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04


La tarde había pasado más larga de lo normal o, al menos, lo suficientemente larga para YeonJun.

Tuvo que esperar con paciencia a qué el menor terminara su horario escolar para que lo ayudara con lo que le había pedido. ¡Juraría que nunca antes las clases se le habían vuelto tan tediosas! Incluso, a ratos, bromeaba con SooBin sobre los maestros, la materia o lo qué otros alumnos hacían cuando creían que nadie más los miraba. SooBin le reclamaba a susurros, pues reír a media clase solo, aparentemente, no era lo más común.

Al caer la tarde, cuando las clases acabaron, SooBin fue guiado a la casa de YeonJun por el último mencionado. Todavía no tenía idea de qué decir. "Hola, señora. Le traigo un mensaje de su hijo: Está muerto". ¡Definitivamente no!

Esas eran cosas de su madre, él no tenía idea de cómo arreglar situaciones de ese tipo, pero ya no podía echarse para atrás. No después de escuchar todas esas cosas lindas que YeonJun decía de su familia.

Incluso sentía algo de pena por él: Un día disfrutar del calor familiar y, de un momento a otro, no tener pulso.

También había descubierto que YeonJun no recordaba absolutamente nada de su muerte, tampoco los sucesos anteriores unos días a ello. No sabía cuánto tiempo estuvo así, pero sabía que –por el tiempo que llevaba sin presentarse a clases según sus compañeros– era bastante.

El pelinegro no era mala persona, o eso era lo que SooBin empezaba a pensar. Sintió cierta impotencia de ver cómo alguien tan amable había dejado este mundo; mientras los malos seguían siendo parte. Pero él no era quién para cuestionar los asuntos de la muerte.

— Es aquí — Escuchó de pronto a YeonJun.

El más joven detuvo su andar y observó la casa al costado de donde estaban. Tragó saliva con pesadez. Ahora –que estaba frente a la situación– se sentía más difícil, pero un trato era un trato.

Respiró hondo y se acercó hasta la puerta para tocar el timbre. Estuvo rezando a los mil y un Dioses posibles para pedir que no hubiera nadie en casa; esperó un rato, y –para su desgracia– la puerta se abrió: Una mujer de estatura media, con los ojos un poco rojos e hinchados, le recibió en la entrada.

SooBin no solía criticar a las personas, pero estaba seguro de que esa mujer no se había bañado mínimo en dos días. Su cabello era un desastre y sus prendas desprendían cierto olor a humedad.

— ¿Señora Choi?

— Sí — respondió con la voz entrecortada, la misma que delataba haber estado llorando hace poco —. ¿Quién eres?

— Soy SooBin, era compañero del colegio de su hijo.

La mujer suspiró antes de cruzar los brazos, envolviendo su cuerpo en una especie de capa que la cubría desde sus hombros hasta su cintura: — ¿Qué quieres?

— Tengo un mensaje de su hijo.

Entonces, el semblante hostil de la mujer cambió. Toda esa semana, desde que se anunció en el colegio que harían un homenaje en honor a YeonJun, había recibido visitas de supuestos amigos del mismo, todos dándole el pésame; pero ella conocía bien a su hijo: Él no tenía tantos amigos. Solo se sabía cinco nombres y había un par de rostros que conocía muy bien. Los otros solo iban por compromiso o, mayormente, por puro morbo.

La mujer le permitió el paso a SooBin quién, muy a su pesar, ingresó al lugar seguido de YeonJun; el mayor estaba tan emocionado que ni siquiera se había dado cuenta de que, por primera vez desde su muerte, había podido ingresar al lugar.

Tras unos minutos donde la mujer preparó un par de tazas de té, todos ya se encontraban en la sala mientras YeonJun paseaba por los estantes, observando con nostalgia las fotografias.

— Muy bien, SooBin. ¿Qué ganas con esto?

— ¿Disculpe?

— Dices tener un mensaje de YeonJun, pero... ¿Por qué él no se presenta? No estoy para juegos.

— No es lo que parece... Yo... — SooBin había empezado a jugar con la taza entre sus manos, se sentía nervioso. Pero la presencia de YeonJun a un lado suyo, le tranquilizaba —. Su hijo está muerto.

— Muy bien, eso fue todo — la mujer se levantó rápidamente después de dejar su taza en la mesita ratona —. Te pido de favor que te retires.

Lo había arruinado, SooBin solo tenía que hacer algo simple y lo echó a perder. Él no era como su madre, siempre estuvo seguro de eso: Ella no se habría equivocado.

YeonJun se exaltó y gritó: — ¡Dile que la última mañana que estuve aquí salí con HeeSeung a ver el partido de fútbol!

— ¡Di-dice que la mañana que estuvo aquí salió con un tal HeeSeung a ver un partido de fútbol! ¡Ah, la última vez que estuvo aquí! — Mentalmente, el menor se golpeó ante su tartamudeo.

— Pedí que te marches — respondió la mujer manteniéndose firme.

— ¡Dile que esta semana saldríamos a comprar una cama para el perro de HeeSeung y que ella lo consideraba tonto!

— ¡Dice que esta semana irían por una cama para el perro de HeeSeung! ¡Y que usted lo consideraba como algo tonto!

— ¡SooBin, pedí que te marches!

— ¡Soy el hijo de la médium Choi!

La mujer se mantuvo en silencio, observando con atención al joven frente a él. SooBin odiaba meter su apellido, realmente lo aborrecía: Ese apellido que tanto problema le trajo cuando era niño, tanta burla... Tanto miedo.

