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Capítulo Cinco

Nota: Capítulo largo por el tiempo que no he estado.

Capítulo Cinco

Centro Visana, Centro Médico

Viterbo, Italia.

19 de marzo 2003

Sédenla de nuevo si es necesario, pero hoy sabremos quién es esta mujer.

Biago estaba seguro que incluso teniendo el permiso de su padre de tener a una mujer en sus tropas debía averiguar primero con quien estaba tratando. Luego de la pelea en los subterráneos, no solo había ganado una buena suma de dinero extra, si no que se habían desafiado mutuamente, y al haber ganado Rubí, Basilio no tenía otra opción que dejarla entrar, pero eso no significaba que se quedaría con los brazos cruzados, Biago lo sabía bastante bien por lo que había preferido prevenir antes que lamentar.

Se había pasado cerca de un día completo haciendo chequeos médicos al cuerpo de Rubí, aquella pequeña mujer con rasgos asiáticos lucía extremadamente frágil con los ojos cerrados y descansando como si nada le perturbara, si la hubiera conocido en otro momento estaba seguro que ni siquiera se hubiese acercado al adivinar lo que podría hacer.

—Los resultados de sangre ya están —se acercó Roger con una carpeta mientras ingresaban a Rubí para una resonancia magnética.

Lo primero habían sido pruebas de ADN, había ocupado todos sus medios y registros conocidos para que fuera cual fuera la identidad de aquella mujer pudiera averiguarlo, pero al abrir aquella carpeta no solo se dio cuenta de que estaba tratando con fantasmas, si no que era muy probable que los medios comunes no serían suficientes para conocerla.

—Creo que saber tu nombre será más difícil de lo que pensé —susurró arrugando la hoja en que anunciaba una 'identidad desconocida'.

Sabía que no podía reprocharle a Roger, el hombre conocía muchas formas de obtener información y daba por hecho que las había utilizado todas, entonces... ¿Por qué? ¿Por qué no había información sobre aquella muchacha?

*

19 de marzo 2003

El sonido de una gota de agua la despertó, no era algo estridente sino más bien algo molesto. Intentó moverse recordando de mala gana las cadenas en sus manos que la mantenían colgada de algún arco.

Ah, estaba siendo torturada otra vez, ah, había cometido un error otra vez.

Rió sin humor alguno intentando abrir los ojos, notó que no era una gota de agua, era una gota de sangre que corría desde su cabeza a su frente y luego marcaba un camino por su nariz para caer al suelo.

No recordaba muy bien que había hecho mal, aunque ciertamente no recordaba muy bien nada últimamente, su cabeza seguía perdiéndose de vez en cuando. Quizás tendría que ver un médico, sí, tal vez debería anotarlo entre sus cosas por hacer.

—¡¿Sonríes?! —volvió a abrir sus ojos sin notar en que momento los había cerrado, seguía en el mismo lugar, la sangre se había detenido, pero había una mujer de mediana edad frente a ella, una mujer que odiaba y amaba a la vez. —Jah, eres despreciable, ¿cómo puedes sonreír en una situación así?

—No importa cuánto tiempo me tengas aquí, siempre terminas liberándome.

—Quizás hoy no sea ese día. Quizás hoy por fin decida eliminarte.

—No podrías, me necesitas.

—Conseguí un mejor peón, uno más fiel, uno más manipulable que tú.

—No te atrevas a ponerle un solo dedo encima —masculló sintiendo como las terminaciones de su cuerpo comenzaban a hervir de rabia.

—¿O qué? ¿Podrás defenderlo en tu estado? No me hagas reír, es mejor que desaparezcas de una vez por todas...

Sabía que aquel recuerdo terminaba con su nombre, pero cada vez que intentaba rememorarlo solo volvía a despertar y entonces nuevamente una inyección llegaba a su cuello enviándola al sueño, no quería que eso ocurriera nuevamente, pero estaba segura que sus signos vitales ya la habrían delatado. Había algo sobre estar en un hospital que la perturbaba, pero había decidido desde el primer día en que pudo estar completamente consciente de su cuerpo que no tomaría las cosas de una forma apresurada.

