Capítulo Cincuenta y cuatro
Capítulo Cincuenta y cuatro
Estambul, Turquía
01 de Junio, 2007
Despertó sintiendo sus articulaciones doler, intentó moverse lo que solo intensificó el dolor, estaba de rodillas con las manos atadas, alguien la estaba sosteniendo y la forma en que su cuerpo rosaba le hizo dar cuenta que solo estaba con lencería. Comenzó a abrir los ojos lentamente viendo zapatos bien lustrados a ambos lados y de vez en cuando algunos pies descalzos moviéndose de un lado a otro.
Antes de que se pudiera reincorporar por completo unas manos tiraron de ella atrapando su rostro en el proceso, gruñó cuando se encontró cara a cara con alguien que no era más que un guardia que la miraba con asco, pero que le dio la posibilidad de comenzar a ver lo que había a su alrededor.
Mujeres pelirrojas desnudas bailaban sin música alrededor de un salón iluminado que estaba lleno de guardias todos vestido de traje negro, el desgraciado a su lado la soltó permitiendo llevar su mirada hacia el otro lado descubriendo que frente a ella estaba el hombre de ojos violetas y traje impecable observándola con deleite.
—Has despertado, Red Lips —saludó con una sonrisa suave.
Era un hombre de buen ver, pero el hecho de que tuviera mujeres desnudas danzando para él y otras rodeándolo y sirviendo como si fuera una clase de rey le quitaba encanto real. Continuó su evaluación del lugar intentando ignorarlo, por lo que logró dar con el cuerpo de Adolfo en la misma posición que ella, solo que él estaba golpeado a más no poder y con los ojos completamente cerrados. Por impulso intentó moverse, pero el solo intento provocó que el hombre que estaba a su costado izquierdo la tirara de vuelta al piso y la golpeara en las costillas en el proceso.
—¡Mierda! —masculló Rubí soportando el dolor.
—Ah, sí hablas —comentó. —Cuéntame, ¿qué hacía una asesina declarada muerte en el 2002, viva, espiando al Club Bilderberg?
El solo hecho de que el hombre supiera quién era la atrajo a detallarlo con más cuidado, por más que miraba sus facciones duras, su tez blanca y esos llamativos ojos violetas no lograba encajar alguna vez en que lo hubiera visto, no entendía quién era, pero solo esperaba salir viva de aquella situación.
—¿No hablarás? —retomó el hombre tras el leve silencio mientras movía uno de los tantos anillos que adornaban sus manos.
—¿Quién eres? —preguntó Rubí observándolo con tranquilidad, como si no fuera ella la que estuviera amarrada y sometida en el suelo.
—Jah, la asesina quiere saber de mí, no molestes.
Hizo un solo movimiento de mano y el hombre a su derecha obligó a Rubí a bajar la cabeza golpeándola con algo duro que seguramente la hizo sangrar. Aquel solo acto provocó que Rubí se volteara a verlo con odio, pero justo antes de que fuera a mascullar alguna maldición otro hombre que acompañaba a Adolfo se acercó con una cuchilla comenzando a presionar en su garganta.
—¡No, basta! —exclamó Rubí sintiendo un frío en su espalda. —¿Qué diablos es lo que quieres? ¿Por qué no me has entregado a los altos mandos? Él no tiene nada que ver en esto. ¡Libéralo!
—Ah, al parecer si hablas —retomó el hombre haciendo una seña para que el guardia se detuviera. —¿Quién te envió y para que te enviaron, Red Lips?
Rubí mordió sus labios haciéndolos sangrar, no recordaba alguna vez en que hubiera dicho la verdad tras esa pregunta, pero mientras más pensaba en algo para inventar menos lograba encontrar una respuesta distrayéndose con Adolfo mal herido.
—Nadie me ha enviado —sentenció mirando hacia el piso. —Actualmente trabajo en Italia por mi cuenta, supe sobre el club, quise ver de que trataba y si es que podía ocuparlo a mi favor.
—Jah, no me mientas.
La pequeña expresión acompañada de un gesto, provocó que uno de los guardias que sostenía a Adolfo tirara de su cabello hacia atrás para así comenzar a presionar una cuchilla en su cuello dejando caer un hilo de sangre en el proceso.
—¡Basta! ¡Es la verdad! —gritó Rubí removiéndose de su lugar. Observó cada extremo de la habitación esta vez sin siquiera disimular, necesitaba un arma o algo con lo que ganar ventaja. —Podemos hacer un trato —exclamó.
