Capítulo Cincuenta
Capítulo Cincuenta
Viterbo, Italia
25 de diciembre, 2005
—No cualquier, Roger, sino que la mejor.
Biago golpeó el bastón contra el suelo apretando con fuerza el mango, mientras sentía como la sangre le subía a la cabeza y lo único que necesitaba era destruir lo que había a su alrededor. Se sentía tan cegado, furioso y traicionado que no pudo seguir escuchando la conversación tras la puerta de la biblioteca. Se limitó a avanzar lo más rápido que pudo hasta el primer piso, para luego cruzar los pasillos hasta el sector apartado de la casona en donde se albergaban los soldados.
Se encontró con todo un grupo que parecía charlar amenamente, pero en el momento en que lo divisaron se alzó un silencio profundo que alertó al capodecina poniéndose de pie para saludarlo como era debido.
—Señor Biago —intentó decir algo más, pero antes de que pudiera, Biago levantó su bastón indicando que se callara.
—Entrégame a tu hombre más fiel.
—¿Señor?
—¿Estos eran los hombres de Rubén no es así?
—Sí, señor.
—Entrégame a quien era más fiel, será mi ayudante —demandó sin dar más explicaciones.
El capodecina observó hacia atrás a todos sus soldados, que estaban más que atentos a la situación, pasó su mirada por cada uno de ellos quienes parecían igual de confundidos que él por lo que cuando quiso elegir no supo realmente a quien indicar, decidió volver a ver a Biago con inseguridad, pero antes de que pudiera preguntar y hacer el ridículo uno de los soldados se levantó llegando hasta su lado.
—¿Este es tu mejor perro? —mencionó Biago mirándolo de arriba abajo.
—Adriano, no creo que... —intentó el capodecina, pero a cambio el soldado negó pidiéndole la palabra.
—¿Me aumentaran la paga, Señor? —preguntó con seriedad.
—Eso será lo mínimo, lo único que necesito es que mantengas la boca callada y me seas fiel en todo, igual que un perro —masculló Biago con la rabia aún en su sistema.
—Tengo solo una condición.
—¿Cuál?
—Quiero protección completa para mi familia y que tengan una vida acomodada, que nunca más sufran y entonces me tendrá a su disposición cuando quiera.
El hombre mantuvo la mirada con Biago de forma penetrante y segura, por lo que no tuvo dudas de que estaba obteniendo su sinceridad, además si es que en algún momento el soldado tenía la indecencia de traicionarlo como Roger, entonces podría torturarlo con su propia familia, no así como Roger quien no tenía a nadie, y siendo sincero no podría dañarlo.
Terminó por asentir extendiendo su mano para tomar la del Soldado y así sellar el trato que menguó un poco su enojo.
—Mi nombre es Adriano Caruso, para servirle, Señor Biago.
*
Palermo, Italia
17 de enero, 2006
Rubí pasó sus manos por uno de los tantos adornos de cerámica que tenía Bernardo Provenzano en su sala de estar, notó que no había polvo alguno por lo que seguramente aquellas reliquias estaban muy bien cuidadas por sus empleados. Sospechaba que ese hombre tenía una extraña obsesión por las figuras de animales, pero prefirió no mencionarlo, después de todo no era de su incumbencia los gusto de aquellos con quien trataba. Sintió los pasos de Bernardo incluso antes de que entrara a la sala y con toda su calma, lo vio acercarse hasta sentarse en uno de los sillones expectante a que ella tomara su atención.
—Es difícil verte hoy en día, Red Lips —comentó intentando forzar una sonrisa.
—Me he estado haciendo de rogar —respondió con una sonrisa ladeada.
A pesar de que no quería estar ahí se resignó por suspirar y caminar hasta quedar frente a él. Si se apuraba tal vez podría avanzar rápido con los asuntos de su agenda y así volver a los brazos de Biago, no sería tanto tiempo se dijo a sí misma, solo tenía que finiquitar este asunto y luego volver sin que nadie lo hubiera notado. Se terminó por sentar en uno de los sillones frente a Provenzano y con la calma más que compraba cruzó sus piernas para observarlo desde su comodidad.
—Supongo que con el tiempo que te di ya tienes una respuesta.
—Abril —sentenció Provenzano. —Dame tiempo hasta abril y entonces accederé a tu pedido. Aún quedan muchas cosas que solucionar, mucho por esconder y mucho por cuidar para que esto no se venga abajo, así que abril.