—¿Rubí? —escuchar la voz de Ojos Azules en ese momento había sido como un salvavidas, lo que la llevó de inmediato a revolotear sus ojos para encontrarse con los de él.

No debería confiar nuevamente, después de todo él no había hecho nada para evitar que la cederán, pero de todas formas estaba ese insistente deseo de no dejar de verlo, era frustrante, pero a la vez hipnotizante.

—Por fin despertaste —le ofreció una media sonrisa sin decir nada.

Cerró por unos segundos más sus ojos, quería atraer aquel recuerdo otra vez a su memoria, quería sentirse como esa chica atrapada y adolorida, porque aunque doliera de cierta forma se podía sentir tan segura, tan... ella misma. Frente a un hombre que no conocía de nada, en una ciudad que simplemente nadie la conocía y en un lugar en el que nadie la aceptaba, no le quedaba de otra que comenzar a buscar los cabos sueltos, si algo podía recordar de su pasado era una frase de un hombre diciendo: "Siempre todo tiene una conexión, las cosas no están hechas al azar..."

—¿Estás bien? —preguntó Ojos azules, cuando la vio abrir sus ojos otra vez.

Se reincorporó de la camilla obligándolo a retroceder y aunque quiso quitar todas las agujas de sus brazos prefirió solo observarlas detenidamente.

—Gané, Ojos azules, es mejor que comiences con tus lecciones, porque ya estoy dentro —sonrió y aunque recibió la misma respuesta de su interlocutor, estaba segura que ambas eran sonrisas ensayas en el espejo, tan falsas como la misma relación que iban a comenzar a forjar.

*

Casona Felivene.

Viterbo, Italia.

21 de marzo 2003

Mide sus habilidades.

Esa había sido la orden que Roger había recibido el día anterior en que Rubí por fin había regresado a la mansión. Luego de haber recorrido todo como una mascota en un lugar nuevo la mujer se había quedado quieta por fin y su jefe le había pedido que la midiera, sabía que la chica tenía más habilidades de las que había mostrado en los subterráneos, también estaba seguro que sus niveles estaban bastante equiparados, pero su jefe quería evidencias y él no era quién para contradecirlo.

Así que llevando a ambos al patio de entrenamiento dejó alejado a su jefe para ser seguido por una muchachita con cuerpo de mujer, pero con actitudes de una niña de 10 años o quizás menos. De vez en cuando podía observarla saltando, riendo de la nada y observado fijamente a Biago, comenzaba a preguntarse si aquella mujer realmente había olvidado todo y si es que tal vez en el proceso también le habría fallado algunas neuronas.

—Bien... —ni siquiera alcanzó a decir lo que tenía cuando Rubí ya estaba tomando el arma entre sus manos y midiendo su peso. Frunció el ceño observando la postura que el cuerpo de su compañera tomaba, así como también la devoción con la que miraba el arma.

—Colt M1911 —la miró con interés, pero al segundo que levantó el arma sobre su cabeza su mirada se perdió en busca de sus ojos.

—No es divertido —masculló sin alterarse haciendo que la muchacha bufara de lado bajando el arma.

—No eres divertido —se reacomodó en su lugar mirando hacia el frente.

Adelante, a unos 50 metros se encontraban tres siluetas con marcas de tiro al blanco, Roger sabía que la mujer a su lado no necesitaba ninguna explicación demás, ella estaba lista y preparada, pero para su sorpresa no actuó.

—¿No me dirás qué hacer? —miró hacia el costado en donde Biago estaba observando la situación con los brazos cruzados, ¿Qué clase de conversación habrían tenido para que ella esperara su orden?

—Tienes tres balas, apunta lo mejor que puedas a las dianas.

