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CAPÍTULO OCHO
[REVELACIONES]



























Esmerald se encontraba aventando piedras al suelo. Estaba molesta, lo curioso es que no entendía del todo su molestia.

No sabía si estaba molesta por la propuesta de Nikolai a Alina o por seguir decepcionada por su traición.

Entendía que él mintió para protegerse a él mismo y a sus padres, ella hubiera hecho lo mismo por sus padres, o su hermana.

Su linda hermana.

Aquella hermana que los propios de su sangre la mataron.

Entendía que Nikolai llevaba la sangre de un Lanstov en sus venas. La sangre real. Era un príncipe, un hombre de regimiento, y jefe de una tripulación.

Alina Starkov, es la Invocadora del Sol. Una Santa viviente. Un mito. Una leyenda. La esperanza para Ravka que estuvieron esperando durante décadas.

Y luego estaba ella, Esmerald Solovyov la novia fugitiva, la hija que escapó de casa. La fjerdana desertora.  Una chica completamente mundana sin un poder mágico que salvaría al mundo, que salvaría a Ravka.

¿Qué podría ofrecerle una fjerdana a un príncipe?

Nada.

Al contrario de un matrimonio con una Grisha, ella si podía ofrecer la libertad al país. Ofrecer una vida a la altura de un príncipe.

— Creo que no estás aquí afuera jugando a que vas a cazar aves — se burló Tolya.

Esmerald no iba admitir que la voz de Tolya la asustó.

Se mantuvo firme mientras seguía aventando piedras.

Era algo que siempre hizo incluso estando en el barco o tierra firme, buscaba piedras y la lanzaba, pero solamente cuando estaba nerviosa o algo le preocupaba.

— Creo que en lugar de lanzar piedras a los árboles quieres lanzarle una a cierto corsario que se convirtió en príncipe sin el beso de una linda chica.

Esmerald rodó los ojos.

— No es lindo — mintió Esmerald.

Tolya se agachó tomando otro puñado de piedras y aventarlas al igual que Esmerald.

— ¿Sigues molesta?

Esmerald se cuestionó muchas veces si realmente estaba molesta con ellos o solo estaba dolida.

— No — respondió con sinceridad. — No estoy molesta, estoy decepcionada de ti y de Tamar — lanzo una piedra y lo miro. — Se que todos guardamos secretos, unos más que otros.

— No era nuestro secreto.

— Lo sé.
 
Esmerald volvió a lanzar otra piedra.

Se culpaba a sí misma por no ver las claras señales que Sturmhond daba, las muchas veces que se ausentaba dejándola a cargo. El como se iba sin decir a donde o la muchas veces que parecía conocer Ravka con la palma de su mano o como no se emocionó la primera vez que entraron al Gran Palacio como si ya hubiera estado allí antes.

Las señales siempre estuvieron, pero ella jamás las vio por completo.

No presto la atención necesaria.

— ¿En qué piensas? — preguntó Tolya al verla tan callada.

— Alguna vez te conté como fue que llegue al barco — hablo Esmerald con su vista perdida entre la distancia.

— Creí que acordamos no contar nada de nuestro pasado — respondió Tolya pensativo.

— Tu lo dijiste, la situación ha cambiado — aventó otra pierda. — Comenzaré diciéndote que mi nombre es Esmerald Solovyov.

Solovyov.

Aquel apellido retumbó en la cabeza de Tolya.

— La hija fugitiva — susurró.

Esmerald asintió. — La hija que escapó de casa. La Fjerdana traidora. La novia desaparecida.

— Aún tienen una recompensa para encontrarte.

— Mis padres querían comprometerme el día de mi cumpleaños, gran forma de festejar ¿no crees?

— Por eso Nikolai decía que tu rostro se le hacía conocido, siempre supo quien eras.

— Lo descubrió primero que todos.

Esmerald recordó su conversación con hace unos minutos.

— ¿Por qué estás aquí afuera peleando con los árboles en lugar de ir a buscar a tu príncipe azul?

Esmerald no pudo evitar reír por eso. Nikolai era un príncipe.

— Por qué es para que entiendas que una fugitiva de Fjerda y un príncipe Lantsov no pueden estar juntos.

— ¿Quien lo dice?

— Ravka — respondió Solovyov. — Nikolai le acaba de proponer matrimonio a Alina para una alianza. Al contrario que yo, ella puede ofrecerle algo más.

— Pero no amor — la voz de Tamar se escuchó a las espaldas de ambos.

La joven Solovyov no volteó. Espero hasta tener en su campo de visión a Tamar.

— El corazón de Nikolai no pertenece a Alina Starkov.

Esmerald entendía las palabras de Tamar, era tan sabía como una viejilla.

Como la propia Baghra.

Como los libros de la biblioteca del Gran Palacio.

— No todas las historias de amor deben terminar en in felices para siempre.

Esmerald dejó a los hermanos, Tolya y Tamar.

Por primera vez se atrevió a decir en voz alta que estaba sintiendo algo por Nikolai, pero era lo suficientemente orgullosa como para decirlo en la cara de él.





























La noche calló en el escondite, Esmerald no podía dormir. La conversación seguía repitiéndose en su cabeza, tal vez Tolya y Tamar tenían razón.

Era una cobarde al no admitir sus sentimientos por el Corsario.

Al parecer sus piernas y su cabeza actuaban de diferente forma. Pasó la bata que tenía por sus brazos pensando en las mil y un cosas que podría decirle cuando lo tuviera enfrente suyo, pero todas iban a una.

Un sentimiento de amor que creía no experimentar en su vida.

Sus pies se detuvieron al ver a Alina Starkov afuera de la habitación de Nikolai Lanstov.

La vio decir algo y él como él rubio la invitó a pasar.

Allí se esfumaba su esperanza, y un corazón roto.

Había sido tan ingenua al pensar que ella podría tener una oportunidad con aquel príncipe, estaba claro que un Lantsov y una Solovyov no estaban destinados a estar juntos.

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