La cueva
Al día siguiente, Senku se presentó al entrenamiento de la guardia real.
Sus guardias personales, Tsukasa, Taiju y Ukyo estaban entrenando con la guardia, bajo el mando del general del ejército, Mozu.
Apenas puso un pie en el dojo de entrenamiento, todos los ojos se fueron a él.
Senku sonrió confianzudamente a la bola de soldados musculosos que lo miraban como si no fuera más que un insecto, mientras un sirviente corría a inclinarse frente a él.
—¡Lord Senku, bienvenido sea a estas humildes áreas de entrenamiento! —Casi tenía la cara en el suelo de tanto inclinarse—. ¿Qué lo trae aquí, mi lord?
—Mis guardias están aquí —dijo con sencillez, rascando su oído con el meñique—. Necesito ver a uno de ellos, Saionji Ukyo.
—¡En seguida le avisaré de su orden, mi lord! —Finalmente se enderezó, antes de voltear hacia los soldados con la cara roja de enfado—. ¿Qué hacen? ¡Inclínense ante el futuro rey de Akari! —Aparentemente era un sirviente con rango, porque de inmediato el montón de fortachones inclinaron sus cabezas ante él.
Senku decidió no hacerles caso y siguió al sirviente hacia una cámara separada del dojo, donde encontró al grupo elite del ejército y al general, que en vez de estar entrenando estaban sentados tomando sake mientras veían a Tsukasa y Taiju partiendo gruesos troncos con los puños. Ukyo estaba más apartado, practicando sus tiros con arco y flecha.
—¡¿Quién de ustedes es Saionji Ukyo?! ¡Lord Senku solicita su presencia ahora mismo! —gritó agudamente el sirviente, llamando la atención de todos.
—Ah, lord Senku. —Mozu, el general del ejército, se puso en pie y se acercó a él—. Ansiaba poder conocerte mejor, no pudimos hablar mucho en la celebración de su compromiso con la princesa.
Al ver que lo tenía detrás de él, el sirviente casi se desmaya y rápidamente se apartó, quedándose en un rincón, ni tan cerca ni tan lejos.
Senku solo asintió a las palabras de Mozu, antes de mirar a Ukyo, que ya estaba guardando su arco.
—Antes de que tú llegaras —Mozu siguió hablando— era tradición que los generales se convirtieran en reyes si no había príncipe heredero. ¿Lo sabías?
—No podría importarme menos. —Bostezó.
—¿Tienes conocimientos bélicos, aunque sea? ¿O solo sabes mezclar hierbas y llamarlas medicina? —Balanceó su espada entre sus dedos, mirándolo con una sonrisa superioridad.
—Sé que si yo quiero puedo cambiar de general apenas me coronen rey. —Sonrió altaneramente, borrando la sonrisa de Mozu—. Ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender. —Le hizo una seña a Ukyo para que lo siguiera fuera del dojo.
—Deberías ser más cauteloso al hablar —dijo el arquero—. No querrás ganarte enemigos en tus primeros días en la Capital.
—¿Qué no viste a ese montón de músculos? Dudó que tenga más de la inteligencia suficiente para vestirse solo, mucho menos atentar contra la corona. —Rio despreocupado—. Si alguien invadiera Akari con ese troglodita como nuestro general, estaríamos perdidos al diez billones por ciento. Es una suerte que seamos una isla tan irrelevante.
—¿Entonces lo reemplazaras de verdad cuando seas rey?
—Sin duda, tengo el presentimiento de que Tsukasa, aparte de que es diez billones por ciento más inteligente, también podría patearle el trasero sin problema alguno.
—Bueno, ya han estado entrenando un poco y Mozu tuvo que parar la pelea porque no podía asestarle ni un golpe a Tsukasa, así que supongo que tienes razón. —Rio nerviosamente—. ¿Y para qué me necesitas?