Así como terminó de hablar Rubí ya estaba con sus dos manos acomodadas sobre el arma apuntando a las tres siluetas sin siquiera demorarse más de 5 segundos en cada uno. Pidieron a los que controlaban el lugar que se cercioraran donde había apuntado Rubí, la respuesta no fue otra que los tres en el centro, algo que ciertamente no sorprendió a Roger más que para observarla con interés.

—¿Estás segura de haber perdido la memoria? —le preguntó entregándole otro tipo de arma.

—Beretta 92 —susurró acariciando el arma. —¿Puedo quedármela? Es hermosa.

—No, apunta.

Lo intentaron con dos tipos de armas más y en todas obtuvieron el mismo resultado. Lo siguiente era verificar un juego de niños para Roger, pero algo que no debería saber un simple civil. El grito que se escuchó de la boca de Rubí fue digno de una mujer emocionada, pero no tenía sentido porque ni siquiera era un vestido el que le estaban mostrando.

—¡Un arctic warfare super-magnum! —exclamó acariciando el rifle sobre la mesa. —Hermoso.

—Comienzas a darme miedo —susurró Roger mirando hacia un costado.

—Eso no es bueno ¿verdad? —desestimó el comentario moviendo una mano.

—Da igual, ¿Puedes armar y desarmar...?

—¡Si, puedo!

—Te tomaré el tiempo.

Con cronómetro en mano comenzaron el proceso, primero desarmar, luego armar y así hasta que cumplieron 3 veces con las repeticiones.

—Algo en que pueda ganarte —susurró Roger observando el tiempo obtenido. —Bien terminamos con las armas, ahora veamos tu rendimiento físico.

—Pero... ¿No puedo quedarme con alguna? ¡Son bellísimas! —reclamó Rubí mientras era llevada por él hacia otro cuarto dentro de la mansión.

Los exámenes físicos eran lo de menos, pero sabía que eran necesarios para conocer que tanto podía dar esa muchacha y cuál era su límite, luego vendría la prueba de lucha cuerpo a cuerpo y estaba seguro que se ofrecería como voluntario.

*

—¿Cuál es tu conclusión? —preguntó Biago cuando Roger dejó a Rubí descansando en el suelo.

—Ella está mucho mejor entrenada que yo, en todos los ámbitos posibles, Señor —dictó, incluso al haber visto que Rubí había sido la que se rendía en la batalla, escuchar a Roger decir aquello lo preocupaba, ¿Cómo era posible?

—¿Crees que pueda confiar en ella?

—Tiene problemas para comprender los limites, pero quizás si la entrena bien... pueda serle útil, aunque es como una mascota bastante fiel.

—¡Los escucho hablar de mí! —gritó la muchacha en el piso respirando con dificultad.

—¿Qué te parece salir de compras? —ofreció Biago haciendo que se reincorporara de inmediato.

—¿Podré conocer la ciudad?

—¿No quieres algo de ropa? —cuestionó alzando una ceja.

—No me importa —encogió un hombro. —Quiero saber dónde rayos estoy parada. ¿Me muestras un poco de tu mundo, Ojos azules?

Biago negó, no entendía el afán de Rubí de llamarlo de ese modo cuando había escuchado su nombre reiteradas veces, aun así no quería que dejara de hacerlo.

—Ve a darte un baño, te mostrare alguno de mis negocios en el camino.

—¡Si, por fin estoy dentro! —se levantó corriendo hacia el cuarto de baño de la sala de entrenamiento dejando a los hombres solos.

—Comienzo a creer que tiene menos edad de la que aparenta —susurró Roger observando el camino por el que se había ido Rubí.

—Quizás solo es una máscara.

—¿Aún desconfía de ella? —cuestionó su mano derecha girando a verlo.

—A penas la conozco, no puedo confiar en alguien que no sabe ni su propio nombre.