—No tienes nada que yo quiera.
—Oh, sí tengo —susurró Rubí mirando a una de las mujeres desnudas a su costado. —Puedo apartar algunas pelirrojas para ti en el tratado de blancas —ofreció mirándolo directamente a los ojos.
Sus miradas se conectaron desafiantes y aunque el hombre parecía estar luchando internamente por negarse ante su petición, la incomodidad en su pantalón fue evidente y suficiente para que Rubí sintiera un poco más de confianza para sonreír.
—Puedo traerlas del lugar que quieras siempre y cuando puedas ser mi conexión con el Club Bilderberg.
—Creo que no está en posición de exigir nada, Señorita —comentó el hombre observando a su alrededor.
El baile sin música de las mujeres se trasladó un poco más cerca atrayendo la atención de todos los hombres conscientes de la habitación, fueron suficientes segundos para que Rubí pudiera alzarse y golpear a los hombres dándoles un cabezazo a cada uno para luego abalanzarse hasta su captor, justo antes de que pudiera llegar a tocarlo, a solo unos milímetros fue detenida por los mismos guardias, pero la mínima distancia fue lo suficiente como para captar esos ojos violetas otra vez.
—Acepta el trato y tendrás a una aliada que te puede llevar a la cima, mata a Adolfo y conocerás lo que es el infierno en vida, bastardo —masculló justo antes de que fuera alejada.
Fue devuelta al suelo al tiempo que el hombre de ojos violeta se levantaba y caminaba hacia ella, la observó detenidamente y dejando una rodilla en el piso para mirarla a su altura sostuvo su mentón con fuerza.
—Tendremos el trato, pero recuerda que ahora me sirves a mí, Joya, un paso en falso y destruyo todo lo que has obtenido, no olvides que ya no vas a jugar con pequeños, sino que te acabas de entrometer con dioses.
El hombre la soltó bruscamente volviendo a su lugar y mientras volvía a su asiento Rubí escupió hacia un costado ocultando su risa y desagrado ante la mención tan ególatra de simples hombres queriendo controlar el mundo.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Rubí cuando lo vio sentado frente a ella otra vez.
—Llámame Fictor(falsificador) —sentenció formando una sonrisa de suficiencia que solo provocó que Rubí ardiera de rabia.
No tenía ni idea qué clase de trato había realizado, pero con tal de salir viva de esa situación y poder llevarse consigo a Adolfo estaba segura que hubiera sido capaz de sacrificar lo que fuera.
*
Porta Pertusa, Ciudad del Vaticano
04 de Junio, 2007
Rubí detuvo el auto por la entrada trasera, bajó prácticamente corriendo sin preocuparse si activaba la alarma o cerraba la puerta, detrás de ella la alcanzó Adolfo tomándola del brazo para detenerla por fin.
—Basta, necesitas hablarme —le pidió enfrentándola con su rostro golpeado.
—No voy a dejar que te dañen otra vez —sentenció Rubí dejando su mano en su mejilla.
—Quizás te estás preocupando demás, ese hombre ni siquiera sabía tu nombre actualmente, ni siquiera sabe lo que haces —intentó razonar Adolfo.
—Te equivocas, ese hombre sabía perfectamente quien soy y para quien trabajo actualmente de otra forma jamás hubiera aceptado el trato y mucho menos me hubiera deja ir con él a la reunión.
Rubí emprendió el camino nuevamente, esta vez traspasando la puerta sin siquiera llamar, detrás se encontró con Ugolino, el "sirviente" de la Mamma Santissima que se hacía pasar por el Infinito, le dio un pequeño asentimiento por saludo y continuó su camino por el lado izquierdo del pasillo siendo seguida por un agitado Adolfo.
—Estas exagerando, Rubí —exclamó.
—¡No lo entiendes! —se exaltó finalmente dándose la vuelta para enfrentarlo nuevamente, pero esta vez terminaron chocando sus pechos por el movimiento repentino.
—¿Qué es lo que no entiendo? —preguntó finalmente Adolfo con un tono suave y tierno.
—No quiero que te vuelvan a lastimar, necesito que estés bajo el resguardo de la Societá Maggiore, no te quiero perder, no a ti, Adolfo —levantó su mirada mostrando las lágrimas acumuladas en sus ojos.
—No me va a suceder nada, Rubí, sé cuidarme.