La imagen fuerte de la adulta cayó en cuanto escuchó aquel honorífico, no era tonta. La señora Choi era muy conocida en esa zona por ser la mejor médium y, sobre todo, porque todo lo que ella decía era verdad.

La mujer se dejó caer de rodillas mientras llevaba sus manos hacia su pecho, su rostro expresaba una mueca de dolor, pero no había ningún sonido mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. SooBin bajó la mirada bastante apenado por ser el portador de tan malas noticias.

De pronto, la casa se inundó con los desgarradores gritos de la madre de YeonJun, con sus manos cubrió su rostro mientras repetía entre pausas "Mi bebé... Mi hijo".

SooBin no podía entender el dolor que era para una madre perder un hijo, ni siquiera se atrevía a darle consuelo por algo que sabía: Nada se arreglaría con unas simples palabras.

Solo que quedó ahí, observando, siendo testigo del terrible sentimiento que estaba sufriendo una persona sin poder ayudarle. Siendo víctima también del ver a YeonJun inclinado a un lado de su madre, dándole palabras de consuelo y él sin poder hacer nada por ambos.

Había pasado media hora, y la situación apenas se calmaba. La mujer pasó veinte minutos llorando de forma desgarradora y otros diez sollozando. Habían sido los minutos más largos en la vida de SooBin.

¿YeonJun? Él había salido unos minutos por algo de "aire". Ambos sabían que usar esa expresión era algo tonto, pero SooBin entendía que, tal vez, el mayor no encontraba forma de expresarse tras ver a su madre sufrir como lo hizo.

La madre de YeonJun tomó asiento nuevamente, cogió su taza de té –ahora fría– con ambas manos y la llevó hasta su boca para darle un trago antes de dejarla sobre la mesita otra vez. Su mirada se veía perdida y SooBin quiso preguntar si todo estaba bien, pero ella se adelantó.

— Él... ¿Él está aquí? — preguntó con un tono débil de voz, SooBin miró al pelinegro negar e imitó la acción —. Cuando lo viste... ¿No te dijo qué pasó? ¿Dónde está? Él no... No sufrió, ¿verdad?

— Siento decepcionarla — interrumpió de pronto SooBin, elevando su palma para que la mujer detuviera sus preguntas —. Es algo que ni siquiera él sabe, no tiene consciencia de cómo murió y tampoco sobre dónde está su cuerpo. Lo siento.

—  Bueno — suspiró en lamento —, creo que es mejor así. Entre menos recuerde, menos sufre... supongo. Solo quisiera que supiera cuánto lo amo y lo mucho que extrañaré su risa; verlo llegar de clases tan hambriento; escuchar sus anécdotas con sus amigos; su cantar mientras se duchaba...

La mujer sonrió con un deje de nostalgia antes de formular una mueca de dolor. SooBin supo, entonces, que ya era hora de irse.

Se levantó del asiento y se despidió de la mujer quién, aún en una especie de trance, asintió caminando hasta la salida. En cuanto se despidió y empezó a caminar, se dio el gusto de soltar un pesado suspiro cargado de frustración y cansancio. Llevó su mano izquierda hacia su pecho –justo sobre su corazón– y sintió con claridad el agitado latir del mismo.

Había sido la experiencia más aterradora de su vida y, viniendo de alguien que creció viendo espíritus, era mucho decir. Las almas se alejaban; pero el dolor, que él había dejado, en aquella mujer, era permanente.

— No me vuelvas a hacer pasar por eso, YeonJun. Fue horrible.

— Lo siento... No pensé que sería tan intenso.

— Le hice mucho daño... ¿No es así? — SooBin detuvo su andar y se quedó mirando el suelo.

¿Qué pasaba si la mujer caía en depresión? Peor aún, ¿Y si más tarde no veía solo a YeonJun, sino también a su madre? Su rostro denotó preocupación y terror ante esa idea: Sería culpable de una muerte.

Al ver esa expresión de susto, YeonJun se posicionó frente a SooBin mientras se inclinaba para que sus miradas se encontraran, no tuvo que decir nada, solo le sonrió y el más joven sintió que las cosas, extrañamente, estarían mejor.

— Ella sufría mucho más sin saber de mí. Créeme: Hiciste lo correcto.

SooBin asintió un tanto más tranquilo y, tras tomar aire, asintió para retomar su andar. Tal vez el chico tenía razón y no saber dónde estaba tu hijo, era mucho peor que no saber nada. Al menos ahora la mujer tenía la seguridad de que su hijo no estaba sufriendo más, aunque...

Si lo pensaba bien, la mujer ya no tenía dudas, pero él estaba atascado en ellas.

— YeonJun, en realidad... ¿No recuerdas nada de cómo moriste?

— ¿Por qué la pregunta? — Cuestionó viendo al chico elevar sus hombros con despreocupación, no podía responderlo porqué tampoco tenía idea —. No, no recuerdo nada de eso. Ni los días que le precedieron a ese... Ni el suceso cómo tal.

— ¿Y cuándo despertaste? ¿No había nada cerca?

— Ahora que lo dices... — Ligeramente, frunció sus labios antes de negar —. No, nada. Estaba en un callejón.

El chico chasqueó la lengua antes de detener sus preguntas. Estaba siendo muy insistente, también era un tema difícil para YeonJun y no quería traerlo al momento donde dejó su vida, así que se limitó decir: "Bien, vamos a casa" antes de caer nuevamente en mutismo.

Por su parte, YeonJun solo pudo sonreír con ilusión. Sentía que, tras ayudarlo, el chico solo esperaría que se aleje de él, pero al escuchar que podría seguirlo, se sintió más aliviado de no estar solo otra vez.

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