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23

17 DE OCTUBRE.
UN AÑO ANTES

— ¿Seguro que puedes seguir tú solo? — le preguntó HeeSeung a su amigo mientras esperaban en la estación de autobús que lo dejaría en casa.

— ¡Seguro! Tú siempre me dejas en mi estación y te regresas solo, empiezo a sentirme algo culpable — comentó, codeando con suavidad el costado del chico. — No te preocupes, está a unas cuantas calles.

— Me preocupa, porque eres un tonto y capaz acabas deambulando hasta tomar el autobús equivocado — se quejó HeeSeung.

Él adoraba a YeonJun como a un hermano y sabía lo despistado que este podía llegar a ser, aunque no lo admitía, quería mucho al mayor, pero YeonJun insistió hasta que el autobús de HeeSeung llegó.

Se dieron un abrazo a modo de despedida, terminando por confirmar otra vez su siguiente salida para ir por lo necesario para el perro de HeeSeung, y agitaron sus manos hasta que no se vieron más; sin saber que esa sería su última despedida.

YeonJun empezó su camino hacia su estación, hasta que decidió pasar por una soda; cerca de su casa no podía conseguirlas y, si bebía Coca Cola de vainilla frente a HeeSeung, el menor acabaría haciendo mención que eso era todo menos Coca Cola, así que paró en una tienda de autoservicio y compró su bebida.

Se sentía bastante feliz, todo durante ese día le estaba saliendo de maravilla, y una sensación de que, en ese momento, podía comerse el mundo lo inundaba.

Mientras daba pequeños sorbos a su soda, caminaba por las alegres calles del lugar. Muchas personas estaban animadas por el final del partido, y otros tantos disgustados por lo mismo.

Él podría unirse a los que estaban felices por ello y le agradaba andar en las calles tan transitadas, así que decidió sentarse en la banca de una parada antes de la que siempre tomaba. Esperaba que los autobuses no fueran muy llenos, porque los aficionados solían entrar en manada y él odiaba ir apretado, además de que podría terminar en calma su bebida.

El cielo empezaba a oscurecer.

YeonJun tiró la lata en un bote de basura que estaba cerca de la banca, y terminó por sentarse otra vez, esperando el siguiente transporte mientras jugaba a balancear sus pies, en un intento de entretenerse.

— Hola, ¿qué tal? — YeonJun escuchó de pronto una voz.

Al girarse, pudo ver a un castaño sentarse junto a él mientras frotaba sus manos en un intento de conseguir calor. Empezaba a hacer algo de frío, pero YeonJun aún no lo sentía, tal vez por la euforia que aún traía consigo.

— ¿Frío? — le preguntó el chico.

— Algo — respondió YeonJun, elevando un poco sus hombros con desinterés, sin desviar su atención del camino, en espera de que apareciera su transporte. Las calles estaban más tranquilas, y él no deseaba hablar con nadie.

— Estoy esperando la ruta cuatro, ¿y tú?

— La misma — mintió.

— ¿En serio? ¡Genial! Entonces, podemos esperar juntos.

YeonJun asintió, esbozando la sonrisa más honesta que podía. Había decidido mentir porque se sentía terriblemente incómodo.

¿Has tenido esa sensación? Donde los vellos de tus brazos se erizan, tu nuca se siente más fría; hay algo que te dice a gritos que las cosas van mal y te sientes capaz de sentir la adrenalina adueñarse de tu cuerpo.

¿Y si aquel tipo era un pervertido? Pensó que, si le decía a esa persona que tomarían el mismo transporte, este tendría el pensamiento de que estarían juntos más tiempo, pero la verdad era que se subiría al primer autobús que viera sin trabas.

Pero eso nunca pasó.

Luego de aquel breve intercambio de palabras, pasaron unos momentos incómodos antes de que el chico castaño se levantara. El desconocido le murmuró un "lo siento" que YeonJun no comprendió al inicio, hasta que escuchó el derrapar de una camioneta.