*

Comenzaba a creer que Biago amaba verla vestida de forma ridícula, tras la ducha le había dejado un vestido casi el doble de su tamaño, pero no era quien para reclamar así que simplemente se lo puso debajo de la ropa deportiva que había conseguido Roger para ella.

Estaba entusiasmada por conocer finalmente la ciudad, realmente tenía muchas ganas de saber dónde rayos estaba parada y si es que aquello le traía algún recuerdo sería un doble acierto. Una vez lista salió de la seudo-habitación que le habían otorgado y corrió por los pasillos de la mansión procurando no toparse con ninguno de los habitantes de esta, tendían a ser hostiles y desafiantes, pero Biago decía que no tenía que atacarlos aunque fueran de esa forma.

—Lista —anunció llegando a las puertas del auto, las cuales fueron abiertas por el mismo Biago.

Ya dentro y con el auto en movimiento fue cuando se retomó la charla que comenzaba a ser aburrida aunque a la vez empezó cuestionarse si tendría que realmente acostumbrarse a ella. Después de todo podía leer en el rostro de Biago como es que no confiaba en ella.

—Recuerda no hacer ninguna locura, sigue mis órdenes y no actúes sin consultarme antes. Iremos a uno de mis negocios en el casino, tienes que comportarte, nada de ser salvaje en esta ocasión. Recuerda las reglas que te he enseñado...

Comenzó a dictarlas como un mantra y ciertamente eso era aburrido, siempre se perdía cuando Biago decía la palabra 'reglas' y lamentablemente él las tenía para todo, por lo que tendía a perderse en la mayoría de sus conversaciones en las que solamente se quedaba como estúpida mirando cada una de sus facciones. A veces era hipnotizante el solo hecho de escucharlo hablar, tenía una voz gruesa y rasposa que la mantenía concentrada en su boca, pero nunca llegando a escuchar claramente lo que decía, aunque de las pocas veces que lograba realmente concentrarse solo terminada frunciendo el ceño y mirando hacia otro lado.

Todo era reglas, parecía que cada vez que caminara tendría que pedir permiso al del lado para dar un nuevo paso, era aburrido y con muchas trabas. Que no desafíes a mi padre nuevamente, acata las instrucciones que se te den, respeta a mis hermanos y a mi madre, no mates a nadie a no ser que se te dé la orden, no ataques a los hombres de mi padre, ni a los de mis hermanos ni a los de mi madre. Se preguntaba como haría para reconocerlos a todos. Nada tenía gracia realmente bah, si no mataba no tendría nada de divertido el lugar, pero dejaba que Biago dará sus charlas eternas esperando que no preguntara nada al final de su discurso.

—¿Entendido?

—Ajá —asintió observando hacia la ventana, había dejado de prestar atención desde el momento en que el auto se había alejado de los árboles para comenzar a mostrar casas al puro estilo italiano.

Le habían dicho que estaban en Viterbo un pueblo de Lazio, Italia, algo tranquilo, no tan grande, pero con todo lo necesario para sus negocios. Biago tenía un control sobre las gasolineras del lugar así como también solía frecuentar las tiendas un tanto oscuras de la ciudad, pero para su mala suerte aquel día solo visitarían el Casino Di Caccia, por lo que cuando Roger detuvo el auto se encontró con una gran mansión parecida a la de la familia Felivene, solo que esta actuaba como hotel para mucho de sus jugadores viciados.

El lugar era paradisíaco, los alrededores llenos de árboles y los caminos de piedra solo hacían que la ilusión de una noche podría ocurrir ahí. Una vez bajaron del auto, Rubí estaba deslumbrada con toda la maravilla del lugar, pasaron rodeando una piscina y algunas mesas con personas vestidas de forma elegante.

Biago saludó a todos y cada una de las comensales con las que se topaba y por más que había querido ir por el lado de él Roger la terminó tirando hacia atrás. Solo hizo una mueca, pero no quiso reclamar más que eso, por lo que decidió solo concentrarse en lo que se suponía venía a hacer.

