La princesa
Ruri vivía una vida miserable y triste desde que su madre murió.
Era una princesa con todo lo que podría desear al alcance de tan solo dar una orden, pero le faltaba la calidez de una familia. Y tenía tantos problemas que no sabía ni por dónde comenzar a quejarse, aunque no es como que se quejara. Nunca se había quejado de nada.
Su madre murió cuando tenía tan solo dos años y a raíz de eso su padre se volvió antipático y cruel. Seguía siendo un rey justo, responsable y se ocupaba de su gente, pero parecía que nada le importaba realmente. Trataba a todos los demás como si fueran inferiores a él. Provocó que toda su familia restante se alejara de la capital. Casi provocó una guerra con un reino cercano por su arrogancia al ofender al otro rey, pero afortunadamente la reina de ese reino logro calmar las cosas.
Y Ruri nunca se quejó.
Vivía mayormente en soledad, solo rodeada de sirvientes y guardias. Sus días consistían mayormente en estudiar, practicar piano y otras lenguas, prepararse para ser la reina algún día y tener ceremonias del té con otras chicas de la realeza o nobleza que no la comprendían ni un poco y hablaban mal de ella a sus espaldas. Vivía encerrada, tenía prohibido salir si no era con una buena razón. Y aún así Ruri nunca se quejó.
Lo único que llenaba un poco sus días eran los niños del palacio, cuidar de su jardín, pasar tiempo con su tía Lillian las pocas veces que la visitaba y pintar algunos retratos de lo poco que recordaba de su madre. Solo eso le daba fuerza para levantarse en las mañanas. Y aún así Ruri nunca, jamás se quejó.
En sus dieciséis años de vida, Ruri jamás se quejó de nada. Toleró todo con serenidad y comprensión. Perdonó todo. Excepto una cosa y solo una cosa.
Al igual que su madre, Ruri tenía una memoria excepcionalmente buena, y recordaba su rostro y su voz, al igual que ciertas memorias con ella que atesoraba con todo su corazón. Pero… también recordaba el día de su muerte, y los meses anteriores a eso.
Recordaba perfectamente haber visto a su madre embarazada. Recordaba haber tocado su vientre y sentir al bebé patear. Recordaba las sonrisas y la emoción de su madre, y su propia alegría al saber que tendría un hermanito o hermanita.
Recordaba a su madre morir en el parto y no por una enfermedad como su padre le decía a todo el mundo. Recordaba haber visto al bebé. Era una niña, era su hermanita. Y se parecía mucho a ella y a su madre. La recordaba.
La había visto por solo un segundo, pero la vio. ¡Ella existía!
El recuerdo de su hermana estuvo flotando en el fondo de su memoria por toda su infancia, pero no sabía sí era cierto o no. Todo era brumoso y no recordaba los detalles, solo imágenes dispersas y momentos claves.
Y un día, cuando tenía diez años, no pudo callar más la curiosidad y le preguntó a su padre al respecto.
Nunca antes lo vio tan pálido.
—¿Qué dices, Ruri? —Parecía horrorizado—. ¡Claro que no tienes ninguna hermana! Así que no digas tonterías. Fue solo un sueño.
—Pero yo…
—¡No contradigas a tu padre! Vuelve a tu habitación —le ordenó, y no la dejó decir nada más.
Pero Ruri no pudo quedarse callada. Su reacción solo le dio más y más preguntas, y la convenció de que no fue un sueño.
Los siguientes meses preguntó a todo aquel que le generara al menos un poco de confianza para hacerle la pregunta sin que le dijera a su padre que siguió insistiendo en el tema, sin embargo todos le contestaron lo mismo:
¿De qué estaba hablando? Nunca hubo otra princesa, nunca tuvo una hermana.
A pesar de todo, siguió aferrada al único recuerdo que tenía de una hermosa y pequeña bebita rubia de ojos azules mirándola desde los brazos de su madre. No podía haber sido solo un sueño, estaba segura de que era real. Tenía que ser real.