Casi por instinto consiguió correr por unos cuatro segundos, hasta que unos brazos rodearon su cintura. Pero no acabó ahí. YeonJun pataleó con ganas, mientras gritaba tan fuerte como sus pulmones se lo permitían.

Un brazo subió hasta su boca para intentar callarlo, pero fue entonces cuando YeonJun intentó patear en su espinilla. Golpeó algo, pero no supo qué, porque aquellos brazos lo soltaron, dando rápidamente paso a otros que lo sujetaron de un brazo.

YeonJun volteó a ver. Era el castaño sobando su pie y otro sujeto más alto y robusto que lo atrajo de un tirón hacia él, hasta que consiguió golpearle en la cara. YeonJun sintió que todo le daba vueltas luego de ese golpe, el hombre lo subió hasta su hombro para regresar rápidamente al vehículo.

Con lo poco que conseguía ver, fue capaz de notar como un par de personas solo miraban a lo lejos, luciendo asustados, antes de perder por completo el conocimiento.

Poco a poco despertó con un fuerte dolor de cabeza, apenas siendo capaz de olfatear el aroma a alcohol. Le tomó alrededor de diez segundos poder ver bien nuevamente para conseguir dar con un chico que se encargaba de pasar algodón humedecido en alcohol cerca de su nariz. Al notar que el muchacho despertaba, retiró el algodón y tomó un vaso con agua e hielos para ofrecérselo.

— Tú debes ser YeonJun. Bebe esto, es solo agua, descuida.

El rubio pareció dudar de ello, pero finalmente tomó el vaso y bebió del mismo. De igual forma, ya se daba por muerto, así que no le molestaba si el agua traía algo mortal.

Estaba sobre una cama dentro de una habitación roja, sin nada más que una mesa y una silla frente a la cama; se sentía aterrado, pero demostrar miedo no le ayudaría.

— ¿Quién eres tú?

— Soy TaeHyun. Escuché a James decir que había llegado un nuevo, pero nadie venía a verificar que todo estuviera bien, así que conseguí que me dejara venir a verte.

— ¿Dónde estoy?

—En matryoshka. Descuida, todo estará bien. — TaeHyun revolvió los cabellos rubios del chico, antes de decirle que durmiera otro poco.

La verdad es que el menor sabía que las cosas no estarían bien. No había un archivo con información de YeonJun, lo que indicaba que la finalidad del chico no era estar ahí.

Pero TaeHyun intentó hacer las cosas más amenas con él: iba a visitarlo diario con comida y agua, pero se sentía mal de ver su rostro demacrado por no descansar bien y por el maltrato de los hombres de JongSuk.

En matryoshka, había dos líderes: él y James. Lamentablemente, YeonJun cayó en manos del primero, y no podían hacer nada.

TaeHyun sentía como si tuviera algo que hacer en específico con YeonJun. Desde que lo vio entrar inconsciente al lugar, supo que estaba ahí por algo, pero no importaron sus súplicas hacia James; el rubio no podía interceder entre los negocios de JongSuk.

Faltaban diez días para que JongSuk se fuera por mucho tiempo en un viaje para alcanzar a Oliver. Luego de eso, podrían hacer algo para mantener a YeonJun como empleado, pero el chico no cooperaba.

Cada vez que un hombre del mayor iba a vigilarlo, acababa pataleando e incluso mordiendo a quienes entraban; claro, excepto a TaeHyun.

Lamentablemente, salió un comprador antes de tiempo, y ya nadie pudo hacer nada.

23 DE OCTUBRE.
5:34 P.M

— Escucha, TaeHyun... Deja de llorar, Dios bendito.

El ahora pelinegro consolaba al pelirrojo que lloraba con su rostro en las piernas de YeonJun, mientras repetía "no pude hacer nada" entre sollozos.

— Lo siento tanto, YeonJun...

— Yo sabía que esto terminaría así, no te disculpes por nada — YeonJun le dedicó una sonrisa, que hizo que el corazón de TaeHyun se apretujara.

La cara de YeonJun era un caso ahora, tenía moretones y algunas cortadas en sus labios secos. En tres horas, un empleado de JongSuk vendría con un médico aliado para practicar una eutanasia y matarlo de forma tranquila.