—Entonces aprenderás a cuidarte aún más —tomó su mano para tirar de él y continuar el camino.
Llegaron hasta un pasillo lleno de puertas, pero por más que hubieran en el costado Rubí no entró pasando de ellas y girando por diferentes pasillos. El lugar parecía un laberinto y solo cuando un extraño olor comenzó a sentirse Rubí paró de golpe.
—Ten —dijo quitando una mascarilla de su bolsillo y colocándosela.
Con ese gesto se adentraron a un salón lleno de velas en donde se encontraba una mujer mezclando hierbas dentro de un incensario, Adolfo observó el lugar con detalle, pero aunque no lo quisiera comenzó a sentirse cansado, mientras que Rubí enfrentó a la Mamma Santissima con desafío.
—¿Por qué traes a alguien más aquí?
—Dijiste que buscara un apoyo, alguien de mi entera confianza para seguir realizando el entrenamiento, bien, quiero a Adolfo.
—Pensé que me presentarías a Roger —susurró la Mamma Santissima dejando el incensario para acercarse a Adolfo.
No alcanzó siquiera a tocarlo cuando finalmente Adolfo cayó dormido en el suelo y aunque Rubí intentó retener su caída sosteniéndolo le fue imposible soportar su peso por mucho tiempo.
—Él no sirve, trae a Roger —sentenció la Mamma Santissima.
—No, quiero protección completa para Adolfo.
—¿Por qué? ¿Acaso ya no está muerto este hombre? ¿Para qué quieres proteger a un fantasma?
—Nos encontramos en la reunión del Club y este fue el resultado —indicó su rostro. —Si quieres saber lo que ocurrió entonces tendrás que otorgarle tu protección.
La Mamma Santissima realizó una mueca observando a Rubí completamente decidida, observó a Adolfo en el piso siendo afectado por el sedante en el aire y de mala gana terminó por asentir trayendo consigo un alivio para el cuerpo de la Joya.
*
Nápoles, Italia
15 de Agosto, 2007
Se sentaron uno al lado del otro en una de las mesas de Espresso Napoletano Store esperando a que un mesero viniera para entregarle la carta, mientras con una sonrisa suave Rubí levantó sus manos entrelazadas, ambos con un anillo de compromiso entre ellas.
—Estoy tan feliz —sonrió Rubí detallando la sensación que provocaba en su pecho el solo hecho de tenerlo a su lado.
Biago por su parte parecía un poco perdido observando a la gente y solo cuando Rubí besó el dorso de su mano le prestó atención totalmente.
—Lo siento, mi joya, ¿qué decías?
—Pareces bastante distraído estos días, ¿ocurre algo, ojos azules?
—Nada en particular —negó ofreciéndole una sonrisa suave.
Antes de que Rubí pudiera manifestar lo opuesto una joven mesera apareció con la carta y una libreta en la mano, Biago ni siquiera se esforzó en ver lo que había cuando sabía específicamente el café que deseaba, lo mismo fue para Rubí por lo que la mesera no tardó mucho en desaparecer dentro del local nuevamente.
—¿Cuándo retomaremos los viajes en el extranjero? —preguntó Rubí acomodándose en la mesa para observar a Biago con completa atención.
—Mmh, ¿Qué dices tú? Quisiera pasar las festividades acá esta vez, con mis padres.
—No me parece mala idea, ya extraño nuestros viajes por el mundo, últimamente me has dejado fuera de varios —abrió sus ojos intentando parecer tierna, lo que provocó una ligera risa de Biago que terminó por inclinarse y besarla suavemente en la boca.
—Nos casaremos y luego partiremos de luna de miel donde tú quieras, mi joya.
—¿Cuándo será nuestra boda? —sonrió entusiasmada con tan solo la mención de ese momento tan especial para ella.
—En diciembre, será algo pequeño en casa, espero eso no te moleste, por lo que me ha contado Roger no debemos llamar mucho la atención con nuestra unión.
—Sí, lo siento por eso, si los calabreses descubren que me casé otra vez me quitarán el apoyo y ahora es crucial para la familia y su pronto desligue con Cosa Nostra —explicó.
—Tranquila, lo entiendo —asintió Biago tomando su mano con fuerza y dándole un nuevo beso.
A los minutos la mesera volvió dejando las respectivas tazas de café frente a ellos más un trozo de torta, ambos agradecieron permitiéndole a la mesera retirarse, y mientras Biago probaba de su plato Rubí vio una sombra por el rabillo del ojo que la hizo girar de forma repentina, la sensación de escalofrío la envió a un momento lejano en Blood Eyes por lo que justo antes de tomar de su taza la olió con cuidado.