—Es sobre la princesa. —Se puso serio—. Hay algo que ella oculta. —Ukyo abrió mucho los ojos—. No creo que sea nada demasiado malo —aclaró—, pero sin duda tiene algún secreto interesante. Mantén un oído atento a ella cuando tengas oportunidad.
—Entendido. —Asintió—. ¿Eso es todo? —Senku asintió—. ¿Y puedo preguntar qué te hizo tener esa impresión de la princesa Ruri?
—No puedo darte detalles. —Le hizo una promesa a la princesa y, aunque no se consideraba a sí mismo un caballero, sí se consideraba un hombre de palabra—. Lo que sí puedo decirte es que ella me admitió ser una mentirosa experimentada, no con esas palabras, pero es lo que dio a entender. Creo que oculta algo, así que solo estate atento. No digo que la vigiles o la sigas, pero si tienes la oportunidad de escuchar algo sospechoso, indaga todo lo que puedas y luego infórmame.
—Muy bien, puedes contar conmigo. —Asintió.
Ukyo volvió al entrenamiento y Senku decidió seguir explorando el castillo.
Se suponía que debía reunirse con un asesor real para que le enseñara cosas que un rey debía saber y todo eso, pero la clase de ayer fue insufrible, así que decidió escaparse ese día. Ya sabía toda la historia de Akari y las actividades agropecuarias, y no le interesaba aprender sobre etiqueta.
Al pasar por los almacenes del castillo, se sorprendió al escuchar a unas mujeres hablar sobre la princesa.
—¿Viste cómo actuaba la princesa Ruri hoy? ¡Hasta pareció fruncirme el ceño! ¿Qué le pasa últimamente? ¿Tan creída está porque ahora va a casarse?
—Su prometido no se ve fuerte ni nada, pero es atractivo. Seguramente anda de creída porque le pusieron un chico guapo.
—Es insoportable, mira que volverse tan arrogante solo porque ahora tiene alguien que le abrirá las piernas. Todo lo que ella debe hacer es darle un heredero al reino, pero su prometido es el que gobernará Akari.
Senku hizo una mueca de desagrado. ¿Qué clase de sirvientas tenían aquí?
Decidió seguir su camino, y apenas avanzó unos cuantos pasos cuando las sirvientas salieron y jadearon al verlo. Al principio pensó que jadearon porque lo descubrieron espiando, pero al voltear se dio cuenta de que parecían encantadas de verlo.
—¡Lord Senku! —Corrieron de inmediato a inclinarse frente a él.
—¡Es un placer conocerlo, mi lord!
—Somos las damas personales de la princesa Ruri.
Senku, que había estado a un pelo de ignorarlas e irse, se detuvo de pronto.
¿Estas tres que hablaban tan mal de ella eran las damas personales de la princesa? Conociendo el carácter de esa princesa leona, le sorprendía que siguieran vivas.
—¿Necesita algo de los almacenes, mi lord? ¡Podemos conseguirle lo que necesite!
—No, no nece... —se interrumpió, entrecerrando los ojos—. De hecho, hay algo que pueden hacer por mí.
—¡¿Sí?! —Se le acercaron tanto que empezaron a fastidiarlo.
—Díganme, ¿qué funciones cumplen como damas de la princesa?
Ellas parecieron confundidas, pero de todos modos le contestaron.
—Somos las encargadas de ayudarla a vestirse, arreglarse y comportarse. También somos sus costureras y mensajeras —dijeron con orgullo—. Prácticamente no podría hacer nada sin nosotras.
—Ya veo. —Asintió, pensativo—. Muy bien, eso era todo. —Sin más se dio la vuelta y se marchó, dejándolas con la palabra en la boca.
Al día siguiente volvió a desayunar con la princesa y decidió preguntarle por sus damas.
—¿Oh, ellas? —Frunció el ceño duramente—. ¡Ja! No me agradan. Hablan mal de mi... de mí. —Carraspeó—. Siempre han sido así, últimamente no las dejó ayudarme en nada, solo están diciéndome lo que tengo que hacer todo el tiempo.