TaeHyun se levantó para poder abrazar a YeonJun, ya le había tomado mucho cariño. El mayor correspondió al abrazo, palmeando la espalda del chico en un intento de calmarlo; el más joven se sentía culpable de no haber podido cambiar el destino de su amigo.

— Háblame otra vez del mundo afuera... — murmuró TaeHyun. En esos días, había escuchado tanto del mundo a voz del mayor, que se había convertido en su cuento de hadas favorito.

— Hay mucha comida deliciosa, no las mierdas que les dan aquí para no engordar, hay salas de videojuegos... Podríamos ir algún día — murmuró con una sonrisa, mientras ocultaba su rostro en el cuello del chico. — Creo que extrañaré ver las hojas de los árboles moverse cuando hace mucho viento... el ruido que hacen es tan relajante.

El pelirrojo limpió por última vez sus lágrimas con el dorso de sus manos. Escuchar sobre aquellas cosas, solo le hacía desear salir con más ganas de aquel sitio, que sería su hogar hasta el último día de su vida.

Nunca podría hacer esas cosas, como otro chico de su edad: no jugaría videojuegos, no comería todo aquello que YeonJun le decía que existía, no podría salir nunca de esas paredes rojas que le causaban dolor de cabeza ni podría tener citas como las que incluso James tenía en el periodo de caza. Finalmente, había sido capaz de entender todo lo que se estaba perdiendo.

— YeonJun, ¿puedo darte un beso? — preguntó el menor con timidez. El mencionado se sorprendió por ello, no esperaba algo así tan de repente.

— ¿Por qué?

— Nunca podré besar a nadie… Mis días están contados también, como los tuyos; son más, pero al final es el mismo destino igual.

El pelinegro frunció sus labios antes de asentir. TaeHyun se incorporó para tomar las mejillas del mayor con sus manos sudorosas de los nervios y, con algo de miedo, se acercó poco a poco hasta unir sus labios con los de YeonJun en apenas un contacto inocente.

El menor solo quería saber que, si moría, al menos, habría tenido un beso como todas las historias que escuchaba de compañeros suyos, incluso Kai había tenido esa oportunidad gracias a ese chico BeomGyu; él también quería sentirse normal por un momento.

Los húmedos labios de TaeHyun se alejaron tras brindar calidez en los labios heridos del mayor. Finalmente, se sonrieron y compartieron anécdotas de lo que harían cuando volvieran a encontrarse; todo como un juego inocente, aparentando que ambos saldrían bien de ese sitio.

Hasta que la hora llegó, y un empleado fue por YeonJun a la habitación donde permaneció desde el 17 de octubre hasta ese día en el que, de forma tranquila, su vida terminó con un último aliento de vida, acompañado de una única lágrima solitaria que caía por su mejilla derecha.

TaeHyun entendió, gracias a todo lo que YeonJun le dijo, que la vida era mucho más que cuatro paredes rojas y, tras la partida del mayor, cayó en una depresión terrible.

Kai intentaba apoyarlo en lo posible, al igual que el resto de empleados. Todos creían que se había enamorado de YeonJun, pero no era así.

TaeHyun anhelaba la libertad que el chico había tenido, ese fue su principal motivo para acercarse: la curiosidad de saber más sobre el mundo exterior. Y aunque YeonJun vivió muchas cosas más que él, era TaeHyun quien seguía respirando, y no podía evitar sentirse culpable.

El 3 de marzo del año siguiente fue el día que decidió que ya no quería seguir ahí, enloquecería a ese paso. Se sentía mal por pensar que él, de forma cobarde, terminó con su vida, mientras que YeonJun habría deseado vivir más sin duda alguna.

La culpa le siguió incluso después de haber muerto, hasta que consiguió ver otra vez a YeonJun. TaeHyun ya no estaba triste, ahora tenía todo el tiempo del mundo para explorar la tierra tal como siempre quiso.

Tal vez y, algún día, su alma podría ascender hasta el espacio para explorarlo también, como un astronauta.

¡Gracias por leer! <3

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