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25


— Yo creo que eres bueno.

— Es porque no me conoces.

El australiano, que en ese entonces tenía once años, se balanceaba con calma en el columpio, mientras el chico de doce años empezaba a disminuir la euforia con la que se balanceaba para poder hablar mejor con su amigo.

— No eres malo, James, solo eres diferente.

El mencionado miró con una sonrisa a su amigo, llevaban cinco meses de comunicación y adoraba con todo su ser a HanJin. Él era un niño que lo entendía y, sino, al menos lo intentaba, pero no lo juzgaba; claro, no sabía la historia completa, pero tenía pena de decírselo y que sintiera lástima. James no quería perder su amistad con él.

Luego de una tarde en el parque, la madre de HanJin le avisaba que debían irse; entonces, ambos niños se despedían y James regresaba a su trabajo, pero eso no significaba que estaba orgulloso de lo que hacía.

Habían pasado dos años desde que Kai llegó a Matryoshka, y verlo ahí cada día le hacía caer mayor culpa de todo lo que hace, pero no podía cambiar su vida, sino acabaría trabajando ahí como los demás, y ya había sufrido demasiado como para caer en eso. Él necesitaba sobrevivir.

— Te traje una flor.

James se subió a la cama de Elizabeth. La mujer descansaba luego de una noche de abusos, de la cual el niño no era totalmente consciente. James solo sabía que ella debía servir mesas, pero no fue hasta los trece años que supo lo que realmente sucedía cuando la chica debía ingresar a la habitación privada.

La mujer le dedicó una sonrisa mientras tomaba la magnolia blanca que James le había comprado. Olfateó la flor y la dejó en el mueble junto a su cama antes de levantarse, diciendo que le prepararía algo de comer.

La vida de James había sido dura desde que nació, pero nada se comparaba al dolor que sintió en el momento en el que una parte de él murió.

Fue un 23 de diciembre cuando James se despidió de HanJin.

El niño castaño corrió hasta su mamá, y James aprovechó su tiempo para sacar el walkie talkie que le habían dado. Ese día, tenía trabajo en terreno; le habían ordenado atraer a un niño de último minuto, porque el hijo de un político en ascenso necesitaba un trasplante para esa semana.

Ya tenía la descripción del niño; cada lunes iba con sus padres al parque a comer helado, así que ahora solo debía esperar. Era simple: debía atraerlo con una falsa atracción, nada nuevo.

Pero HanJin regresó con una caja de regalo.

— ¡James! Olvidé darte esto.

El chico estaba confundido, pero tomó la caja entre sus manos y, ante la emocionada mirada del mayor, la abrió, sintiendo como su estómago daba vueltas mientras juraba que su corazón saldría por su boca.

Ahí había un conejo de peluche.

— Dijiste que no solías celebrar navidad... — comentó HanJin — Creí que era muy triste; todos los niños merecen un regalo de navidad, tal vez no sea lo que esperarías, pero, cuando lo vi, se me hizo muy lindo. Creo que luces como un lobo, pero por dentro eres como ese conejo, solo necesitas comprensión.

James estaba haciendo lo posible por no ponerse a llorar ahí mismo. Sentía una emoción extraña adueñarse de su cuerpo, como cuando recibía un golpe, pero no era dolor; era algo más y lo estaba molestando, porque sentía una enorme presión en su pecho. Las comisuras de sus labios querían elevarse, era la primera vez que experimentaba la felicidad y él no lo sabía ni lo supo jamás.

El walkie talkie hizo acto de presencia con un fuerte "¡Se va!", que trajo al menor de vuelta a su realidad. Al mirar atrás, HanJin vio cómo el niño se iba con sus padres mientras comía su helado; algo en él hizo click y, sin perder tiempo, tomó la mano de su amigo para poder correr.

Su madre estaba en la acera, a unos metros de distancia, cuando una camioneta paró detrás de ella. La puerta trasera se abrió, y dos hombres metieron con rapidez a la mujer que no tuvo tiempo ni de gritar.

James sintió como la mano de HanJin se aferraba a la suya, quiso correr hacia atrás y llevarse a su amigo del parque, del país, del mundo si era posible, pero quería irse con él a un sitio donde no pudieran lastimarlo.

Sin embargo, el mayor se soltó de él para correr directo hacia la camioneta en un acto desesperado por ver a su mamá, y aquello fue lo que selló su destino.

— ¡¿Dónde está?!

La camioneta había dejado a James en el parque. En cuanto HanJin subió al vehículo, los otros avanzaron y el más joven no perdió tiempo en correr a Matryoshka en busca de su amigo.

Pero fue JongSuk quien acabó por acercarse a él a darle un puñetazo en el estómago, que hizo que James se agachara del dolor. El adolescente sacó la pistola, que llevaba en el pantalón, y se inclinó para colocarla en la cabeza del australiano.

— Si no fuera por Oliver, ahora mismo acabaría con tu vida. ¡No hay tiempo para errores, ¿qué mierda esperabas?!