—Son cuatro meses más, Bernardo —reprochó Rubí. —Y esto te lo propuse hace seis meses.
—Lo sé, pero es lo que puedo ofrecer teniendo en cuenta de cuanto me estás obligando a hacer. Las cosas no siempre funcionan en el tiempo que uno desea, Red Lips.
Rubí mordió sus labios y bajó la mirada, necesitaba pensar en cómo diablos le explicaría a esa mujer que Provenzano necesitaba más tiempo, aún estaba intentando saber qué diablos hacer para convencerla de que ya no debía cuidar de ella. Se sentía atrapada de cierta forma, pero ella misma se había metido ahí y sabía que no habría forma de que saliera.
—Deja tu herencia a mi nombre —sentenció de pronto.
—¡Estás loca, tengo familia! —exclamó Provenzano en un exabrupto.
En consecuencia Rubí se levantó riendo por su reacción, quitó una hermosa pistola Beretta de su cinturón y lo apuntó.
—Tendrás que cambiar tu oferta, Bernardo, porque entonces esto acabará aquí.
—No tienes nada, Red Lips, puedo llamar a mi gente y acabaran contigo en un pestañeo.
—¿Quieres comprobarlo?
Alzó la pistola apretando el gatillo hacia el cielo. El sonido de la bala retumbó en la sala cuando esta se incrustó en el techo, pero para la extrañez de Bernardo, nadie fue a su rescate, por más que Rubí contó los segundos en voz alta.
—60... 61... 62... —apuntó hacia Bernardo otra vez quien alterado se encogió en el asiento levantando sus manos.
—De acuerdo, tú ganas. Pero realmente no puedo hacerlo antes de Abril.
—Jesús —suspiró Rubí. —¿Recuerdas al hombre que me pediste matar? —Bernardo asintió. —Supe que tu hijo se casó finalmente con aquella mujer y obtuvo toda lo que había dejado el hombre, más de lo imaginable de hecho.
—¿Qué es lo que quieres realmente?
—Si quieres cuatro meses más, haz que tu hijo transfiera todos los bienes y servicios que obtuvo de ese hombre. De otra forma vendré por ti y toda tu familia, Provenzano.
Apuntó nuevamente el arma acercándolo hasta la frente de aquel hombre que podía traslucir su miedo en sus ojos. Sonrió con disfrute y colocando su dedo en el gatillo lo empujó.
—Bang —moduló haciendo a Provenzano cerrar los ojos y a Rubí reír nuevamente.
Se alejó caminando con tranquilidad hacia la salida.
—Nos estaremos viendo pronto, Bernardo.
*
San Luca, Italia
03 de febrero, 2006
—En mi defensa hacer una ronda por toda Sicilia es demasiado —masculló al entrar en la oficina.
Idara levantó su rostro para encontrar a Rubí sonriendo a mitad del camino, no pudo evitar levantarse y correr el otro trecho para abrazarla y saludarla como se debía.
—¡Volviste!
—No por mucho —respondió mientras se alejaban. —¿Cómo han estado las cosas por aquí?
—Como familia Rossi, todo bastante bien, como 'Ndrangheta, en orden como siempre. Pero como Santista... La mamma santissima está furiosa, Rubí —Idara volvió a su lugar mientras que Rubí tomaba la silla frente al escritorio. —No te has presentado frente a ella durante meses, ya entramos a un próximo año y nada.
—Qué extraño que no haya tomado represalias aún —murmuró observando sus uñas mal arregladas.
—¿Por qué estás tan tranquila? ¿Tienes algún plan? Nosotros hemos estado dándole largas, pero ya este último tiempo no creo que nos haya creído mucho. ¿Qué harás?
—De que debo ir, iré, el tema es lo que diré para que no me corte la cabeza —suspiró.
—¿Ya no quieres ser parte de esto? —preguntó asustada Idara.
—En realidad...
Rubí puso las manos sobre el escritorio mostrando el anillo que tenía en su dedo anular, sonrió en grande cuando Idara se quedó detenida observando la joya sin decir palabra alguna.
—¿Rubí?
—Será el próximo año. Será el mejor momento de mi vida, Idara.