A pesar de que le habían dictado más de mil y una regla se suponía que estaba ahí para defender de cualquier compañero de trabajo a Biago y estaba segura que eso lo podrá hacer. No sabía cómo, pero sentía un instinto en cuanto a detectar malos momentos.

Cuando se adentraron a la casa por fin, se encontró con una sola mesa que ocupaba toda la sala, era redonda y estaba cubierta con fichas blancas, rojas y verdes más algunas cartas en mano de los presentes. Biago saludó con un ademan y se sentó entre ellos comenzando a hablar en un italiano fluido mientras Rubí solo se dedicó a observar a sus acompañantes junto a Roger de pie detrás de Biago.

Detrás de cada hombre sentado solo a algunos metros habían cerca de tres hombres más, estaban muy bien protegidos y sin excepción armados. Divisó a tres en especial con las manos en sus chaquetas, dispuestos a disparar a cualquier señal, le llamó la atención la posición en la que estaban así como también hacia donde miraban...

Sopesó sus opciones mirando hacia todos los puntos dentro de la sala, era un lugar bastante iluminado con todas sus puertas abiertas, pero todos los puntos estaban cubiertos por hombres vestidos de trajes negros y armas en sus costados. Incluso si lograba hacer algo era probable que nadie saliera bien parado.

Entonces ¿qué hacer cuando aquellos tres hombres querían atacar a su nuevo jefe? Suspiró profundamente con la intención de que todos la observaran captando la atención de los tres principales en la rueda. Les sonrió haciendo que se despistaran un poco lo cual la decepcionó de sobremanera al ver que caían bastante rápido en sus movimientos.

—¿Qué haces? —preguntó Roger cuando se acercó a él más de lo normal.

—Volveré, solo necesito prestado algo de ti.

Le sonrió y antes de que Roger viera qué se estaba llevando, ella ya estaba caminando por donde habían entrado. Tuvo suerte de que el guardia en la puerta la dejara salir sin preguntas y mucha más suerte cuando uno de los tres hombres la siguió. Caminó hacia atrás de la casona lo más lejos posible de todas las personas que había visto hasta que de pronto alguien tomó su brazo enviándola de golpe contra la pared y estrangulando su cuello con fuerza.

Potrei scoparti veloce prima di uccidere il tuo capo, cagna. (Podría follarte rápido antes de matar a su jefe, perra.)

—Podrías decirme antes, ¿Por qué quieres matar a mi jefe? —preguntó sonriendo a pesar de que el agarre en su cuello le hacía perder cada vez más la respiración.

Non capisco quello che dici (No entiendo lo que dices.) —se acercó para comenzar a romper su ropa y besar su cuello ignorando por completo como el cuerpo de Rubí solo se mantenía quieto.

Eu disse, hoje vai morrer. (Dije, hoy vas a morir.)

El cambió de idioma lo hizo detenerse para mirarla desconcertado, mala elección ya que solo le dio la oportunidad a Rubí de actuar, le bastaron dos patadas en las partes bajas del hombres para que se alejara chillando de dolor, las siguientes patadas solo fueron para hacerlo caer al suelo y en vista de que el hombre no se defendía solo terminó por dejarlo inconsciente en el suelo.

—No eres para nada divertido —se arrodilló registrando el cuerpo del hombre encontrando varios papeles arrugados, unas llaves y un arma que guardaría por si acaso. Ni siquiera tuvo que utilizar la cuchilla que le había quitado a Roger, eso era un logro.

Se devolvió hacia el salón en que las apuestas estaban en su mejor momento, no se dio por aludida cuando recibió la mirada analizadora de Biago, por lo que ordenando su pelo volvió a su lugar junto a Roger sin decir nada más.

—¿Si mato a la gente de aquí causaré un gran alboroto? —susurró a su compañero quien solo la observó con los ojos entrecerrados.

—Lo que sea que estés pensando, no lo hagas.