—¿No has pensado en cambiar de damas?
—¿Puedo hacer eso? —Su mirada se iluminó y Senku sofocó una risa.
¿Qué clase de princesa era esta? ¿Qué no sabía lo poderosa que era? Una sola orden suya y podría despedir a medio palacio.
Era un poco intrigante, para ser honesto consigo mismo.
—Sí. De hecho, Lillian tiene unas sirvientas que más que eso son amigas mías y de mis guardias personales. Son de absoluta confianza y estaba pensando en traerlas a trabajar aquí una vez me coronaran, pero no sabía si necesitaban más personal.
—¿Dices que puedo despedir a mis damas y poner a trabajar a tus sirvientas en su lugar? —Se veía interesada.
—Te aseguró que te agradaran. Ogawa Yuzuriha es la prometida de mi guardia Oki Taiju, es la mejor costurera que he conocido. Lillian seguramente la echará de menos, pero ya habían acordado que vendría a la capital, ya que Taiju prefiere seguir siendo mi guardia. Ella es tranquila y muy leal, te lo aseguró.
—Pero ¿bastará con una sola costurera? —Rascó su cabeza, como si no tuviera idea—. Mis damas de ahora trabajan entre las tres para un solo vestido.
—Te aseguró que Yuzuriha puede con cualquier reto que le pongas. —Sonrió ladinamente—. Por otro lado, Amaryllis es una asistente muy eficiente para ella, y también puede encargarse de todo lo que tenga que ver con ayudarte a vestirte, maquillarte y todas esas cosas que hacen las mujeres. —Agitó una mano despreocupadamente—. Byakuya y yo ayudamos a su familia a salir de una deuda muy costosa con la capital, desde entonces insiste en "pagarnos la deuda" con todo tipo de trabajos en el castillo de Lillian. Se volvió muy amiga de Yuzuriha, estaban lloriqueando por separarse, así que esta sería una buena excusa para que no se separen y todo eso. —Rascó su oído con indiferencia.
La princesa entrecerró los ojos hacia él, antes de sonreír con burla.
—Eres más blando de lo que admites, ¿eh? —preguntó, haciendo que su pequeña sonrisita empezara a crisparle los nervios.
—Piensa lo que quieras. —Bufó—. La tercera es Kirisame. Podría ser una buena mensajera para ti, aunque tiene interés en convertirse en soldado. Quizás pueda hacer que la admitan cuando me vuelva rey —murmuró para sí mismo.
—¿Es una mujer que sabe pelear? —Se vio todavía más interesada.
—Sí, y es bastante buena, también. —Encogió los hombros—. Como sea, no hace falta que te deshagas de tus damas actuales ya, podemos traer a mis sirvientas y puedes ver si...
—Olvídalo, las quiero —soltó de golpe, sorprendiéndolo.
—¿Ah? ¿Tan rápido?
—¡Ja! Suenan interesantes. Además, confió en la palabra del hombre que salvó a mi... salvó mi vida. —Sonrió genuinamente, de forma radiante y vivaz.
Senku esta vez no pudo evitar soltar una risa divertida.
Esta princesa sin duda no era nada común.
—Muy bien, entonces. Escribiré una carta a Lillian para que envíe a tus nuevas damas lo antes posible.
Acabaron de desayunar y se separaron sin decir mucho más, y Senku tuvo que irse a los almacenes del palacio otra vez para escaparse de las clases de etiqueta que querían darle los viejos consejeros del rey.
Esta vez no escuchó ninguna conversación indiscreta, pero si vio algunos patrones extraños en las paredes. ¿Tendrían que ver con los pasadizos secretos que mencionó la princesa?
Al día siguiente aparte del desayuno, Byakuya insistió en que paseara con la princesa por los jardines otra vez, a lo que Senku accedió muy a regañadientes.
¿Cuál era el punto en pasar tiempo con ella si iban a casarse de todos modos? Tendrían toda la vida para hartarse el uno del otro.
