joyas grandes y caras —comentó molesto.
—No seas idiota, sabes que esa no es la razón —repuso Rubí observando como Adolfo guardaba el anillo en su bolsillo y luego tomaba su collar.
—De todas formas, me da igual, soy mejor que él en todo aspecto —sonrió en grande quitando el collar de Rubí para tomar su anillo de matrimonio y volver a colocarlo en su lugar. —Así está mejor, hoy vuelves a ser mi esposa, ¿estamos de acuerdo?
—Que conste que es solo por estos días y porque sé que me serás de gran ayuda.
—Bien, con eso me es suficiente.
Solo entonces pudo atrapar su rostro nuevamente con sus manos y cerrar el espacio en un beso perezoso que ambos siguieron con deguste.
*
El lugar estaba repleto, los vestidos de las damas eran claramente costosos y los caballeros parecían lucirse en sus smoking, se preguntó si esto era a lo que tendría que atenerse cuando tomara el mando en la Societá Maggiore, esperaba realmente que si es que era así fuera solo en ocasiones esporádicas porque estaba segura que se volvería loca si tuviera que fingir una sonrisa por más tiempo que una noche.
Caminó del brazo de Adolfo saludando a los presentes incluso si es que no los conocía, pero así hacían todos, saludaban, caminaban por alrededor y cuando encontraban a alguien que parecía de su misma clase se quedaban conversando un poco. En el camino Rubí identificó a periodistas, presidentes, ministros y multimillonarios para los que había trabajado alguna vez en el pasado, y algunos otros de los que había leído gracias a la información del acumulador, todos en el lugar parecían adecuados y más que cómodos con todo alrededor.
—¿Dónde está él? —preguntó de pronto Adolfo.
—¿De quién hablas?
—Con quien me engañas —se detuvieron en la mesa de licores mientras Rubí bufaba y giraba sus ojos.
—No seas dramático, tú y yo estamos divorciados.
—En realidad, eres viuda, amore, así que deberías guardarme luto por lo menos un año —Rubí negó escondiendo su sonrisa tras la copa.
Comenzó a mirar alrededor, intentando memorizar cada uno de los rostros que creía más importante, pero parecía algo imposible por cada que encontraba a alguien conocido aparecían cinco personas más a su alrededor que asemejaban seguirle la pista.
—Biago tuvo que viajar a América —respondió al fin. —Le dije que me quedaría en San Luca esperándolo a que volviera.
—¿No te llevó? —la pregunta hizo que Rubí volteara a ver a Adolfo, parecía más sorprendido que ella.
—Esta vez dijo que tenía que ir solo, era algo... importante, y como yo debía venir aquí no le di muchas vueltas al asunto.
—Ufff ya veo como comienza a tener problemas esa relación —comentó burlesco riendo en el proceso.
Rubí lo miró a mal, pero justo antes de replicar se encontró con un rostro bastante conocido como para ignorarlo completamente, dejó la copa a un lado y caminó hasta Giorgio Napolitano, presidente de Italia hacía acerca de un año, acompañado de su esposa Clio Bittoni.
—Gusto en encontrarnos, Señor Presidente —saludó al tiempo que Adolfo aparecía detrás abrazándola por la espalda.
—Jóvenes Rossi, que coincidencia encontrarlos por acá —sonrió forzosamente observando de reojo a su esposa.
—¿Quiénes son, cariño? —preguntó la Señora Clio a su lado.
—Me presento, soy Rubí Rossi y él mi esposo Adolfo Rossi —se acercaron dando un beso en cada mejilla de la mujer.
—Tiene una esposa muy hermosa, presidente, ¿le importaría si la invito a bailar un poco? —propuso Adolfo con tranquilidad ofreciéndole una mano de la Señora Clio.
—Oh, que galante.
Sin esperar respuesta la Señora Clio tomó la mano de Adolfo y caminaron entre la multitud hasta la pista de baile, dejando a solas a Giorgio y Rubí quienes se miraron en un silencioso desafío.
—Acompáñame.
Caminaron hacia el lado opuesto del salón hasta escabullirse en uno de los pasillos acompañados por diferentes guardias, nadie podría salir hasta que no fuera dictado por el anfitrión, por ello solo comenzaron a caminar dando vuelvas por el interior de la mansión.
—¿Te envió la Mamma Santissima?
—Así es, supongo que está invitado a la reunión, así podré entrar con mayor tranquilidad —propuso con cuidado.
—No, Rubí, solo fui invitado a esta instancia, allá afuera hay más de 200 personas y ni siquiera la mitad entra realmente al círculo.
—Pero usted es el presidente de Italia, ¿Quién más vendría si no es usted? —repuso Rubí confundida.
—Matteo Messina.
—¿Mh? ¿Aún creen que Cosa Nostra tiene tal poder en Italia?