Su última esperanza fue su querida tía Lillian, que era la única persona de su familia que realmente la trataba con amor desde que su madre murió.
…Estuvo realmente decepcionada cuando Lillian cambió el tema rápidamente y se marchó luego de que insistiera en sus preguntas.
Con sus ánimos por el suelo, iba a hacer un último intento por preguntarle a su padre, iba a suplicarle de ser necesario, pero no tuvo que hacerlo. Estaba a punto de golpear a la puerta cuando lo escucho hablando, o más bien discutiendo, con su tía Lillian.
—¡Su madre nunca habría aprobado esto y lo sabes! ¿Cómo pudiste hacerles esto? Son tus hijas, ambas. Kohaku también. ¿Cómo pudiste abandonarla?
—¡Esto no te incumbe, Lillian! ¡Tú no sabes lo que he tenido que pasar! Y sabes muy bien que está prohibido mencionar el nombre de… de ella. ¡No me hagas encerrarte por desobedecer al rey!
—No me importa que lo hayas prohibido. Mencionaré el nombre de mi sobrina todo lo que quiera. No voy a olvidarla, porque sé que no es lo que mi prima hubiera deseado. Pero tú no respetas sus deseos ¿o sí? —Hubo un largo silencio, antes de que Lillian suspirara audiblemente—. No le diré nada a Ruri, Kokuyo, pero algún día se enterará de la verdad y… solo espero que no hagas que tus dos hijas se alejen de ti. Porque te lo tendrás bien merecido.
Al escuchar a Lillian aproximarse a la puerta, Ruri se alejó silenciosamente y se ocultó detrás de una cortina cercana, cubriendo su boca con ambas manos para que no escucharan los sollozos que estaban sacudiendo su cuerpo en ese momento.
Era cierto. Sí tenía una hermanita. Y su nombre era Kohaku… qué lindo nombre. Ella debía ser tan linda…
Y fue su padre quien se la arrebató.
Por primera vez en su vida, quería quejarse, protestar, quería gritar y reclamar. Pero debía ser inteligente. Tenía que ser más lista que su padre sí quería recuperar a su hermana. Porque la iba a recuperar, sin dudas, no importa lo que tuviera que hacer.
Así que mantuvo la boca cerrada. No dijo nada acerca de lo que sabía. Y un día, con solo once años, se colocó una capa con capucha para ocultar su rostro y su cabello y salió del palacio a escondidas por un túnel que había en la biblioteca el cual estaba en los planos del palacio que encontró en esa misma biblioteca. No sabía si su padre estaba enterado del túnel, pero al menos era seguro que no sabía que ella lo conocía. Además nadie la molestaba de las dos a las cuatro que era cuando hacía su lectura, así que tenía al menos dos horas para hacer su búsqueda.
Lillian le había preguntado a su padre cómo pudo abandonar a Kohaku, así que ella estaba viva. Estaba viva en alguna parte ¿pero dónde? ¿Dónde podría estar?
Primero buscó en el orfanato de la capital, pero no halló nada. Frecuentó las plazas y las escuelas, pero nunca vio a ninguna niña parecida a ella que le diera una sensación de familiaridad.
Buscó y buscó. Cada vez que podía, primero todos los días, luego día por medio y luego dos veces a la semana, pero no la encontró. No obstante, no se rindió. Siguió buscando una vez por semana, por los siguientes cinco años.
Estaba cansada de no encontrar nada, estaba cansada de largas caminatas que resultaban en nada, y no porque no tuviera esperanzas de encontrar a su hermana, simplemente estaba cansada, estaba débil… estaba enferma.