La princesa se presentó al paseó con un vestido azul largo hasta los tobillos, con escote bajo que dejaba ver sus hombros tersos y suaves. Senku se le quedó mirando un segundo más de lo necesario antes de empezar a caminar, por lo que ella tuvo que apresurar el paso para ponerse a su lado.
—¿Y cuándo podrán llegar mis nuevas damas? Estoy ansiando despedir a las que tengo ahora. —Subió un poco su escote, con una mueca—. Siento que apretaron de más esta cosa apropósito.
Senku no pudo evitar soltar una risa incrédula. ¿Qué dama hablaba de escotes con un hombre? Y siendo una princesa, para colmo. A él le daba igual, pero apostaba toda su fortuna a que si un noble la escuchara le daría un ataque.
—En unos días. Paciencia, princesa, solo ayer envié la carta.
—Muy bien. —Bufó, antes de volver a ajustar su escote.
Senku mantuvo los ojos al frente, repitiéndose que no le importaba la indiscreción de la presencia en subir y bajar su escote continuamente. Tan concentrado estaba en mantener los ojos al frente que casi se choca con un caballo al pasar cerca de los establos.
—Cuidado. —La princesa jaló su ropa para alejarlo, y luego notó a alguien cerca—. ¡Oh, Suika! —Era la niña del otro día, la que casi aplastan por la incompetencia de un sirviente.
—Princesa, lord Senku. —Les hizo una reverencia nerviosamente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ruri, curiosa.
—Ti-Titan dice que Suika no debe tenerle miedo a los caballos por lo que pasó antes —murmuró—. Así que les estoy dando comida. Quiero agradarles.
La princesa sonrió enternecida.
—¡Ja, claro que no debes tenerles miedo! Son muy gentiles. —Acarició al caballo con el que Senku casi choca—. Tengo una idea. ¿Quieres montar a caballo?
—¿Puedo? —Se quedó con la boca abierta, mientras que Senku alzó una ceja.
—¡Por supuesto! Yo te llevaré a dar un paseo. ¿Sabes dónde hay sillas para montar? —Se adentró en el establo, ignorando por completo el rostro perplejo de Senku.
Senku volteó hacia todas partes.
Había dos sirvientas concentradas en recoger zanahorias de los huertos a distancia considerable de ellos, y cuatro hombres que debían ser trabajadores del establo riendo mientras veían a un quinto intentando y fallando en arrastrar a una mula dentro de otro establo a pocos metros. Un solo soldado estaba dormido sentado contra una pared.
Para cuando acabó su escrutinio, la princesa ya estaba ensillando a un caballo mientras la pequeña Suika la miraba con emoción.
—Eh, alteza —la llamó, con el rostro lleno de incredulidad—. ¿No debería llevar guardias si pretende alejarse de los terrenos del palacio?
—No pienso irme muy lejos. —No le dio importancia a sus palabras—. Solo será un pequeño paseo.
Senku rodó los ojos, decidiendo ir a buscar otra silla de montar.
Terminó de ensillar su propio caballo varios minutos después de que la princesa subiera a la niña a su caballo y empezara a trotar lejos de los establos. Lo peor es que estaba trotando a velocidad considerable, de modo que tuvo que subirse apresuradamente a su caballo para no perderla de vista.
La siguió de inmediato, no sin algo de dificultad, ya que no conocía a este caballo y nunca fue exactamente el mejor montando caballos, y eso que hasta había llegado a montar camellos en varios de sus viajes por el mundo.
La princesa parecía toda una experta mientras montaba, incluso se había subido el vestido para tener una pierna a cada lado del caballo. La tela del vestido se le subía por los muslos, e incluso aunque tenía largas medias blancas debajo Senku se obligó a apartar la vista mientras se esforzaba en ponerse a su lado. Pronto la alcanzó, viendo como su cabello dorado ondeaba al viento y el sol hacía relucir sus ojos azules y su sonrisa resplandeciente y salvaje, llena de emoción por la aventura.