Esa era una mala orden y con poca seguridad.

Sinto muito (Lo siento mucho.) —dijo al segundo que el primer disparo alcanzó al segundo hombre que tenía en la mira, todo comenzó a suceder de forma instantánea. Rubí tomo el asiento de Biago obligándolo a retroceder e interponiéndose de las armas que lo comenzaron a apuntar, así como también se apresuró a disparar al tercer hombre que estaba al instante de contraatacar.

Todos los guardias se pusieron en alerta cerrando las puertas al minuto que Rubí se adelantaba y disparaba al de la izquierda por donde había entrado, mientras que los compañeros de Biago, se escondían debajo de la mesa como unos cobardes al escuchar el sonido de los disparos. Todos los hombres, supuestos guardias de los cobardes, solo se mantuvieron apuntando y ninguno intentó disparar.

—Vamos —gritó Rubí viendo su oportunidad ya que no recibía las represalias esperadas.

Che diavolo hai fatto?! (¿Qué diablos has hecho?)

­—¡Salvarte de la muerte! —exclamó en respuesta mientras los cobardes eran sacados de debajo de la mesa por sus guardias y dejados detrás de sus espaldas.

Observó cómo mecánicamente los hombres iban retrocediendo y al momento en que alguno de los dos que tenía entre ceja y ceja se movía solo volvía a disparar hasta que se detuvieran. Tiró el arma cuando no volvieron a moverse y Biago solo la observaba furioso. Caminó hacia la salida observando al hombre que había disparado a su izquierda, quien mantenía su mano sobre su hombro y la otra sostenía un arma.

Como el hombre no reaccionó solo siguió avanzando en busca del auto que la había traído. Para su sorpresa ya no había personas en el lugar, los disparos debieron haberlos asustado, pero ese asombro fue mínimo para lo siguiente.

Tu peón no ha servido ni siquiera en la primera pelea, me haré cargo, tú quedas fuera, te la devolveré cuando sea una perra fiel —dijo Basilio Felivene al encontrarse frente a frente con Rubí.

Eso la alertó de que alguien la venía siguiendo, por lo que se volteó encontrando la mirada seria y fría de Biago.

No te la entregaré.

—¡No te lo estoy preguntando! —movió su cabeza haciendo que uno de sus hombres se adelantara para tomar a Rubí obligándola a retroceder, no corrió, porque realmente esperaba que Biago la salvara, peor error.

Los hombres la atraparon arrastrándola lo más lejos posible de su supuesto nuevo jefe y mucho más cerca de quien estaba segura sería su peor pesadilla en adelante.

¡Me haré cargo de sus errores, es mi gente ahora! —escuchó el grito de Biago obligando a los hombres de su padre a detenerse.

Enfréntala, entonces.

No comprendía lo que estaba sucediendo, solo sabía que en un momento estaba siendo arrastrada hacia Basilio y al segundo estaba frente a Biago quien parecía estar odiando su mirada en ese momento, a pesar de ello mantuvo sus ojos firmes incluso cuando él se acercó y acertó una bofetada en su rostro sorprendiéndola.

Los hombres la dejaron en sus pies obligándola a encontrar su nueva estabilidad, pero al segundo lo perdió con un nuevo golpe contra su cara esta vez con el puño cerrado. Volvió su cara dispuesta a responder y acabar de una vez con toda la extraña situación que estaba ocurriendo, pero recibió una orden que ni siquiera se preguntó por qué acató.

—No respondas, solo sopórtalo, por favor.

Y entonces un tercer golpe llegó enviándola al suelo con el labio sangrando. Su propia sangre, estaba segura que hacía tiempo que no saboreaba lo metálico del líquido rojo, pero incluso con esa satisfacción estaba más que decidida a solo dormir y no responder.

***

Me he quedado sin palabras, ¿Qué rayos sucedió aquí? o.o

Atentamente un escritora sorprendida.

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