Idara levantó la mirada encontrándose con los ojos ilusionados de Rubí, entonces lo entendió, notó de inmediato cual era el problema de porqué Rubí estaba aplazando temas tan importantes para la organización. Se dio cuenta que no solo estaba ilusionada, feliz y enamorada, sino que parecía hechizada con una vida que podría cambiar para ella, realmente quiso sonreír tan amplio como lo estaba haciendo Rubí, pero Idara ya había aprendido la lección y en ese mundo el amor no existía más que para embobar a las personas y provocar desastres terribles alrededor.
—No —sentenció sin siquiera darse cuenta.
—¿No qué? —preguntó Rubí frunciendo el ceño confundida.
—No puedes casarte con Biago, Rubí, eso rompería el vínculo con la familia Rossi y no solo eso, con la 'Ndrangheta completa —exclamó moviendo sus manos. —Rubí no podemos perder esto a causa de tu embobamiento.
—¿Embobamiento? ¿De qué diablos hablas?
—Te estás comportando como una niña —la indicó acusatoriamente. —Ahora entiendo por qué has aplazado todo, ¿no? Has estado con Biago todo este tiempo, desde que despertó te has comportado extraña dando largas para el trabajo. ¡No puedes hacerlo!
Se levantó de su silla y caminó hacia la entrada de la oficina cerrando la puerta todo bajo la atenta mirada de Rubí.
—Sé que debes estar muy ilusionada con esto, pero ten en cuenta que no estamos en un cuento de hadas, no tendrás un final feliz si te casas con Biago Felivene y de eso la mamma santissima se encargará de recordarte a diario si es que lo haces —explicó volviendo a su lugar.
—Pero quiero hacerlo... —susurró Rubí observando el anillo.
—¿Y luego qué? ¿Vivir una historia de amor? Eso no va a ocurrir, recuerda donde estamos, Rubí. ¿Acaso nunca te has enamorado antes? Mujer, eres una asesina, nunca nada acaba bien si te enamoras.
Rubí frunció el ceño, más que molesta con Idara se sintió molesta consigo misma al comprender lo que su amiga decía, sabía que tenía razón, sabía que era una complicación, pero no quería detenerse y no lo haría. Suspiró llevando su mirada hacia el cielo, esperando una respuesta divina si es que fuera posible, pero nada llegó a ella incluso por más que esperó.
—Esto ha estado llegando hace meses —habló de pronto Idara. —Son postales y algunas cartas, no creo que Adolfo se quede tranquilo sabiendo que te cases con alguien más.
Idara le entregó una pila de papeles que Rubí tomó con cuidado observando la parte inferior escrita de cada una de las postales, sonrió consciente de que por lo menos uno de los dos si se estaba divirtiendo, y deseó, realmente deseo haber podido tener una vida normal como cualquier otra persona en el mundo, quizás ir a la escuela, tener problemas comunes como una adolescente cualquiera y soñar enamorada de algún chico de su barrio. Pero de pronto cuando la puerta sonó cayó en cuenta nuevamente en donde estaba y lo estúpida que se estaba volviendo al anhelar algo que jamás tendría.
Idara se levantó abriendo la puerta, Piero Rossi ingresó a la oficina con su calma característica y una sonrisa suave en su rostro, saludó a Rubí quien le respondió de forma escueta y se sentó a su lado mientras ella no dejaba de ver las postales.
—Ya veo que te has encontrado con los recados de mi hijo —comentó con una sonrisa. —Él no te olvida.
—Ojalá esté acostándose con alguien más —susurró Rubí suspirando y dejando las postales.
—Las cosas no están yendo bien, Rubí —comenzó Piero ignorando el comentario. —La Societá Maggiore ha estado pidiendo tu presencia hace meses y no creo que los podamos seguir calmando, lo próximo será que te busquen y destruyan todo a tu paso. He hecho tratos con los Felivene, Rubí, y realmente creo que son una buena familia como para que los eliminen por tu falta de comunicación con los altos mandos.
—¿Esta es alguna clase de regaño? —interrumpió Rubí observándolo de costado. —Porque claramente eso ya lo sé.
—Entonces si lo sabes, ¿Qué diablos has estado haciendo?
—Hice una ronda por Sicilia, para ver cómo estaba el ambiente en Cosa Nostra. Provenzano me pidió cuatro meses para poder darse de baja completamente, entonces necesitaba desestabilizar algunas cosas antes de que eso ocurriera. Es lo único que les puedo ofrecer.
