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CAPÍTULO SEIS
[GRAN PALACIO]
El camino hasta el Gran Palacio fue comandado por dos miembros del Primer Ejército, seguidos de Nikolai y Alina, Mal y Esmerald dejando al final de la caravana a Tolya y Tamar.
— ¿Lo sabías? ¿Sabias lo de Sturmhond? — Preguntó Mal mirando a Esmerald de reojo. — ¿El príncipe escondido? Parece un cuento para niños.
— Mi gancho derecho en su cara no fue demasiado obvio — contestó Esmerald con brusquedad. — Tampoco sabía que el Corsario era el príncipe de Ravka, él niño consentido de la reina de saberlo, me hubiera aliado a ustedes desde el primer momento que subieron al barco.
— Así no abrías intentado golpearnos o a Alina desde que llegamos al Barco — bromeó Mal causando una sonrisa en el rostro de Esmerald.
Esmerald vio como Nikolai y Alina miraron hacia ella y Mal, el rastreador miró en otra dirección ignorarlo.
— Todos fuimos engañados aquí — Mal la miró tras escucharla hablar. — Cada uno de nosotros guarda secretos jamás me metí a preguntar por los suyos, pero si me hubiera gustado saber que el Corsario de la tripulación era el niñato de Ravka.
— ¿No te agradan los reyes de Ravka, cierto? — río Mal al escuchar la forma en que la chica se expresaba de los Reyes de Ravka. — Creo que no soy el único a quien no le hace gracia estar en el Palacio.
— Oh créeme los Palacios no son unas vacaciones privadas para mi, son más como un tormento.
El silencio se formó entre ellos, Esmerald veía como la boca de Nikolai se movía, tenía una conversación junto a Alina, no sabía de qué hablaban y tampoco le importaba.
Ya no sabía quien era Sturmhond o Nikolai Lanstov.
Por el trayecto, Esmerald supuso que no estaban dirigiéndose hasta El Gran Palacio, era otro destino completamente diferente al que ella llegó a conocer años atrás.
El caballo de Nikolai y Alina se detuvieron al igual que el de ella y Mal.
— Bienvenidos a la rueca — anunció Nikolai. — Mi casa, su casa, nuestro hogar temporal.
La mirada de Nikolai y Esmerald se encontró unos conteos segundos, siendo ella quien rompió el contacto visual.
Tolya se acercó a ella para ayudarle a bajar del caballo, Esmerald lo golpeó en la mano. En cambio aceptó la ayuda de Mal quien se acercó a ella al verla batallar con el caballo.
— Puedo hacerlo yo sola, Tolya.
— ¿En serio seguirás molesta conmigo? — se quejó Tolya siguiendo los pasos de Esmerald al interior de la Rueca.
Esmerald se detuvo señalando a Tolya y Tamar con su mano.
— ¿Lo sabían los dos no es así? — los miró. — Los secretos no me molestan, todos los tenemos, las mentiras por el contrario esas si me hacen rabiar.
— No era nuestro secreto, Esmerald — se defendió Tamar. — Deberías preguntarle a él.
— Si, pues déjame decirte que ya no sé si todo lo que hemos vivido es una realidad o una mentira, escape de mi familia para llegar a otra con más mentiras.
Esmerald se adentró a la Rueca descubriendo que no era menos lujoso que el Gran Palacio, inmenso y rodeado de Grishas a su alrededor, el Primer Ejército daba miedo, pero el Segundo, Solovyov deseaba salir corriendo y subir a un barco lo más lejos que pudiera.
Si es que fuera posible.
— ¡Esmerald! ¡Esmerald! — gritó Nikolai al verla caminando por uno de los pasillos.
Uno de los Grisha la había llevado a una habitación donde pudo darse una ducha, algo que no se iba a negar si podía sacarse la ropa manchada con sangre de Volcra.
— ¡Esmerald Solovyov!
La chica se detuvo al igual que varias personas cercana suyo. Se mantuvo en la parte de abajo mirando como Nikolai la observaba desde la barandilla del segundo piso.
— No pienso subir.
— Entonces tendré que bajar — murmuro Nikolai.
Esmerald caminó hasta esconderse detrás de una de las columnas, Nikolai bajo las escaleras buscándola.
— ¿Seguirás evitándome?
— ¿Hasta cuando planeabas decirme que eras el príncipe de Ravka? — Esmerald se cruzó de brazos mirándole.
Nikolai movió su mano dándole la razón.
— Tienes un punto, pero creí que a ti no te molestaba que las personas tuvieran secretos, Solovyov.
— No me molesta cuando los secretos no involucran a un príncipe enmascarado que buscaba a la Invocadora del sol para salvar a Ravka.
— Es nuestro país, Esmerald.
— Nikolai — gritó Mal buscándolo. — Te necesitamos arriba.
Esmerald miró al rastreador y después a Nikolai enfrente de ella.
— No tiene que preocuparse por mi, moi tsarevich — susurro Esmerald. — Tengo que irme.
Nikolai la miró irse, ella no se iría lejos de ellos por más enojada o traicionada que se sintiera en esos momentos, solo necesitaba su espacio, uno que él le daría el tiempo que fuera suficiente.
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