Ocultó su enfermedad de su padre, los guardias y las sirvientas lo mejor que pudo, silenciando los ataques de tos por más que le ardieran en la garganta porque no quería que aparte de encerrarla entre los muros del palacio la encerraran en su habitación, y sobre todo no quería que la privaran de la posibilidad de buscar a su hermana. Lo único que realmente le daba fuerzas para levantarse por las mañanas desde que la enfermedad empeoró.
Pero cuando su tía Lillian vino a visitarla por última vez para contarle de su boda con un profesor del que se enamoró profundamente, acabó descubriéndola en medio de uno de sus ataques de tos.
—Por favor, por favor no le digas nada a nadie —suplicó, llorando desesperadamente, abrazándose a ella con ojos suplicantes—. Mi padre hará mi vida un infierno sí se entera. ¡Por favor, por favor que nadie lo sepa! —Prácticamente le rogó, desesperada por no perder lo poco que tenía de libertad. Perder su sueño de encontrar a Kohaku, su última esperanza de no tener una vida tan desdichada.
Lillian suspiró, devolviéndole el abrazo.
—Ruri, creo que… tienes la misma enfermedad que tu madre y yo. —Ante eso, la adolescente la miró confundida—. Viene de familia, tu abuela y mi madre murieron por eso, pero tu madre murió por… otra cosa debido a su estado débil por la enfermedad. —Oh, así que por eso no resistió el parto… otra gran tristeza—. Pero yo me curé, y tú también puedes curarte.
—¿De verdad? —La miró perpleja, boquiabierta—. ¿Hay posibilidades de curarse de algo así?
—Cualquier curandero te diría que no, pero… —Sonrió misteriosamente—. Mi futuro esposo viajó por todo el mundo para educarse, y llevó a su hijo con él. Y su hijo resultó ser mucho más inteligente, y no lo digo porque mi prometido sea un tonto, solo que su hijo es un genio. Él se hace llamar "científico" y pudo inventar una cura para mí. No entiendo mucho de lo que dice la mayor parte del tiempo, pero sí hace esa medicina para ti, seguro estarás bien. —Acarició sus mejillas con dulzura.
—Eso suena muy extraño… —¿Científico? ¿Qué era eso? ¿Tenía algo que ver con esa "ciencia" de la que se estaba empezando a hablar en los últimos libros que trajeron al palacio? Aunque no lo entendía muy bien—... Pero confiaré en lo que dices. —Le sonrió levemente.
No quería morir ahora. No sin haber encontrado a Kohaku, no sin poder conocerla y hacerle saber que al menos alguien en su familia sí la amaba… y tal vez sentirse amada de nuevo y sentir que conservaba una parte de su madre con ella. Aunque no quería que nadie supiera de su enfermedad, así que le pidió a Lillian discreción y se quedó con una esperanza a medias de que tal vez ese muchacho podría ayudarla si empeoraba demasiado al punto de no retorno.
Temía que su padre se enterará de su enfermedad si pasaba mucho tiempo con él, así que se negó a ir de viaje al otro pueblo por más que tuviera que perderse la boda de su tía Lillian, aun así le envió una carta de felicitaciones para ella y su nuevo esposo.
Aprovechó la ausencia de su padre para buscar más que nunca, todos los días y muchas más horas, casi sin comer de lo desesperada que estaba por encontrarla antes de que él regresara. Llegó a los sitios más alejados del palacio, casi a las afueras de la ciudad, cerca del bosque, pero no logró encontrarla.
Su padre regresó ese mismo día y ella seguía sin hallar a Kohaku. Pero no se iba a rendir.
Al día siguiente le dijo que estaría todo el día leyendo y no quería ser molestada, y se marchó desde temprano a retomar su búsqueda en donde la había dejado, sin importarle el sentirse cansada y débil.
Es cierto que le dijo a su tía Lillian que confiaba en ella, pero la verdad es que tenía demasiado miedo de morir sin encontrar a su hermana primero. Y sentía que cada vez le quedaba menos tiempo. Debería estar descansando pero no podía, no sin encontrar a su hermanita antes.