—Ellos te pidieron que los exterminaras.
—En realidad —se acomodó en el asiento para verlo de mejor forma. —La mamma santissima jamás fue tan explícita, y no puedo realizar una masacre sin dejar rastro así que apliqué lo que he aprendido. Cosa Nostra se destruirá sola.
—¿Crees realmente que ella querrá esperar más?
—Las cosas no ocurren siempre al tiempo que uno lo desea —comentó recordando las palabras de Provenzano.
—En eso Rubí tiene razón, incluso nosotros necesitamos tiempo para que las cosas funcionen bien, no todo puede ser de la noche a la mañana.
—Roguemos al cielo que la mamma santissima tenga la misma opinión.
—Quiero ir con el infinito —sentenció de pronto Rubí. —Ya estoy cansada de tener a esa señora de intermediaria, quiero ir por lo que me propuse desde el inicio.
—¿Crees realmente que puedas llegar? —cuestionó Idara con preocupación.
—No lo sé, pero tengo que intentarlo, ¿no?
Piero suspiró largo y lentamente a su lado atrayendo su atención.
—¿Qué harás cuando lo tengas en frente?
—Hablar, necesito que me den el espacio que merezco.
—Ni siquiera has demostrado merecerlo cuando te has estado comportando como una niña malcriada escapando de su madre —reprochó Piero. —La única forma de que alguno de ellos te respete es haciendo bien tu trabajo.
—Quiero irme con Biago, quiero tener una vida con él, quiero casarme y viajar con él —soltó de golpe.
—¡¿Pero de qué diablos hablas?! —exclamó Piero levantándose de su silla. —No puedes por ningún motivo hacer eso cuando eres viuda de mi hijo.
Fue el turno de Rubí en suspirar, se levantó lentamente de la su silla para quedar a la altura de Piero quien la observaba con el enojo palpable, mientras que Idara a un costado estaba mordiendo sus uñas rogando porque no comenzaran a golpearse.
—¿Recuerdas el trabajo que me enviaste a hacer cuando me fui de luna de miel con Adolfo? —preguntó Rubí de pronto confundiendo a Piero.
—Lo recuerdo —asintió esperando a que continuara.
—Biago tiene pensado hacer trabajos en el extranjero a favor de la familia Felivene, con el fin de obtener conexiones a nivel mundial. Me pidió que lo acompañara.
—¿Quieres ofrecer lo mismo a la familia Rossi? —cuestionó Piero confundido.
—No, se le propondrás al infinito —indicó Idara recibiendo una sonrisa de Rubí. —Es una buena idea, quizás así logres ingresar al último círculo de los grupos secretos.
—¿De qué hablas? —preguntó Rubí confundida por la última frase.
—La societá maggorie solo es una de las sociedades secretas del mundo, Rubí. Dentro de Italia manejan todo bajo las sombras, ¿no crees que tal vez que deben haber muchas como esta en otros países? —Idara caminó hasta un cajón cerrado con llave del cual sacó una carpeta sellada. —He estado averiguando y no hay nada más interesante que los grupos secretos —sonrió. —No solo ampliaría la capacidad de poder de la Ndrangheta, sino que Italia entraría como una potencia mundial.
—¿Qué les hace pensar que la societá maggiore no tiene ya sus conexiones? —interrumpió Piero.
—Es lo que puedo averiguar conversando con el Infinito —respondió Rubí abriendo la carpeta.
—Bien, de acuerdo, digamos que funciona, ¿cómo lo harás para que Biago no se entere?
—Tengo mis medios —respondió Rubí observando los documentos.
—¿Por qué él no puede enterarse? —preguntó Idara confundida.
—Son grupos secretos, nadie ni siquiera debería saber de la mamma santissima, Idara —explicó Piero con su calma comprada.
—Creo que puede funcionar, puedo hacer esto y además trabajar para ti matando gente en el extranjero por paga. ¿Qué te parece? —propuso Rubí volviendo a ver a Piero.
—No te cases con Biago y tenemos un trato —apuntó con severidad.
—Me casaré con él gustes o no —indicó seria.
—Si lo haces, no solo me tendrás en tu contra, sino que la organización completa te tendrá en la mira, Rubí, los Felivene por muy buen trato comercial que tengamos, no son calabreses y tú no eres tampoco de nuestra sangre. No pongas en juego tu suerte, es una advertencia —indicó con seriedad.