El chico de diecisiete años guardó la pistola nuevamente con coraje, ¿por qué alguien tan patético como James era protegido por Oliver?

A inicios de año, el adulto conoció a JongSuk, quien tenía una historia parecida a la de James, así que le dio la oportunidad de trabajar con él, pero ambos chicos eran muy diferentes para llevarse seis años. JongSuk era más sádico, pues su vida había sido un poco más difícil que la de James, y esos traumas estaban cobrando la cuenta ahora que él tenía el poder sobre otros.

— ¡¿Dónde está?! — volvió a preguntar en cuanto recuperó el aliento. JongSuk sonrió con burla mientras se ponía de pie.

— Eres realmente patético. Nos quitaste una mercancía, tenías que reponerla.

No eran necesarias más palabras. El menor abrió sus ojos, sintiendo que el aire lo abandonaba aún más que cuando recibió el golpe en su estómago. Debía ser mentira, quería creer eso, pero sabía que no había forma de que JongSuk le mintiera, a menos que no fuera una noticia buena para él.

MinHyuk debía aceptar que nunca más vería a HanJin.

Luego de unos minutos en shock, James corrió a la habitación de Elizabeth, que apenas estaba arreglándose para la noche. Lloró tanto, como no había hecho ni siquiera cuando recibía los golpes de su padre biológico.

HanJin era la única persona que lo entendía a la perfección; era un niño amable y dulce, pero James lo arrastró a su mundo. 

Mientras la chica acariciaba los cabellos del menor, en un intento de consolarlo, dijo algo que nunca pudo olvidar.

"No hay espacio para las emociones en lo que haces, cariño".

Ese fue el momento en el que James decidió no mezclar más sus sentimientos y únicamente dedicarse a trabajar.

No quería amigos a los que otros pudieran dañar solo para herirlo. No quería amor, pero tampoco quería ser un monstruo. En ese momento, juro que la sangre no correrá directamente de sus manos, que no mataría a nadie, porque él no quería volverse como los hombres que habitaban ese sitio.

Entonces... ¿Por qué, en la actualidad, sus manos rodeaban con fuerza el cuello de SooBin mientras este yacía contra el piso, con el cuerpo de MinHyuk cegado por la ira encima suyo?

El peli-morado pataleaba mientras sus manos empujaban a MinHyuk, pero este era muy fuerte. Estaba herido, ese mar de emociones golpeaba fuerte contra su pecho, y no era consciente de lo que hacía.

SooBin intentaba murmurar el nombre del rubio, pero su voz no salía. Sentía que todo empezaba a darle vueltas, pero, para suerte suya, de pronto lo soltó. El más joven empezó a toser, intentando tomar aire mientras MinHyuk lo miraba con una mueca de sorpresa y culpa.

— No voy a ser como ellos... No seré...

No acabó su frase cuando volvió a quedarse en silencio. SooBin aprovechó en ponerse de pie e irse corriendo, quería encontrar a Roseanne; necesitaba un abrazo, pero acabó recibiendo un golpe en su mejilla izquierda, que lo hizo caer al suelo. Al mirar hacia arriba, llevando su mano para sobar su mejilla, notó a JongSuk.

— Estuviste en esto, ¿cierto? — preguntó el mayor con una mirada de total enojo. — ¡Eres amigo de esos dos!

— ¡Yo no tengo nada que ver!

— ¡Mientes! ¡¿Sabes lo que han ocasionado?! ¡Han hundido esto en la mierda!

— ¡Esto ya estaba en la mierda! — se escuchó la voz de James. Estaba bebiendo un vaso con alcohol, caminando con calma en dirección a donde todos se habían reunido ante el alboroto. En su mano libre, llevaba tomado de la mano un sucio y desgastado conejo de peluche.

— ¡Esto es tu culpa! — gritó JongSuk. — ¡Siempre has sido débil! ¡Sabía que debí matarte cuando tuve la oportunidad!

— ¿Cuándo pudiste? — el rubio rió con ganas. Tiró el vaso hacia el suelo en su lado derecho mientras soltaba un suspiro pesado tras finalizar su carcajada, para luego dedicarse a mirar a JongSuk a unos metros de distancia. — Tú me mataste hace tiempo.

SooBin se levantó poco a poco, intentando no atrapar la mirada de uno de los dos, consiguiendo apartarse a un lado para abrazar a Roseanne, quien le hacía señas para que fuera hacia ella. James caminó un par de pasos en dirección a JongSuk, quien sacó su arma para poder apuntar en dirección al rubio.

— ¿Hace tiempo? ¿Quieres ver cómo una bala acaba ahora mismo con tu patética vida? Siempre te odié, James, dame el gusto de ser quien te mande al infierno.

— ¡Ahorraré tus balas, querido imbécil! — exclamó MinHyuk con una amplia sonrisa mientras sacaba un encendedor del bolsillo de su pantalón. Lo colocó frente a él para mostrarle cómo lo encendía. — Puedo traer el infierno justo ahora.

¡Gracias por leer! <3

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