—Se crea la ilusión —se encogió de hombros. —Y como el Conde prefiere ser bajo perfil, supongo que no darán cabida a alguien que no exista.
Rubí asintió comprendiendo la situación de cierta forma, tenía sentido que la mamma santissima le hubiera pedido destruir a Cosa Nostra antes de venir ahí, pero aun creía que escabullirse en una reunión secreta no sería la mejor forma de comenzar a negociar con ellos.
—¿Cuándo comienza la reunión?
—Cuando el reloj marca las dos de la mañana y la fiesta parece estar en su mayor apogeo de alcohol, drogas y mujeres, y los más degenerados son los que van quedando, solo entonces ciertas personas comienzan a desaparecer tras las puertas del costado del salón y queda el desastre en medio de la pista de baile.
—¿En qué salón se realiza?
—No sé más allá, Rubí, pero lo único que te puedo advertir es que si llegas a entrar, no dejes que te vean porque nuestro grupo secreto queda pequeño con el alcance que tiene este círculo.
*
Estambul, Turquía
01 junio, 2007
Como Giogio Napolitano había dicho cuando las dos de la mañana dieron en el reloj lentamente comenzaron a desaparecer varias personas tras de las puertas en el salón, en su mayoría hombres. En medio de la multitud y sin que lo notara, con la ayuda de Adolfo, Rubí logró divisar a Matteo Messina capo de Cosa Nostra, y aprovechando su distracción con algunas mujeres que comenzaban a disminuir su ropa, logró colocarle un transmisor que pudiera guiarla hasta el salón en donde se realizaría la reunión.
Una vez el hombre desapareció por el costado izquierdo del salón, Rubí y Adolfo corrieron hasta el baño viendo a través de una pequeña pantalla como Matteo recorría los pasillos de la mansión hasta perderse en una sala central.
—No podemos llamar la atención y estoy segura que el lugar está rodeado de guardias —mencionó Rubí viendo como el punto rojo parpadeaba sin movimiento.
—¿Tienes los planos de la mansión? —preguntó Adolfo mirando hacia el techo del baño.
—Si —susurró Rubí llevando su mirada hacia arriba también.
En medio del techo se encontraron con la entrada a los ductos de ventilación, por lo que sin mediar palabras ambos sonrieron en grande comenzando a moverse. Rubí sacó de entre sus ropas un papel muy bien doblado, se lo entregó a Adolfo y mientras este lo desdoblaba ella comenzó a prepararse quitando su vestido para quedar más cómoda.
—Puedo guiarte hasta ahí siguiendo estos planos, existe una salida de aire que da a la habitación, pero debes tener mucho cuidado y flexibilidad, puede que a medida que avances se vayan haciendo más pequeños los espacios.
—Entendido —asintió Rubí.
—Ven.
Adolfo tiró de Rubí hasta apegarla a su pecho y robarle un beso lo suficientemente intenso como para quitarle el aliento, y una vez que se sintió satisfecho la alzó entre sus brazos hasta subirla sobre sus hombros.
Sin palabras entremedio Rubí procedió a abrir la abertura y adentrarse con agilidad entre ella, ajustó el comunicador en su oído y comenzó a avanzar escuchando las instrucciones de Adolfo. Solo cinco minutos después logró dar con el salón central, observó hacia abajo donde se encontraba un grupo importante de personajes de los que había leído y conocido alguna vez, entre ellos estaba Étienne Davignon, líder del Club Bilderberg, anfitrión de la fiesta, pero que no se había mostrado ni por un segundo en el gran salón. Estaba ocupando la cabecilla de la mesa mientras escuchaba las opiniones que se daban sobre cierta situación en Afganistán.
Trató de observar a todos los presentes, reconoció a los líderes de mafias vecinas, así como también a los líderes de las mafias más lejanas, de Rusia, Japón y China. Se encontró además a personas que jamás había visto en su vida, pero que se imaginaba serían millonarios que financiaban la destrucción del mundo.
Los hombres agilizaron la conversación, que lentamente se convirtió en un debate sobre cómo deberían comenzar a funcionar ciertas situaciones en sus países, Rubí grabó cada palabra donde se concretaban alianzas y se rompían otras, donde iniciaban o más bien incrementaban la sangre en Afganistán y en otros aceptaban revelar secretos de ciertos presidentes para que iniciaran sus caídas en el poder solamente porque a algunos millonarios ya no estaban siendo tratados como antes.
Rubí comprendía todo lo que hablaban, desde como querían que funcionara la economía durante el año, hasta las nuevas legislaciones que querían comenzar a correr, lo que no comprendía era como podría ser posible que simples hombres por solo cuestión de egos pudieran controlar todo el mundo, habían mujeres en el grupo de eso estaba clara, pero de entre todos eran las que menos hablaban y muchas veces solo tomaban notas susurrando a sus costados, sabía que si en algún futuro las abordaba serían peores que aquellos hombres, pues cada uno de los presente estaban más podridos que ella misma.