Rubí suspiró rodando los ojos, hacía tiempo que no se sentía tan hastiada por tanta insistencia, aun no terminada de comprender qué tan malo era casarse con Biago, pero estaba segura que encontraría si o si una forma de estar con él sin que los demás la molestaran.
*
Roma, Italia
02 de marzo, 2006
El sonido de su mano estrellándose en su mejilla retumbó en todo el salón, no había pasado ni un segundo desde que se había detenido frente a la mamma santissima, pero incluso así ni siquiera se impresionó por aquella reacción de parte de esa mujer.
—¡¿Cómo te a través a aparecer después de tantos meses frente a mí?!
—Le he estado comunicando a través de mis hombres mis movimientos, dama.
—¿Crees que me importa alguno de esos estúpidos? ¡Te dije que debías venir cuando te llamara! —iba a volver a darle un golpe en la cara, pero esta vez Rubí retrocedió. —¡¿Quieres morir?!
—Desde hoy mi respuesta es no —respondió con seriedad. —Por esa misma razón es que vine aquí con el deseo de que me permita ver directamente al infinito.
—Jah, ¿al infinito? ¿Te has vuelto loca en estos meses? ¡Desapareces y ahora quieres darme órdenes! ¡Guardias!
Rubí sonrió, ningún hombre se hizo presente en el salón por más que los minutos pasaron, y solo entonces la mamma santissima la observó de una forma diferente.
—¿Qué has hecho?
—Nada que pueda preocuparla, sus hombres se levantaran en unas horas, mientras nosotras podemos hablar con calma.
Rubí dio un paso, pero eso no asustó ni un poco a la mujer que tenía en frente.
—¿Crees que con eso me intimidarás? —comentó dándose la vuelta y comenzando a caminar por la hilera de velas encendidas hasta el trono en medio de la sala. —¿Cómo crees que llegué hasta aquí, Rubí? ¿Crees que lo hice vendiendo mi cuerpo? ¿Ofreciendo favores sin más? ¿Obedeciendo las órdenes? Vamos, intenta por alguna.
Rubí se mantuvo en silencio observando como la mujer se sentaba en su silla con una elegancia difícil de igualar. Cruzó sus piernas y colocó sus manos a los lados del trono sonriéndole con satisfacción.
—Vamos, ¿crees que me puedes asustar porque por alguna razón mis guardias no están a mi lado? Jah, ni siquiera sabes con quien estás tratando, Wang Xia.
Por inercia al escuchar su nombre Rubí avanzó un paso con la intención de callarla, pero antes de que pudiera actuar impulsivamente se detuvo con el montón de ideas y reglas que le habían enseñado en el transcurso de su estadía en Italia, si realmente quería lograr lo que había ido a hacer no podía enfrentarse a esa mujer, por más que lo había estado deseando desde el día en que se encontraron.
—No creo que usted sepa con quien está tratando realmente, le conté solo partes de lo que he sido capaz de hacer —terminó por responder colocándose firme frente a ella.
—Jah, ¿realmente crees que me puedas ganar? No eres más que una niñita asustada intentando tomar todos los juguetes.
Rubí suspiró. Podía seguirle el juego o podía enfocarse antes de que perdiera el curso de lo que realmente había ido a hacer, no podía enojarse, no podía caer en sus palabras.
—No vine a discutir con usted, vine a hablar con el infinito —repitió dando un nuevo paso.
—¿Quieres ver realmente quién es? ¿Quieres realmente verlo? ¿Para qué?
—Le haré una oferta que no podrá rechazar.
Para su sorpresa la mamma santissima comenzó a reír, lo hizo de tal forma que obligó a Rubí a apretar los puños de sus manos y tensar su mandíbula. No solo quería atacarla, sino que quería callarla, ahorcarla y en el proceso destruirla, esa mujer no solo era un dolor de cabeza sino que simplemente sabía que le debía el respeto que no quería darle.
—Veamos que tanto te escucha —habló dejando de reír. —¡Ugolino! —gritó de pronto moviéndose hacia atrás de su trono.
En unos segundos las puertas frente a Rubí se abrieron mostrando a un hombre de tercera edad un tanto desgarbado y con canas por todo su cabello. Caminó lentamente con sus manos en la espalda hasta posicionarse al lado de la mamma santissima quien estaba con una gran sonrisa en su rostro mientras movía su pie divertida ante la reacción de asombro de Rubí.