No pudo evitar ladear la cabeza. ¿De dónde había salido esta mujer? Parecía una heroína épica retratada en algún cuadro o una estatua como monumento a la belleza.
Era ridículo.
—¿No qué no ibas a alejarte, princesa leona? —reclamó, pero ni eso borró su sonrisa alegre.
—¡Ja, solo será un momento! ¡Y no me digas leona! ¡Pero, vamos, Senku! ¡No puedes negar que esto es fantástico! ¡¿Verdad, Suika?!
—¡Sí, es maravilloso! —La niña tenía los brazos extendidos, disfrutando de la brisa.
Senku volvió la mirada al frente, viendo la llanura que se extendía frente a ellos, con un bosque frondoso a la lejanía.
Bueno... debía admitir que la vista era bastante agradable.
Decidió relajarse y seguirlas hasta ese bosque, disfrutando de mirar el paisaje y, a veces, disfrutando de ver las sonrisas de las dos féminas, que parecían estar viviendo uno de los mejores momentos de sus vidas.
Era curioso, pensó él. Viajó a muchos sitios, admiró muchos paisajes hermosos, pero nunca se había tomado el tiempo de sentarse a disfrutar de su lugar de nacimiento. Nunca había descubierto que, de hecho, Akari era una isla hermosa... aunque seguía siendo irrelevante.
Llegaron al bosque y la princesa finalmente detuvo a su caballo, a lo que Senku la imitó.
—Veo un río allá, será mejor que les demos agua a los caballos —dijo mientras bajaba a Suika.
—¿Un río? ¿Dónde? —Miró a todas partes.
—Allá. —Señaló a la izquierda, pero Senku siguió sin ver nada y simplemente la siguió mientras ella jalaba de las correas de los caballos.
El río que la princesa había señalado estaba bastante lejos de donde se habían bajado, y Senku se preguntó cómo demonios lo había visto a esa distancia. ¿Tenía una vista prodigiosa o algo así?
Pronto perdió interés en el río, sin embargo, al ver una cueva cercana, casi escondida entre los frondosos árboles. No pudo evitar su curiosidad innata y empezó a encaminarse a la cueva.
—¿A dónde vas? —Suika y Ruri lo siguieron mientras los caballos bebían agua.
—Solo quiero ver algo. —Se metió a la cueva y empezó a tantear las paredes, en busca de algo interesante.
—Wow. —La princesa fue la primera en ver algo curioso—. ¿Qué es eso? —Señaló a algo al fondo de la cueva.
Senku siguió su mirada, entornando los ojos para acostumbrarse a la oscuridad de la cueva, quedándose boquiabierto al notar que habían enormes columnas de cristal, blancos, rosas y violetas.
—Cuarzo. —Sonrió inmensamente—. ¡Diez billones de puntos para ti, alteza! ¡Esto sin duda será un recurso muy útil para Akari! —Apretó un puño con emoción—. ¡Tengo que traer un equipo aquí para comenzar a tomar muestras de estos cristales e internarnos más para ver que más ofrece esta cueva! ¡Debemos volver de inmediato! —Salió de la cueva con una sonrisa.
Al ver hacia el río, sin embargo, su sonrisa desapareció.
Detrás de él, la princesa jadeó, palideciendo.
Los caballos no estaban.
Estaban en el medio del bosque, lejísimos del palacio, con una niña pequeña, y sin caballos.
Simplemente maravilloso.
Continuará...
Holaaa :D
Lamento haber dejado este fic tan abandonado, espero volver a actualizarlo regularmente x'D
Muchas gracias a mi querida Gaby por patrocinar este capítulo :'D
Ojala les haya gustado y muchas gracias a todos los q apoyaron este fic QwQ
De verdad lo siento por el hiatus, ojala quede gente q se siga acordando de este fic TTwTT
No olviden q se les ama!
Me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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