Luego de tal vez dos horas, un poco adolorida por la posición en la que estaba y en donde los presentes ya había pasado por todos los temas posibles sin mayores problemas, parecía empezar a descender el ánimo de la habitación, alguien mencionó que los temas estaban zanjados y por cuestión de mantener la mente clara y sobria les ofrecía a todos que tomaran un descanso hasta la mañana siguiente, comprendió porqué la reunión era de tres días, cuando se trataba del mundo la conversación de dos horas no era suficiente.
Cuando los hombres comenzaron a moverse levantándose de sus sillas para despedirse, entre medio de ellos uno se detuvo de golpe, se mantuvo quieto observando a todos los demás como se abrazaban amigables. Por alguna razón Rubí no pudo evitar detallarlo, su cabello castaño, su porte elegante, su tez blanca, le hicieron intentar repasar toda las hojas que había leído de información y de entre todos los nombres sabía que él no estaba en sus registro, la intriga ante su presencia incrementó aún más cuando este se volteó observando la habitación de un lado a otro, se veía como un hombre de negocios con una mirada serena y calculadora, no aparentaba más de 40 años, quizás menos, pero cuando este elevó la mirada hasta el sistema de ventilación y sus ojos color violeta chocaron contra los ojos negros de Rubí supo de inmediato que debía comenzar a correr.
Se arrastró lo más rápido posible fuera de su vista, avanzó a ras de suelo mientras pedía instrucciones a Adolfo para volver, necesitaba salir de ahí antes de que las cosas empeoraran, si ese hombre realmente la había visto, nada podría salir bien desde ese momento. Logró llegar de vuelta a la entrada encontrado a Adolfo abajo, ni siquiera lo pensó cuando se tiró de golpe siendo recibida sin mucho esfuerzo en los brazos de este y aunque le hubiera gustado quedarse ahí mientras observaba como sus ojos conectaban se soltó lo más rápido que pudo para iniciar el escape.
—Me vieron —exclamó mientras tomaba su ropa y la volvía a colocar.
—¿Quién?
—Ni idea, no está en mis registros y durante la reunión no habló más que tres palabras, no parece tener una influencia real, pero sí la necesaria para estar ahí y si realmente me descubrió es posible que nuestros cuellos corran peligro, así que ahora muévete, debemos salir de aquí.
Sin más palabras ambos recogieron todas sus pertenencias y salieron del baño intentando pasar lo más desapercibido posible. Avanzaron hasta la salida despidiéndose de algunas personas que habían conocido en la fiesta mientras Rubí observaba a los costados en busca de movimiento de los guardias. Lograron salir ilesos de la mansión para dirigirse al hotel nuevamente, no estaba segura si era el mejor lugar para volver, puesto que era ahí donde todos los invitados se estaban alojando.
—Debo volver por unas cosas a mi habitación, te veo en 10 minutos —le dio un beso rápido y aunque quiso replicar, Adolfo ya había desaparecido por los pasillos del hotel.
Rubí subió por las escaleras corriendo lo más que pudo para esconderse en su habitación y cuando ingresó se encontró con lo peor que pudo haber imaginado, ya habían llegado, el cuarto estaba destrozado y sus pertenencias estaban regadas por todos lados, lo peor es que un hombre con pasamontañas estaba en el centro de la habitación con el archivo de su misión en Estambul. Intentó avanzar para batallar contra él, pero antes de dar un solo paso alguien la atrapó por la espalda y aplicó en su cuello una inyección.
Intentó moverse y luchar a pesar de ello, alcanzó a golpear al desgraciado, que la tenía atrapada, en la entrepierna y también darle con su codo en la cara, pero justo antes de que pudiera llegar hasta el hombre en el centro de la habitación cayó de bruces al suelo sintiendo como su cuerpo se dormía ante la anestesia que habían aplicado.
*****
Hola, gente bella, siento mucho la tardanza había estado fuera de casa por diversos motivos y por eso no había podido actualizar :( pero ya he vuelto y ahora si nos vamos con todo hacia el final. Quedan tan solo 5 capítulos contando el epílogo, así que abróchense los cinturones que esto será turbulento.
Espero hayan disfrutado este capítulo y así como ya estamos alcanzando el final, los años también irán pasando más rápido, así que fíjense en las fechas para que no se pierdan jajaja
Se les quiere, se les ama, y no olviden que también pueden seguirme en mis RRSS, ya que luego de Rubí vendrá el Cuervo, si señores, no olviden que esta es una saga y recién comienza.
Besos, abrazos y mordiscos.
Posdata de dato curioso
El club Bilderberg si existe y todos los años tienen una reunión masiva. En el 2007 esta se celebró en Estambul, Turquía entre el 31 de mayo al 03 de junio en Ritz Carton Hotel.
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