—¿Me llamaba, mi señora? —habló el vejestorio, que si mal no recordaba alguna vez vio abriendo las puertas secretas de muy mala gana.
—Dile quien eres, mi amado Ugolino —incitó la mujer con una diversión palpable.
El hombre miró a Rubí de pies a cabeza y aunque hizo una mueca suspiró comenzando a responder.
—Mi nombre es Ugolino y soy el Infinito, último a la cabeza de la jerarquía de la societá maggiore...
—Y mi marioneta —terminó la mamma santissima por él dando una gran carcajada.
—No lo entiendo.
—¡Es todo una farsa! —exclamó levantándose de su trono. —Llevo años manejando este país, a esta gente, ¿crees que lo hice siendo buena? He matado a cada persona que ha intentado arrebatarme lo mío desde el inicio, he traicionado y he acabado con todo a mi paso desde que tengo uso de razón para estar en este lugar, he manipulado y controlado a cada hombre de esta organización, Rubí.
Caminó lentamente mientras iba hablando y aunque Rubí realmente había querido moverse de su lugar no pudo más que verla avanzar.
—¿Tú que tienes? Eres una niñita a la que le han enseñado a obedecer ordenes, no eres nada, muchachita, contra mí, no eres más que un bebé. Para obtener esto, tendrías que matar y traicionar a tu propia sangre, ¿serías capaz de traicionar a tu amado Biago, Rubí?
Cuando menos lo notó la mamma santissima ya estaba frente a ella cerrando su espacio, levantó su mano para atrapar su cuello con delicadeza falsa y con los ojos clavados en los de Rubí, sonrió con disfrute cuando comenzó a presionar suavemente.
—Vas a comenzar a comportarte como el fiel perrito que prometiste ser, Rubí, si no quieres que me encargue de ti y de toda tu gente.
Con aquella amenaza en voz queda Rubí reaccionó, tomó la mano de aquella mujer y enterrando sus uñas la alejó de su cuello sin dejar de ver sus ojos. Para su sorpresa no encontró nada más que satisfacción en la mamma santissima que ni siquiera se quejó cuando la sangre comenzó a brotar.
—Tenga cuidado que incluso los perros pueden morder la mano de quien les da de comer —masculló Rubí empujándola para darse su espacio.
La mujer frente a ella volvió a reír con fuerza, caminó de vuelta a su lugar y le indicó a Ugolino, quien se había quedado quieto observando la escena, que volviera a su lugar haciéndolo desaparecer por las puertas de atrás.
—Piero habló en los Santistas de lo que querías proponer. Tengo algunos tratos con algunos grupos secretos, por si es que tenías la duda, pero me gustaría ampliar un poco el poder con ellos. No puedo matarlos a todos, pero si puedo hacerles ver como es de fácil. Haz el trabajo y entonces tal vez considere el volver a respetarte.
—¿A qué se debe este cambio cuando hace unos minutos me quería matar? —preguntó Rubí tocando su cuello que extrañamente había comenzado a sangrar superficialmente.
Aquella mujer no había ejercicio mucha presión, ya que la pequeña cuchilla que había tenido en las manos no lo necesitaba, Rubí se dio cuenta de que no estaba tratando con alguien diplomática como le habían enseñado todo ese tiempo en Italia e incluso antes de que ella pudiera responder, ya había entendido a que se debía su afán por aceptarla en el lugar.
—Somos iguales, Rubí, y debo decir que me entretiene bastante tenerte bajo a mi merced —respondió sonriendo.
Rubí asintió, limpiando la sangre de su cuello mientras veía como la mujer ni siquiera se preocupaba por las marcas que podría haber dejado sus uñas en su muñeca. Se preguntó entonces después de un año de tratar con ella, quién era y cómo es que había llegado hasta ahí, pero incluso con la duda decidió callar, ya encontraría las respuestas y podría llenar los espacios vacíos, solo esperaba que fuera antes de que las cosas se fueran de sus manos y la terminara matando, porque definitivamente así como iba todo, esa mujer fácilmente podría hacerla perder el control.