Fue cansado caminar por todo el reino, era una ciudad muy grande, pero lo hizo de todos modos, mirando a todos partes en busca de una joven de catorce años que se pareciera a ella.
¿Dónde podría estar?
A pesar de su convicción inquebrantable, su cuerpo no era tan fuerte como su voluntad, y acabó colapsando en medio de la calle, tosiendo incontrolablemente.
¿Esto sería todo? ¿Ya no podría continuar?
—¿Kohaku? —Y de repente, una voz le devolvió las esperanzas—. ¡Oh, cielo santo, Kohaku! ¡¿Qué demonios te pasó, gorila tonta?! —Una mano áspera se posó en su hombro y Ruri alzó la vista—. Llegas temprano, y además estás enferma, tus tíos sí que te van a…
Sus miradas se encontraron y él enmudeció por completo.
Ruri sintió su corazón saltarse un latido. Este chico… él había dicho el nombre de su hermana, aparentemente hasta las confundió. Creyó que era ella, o sea que… la conocía. Kohaku no existía solo para ella y las discusiones a puertas cerradas de su padre y su tía, alguien más la conocía en verdad.
Y él… tenía una mirada tan amable…
—¿Kohaku? —preguntó lentamente, sintiéndose mejor de repente, con el corazón lleno de esperanzas renovadas.
—L-lo siento, te confundí con una amiga. Es que son muy parecidas y por un momento creí que eras ella. —Rio tontamente, frotando su nuca—. Lamento decirte gorila y tonta, no fue mi intención, es una pequeña broma que tengo con mi amiga, pero no es que crea que tú no eres bonita ni inteligente, quiero decir, no te conozco, pero te ves… eh… —Apartó la mirada—. ¡Oh, lo siento! Parecías tener algo grave ¿quieres agua o que te acompañé a tu casa? —preguntó seriamente, dejando su tartamudeo para mirarla con verdadera preocupación, cosa que la hizo sonreír levemente.
Realmente era muy amable.
—Gracias por tu preocupación, pero lo que necesito es otra cosa. —También lo miró con mucha seriedad. — Conoces a Kohaku ¿verdad? Una chica parecida a mí de catorce años. —Él la miró impresionado.
—¿Tú la conoces? —preguntó sorprendido.
—Bueno… —Sonrió suavemente, sintiendo que podía confiar en este chico—. Para resumir… soy su hermana.
—Ah, su hermana, ya veo. —Asintió alegremente, para que luego sus ojos casi se salieran de sus cuencas—. ¡¿SU QUÉ?!
Mmm, tal vez… esto no fue tan buena idea después de todo. Pero él era su mejor oportunidad para encontrarla de una vez, y no podía dejarlo escapar ahora. Le contaría todo y finalmente podría encontrarse con Kohaku y estar juntas. Como siempre debió ser.
Continuará...
Holaaaaaaaaaaaaa :D
Aquí tienen el segundo cap de este nuevo Long fic! Espero que les esté gustando :'3
Cap dedicado a escandinava7 por ser el primero en Wattpad en adivinar a qué cuento estoy adaptando xP
Esto es una adaptación de la historia del Príncipe y el mendigo, o bien como muchos la conocerán: la Princesa y la plebeya de Barbie XD
Pero les advierto que no leí la historia, no vi ninguna película del Príncipe y el mendigo, y no recuerdo pero PARA NADA la película de Barbie porque estaba bien chikita cuando la vi :P
Lo más que recuerdo era un gato muy raro que creo que ladraba XP O maullaba muy raro, ni eso recuerdo :'v
Y creo que es mejor no recordar nada, así solo tengo el concepto y puedo hacerlo más a mi manera y al estilo SenHaku al diez billones por ciento! ;D
Crei que la historia les quedaría bien, ya q Ruri y Kohaku están casi igualitas UwU
Ojalá les guste este fic! Y no olviden que los amo!
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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