—Veneno —susurró para sí misma tomando de golpe la taza de Biago para olerla también.
Se dio cuenta que solo era la suya por lo que se levantó ante la atenta mirada de Biago y sin decir palabra caminó dentro de la cafetería con la taza en mano. Observó cada detalle del lugar encontrando entre ellas a la mesera y más allá a la sombra negra escapando por la cocina, ni siquiera se esforzó en seguirla cuando volvió a su mesa, botó el café al suelo y se volvió a sentar.
—¿Qué diablos ocurre? —preguntó Biago confundido.
Rubí lo observó atentamente intentando comprender qué estaba pasando y porqué otra vez había vuelto a ver a la bruja, lo único que pudo cruzarse por su mente era que era su nuevo objetivo, pero no tendría ni un poco de sentido cuando todos creían que estaba muerta.
—Vuelvo en un segundo.
Se levantó sin decir más y se encaminó por el lado opuesto de la cafetería encontrando un callejón donde se acumulaba la basura. Ni siquiera se esforzó caminando por el callejón llegó hasta la esquina opuesta y encontró a la bruja quitándose la capucha.
—Es lindo volverte a ver, Sandra —sonrió llamando su atención.
—Mierda.
Justo antes de que pudiera salir corriendo Rubí tomó a la mujer vestida de negro desde su cuello apretando y empujándola contra la pared, sus ojos negros junto a los de ella mal delineados se observaron detenidamente con miedo y desafío a la vez.
—Estas viva, eres tú a quien quiere que matemos... —susurró pareciendo confundida.
—¿Quién te envió? —la empujó nuevamente contra la pared y luego la soltó un poco para que pudiera respirar.
—Quizás deberías preocuparte por tu nueva gente, algunos pueden apuñalarte por la espalda, se le llama Karma —escupió al suelo y la miró con una sonrisa tirante. —Devan estará vuelto loco al saber que aun vives.
Rubí negó, volvió a presionar su cuello, pero esta vez tomó una de sus cuchillas escondidas y la pasó por su rostro procurando dejar una línea que comenzara a sangrar.
—No dirás nada y no volverás a intentar nada —demandó Rubí. —Te irás de Italia y no volverás a entrar jamás en tu puta vida porque si te vuelvo a ver por aquí intentando matarme, a mí o a los míos prometo que no te volveré a dejar ir —susurró haciendo un corte más profundo y soltándola al fin.
—Perra —masculló Sandra limpiando la sangre de su rostro. —Algún día volveremos todos y terminaremos el trabajo, es una promesa.
—Sigue intentando, Sandra, jamás podrás ganarme en nada —sonrió de lado dando algunos pasos hacia atrás para dejarla ir. —Recuerda, no menciones nada a nadie, si no quieres terminar en algún basurero, muerta.
Se alejó dejándola sola, pero sintiéndose bastante inquieta y aunque realmente hubiera querido averiguar quien la había enviado o saber cuál era su objetivo real aceptó internamente que tenía miedo, miedo de conocer la respuesta.
*
Viterbo, Italia
07 de diciembre, 2007
Basilio observó con detención a Rubí detenida en la puerta e irrumpiendo en la oficina como si fueran ellos los que estuvieran siendo mal educados al entrar sin avisar. De cierta forma la muchacha había tomado esa dramática entrada siempre que no era llamada a una reunión, puesto que se sentía con el poder de estar presente en cada una, pero como llamarla incluso el día de su boda. Basilio negó para sí mismo, aunque se lo explicara sabía que Rubí no lo entendería después de todo esa muchacha era incorregible.
—¿Qué es lo que están planeando? —preguntó mirando a Franco mientras caminaba para sentarse a su lado.
—El quiebre total de nuestra alianza con Cosa Nostra. La familia Berlucci no nos permitirá realmente desligarnos completamente de Palermo, pero por lo menos tendremos que ver la forma de no volver a ser llamados a una comisión —explicó Franco concentrado en un papel que le terminó por extender a Rubí mientras Basilio observaba toda la escena.
—Pensé que ya no tenían alianza con la familia Berlucci después de mudarse aquí —comentó leyendo el documento.
—Lamentablemente no puedo desligarme completamente de mis suegros, Rubí —replicó Basilio observándola lentamente. —Estás bellísima por cierto, ese vestido me recuerda a mi mujer cuando nos casamos.