*
Viterbo, Italia
04 de abril, 2006
Rubí se tiró en la cama mientras Biago la ignoraba leyendo un libro. Ese hombre ni siquiera se daba cuenta de lo guapo que se veía cuando leí con tan solo un bóxer de vestimenta, Rubí lo observó lamiendo sus labios y disfrutando de la vista hasta que notó la sonrisa de Ojos Azules bastante entretenido con la mirada de Rubí sobre sí.
—¿Estás disfrutando la vista, mi bella dama?
—La disfrutaría más si te quitaras el bóxer —comentó Rubí haciéndolo reír.
Biago dejó el libro a un lado permitiéndole a Rubí subirse sobre él sin muchas palabras entremedio. Acortaron la distancia con un beso rápido y una caricia suave de Biago en las caderas de Rubí. No necesitó más contacto para sentirse a gusto. Lamentablemente durante esos meses ambos habían estado lo suficientemente ocupados como para verse esporádicamente, no habían sido más que unos cuantos días durante el mes, pero habían sido los suficientes como para no volverse locos por la ausencia del otro. Rubí sonrió moviéndose hasta quedar a solo unos centímetros de Biago, cada vez que podía estar así de cerca siendo absorbida por aquellos ojos azules sentía que nada podría ir mal y realmente lo parecía cuando el mundo se desvanecía a su alrededor con solo su presencia.
—¿Ya podremos estar juntos más tiempo? —preguntó Rubí dándole un suave beso en los labios.
—Luego de la boda de Franco en mayo no habrá nada que nos separe, amore mio.
—¿Dónde iremos primero?
—Tengo todo un itinerario hecho y no habrá lugar del mundo que no toquemos, mi joya, pero como primera parada será Portugal, ¿Qué te parece volver a tus raíces? —Rubí asintió con una sonrisa suave que no llegó a sus ojos. —¿Qué ocurre?
—¿Y si me encuentro con gente que no deseo ver?
—Los ignoras y continuamos nuestro viaje. Estaremos juntos, il mio rubino, no habrá persona en el mundo que pueda perturbar nuestra felicidad.
Con aquella sentencia Rubí solo pudo asentir y cerrar el espacio en un beso profundo que decidió alargar lo máximo posible. La verdad era que Rubí ya sabía sobre el itinerario de Biago incluso antes de que pudiera concretarlo, de esa forma había podido organizar también los trabajos que le habían pedido, entre asesinatos y búsqueda de información para la 'Ndrangheta, sabía que sería un secreto enorme que a Biago no le gustaría si es que lo supiera, pero sabía que era por su bien, entre menos supiera, menos posibilidades había de que saliera dañado, o por lo menos eso quería creer.
Prefirió perderse entre las caricias, el amor y el deseo. La pasión los llevó a enredarse en la cama, eliminar la poca ropa que quedaba entre sus cuerpos y fundirse en el otro. Amaban esos momentos que tenían de intimidad porque más que dos cuerpos chocando en busca de placer, habían descubierto el amor que podían crear en esos momentos en donde solo existían ellos dos.
****
Debo aceptar que me siento confundida entre el amor y el odio de Biago, no se si a alguien más la pasa, en fin.
¡Esta vez no nos demoramos tanto! 🎉🎊❤️😍
Además de que es para celebrar que Rubí ganó el oro en los premios Arrowy ❤️😍❤️😍❤️😍❤️😍 felicidad inmensa y como siempre esto es gracias a Marcela ❤️❤️ quien nos nominó, así que mil gracias otra vez querida, de verdad te lo agradeceré de por vida.
Bien continuando con el capítulo, ¿qué les pareció, qué piensan, qué creen que se vendrá?
Entre otras cosas les tengo una tarea. ¿Han notado que nunca he hecho una descripción detallada de como es la mamma santissima? Pues bueno será su deber como buenas lectoras contarme como se la imaginan, si tiene alguna actriz que sientan que calce será bienvenida 😍❤️🎉🎊 estaré esperando sus comentarios, a quien sienta que realmente es a quien me imagino, le dedicaré el siguiente capítulo y claro está colocaré la imagen o descripción de lo que imaginan ustedes. Así que ya está, tarea para la casa.
Gracias por leer, si es que votan o comentan les amaré de por vida también y otra vez mil gracias por estar aquí.
Les amo, les adoro y nos leemos en unas semanitas o lo más pronto que pueda.
Besos, abrazos y mordiscos.
Atentamente una luchadora.
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