Rubí se sonrojó intentando concentrarse en su lectura, pero le fue imposible por lo que negó manteniendo su silencio, terminó por sonreír y devolverle el papel a Franco quien la observaba con tranquilidad.
—¿Qué hacemos entonces?
—Habrá que ir a una última comisión y declarar el fin de las alianzas de forma educada, el contrato especifica que todo debe quedar cordialmente, quizás podrías pedir audiencia solo con Lo Piccolo y Messina quienes están dirigiendo la diarquía en Cosa Nostra actualmente.
—Todos fueron arrestados, Rubí —le recordó lentamente Basilio.
—Ah, cierto —susurró Rubí mirando hacia el techo y luego volviendo con una sonrisa. —Quita tus manos de Palermo y no vayas hasta en un año más, no respondas teléfonos ni mensajes ni recibas nada que pueda ser enviado de Sicilia, ¿entendido? —sentenció con firmeza.
—Entendido, seguiremos con el trabajo en San Luca entonces, ni siquiera pensaré en ir a Palermo y si es que nos llaman de la familia Berlucci tendrán que ir ustedes con mamá —explicó Franco observando a Basilio.
Terminaron la reunión con aquella sentencia y los tres se levantaron para caminar hacia la salida, Rubí prácticamente saltando tomó el brazo de Basilio entrelazándolo con el suyo.
—Me presentarás ante el juez y entregarás mi mano a tu propio hijo, ¿cómo se siente saber que a quien intentaste matar en algún momento será tu hija política? —comentó con gracia haciéndolo negar.
—Algo escalofriante ciertamente —respondió haciéndola reír.
Franco se adelantó para ir al centro del jardín donde se estaba desarrollando la ceremonia, a pesar del frío por la entrada del invierno Basilio pudo notar lo cálido que se sentía tener a Rubí a su lado, la chica parecía más que entusiasmada con la idea e incluso cuando habían decidido hacer una ceremonia modesta con muy pocos invitados y más seguridad que otra cosa, ella parecía feliz ante el hecho de casarse con Biago.
Caminaron lentamente hasta llegar al arco de la puerta que daba al patio, Basilio observó a la distancia a las personas en sus asientos, a su hijo frente al improvisado altar y a su mujer a un lado sirviendo de testigo para la siguiente unión. Sonrió sintiéndose extrañamente feliz ante el hecho de unir a Rubí con su hijo mayor.
—¿Crees que me puedas asegurar su felicidad? —cuestionó mientras caminaban lentamente para llegar al centro del lugar.
—Él me hace feliz con tan solo dirigir sus ojos hacia mí, con solo ese detalle te puedo asegurar, Basilio, que mataré a cualquiera que impida su felicidad.
—Confío en que será así.
Avanzaron juntos hasta el altar escuchando la música de fondo y observando a los presentes, cuando por fin llegaron frente a Biago vio sus ojos cristalizados por las lágrimas contenidas, mientras que los de Rubí ya estaban arruinando el maquillaje de la emoción.
—Les deseo la mayor felicidad de todas —ofreció entregándole la mano de Rubí a Biago y viendo como ambos se volteaban a ver al juez.
Se sentó junto a Fiore quien limpiaba con un pañuelo sus lágrimas, la abrazó sintiéndose bastante feliz de estar vivo para presenciar un momento en donde parecía todo mágicamente perfecto para su hijo mayor.
*****
Señoras y señores este fue el último capitulo actualizado hace un año cuando dejé la historia y así que es el último que leyeron las lectoras de en ese tiempo, hoy sabrán que aquí no termina y aun nos quedan tres capítulos más y toda una saga por delante, así que ténganme paciencia a veces soy bien esporádica y otras muy consistente, cuestiones de la vida. He tenido algunos contratiempos para actualizar, pero aquí estoy.
Espero les haya gustado el capítulo y si desean saber más pueden seguirme en mis redes sociales como changsegi.
Nos leemos el próximo capítulo muy pronto.
Se les quiere y se les ama.
Besos.
Posdata de dato curioso.
El arresto de Salvatore Lo Piccolo fue en noviembre del 2007, luego de eso las noticias se vuelven un poco confusas de como siguió funcionando Cosa Nostra, y se habla de que hoy en día La 'Ndrangueta es la mafia más fuerte en Italia gracias al contrabando de cocaina.
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